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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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El aullido triunfal de muerte del Emperador, luego de su destrucción, fue un gran vendaval de fuerza psíquica. Al igual que durante la Primera Era de los Conflictos, los psíquicos brotaron cada vez más frecuentemente. Se decía que no había un solo mundo en la galaxia donde no hubiera al menos un psíquico viviendo sobre su superficie. Muchos fueron cruelmente asesinados por los ignorantes bárbaros de sus ahora totalmente aislados mundos primitivos (y, en algunos casos extremos, mundos industriales o colmena más desarrollados). En ocasiones, ocurría al revés; se alzaban demasiados psíquicos, hundiendo al mundo en la locura y la sangre.

Las Naves Negras visitaban cada vez menos frecuentemente a los mundos, hasta que, para el M46, cesaron completamente sus rondas. De esta forma, las epidemias de psíquicos se exacerbaron. Los demonios y otras entidades disformes tomaron la ventaja. Cientos de mundos, tanto dentro de Imperios Secundarios y más allá, fueron totalmente consumidos por furibundas energías disformes, atrayendo demonios y a todo tipo de cosas atroces. Vampiros se alzaron en una docena de planetas, drenando a miles y miles de personas; insoportable era su sed eterna de sustento psíquico. Psico-caminantes y avispas Psyconkunien se desperdigaron desde mundo a mundo, mientras los croatalids migraban en cada vez mayores números.

En un mundo, la Disformidad estaba tan perturbada, que se cree que en un elemento del Nex-

[el autor del diario comienza a vomitar, balbuceando en un lenguaje intraducible para los cogitadores. Servidores en modo de espera. El sujeto se recupera]

- y todo el sector fue completamente removido de la existencia. Afortunadamente, la vil esencia de la Disformidad Abisal no ha emergido de nuevo, durante todo el período. Sólo podemos rezar para que nunca lo haga...

De cualquier forma, incluso los Imperios Secundarios se disputaron e hicieron la guerra unos a otros, y mientras los xenos, los renegados y los ejércitos del Caos arrasaron a través de la Vía Láctea, este sutil incremento de psíquicos causó un daño incalculable, más allá de la consecución de estos pequeños imperios ignorantes y magnates de poder.

Aún así, con cada regla, hay una excepción. Sobre el mundo de San-Vaagar, siempre hubo una tradición de disciplina psíquica. Cuando la Disformidad se volvió tumultuosa, esta disciplina quedó intacta. Aunque sus Astrópatas y Navegantes murieron o enloquecieron, los disciplinados Sacerdotes-Psíquicos del mundo no descendieron al salvajismo, y de hecho, lograron traer a los nuevos psíquicos bajo su control, salvando así al planeta de su destrucción. Esto, desafortunadamente, no iba a durar. A través del planeta, se comenzó a esparcir una enfermedad virulenta. Algunos afirman que era un virus demoníaco, propagado por un troupe viajero de cultistas de Nurgle, mimetizados como damas de compañía, quienes eran prevalecientes sobre el mundo, viajando entre fronteras nacionales y culturales aparentemente a voluntad. Cualquiera sea la causa, este virus comenzó a matar a todos sobre el planeta, extendiéndose desde la entrepierna hacia el exterior, pudriendo a las víctimas internamente, mientras gritaban, horrorizados ante su destino.

Solo los monjes psíquicos lograron evitar la corrupción. Sus mentes repelieron al virus demoníaco, pulverizando a los microscópicos demonios, los cuales surgían invisibles en todo el planeta. Algunos fueron consumidos físicamente. Sin embargo, tal era su fuerza psíquica, que sus mentes, imposiblemente, permanecían, incorpóreas y gritando en silencio. No obstante, muchos lograron sellarse a sí mismos dentro de sus torres, entre salas de poder inimaginable. El virus demoníaco, frustrado al ser negado, poseyó a los incontables muertos en el mundo, creando para sí una hueste de millones. El ejército de cadáveres asaltó las mágicas torres durante décadas, hasta que la energía disforme acumulada por el virus se disipó, y los demonios fueron desvanecidos, dejando un reguero de cadáveres.

Los sacerdotes prometieron que esto no volvería a ocurrir. Vieron que esta plaga era una señal: los psíquicos eran el futuro de la humanidad, y solo ellos eran dignos. A través de la Disformidad, aunaron sus poderes, y enviaron un mensaje, a cualquier bruja o psíquico al alcance:

"¡Viene el Cognado! Reúnanse en San-Vaagar. Traigan solo su mente y magias. El futuro comienza ahora".

Durante las siguientes décadas, comenzaron a llegar psíquicos de poder y especialidades muy variadas. Algunos habían robado pequeñas naves de transporte, usando sus propios poderes para guiarse a través del mar de almas. Otros fletaron naves, las cuales se encalmaban o perdían en la Disformidad, permitiendo a los psíquicos escapar en módulos. Algunos se habían agrupado y habían adquirido una nave, pilotando colectivamente hacia el planeta.

Llegaron miles de psíquicos. Entonces vendrían las tribulaciones. La primera era el mismo planeta. Arremolinados entre almas desesperadas, los psíquicos debían atravesar las montañas de muertos para llegar a las torres. Muchos se volvieron locos, pero otros no. La segunda era la prueba de corrupción. Los sacerdotes probaban a cada psíquico que llegaba, escudriñándose a través de sus mentes con sus poderosas habilidades. Aquellos que eran corruptos, fueron destruidos.

Cuando las tribulaciones se completaban, el Cognado comenzaba a tomar forma. Una serie de niveles medía los rangos de la organización psíquica. El primer nivel era para los más viejos y/o más poderosos miembros del Cognado. Aquellos sacerdotes originales, psíquicos de Nivel Alfa y mayores, y algunos de los psíquicos más poderosos. El segundo nivel abarcaba desde los Psíquicos Beta hasta los niveles Delta. Bajo ellos, estaba todo el resto, el tercer nivel. El primer nivel decidía sobre los tópicos de investigación, y juzgaba a los otros. El segundo nivel investigaba dichos tópicos, y reunía artefactos arcanos y de poder. El tercer nivel hacía todo el trabajo duro, sirviendo a los niveles superiores, manteniendo las torres, y conformando el Sacren, un ejército de guerreros-psíquicos que defendían al Cognado, usando una combinación de armas capturadas de las FDPs y sus propios poderes disformes.

Los siglos pasaron, y el Cognado volcó toda su magia, conocimiento e impensable poder, en aprender y desarrollar su entendimiento sobre la Disformidad y sus poderes. Se diseñaron dispositivos, y se crearon artefactos, en las profundas bóvedas de las Torres Cognadas. Si un alma es una luciérnaga, parpadeando en la Disformidad, el mundo del Cognado era un enorme sol irreal, ardiendo en llamas de almas y succionando cada vez más energías de la Disformidad. Los Demonios y Ángeles se congregaban alrededor del mundo como un miasma disforme. Solo los inmensos salones levantados por sus fundadores mantenían la locura a raya, encerrados detrás de un colosal muro conceptual de maldiciones y runas. Las palabras y susurros viajaron, a través del mar revuelto del caos, a través del reino de las almas. Los rumores se convirtieron en bestias literales, que correteaban por la locura, llevando su mensaje diabólico a todo aquel con el poder para comprenderlo.

Languideciendo en su reino de cristal y vidrio, los seres-mensaje se reunieron alrededor del cuerno de escucha disforme del Gran Hechicero Rojo. Magnus el Rojo, el vasto Señor de los Mil Hijos, se hizo consciente de este clan de psíquicos. Miró sobe su mundo, a través de su singular vista disforme, provocando que se volviera muy envidioso. Él debía poseer ese conocimiento.

En el 992.M46, después de siglos de tensos viajes a través de la aún más enloquecida y peligrosa Disformidad, llegaron visitantes a San-Vaagar. El Cognado se dio cuenta de ellos, cuando una nave, inscrita con runas prohibidas y curiosas, entró en órbita por encima de su mundo. Dentro de esa misma semana, un grupo de nueve aterrizó sobre el mundo psíquico. Estos nueve pasaron a través de la superficie de su mundo, sin caer en la locura por los fantasmas aulladores. Cuando llegaron a la puertas de las sesenta y seis torres del Cognado, ellos, increíblemente, atravesaron las poderosas barreras resguardadoras, su hechicería permitiéndoles abrir un trémulo portal directamente dentro del salón central del Cognado, ante la atónita mirada de los mismos señores-psíquicos.

Ante ellos habían nueve gigantes, adornados con oro reluciente y placas azules. Ocho de ellos estaban perfectamente de pie, con sus yelmos vacíos mirando impasivamente en su perfecta quietud. El noveno era, obviamente, un hechicero, su armadura siendo mucho más ostentosa que la de sus camaradas, su bastón sostenido libremente en sus pesados guantes. Este era Lord Severanus, el último en la línea de Bibliotecarios Jefe de la Cábala personal de Magnus de psíquicos y canalizadores disformes paganos. Arrogante, se dirigió a los líderes del Cognado directamente, ignorando todos los protocolos.

"Mis queridos doctores brujos y adivinos", pronunció. "Mi Señor, Magnus el Omnisciente, el Cíclope Rojo de todo el conocimiento, ha observado sus grandes trabajos, y está impresionado. Si lo desean, él permitirá a sus mayores pensadores en su propia gran Cábala. Todo lo que pide a cambio es conocimiento. ¿No es este un gran y misericordioso regalo?"

El segundo nivel estaba indignado, y los psíquicos tuvieron que concentrarse, con el fin de reprimir esos pensamientos asesinos. Las sombrías y encapuchadas figuras del Consejo de los Sesenta y Seis, los más grandes de todo el Cognado, estuvieron en calma. Por supuesto, ningún miembro habló verbalmente, pues incluso sus mentes estaban en silencio, mientras consideraban la desagradable propuesta de Severanus. Eventualmente respondieron, como una única voz de temible poder:

"No reconocemos a tu maestro. Su dios no es el nuestro, y su autoridad no domina aquí. ¡Largo, insecto!".

Ante esto, se dijo que Severanus estalló en un ataque de risa histérica. "¿Que no es su reino? ¡El Señor del Cambio tiene dominio por sobre todas las cosas! No crean que ustedes, amurallados en sus torres, son inasaltables. Reconsideren, ¡o morirán con seguridad! ¡Ante el pozo de la eternidad, su Cognado caerá, sin mi maestro!", proclamó el fangoso villano.

Otra vez, el Cognado lo despidió. En un arranque de ira, su paciencia se agotó. Severanus azotó con su mente venenosa, atacando al mismísimo líder del Cognado. De repente, el Salón central estaba sumido en el estruendo y la locura, mientras los Mil Hijos volvían sus bólteres sobre los psíquicos alrededor, los cuales a su vez golpearon con sus propios poderes. Severanus era un tornado de energía, con arcos de fuego azul y rosado erupcionando desde sí, mientras rayos y oscuridad flameante se derramaban desde sus guantes con garras. Los cuerpos eran volados con potencia de fuego. Los Astartes eran hechos pedazos, o forzados a desvanecerse del salón, mientras los poderes disformes fluían como aceite, a través del interior. Aún así, mientras Severanus era un tornado, los Señores del Cognado eran huracanes. Mechivoe, un maestro pirokinético, derramó fuego disforme sobre el perverso hechicero, quemándolo hasta su misma alma. Lord Severanus siseó en completa agonía, apenas pudiendo teleportarse desde el salón, de regreso a su nave en órbita.

De vuelta en su nave, su propia cábala de hechiceros, tanto humanos como Mil Hijos, comenzaron a tejer sus propias magias devastadoras en respuesta. Mientras se preparaban, el Crucero de Asalto Astartes liberó una carga de bombas incendiarias sobre las sesenta y seis torres del Cognado. Sin embargo, mientras la munición caía, fuerzas invisibles las quitaban de la realidad, o las hacían chocar entre sí en el aire, detonándolas inofensivamente, a kilómetros sobre las torres. Los poderes del Cognado eran así de grandes.

Luego, los Mil Hijos desataron su fuego de hechicería. Como dos naves a duelo en el vacío, las dos Cábalas lucharon sobre el plano psíquico, liberando poderes infernales y energías terribles, unos sobre los otros. Se crearon monstruos engendros maulladores, quienes atacaban las torres, solo para ser destruidos por docenas de portales de vórtice. Se alzaban espectros, y algunos eran desvanecidos. Durante seis años, las dos fuerzas psíquicas lucharon una contra la otra hasta quedar casi exhaustos. Aún así, el Cognado hizo el golpe final y decisivo. Un gran viento de origen disforme barrió imposiblemente a través del vacío, azotando a toda la nave estelar lejos de su mundo, lo que la obligó a entrar en la Disformidad contra su voluntad. Severanus, maldiciendo, fue derrotado. Poco más que un esqueleto carbonizado, apoyado por una servoarmadura quemada y encantada, Severanus se veía como el rostro de la muerte, mientras volvía caído en desgracia hacia su maestro.

Pareciera como si el Cognado hubiera vencido la profecía de Severanus y hubiera sobrevivido. Sin embargo, la guerra se cobró su parte. El Cognado vio que sus números menguaron durante los siguientes dos mil años. Las Naves Nulas se colarían en sus territorios, y los cazarrecompensas y mercenarios codiciosos robarían niños psíquicos desde sus camas, para ser vendidos como esclavos a los varios Imperios Secundarios, quienes pagaban generosamente por psíquicos entrenados por el Cognado. Los demonios les asaltaban constantemente desde el abismo, desesperados por devorar las suculentas almas dentro de su duro caparazón. Del mismo modo, las partidas de guerra del Caos, deseosas de probar su valía, enviarían guerreros constantemente a atacar al mundo, obligando a extender el poder del Sacren hasta dejarla como una fina capa, mientras luchaban contra una amenaza tras otra.

Así como todos los Imperios durante la Segunda Era de los Conflictos, fueron gradualmente erosionados, al igual que la marea erosiona la playa. No importaba su poder, después de todo no eran tan poderosos. Desesperados por nuevos reclutas y nueva sangre, el Cognado enviaba embajadores a través de la Disformidad, a ciegas esperando que éstos trajeran nuevos reclutas, o se contrataran a sí mismos a Imperios locales. Sin embargo, pocos regresaban. Muchos eran simplemente asesinados en la Disformidad, pues sin el Astronomicón, los viajes a largas distancias eran, en esencia, suicidas. Aquellos que sobrevivían se encontraban en la situación de no desear realizar el viaje de vuelta, y en su lugar ofrecían sus servicios a cualquiera que pudiera ofrecerles seguridad, o pagarles. A menudo, simplemente eran esclavizados y torturados. Unos escasos pocos fueron empleados por los poderosos señores de Imperios Secundarios enteros, o se convirtieron en capitanes de grandes cruceros.

Mientras tanto, el Cognado se volvió agotado y angustiado. El Segundo Nivel se desilusionó con el nivel superior, y varias guerras civiles estallaron intermitentemente, costando incluso más vidas de las que pudieron escatimar. Eventualmente, para el 992.M48, cuando un grupo de la Liga de La Purga entró al sistema, los psíquicos (muchos de los cuales eran de segundo nivel e inferiores) fueron incapaces de prevenir que La Purga lanzara insensiblemente múltiples bombardeos víricos sobre el mundo, enfermando a todos sobre él. Tal es el precio de la esperanza en esta galaxia post-Imperial.

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