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Sector Namether

Localización galáctica de la Praeses Adrastica en la Franja Este. 1: Capital. 2: Atria. 3: Cynus.

La Praeses Adrastica es un sector espacial imperial en la Franja Este, Segmentum Ultima. Está formado por el sector Namether, a su vez formado por los sub-sectores Capital, Atria y Cynus.

Su condición de Segmentum Exemplar fue otorgada por Roboute Guilliman durante el paso triunfante de la Cruzada Indomitus por Namether, y es tanto una recompensa al deber honrado durante milenios como una nueva responsabilidad. Con el aislamiento disforme debilitado y el posterior contacto con el Imperio vino la misión de proseguir con su función de baluarte ante una Galaxia cada vez más hostil, deber que fue recibido como un verdadero regalo.

Pero, hasta que este momento llegase, milenios de lucha y resiliencia inagotable serían los autores de la eterna contienda de la Humanidad en este sector fronterizo.


El sector Namether[]

Namether sería invadido y posteriormente colonizado por tropas provenientes de múltiples lugares del Imperio a finales del M36, si bien la verdadera historia sería borrada de los anales imperiales.

Originalmente controlado por la especie xenos conocida como los kraglok, el sector espacial denominado "Namether" por los comerciantes independientes y exploradores había sido codiciado por carteles de magnates, conglomerados industriales y cábalas de oficiales de alto rango del Segmentum Ultima debido a su posición fronteriza y la riqueza de sus mundos vírgenes, pues los kraglok conocían cómo prosperar sin envenenar sus planetas. El único contratiempo, además de la especie xenos autóctona (¿pero qué era un imperio alienígena más? En un par de siglos no existirían más que como notas a pie de página), eran las tormentas disformes que sin aviso ni control envolvían el sector para aislarlo durante décadas o siglos.

Esto planteaba un problema estratégico y logístico de magnitud suficiente para aplazar los planes de conquista, pero eso no significaba que la élite imperial viera su interés mermado. Cuidadosamente, en las sombras, miles de adeptos del Departamento Munitorum y el Adeptus Administratum fueron sobornados, coaccionados o "sustituidos" en condiciones que no se prestaban a indagaciones de ninguna clase, hasta que, finalmente, al cabo de una década el plan estaba a punto de culminar. El Mando del Segmentum no aceptaría ninguna campaña ni expedición más allá de las fronteras, y las poderosas personalidades conspirando en pro de sus propias fortunas lo sabían con toda certeza, de modo que se camufló el movimiento de tropas y material de guerra con envíos a pequeña escala, rotaciones "rutinarias" de las guarniciones y otros ardides burocráticos que, mentira a mentira, terminaron construyendo una flota con decenas de naves y trescientos millones de soldados. Esta cifra, sustancial aunque no particularmente extensa para los estándares de la guerra galáctica, se componía de hombres y mujeres arrancados de teatros de guerra y hasta sus propios regimientos, aglutinados a lo largo de los años en nuevas unidades camufladas como personal de las casas nobles y corporaciones gremiales con el objetivo de eludir el escrutinio del Mando del Segmentum y los agentes de las fuerzas anti-corrupción.

Antes de que se produjera la partida de la flota expedicionaria, los valientes soldados que la componían recibieron en una solemne ceremonia el derecho de asentarse en aquellos mundos que conquistasen. Pero la realidad era otra distinta: habían sido enviados para poner a prueba a los xenos y los efectos de las tormentas disformes, preferiblemente muriendo en el proceso sin dejar ningún cabo suelto que pudiera llevar a nadie a descubrir todo el aparato detrás de la desaparición de tantas tropas en docenas de miles de unidades. De hecho, al mismo tiempo que se producían los masivos despliegues de batalla en el sector, los corruptos instigadores de la colonización reunían una nueva fuerza de combate leal sólo a ellos para terminar la campaña aprovechando los avances que pudieran lograr estos regimientos condenados inadvertidamente a muerte. Más siniestramente todavía, en el mismo momento que la flota cruzara la frontera del Segmentum Última, una hueste burocrática del Adeptus Ministorum recibía la orden de incluir a los recién partidos soldados en los obituarios con identidades falsas y convertir su dramática gesta en propaganda para reclutar a los próximos colonos del sector, además de legitimizar sus futuras acciones a pesar de las instrucciones del Mando del Segmentum.

Así, regimientos cadianos, catachanes, valhallanos, vostroyanos, mordianos y de otras múltiples procedencias fueron enviados al nonato Namether a combatir en el nombre de la Humanidad y morir para su mayor gloria, ignorantes de que tan sólo eran una avanzadilla experimental y sacrificable. Pero contra todo pronóstico, tres décadas de luchas sin descanso recompensaron a los guardias imperiales con la oportunidad de establecer en el sector sus hogares bajo la incrédula e iracunda mirada de los que pretendieron hallar riqueza y renombre cimentados sobre sus tumbas. Desde sus acorazados insignias y palacios, aquellos que tentaron la moneda del Emperador por su propia ganancia conspiraron nuevamente, planearon, movieron todos sus hilos para declarar a los colonos culpables de crímenes ficticios y obtener, de una forma desleal y repugnante, el premio que tanto habían ansiado. La vía moral tardaría en dar frutos antes de que los nametherianos fueran considerados enemigos del Imperio, pero existía una posibilidad tan blasfema que muchos de los conspiradores prefirieron dar un paso atrás antes de lograr sus objetivos de esta manera. Serían asesinados en los meses venideros, mientras aquellos que ya no albergaban ninguna reverencia por el Imperio de la Humanidad prosiguieron con su última solución: una herramienta más poderosa que cualquiera de los regimientos que habían enviado para morir.

Los Catafractos Fulminantes, capítulo Astartes cuyo mundo-monasterio había sufrido un aciago destino a manos del Archienemigo en la 5ª Cruzada Negra, se había visto obligado a recorrer el Segmentum para cumplir con su deber como ángeles guardianes de la Humanidad a la vez que, incansablemente, buscaban un nuevo mundo. Y los conspiradores ofrecieron un sector entero. Por supuesto, ni una de sus palabras contenía un mísero despojo de verdad, y cuando los Catafractos Fulminantes dirigieron su flota rumbo hacia el sector Namether, desde sus opulentas madrigueras los conspiradores simplemente se frotaron las manos, aguardando pacientes el momento de recoger los pedazos que sobrevivieran a la furia justiciera de los Astartes. Semanas después el capítulo llegaba a Cynus, descendiendo sobre los colonos en una vorágine de exterminio metódico, concienzudo y perfectamente coordinado. Los nametherianos nunca entendieron la razón de esta ofensiva punitiva, pero tenían la esperanza de un futuro y largas décadas de guerra a sus espaldas, de modo que no podían permitir que, de la nada, todo se perdiera. No importaba que fueran los mismísimos Ángeles del Emperador, los veteranos de la colonización empuñaron armas una vez más y en el transcurso de un año miles morirían vendiendo caras sus vidas para proteger las familias y sueños forjados en el nuevo hogar pagado con sangre, hasta que la última nave Astartes fuera capturada (posteriormente las trece serían reconvertidas en estaciones orbitales defensivas, catedrales y Manufactorums) y los hermanos de batalla atrapados en los mundos de Cynus sucumbieran a la atroz guerra de desgaste a la que los colonos les hubieron arrastrado.

Namether, victorioso y ensangrentado una vez más, no sabía que acababa de proporcionar a sus enemigos el pretexto perfecto para ser declarados herejes e insurrectos, regalándoles aquello que tanto ansiaban y por cuya consecución estaban dispuestos a sacrificar a todo y a todos sin ningún reparo por la profundamente inútil sangría que sólo hacían por aumentar con cada acción.

Quizá por la gracia del Emperador, o puede que el retorcido sentido del humor del baile cósmico, los nametherianos nunca descubrieron esto y jamás se sabría qué era lo que la sucia cábala maquinadora guardaba para el futuro, pues con el término de la colonización sucedió la primera de las tormentas disformes que pasarían a moldear el futuro de Namether. El fenómeno englobó el sector durante tres siglos, impidiendo el paso en cualquier dirección incluso haciendo uso de saltos de Disformidad y confinando a sus suerte a los nametherianos con remanentes kraglok, piratas orkos y los insidiosos cultos heréticos que ya infectaban las mentes de aquellos más alejados de la luz del Emperador y la esperanza de la promesa humana. Mientras tanto, en el Segmentum, sin que los nametherianos lo supieran, aquellos responsables de sus desavenencias eran juzgados culpables de los crímenes de herejía y corrupción por tribunales de la Inquisición, pues tocaban a su final los inestables tiempos de la Era de la Apostasía y el Imperio debía ser desparasitado.

Ignorando su propia suerte, durante los milenios venideros Namether pasaría a mantener relaciones invariablemente tensas con sus vecinos debido al aislamiento casi constante, la propaganda azuzada para desprestigiar a los héroes colonizadores (aunque sus artífices ya no existieran) y los rasgos individualistas desarrollados indirectamente con el paso del tiempo y las circunstancias, pero precisamente por las tormentas disformes tanto la diplomacia como los contactos entre Namether y el resto del Segmentum Última serían esencialmente inexistentes hasta milenios después, con la aparición de la Gran fisura. Así las cosas, los nametherianos no podían esperar ninguna clase de refuerzo, apoyo o solaz, ni de sus vecinos del Segmentum Última ni de los mundos de origen de sus colonizadores, pues la mayoría estaban demasiado lejos (algo de lo que los instigadores de la expedición se habían cerciorado) y de todas formas los años de corrupción burocrática y control desde las sombras habían visto que todos y cada uno de sus nombres hubieran sido borrados de cualquier registro.

De modo que rodeado y solo, Namether se construyó a sí mismo sobre un fuerte pragmatismo, sin olvidar las costumbres tradicionales de la miríada de mundos de origen de sus colonos, ni su deber para con el Imperio, el Trono de Terra, y el Dios Emperador de la Humanidad. Rasgos todos que demostrarían ser vitales para la supervivencia del sector, pues muchas eran las pruebas que no conocían y aún estaban por llegar. Pero por lo pronto Namether era joven y había mucho trabajo que hacer. Naves de transportes y colonización serían desmanteladas o directamente reconvertidas en los núcleos de ciudades colmena y fortalezas orbitales, prosperando lenta pero fervorosamente mientras los adeptos mechanicus construían sus mundos forja y la recién bautizada Flota de Batalla Namether daba caza a la purria alienígena en todos los rincones del sector. Sin apoyo, el crecimiento debía ser acumulado durante siglos, lastrado por el desgaste de la guerra que jamás abandonaría el sector y la muy escasa infraestructura previamente en existencia, de modo que los nametherianos se vieron en la tesitura de construir sus mundos según sus propios términos y desafíos, siempre desde la lógica más utilitaria y una disciplina absoluta transmitida de progenitores a vástagos.

La situación de Namether se mantendría así prácticamente inmutable desde su colonización en el M36 hasta los convulsos tiempos del M39: un baluarte del Imperio de la Humanidad aislado pero siempre fiel, resistiendo, creciendo y venciendo con inagotable, estoico pragmatismo y una entusiasta disposición para analizar al enemigo, a sí mismo, improvisar y adaptarse. Para la segunda mitad del M38 Namether habría acumulado suficientes recursos, envíos durante los brevísimos períodos sin tormentas disformes y rescatado flotillas perdidas en la Disformidad como para avanzar al nivel tecnológico de los hogares de sus ancestros, y el resto de este milenio fue marcado por un clima de gran progreso y esperanza.

Pero la Gran Invasión desde las Estrellas Muertas de finales del M39 convertiría en polvo y cenizas este sacrificado y merecido optimismo.

Namether necesitaría casi un milenio completo para reponerse de la destrucción provocada por el Archienemigo, sus hordas y los entrópicos designios del archidemonio Vaathor, un tiempo que otras fuerzas aprovecharon para cerrar sus garras en torno a los debilitados mundos nametherianos, produciendo un período de guerras a pequeña escala por todo el sector, pues pocas eran las defensas y fronteras que sobrevivieron a la senda escarlata del Caos. orkos, esclavistas eldar oscuros, expediciones T'au y latheranas, tentáculos escindidos tiránidos y el cáncer por siempre enquistado en el alma de la Humanidad, el Caos, golpearían Namether en docenas de campañas e incursiones cuya incansable crueldad terminaría por templar el ya acerado espíritu del sector.

Pero la mayor amenaza imaginable todavía estaba por ser desvelada, y el nuevo milenio sería un heraldo de la extinción o un nuevo resurgir sin precedentes. Esto sólo dependía de la fuerza y la fe de Namether.


La Era Indomitus, la Campaña Crepusculum Última y la Praeses Adrastica[]

En el 969.M41 el más viejo y más temido enemigo del sector retornó para cumplir con la retorcida voluntad de sus dioses malditos. A través de las tormentas de Disformidad, cuyos efectos se volvían más inestables con cada año tras el surgimiento de la Gran Fisura, cientos de miles de naves como tétricos escalpelos y degenerados reflejos de la pureza imperial penetraron a través de Cynus. Namether llevaba un milenio preparándose para la segunda venida de Vaathor, pero en menos de un año casi todo el sub-sector se encontraba desierto, bien evacuado, bien exterminado o esclavizado. Al mismo tiempo, un ¡Waaagh! de dimensiones nunca jamás sospechadas por los nametherianos arremetió contra Atria y rumores de insurrección empezaron a circular en Capital susurrados por las lenguas bífidas de los abominables Cultos Genestealer. La presión era excesiva, insostenible y el riesgo inasequible, forzando al Alto Mando a ejecutar la Contingencia Crepusculum Ultima y replegar todas sus fuerzas en Capital, dejando un puñado de Mundos-mártir en Atria y Cynus. Cincuenta negros años seguirían, la derrota sólo mantenida a raya por el sacrificio y la disciplina de millones de soldados y las mentes brillantes de todos aquellos que libraban la guerra desde detrás de las líneas.

Alzamientos y sabotajes en Capital significarían durante este tiempo una sangría constante de tiempo y recursos que la Cohors Arcani y el Ordo Excoriator debían impedir desde las sombras, o de lo contrario los frentes abiertos en todos los sub-sectores y los mundos fortaleza que mantenían a raya a los pieles verdes caerían en rápida sucesión. Los cultores mutilarían los arqueocomplejos genéticos en Theris Magna y destruirían dos de los Astrafactorums durante su construcción, pérdidas irreparables y debilitantes que empujaron al Adeptus Mechanicus nametheriano a declarar su propia cruzada de exterminio contra los Cultos Genestealer ocultos en Capital. A la vez, los orkos en Atria asolarían Nippa en una amarga y larga guerra que culminó con la evacuación de todas las tropas imperiales y un bombardeo vírico que redujo el otrora exuberante paisaje a un erial seco. A Nippa le seguirían Charybdis I, los restos de Decimus Tercia y Septima que aún no habían sido trasladados a Capital, 19 Vira, Pellagica Minoris y Stygia XII. En Cynus y la frontera de Capital, los mundos de Khopesh fueron exterminados sin piedad en los primeros compases de la invasión, seguidos de Losnya, Gargantúa, Seöl, Erubia y Steria. Generaciones enteras de ciudadanos imperiales luchaban y morían juntas, plantando cara sin descanso ni duda a un enemigo que estaba destinado a ahogarles en un centenar de frentes.

Hasta que sucedió algo que nadie, ni siquiera en sus fantasías más delirantes, hubiera podido predecir. La tormenta disforme eterna se disipó. Simplemente, como aire formado por pesadillas y malignas energías divinas, desapareció entre los astros cuya luz bañó por primera vez, sin trabas, las fronteras de Namether. Este milagro fue atribuido a San Adrastos y al Emperador, a sus dos voluntades protectoras y magnánimas que acudían en la ayuda de los nametherianos en el momento de su desafío más letal.

Por otro lado, la nueva era de la Humanidad que afloró con el comienzo de la Cruzada Indomitus significó un renacer para el asediado sector. La flota cruzada que acudió a Namether traía consigo suministros, máquinas de guerra, refuerzos militares, personal burocrático, administrativo, diplomático y, sobre todo, incontable y valiosísima información de los últimos cuatro milenios. Con ella acudía una delegación formada por emisarios de Marte, nuevos Astartes Primaris y el mismo Roboute Guilliman. Esta fuerza liberó Thorax y Laxis en rápida sucesión y contribuyó en gran medida a romper el bloqueo caótico alrededor de Ogygia.

Después de estos conflictos la diplomacia y todos los ritos habían concluido, así como el tiempo de la Cruzada Indomitus en el sector. Pero conociendo todos los detalles sobre las invasiones de Vaathor, la victoria sobre los T'au, los herejes xenófilos de la Unión Latherana y el resto de las arduas gestas de Namether, Roboute Guilliman nombró, de forma excepcional, la declaración de la Praeses Adrastica, en honor al héroe santo de Namether. A partir de ese momento la Praeses Adrastica sería la última frontera del Imperio en la Franja Este frente a los horrores alienígenas de la periferia galáctica y la perfidia del Caos.

Con este título se unificó al sector Namether bajo un nuevo y relativo autogobierno revigorizado por el contacto con el Imperio y las hazañas de la Cruzada Indomitus, pero envuelta en un secretismo cauto, puesto que el mando de la Cruzada se negaba a sencillamente dejar el sector a su suerte, sin vigilancia ni control imperial propiamente dicho. Múltiples órganos exclusivos fueron fundados para sostener este nuevo territorio, como el Belisarium o las Divisio Militarum, y las huestes burocráticas brindadas por el Officio Logisticarum pasaron a formar una parte integra de la nueva, titánica misión de unificar y recuperar todos los mundos de la Praeses Adrastica.

De ser así, el sector demostraría algo al Primarca, una cualidad, o quizá un empeño, sin el cual no superarán la prueba a la que Guilliman, desde los misterios de su mente precognitiva, somete a la Praeses Adrastica.


Desconfianza frente a los Astartes[]

Es de sobra sabido que los Astartes no son bienvenidos en algunos de los mundos de Namether, y no sólo porque encarnan los valores de honor y fanatismo que tan primitivos y fútiles son considerados en el sector. La verdadera razón del inicio de la desconfianza hacia los Astartes de los nametherianos tuvo lugar durante la última etapa de la colonización. El capítulo de los Catafractos Fulminadores, encauzado hacia una matanza inmerecida por las mentiras de aquellos que maquinaron desde el principio por su beneficio propio sin importarles el futuro del Imperio, atacó el sector mientras sus colonos todavía se asentaban en sus nuevos hogares arrebatados a los kraglok con sangre. A esta maniobra traicionera le siguió un año de crudeza inefable, pues aunque se defendieran, los nametherianos nunca entendieron por qué los Ángeles del Emperador habían acudido para exterminarles. Por esta y otras razones, se bautizó al conflicto como la Amarga Respuesta.

Sólo tras sufrir miles de muertes, enfurecidos e indignados, los colonos dieron muerte al último de los Astartes, preguntándose si, acaso, aquel capítulo estaba compuesto por renegados. Nunca lo sabrían, pues los artífices de esta vil traición perecieron en los justos fuegos de la sagrada Inquisición en las décadas finales de la Era de la Apostasía.

Desde entonces los Astartes son sujetos de gran desconfianza y desdén en el sector, un comportamiento perpetuado por mitos y leyendas distorsionadas, ya que la verdadera razón de este rechazo es conocido sólo por los verdaderamente capaces (y autorizados) para indagar en los anales de la historia del sector, y ni siquiera estos afortunados eruditos conocen la verdad de esta tragedia imperial. Afortunadamente tanto para los nametherianos como para el Adeptus Astartes, los contactos entre ambos han sido básicamente nulos hasta la Era Indomitus, y sólo a través de la pericia diplomática y autoridad de Roboute Guilliman se consiguió subsanar un tanto esta mala sangre nacida de las mentiras de hombres y mujeres que no tuvieron que padecer la Amarga Respuesta en sus propias carnes.


Fuerzas armadas[]

Tratándose de un sector acostumbrado a las incursiones Orkas y que hace frontera con el imperio del Caos de las Estrellas Muertas, la Praeses Adrastica ha producido históricamente una gran cantidad de regimientos de la Guardia Imperial, muchos de ellos siguiendo las costumbres de sus antecesores, los regimientos que colonizaron el sector milenios atrás. Así mismo, muchos planetas del sector, especialmente los mundos más cercanos a la frontera de sus sub-sectores cuentan con FDP fuertemente equipadas y entrenadas por veteranos de la Guardia Imperial y profesionales contratados por el gobierno planetario. Desde la proclamación de la Praeses Adrastica, la Guardia Imperial fue remodelada y limitada sólo a aquellos mundos capaces de producir unidades de élite cuyo renombre los siglos hubieran construido, sustituyendo a los regimientos más convencionales por las Divisio Militarum. Este cuerpo militar fue creado con la logística y la supervivencia de los recursos del sector en mente, totalmente estandarizado gracias a los titánicos esfuerzos del Belisarium y la mente prodigiosa del Alto Constructor Hlon Amuusk, orientado hacia una respuesta rápida y segmentada en múltiples unidades complementarias capaces de operar con versatilidad y coordinación inusitadas.

Adicionalmente, el Alto Mando Nametheriano cuenta con un cuerpo armado a su exclusiva disposición; la Cohors Arcani. Se trata de un organismo de carácter secreto, formado por veteranos de la Guardia Imperial y agentes cuidadosamente reclutados de entre diversos grupos militares de distintos orígenes. Su función es la de mantener la seguridad del sector a toda costa desde las sombras, siendo enviados a misiones especiales para las que se les entrena arduamente. La Cohors Arcani está directamente financiada por el gobierno sectorial, de manera que sus agentes se encuentran entre los más hábiles y mejor equipados soldados del sector, y quizá del Imperio. El Proyecto Aquiles, recientemente puesto en práctica, dio lugar a los Secutores, convirtiendo a los mejores agentes de la Cohors en súper soldados.

Una miríada de otras fuerzas defienden el sector y la Praeses Adrastica de alienígenas y herejes, como la Collegia Myrmidonica, el Capítulo Astartes de los Rapaces Imperiales y ramas armadas de otras partes del Imperio de la Humanidad, entre ellos las legiones cibernéticas del Adeptus Mechanicus y los excéntricos ejércitos privados de los Comerciantes Independientes.

Organizaciones[]

Alto Mando: El primer órgano militar sectorial, del que toda actividad bélica depende. El Alto Mando emplea todos los recursos de la Praeses Adrástica para alcanzar la Gloria Imperialis, la victoria final de la Humanidad. Sin lugar a dudas, es la organización más poderosa y antigua de todo el sector, e incluso los gobernantes civiles saben que nunca es conveniente desoír las acertadas predicciones del Alto Mando y su visión de conjunto construida por miles de millones de agentes y cinco milenios de experiencia manteniendo a raya la extinción del sector.

Cohors Arcani: Brazo armado del Departamento Frumentarium, una fuerza de élite formada por soldados de asalto, agentes de inteligencia y los súper soldados Secutores.

Collegia Myrmidonica: Brazo armado experimental del Belisarium, una fuerza de pilotos de servotraje bélico con capacidades psíquicas latentes.

Departmento Frumentarium: Originalmente una rama táctica del Administratum, actualmente es la división encargada de apoyar los esfuerzos militares de la Praeses Adrastica con una red de inteligencia y comunicaciones titánica denominada Vía Frumentaria, y que se extiende por todo el sector a través de cientos de estaciones orbitales y puestos psíquicos ocultos. Sus agentes se cuentan por millones, llevando en secreto misiones de contraespionaje e inteligencia.

Divisio Militarum: Sustituto de los regimientos convencionales de la Guardia Imperial, uno de los principales resultados de las Reformae Logisticari. Unidades modulares y estandarizadas, combinadas en ejércitos temporales para aportar versatilidad y eficiencia sin igual a los comandantes Adrásticos.

El Belisarium: Sociedad tecnócrata del Adeptus Mechanicus Adrástico consagrada a cumplir con la visión del paraíso del Omnissiah representada por la Juratio Cognis Iluminator, un pacto de conocimiento y búsqueda mutua sellado con los tecnosabios de Marte y el mismísimo Dominus Cawl.

Ordo Excoriator: El antiguo Ordo Namether, conjunto de las ramas inquisitoriales del sector. La proclamación de la Praeses Adrastica propició su reorganización gracias a los refuerzos de la Cruzada Indomitus, entre ellos múltiples fuerzas inquisitoriales. En la a Praeses Adrastica los Ordos disponen de fuerzas militares y agentes de campo suficientes para constituir su propia facción dentro del esquema bélico del Alto Mando, por lo que muchos inquisidores Adrásticos son muy familiares con la suciedad de la guerra.

Guardia Imperial Adrástica: Tras las Reformae Logisticari los regimientos de élite del Astra Militarum quedaron exentos de ser sustituidos por las Divisio Militarum. Mundos selectos aportan regimientos de gran renombre, cuyas hazañas se encuentran entre las más gloriosas e infames de todo el Astra Militarum,

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