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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Los T'au alcanzaron la cúspide de sus poderes en un tiempo donde la extinción estuvo mucho más cerca que nunca antes en su historia. El desesperado punto muerto infligido sobre las legiones inmortales de Necrones del Portador de la Noche estaba resquebrajándose, y la gran alianza de razas xenos comenzaba a astillarse bajo la furiosa acometida de esta interminable guerra. Billones de Armaduras de Combate Drones eran producidas cada pocos minutos, inundando a cientas de diversas zonas de guerra simultáneamente a través de un frente de mil quinientos años luz de extensión (aunque cabe señalar que, como en cualquier campaña espacial, las batallas se luchaban realmente a través de “saltos de rana” entre sistemas almenados sin cesar, desde cada vector posible).

La civilización T'au siguió desarrollándose a buen ritmo. Cada año se creaban nuevas máquinas e invenciones. Los fondos de las Castas de la Tierra y el Fuego eran casi ilimitados; nada se les negaba. N'Dras se convirtió en el centro de I+D del Meta-Imperio. Científicos de cada raza vasalla acudían al mundo Sept para ayudar a desarrollar la siguiente generación de máquinas de guerra hiper-avanzadas.

En el 823.M55, la primera nave Clase-Shas'N'Drassir'Kais'Por'Vanos (conocida no oficialmente como ‘El Idealista’ por sus constructores) fue finalmente comisionada. Era la nave T'au más avanzada construida hasta ahora. Estaba completamente controlada por drones, con una extensa super-mente gobernando cada aspecto de la nave, con solo una pequeña tripulación como equipo de mantenimiento requerida para permanecer a bordo de la elegante pero sustancial nave. Contando con espacio extra debido a la reducida tripulación, la nave podía montar sensores superlumínicos más sofisticados y experimentales, así como un conjunto mejorado de los sistemas de armas más poderosos diseñados por los genios T'au. El Idealista además contaba con un motor que era capaz de realizar múltiples ‘buceos disformes’ en rápida sucesión, haciéndola incluso más rápida en viajes superlumínicos que las viejas naves del antiguo Imperio. La Casta Fio estaba ansiosa en producirla en masa y exportarla a la líneas del frente tan pronto como fuera posible, pero Aun'Va revocó este pedido directamente. El Idealista necesitaba ser probado en una zona de guerra más allá de los Necrones (de otra forma, los C'Tan podrían aprender de sus capacidades demasiado pronto, y diseñar una contra-estrategia para ellas). Fio'Tunsenig protestó más fuertemente. ¿Cómo iban a probar un arma lejos de los Necrones? Toda la Franja Este era parte de la zona de guerra, argumentó.

El ingeniero de la Casta de la Tierra no podría haber dado cuenta en el momento (o después, siendo honestos, luego que su mente fuera limpiada de heterodoxia por miembros de la Casta psíquica M'yen), pero los T'au tenían un medio para encontrar una zona de guerra más allá de la Franja: la Puerta de Jericó. Este antiguo camino de tránsito interestelar, diseñado por los Ancestrales para un propósito no registrado en este archivo, conectaba al Imperio T'au con el Sector Calixis, al lado opuesto de la galaxia. Durante años se hizo un esfuerzo supremo para asegurar que la puerta no fuera hallada por los C'Tan, pero era considerada una causa valiosa por Aun'Va. De esta forma, El Idealista fue enviado a través de la puerta. Su misión era derrotar a fuerzas locales, y almacenar telemetría de su rendimiento, antes de regresar segura al espacio T'au, con su tripulación intacta.

Y así, apenas una semana después que este decreto fuera emitido, la puerta de Calixis volvía a la vida una vez más, y El Idealista emergía dentro del sector en un resplandor de energías funestas. Por varios siglos, los T'au habían compilado telemetría y modelos estelares del sector Calixis, y habían rastreado cuentas de la Tercera Esfera de Expansión para preparar al Idealista para su primer viaje. Tales esfuerzos fueron inútiles, pues Calixis había cambiado totalmente.

Ya no había hombres sobre sus mundos. O al menos, no hombres reales. Solo estaban los hombres anélidos, que eclosionaban y se retorcían sobre la superficie de los oscuros Mundos Criadero de los Slaugth. Tan pronto como el Idealista entró al sector, los sensores pasivos los detectaron, y se propagaron mensajes entre las naves Terrorformadas de los Slaugth, que buscaban localizar al intruso.

El Idealista estaba esperándolos. Utilizó sus sensores especializados para detectar naves enemigas antes que llegaran, y cronometró sus salvas para maximizar el daño tan pronto como las perturbadoras y angulosas naves de los hombres-gusano salieran de la Disformidad. Haces de partículas cizallaron a través de la primera escuadra de naves, y estos haces fueron luego usados como designación para las siguientes salvas de misiles de fase y bombas gravíticas, que pulverizaban a las naves enemigas una a una. Los ingenieros a bordo estaban aterrados y asombrados en igual medida, mientras observaban a su creación infligir tal horrenda destrucción sobre las hórridas naves alienígenas con un frío profesionalismo. Las batallas entre los Slaugth y la nave T'au continuaron por varios meses. Allí donde la presión de los Slaugth era demasiado grande, y su tecnología esotérica parecía llevar la ventaja, el Idealista, sin esfuerzo, les negaba su objetivo, y se zambullía en la Disformidad a una ubicación distinta regularmente.

Además, cada vez que escapaba, dejaba docenas de naves dañadas o inválidas a su paso. Esto debilitaba notablemente a los Slaugth, y este amargo combate alcanzó su clímax en el sistema Lathes. Los Lathes eran enormes mundos penitenciarios, donde los Slaugth torturaban y experimentaban sobre los actuales habitantes del sector. También resultaban ser una de las instalaciones de los hombres-gusano mejor defendidas de la región. Cuando el Idealista emergió en su espacio, los Slaugth estaban listos, desatando un extraño campo disruptor de energía que impedía brechas disformes en la vecindad local. Fue entonces cuando sus odiosos leviatanes de Naves Capitales se aproximaron sobre el Idealista. Cada una de las tres titánicas barcazas eran como enormes ciudades colmena flotantes, plagadas con naves de ataque y escoltas subsidiarias. El Idealista, sin importar las desesperadas protestas de sus ingenieros francos, declaró que debía ir a la lucha. Era el curso lógico de acción, sin importar las apariencias; sea lo que fuera que la mantuviera encadenada a los Lathes era función de tecnología Slaugth. En consecuencia, todos sus activos tecnológicos debía ser eliminados si querían ser libres.

Lo que ocurrió después es fuente de muchas leyendas entre los anales de la población oprimida de Slaugth-Calixis. El Idealista se dirigió al centro del sistema Slaugth, donde los varios pozos gravitatorios y fenómenos astronómicos eran más feroces. Las tres naves enemigas no tenían más opción que seguirla para entablar combate. El Idealista se desplazó dentro del alcance de las formidables armas orbitales de los tres mundos primarios, así como de las tres naves-enjambre anélidas. Era una carrera suicida...

Para una nave con un cerebro limitadamente biológico. Pero el Idealista poseía armas que podían distorsionar y manipular la gravedad, y sistemas capaces de pensar a una escala no vista desde que los Hombres de Hierro caminaron entre las estrellas como iguales a los Hombres de Piedra. La super-nave T'au desvió y esquivó las temibles andanadas, dirigiendo estas armas a atacar a sus propias naves mientras éstas intentaban maniobrar dentro de los intensos campos gravitacionales. En un momento, el Idealista se batió a duelo con las tres Naves Capitales a la vez; haces de lanza y cañones de iones brillando en todas direcciones mientras se desplazaba y nadaba a través del vacío como cierta clase de predador oceánico. Finalmente, a través de un complejo sistema de rayos tractores y descargas inmovilizantes, el Idealista atrajo a una de las naves Leviatán dentro de la órbita terminal de uno de los Lathes, los hombres-gusano allí chillaban y se agitaban con angustia, cayendo dentro de masas de gusanos revueltos mientras observaban con pánico impotente; el suelo se avecinaba grande en sus pantallas visoras.

El impacto sacudió los mismos cimientos del mundo penitenciario, y por un momento, una nueva estrella estaba naciendo sobre la tierra. Un fábrica-espira completa fue derribada a las corroídas profundidades del manto del Lathe, y un estallido volcánico de catorce kilómetros de alto golpeó la estratosfera. Las placas tectónicas colisionaron, y los muros de la prisión alrededor del planeta se quebraron al unísono, mientras se sacudían en pedazos por el demoníaco estruendo del impacto. Muchos seres escaparon de las prisiones ese día. Muchos fueron a unirse a movimientos de resistencia o imperios interestelares vecinos, mientras que hubo uno que fue liberado, que nunca debería haberlo sido. La retrospección nos permite ver lo que crearía en el último de los Días, pero a un tiempo que es apenas una nota al pie en la historia. No sabemos si fue él el artífice del colapso de tantas naciones, y trajo consigo al aborrecimiento-ascendente. Pero eso es otra historia que se contará en un momento posterior.

Volviendo a la furiosa batalla naval a la sombra de los Lathes, el Idealista había roto el bloqueo Slaugth de la Disformidad, y logró retirarse de los furibundos refuerzos Slaugth. Fue una victoria cierta, pero dejó a la nave dañada, y su navegador la desvió totalmente de Calixis, hacia espacio que nunca había sido cartografiado por ningún erudito T'au. Es probable que los T'au hubieran orado por la oportunidad de pasar desapercibidos y auto-repararse, antes de intentar regresar a Jericó. Pero, por desgracia, no iba a pasar; ya se había propagado la noticia al Imperio de las Explanadas, de aquella solitaria nave que pudo enfrentarse a la fuerza de toda la armada Slaugth, sola, y triunfar. Bajo el Alto Canciller, Verridium Silon LXIII (un descendiente directo del primer Emperador de las Explanadas, Ambraesk Silon), este Imperio había creado fuertes vínculos comerciales con cada civilización e imperio a cuatrocientos años luz a la redonda. Ahora, cada facción en el área les estaba dando caza; algunos con el objetivo de apropiarse y estudiar la tecnología de la nave, como el Imperio de Vulkan o la Confederación Viae de Dependencias Alienígenas. Otras simplemente la cazaban por la emoción que suponía. Esto incluía a los Caballeros Sangrientos de Baal, y al infame Rapax de Khorne Mawdredd, uno de los Almirantes más infames de Abaddón.

Los ingenieros de la nave T'au intentaron razonar con el Idealista. Tenía que ir a toda velocidad a través de la puerta de Calixis, y volver a T'au. De seguro ya tenían suficientes datos. Sin embargo, los sistemas de la nave decidieron que era necesario derrotar a las fuerzas locales. A todas ellas. La pequeña tripulación se dio cuenta, temerosos, lo que planeaba la nave. Iba a acabar con todos. Desesperadamente, los ingenieros Gue'vesa y Fio intentaron irrumpir en los sistemas computarizados de la nave (pues se sospechaba que el daño causado por los Slaugth había provocado de alguna manera que la nave perdiera la pista del Bien Supremo). La nave casi los mata en su resistencia; ventilando la atmósfera en un intento de someterlos. Cuando la nave se dio cuenta lo que estaba a punto de hacer, vio que su tripulación no estaba a salvo a bordo. Los depositó sobre el mundo habitable más cercano, y se arrojó al vacío, a la búsqueda de piezas de repuesto.

Las encontró sobre el mundo civilizado de Ganner Haktar. Irónicamente, la entrada del Idealista en este sistema era una bendición para los Haktarianos. Esto era porque estaba bajo ataque por una flota mercenaria de xenos hostiles, que intentaban saquear el mundo por sus materias primas. La llegada del Idealista instantáneamente volteó las tornas en el encuentro naval. Al cabo de una hora, la flota enemiga estaba retirándose del sistema, mientras varios otros simplemente ardieron en órbita, a la deriva y sin potencia. En gratitud, los Haktarianos transportaron suministros al Idealista. Extrañamente, éste respondió paralizando a los transbordadores y remolcadores, y capturando sus suministros, antes de neutralizar a las defensas Haktarianas. La nave T'au las reconoció como combatientes que debían ser eliminados. Una vez fueran destruidos, salvó a los ciudadanos debajo; era una nave militar, no una herramienta de carnicería.

En contraste, la barcaza de guerra de Mawdredd, la Fauce Osificada, era mucho más una herramienta de carnicería. Tenía un legado de brutalidad tejido en su mismo casco, pues era una nave enmarañada de piezas, consistente en varios componentes de naves robados, toscamente unidos en su forma propia. La barcaza se veía como una gran lanza serrada, cubierta en la armadura de sus enemigos y de alguna forma ungida en sangre fresca, la cual nunca se empañaba o congelaba en el frío vacío. La Fauce Osificada irrumpió en el sistema, y sus canales de vox instantáneamente estaban vivos con rugidos rebuznantes y retos bestiales. Flanqueando a la mordaz nave habían naves hermanas más pequeñas, igual de destartaladas pero casi igual de temibles. La flota de Mawdredd no dudó ni un segundo. La gran mayoría de las naves se dirigió al planeta debajo, buscando una oportunidad para saquear y asesinar a su población. Aún así, la Fauce Osificada y sus escoltas solo tenían ojos para un único premio; el Idealista.

Mawdredd se levantó de su trono, arrojando su capucha de piel humana, y aullando como un canino maníaco, antes de ordenar que los torpedos se cargaran, las baterías principales se armaran, y los botes de asalto estuvieran listos para combate cerrado. Entonces, la Fauce Osificada centró su proa, en forma de una gran fauce colmilluda, directamente hacia el Idealista.

“¡Velocidad de ariete! ¡Velocidad de ariete! ¡Aplástenlos! ¡Atraviésenlos, maldita sea! ¡Destruyan sus tripas!” gritaba el vox personal del capitán, haciendo eco a través de la forja infernal de nave, y sus (poco claras) órdenes fueron obedecidas de la mejor forma que sus esclavos y jefes del pozo podían entender.

Pero el Idealista no lucharía así. No lucharía a tan solo seis mil kilómetros; tales distancias suicidas son casi lucha cuerpo a cuerpo en términos navales. La nave T'au mantuvo a sus enemigos a raya con salvas controladas y mordazmente precisas y andanadas perfectamente cronometradas. Se aseguró que los bloques de motores y los sistemas de conducción de la armada de Khorne fueran el primer objetivo, hábilmente manteniéndose fuera del rango de los andanadas implacables de las naves caóticas. Mawdredd deliró en su frustración, mientras su nave continuaba perdiendo poder. Aleatoriamente, destrozó a gran parte de su equipo de apoyo, y dio un puñetazo a su propia pantalla (durante el resto de la batalla, solo tenía a la voz de su timonel para ayudarle a determinar qué pasaba más allá del puente). Sistemáticamente, el Idealista soportó la lluvia de fuego de las sobrepasadas escoltas y barcazas de la Fauce Osificada, mientras las destruía en sincronía. Finalmente, el Idealista se encargó de la nave de Mawdredd. Se acercó a la barcaza desde debajo de ella, forzándola a girar sobre su eje para intentar capsular sus soportes con sus andanadas, pero el Idealista evitó esta acometida con una gracia calma. Cañones de riel y haces de lanza tallaron los flancos de la Fauce, reventando sus escudos luego de unos pocos disparos. Entonces, las armas de energía comenzaron a arder entre secciones del casco. Cubiertas enteras fueron anuladas, otras explotaron en llamas y quemaron vivos a sus habitantes.

Pero la Fauce Osificada aún luchaba. Lo peor para el Idealista era que debía acercarse aún más para apuntar con mayor precisión sus cañones de iones. Esto permitió a las olas de botes de asalto incrustarse en ella. Los abordantes encontraron que prácticamente no había espacios internos para poder entrar a la nave, así que simplemente se aferraron a su corteza, y volaron trozos de su casco con sus cargas de sabotaje y bombas de fusión; inútilmente, pero irritantes a fin de cuentas. Tales distracciones afectaron a las torretas del Idealista, y les hacía más difícil concentrarse en aniquilar a la Fauce Osificada, que aún se resistía a morir. Con una última descarga devastadora de misiles, el Idealista destruyó las baterías de armas estelares en una gran conflagración. Esto destripó efectivamente a la nave de Khorne. Con ello, el Idealista escapó del sistema exterior a través de la Disformidad, a su libertad.

El Idealista no encontró ninguna paz a través del plano galáctico occidental. En Elebor, evadió a las flotas vigilantes de los Q'orl. La nave luchó contra una flota persecutora de los Manos de Hierro que la detectaron en las fronteras de Armageddón, y destruyó a una formación de Manadas de Lobos dentro de espacio no cartografiado. Más temprano que tarde, el Idealista se convirtió en una leyenda infame; la nave de los muertos. La nave que podía verlo todo, aquella que no podía ser destruida.

Podría perdonarse el hecho de pensar que la Fauce Osificada, a diferencia del Idealista, era bastante más mortal, y habría muerto en órbita alrededor de Haktar. Tales visiones no toman en cuenta la determinación sanguinaria de Mawdredd. A pesar de que la nave sufrió tormentas de fuego de destello masivas y sus mamparos colapsaron, furiosamente lideró a sus secuaces a las cubiertas inferiores, arrastrando a ingenieros y Tecnosacerdotes capturados consigo. Se controlaron los fuegos, pero la Fauce Osificada permanecía sin motores impulsores, y sus cubiertas de armas estaban casi completamente destruidas. Era un pecio en todos los aspectos, salvo el nombre. Se dice que cuando uno de sus comandantes de apoyo sugirió que abandonaran la naves y conquistaran el mundo debajo, en vez de perseguir a ‘esa nave del demonio’, Mawdredd le abrió desde el cuello hasta el ombligo.

“¡Que Khorne maldiga tus ojos! Aún no estoy muerto. ¡Tengo su esencia en mi nariz! ¡La Fauce se moverá de nuevo, aunque tenga que llevarla a rastras!”.

Su eventual solución era cuanto menos insana, uno podría argumentar. Entre sus sangrientos sueños de venganza y cascos ardiendo, Mawdredd recordó las leyendas de los primeros cohetes humanos; historias rasgadas de las mentes de viejos marineros hace tiempo masacrados por el anciano Rapax. Las naves más antiguas; los cabalga-bombas de Orión. Mawdredd ordenó que quitaran toda la munición restante en las armerías y las bóvedas; minas pesadas, cargas de fisión, munición de magma para bombardeos, y varios otros dispositivos y tecnologías altamente explosivas. Ordenó que saquearan incluso sus almacenes de torpedos. Luego de esto, ordenó que reforzaran la popa de la nave con placas de adamantio, las más espesas posibles. Nadie se atrevió a cuestionarlo, y sus guardaespaldas híbridos-demonio cubiertos de bronce aseguraban que sus órdenes se cumplieran sin duda. Sin embargo, cuando finalmente reveló su plan, gran parte de su tripulación le juzgó loco (El resto de su tripulación también lo hizo, pero estos necios babeantes estaban tan enloquecidos como él, y deseaban poner en marcha a la nave una vez más, sin importar el costo). Mawdredd ordenó que los montones de sus municiones sobrevivientes fueran eyectados desde la popa de la Fauce Osificada, y ordenó que las detonaran secuencialmente. La Fauce cabalgaría sobre la fuerza nuclear de su explosión, permitiéndole alcanzar la distancia necesaria para activar sus motores disformes semi-funcionales.

La gente de Haktar observaba en un asombro repulsivo, mientras el cielo nocturno se iluminaba con cientas y cientas de explosiones espectaculares, que parecían ondular través de los cielos en un amplio arco de fuego. Mawdredd cacareó alabanzas desde su puente arruinado, mientras la Fauce Osificada emergía del sistema sobre la cresta de una conflagración nuclear. Ignoró los alaridos piadosos de los marineros que ardían en las secciones traseras de la nave, y los insidiosos quejidos del metal torturado en la nave mientras sufrían la titánica tensión de las explosiones a esa proximidad. La Fauce Osificada se movía de nuevo. La nave solo aumentó su velocidad a través de la Disformidad. Mawdredd sacrificó a cientos de su propia tripulación, arrastrando a una verdadera ola de demonios junto a su nave, impulsándola a través del Inmaterium con todo el poder volcánico suicida y enfurecido que pudo conjurar en el mar de almas. El casco ardió con las garras de cosas demoníacas informes y colgando. La odiosa mente de Mawdredd se enfocaba solo en una cosa; el Idealista. Esa maldita nave no se le escaparía. No mientras su cráneo permaneciera fijo a su espina dorsal.

El Idealista luchó más de setenta encuentros en la Franja Oeste al cabo de tres años. Ni una vez fue derrotada, aunque se encontraba severamente dañada. Sus rayos tractores estaban arruinados, sus almacenes de misiles estaban totalmente agotados, y sus escudos eran esporádicos y fallaban. Los drones de mantenimiento producidos desde sus bóvedas intentaban lo mejor que podían en reparar las varias fallas y daños casi invalidantes; carecían de las habilidades sofisticadas e imaginativas de los ingenieros T'au y humanos. El Idealista se dirigió a toda prisa hacia el mundo donde depositó a su carga mortal. Sin embargo, cuando llegó, los escáneres mostraron que se habían ido. Pero no estaban muertos, pues el Idealista detectó más señales; las estelas indicadoras de naves recientemente entrando a la Disformidad. Los ingenieros del Idealista habían sido capturados. Tenía que salvarlos, sin importar el costo, pues los milagros tecnológicos que permitían existir al Idealista estaban contenidos dentro de sus mentes. En caso que cualquier rival enemigo obtuviera tal conocimiento, sería un día oscuro para el Meta-Imperio T'au. La nave-dron instantáneamente emprendió un rumbo de persecución, con el fin de alcanzar el destino de los secuestradores antes que ellos, y cortarles el paso antes que llegaran a su hogar. Sin embargo, el Idealista estaba dañado, y ya no podía acelerar a tales inmensas velocidades. Apenas se las arregló para seguir el ritmo de las aceleradas naves mientras huían con sus premios sellados en sus compartimientos de carga. El enemigo empleó extraños motores disformes que escupían cientos de almas miserables a su paso, como rastros de vapor desde un jet. El Idealista no conocía los Motores Excruciador de la Unión Teológica, o cómo potenciaban sus naves a través de gritos de psíquicos alimentados dentro de sus hornos de almas como carbón diabólico.

Los veloces cruceros de la Unión Teológica llegaron primero, y sus nuevos esclavos fueron llevados al Fuerte Estelar Purga de Von Drannen, el laboratorio fortificado del sirviente más confiable y malvado del Eclesiarca Ceylán; el demente Sacerdote Mechanicus Deng Vaal. Dentro de sus cámaras, él comenzaba sus varios horrendos tormentos sobre la temblorosa carne azul de los T'au. Ceylán deseaba una flota de naves, lo suficientemente poderosas para romper la retaguardia del Imperio de Vulkan, permitiéndole unificar a la humanidad bajo la veneración del Emperador de las Tierras Devastadas. La Purga de Von Drannen estaba resguardada por una flota destacamento de sector entera, incluyendo cruceros personalmente modificados y mejor armados por el mismo Deng Vaal. Esta era la heredad propia de Lord Vaal, y el asiento de su poder. Si él podía desarrollar una flota con armas avanzadas, ya no tendría que inclinarse ante Ceylán. Podría tomar a la Unión Teológica para sí mismo. Había también instruido a sus cruceros a no esconder el rumbo que tomarían hasta su Fuerte Estelar; esperaba que el Idealista les siguiera. Si podía capturar tanto a la nave como a los ingenieros, su tarea sería mucho más simple.

Pronto, sus deseos fueron satisfechos, mientras el Idealista irrumpía desde la Disformidad, con todas sus armas en funcionamiento ardiendo. Sin embargo, era el momento en que el Idealista sería superado. La nave T'au fue abatida y herida por mil cortes, mientras las naves de Vaal estaban frescas y bien suministradas. Surgieron al combate, una tras otra. Aunque el Idealista les superaba en alcance, ellos no temían estar bajo el rango de la nave, mientras se acercaban con sus propios proyectiles de corto alcance. Torpedos irrumpieron a través de la piel del Idealista en abrasadoras flores de fuego de plasma, mientras las lanzas irrumpían dentro de sus flancos desde cada ángulo. Pero el Idealista luchó, el miedo algo no conocido por su cerebro artificial. Dentro, los drones explotaban y las bodegas de almacenamiento se hacían pedazos producto del bombardeo de las naves Teológicas. Pero seguía adelante, lanzando toda la munición que aún poseía. Destrozó a varias naves menores con las últimas salvas de misiles de fase que atravesaban el escudo y los cascos, detonando dentro de las mismas cubiertas. Deng Vaal observó esta batalla desplegada desde sus aposentos personales a bordo del Fuerte Estelar, dedos apretados como garras en los brazos de la silla, ojos decididos y esforzados para distinguir el estado de la nave enemiga. Habría ordenado que lisiaran al Idealista, no que lo destruyeran. La necesitaba relativamente intacta.

Pero la lucha la había agotado. Sus propulsores de maniobra estaban casi destruidos irreparablemente, y sus bancos de armas estaban totalmente secos. Incapaz de derrotar a su enemigo, desvió simplemente toda su energía hacia sus escudos, mientras desesperadamente intentaba calcular un método de victoria.

El crucero Teológico al mando se volvió entonces, desplazándose cerca para una andanada lateral completa. Los Macrocañones fueron cebados y activados a todo el largo del flanco de la nave estelar humana, y las soluciones de disparo se calcularon tan rápidamente como sus Servidores y cogitadores lo permitían. Fue entonces cuando la realidad parecía distorsionarse y retorcerse en un espacio de quince mil kilómetros en el puerto de la nave Teológica. Momentos después, los colmillos de la Fauce Osificada salieron desde el infierno a velocidad tremenda. El Capitán Teológico gritó por maniobras evasivas, pero ya no había esperanza. La Fauce Osificada aró a través del babor del crucero, antes de erupcionar espectacularmente desde el flanco estribor. La nave Teológica fue arrojada de su curso por la fuerza del impacto de la barcaza, y las dos naves parecían fijas en un vals silencioso en el vacío mientras chocaban una a la otra. Mawdredd, desesperado en asesinar a su enemigo, abordó la nave que acababa de impactar. Él y sus demonios de bronce mataron a toda la tripulación Teológica, y envió a sus propios técnicos sobrevivientes a tomar el control de los motores principales de la nave. Este evento provocaba una vista más bien desconcertante; en medio de la batalla naval, la nave insignia Teológica aceleró hacia el Idealista, con una barcaza de guerra de miles de kilómetros de largo interpuesta como una barra transversal de un cruciforme en su vientre, mientras ambas naves ardían en llamas.

La atención de la flota Teológica cambió hacia esta nueva y surreal amenaza. Pero incluso aunque sus andanadas arrancaban grandes trozos de las dos naves entrampadas, continuaban propulsándose hacia el Idealista. Mawdredd abrió todos sus canales de vox, y comenzó a gritar con júbilo asesino para que todos lo oyeran. Su puente había sido cortado por la barredura de un haz de lanza, pero a Mawdredd ya no le importaba, mientras se levantaba de su asiento. El aire resoplaba desde su puente bisecado, y toda su tripulación fue instantáneamente absorbida por el vacío excepto él mismo, gracias a su prodigiosa fuerza. Esto le importaba poco; él podría ver ahora al Idealista cernirse delante, a apenas seis kilómetros de distancia, y él silbó un suspiro estremeciéndose de placer en su máscara de respiración. Fue entonces cuando la nave T'au bajó sus escudos. Demasiado tarde, Deng Vaal se dio cuenta qué es lo que intentaba hacer la nave-dron, y ordenó desesperadamente a sus naves que se retiraran, fuera de peligro.

La Fauce Osificada estaba a apenas un kilómetro del Idealista cuando este último hizo detonar todos sus núcleos disformes a la vez. Por el nanosegundo antes que Mawdredd el Rapax fuera totalmente atomizado, posiblemente se haya dado cuenta que se le hubo negado su presa, mientras su alma caía gritando al lago de fuego de Khorne. Deng Vaal había estado mirando al Idealista a través del telescopio de su observatorio cuando explotó en un resplandor cegador. Esta ceguera fue bastante literal en el caso de Deng Vaal, y él gimió mientras se tambaleaba desde su observatorio, con sus retinas hirviendo en su cráneo. Le habían despojado de su vista y de su último premio.

Pero aún poseía a los T'au.


[Pausa del compilador. La cámara está siendo atravesada. Reubicando instalaciones de documentación de archivos. Por favor espere.]

Perdónenme. Los Draziin-matas han conseguido entrar. Se acaba el tiempo. Debo reubicarme en una galería más profunda en este archivo. Recen por mí, oh futuros lectores. Veo reptar a aquellas negras formas. Estoy seguro que los centinelas de la Biblioteca podrán encargarse de ellos por ahora. Pero debo escapar. Esto es demasiado importante.

[Crónica pausada.]
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