El Sargento Guillermito, mascota de los Marines Espaciales, tiene el honor de patrocinar este espacio por orden del Capellán Cassius de los Ultramarines. ¡Pulsa sobre él y te acompañará a una Cruzada épica! ¡Lee más! ¡Sin piedad, sin remordimientos, sin miedo! |
Vulkan fue uno de los 20 Primarcas sobrehumanos creados por el Emperador de la Humanidad a partir de su propio ADN para dirigir su Gran Cruzada y reunificar a los pueblos dispersos de la Humanidad dentro del Imperio del Hombre. La XVIII Legión de Marines Espaciales, creada a partir del genoma de Vulkan, fue bautizada como los Salamandras en referencia a los grandes reptiles nativos resistentes al fuego de su planeta natal volcánico, Nocturne, y en memoria del concurso legendario entre el Emperador y Vulkan que incluyó la muerte de estas peligrosas bestias. El resultado de este concurso había revelado la identidad del Emperador y reunido a Vulkan con el Imperio.
Historia[]
Juventud[]
Cuando los Primarcas fueron dispersados por toda la Galaxia a través de la Disformidad por las maquinaciones de los Dioses del Caos, desde el laboratorio genético del Emperador bajo las montañas del Himalaya en Terra, Vulkan llegó al mundo volcánico, envuelto en cenizas, de Nocturne, y fue adoptado muy pronto por el herrero de la ciudad junto a la que fue hallado, N'bel. Los habitantes de la ciudad natal de Vulkan estaban asombrados por este niño, ya que en tan solo tres años terranos, había llegado a la madurez de la edad adulta, pero también era más fuerte y más grande que cualquier hombre en su ciudad. Además de su gran tamaño físico, poseía la mente más rápida, y pronto se convirtió en el herrero más grande jamás visto entre las familias de Nocturne. De hecho, no pasó mucho tiempo antes de que Vulkan mismo fuera a enseñar nuevas técnicas de forja al pueblo de Nocturne.
Los habitantes de Nocturne eran asaltados frecuentemente por los decadentes Drukhari. Estaban tan acostumbrados a esto, que cada persona en la ciudad de Vulkan había desarrollado su propio lugar oculto para evitar su captura. Cuando los Drukhari atacaron el planeta de nuevo, en el cuarto año de Vulkan en Nocturne, el Primarca se negó a esconderse y en cambio se colocó en el centro del asentamiento, con sus dos martillos de herrería cruzados sobre sus hombros. Los habitantes de la ciudad de Vulkan, inspirados por su ejemplo, se unieron a él y se prepararon para defender a su ciudad de los horribles invasores xenos. Con un Primarca liderando su defensa, la gente de la ciudad derrotó decisivamente a los Drukhari. En pocas semanas, los líderes de las siete ciudades más grandes y sus clanes respectivos habían viajado para reunirse con Vulkan, y no tardaron en jurar no esconderse nunca más de los asaltantes Drukhari.
En celebración de la victoria del Primarca sobre los Drukhari, se celebró un torneo de varios concursos comunes para la gente de Nocturne. Inesperadamente, llegó un desconocido en medio de las festividades. De tez pálida (a diferencia de los nocturneanos de piel color ébano) y con ropa extravagante, el desconocido pidió únicamente que se le permitiera competir. Cuando anunció que sería mejor que nadie en el pueblo, la gente se echó a reír de este forastero. ¿Quién podría superar Vulkan en cualquier hazaña de inteligencia, fuerza, artesanía o resistencia? Sin embargo, Vulkan y el extranjero apostaron que todo aquel que perdiera el torneo serviría para siempre al vencedor. Con una duración de 8 días, el concurso incluyó una variedad de pruebas de fuerza y resistencia como el levantamiento de yunque (que terminó en un empate cuando los dos competidores sobrehumanos mantuvieron ambos por encima de sus cabezas los yunques por un día y medio). Todos los concursos subsiguientes tuvieron resultados similares, y al final del día 8, Vulkan y el extranjero estaban empatados en general.
En el evento final, a ambos competidores se les dieron 24 horas para forjar un arma, antes de utilizarla para cazar y matar a la más grande de las salamandras que pudieran encontrar. Escalando una alta montaña, los dos fueron a buscar a un Draco de Fuego, el mayor y más poderoso de los reptiles resistentes al fuego que llamaban a Nocturne su casa volcánica. Vulkan rápidamente encontró y mató a un Draco muy grande. Sin embargo, en su camino de regreso, la montaña volcánica donde él se encontraba hizo erupción, arrojando a Vulkan a un precipicio. Colgando para salvar su vida en el precipicio, Vulkan estaba decidido a mantener su presa sobre la enorme salamandra. De este modo, se encontró colgando de una mano de un precipicio y con la otra mano apretando la cola de su Draco.
Colgando allí durante horas, la fuerza de Vulkan se escapaba poco a poco hasta que supo que debería decidir entre mantener su agarre sobre el Draco y salvar su vida, en ese preciso momento, el pálido desconocido llegó, llevando su propio gran Draco de Fuego. Incluso desde el borde del acantilado, el Primarca podía ver que el Draco del forastero era, más grande. Viendo a Vulkan en peligro, el desconocido actuó rápidamente, arrojando su Draco al río de lava que les separaba y usándolo como un puente para cruzar hasta el Primarca. Después de sacar a Vulkan del mortal aprieto, el desconocido caminó con él de regreso al pueblo, dejando su propio draco quemándose en el río de roca fundida.
Aunque el draco de fuego del forastero había sido superior en tamaño, lo había tirado para salvar a Vulkan, y cuando regresó a la ciudad del Primarca con las manos vacías, Vulkan fue declarado vencedor. Para asombro de su pueblo, Vulkan se arrodilló ante el extraño, y dijo que cualquier hombre que valorase la vida sobre el orgullo era digno de su servicio. En ese momento, el forastero se deshizo de su disfraz ilusorio y se reveló como el Emperador de la Humanidad. Así fue como el Primarca Vulkan y su padre, el Emperador, se reencontraron.
De entre todos sus hermanos, Vulkan se consideraba el más fuerte físicamente, así como destacaba por su humanidad y empatía, cercano a los más débiles y priorizando la vida humana por encima de todo.
Aprendiendo a reforjar[]
Antes de que el Emperador le diera a Vulkan la XVIII Legión de Marines Espaciales, la cual había sido creada a partir de su genoma para que la dirigiera, este se sometió a un largo período de entrenamiento para ser guerrero y comandante, además de guardián. Una de sus acciones fue el asalto final a la Ciudadela Roja del planeta Ranknar, el cual se negó al acatamiento por métodos pacíficos. Supervisado por el Emperador y Ferrus Manus, Vulkan lideró una compañía de Manos de Hierro en un intento de abrir brecha en las murallas, lográndolo con gran destreza y de tal forma que los defensores se rindieron incondicionalmente, salvando decenas de miles de vidas... (En construcción. Disculpen las molestias.)
La Gran Cruzada[]
Durante la Gran Cruzada, los Salamandras se unieron a la 154ª Flota Expedicionaria, con sus fuerzas complementadas por regimientos del Ejército Imperial extraídos del planeta Phaeria, un Mundo Letal. Trajeron con éxito cientos de mundos asentados por los humanos al Imperio. Una de las pocas campañas notables emprendidas por la Legión de Salamandras durante la Gran Cruzada fue la acción de cumplimiento imperial emprendida en el mundo de Caldera. Designado 154-4, conocido como Ibsen por sus habitantes, los Salamandras tenían la tarea de llevar este mundo recién descubierto al acatamiento. Dirigida por el mismo Vulkan, la XVIII Legión se unió a los Manos de Hierro y la Guardia de la Muerte, ambas dirigidas por sus respectivos primarcas. El mundo no estaba desarrollado y era en gran parte inhóspito para la vida humana, pero poseía valiosos depósitos minerales. Sin embargo, las fuerzas imperiales se enfrentaron a una fuerte resistencia por el control del planeta por parte de los Exoditas, para quienes era su hogar.
Las fuerzas Exoditas, incluidos videntes, brujos y otros psíquicos de combate, no podrían haber esperado derrotar a una legión de astartes, y menos a tres. El misterio se profundizó cuando las tribus humanas semi-salvajes y primitivas que habitaban el planeta parecían más simpatizantes de los Eldars, o al menos, no daban la bienvenida a sus libertadores humanos. Los Salamandras y otros imperiales derrotaron a los Exoditas con relativa facilidad como se esperaba. Después de la conquista, los Salamandras se dieron cuenta de que los Eldars habían estado defendiendo una red de menhires que servían como nodos psíquicos y que alimentaban un arco gigante, donde se había producido la confrontación final y más brutal entre los Astartes y los xenos. El arco en sí había sido localizado gracias a un misterioso rememorador unido a las Salamandras, con quien Vulkan había tenido una conversación inquietante antes de la batalla.
Después de que la masacre terminó, Vulkan vio al rememorador merodeando por el arco y luego desapareció de repente. Siguiéndolo, Vulkan y su élite Guardia de la Pira descendieron a las cámaras debajo de él, a través de un portal en su base. Allí encontraron una tosca ceremonia de guardia, llevada a cabo por los primitivos sacerdotes tribales humanos, que estaban listos para sacrificar a una antigua bruja de los Drukhari. Finalmente, Vulkan se dio cuenta de la verdad: el arco era en realidad un portal de la Telaraña; Vulkan había visto una "puerta" como esta antes, en su juventud nocturneana, cuando seres como la bruja lo utilizaron repetidamente para atacar y saquear el planeta.
Además, Vulkan se dio cuenta de que los nativos de Ibsen eran descendientes de cautivos Nocturnos liberados por los Exoditas. Vulkan se dio cuenta de que el Emperador lo había guiado hasta aquí y comprendió que estos humanos nunca aceptarían al Imperio antes que a sus libertadores. Así pues, Vulkan ordenó que Ibsen y su población irremediablemente corrupta fueran purificados mediante fuego. Después renombró el mundo muerto como Caldera. Ahora estaba listo para recibir nuevos colonos humanos que explotarían sus recursos en beneficio del Imperio. Más tarde, cuando Vulkan dio voz a sus recelos a Horus, sintió una gran oscuridad dentro de él. Esto causó que Vulkan se negara a darle a Horus el martillo Portador del Amanecer.
No mucho después de la conclusión exitosa de esta campaña, Vulkan y sus Salamandras participaron en otra acción conjunta de acatamiento Imperial en el mundo conocido como Kharaatán. Designado 154-6, los Salamandras lucharon junto al Primarca Konrad Curze y sus Amos de la Noche, así como a las fuerzas del Mechanicum, la Legio Ignis y varios regimientos del Ejército Imperial. Durante esta campaña, Vulkan se enfureció con su hermano Primarca y cómo su Legión se condujo brutalmente. Durante un incidente notable, los Amos de la Noche masacraron a los habitantes de una ciudad entera para sembrar el miedo entre la población en general. Cuando se enfrentó a Curze por las acciones de su Legión, se produjo una breve pelea entre los dos semidioses. Después de la conclusión exitosa de esta campaña, Vulkan informó sobre la conducta de Curze tanto al Señor de la Guerra Horus como a Rogal Dorn. Este incidente sembraría la semilla de la animosidad entre Vulkan y Curze, causando una grieta que se ensancharía aún más a medida que avanzara la Gran Cruzada. Los eventos en Kharaatán tendrían efectos de largo alcance que luego jugarían un papel clave en lo que le sucedió a Vulkan después de los eventos trágicos de Istvaan V.
Antes de enfrentarse a Horus en Isstvan V, Vulkan ordenó al primer Padre Forjador, T'kell, que destruyese todos los artefactos que poseía en Nocturne. Sin embargo, aceptó finalmente que T'kell salvara siete, los cuales serían guardados en La Forja. Estos siete, junto con el Manto de Kesare y el Guantelete de la Fragua, usados por Vulkan en Isstvan V, sobrevivirían para ser conocidos como los nueve Artefactos de Vulkan.
La Herejía de Horus[]
Vulkan fue uno de los tres Primarcas que fueron atrapados en la trampa del Señor de la Guerra Horus contra las Legiones Leales de Marines Espaciales en el mundo de Istvaan V, junto con Ferrus Manus, de la Legión de los Manos de Hierro, y Corvus Corax, de la Guardia del Cuervo.
En un principio, se pensaba que solo los Hijos del Emperador, los Hijos de Horus, los Devoradores de Mundos y la Guardia de la Muerte eran las Legiones Traidoras que se habían vuelto contra el Emperador. Durante la batalla, se descubrió que la herejía se había extendido mucho más profundamente en las Legiones Astartes de lo que se conocía, porque cuando los Salamandras, la Guardia del Cuervo, y los Manos de Hierro fueron a recibir refuerzos de los Portadores de la Palabra, la Legión Alfa, los Guerreros de Hierro, y los Amos de la Noche, solamente recibieron muerte de estas Legiones Traidoras cuando abrieron fuego, matando a muchos de los Leales en una inesperada lluvia de fuego de Bólter. Vulkan y la guardia de élite de la Primera Compañía de los Salamandras, conocida como los Dracos de Fuego, lucharon junto a Corax, su Guardia del Cuervo y lo poco que quedaba de los Manos de Hierro en un intento desesperado por sobrevivir.
En la posteriormente conocida como Masacre del Desembarco en Istvaan V, el flanco derecho estaba formado con guerreros de la XVIII. Las salamandras salieron de sus transportes, entrando en formación rápidamente y avanzando con un propósito. La arena negra debajo de los pies se eclipsó de la vista, como un mar verde abrumado y lo invadió. Los Vexilliarios levantaron pancartas, tratando de imponer algún orden a los batallones emergentes. Metódica, tenaz, la XVIII Legión encontró su forma y se extendió por las oscuras dunas. A la vanguardia de esta ola vengativa estaba Vulkan, y a sus flancos, los Firedrakes. Eran intrépidos, dominantes, pero no los guerreros más implacables en el arsenal de los Salamandras. Los Contemptors, caminando a través del humo, reclamaron ese honor. Grandes e imponentes motores de guerra, los Acorazados se sacudieron con el salvaje retroceso de sus armas. Sin detenerse a ver la matanza, lentamente caminaron detrás de las compañías de Legionarios en pequeñas cohortes, tronando sus cuernos a todo volumen. El ruido discordante simulaba los gritos de guerra de los dracos y se bombeaba a través de emisores de voz para aumentar su volumen. Disparados por Thunderhawk, Tanques de Asalto Spartan, Predators-Infernus y Vindicators desembarcaron a velocidad de combate. Los tanques de batalla cabalgaban al final de la línea con una cresta empinada detrás de ellos, anclando la dársena con su fuerza blindada. Tres cabezas de lanza fueron empujadas contra el corazón del traidor, dos negras y una verde, todas decididas a derribar la fortaleza en cuclillas en la cima de las colinas de Urgall que daba a la depresión. En segundos, la arena movediza se convirtió en vidrio, vitrificada por el calor de decenas de miles de armas, y se agrietó bajo los pies.
Vulkan ordenó a sus hijos tomar la línea de la cresta para ganar terreno más alto. Desplegando su armadura de escamas, el Primarca tomó la posición de vanguardia, mientras su Guardia de la Pira intentaba mantener el ritmo. Detrás de la Guardia, el avance estoico de los Piroclastas luchaba por mantener el ritmo mientras colocaban hojas de promethium ardiendo en el frente y en los flancos. Los Dracos de Fuego con armadura Terminator también le seguían, incapaces de competir con la velocidad del Primarca, y Artellus Numeon comenzó a ver que había un peligro real de distanciarse del resto de la Legión. Agregando su fuerza a la punta de lanza que el Primarca estaba forjando, el 15 ° regimiento de la Compañía tomó una nueva posición. Su línea de carga los llevaría junto a la Guardia de la Pira, capaz de mantener el ritmo donde no podían hacerlo los guerreros más voluminosos.
Como si sintiera que su Legión lo estaba perdiendo, Vulkan redujo la velocidad, pero solo una fracción cuando el borde ennegrecido por el fuego de la trinchera más exterior se acercó. Acurrucados dentro de las defensas parcialmente separadas, los legionarios de la Guardia de la Muerte trajeron armas de apoyo. La XIV Legión estaba formada por duros luchadores: los Salamandras habían luchado junto a ellos en Ibsen, pero esos días habían desaparecido y ahora los aliados se habían convertido en enemigos. La llamarada y la ferocidad del ataque de Vulkan habían dispersado a los defensores, pero se estaban uniendo rápidamente y ahora contraatacaban desde tres canales separados. Aunque la red de trincheras era lo suficientemente amplia como para que tres legionarios se mantuvieran al corriente, la lucha fue dura y feroz. Marchitándose antes de su ataque, los defensores eligieron, con sensatez, recostarse y hostigar al Primarca con una ráfaga de fuego bólter. Al enfrentarse de frente, el Primarca se encogió de hombros al sentir dañada la armadura cuando los casquillos de bronce se chocaban contra su protección casi inviolable.
En toda la Depresión de Urgall, se libraron cientos de batallas entre legionarios. Algunos eran entre compañías, otros eran escuadrones o incluso individuos. No había ningún plan para eso, solo masas de guerreros tratando de matarse unos a otros. La mayoría de las tropas leales habían salido de la zona de desembarco y se enfrentaban a los rebeldes de Horus al pie de sus fortificaciones, pero unos pocos todavía ocupaban esta cabeza de playa. Grupos dispersos de traidores se habían escorado hasta la zona de desembarco, pero fueron rápidamente destruidos por las tropas que lo protegían. Sin embargo, estas fueron escaramuzas, y nada comparado con la batalla mayor. Cuando la Compañía 15ª presionó el ataque contra las fuerzas de la Guardia de la Muerte en retirada, una nube sucia, demasiado espesa y demasiado baja para ser niebla, rodó por las laderas. Se derramó en la miríada de obras de trincheras, canalizadas por los conductos de la tierra labrada. Y fue rápido. En cuestión de segundos, había despejado la tierra de nadie entre la trinchera anterior y el siguiente banco de fortificaciones y se precipitaba hacia Nemetor y sus guerreros. Primero se adelantó a la Guardia de la Muerte, quien ajustó los respiradores antes de que el miasma golpeara como si supieran que venía. Fue un ataque de gas mortal.
El arsenal de la Legión era enorme, y no todas sus armas eran tan obvias como un Bólter o tan nobles como una espada. Había quienes manejaban dispositivos de potencia mucho más insidiosa: los lentos y agonizantes, las armas que marcaban para siempre tanto al portador como a la víctima. No discriminaron y no tuvieron en cuenta ni siquiera la armadura más fuerte. Desde el campeón hasta el mortal más humilde, fueron los grandes niveladores y sus obras fueron terribles de contemplar. Más de un centenar de miembros de la compañía de reconocimiento se derrumbó, ahogándose y escupiendo sangre. Muchos de los 15ª no usaban cascos de batalla, prefiriendo no estar sujetos al trabajo de sigilo en el que sobresalían. Estos guerreros habían sufrido lo peor. La piel se desprendía de ácidos virulentos, devastados por las pústulas y ahogado por el vómito, ojos que se ahogaban en pus de la bomba sucia, y no quedaba casi nada de ellos salvo los cadáveres medio acorazados. Docenas más fueron atacados por la Guardia de la Muerte que resurgió en la confusión.
La Guardia de la Muerte, numéricamente superior, ya había invadido a la compañía de reconocimiento más pequeña e intentaba rodear al resto de las Salamandras. Vulkan evitó eso solo, golpeando a los guerreros superpuestos y cortándolos con su martillo llameante. El Capitán Numeon y la Guardia de la Pira se unieron a él y estalló un tumulto denso y caótico. Mientras la batalla continuaba enfureciéndose a su alrededor, el estrépito del tumulto fue atravesado por gritos de guerra salvajes y guturales. Una niebla rojiza barría el campo de batalla, formado a partir de la sangre y el humo generado por miles de incendios. Atrapado en un viento de costado, arremetió desde el este y trajo consigo el desafío brutal de una Legión que se deleitó en la guerra. Era la XII Legión: los Devoradores de Mundos.
La caída de ceniza de los miles de incendios hizo el cielo gris. Bautizó a una cohorte de guerreros, vestidos en diversos grados con antiguos atavíos de gladiadores y empuñando armas rituales. Eran los Rampagers, una raza mortal incluso entre los Devoradores de Mundos, y un retroceso a la encarcelación de Angron como un luchador esclavo. Lanzando gritos guturales de guerra, cargaron delante de un Dreadnought Contemptor para enfrentarse a los Salamandras. Astartes con armadura esmeralda se resistieron al envite. Aunque no había más de treinta hombres, solo tres escuadrones, cargaron contra más de cien. Varios descendieron a luchar con esporádicos disparos de bólter. Algunos fueron atacados por la metralla pero siguieron llegando. Solo aquellos que estaban demasiado heridos para luchar, incapaces de correr debido a la ausencia de extremidades o heridas críticas fueron detenidos. Algo urgente y terrible los estimuló. Incluso cuando eran los Sabuesos de la Guerra, su reputación en la batalla, particularmente en las distancias cortas, era temible. Como los Devoradores de Mundos renacidos bajo Angron, se habían convertido en algo más. Los rumores abundaban dentro de las filas, de dispositivos arcanos que manipulaban los ánimos de los legionarios, imitaciones de los incrustados en el cráneo de Angron por sus esclavizadores. Ahora que los Salamandras los veían, ignorando el dolor y las heridas, echando espuma por el frenesí, creían que esas historias eran ciertas.
Mientras los Salamandras y los Devoradores luchaban en un lugar cerrado y sangriento, en otra parte de la ladera, una fuerza mucho más grande de Dragones de Fuego luchó contra los guardaespaldas personal de Angron, hasta un sangriento estancamiento. Por una vez, el Señor de las Arenas Rojas estaba cerca de su Guardia de Honor. Angron bramó un desafío a su hermano Primarca. El nombre de Vulkan se escuchó entre las sílabas guturales de la lengua nativa del Devorador de Mundos. Ungido en sangre, parcialmente oscurecida por nubes de humo y una neblina de calor brillante, Angron siguió gritando su desafío, esta vez en el alto gótico, "¡Vulkan!" Su voz era como la caída de las ciudades, retumbando y retumbando a través del vasto campo de batalla. Angron atacó a su hermano con una de sus Hachas de Energía motorizadas que llevaba. Su hoja se estaba raspando, rugiendo por sangre. "¡Te nombro Alto Jinete!" (En Des'ea, planeta natal de Angron, su malvada casta dirigente).
Más abajo en la ladera, Vulkan agarró el mango de su inmenso martillo de guerra Portador del Amanecer y fue a enfrentarse al desafío de su hermano. Pero antes de que los dos Primarcas pudieran colisionar, una descarga en arco de uno de los emplazamientos de armas de traidores lanzó un misil al aire y golpeó una parte de la pendiente entre los dos primarcas. Una tormenta de fuego iluminó la ladera, varias toneladas de conflagración explosiva. Barrió hacia afuera en una ola turbulenta, bañando la parte inferior de la pendiente en calor y llamas. Esto no fue nada en comparación con su epicentro. Los Dracos de Fuego fueron inmolados en esa explosión, destruidos y convertidos en cenizas con su armadura de exterminador. Aunque Vulkan estaba envuelto en llamas, salió del incendio ileso. Los Dracos restantes se reunieron con él, caminando sobre los muertos donde tenían que hacerlo. Malheridos como habían sido por los Devoradores de Mundos, Vulkan sabía que sus guerreros habían sufrido pero no se detendrían hasta que estuvieran muertos o la batalla hubiera terminado. Pero fue terriblemente agotador, y no se avergonzó de admitir alivio cuando escuchó que los refuerzos entraban para hacer que el planeta cayera detrás de ellos. Cientos de módulos de aterrizaje y cápsulas colmadas ahogaban el cielo ya sofocante, adornadas con la iconografía de la Legión Alfa, los Guerreros de Hierro, los Portadores de la Palabra y los Amos de la Noche. El Primarca simplemente observó impasible cómo aterrizaban las múltiples lanzaderas y los leales tomaban posición al borde de la depresión. De Angron, no había señales. La tormenta de fuego lo había derrotado, al parecer, y ahora con la llegada de otras cuatro legiones, el Señor de las Arenas Rojas había ordenado una retirada.
Tanto la Guardia del Cuervo como los Salamandras se retiraron hacia su sitio de lanzamiento para dar a sus refuerzos la oportunidad de ganar gloria contra los Traidores. Vulkan y su hermano Corax intentaron persuadir a su hermano de temperamento ardiente, Ferrus Manus, para que hiciera lo mismo. Pero la Gorgona no sería disuadida de su tarea. El olor a sangre estaba en el aire, y entonces, los Manos de Hierro presionaron el ataque contra las fuerzas traidoras en retirada. Desconocido para los Leales, el sitio de desembarco había sido fortificado por las cuatro Legiones Traidoras, que se habían destinado a formar la segunda ola del asalto Imperial sobre las fuerzas de Horus. Mientras que la retirada de los rebeldes de Horus era irregular y desorganizada, los guerreros de las legiones XVIII y XIX retrocedieron en buen orden. Los tanques volvieron a la columna, retumbando lenta pero firmemente hacia abajo por la pendiente. Las trincheras quemadas se vaciaron cuando los legionarios salieron en grandes batallones, banderas de la compañía todavía ondeando. Fueron maltratados pero resueltos. Los muertos y heridos llegaron con ellos, arrastrados o llevados por sus hermanos aún en pie. Fue un gran éxodo, el océano de guerra negro y verde se retiraba con la marea para dejar atrás los restos de sus enemigos asesinados.
En el lado norte de la Depresión de Urgall, un mar fresco se preparó para barrer y sacar todos los restos. Al otro lado del campo de desembarco de las Salamandras, que era poco más que un grupo de naves de desembarco, estaban los Guerreros de Hierro. Acorazado en gris acero con galones negros y amarillos, la Legión IV parecía austera y severa. Habían erigido una barricada, los bastiones acorazados de sus propias embarcaciones de desembarco alineados juntos, para reforzar la cara norte de la ladera. Grandes cañones fueron levantados en alto detrás de él, sus hocicos apuntando hacia el cielo cubierto de ceniza. Una fila de tanques de batalla se encontraba al frente, con el sombrío icono de una calavera con casco de metal. Y frente a eso, Guerreros de Hierro desplegados en sus cohortes, miles de hombres fuertes. Mantuvieron su silencio y sus armas a través de sus cuerpos, sin más vida que los autómatas.
Nadie respondió a los gritos de los Salamandras. Solo el viento que golpeaba sus estandartes daba un sentido de ánimo a la multitud de la IV Legión. Solo cuando Vulkan comenzó a ir en dirección de su hermano, Perturabo, el Señor de Hierro devolvió la mirada penetrante al Señor de Dragones con la suya. Fue solo en ese momento cuando Vulkan se dio cuenta de que habían sido traicionados. Más de diez mil armas respondieron, las armas de sus aliados se volvieron contra los Salamandras con intención traidora, aplastando a los Leales entre el martillo de las fuerzas de Horus y el yunque del sitio fortificado. El azar condujo a Vulkan por un lado de la colina, eso y una sensación de injusticia. Las acciones innobles de sus hermanos primarcas habían herido a Vulkan en lo más hondo, mucho más profundo y más debilitante que cualquier espada. Con todos los guerreros enardecidos, la Guardia de la Pira apenas podía mantener el ritmo.
Las compañías de combate siguieron la estela de sus señores, los capitanes rugiendo al ataque mientras miles de guerreros con armadura verde perseguían la ladera para matar a los hijos de Perturabo. El fuego cruzado fulminante de las caras norte y sur de la Depresión de Urgall redujo a cientos en los primeros segundos de engaño. La XVIII Legión estaba arrojando guerreros como una serpiente arroja escamas. Pero aún así siguieron adelante, decididos a no retroceder. La tenacidad era la mayor virtud de los Salamandras: la negativa a ceder. Sobre las llanuras de Isstvan V, contra todas esas armas, esta cualidad casi terminó con la XVIII Legión. Solo cuando la mayoría de los Salamandras alcanzaban la primera cresta, vieron el arco de fuego. Se arrastraba, largo y llameante, hacia el oscuro cielo. La lengua de fuego subió y al llegar al ápice de su parábola se dobló sobre sí misma en forma de herradura. Los cohetes gritaron, cayeron en medio de las salamandras y los despedazaron.
Un cráter salvaje fue horadado en las colinas de Urgall, como la mordedura de una bestia gigantesca resucitada del antiguo mito y nacida en fuego nuclear. Arrojó guerreros hacia el cielo como si no fueran más que armaduras vacías, sin huesos y carne. Como una campana que se rompe cuando se deja caer sobre el rococemento desde una gran altura, la Legión también se rompió. Los tanques que seguían a su señor Primarca fueron lanzados sobre la arena negra con sus cascos ardiendo. Esos vehículos en la boca de la explosión simplemente fueron destrozados; huellas y escotillas, trozos de metal abusado desgarrado en metralla. Los legionarios que se salvaron de la muerte en la explosión inicial fueron eviscerados en la tormenta de metralla. Tanques Súper-pesados arrugados como cajas de hojalata aplastadas por un martillo. Tripulantes hervidos vivos, legionarios cocinados en cenizas en ese horno. Fue profundo, justo en el corazón palpitante de las filas de Salamandras. Solo en virtud del hecho de que estaban tan adelante, la Guardia de la Pira se salvó de lo peor.
La organización táctica se volvió insostenible. En un solo y devastador ataque, el Señor de Hierro había lisiado a la XVIII Legión, le había cortado la cabeza y había provocado convulsiones espasmódicas. Retirarse era la única estrategia viable que quedaba. Varias naves cayeron de nuevo a la planicie, tratando de subir a bordo a cuantos guerreros pudieran salvar, lanzándose desesperadamente hacia el cielo para evitar la terrible tormenta de traición que se extendía debajo. No fue una derrota, aunque para cualquier otra fuerza que no fueran las Legiones Astartes, lo hubiera sido. Muchos fueron derribados cuando los traidores enhebraron el aire con suficientes disparos como para marchitar a una armada.
A pesar de una defensa heroica, las tres Legiones Leales que tomaron parte en la batalla de Istvaan V fueron prácticamente destruidas; todos menos un puñado de Hermanos de Batalla cayeron en ese fatídico día y el Primarca Ferrus Manus de los Manos de Hierro fue decapitado por su antiguo mejor amigo y hermano, Fulgrim, el Primarca de los Hijos del Emperador. Después de esta triste derrota, los Salamandras, así como las otras dos Legiones de Marines Espaciales traicionadas, no pudieron realizar ninguna otra tarea que el Emperador les hubiera encomendado y pasaron el resto de la Herejía reconstruyendo sus fuerzas destrozadas. Tanto Vulkan como su hermano Corvus Corax sobrevivieron a la emboscada de Istvaan V. Los informes confusos de los pocos sobrevivientes afirmaron que Vulkan, gravemente herido, tuvo que ser arrastrado por tres de sus guardias para llevarlo a una cañonera Thunderhawk y luego logró escapar de nuevo a Nocturne. Pero la realidad del destino del Primarca de los Salamandras resultó ser mucho más grave.
Capturado[]
Vulkan había sobrevivido al fuego nuclear del ataque orbital de los Guerreros de Hierro, donde muchos de sus hijos no lo hicieron. Al verse rodeado por cientos de legionarios traidores tanto de los Amos de la Noche como de los Guerreros de Hierro, Vulkan se resignó a su destino. Luchando valientemente, el primarca combatió hasta la muerte, pero finalmente fue abrumado por la gran cantidad de enemigos y recibió disparos, puñaladas y golpes hasta la inconsciencia. El Acechador Nocturno, ahora inherentemente loco, vio la oportunidad de atormentar a su hermano caído y tomó al inconsciente Vulkan como su prisionero. Cuando el Primarca de los Salamandras finalmente se despertó, se encontró enganchado a enormes cadenas a bordo de la Anochecer, la nave insignia de la VIII Legión. En el lapso de varios meses, Curze tomó un placer sádico al intentar romper el cuerpo y la mente de Vulkan de mil formas, o matarlo directamente. Pero la tarea resultó imposible, ya que cada vez que Curze pensaba que había logrado acabar con su hermano, el cuerpo de Vulkan se regeneraba milagrosamente a su estado anterior. Vulkan había sido revelado como un "Perpetuo", un ser que era capaz de la regeneración celular continua y por lo tanto era efectivamente y completamente inmortal, muy parecido a su padre, el Emperador de la Humanidad. Enfurecido, Curze se encargó de matar a Vulkan tantas veces como fue necesario para librarse permanentemente de su intolerable presencia. Le decapitó, le arrancó la garganta con cubiertos, le apuñaló en el pecho, le carbonizo y prácticamente lo descuartizó con sus propias garras. Cuando estos intentos no mataron a Vulkan, Curze lo hizo eviscerar, disparando a corta distancia con centenares de Bolters, le metió en un conducto de ventilación del motor de una nave estelar e incluso le desnudaron y arrojaron de una esclusa de aire al vacío del espacio. Pero los esfuerzos fueron todos en vano.
Cada vez que creía haber asesinado exitosamente a su hermano, el cuerpo de Vulkan continuaba regenerándose a su antiguo estado vigoroso, enfureciendo aún más al Primarca de los Amos de la Noche. Con sus habilidades antinaturales para regenerarse reveladas, Curze intentó hacer que Vulkan admitiera que no era menos monstruoso que él mismo. Vulkan fue sometido a pruebas imposibles de ganar para romper su espíritu: tener que tirar de las cadenas para evitar que un techo en otra celda aplastara a sus ocupantes inocentes. Que se muriera de hambre en una mesa de banquete, con prisioneros mortales a su lado, amputados, viendo cómo la comida se descomponía y los prisioneros caían. Estar atrapado en un plano de batalla y ser incapaz de controlar sus extremidades, y obligado a cazar soldados capturados y otros Astartes leales. Para atormentar aún más a su hermano, hizo que los sacerdotes hechiceros Davinitas utilizaran los poderes Ruinosos para atrapar la mente de Vulkan y obligarlo a luchar contra su hermano Corax después de un intento ficticio de rescate. Pero incluso esta forma de tortura mágica no logró quebrantar al resuelto Vulkan. Harto de su insoportable prisionero y tras asesinar a los sacerdotes hechiceros, Curze ideó una solución final a su problema de librarse de la presencia de la salamandra. El destino de Vulkan se decidiría en un duelo.
Ofreció a su hermano un medio de escapar y lograr lo que había buscado durante tanto tiempo: su libertad. Todo lo que tenía que hacer era navegar por un laberinto, donde, en el centro de él, yacía su martillo de guerra personal. Pero este no era un laberinto ordinario. A petición de Curze, Perturabo le había creado una prisión singular, diferente a cualquier otra, en imitación de su propio sanctorum privado conocido como el Cavea Ferrum. Esta prisión especial era un laberinto elaborado, cuyas paredes sin adornos y un diseño geométrico extraño hacían casi imposible mapear y, por lo tanto, escapar. Cualquiera que intentara mapear mentalmente el laberinto se anudaría irremediablemente en giros que deberían haber sido físicamente imposibles. Incluso después de intentar decenas de veces mapear el laberinto, un individuo solo manejaría un puñado de tramos dentro de sus corredores retorcidos antes de que todo dejara de tener sentido. Además, Curze realizó ataques de emboscada, hiriendo a Vulkan sin matarlo, repetidas veces. Al borde de su fuerza de voluntad, Vulkan tuvo una visión del Emperador en el rostro de un rememorador, llamado Verace. El Emperador le dijo que cuidaría de todos sus hijos, velando por ellos, lo cuál calmó la mente de Vulkan, inculcando en él una nueva resolución. Así, Vulkan incitó a Curze, gritando al cavernoso laberinto cómo todos los Primarcas se compadecían de él y de cómo era solo un niño furioso en la oscuridad. Curze abrió un camino en el laberinto hacia el centro, donde Portador del Amanecer descansaba bajo un escudo de energía.
"Creo que tienes razón soy mejor que tú, Konrad. Solo un debilucho y un cobarde pelea como tú lo haces. Nostramo no te hizo miserable, hermano, siempre tan débil y patético, ya estabas languideciendo en la cuna en el momento en el que Padre cometió el error de crearte. Nadie te teme, Konrad. Te contaré un secreto... sentimos lástima por ti. Todos nosotros. Te toleramos, porque eres nuestro hermano. Pero ninguno te teme. ¿Por qué alguien le temería a un niño petulante y furioso que grita en la oscuridad? Déjame decirte algo, a mí de entre todos los Primarcas fue al que Padre hizo como el más fuerte. Físicamente, no tengo igual. En las jaulas de combate solía contenerme...especialmente contra ti, Konrad. Tenía miedo, lo admito, pero era miedo de romperte. Sin embargo, ya no necesito contenerme. Ahora puedo mostrarte cuánto mejor que tú soy."
- —Vulkan a Konrad Curze
Allí se encontró con el Acechante Nocturno, y se involucraron en combate cuerpo a cuerpo. Aunque armado con sus cuchillas, Curze cedió a las burlas de Vulkan de su debilidad física e intentó atacarlo solo con los puños. Vulkan agarró fácilmente a Curze y, balanceándolo como un martillo, rompió el escudo de energía con su cuerpo. Con su arma en la mano, se las arregló para dominar a su carcelero, y activar el teletransportador personal secreto incorporado en la cabeza del martillo de guerra finamente labrado. Vulkan se transportó inmediatamente a la mitad de la galaxia y reapareció en la atmósfera superior del planeta natal de la Legión de los Ultramarines, Macragge. Cuando cayó desde una altura imposible, su cuerpo quedó quemado hasta el momento de la reentrada, impactando en el distrito Anomie de Magna Macragge Civitas. Pero su mayor herida sería mental; su cuerpo se regeneraría, pero las torturas y el viaje a través de la disformidad sin protección alguna lo dejarían completamente enloquecido.
Para cuando Roboute Guilliman se entera de su milagrosa aparición, su cuerpo se ha regenerado y despertado en la sala médica de la Residencia, dentro del Castrum de la Fortaleza de Hera, mas su cordura había desaparecido y se lanzó contra el mamparo que separaba a los dos hermanos, por lo que es confinado allí hasta saber qué hacer con él. Entre tanto Curze, que quedó atrapado a bordo del buque insignia de los Ángeles Oscuros después de una fallida acción de abordaje durante la conclusión de la Cruzada de Thramas, llegaría a la superficie de Macragge, dispuesto a dar una lección a Guilliman y los Ultramarines. La Cacería subsiguiente atraería tanto a Guilliman como a Lion El'Jonson, como al perpetuo John Grammaticus, el cual había colaborado con Numeon en la extracción de un artefacto conocido como la Fulgurita. Curze lograría enterrar vivos a sus hermanos y darles por muertos, por lo que su próximo objetivo fue Tarasha Euten, la madre adoptiva de Guilliman. Justo antes de asesinarla, una fuerza elemental, equipada con una versión antigua de servoarmadura de Guilliman arrolló a Curze y ambos cayeron al vacío. Esa fuerza incontenible era Vulkan.
Tal era la furia de Vulkan, inducida por la locura, que Curze intentó escapar de su cazador sin éxito. Su duelo sería interrumpido por Grammaticus, actuando por orden de la misteriosa organización conocida como la Cábala. Vulkan fue apuñalado en el corazón por Grammaticus con la Fulgurita, una lanza de vidrio hueco formado bajo la superficie de un planeta por un rayo: el resultado material de que el Emperador desatara su infinito poder psíquico contra las Fuerzas del Caos hace milenios. Curze deseó la Fulgurita para sí mismo y cuando atacó a Grammaticus, su camarada Damon Prytanis usó a un demonio capturado para desterrar al Primarca a la Disformidad. Con la lanza sobresaliendo de su pecho, y sus constantes vitales enmudecidas, Vulkan parecía haber encontrado su fin.
Renacimiento[]
Cuando Macragge se convirtió en el nuevo hogar del recién fundado Imperium Secundus, cada vez más supervivientes de la XVIII Legión se dirigieron al mundo natal de los Ultramarines. Convencidos de la muerte de su Primarca, los Salamandras lloraron la pérdida de su padre genético. Los Ultramarines habían sepultado a Vulkan en la Cámara de la Llama Desata, encerrado en un ataúd de oro puro muy decorado. Para los Salamandras que vigilaban el cuerpo de Vulkan, la fría cámara mortuoria en la que ahora descansaba estaba muy lejos de los rituales funerarios del Culto Prometeano. A todos los propósitos, los Salamandras eran una legión rota física y espiritualmente. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando el Primer Capitán Artellus Numeon fue rescatado con éxito por Aeonid Thiel y su fuerza de Ultramarines. Hasta entonces había sido el huésped y fuente de las atenciones de Barthusa Narek, hechicero de los Portadores de la Palabra. Su llegada dio esperanzas a muchos de que el Primer Capitán diera un nuevo sentido de propósito a lo que quedaba de la Legión. Numeon creía firmemente en la supervivencia de Vulkan, ya que había defendido constantemente la frase: "¡Vulkan vive!" Esto se había convertido en el grito de batalla de Numeon y la piedra angular de sus creencias. Sin embargo, cuando Numeon pidió que lo llevaran ante su padre, solo encontró un ataúd vacío (el cuerpo de Vulkan desapareció misteriosamente de su "último" lugar de descanso) que plantó la semilla de la duda entre los compañeros Astartes y de Numeon.
Después de que varias acciones de búsqueda en toda la ciudad hubieran regresado con las manos vacías, Numeon encontró el cuerpo perdido de Vulkan descansando en un jardín de estatuas. Nadie podía explicar cómo se había pasado por alto el cuerpo ni cómo había llegado allí, pero Roboute Guilliman pronto asumió que era por el mal funcionamiento del dispositivo de teletransportación dentro de Portador del Amanecer, el martillo con el que había sido sepultado. Sin embargo, para muchos de los Salmandras este primer milagro solo confirmó la fe y las creencias de Numeon. Tras reunirse, los sesenta y siete Salamandras supervivientes formaron una nueva hermandad, la Pira, y trazaron un plan. Intentarían atravesar la Tormenta de Ruina para devolver a Vulkan a Nocturne, ya sea para descansar o resucitar. Este era el destino que habían elegido para sí mismos y nada, ni siquiera la negativa de Guilliman a dejarlos irse, los mantendría alejados de él. Afortunadamente para ellos la Charybdis, una Barcaza de Batalla de la XVIIIª Legión, estaba atracada en Hera y sometida a reparaciones finales. Con las bendiciones de Sanguinius, Emperador del Imperio Secundus, y con el acuerdo tácito de su Lord Protector, Lion El'Jonson, y, finalmente, el de Roboute Guilliman, el ataúd de Vulkan fue trasladado a bordo de la Charybdis.
El viaje de la Charybdis a Nocturne fue una historia de proporciones épicas, ya que el Archienemigo no dejaría pasar la oportunidad de recuperar el cuerpo de un Primarca tan fácilmente. Baste decir que a través del heroísmo, la obstinación y los grandes sacrificios de los Salamandras, la Charybdis llegó a su destino, pero no fue el único. Tanto la Guardia de la Muerte como los Portadores de la Palabra habían seguido el valiente curso de la Barcaza de Batalla con la intención de reclamar el cuerpo del Primarca y la poderosa arma aún alojada en su ataúd. En una última apuesta desesperada, la Charybdis se sacrificó ante las armas de sus enemigos para permitir que los veinte supervivientes de la Pira, entre ellos Numeon, evacuaran encubiertamente el ataúd de Vulkan en una Thunderhawk a la superficie de Nocturne. Pero la Thunderhawk fue dañada en el descenso y se estrelló en la Llanura Acerbian. Afortunadamente para Numeon y sus compañeros Nocturne no estaba del todo indefenso, ya que Nomus Rhy'tan corrió al encuentro de sus hermanos. Recuperando el cuerpo del Primarca justo a tiempo para alcanzar uno de los nuevos bastiones de la Legión, la Puerta Draconis, donde los Salamandras defendieron su planeta natal contra las fuerzas invasoras de la Guardia de la Muerte y las aniquilaron por completo.
Con el enemigo derrotado y Nocturne a salvo, se llevó a cabo la ceremonia apropiada para recordar el fallecimiento de Vulkan. El Primarca, que todavía llevaba su armadura de artífice y apretaba su martillo entre sus manos, fue llevado al ardiente corazón de la montaña sagrada de Nocturne, el Monte de Fuego Letal. La lanza de fulgurita todavía sobresalía de su pecho, ya que nadie fue capaz de quitarla. En presencia de los restantes 700 guardias de honor, todo lo que quedaba de la Legión a juzgar por ellos, Vulkan fue arrojado a la ardiente caldera del volcán. Ningún otro milagro se manifestó. Vulkan había sido entregado a la tierra, enviado a la llama, y no había resucitado.
Para aquellos que habían presenciado los milagros alrededor de Artellus Numeon y compartido las dificultades del viaje de la Charybdis, el engaño fue más difícil, pero incluso ellos reconocieron, después de unos días, que la ceremonia final para honrar a Vulkan les había dado la paz: de las cenizas de la derrota, la XVIII Legión se levantaría nuevamente, como lo había hecho antes, con otro entre ellos para dirigir la legión. Solo un hombre no lo creía; Artellus Numeon, quien no vería su fe quedar sin recompensa. Numeon estaba atormentado por el dolor, pero su corazón se encendió con la fe; el Primer Capitán se resolvió a un último sacrificio: cambiar su vida a cambio de la de su Primarca. Escapando del bastión de la Puerta de Draconis, Numeon, despojado de armaduras, armas y rango, usó el inicio del Tiempo de Pruebas para enmascarar su escape y detener cualquier forma de persecución antes de que pudiera llegar al Monte Fuego Letal. Allí se inmoló en una de las grietas ardientes de la montaña, incapaz de ver a su Primarca nuevamente o saber si su sacrificio había sido exitoso: un acto de fe pura. Cuando los antiguos compañeros de Numeon pudieron finalmente seguirlo, solo tres de ellos lo encontraron: el sargento Barek Zytos, el herrero Igen Gargo y el legionario Abidemi. Montando en Land Speeders, que era la forma más rápida de viajar por las llanuras de ceniza, el trío se encontró con una figura solitaria arrodillada en el desierto, obviamente débil y desorientada. Regocijados de haber encontrado a su camarada y amigo, el asombrado trío cayó de rodillas en señal de súplica, cuando vieron que la figura giraba y se levantaba inestable, con una mano agarrando una punta de lanza todavía demasiado familiar incrustada en su pecho; era su Primarca. Vulkan vivía.
Odisea[]
Tras su resurrección, Vulkan estaba en una condición similar a un estado de fuga y su memoria estaba en pleno proceso de reconstrucción. Se encontró a sí mismo en las profundidades del Monte Fuego Letal, conversando con un anciano que se hacía llamar Fuego Letal. El hombre instó a Vulkan a viajar a Terra y condujo al Primarca a dos objetos que no recordaba haber forjado: Urdrakule, un Martillo de Trueno y el Talismán de los Siete Martillos. Cuando Vulkan despertó, estaba en los escalones del Monte Fuego Letal y siendo contemplado por tres de sus legionarios: Atok Abidemi, Barek Zytos e Igen Gargo. Vulkan ordenó a los tres que regresaran en tres días y les prohibió que divulgasen la noticia de que el Primarca había regresado a Nocturne. Cuando estos regresaron, ahora apodados los Guardias Draco de Vulkan, el Primarca usó su talismán para abrir un portal de la Telaraña en las profundidades de Nocturne. A continuación se inició un arduo viaje a través de múltiples túneles y salidas de la Telaraña para llegar a Terra.
En su primera parada, Vulkan y sus Guardias Draco se encontraron en un reino satélite de Commorragh, combatiendo a los Drukhari. Mientras su Guardia Draco luchaba con los habitantes de la Ciudad Siniestra, Vulkan halló a Kheradruakh, alguien a quien conoció en su primera incursión en la Ciudad Siniestra y guardián del acceso a su siguiente etapa. Tras despachar a Kheradruakh y cruzar el portal, el grupo se encontró con la flota de Shadrak Meduson, enzarzada en su particular guerra de guerrillas contra Horus. Vulkan encontró a la flota de Meduson al borde del motín, pues el Culto de la Gorgona afirmaba que había resucitado a Ferrus Manus. Al encontrarse al supuesto Ferrus renacido, Vulkan descubrió que era poco más que una marioneta mecánica justificada por la presencia de uno de sus brazos. Entristecido de que su hermano fuese ultrajado, Vulkan destrozó la marioneta con su martillo. Después se negó a participar en los planes de Meduson y durante la Batalla de la Cadena Aragna, él y sus compañeros marcharon a Caldera. En Caldera, Vulkan fue recibido por Eldars, quienes le guiaron a un nuevo portal por orden de Eldrad Ulthran.
Una vez más en la Telaraña, Vulkan y los Guardias Draco se aventuraron por Calastar, abandonada mucho tiempo después de la Guerra de la Telaraña. Allí fueron atacados por Daemons y Vulkan se enfrascó en combate singular contra la Gran Inmundicia Aghalbor. Usando el Talismán de los Siete Martillos, Vulkan no sólo derrotó a la criatura sino que le dio una Verdadera Muerte. Aún asediados por las hordas daemoníacas, los salamandras fueron salvados por Eldrad, revelándose a sí mismo como el anciano del Monte Fuego Letal. Tras informar que el camino hacia la Mazmorra Imperial había sido sellado por el Emperador, Eldrad abrió un nuevo portal que llevaría a Vulkan y sus guerreros a las puertas del Palacio Imperial. Entonces Vulkan tuvo una breve reunión con un Rogal Dorn visiblemente aliviado, mas pronto fue conducido en solitario por Custodes al Trono Dorado para reunirse con el Emperador.
El Emperador, ahora atrapado en el Trono, le reveló que no sólo había estado esperando a Vulkan, sino que lo había guiado durante todo el viaje y había sido la fuerza que le obligó a construir Urdrakule y el Talismán de los Siete Martillos. El Emperador confesó a Vulkan que su destino siempre había sido este, ya que fue diseñado para construir el talismán y supervisar su verdadero propósito. Reveló que el talismán era un arma de un poder sin precedentes, un interruptor de hombre muerto que consumiría toda Terra si Horus tuviera éxito en la batalla final. En tal escenario Vulkan tendrían que presionar el interruptor que destruiría Terra pero negaría el mundo a los poderes del Caos. Vulkan quedó horrorizado, pero el Emperador insistió en que él debía ser quien supervisase el dispositivo, pues siempre había sido el más reacio a usar las armas que forjaba. Finalmente, Vulkan instaló el talismán en el Trono Dorado y tomó posición junto a la Puerta de la Eternidad.
La Guerra de la Bestia[]
Después de la derrota de Horus, Vulkan fue uno de los Primarcas que se opusieron inicialmente a la aplicación del Codex Astartes de Roboute Guilliman, aunque al final tuvo que ceder. Durante los siguiente mil quinientos años Vulkan desapareció de la escena galáctica, hasta que, durante la Guerra de la Bestia, apareció de la nada y sin ayuda defendió el planeta Caldera de una invasión orka masiva. Aunque murió muchas veces contra los pielesverdes, siempre regresaba y aparecería de nuevo en la vanguardia. El inquisidor Lastan Neemagiun Veritus (Kyril Sindermann) descubrió la guerra en solitario de Vulkan en Caldera y Koorland, el Lord Comandante del Imperio, dirigió una expedición hasta allí para reclutarle y que liderase una contraofensiva contra La Bestia. Vulkan fue hallado por la expedición, pero se negó a cualquier trato hasta que Caldera estuviese a salvo, citando un voto que hizo hace mucho tiempo al planeta. Con la ayuda de las pocas fuerzas imperiales disponibles, Vulkan pudo salvar Caldera de la destrucción, eliminando el generador de construcción de la Luna de Atake. Después tanto Vulkan como Koorland regresaron a Terra. Allí tomó el mando de un Imperio en pánico, aleccionando a los Altos Señores por sus peleas e ineficacia, pero afirmando que no les purgaría por el bien de la unidad. Luego proclamó que lideraría el poder del Imperio de la Humanidad hacia Ullanor, el planeta natal de La Bestia. Vulkan insistió que su regreso era temporal, pues estaba destinado a reaparecer para otra guerra en otro momento.
Vulkan dirigió oficialmente la cruzada a Ullanor para encontrar y matar a la Bestia de una vez por todas, pero en realidad dejó la mayor parte de los detalles a Koorland, a quien le dio todo su apoyo. En cambio, Vulkan practicó con Tremor de Condenación y permaneció aislado en sus cámaras a bordo de la Barcaza de Batalla de los Puños Ejemplares Alcázar Recordado. Aunque esto redujo la moral de muchos al principio, Vulkan entró directamente en la refriega cuando las fuerzas imperiales llegaron a la ciudad "capital" de Ullanor, Gorkogrado. Con el tiempo Vulkan lideraría la carga final en el gargantuesco templo de la Bestia y se enfrentó al Kaudillo en combate singular. Al darse cuenta de que Vulkan siempre había tenido la intención de luchar solo contra la Bestia y sabiendo que podría aportar poco, Koorland ordenó una evacuación del templo nada más iniciarse el duelo. El Kaudillo de diez metros de altura sorprendió a todo al hablar en un gótico imperial perfecto, regodeándose en que la Humanidad estaba de rodillas y que él sería su fin. Vulkan le hizo frente y ambos cayeron al generador de energía del templo, donde el Primarca se impregnó de cantidades masivas de energía ¡Waaagh!. En lugar de ser consumido por estas energías, Vulkan la usó para convertirse en uno con ella y lanzar un último ataque. Golpeó a La Bestia con Tremor de Condenación en la cara e hizo detonar el generador, causando una reacción en cadena que destrozó el templo y mató aparentemente a los dos.
El Retorno de Vulkan[]
Como fue profetizado en el Tomo de Fuego Vulkan volvería a dirigir a su Capítulo a la victoria sobre los enemigos del Imperio en sus últimos días de mayor necesidad, toda vez que fuesen hallados los nueve Artefactos de Vulkan. De estos nueve, cinco han sido recuperados, tres de las cuales, la Lanza de Vulkan, el Manto de Kesare y el Guantelete de la Forja, son empleados actualmente por el Padre Forjador del Capítulo, Vulkan He'stan. Otros dos, el Cáliz de Fuego y el Ojo de Vulkan, permanecen en Prometheus en la Fortaleza-Monasterio del Capítulo, mientras que los últimos cuatro artefactos, el Motor de las Aflicciones, el Carro de Obsidiana, la Llama Desatada, y la Canción de Entropía, aún no han sido descubiertos.
Armamento[]
Vulkan iba equipado con muchas armas finamente trabajadas por él mismo. Vestía una barroca armadura artesanal con lanzallamas acoplados a los guanteletes y el cráneo de la salamandra Kesare de Nocturne por hombrera, conocida como la Escama del Draco. Asimismo blandía una pistola de plasma llamada Corazón de la Forja.
Para el combate cuerpo a cuerpo, Vulkan usó hasta poco antes de la Herejía de Horus el martillo Yunque del Trueno, el cual luego cambió por Portador del Amanecer, que debería haber sido un regalo para el Señor de la Guerra Horus. En su camino desde Nocturne a Terra, Vulkan portó el Martillo de Trueno Urdrakule y mil quinientos años después, en la Guerra de la Bestia, portaría Tremor de Condenación.
Obras literarias[]
- Consideraciones de Propósito.
- El Regalo de la Desolación.
- Lecciones del Yunque.
- Meditaciones.
- Máximas.
- Ontología.
- Prometheus Reconsiderado.
Citas célebres[]
"La guerra no puede librarse de forma aislada. Toda batalla tiene consecuencias. Toda batalla tiene víctimas más allá de los combatientes.
Las consecuencias son responsabilidades. Esto es un hecho vital en Nocturne. Es uno que esta Legión nunca debe olvidar. No basta con saber cuándo atacar y cuándo mantenerse firme. Los de Nocturne sabemos muy bien lo que significa no ceder nunca. El terreno que controlemos bien puede estar en nuestra sangre, porque cederlo es condenar a los que defendemos. ¿Pero cuándo atacar? Esta es una pregunta más peligrosa. Golpear cuando el enemigo es más vulnerable también puede significar causar el mayor daño a los inocentes. ¿Cuál es el propósito de cualquier batalla? La mera victoria es insuficiente. ¿Cuáles son las consecuencias de esa victoria? O mejor dicho, ¿Cuáles son las responsabilidades de esa victoria? Puede ser más honorable, de hecho puede ser moralmente necesario, atacar no cuando el enemigo sea más débil, sino cuando se pueda proteger al mayor número de inocentes, incluso si eso significa mayores pérdidas.
Saber cuándo llega ese momento requiere un juicio tan fino como la observación. Una vez llega el momento, la resolución es llamada, y eso es algo que a esta Legión nunca le ha faltado."
- —Vulkan, Meditaciones
"La guerra es la forja de nuevas aleaciones. Crea aquellas que la soportarán."
- —Vulkan, Máximas
"El conocimiento sin sabiduría es cenizas. El deber sin creencia es una cáscara. La protección sin cuidado es un yunque hendido."
- —Vulkan, Máximas
"El Emperador nos creó para un propósito específico. Cuando los eventos del universo se desarrollan de tal manera que podemos cumplir ese propósito, no es una coincidencia, ni tampoco es predestinación. Es la conclusión lógica de nuestra existencia. Debemos conocer ese propósito y, en la plena comprensión de quienes somos, abrazar el deber que viene con esa comprensión."
- —Vulkan, Prometheus Reconsiderado
"La lucha es eterna. Siempre estamos sujetos al temple de la forja. Nos da forma hasta que nuestra naturaleza y nuestro propósito se alinean."
- —Vulkan, Consideraciones de Propósito
"La desesperación nunca ha estado en la sangre de esta Legión. Sin embargo, hubo un tiempo en el que la esperanza parecía ajena. La esperanza es nuestra, y debe ser igual de templada y probada como cualquier otra faceta de nuestra identidad. Es nuestro derecho nacido de la forja. Somos formados sobre el yunque, mediante el fuego y el martillo. La creación es dolorosa, y el dolor es necesario. Lo que surge es más fuerte y más sabio debido al templado, y su propia existencia justifica la realidad de la esperanza."
- —Vulkan, Lecciones del Yunque
"El fuego nos templa. El fuego nos forma. Y nos convertimos en lo que somos porque también sabemos que el fuego destruye. Abracemos esta destrucción y aprovechémosla para nuestro propósito. Para proteger nuestra responsabilidad, la aniquilación del enemigo debe ser absoluta."
- —Vulkan, El Regalo de la Desolación
"Un nombre no es simplemente un marcador, un medio para diferenciar una cosa de otra. Un nombre, un nombre verdadero, es una esencia. Debe elegirse con cuidado, porque un nombre y la Legión que designa se convertirán al uno en el otro. Alza a la esencia hacia la luz. Revela la naturaleza de su fuerza. El nombre, en otra época, se hubiera llamado alma."
- —Vulkan, Ontología
"Habéis sufrido.Lo sé. Habéis llegado al abismo, y habéis estado a punto de entregaros a él. Eso va a cambiar. Soy padre, general, señor y mentor. Yo os enseñaré cuanto pueda, y os transmitiré los conocimientos de he obtenido. Honor, abnegación, confianza en uno mismo, fraternidad. Es nuestro credo prometeano y todos debéis adheridos a él si queremos prosperar. Que esta sea la primera lección..."
- —Vulkan,en su alocucion de toma de posesion en Terra a los supervivientes de la XVIII Legión
"Ser más que humano es, al mismo tiempo, ser menos que humano. En nuestro interior existe la capacidad para la grandeza. Somos guerreros pero también debemos ser salvadores. Nuestro objetivo fundamental es la auto-obsolescencia, ya que cuando nuestra tarea tenga éxito, y la paz, no la guerra, reine en la galaxia, nuestra utilidad habrá finalizado y con ella también nosotros."
- —Vulkan, de Las Pruebas del Fuego
"Difícilmente puedo imaginarme qué inspiró a Horus a esta locura. En verdad, el hecho mismo me asusta. Porque si hasta los mejores de nosotros nos podemos tambalear, ¿qué significa eso para el resto? Lord Manus nos guiará adelante. Siete legiones contra cuatro. Horus se arrepentirá de la rebelión."
- —Vulkan
"El nuestro es un llamamiento violento, pero como partidarios del Credo Prometeano, creemos en el Círculo de Fuego. Ninguno puede regresar como lo fue alguna vez, pero en la muerte somos devueltos a la ceniza de donde nacimos de nuevo, nuestra sangre y hueso unidos a la tierra. A través del fuego renovamos nuestros átomos proteicos, a través del fuego y el reencuentro con la tierra experimentamos el renacimiento. Después de la muerte, después de que nuestro deber termina, nos entregamos a estos elementos y al hacerlo nos convertimos en parte de ellos. Esta es la naturaleza del Círculo de Fuego."
- —Vulkan, de Las Pruebas de Fuego
"Nuestra voluntad, nuestra determinación, es lo que nos permite luchar cuando otros no pueden. Nuestra voluntad es lo que nos da la fuerza para sacrificarnos y resistir una vez perdida la esperanza..."
- —Vulkan, a Artellus Numeon
"La humildad y el sacrificio personal suelen ir juntos, Vulkan. Eres todo lo que esperaba que llegaras a ser."
- —El Extranjero, a Vulkan
"Está en nuestra naturaleza crear cosas que nos sobrevivirán. Entonces nos esforzamos, creamos, construimos, fabricamos, luchamos y no cedemos. Porque dentro de cada frágil cuerpo humano nace la voluntad de asir las estrellas y abrir un sendero hasta la misma eternidad."
- —Vulkan, de el Libro de Vulkan
Miniatura[]
Fuentes[]
- Index Astartes IV.
- Codex: Marines Espaciales (5ª Edición).
- Fulgrim, por Graham McNeill.
- El Primer Hereje, por Aaron Dembski Bowden.
- La Era de la Oscuridad (Antología):
- Hijos olvidados (Relato corto), por Nick Kyme.
- La cara de la traición (Relato corto), por Gav Thorpe.
- Nacidos del Fuego (Antología):
- Promethean Sun (Novella), por Nick Kyme.
- Sons of the Forge (Novella), por Nick Kyme.
- Scorched Earth (Novella), por Nick Kyme.
- Vulkan Vive, por Nick Kyme.
- El Imperio Olvidado, por Dan Abnett.
- Fuego Letal, por Nick Kyme.
- Vieja Tierra, por Nick Kyme.
- The Fury of Magnus (Novela), por Graham McNeill.
- Echoes of Eternity (Novela), por Aaron Dembski-Bowden.
- The End and the Death Volume 1 (Novela), por Dan Abnett.
- The End and the Death Volume 2 (Novela), por Dan Abnett.
- La búsqueda de Vulkan, por David Annandale.
- La Bestia debe morir, por Gav Thorpe.
- Mercy of the Dragon (Relato corto), por Nick Kyme.