El Sargento Guillermito, mascota de los Marines Espaciales, tiene el honor de patrocinar este espacio por orden del Capellán Cassius de los Ultramarines. ¡Pulsa sobre él y te acompañará a una Cruzada épica! ¡Lee más! ¡Sin piedad, sin remordimientos, sin miedo! |
Sanguinius, también llamado en ocasiones El Ángel, fue el Primarca de la Legión de Marines Espaciales de los Ángeles Sangrientos. Fue asesinado durante el clímax de la Herejía de Horus, la Batalla de Terra, defendiendo al Emperador de la Humanidad del Señor de la Guerra Horus a bordo de la nave insignia de este, la Barcaza de Batalla Espíritu Vengativo. Aunque el Señor de la Guerra mató a Sanguinius, la leyenda sostiene que fue el agujero hecho en la armadura de Horus por Sanguinius lo que permitió al Emperador matar al Architraidor y así evitar que la Humanidad cayese en manos de los Poderes Ruinosos del Caos.
Historia[]
Juventud[]
Cuando los Primarcas fueron diseminados a través de la Galaxia desde los laboratorios genéticos del Emperador debajo de las montañas del Himalaya por la voluntad de los Poderes Ruinosos del Caos, Sanguinius, todavía en su capsula de gestación, vino a aterrizar en Baal Secundus, la segunda luna del Mundo Salvaje post-atómico de Baal. Ahí el Primarca infante fue descubierto en el lugar ahora llamado Caída del Ángel por una de la tribus nómadas de humanos que se hacían llamar la Gente de Sangre Pura, o más simple, La Sangre. La vida de Sanguinius casi vio su fin entonces y en aquel lugar, porque el toque del Caos había alterado al infante. Pequeñas alas vestigiales, parecidas a las de un ángel, sobresalían de su espalda, tal vez un regalo de los Dioses Oscuros concedido durante su tránsito a través de la Disformidad. Sin embargo no es por la fuerza de sus alas que posee el don de volar, si no por un poder que proviene de la Disformidad.
Muchos fueron aquellos entre La Sangre que querían matar al niño como un mutante, mientras otros querían salvar al chico, porque en cualquier otra forma, él era un niño tan perfecto como siempre habían sido. Finalmente, los mejores instintos de los miembros de la tribu prevalecieron y la vida del niño fue salvada.
Sanguinius era en realidad angelical, no solo físicamente, sino también en su alma sin mancha. Muchas de las parábolas y los salmos todavía recitados por La Sangre han sido transcritos por los Bibliotecarios de los Ángeles Sangrientos con el pasar de los años, y son guardados con reverencia en los más sagrados archivos-santuario de los Ángeles Sangrientos.
Aunque los detalles de la vida temprana de Sanguinius se perdieron hace mucho tiempo, los eventos más notables de su niñez han sido trasmitidos de forma oral por la tribus baalitas de generación en generación, formando estos parte de su cultura. Como otros Primarcas, Sanguinius creció hasta la madurez a una velocidad increíble, y sus alas también. Las plumas eran tan blancas y puras como las de un cisne, pero tan fuertes como las de la propia Águila Imperial. Sus alas al final se volvieron fuertes y le permitieron elevarse a lo alto a través del aire calcinante del desierto, inspirando temor y devoción en los seres que se hallaban por debajo.
Sanguinius aprendió todo lo que sus padres adoptivos en La Sangre le podían enseñar. Después de solo tres semanas era tan grande como un niño de tres años y podía caminar. Cuando apenas tenía un año terrano, Sanguinius ya actuaba como un hombre a pesar de su temprana edad. Pero esto no fue lo único que diferenció al Primarca del resto de humanos de Baal, ya que el joven ángel podía caminar sin necesidad de un traje antiradiación por los baldíos radiactivos y envenenados de Baal Secundus. Podía abrir un paso a través de un desprendimiento con la palma de su mano, vencer a animales tan solo con la mirada y volar alto por el cielo con sus poderosas alas para observar la tierra que se extendía bajo sus pies desde la perspectiva de un dios. Cuando Sanguinius alcanzó la madurez, su tribu prosperó bajo su sabia guía.
Cuando una tribu ambulante de mutantes baalitas sorprendió a su tribu, Sanguinius los mató a todos solamente con sus manos, aunque eran más de cien. Esta fue la primera vez que los miembros de La Sangre vieron al Ángel verdaderamente furioso, porque él sintió que las vidas de sus camaradas estaban en peligro. Cuando la furia sangrienta se apoderó de él fue verdaderamente terrible verlo. Los poderes completos de un Primarca vinieron a él y un nimbo de luz jugaba sobre su cabeza. Sanguinius se distinguió en los años que siguieron. Ascendió rápidamente al pináculo de la sociedad primitiva presente en Baal Secundus, y bajo su liderazgo, las tribus purasangre baalitas se unieron contra de la infestación de mutantes que había empezado a plagar los desechos radiactivos de Baal. Bajo su liderazgo perfecto, combinado con su maestría total del combate físico, las tribus baalitas hicieron retroceder la ola de suciedad mutante que amenazaba la continuidad de la Humanidad sobre su mundo envenenado. Bajo la dirección de Sanguinius la Humanidad obtuvo otra oportunidad de levantar una civilización sobre Baal Secundus. Con el tiempo, como resultado de sus logros, Sanguinius fue inevitablemente alabado como un dios por los humanos de Baal que tanto le debían. Estaban convencidos de que el paraíso seguiría a las pisadas carmesíes del Ángel.
Sanguinius y el Emperador[]
Fue poco después de su victoria sobre los mutantes baalitas cuando el destino intervino de nuevo. El Emperador, en medio de su Gran Cruzada para reunir todos los mundos dispersos de la Humanidad, había estado buscando a través de la Galaxia a sus niños perdidos y sus increíbles poderes psíquicos lo habían llevado a Baal. Su nave aterrizó en el Cónclave de la Sangre, y el Emperador entró en el enorme anfiteatro que había sido tallado en el Monte Serafín por las tribus baalitas para servir como lugar de encuentro central. Los purasangre acudían a la llamada de Sanguinius por decenas de miles. El Emperador se alzó entre sus filas, una resplandeciente figura dorada entre los andrajosos guerreros de La Sangre. Pero el Emperador conocía la humildad tan bien como la divinidad, y escuchó con la atención de cualquiera de los guerreros presentes. Sanguinius dio un discurso que animó las propias almas de su gente, dándoles más que esperanza, y al terminar voló por el aire sobre ellos con un grito que cada hombre hizo eco. Así, el Emperador quedó convencido sin duda de que el Ángel era ciertamente uno de sus hijos perdidos.
Se dice que otros Primarcas lucharon contra el Emperador cuando se vieron por primera vez, pero este no fue el caso con Sanguinius. Cuando se aproximó, Sanguinius reconoció al Emperador inmediatamente. Muchos creen que la habilidad bien conocida de Sanguinius para ver eventos futuros le informó de la visita del Emperador, explicando su reacción. Él cayó de rodillas, mientras lágrimas de cristal caían de sus mejillas al polvo escarlata. Donde ellas caían, flores de alabastro prosperaban sobre las tierras tóxicas y desoladas de Baal Secundus. El Emperador le mandó levantarse, y miró sobre la miríada de caras levantadas hacia él, orgullosas y resueltas. Vio que los hombres y mujeres de La Sangre eran justos en mente y obra, poseedores de una pequeña parte de la nobleza y fuerza de su líder. Los mejores guerreros de Sanguinius fueron posteriormente seleccionados para convertirse en Astartes, implantados con el propio núcleo del ser físico de Sanguinius: la pura y preciosa semilla genética que el Emperador había creado del genoma del propio Primarca. Así, estos guerreros fueron convertidos en la IX Legión de Marines Espaciales, mejor conocida como los Ángeles Sangrientos, y se lanzaron a unirse a la Gran Cruzada del Emperador. Aquellos que permanecieron sobre Baal Secundus fueron confiados con el deber de defender el derecho de nacimiento de la Humanidad sobre el planeta, y de asegurar que las generaciones futuras de guerreros fueran instruidos en la Verdad Imperial y aprendieran del Primarca que una vez caminó entre ellos y restauró su esperanza. Así es que aún hoy, con los milenios pasados desde aquellos días, los Ángeles Sangrientos toman todos sus aspirantes de las lunas de Baal.
La Gran Cruzada[]
Bajo el liderazgo de Sanguinius, la Legión de los Ángeles Sangrientos rápidamente encontró un rol como tropas especializadas en asalto. La IX Legión mantuvo una rivalidad durante este periodo con la Legión igualmente orientada al asalto de los Devoradores de Mundos. Después de haber sido presentado a todos sus queridos hermanos Primarcas, durante las décadas de la Gran Cruzada, Sangunius formó los lazos más estrechos con Horus, Leman Russ y Jaghatai Khan; y los Ángeles Sangrientos también forjaron lazos cercanos en sangre y batalla con las Legiones de los Lobos Lunares, los Lobos Espaciales y los Cicatrices Blancas, respectivamente.
Conforme la Gran Cruzada avanzaba y más Primarcas eran descubiertos, el tiempo que Emperador podía dedicar a la campaña se vio reducido drásticamente; con un Imperio que se expandía más y más en todas direcciones, la necesidad de organizarlo y gestionarlo se hizo urgente. Horus, el más favorecido de todos los Primarcas, fue el elegido por el Emperador para desempeñar el cargo de Comandante Supremo de toda la Cruzada, una posición en la cual Horus demostró su habilidad como líder en varias ocasiones. Rápidamente se ganó la aprobación y reconocimiento de las demás Legiones de Marines Espaciales, junto con la de sus hermanos Primarcas. Una de las mayores victorias del floreciente Imperio ocurrió durante la Cruzada de Ullanor, un vasto asalto imperial sobre el imperio Orko del Kaudillo Zupremo Urrlak Urruk. El mundo capital de este imperio, y el lugar del asalto final, se encontraba en el Sector Ullanor, que había estado bajo el dominio del imperio de pielesverdes de Urrlak Urruk. La cruzada incluyó el despliegue de 100.000 Marines Espaciales, 8.000.000 de tropas del Ejército Imperial, además de cientos de naves estelares imperiales, armemento del Mechanicus y su personal de apoyo.
Ante la conclusión exitosa de la campaña imperial más alabada, Horus fue elevado al rango de Señor de la Guerra imperial y se le concedió autoridad de mando sobre todos sus queridos hermanos Primarcas y toda Flota Expedicionaria de la Gran Cruzada. Tras las celebraciones de victoria en el Triunfo de Ullanor y la elevación de su hijo más favorecido, el Emperador se retiró a Terra para perseguir su secreto Proyecto Telaraña, pensado para abrir la Telaraña Eldar al uso humano para que el Imperio pudiera mantener a la Humanidad unida como nunca antes en su historia. Pero los Primarcas nunca llegaron a entender la ausencia del Emperador. Sus sentimientos lastimados sobre su aparente abandono de la Gran Cruzada para perseguir un proyecto secreto, cuyo propósito escogió no revelar a sus hijos, sembró las semillas de corrupción que en última instancia florecerían en la Herejía de Horus. Después de la corrupción de Horus por los Dioses del Caos, tras la mortal herida recibida en la luna infectada del Mundo Salvaje de Davin; éste empezó a plantar las semillas para su futura rebelión, con el fin de destruir al Emperador, y finalmente tomar el trono imperial en su apuesta por gobernar la Galaxia. En medio de la oscuridad de la Herejía de Horus, los Ángeles Sangrientos nunca dudaron. Se mantuvieron fieles al lado del Emperador.
La Herejía de Horus[]
Los terribles hechos de la Herejía de Horus tuvieron un efecto más horripilante y permanente en los Ángeles Sangrientos que en cualquier Legión de Marines Espaciales Leales. Es un trágico destino que dió forma a los Ángeles Sangrientos y a todos sus Capítulos Sucesores desde entonces. El Señor de la Guerra Horus, antaño el hijo más querido y fiable del Emperador, se entregó al Caos, y hundió la daga de la traición tan profundamente en el corazón del Imperio que aún hoy no ha podido recuperarse por completo de su malvada acción. En una trágica secuencia de eventos, el corrupto y malvado ser en que Horus se había convertido se las arregló para manipular y obligar a varios otros Primarcas, volviéndolos en contra de su propio padre y mentor, el mismísimo Emperador. Estos eventos culminaron después de siete años de salvaje guerra civil en el ataque combinado de las fuerzas de las Legiones Traidoras de Horus sobre el Palacio Imperial en Terra. Marine Espacial luchó contra Marine Espacial, Traidor peleó contra Leal hasta que las fortificaciones del edificio más grande de Terra parecieron estar a punto de caer. El Caos estaba triunfando; los poderes con los que Horus se había aliado le habían dado un poder más allá de la imaginación a cambio de su alma inmortal.
Se dice que Horus odiaba y temía a Sanguinius más que cualquier otro de sus hermanos y tejió muchas estrategias para atraparlo o matarlo, aunque todas fallaron. En un esfuerzo por debilitar y dividir las fuerzas Leales, el Señor de la Guerra encargó a la IX Legión la ardua tarea de purgar el Cúmulo Signus, un Sistema Estelar triple del Segmentum Ultima cercano al centro galáctico. A la Legión de Sanguinius se le ordenó limpiar los 7 mundos y 15 lunas de Signus de invasores xenos y liberar a los colonos humanos de sus dictadores xenos. Inconsciente de la perfidia del Señor de la Guerra, Sanguinius obedeció voluntariamente a su hermano e inmediatamente se encaminó hacia esta región volátil del espacio con su Legión. Sin saberlo, los Ángeles Sangrientos caminaban a ciegas hacia una trampa mortal, pues el Cúmulo Signus había caído presa de los agentes de los Poderes Ruinosos y se había vuelto un verdadero Reino del Caos dentro del Espacio Real. Signus era ahora un sistema de infernales Mundos Daemónicos bajo el liderazgo de un Gran Daemon de Slaanesh conocido como Kyriss el Perverso.
Cuando los Ángeles Sangrientos llegaron al sistema, su flota fue emboscada por las fuerzas malévolas de la Disformidad, incapacitando o matando a muchos de sus Navegantes o Astrópatas en el asalto inicial. Fue así como los hijos de Sanguinius se enfrentaron por primera vez a la furia del Caos. Kyriss envió una imagen de sí mismo a Sanguinius, declarando su dominio sobre el Sistema en el nombre de Slaanesh y desafiando al Primarca a que intentara recuperarlo. Aunque nunca antes se habían enfrentado a tal enemigo, los Ángeles Sangrientos prepararon su contraataque, seguros de que prevalecerían. Respondiendo al desafío del vil Gran Daemon, los Ángeles Sangrientos atacaron a las huestes daemonacas de Kyriss, lanzando una serie de ataques a través de la sede del poder del Daemon, el mundo de Signus Prime. Sanguinius se enfrentó a las vastas hordas humanas de cultistas del Caos y a grupos de monstruosos Daemons como un Ángel de Venganza. Pronto el planeta estuvo bañado con la sangre tanto de los Marines Espaciales Leales como de los miles de cultistas asesinados de Kyriss. El Primarca encabezó el asalto de los Ángeles Sangrientos a la base del Gran Daemon, conocida como la Catedral de la Marca, para combatir y destruir a Kyriss y reclamar el planeta en nombre del Emperador. Pero pronto Sanguinius se encontró cara a cara con una nueva pesadilla conocida como Ka'Bandha, un Gran Daemon de Khorne. En el panteón del Dios de la Sangre, Ka'Bandha todavía es considerado uno de sus asesinos más prolíficos. Es un monstruoso motor de destrucción, masacrando en alegría exaltada en nombre de su señor Khorne.
El poderoso Daemon desafió al Primarca, y reveló la traición de Horus. Enfurecido por la burla del Daemon y temiendo que sus afirmaciones acerca del Señor de la Guerra fueran ciertas, el Primarca angelical luchó con el Devorador de Almas en combate singular. Tomando la iniciativa, sorprendió al Devorador de Almas con su frenético asalto, clavando su espada en el pecho del Daemon, rasgando una profunda herida. La gigantesca criatura rugió de furia y dolor, azotando con su látigo las piernas del Primarca. Sanguinius se desequilibró momentáneamente mientras sus piernas eran aplastadas por los rollos del látigo. El Daemon aplastó entonces a Sanguinius contra el suelo con la hoja de su enorme hacha. El héroe alado quedó aturdido, impotente ante la furia del Daemon. Mientras su visión se aclaraba miró al poderoso monstruo alzándose sobre él. El Gran Daemon se burló una última vez de él, dejó salir un poderoso bramido y cargó a través del campo de batalla, masacrando a quinientos Marines Espaciales con grandes golpes de su poderosa hacha. El contragolpe psíquico de las muertes de tantos de sus Astartes dejó a Sanguinius inconsciente.
Sanguinius no volvería a enfrentarse al salvaje Señor Daemon hasta los últimos días de la Herejía de Horus, durante la Batalla de Terra. Con la caída de su Primarca y la masacre de sus hermanos, la Legión de los Ángeles Sangrientos fue consumida por una Sed de Sangre que los llevó a una furia berserker mientras cargaban hacia la horda daemónica, y en su locura aplastaron a los Daemons. Pero la brutal violencia del Daemon Ka'Bandha había desatado algo oscuro en la psique de los Marines Espaciales, una sed de sangre que no sería saciada hasta que toda mancha de Caos no hubiera sido borrada del planeta. Hasta el poderoso Kyriss fue al final desterrado de regreso al Immaterium. Solo cuando el planeta fue purificado la rabia de los Ángeles Sangrientos amainó finalmente. Aunque Signus Prime había sido liberado de su esclavización a las Fuerzas del Caos, el costo de la victoria había sido más alto de lo deseable. La furia berserker que los Ángeles Sangrientos habían experimentado había dejado una sombra creciente en sus almas que se manifestaría en los siglos siguientes como la gran maldición que afectaría a los Ángeles Sangrientos y a sus Sucesores.
En unos pocos días las graves heridas que Sanguinius había sufrido a manos del Gran Daemon se curaron como resultado de su metabolismo acelerado y su sobrehumano sistema inmunitario. Sin importar lo que le ocurriera en el futuro, el Primarca juró que tendría su venganza sobre el Daemon Ka'Bandha. Cuando Rogal Dorn llamó a la IX Legión para que regresara a Terra los Ángeles Sangrientos se apresuraron, ya que entendían mejor que muchos la gravedad de la situación a la que el Imperio se enfrentaba.
La Batalla de Terra[]
- Artículo principal: Batalla de Terra.
La hora más gloriosa de los Ángeles Sangrientos tendría lugar durante los días finales de la Herejía de Horus. Conocida en los archivos imperiales como la Batalla de Terra, esta campaña final fue el clímax de la Herejía que rabiaba en la misma Terra entre las fuerzas del Caos lideradas por el Señor de la Guerra Horus y los ejércitos Leales liderados por el propio Emperador de la Humanidad. Muchas de las Legiones Astartes Leales habían sido detenidas o diezmadas por las Legiones Traidoras de Horus y no pudieron abrirse camino hasta Terra. A los Puños Imperiales les había sido encomendada la fortificación de Terra por orden del mismísimo Emperador tiempo antes de que Horus iniciase la Herejía, por lo que ya se encontraban en Terra, y bajo la severa mirada de su Primarca, Rogal Dorn, habían preparado las defensas de Terra lo mejor que el tiempo y los recursos disponibles les permitieron. Jaghatai Khan, Primarca de la Legión de los Cicatrices Blancas, también había conseguido llegar a Terra para combatir en la defensa del Palacio Imperial.
Mientras tanto, en el Cúmulo Signus los Ángeles Sangrientos habían triunfado aplastando a las hordas de Daemons del Caos en Signus Prime, obteniendo un nuevo y terrible poder de la misteriosa rabia en masa que volvería a aparecer en el Asedio de Terra. También lograron realizar el salto disforme hasta Terra a tiempo para enfrentarse a los invasores. De las nueve Legiones Leales, solo los Cicatrices Blancas y los Ángeles Sangrientos lograron unirse a Rogal Dorn y a sus Puños Imperiales en la defensa de Terra antes de la llegada de las Legiones Traidoras al Sistema Solar. Tres Legiones Titánicas completas del Adeptus Mechanicus y cerca de dos millones de soldados del Ejército Imperial se mantuvieron a su lado para enfrentarse a las huestes del Caos en una batalla que determinaría el destino de la Humanidad durante los siguientes diez milenios. Aun así, a pesar de todo el poder del Emperador, de todos los esfuerzos de Sanguinius y de los demás Primarcas Leales, las fuerzas de Horus barrieron todo lo que se alzó contra ellas.
En un tiempo demasiado breve, el Emperador de la Humanidad fue asaltado en su propio gran palacio de Terra. Los Ángeles Sangrientos dirigieron la defensa del Palacio Imperial, sin descorazonarse ni una sola vez, a pesar de su terrible inferioridad frente a sus enemigos. Junto a sus hermanos de batalla de la Legión de los Puños Imperiales, los valerosos aunque inferiores soldados del Ejército Imperial y los sombríos guerreros del Adeptus Custodes, los Ángeles Sangrientos defendieron los muros de este último bastión. Sanguinius está inmortalizado en las magníficas vidrieras del Sanctus Praetoria Imperator en el acto de luchar muy por encima de la rugiente batalla, enfrentándose a Daemons tan poderosos que podrían destrozar las mentes de grandes héroes con solo una palabra. Sanguinius defendió las almenas contra las mareas de escoria daemónica que intentaban inundar las sagradas cámaras de la residencia del Emperador. Muchos registros del momento alaban el valor y los incesantes esfuerzos de los Ángeles Sangrientos en su defensa del Espaciopuerto del Muro de la Eternidad. Aunque cientos de Ángeles Sangrientos murieron, detuvieron un mar de horrores como nunca se había visto. Muchos hablan de la brillante luz que bañaba a los hijos de Sanguinius mientras el Primarca destruía a sus enemigos en los cielos con su poderosa espada de fuego. No obstante, sería en la Barcaza de Batalla de Horus, en órbita sobre Terra, donde Sanguinius llevaría a cabo su mayor misión.
Durante la Batalla de Terra, el vil Devorador de Almas Ka'Bandha se enfrentó de nuevo a Sanguinius, esta vez sobre la Puerta de la Eternidad anterior a la sala del trono del Emperador. El Gran Daemon derribó a Sanguinius, lanzando al Ángel sobre la piedra rota. Preparándose para dar un golpe letal, el Primarca de los Ángeles Sangrientos recurrió a sus últimas reservas de fuerza y poder. Con un enorme esfuerzo, se abalanzó sobre el Devorador de Almas, lo agarró por la muñeca y el tobillo y subió volando a las alturas, aplastando la forma del Daemon en su rodilla y rompiendo la espalda de la criatura con un poderoso crujido. Entonces volteó el cuerpo de Ka'Bandha y lanzó al monstruo roto hacia el centro de la hueste daemónica, cerrando de un golpe la Puerta de la Eternidad contra las hambrientas hordas.
En el momento de la victoria del Señor de la Guerra este se volvió complaciente, observando la batalla desde el puente del hinchado leviatán que era su nave insignia, la Espíritu Vengativo. Deseaba experimentar la derrota del Emperador de primera mano, obligarle a arrodillarse ante él antes de alimentarse de Su alma. Y en su locura, mientras sus fuerzas penetraban las defensas del Palacio Imperial por última vez y definitivamente, inundando los pasillos y las cámaras del palacio, Horus desactivó las defensas psíquicas y los escudos de vacío que protegían su nave. Se dice que quizá también temía la llegada de Ángeles Oscuros y Lobos Espaciales, al parecer a pocas horas de distancia, y quiso ocultar su llegada al Emperador y precipitar los acontecimientos.
Con la velocidad del pensamiento, el Emperador se teleportó a bordo de la infernal astronave, junto con Sanguinius, Rogal Dorn y un contingente de Puños Imperiales y Ángeles Sangrientos. Se sabe que Sanguinius poseía el don de ver el futuro y predecir lo que ocurriría. Su alma era pura, y las profecías que pronunciaba se cumplían inevitablemente. Por tanto, puede asumirse que sabía perfectamente que iba a encontrar su fin cuando se enfrentó al Señor de la Guerra, pero aun así fue sin dudar. Si esto fue un acto provocado por el fatalismo o por la lealtad al Emperador es objeto de debate para muchos teólogos imperiales carentes de fe, aunque no hay dudas entre los Ángeles Sangrientos. Ellos defienden que el Ángel entró en la boca del lobo cumpliendo su deber, sabiendo perfectamente cuál sería el resultado.
La batalla rugió por la nave infestada de Daemon, y Sanguinius quedó separado del Emperador. Avanzando en solitario, se encontró con Horus. Con maligna astucia, el Señor de la Guerra ofreció a Sanguinius una última oportunidad de renunciar al Emperador, de unirse a las Fuerzas del Caos en su inevitable victoria, pero el Primarca de los Ángeles Sangrientos se mantuvo fiel y se negó. Horus se enfureció y le atacó. Aunque aún sufría por las heridas recibidas en sus anteriores combates y sabía que se estaba condenando a sí mismo con casi total seguridad, Sanguinius atacó inmediatamente al corrompido Señor de la Guerra. Incluso si hubiera dispuesto de todos sus poderes, Sanguinius no podría haber esperado vencer a la encarnación del poder del Caos en que se había convertido Horus, y además el Primarca estaba cansado y herido por sus esfuerzos en Terra. Horus, con su infinita malicia, se aseguró de que la muerte de Sanguinius fuese la más dolorosa y horrible que los males sin límite a su servicio pudieran administrar. El asalto psíquico del Señor de la Guerra resonó no solo a través del espacio, sino también del tiempo, golpeando incluso a las almas de los hijos de Sanguinius. Se cree que el sacrificio del Primarca mantuvo a Horus ocupado el tiempo suficiente como para que el Emperador alcanzase al Architraidor en las profundidades de su propia guarida. Cuando el Emperador entró finalmente en el sanctum de Horus, halló al rebelde Señor de la Guerra sobre el cadáver roto y sangrante de Sanguinius. En el combate que siguió, Horus fue vencido finalmente, aunque el Emperador también resultó mortalmente herido. Hay muchos relatos sobre esta batalla final y, aunque los hechos exactos se perdieron hace mucho, un detalle se mantiene en las historias a través de los milenios: a pesar del gran poder del Emperador, nunca habría podido superar a Horus de no haber sido por la grieta creada por la espada de Sanguinius en la Armadura de Exterminador del Señor de la Guerra.
El dolor infligido sobre el Primarca fue tanto que cada uno de sus hijos carga el eco imprimido profundamente dentro de sus almas hasta este día. El eco psíquico del sacrificio de Sanguinius todavía puede ser escuchado a través de los milenios por los Ángeles Sangrientos, haciendo que la locura y la furia vengan a ellos mientras ven visiones oscuras de las últimas horas de vida de su Primarca. Y así es que los Ángeles Sangrientos vinieron a cargar con la maldición de sangre de la Rabia Negra y la Sed de Sangre, y todavía la cargan.
Secuelas[]
El cuerpo de Sanguinius fue tomado por las fuerzas imperiales mientras se retiraban de la debilitada nave insignia de Horus. Su cuerpo fue entonces llevado por sus Ángeles Sangrientos a su mundo natal de Baal, donde fue enterrado profundamente dentro de una vasta tumba por debajo de la capilla principal de los Ángeles Sangrientos. Las puertas hacia su tumba fueron rematadas con enormes efigies angélicas en honor a su caído Primarca.
Hoy, casi diez milenios después, Sanguinius es el más venerado de todos los Primarcas Leales por las enormes masas del Imperio. Es comúnmente tenido en el más alto honor debido a su noble sacrificio, que permitió al Emperador derrotar a Horus el Architraidor. El nombre Sanguinius es querido a través del Imperio por los ciudadanos comunes. Capillas dedicadas a Sanguinius han sido erigidas junto a los templos dedicados al Emperador. El Primarca es también conmemorado en su propio día sagrado de celebración llamado "la Sanguinala", donde los Adeptos imperiales de toda la Galaxia muestran la medalla roja de Sanguinius en sus pechos para conmemorar su sacrificio.
Hasta hoy día, los Ángeles Sangrientos están entre los más temidos y menos confiados de todos los Capítulos de Marines Espaciales, sus almas atormentadas por el horror de esos antiguos sucesos y sus cuerpos sacudidos por una secreta y terrible sed de sangre que nunca debe ser revelada.
Armamento[]
El Primarca Sanguinius vestía el Atavío Resplandeciente, e iba armado con granadas de fragmentación, la pistola Infernus, y o bien la Espada Encarmine, o bien la Lanza de Telesto y la Espada de Plata Lunar a la vez.
Citas[]
"Prefiero luchar hasta mi último aliento, y dejar que la galaxia arda. Incluso si no puedo detenerlo. Preferiría morir."
- —Sanguinius, hablando con el fantasma de Ferrus Manus justo antes de enfrentar a Horus Lupercal en el Espíritu Vengativo.
Miniatura[]
Imágenes[]
Fuentes[]
- Codex Imperialis.
- Codex: Ángeles de Muerte (2ª Edición).
- Codex: Ángeles Sangrientos (3.ª Edición).
- Codex: Ángeles Sangrientos (5.ª Edición).
- Codex: Ángeles Sangrientos (7.ª Edición).
- Index Astartes II.
- Deathwatch: First Founding (Juego de rol).
- The Horus Heresy: Collected Visions.
- White Dwarf Monthly N.º 262 ().
- White Dwarf Monthly N.º 331 ().
- Sanguinius: The Great Angel (Novela), por Chris Wraight.
- Horus, Señor de la Guerra, por Dan Abnett.
- Falsos Dioses, por Graham McNeill.
- Los Mil Hijos, por Graham McNeill.
- Signus Prime, por James Swallow.
- La Batalla de Calth, por Graham McNeill.
- El Imperio Olvidado, por Dan Abnett.
- Pharos, por Guy Haley.
- Ángeles de Caliban, por Gav Thorpe.
- Tormenta de Ruina, por David Annandale.
- La Perdición del Lobo, por Guy Haley.
- Muerte Titánica, por David Annandale.
- La Guerra Solar, por John French.
- Los Perdidos y Condenados, por Guy Haley.
- Saturnine, por Dan Abnett.
- Echoes of Eternity (Novela), por Aaron Dembski-Bowden.
- The End and the Death I (Novela), por Dan Abnett.
- The End and the Death II (Novela), por Dan Abnett.
- The End and the Death III (Novela), por Dan Abnett.