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Ginnobushi, Epistolario de los Martillos de Wikia, es conocido por aquellos con los que se permite cierta familiaridad como 'Ginno', aunque todos los demás le conozcan como Ginnobushi, o como el 'Kanemitsu' Ginnobushi, un título concedido por el Señor de la Forja del Capítulo, Sven Sannlar. Más máquina que hombre, capaz de las hazañas más heroicas y de los sacrificios más extremos, es uno de los miembros más responsables, serenos y serios del Capítulo. Sin embargo, a pesar de las hazañas, del heroismo y de todos los sacrificios que ha tenido que hacer desde que fue aceptado en los Martillos, no siempre fue así.

Historia[]

Infancia[]

Ginnobushi nació en el seno del Clan Satoshi, uno de poderosos tecno-clanes de Nichiyoru, en Nyumba, especializado en la recuperación de viejas tecnologías y en el desarrollo y aplicación de las mismas en el mundo actual. Siendo el segundo hijo de un maestre industrial visioingeniero y de una antigua Exploradora, ambos adscritos al Adeptus Mechanicus, fue adiestrado desde pequeño en las habilidades tecnológicas y académicas que harían de él, una vez llegada la edad adulta, el sucesor de uno de sus progenitores al servicio del Mechanicus. Desgraciadamente, como el Epistolario Ginnobushi suele decir a menudo, "el destino no está exento de cierta ironía", y tres motivos alejarían a Ginnobushi de poder cumplir el sueño de sus padres.

  • El primero era su insaciable curiosidad y su capacidad de desarrollar una idea en múltiples direcciones a la vez. Cuando no estaba recibiendo lecciones de sus tecno-adiestradores, pasaba el tiempo entre los antiguos códices y registros de la biblioteca de su Clan, aprendiendo acerca del saber tecnológico perdido por la Humanidad, y planteandose preguntas acerca de como sería posible alterarla ó modificarla. Más de una vez sus preceptores encontraron bosquejos, escondidos entre sus pertenencias, que detallaban los esquemas técnicos de algunos artefactos tecnológicos (por supuesto, vistos según el inocente prisma de una joven mente de 12 años). Dichos bosquejos le acarrearon nuevos castigos, por lo que pronto relegó sus esquemas y desarrollos al lugar más seguro que conocía: su propia mente.
  • El segundo era la indómita vena rebelde que el joven tenía en su interior, así como su poca cabeza para escoger a sus amistades, lo que en más de una ocasión le acarreó problemas con las autoridades locales en general, y con su padre en particular, al entrar en lugares no permitidos e intentar huir de las autoridades.
  • Irónicamente, su mente albergaba, en secreto, el tercer motivo por el que nunca podría ser aceptado en el Mechanicus. Ginnobushi, del Clan Satoshi, tenía capacidades psíquicas: débiles, incipientes, pero ahí estaban. Dichas capacidades se manifestaban, principalmente, en forma de impresiones extrañas cuando manipulaba algunas de sus máquinas de enseñanza. Tenía la impresión de ‘percibir’, a falta de un término mejor, las intenciones o el humor del Espíritu Máquina albergado en los dispositivos tecnológicos que tocaba. Por miedo a ser purgado por la (supuesta) herejía que representaba el pensar que un humilde niño era capaz de contactar, que no conectar, con el pequeño fragmento del Omnissiah que toda tecnología poseía, y aterrado de que sus padres pudieran mandarlo ejecutar o (peor aún) le entregaran a las Naves Negras, Ginnobushi silenció sus habilidades, no prestándoles atención ni intentando utilizarlas de forma consciente, temblando de terror ante la mención de cualquier posibilidad de ser probado en busca de mutaciones.

Juventud interrumpida[]

Un encuentro fatídico[]

Entonces se produjo el acontecimiento que cambiaría, de forma radical, su vida: El descubrimiento, en el espacio profundo, de un antiguo pecio, el cual fue remolcado hasta los muelles de desguace, pertenecientes al Adeptus Mechanicus, en órbita de una de las lunas de la periferia del sistema Nyumba. De dicho pecio se extrajeron varios artefactos y dispositivos que, sin más dilación que la necesaria para llevar a cabo los rituales adecuados de apaciguamiento de los Espíritus Máquina presentes, fueron enviados hacía Nyumba, a las tecnocriptas bajo el control del Clan Satoshi.

Al mismo tiempo, uno de los Cruceros de Asalto de los Martillos de Wikia se encontraba en órbita sobre Nyumba. El capítulo había enviado allí la nave para recoger una leva de posibles neófitos con la que reponer las pérdidas de una campaña anterior. Entre los integrantes del destacamento de veteranos se encontraban el Tecnomarine Kaissos, que acudía a Nyumba para discutir a unos asuntos relativos a un gran proyecto que tenía en marcha por aquel entonces el Señor de la Forja del Capítulo, Sven Sannlar, y Aresius Keltar, por entonces Epistolario del Capítulo, quien había decidido, en el último segundo, unirse a la expedición. A medida que las Thunderhawk iban volviendo de la superficie del planeta con su carga de potenciales reclutas, Aresius tenía la impresión acuciante de que algo iba a producirse, y una idea se repetía una y otra vez en su mente: "Falta uno, falta uno...".

Esa noche Ginnobushi, que había sido pillado 'in fraganti' por las autoridades en una de sus escapadas, tuvo un enfrentamiento monumental con su padre. Este le ordenó acudir a las tecnocriptas y llevar a cabo un inventario de los objetos del pecio, traídos por los transportes y ya almacenados en las tecnocriptas. El joven había jurado y perjurado a sus amigos que acudiría esa misma noche a una supuesta 'fiesta' que organizaban, así que no estuvo de acuerdo con cumplir con la petición de su progenitor. Cuando este le comunicó que no era una petición, sino una orden, y que si no obedecía o volvía a ponerse en evidencia con las autoridades podríaconsiderarse fuera de la familia y el Clan (con la pérdida de todo privilegio y ventaja,así como de la protección del Clan y de toda esperanza de futuro), Ginnobushi decidió obedecer...al menos, hasta que estuvo a poca distancia de las tecnocriptas. Al llegar cerca de los edificios de gruesos muros reforzados su resolución por cumplir las ordenes de su padre se tambaleó, y de nuevo surgió su vena rebelde: si debía abandonar Nichiyoru para buscarse la vida en cualquier otro lugar,que así fuera (sobre todo si su marcha contribuía a dejer en entredicho a sus padres).

Estaba ya dirigiéndose al astropuerto a bordo de su turbociclo en busca de algún transporte con el que salir del planeta cuando se cruzó con un transporte pesado que iba en dirección a las tecnocriptas, casi colisionando con el rebelde joven. Con la sangre hirviéndole en las venas, y decidido a enmendarle la plana al conductor, ya que el vehículo de transporte llevaba los emblemas de su tecno-clan, inició en la oscuridad la persecución del transporte, el cual parecía ignorar una por una las políticas y normativas de circulación por el área.

Acertijos y misterios[]

De regreso a las tecnocriptas, Ginnobushi vio que el camión se dirigía a uno de los muelles de carga laterales. Eso en sí mismo le extrañó, ya que dichos muelles se empleaban para sacar materiales, y dicha tarea se llevaba a cabo de día. Que supiera el joven, a esa hora de la noche debían estar cerrados y sin personal... pero desde la distancia se apreciaba con facilidad la tenue luz que surgía de uno de los portones abiertos. Otro motivo para la extrañeza era que el camión parecía ir pesadamente cargado a juzgar por la altura a la que estaban las ballestas que soportaban el espacio posterior. Si ya estaba cargado, ¿para qué iba por esos muelles? Cediendo a su curiosidad, paró su vehículo tras uno de los almacenes, se acercó a las puertas principales de la tecnocripta, identificándose por su nombre, designación y misión a desempeñar ante los guardias, quienes tras una breve comprobación le dejaron pasar. Continuó interpretando la charada del 'buen hijo que cumple las órdenes de su padre' hasta que, en un momento concreto en el que se encontró solo en un corredor, logró escabullirse, subió por una de las escaleras de mantenimiento y se coló, tras dar los códigos adecuados a los sistemas de seguridad, por una de las portillas de mantenimiento, a través de la cual, y tras un breve recorrido por varias pasarelas elevadas, llegó al espacio de almacenamiento en el que había entrado el transporte pesado... y se llevó una sorpresa mayúscula.

Mientras el joven Ginnobushi llegaba a las tecnocriptas, el Epistolario Keltar reunía un grupo de Astartes del Capítulo para una 'misión especial'. Cuando fue interrogado por el motivo, el psíquico de los Martillos dijo que llevaba percibiendo todo el día que se aproximaba un nexo de acontecimientos en el que los Martillos estaban implicados, y que debía descender al planeta so pena de perder la ventana de eventos. Con un renuente permiso por parte de sus superiores, que prefirieron no inmiscuirse en los motivos ulteriores del psíquico pero que decidieron tomar en consideración la importancia del acontecimiento descrito, Keltar pudo partir en misión de reconocimiento.

A lo largo de toda la ruta de descenso, Aresius fue dando indicaciones al piloto hacia el punto exacto del planeta al que debían dirigirse. Tras varias correcciones, la Cañonera Thunderhawk tomó rumbo hacia el territorio de los Satoshi dentro de Nichiyoru. Sobrevoló las tecnocriptas segundos después de que el joven Ginnobushi.

Este, por su parte, se había llevado un susto mayúsculo al ver bajar de la parte posterior del vehículo a una pareja de servidores de carga y a cuatro individuos encapuchados, cuyo tamaño le sorprendió. No exageraría mucho si decía que los extraños medían casi dos metros y medio, y que debían pesar casi doscientos kilos. La primera teoría que se formuló el joven era que se trataba de Ogretes, pero las cuatro figuras se movían con una destreza y una precisión que descartaba que se tratara de abhumanos. La otra posible alternativa, Marines Espaciales, quedó descartada. Si, sabía que había una nave de Marines Espaciales en órbita por los rumores que habían circulado por casa de sus padres en los último días, pero ¿por qué iban a colarse de forma clandestina en una instalación del Mechanicus, cuando solo hubiera hecho falta que estos se presentaran ante su padre y sus consejeros, los cuales les habrían abierto las tecnocriptas sin ningún problema? Las perspectivas no eran buenas. Mientras Ginnobushi se debatía mentalmente acerca de si dar la alarma o esperar y seguir alos extraños para ver qué hacían, los extraños se dirigeron a un montacargas y procedieron a bajar hasta el subnivel 35, el mismo en el que se encontraban los restos recogidos del pecio.

Decidido a no plegarse a los deseos de su padre, pero pensando que si descubría algo de interés sus progenitores harían oídos sordos más a menudo a sus actividades, ya había abierto la escotilla del conducto de mantenimiento para bajar, cuando el rugido de unos reactores y el cegador destello de unas luces de aterrizaje le hicieron detenerse y mirar hacia la entrada. Allí, enmarcada por la oquedad de los portones abiertos, se encontraba una máquina aérea de aspecto militar cuya masiva y amenazadora presencia no se veía atenuada por la aparente gracia con la que se desplazaba por el aire. Del vehículo aéreo saltaron a tierra varias enormes figuras con servoarmaduras gris acero ribeteadas de dorado y con hombreras escarlatas, en una de las cuales se veía un emblema consistente en un martillo sobre un libro abierto. El grupo iba comandado por otro gigante con una masiva armadura azul, con el mismo emblema del hombro, cuyos detalles y grabados identficaban a la coraza como perteneciente a un guerrero de importancia.

Ginnobushi, con el corazón a punto de salírsele por la garganta de la emoción, no tuvo dudas esta vez, ya que aunque no identificó qué era lo que llevaba el guerrero azul ni los emblemas que todos ellos llevaban, si reconoció las Mark VI y Mark VII que llevaban los recién llegados, además de los Bólter Modelo Godwyn que varios de ellos portaban. ¡Estos si eran Marines Espaciales!

Aresius, nada más descender, fue asaltado por una malsana presencia en el éter. Concentrándose en el espacio contenido por las paredes del almacén, sus sentidos paranormales se vieron atraídos por el transporte que, abandonado, se encontraba cerca de las puertas de un montacargas que descendía. Tras prevenir a sus Hermanos de Batalla, estos establecieron un perímetro de seguridad mientras el Bibliotecario abría las puertas de la sección posterior, revelando un espacio vacío en el que fácilmente podrían meterse varios individuos de gran tamaño, en el que el sensorium de su armadura detectó un rastro olfativo de aceites lubricantes y promethium...aunque para los sentidos psíquicos del Astartes el vehículo hedía a corrupción. Los pasajeros del vehículo habían descendido, dejando un leve rastro aéreo del mismo lubricante que terminaba en las puertas del montacargas. Indudablemente, alguien con dispositivos mecánicos, posiblemente una servoarmadura, y tocado por el Caos, había conducido el transporte hacia allí, con solo el Emperador sabía que intenciones.

Convencido de que la presencia de las fuerzas del caos en Nyumba estaba relacionada con la sensación que le había empujado a bajar al planeta, contactó con el Crucero de Asalto en órbita, informó de la situación y pidió luz verde para intervenir. Muchos de los Martillos procedían de Nyumba, y el Capítulo mantenía en secreto el planeta como un protectorado del que obtener candidatos para reponer sus filas. No pensaban permitir que, por ningún motivo, los Poderes Ruinosos o sus servidores pusieran un pie sobre el planeta. Los mandos a bordo del Crucero permitieron, pues, que Aresius y su grupo de Marines interviniera.

Mientras el montacargas ascendía, el Bibliotecario percibió una leve señal psíquica procedente de un punto elevado cercano al muro externo del almacén, pero para cuando dirigió su atención hacia allí solo vio como terminaba de cerrarse una escotilla de mantenimiento. Dado que el sensorium de su armadura señalaba que, fuera quien fuera, había estado allí desde antes de llegar su escuadra, Aresius se imaginó que habría presenciado su llegada. Ante la mente del psíquico se presentaron dos posibles opciones:O se trataba de un testigo que había visto también la llegada de los seguidores del Caos, siendo por ello un inocente que habría huído por miedo, o se trataba de un colaborador que había salido corriendo para prevenir a sus oscuros señores de la llegada de fuerzas leales al Emperador. ¿Sería un amigo, o un enemigo?

Signos y presagios[]

El sospechoso de Aresius, por supuesto, no era otro que Ginnobushi, quien se había arrojado por el tubo de vacío de mantenimiento, un oscuro y estrecho conducto empleado generalmente por servocráneos mensajeros y servidores, y se dirigía en ese momento hacia el subnivel 35. Podría haber tomado una vía más segura, como las escalinatas de los pasajes laterales, pero aparte de estar más lejos, era seguro que hubiera llegado demasiado tarde como para poder intervenir. Además, a pesar de ser más peligroso, el conducto de vacío permitía un descenso más rápido que las escaleras y el montacargas, si bien tenía que calcularse con cuidado cuando y como frenar. Claro está, el joven no se habría metido por allí de no saber cuando debía detenerse... el problema era encontrar la forma de hacerlo. Y no fue hasta que llegó a la altura del nivel 28 cuando encontró la manera: un servocráneo que salía en aquel momento de hacer tareas de mantenimiento en uno de los conductos laterales. Con un brusco golpe, Ginnobushi aterrizó de pie sobre el pequeño dispositivo levitante, lo que provocó que aquel bajara de golpe otros cinco niveles antes de empezar a frenar. Por desgracia, el esfuerzo de mantener el peso combinado del joven y del servocráneo fue excesivo para el proyector antigravitatorio mediante el que se mantenían en el aire, lo que provocó que se incendiara con una pequeña explosión. El servocraneo se precipitó envuelto en humo y rebotando erráticamente por el oscuro pasaje, yendo a estrellarse 15 niveles más abajo. Afortunadamente Ginnobushi pudo agarrarse a un reborde del conducto del subnivel 35 y, reptando a su través, logró acceder a la escotilla de mantenimiento del pasadizo, saliendo a la tecnocripta.

Una vez allí, descubrió que los desconocidos ya habían abierto, por la fuerza, algunos de los contenedores, como atestiguaban los securosellos y los precintos con peticiones de salvaguarda al Omnissiah que yacían en el suelo, arrancados sin seguir las prescripciones ni los ritos adecuados y sin el menor respeto por los dolidos Espíritus Máquina que habitaban dentro de los sistemas de protección de la carga. Uno de los desconocidos estaba imprecando a uno de sus compañeros, que debía de ser un seguidor de los preceptos del Dios Máquina como señalaban el servobrazo y los diversos mecadendritos que surgían de la mochila de energía de la antigua servoarmadura que llevaba... amén de un Opus Machina mutilado que blasonaba el peto de la coraza pectoral de aquel individuo, cuyo tamaño era similar al de los Marines Espaciales que había visto arriba. El joven estaba confuso: los Adeptus Astartes eran la personificación de la voluntad y la ira del Emperador, y los fieles del Adeptus Mechanicus seguían a pies juntillas los preceptos del Dios Máquina. Por parecer pertenecer a ambos cuerpos, aquel ser debía ser doblemente sagrado pero, ¿acaso un verdadero Tecnosacerdote trataría con semejante descaro y falta de tacto a los pequeños avatares del Omnissiah? Además, el modelo de servoarmadura que llevaban tanto aquella criatura como sus compañeros era antiquísimo, nada menos que modelos Mark IV, reverenciados por la antigüedad de los espíritus que las animaban. Esos dispositivos deberían estar en un campo de estasis, protegidos del paso del tiempo, y cuidados por miembros del Culto a la Máquina. ¿Como tenían esos individuos la falta de tacto, no, la desfachatez de emplear a aquellos espíritus venerables con tal abandono? Mientras la ira iba ganándole terreno al miedo y se apoderaba del joven, este pudo escuchar desde su escondite el motivo de la discusión.

El destino del "Phlegias"[]

La nave, el crucero ligero "Phlegias", había pertenecido a una de las Flotas Expedicionarias que habían viajado por toda la Galaxia durante la Gran Cruzada. En un momento dado de su viaje se produjo un enfrentamiento con una especie xenos que diezmó a la tripulación y a las tropas del crucero con armas energéticas y víricas basadas en una tecnología desconocida por aquel entonces. Intentando salvar la piel, la tripulación de la nave consiguió saltar a la Disformidad, pero no antes de ser alcanzados por un torpedo que contenía alguna clase de ojiva becteriológica. Durante varios meses de viaje, la nave se mantuvo sumergida en el Inmaterium para intentar evitar la exposición de otras fuerzas o planetas imperiales a la enfermedad, tratando a la vez el encontrar una cura. Desgraciadamente para los desesperados tripulantes, no pudieron encontrar una forma de atajar la plaga, y murieron uno a uno, pero no antes de emitir un mensaje omnidireccional de advertencia en el que se mencionaban las causas de la enfermedad y la necesidad de cuarentena. Cuando, tras diez milenios, una tormenta Disforme arrojó al "Phlegias" al espacio real, esta se movió a la deriva hacia un mundo imperial situado en la frontera. Dicho mundo era, por supuesto, Nyumba. Para entonces la plaga ya había seguido su curso y, sin víctimas a las que matar y en las que vivir, había desaparecido junto con los cuerpos de la tripulación, reducidos a pocomás que polvo milenios atrás. Sin embargo, la información pertinente a la plaga, su origen, las coordenadas del planeta en las que se produjo la última batalla del crucero y los datos relativos a la especie xenos responsable parecían estar almacenados dentro del cogitador central de la nave.

Era eso lo que habían venido a buscar los extraños, y era frente a lo que el que parecía el líder del grupo estaba imprecando a su subordinado especialista técnico: un objeto de base octogonal y unos tres metros de alto, con un chasis picado por el óxido cubierto de grabados difuminados y de microlumens que parpadeaban agonizantes en secuencias erráticas.

++ Trabajo en proceso. No tocar/alterar. Ginnobushi (discusión) 12:47 3 sep 2012 (UTC) ++

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