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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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—¡Destructores Pesados en el flanco derecho!

—¡Ahí delante hay tropas enemigas!

Los avisos llegaron justo a tiempo. El Mariscal Augustine se echó contra la pared interior del Cruzado Virtuoso mientras una detonación zarandeaba brutalmente el Land Raider de los Templarios Negros y levantaba sus ochenta toneladas hasta ponerlo sobre una de sus orugas. Luego, el potente vehículo volvió al suelo y del golpe aplastó los adoquines de la carretera del Camino Triunfal. Augustine bajó con fuerza la palanca de la rampa, puesto que no quería que el vehículo acorazado acabara siendo su tumba. Salió a la carga desde el interior del Land Raider hacia el infierno lleno de humo que rodeaba la Basílica de San Capileno, en llamas, mientras desenvainaba la espada de energía y desenfundaba la pistola bólter.

Los brillantes guerreros esqueléticos que plagaban aquel planeta salían de los edificios en ruinas por todos lados. Frente a él, el Castigo Divino despedía humo por sus laterales destruidos y su estructura, bañada en una luz roja, bloqueaba la carretera recubierta de escombros. Una alfombra viviente de criaturas escurrridizas parecidas a escarabajos plateados salió en tromba de las grietas de la carretera y cayó encima de los flancos del Land Raider. Mientras entraban en el interior del vehículo, alrededor de las garras de los escarabajos podían observarse unas nauseabundas espirales de energía verde. Al ver aquello, Augustine supo que el vehículo estaba perdido.

Los Templarios Negros se separaron y dispararon contra los guerreros mecánicos desprovistos de alma que estaban de pie frente a ellos. Destruyeron algunos, pero estos volvieron a levantarse después de que sus cuerpos abominables se hubieran recompuesto.

A un lado del Mariscal, el Tecnomarine Praepolo empezó a convulsionarse al ser atrapado por el flujo de energía de uno de los cañones de aquellos guerreros. Augustine pudo escuchar sus gritos de agonía por el canal de comunicaciones mientras el Tecnomarine era desollado vivo capa a capa.

—¡Por el Emperador! —gritó Augustine; cargó hacia adelante contra un grupo de guerreros plateados que se acercaba y los cortó a todos por la mitad tras propinarles grandes sablazos con su espada de energía. Golpeaba a aquellos seres inmundos presa del profundo desprecio que sentía hacia esas abominaciones que habían profanado aquel planeta del Emperador Inmortal. Derribó a su último oponente, extrajo la espada de su cuerpo destruido de un puntapié y se giró para ver que un rayo de luz verdosa atravesaba el Cruzado Virtuoso. El potente vehículo de guerra explotó formando una enorme bola de fuego naranja cuando el motor y la munición detonaron; luego volcó y quedó humeando de lado.

Augustine profirió un grito lleno de rabia, tras lo cual descubrió a una figura alta, cuyo resplandor metálico quedaba parcialmente oculto bajo una túnica cubierta de polvo y tierra, que llevaba un báculo muy largo con la punta afilada y rodeada de un fuego esmeralda. Mientras la observaba, la criatura blandió su arma, partió en dos al hermano Navarre y le seccionó un brazo al Apotecario Lentus, con lo que se salpicó de manchas carmesíes. El Apotecario cayó al suelo y primero se le desintegró la armadura y luego el cuerpo, todo en cuestión de segundos.

Augustine gruñó y echó a correr hacia adelante para interceptar al jefe Necrón de la túnica mientras este eliminaba a otro de sus guerreros. Entonces, docenas de criaturas parecidas a escarabajos se amontonaron a su alrededor y le mordieron y picaron. Había empezado a pisotear con fuerza sus cuerpos, aplastándolos bajo sus botas acorazadas, cuando, de repente, una cola con púas lo golpeó y se le enrolló en el torso con la intención de hacerle perder el equilibrio. Unas cuchillas chisporroteantes lo golpearon sobre la armadura del pecho y le abrieron varios surcos en ella. Augustine liberó su brazo de la presa y se giró para encararse a su enemigo.

Dos criaturas espectrales se encontraban flotando delante de él. Tenían espinas dorsales curvadas y salientes, y rostros cadavéricos de mirada maliciosa encajados entre dos hombros gruesos de los que salían unos brazos delgados como látigos y rematados en unas garras afiladas como escalpelos y en una variedad aterradora de flagelos ganchudos.

Carecían de piernas; solo tenían un par de colas afiladas que se extendían a partir de su espina dorsal y que lanzaban cuchilladas hacia adelante y hacía atrás revolviéndose a su alrededor. Augustine detuvo el impacto de una multitud de cuchillas afiladas y atravesó la panza de una de las criaturas con su espada de energía. La hoja se hundió en el cuerpo de la bestia sin encontrar resistencia, pero Augustine se quedó perplejo al comprobar que el golpe no parecía haber afectado a la bestia en absoluto, pues seguía indemne tras aquella acometida mortal.

El segundo espectro dio la vuelta por detrás de él y su cola lo golpeó en las piernas a la par que le clavaba sus dedos ganchudos en la armadura. El Mariscal lanzó un codazo contra la cabeza del monstruo, pero el golpe pasó a través de su cuerpo y a él le hizo trastabillar. ¿Luchaba contra fantasmas? Los espectros se aprovecharon rápidamente de su ventaja y volvieron a atacar. Las cuchillas, las garras y las colas con púas destrozaron la armadura de Augustine y le desgarraron la carne que había debajo. Blandió su espada describiendo un arco a su alrededor y, esta vez, su hoja dio en el blanco y logró hacer trizas a una de las abominaciones. Sintió que un dolor agudo le recorría las piernas y vio que docenas de criaturas insectoides iban trepando por su cuerpo, cada una de ellas apuñalándole una y otra vez.

A su alrededor, todos sus guerreros iban cayendo y alcanzó a ver que aún más deslizadores Necrones volaban hacia allí para acabar con los pocos que habían conseguido salir de la emboscada que les habían tendido. Augustine sintió que la cola del espectro se le enrollaba alrededor de la cintura a la par que su cuerpo le golpeaba por detrás y lo hacía caer rodillas. Luchó para levantarse, pero las bestias más pequeñas se aferraron en masa a sus brazos. Augustine gritó de rabia al ver que la sombra de las garras del espectro se levantaba por encima de él antes de caer con fuerza sobré su pecho.

Las largas cuchillas le atravesaron la armadura, llegaron a sus corazones y pulmones y le desgarraron la carne. Augustine se esforzó por conseguir el aliento que ya no le llegaría nunca, puesto que le habían abierto bestialmente la caja torácica, y cayó hacia adelante contra el suelo de la carretera.

Lo ultimo que vio fue cómo el resto de sus guerreros eran derribados bajo la luz infernal de la catedral en llamas.

Fuentes[]

  • Codex: Necrones (3ª Edición).
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