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Simbolo tzeentch

Marca de Tzeentch

Tzeentch, también conocido como El Que Cambia Las Cosas, es el Dios del Caos del Cambio, la Evolución, la Intriga y la Hechicería, el que teje los hilos que conectan todas las acciones, tramas y sutiles intrigas en un juego de manipulación y subterfugio a escala galáctica. Al final de cada uno de esos hilos se encuentra la engañada alma de un títere humano; aquellos de sus sirvientes y agentes que creen que sirven al Señor del Cambio en pactos con un beneficio mutuo.

La verdad es que todo acto de Tzeentch ha sido planeado con el fin definitivo de colocarse como el Poder del Caos preeminente en la Disformidad. Por supuesto, la misma naturaleza del Señor de la Entropía hace que, en caso de que obtuviese su triunfo, aún seguiría buscando crear perturbaciones y cambios. Siempre está construyendo, incluso mientras sus artefactos se deshacen por su propia complejidad. Al mismo tiempo, es el Dios del conocimiento y la comprensión, y sus devotos pueden ser aquellos que buscan un entendimiento mayor de un universo a menudo enigmático.

Visión general[]

Tzeentch es conocido por muchos títulos por toda la galaxia, incluyendo El Que Cambia Las Cosas, el Amo de la Fortuna, el Gran Conspirador y el Arquitecto del Destino. Él es el Gran Hechicero, el Dios de la Hechicería y la Transformación, y el dueño del cambiante curso del destino y el tiempo.

En muchas formas, Tzeentch es el Dios Oscuro mejor y peor conocido de todos. Casi todos saben que es el Dios del Destino, los planes y maquinaciones, así como el Dios que ejemplifica la siempre cambiante naturaleza de la Disformidad. Tzeentch personifica la tendencia de los mortales hacia la mutabilidad y el cambio, el impulso por evolucionar y manipular. Este espíritu está presente en la esencia de toda criatura viviente desde la primera división de células en el útero hasta el ansia final por sobrevivir. Es en los corazones de aquellos con el mayor deseo de prevalecer donde Tzeentch susurra su insidiosa promesa, ofreciendo la vida eterna a aquellos que no desean aceptar la muerte y el olvido como algo inevitable.

Tzeentch ejerce su influencia sobre el reino de los mortales mediante sutiles manipulaciones y engañosos planes. Las víctimas de su corrupción son hechiceros atraídos por la promesa de conocimientos prohibidos, estudiosos en busca de conocimiento a toda costa, políticos tentados por el poder que aporta el conocimiento para superar a sus oponentes. El verdadero poder de Tzeentch es la hechicería, y como toda la hechicería fluye desde el Inmaterium, Tzeentch también es el amo de ese medio retorcido y caótico de energía psíquica.

El Que Cambia las Cosas favorece las estrategias sutiles como la adulación, la conspiración y la tentación. Más de un gobernador o militar se habrá visto comenzando una carrera con la mejor de las intenciones solo para acabar ascendiendo por medio de pactos que no pretende cumplir, pasando por encima de los demás o tomando atajos moralmente dudosos. Nadie es inmune a las maquinaciones de Tzeentch pues, mientras alguien albergue aunque sea una chispa de ambición en su alma, el Que Cambia las Cosas la utilizará para sus fines.

Aunque es imposible comprender los objetivos y la filosofía de una entidad como los Dioses del Caos, y menos el Señor del Cambio, para Tzeentch el mero acto de maquinar y entretejer los breves destinos de los mortales es propósito suficiente. No hay un final para sus planes pues no desea que lo haya para la creación de cambios. Esta es la contradicción inherente a Tzeentch: está destinado a no obtener ningún premio definitivo, pues obtenerlo sería el fin de la ambición y el cambio y, por tanto, el fin del Señor del Destino.

Tzeentch es el Dios del Caos con mayor influencia sobre los demás Poderes Ruinosos. En ocasiones, los Dioses del Caos deben unirse y actuar conjuntamente si quieren que sus planes individuales den fruto, y siempre es Tzeentch quien negocia estas escasas alianzas del Caos Absoluto. Sin embargo, Tzeentch nunca actúa por altruismo, y puede garantizarse que cada vez que interviene para unir a los Poderes del Caos lo hace sólo con sus propios fines en mente. El principal rival del Señor de la Hechicería es Nurgle, el Señor de la Plaga. Mientras que Tzeentch busca construir y evolucionar constantemente, el Señor de la Putrefacción sólo desea derribar y disolver, romper y destruir, o mantener el statu quo y el orden natural de las cosas. En innumerables ocasiones los intrincados planes de Tzeentch han sido desbaratados por la maligna influencia de Nurgle y viceversa, y los siervos daemónicos y mortales de los dos Dioses del Caos se enfrentan tan a menudo entre ellos como contra sus enemigos mutuos del Imperio.

El Culto de Tzeentch[]

Caos hechicero de tzencth

Señor de la Transformación de Tzeentch.

Menos individuos y Cultos del Caos caen ante las tentaciones de Tzeentch que ante las del resto de Poderes Ruinosos, pues los beneficios que ofrece el Señor de la Hechicería son menos tangibles e inmediatos que los placeres sensoriales de Slaanesh, la enferma inmortalidad de Nurgle o la fuerza sedienta de sangre de Khorne. En vez de eso, la adoración a Tzeentch atrae a aquellos que valoran el conocimiento, especialmente el secreto y prohibido, y el poder que conlleva poseerlo.

Con todo, los sirvientes de Tzeentch son muchos, y muchos de ellos sin saber que lo son. Mientras que alguien puede pensar que está avanzando en sus propios objetivos mediante la manipulación o la traición puede que, en realidad, sea el Dios del Cambio quien mueve los hilos tras bambalinas.

Los maquinadores e intrigantes se ven atraídos hacia Tzeentch, especialmente los estudiosos o aquellos que necesitan poderes psíquicos o hechiceros, o conocimientos secretos y prohibidos, para lograr sus fines. Políticos y líderes, magísteres y Cultistas del Caos, todos ellos se ven atraídos a lo largo de los retorcidos caminos del destino, usando a Tzeentch para obtener sus sueños y aspiraciones, aunque todos acaban por tener un papel en las eternas maquinaciones de Tzeentch. Ningún hombre puede comprender por completo la naturaleza de los planes intrincadamente entretejidos de Tzeentch, e intentar hacerlo sólo puede llevar a la locura. Y aun así Tzeentch no tiene ningún gran plan, ni ningún objetivo definitivo por cumplir.

Algunos de estos adoradores se convierten en hechiceros muy poderosos, pero Tzeentch tiende a mutar a sus seguidores, y se dice que los niveles más altos de poder son difíciles de alcanzar para sus seguidores, pues a menudo se ven mutados hasta convertirse en las bestias sin mente llamadas engendros del Caos antes de poder descubrir los misterios más potentes que ofrece el Señor de la Transformación. Aquellos que sí logran un gran poder al servicio de Tzeentch, no obstante, son enemigos extremadamente poderosos que suelen ser grandes Hechiceros del Caos a la vez que fuertes guerreros.

Además, mientras que Khorne rechaza la hechicería, la intriga y la sutileza en todas sus formas, Tzeentch no tiene reparos en utilizar y manipular la fuerza bruta cuando le viene bien. Así, mientras que Khorne no posee hechiceros a su servicio, Tzeentch reúne ejércitos de guerreros de todas partes: cualquiera que genere un gran cambio, ya en sí mismo, ya en sus alrededores, puede ser objeto de la atención del Señor del Cambio.

Aunque la corrupción de Tzeentch es la menos común en el Imperio, es la más temida por la Inquisición, pues sus seguidores son los siervos más poderosos del Caos y los más hábiles a la hora de esconderse a sí mismos y a sus complicadas tramas de la luz del Emperador.

Representaciones del Dios[]

Tzeentch1

Tzeentch, El Que Cambia Los Caminos, el Gran Mutador, el Gran Hechicero.

Tzeentch es, sin duda alguna, el más perturbador y menos comprensible de todos los Dioses del Caos. Allí donde todos los Dioses toman ciertos aspectos definidos, Tzeentch tiene miles de representaciones. Su piel hierve con caras que cambian constantemente y que se ríen y burlan de todos aquellos que las miran. Cuando Tzeentch se digna hablar a otros seres, estas caras repiten sus palabras, a menudo con sutiles pero importantes diferencias de entonación y significado. En otras ocasiones, puede presentarse con otro aspecto totalmente distinto, o simplemente como una nube de energía que cambia de color y de forma constantemente.

En ocasiones, sin embargo, se presenta como una figura daemónica: su rostro arrugado asoma desde su pecho, de tal forma que su cabeza está conectada directamente a su torso. Sus extremidades son largas y delgadas y dos grandes cuernos se alzan desde su cabeza, y se encuentra rodeado de una arremolinada niebla perpetua.

En cuanto a cómo le representan los mortales, también varía mucho, pero hay una sertie de rasgos comunes. La runa que le representa es sinuosa y retorcida, imitando el motivo de las llamas, pues al Dios también se le identifica con el fuego, siempre cambiante e informe. Tzeentch también suele ser visualizado como un uróboros, la serpiente que se retuerce y enrosca sobre sí misma para representar el cambio constante.

Además, sus seguidores y daemons se identifican también con símbolos aviares como picos, garras o plumas, o también con peces como mantas o lampreas. Es posible que la razón detrás de estas representaciones es que estos animales habitan, respectivamente, el aire y el agua, dos medios en constante flujo y cambio.

El número sagrado de Tzeentch es el nueve, habitual en sus rituales, la organización de sus legiones daemónicas y mortales, y sus colores suelen ser el azul y el dorado, pero un arcoíris de colores siempre cambiantes también es apropiado, puesto que es el Señor del Cambio.

Daemons de Tzeentch[]

Como sucede con todos los Dioses del Caos, una hueste de Daemons sigue al Señor del Cambio. al igual que el propio Tzeentch, sus creaciones toman muchas formas distintas, pero suelen tener una apariencia aviar o de criatura marina, o estar mutados hasta el punto de ser irreconocibles.

  • Los Horrores (Rosas o Azules) son los Daemons Menores de Tzeentch más abundantes, una masa siempre cambiante de carne, extremidades y orificios flamígeros. Los Horrores son capaces de desatar potentes ataques psíquicos contra sus enemigos.
  • Los Incineradores de Tzeentch son Daemons Menores ligeramente más poderosos, con numerosas fauces abiertas que expulsan las terribles llamas que obviamente les dan nombre. A menudo luchan junto a los Horrores, y como ellos, son capaces de desatar explosiones mágicas de energía contra sus enemigos.
  • Los Aulladores de Tzeentch son Bestias Daemónicas parecidas a mantarrayas que se lanzan en picado sobre el enemigo y lo cortan con sus afilados colmillos, aunque prefieren emitir un profano chillido que hiere y aterroriza a la mayoría de mortales.
  • Los Señores de la Transformación son los Grandes Daemons de Tzeentch, normalmente con aspecto de grandes figuras humanoides con cráneo y alas de pájaro, y con un vasto intelecto y poder hechicero. Sus cuerpos, especialmente sus alas, suelen ser multicolores. Disparan poderosas explosiones de rayos y fuego disforme.
  • Los Discos de Tzeentch son una mezcla de energía psíquica, metal y un Daemon Menor, con forma de disco, y a menudo son utilizados como transportes por los Campeones mortales de Tzeentch. Son capaces de atacar a los enemigos cercanos con rayos o fuertes tentáculos.
Caos hordas de demonios de tzeentch

Daemons de Tzeentch: el Señor de la Transformación Kairos Tejedestinos, Horrores, Incineradores y Aulladores

Ingenios Daemónicos de Tzeentch[]

Un Ingenio Daemónico es un vehículo en parte tecnológico y en parte daemónico. Aquellos dedicados a Tzeentch incluyen:

Fuerzas dedicadas a Tzeentch[]

Marines Espaciales del Caos[]

  • Mil Hijos: La Legión Traidora sirve exclusivamente a Tzeentch, desde que el hogar de la Legión fuese atacado por los Lobos Espaciales durante la Herejía de Horus. En realidad, Tzeentch ya había plantado las semillas de la caída mucho antes, tentando al Primarca Magnus el Rojo con saberes más allá del alcance de un mortal, pero no fue hasta mucho tiempo después que fue evidente que ya se habían convertido en marionetas del Dios del Cambio.

Seguidores destacados de Tzeentch[]

  • Ahzek Ahriman - Uno de los Hechiceros más poderosos de los Mil Hijos.
  • El Cambiante - Daemon que personifica la faceta entrometida, embaucadora y tramposa de la psique de Tzeentch. Puede tomar la forma de otros seres, desde el más pequeño de los insectos al más enorme de los Grandes Daemons.

El Laberinto de Tzeentch[]

180px-Maze of Tzeentch

El Laberinto de Tzeentch

"Creado de la propia energía de la Disformidad, el Reino de Tzeentch está compuesto de estructuras en constante flujo y cambio, talladas espontáneamente con cualquier material imaginable. Allí, la única constante es el cambio. Ningún mortal y pocos daemons pueden visitar el reino del Dios Cuervo y sobrevivir con la cordura intacta."

Inquisidor Ghillian Kys, Ordo Malleus.

El Laberinto de Tzeentch es el dominio de Tzeentch en la Disformidad, y su presencia se siente en todos los reinos daemónicos. Este laberinto está construido con el tejido crudo de la magia, hilado sobre el engaño y la conspiración. Al igual que pasa con su maestro, de todos los paisajes de la Disformidad, este reino es de lejos el más extraño e incomprensible.

A pesar de su constante cambio y fluir, hay ciertas características comunes en los escasos testimonios de aquellos que han podido visitarlo. Un laberinto de avenidas cambiantes y movedizas hechas de cristales puros de todos los colores se entrecruzan, fluyen y cambian por el reino de Tzeentch. Senderos escondidos construidos con mentiras y planes salen del laberinto y se infiltran en los dominios de otros Dioses Oscuros, enlazando los fraccionados Reinos del Caos. Arrastrado por los planes inconscientes de Tzeentch, el laberinto se mueve y rediseña constantemente.

Aunque el paso del tiempo en la Disformidad no transcurre de manera lineal, como en el Espacio real, en el Reino de Tzeentch esto es aún más pronunciado. En lo que un ser humano puede experimentar como un segundo en el Laberinto, pueden haber pasado horas o años. Dos pueden entrar a la vez, y uno salir a penas unos momentos después en el Espacio Real, habiendo experimentado varios años en el Laberinto; y otro salir siglos después, habiendo experimentado solo unos instantes.

El laberinto no tiene defensores daemónicos. Sus propios pasillos ilusorios son suficientes como barrera para cualquier intruso que no posea la mente más fuerte que pueda imaginarse. Sus brillantes corredores no sólo reflejan la luz, sino también la esperanza, la miseria, los sueños y las pesadillas. El laberinto no sólo refleja sino que también distorsiona, deformando la esperanza y el propósito en locura y desesperación. Los que mueran, ya sea por su propia mano o mano ajena, son los afortunados, pues aquellos que se pierden por sus caminos vagarán por toda la eternidad con sus mentes destrozadas y sus sueños rotos sobre la rueda de su propia ambición fracasada.

En el centro del Laberinto, escondida de aquellos que no tienen la enloquecida sabiduría necesaria para hallarla, se alza la Fortaleza Imposible en cuyo interior esta la Biblioteca Oculta de Tzeentch. Como todo en el reino, tiene la estructura general de un palacio cristalino, pero la arquitectura del bastión es constantemente reemplazada por torres, puertas y murallas nuevas, a cuál más enloquecedora. Las puertas y demás puntos de entrada se abren como bocas hambrientas, antes de cerrarse para toda la eternidad momentos después, impidiendo todo acceso. En el interior de la Fortaleza, el tiempo y el espacio no existen en absoluto, y la gravedad crece o decrece, o desaparece por completo. Luces de todos los colores, algunos incluso desconocidos en el Espacio Real, brillan desde las paredes movedizas.

Para los mortales, que están tan encerrados en sus ideas físicas, la Fortaleza es impenetrable. Los hombres se vuelven locos, y sus cuerpos podrían implosionar o ser desgarrados por las fuerzas desatadas por los pensamientos pasajeros de Tzeentch. Incluso los Daemons inmortales no pueden soportar con facilidad el retorcido horror de la Fortaleza Imposible, y sólo los Señores de la Transformación pueden surcar con seguridad sus corredores, y recorrer las sendas secretas que llevan al sanctasanctórum de la fortaleza, la Biblioteca Oculta, donde reside Tzeentch, el maestro tirititero, maquinando eternamente.

Con todo, lo anteriormente mencionado es solo una experiencia común que comparten muchos mortales, pero es tan cierto como cualquier otro aspecto que tome el Reino: para algunos, puede ser una colina con un único árbol sin hojas en su cima; para otros, un páramo desértico lleno de humanoides sin cabeza que continuamente cambian de forma; estas, y muchas otras manifestaciones, son a la vez la verdadera forma y una forma falsa del Reino.

Fuentes[]

  • Codex: Marines Espaciales del Caos (2º de 3ª Edición, y 4ª Edición).
  • Codex: Demonios del Caos (4ª Edición).
  • Codex: Mil Hijos (8ª y 9ª Edición).
  • Realm of Chaos - Slaves to Darkness.
  • Realm of Chaos - The Lost and the Damned.
  • Liber Chaotica.
  • Black Crusade - The Tome of Fate (juego de rol), pp. 6-14.
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