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Una intervención fantasmagórica

De todas las leyendas del Imperio, la más misteriosa de todas es la de la Legión de los Condenados. Lo más extraño de todo son los muchos informes corroborados de estos guerreros ultramundanos: su inesperada aparición en una encarnizada batalla, y su repentina e inexplicable desaparición al final de la misma. El informe de Tigurius, el Bibliotecario Jefe de los Ultramarines es, sin lugar a dudas, la versión más conocida sobre estos misteriosos Llegionarios:

"En la tercera noche de combate, los Orkos nos arrebataron el Gran Bastión. La desesperación se apoderó de nosotros, pues se había esfumado toda esperanza de recuperarlo. En nuestra Compañía, pude contar a treinta y siete supervivientes, aunque solo veinticinco de ellos estaban ilesos. Una hora antes de salir el sol, le pedí a la Compañía que rezara y, puesto que nuestro Capellán había sido aniquilado, hicimos las paces con el Emperador al estilo de batalla.

Fue cuando levanté los ojos de nuestra plegaria cuando vi a una extraña hueste allí donde momentos antes no había más que oscuridad. Al principio, pensé que era algún tipo de confabulación por parte de los Orkos pero, conforme la hueste avanzaba, me di cuenta que eran Marines Espaciales, aunque no pertenecían a ningún Capítulo bajo el sol del Emperador. Su armadura era negra y sobre ella había imagenes escalofriantes de huesos y fuego, mientras que en sus cascos llevaban cráneos. Mientras avanzaban, un fantasmagórico brillo los rodeaba y el fuego parecía danzar alrededor de sus pies. Eran como los huesos de los hombres en el tormento del purgatorio, y se parecían más a esqueletos que a hombres vivos. Sin embargo, no hicieron ruido alguno.

Durante un instante, creí que eran fantasmas, una visión de tiempos pasados, pues había oído que el Emperador provocaba estas visiones a aquellos guerreros que se enfrentan a la muerte en su nombre. Pero no lo eran, pues en cuando los fantasmagóricos guerreros llegaron a la línea de batalla de los Orkos, el aire se lleno de los sonidos típicos de la guerra, y pude oír a los Orkos gemir y chillar de terror. Nosotros nos quedamos allí, viendo a esos oscuros Hermanos de Batalla hacer su trabajo. Nunca antes había visto, ni después tampoco, una manera de luchar como la que vi ese amanecer. Aprovechando la oportunidad, reagrupé a mi Compañía, y los conduje a la guerra. Pero poco quedaba por hacer, pues los Orkos no tenían agallas para seguir luchando. No tardamos en volver a capturar el Gran Bastión, y sin ninguna pérdida más. De la oscura hermandad no quedaba ni rastro."

Fuente[]

  • White Dwarf nº 205 (Edición española).