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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Inqsello Por orden del Ordo Wikia de la Santa Inquisición, este artículo se considera fuera del Canon Imperial. Se declara carente de toda veracidad y blasfemo; y todo el que lo lea sufrirá purga inmediata. Si usted es el autor, diríjase a las autoridades competentes para someterse a la penitencia pertinente.

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El circuito infinito es un lugar curioso, pues no se parece a ningún otro. En este extraño lugar, las emociones fluyen como arroyos, turbando a las almas que ahí residen. Estas emociones, pertenecientes a eldars muertos tiempo atrás, influyen directamente en los habitantes del circuito infinito como no podrían hacerlo en el mundo material. Y, pese a todo, el circuito infinito no es como la disformidad, pues es inalterable y permanece igual sin dejarse alterar por los siglos, los milenios o sus propios habitantes.

En este entorno reside Larannian desde hace milenios, concretamente desde que Slaaf-Thakhê, paladín del cien veces maldito dios del caos Slaanesh, acabase con su vida en la batalla de Haranshemash, el planeta de las lágrimas. En vida Larannian fue uno de los pocos guerreros especialistas de Iyanden, miembro del templo de los segadores siniestros, y miles de enemigos de su mundo astronave habían caído bajo su lanzamisiles segador. Por suerte para él su alma no fue enviada a la disformidad, donde habría sufrido una condena eterna a manos de la Sedienta, sino que fue atrapada por una de las joyas espirituales colocadas en su armadura. Tras la batalla uno de los aedas óseos de su mundo astronave había colocado dicho artefacto en la cúpula de cristal, la joya había echado raíces y Larannian se ocultó de Slaanesh en el circuito infinito. Y allí se encontraba cuando sintió que la esencia de alguien contactaba con él:

-¿Larannian de los segadores siniestros?

-¿Quién quiere saberlo?- inquirió a su vez Larannian con la torpeza propia de quien lleva demasiado tiempo sin comunicarse con nadie.

-Disculpa mi falta de modales segador, pero el tiempo apremia. Los tiránidos, una raza maldita que nos era desconocida en tus tiempos, están invadiendo nuestro bello mundo, y no somos capaces de contenerlos.

-¿Y tan temibles son esos tiránidos de los que hablas que las numerosas huestes de Iyanden no pueden detenerlos?- preguntó, interesado a su pesar, el difunto eldar.

-Mucho me temo que sí. Son tan incontables como las estrellas del cielo, y se multiplican a mayor velocidad que los brutales orkos. Hemos despertado a todos los videntes de las cúpulas de cristal, y el joven rey se dirige a la cámara del avatar, pero no va a ser suficiente. Muy a nuestro pesar, nos hemos dado cuenta de que solo nos queda una alternativa: despertar a la guardia espectral.

-¿A TODA la guardia espectral?- preguntó alarmado Larannian.- esos tiránidos deben ser muy numerosos, pues corréis el riesgo de acabar con el mundo astronave debilitando el circuito infinito. Por cierto, aún no me has dicho tu nombre, joven.

-Mi nombre es Asharielle, y he sido enviada para reclutar un destacamento completo de guardias espectrales y llevarlo al combate. Por eso he contactado contigo, para pedir tu permiso con el objetivo de introducir tu joya espiritual en el caparazón de un guardia espectral y así guiarte al combate.

Larannian lo consideró por unos instantes. Corría el riesgo de que su joya fuese destruida, pero si en verdad los tiránidos eran tan temibles como parecía, su joya espiritual sería destruida de todas maneras y acabaría igualmente en poder de Slaanesh.

-Está bien aeda óseo, puedes extraer mi joya espiritual de su lugar de reposo.

-Gracias segador.- respondió Asharielle.

Tras un tiempo, que pudo haber sido segundos u horas en el mundo real, Larannian sintió que por primera vez en milenios salía del circuito infinito. El vacío fue a su encuentro, y por un segundo Larannian temió que algo hubiese salido mal y que el caos fuera a reclamarle, pero luego su espíritu se asentó en el caparazón de un guardia espectral.

Larannian abrió su mente al mundo material por primera vez en miles de años, pero lo encontró cambiado. Las distantes paredes de la habitación donde se encontraba eran semitransparentes para él, pues a través de ellas observó el mundo astronave: la derruidas torres de desembarco, los humeantes bosques de hueso espectral, y allá, a lo lejos, la cámara del avatar. Pese a que todo esto era poco más que un conjunto de sombras translúcidas para él, las almas y las emociones eran auténticamente reales. La angustia, la ira, el dolor de los eldars llegaba hasta él en ondas, y le infundía una actividad desconocida, como si los sentimientos fueran suyos propios. Pero las brillantes almas de los eldar no eran las únicas que veía el guardia espectral; otros espíritus, titilantes y oscuros, con un hambre y un ansia de destrucción insondables, los tiránidos de los que hablaba Asharielle.

Por cierto, hablando de la aeda ósea, su alma refulgía con el brillo de mil estrellas, ocultando momentáneamente todo lo demás e infundiendo una energía renovadora al guardia espectral.

Alrededor de Larannian despertaban otros eldars fallecidos, débiles espíritus que apenas se percibían, cuyos movimientos eran lentos y torpes y cuyas emociones eran difusas y contradictorias.

-Guerreros de Iyanden, los tiránidos se acercan a nuestra posición. Debemos prepararnos para la lucha. Ya estáis equipados especialmente para el combate que vamos a librar, seguidme hijos de Asuryan.- les dijo mentalmente Asharielle.

Los guardianes siguieron pesadamente la luz que desprendía el alma de Asharielle. Aunque Larannian notaba el suelo bajo los pies, para él era caminar sobre cristal, pues no lo vería ni lo sentiría de no ser por la extraña luz que despedía la aeda ósea. Más allá de las paredes que rodeaban a los guardianes espectrales, los eldars combatían a los tiránidos, esas oscuras luces que desprendían hambre y odio. Allá donde iban los tiránidos, las luces de las almas eldars parpadeaban y desparecían al ser capturadas por las joyas espirituales de sus armaduras. Y donde las almas eldar desaparecían, todo se sumía en la oscuridad y Larannian no veía nada.

De pronto, unas de esas formas oscuras se presentaron frente a los eldars.

-¡Genestealers!- exclamó Asharielle.- ¡Disparad, rápido!

La escuadra completa de guardias espectrales levantó los cañones espectrales y disparó. Los tiránidos eran muy rápidos, dos de aquellas criaturas fueron eliminadas por los guardianes espectrales, pero el resto alcanzó a los difuntos eldars. Uno de aquellos bichos decapitó a Larannian, pero este hacía mucho que no necesitaba de la cabeza, así que agarró el cráneo el alienígena y de una sacudida le partió el cuello.

Pese a sufrir graves amputaciones los guerreros espectrales se deshicieron de los tiránidos y continuaron su avance sin sufrir ninguna baja.

Más allá de las cúpulas de cristal los guerreros especialistas de Iyanden se batían en duelo a muerte con los incontables tiránidos, un combate en el que llevaban las de perder, pues por cada tiránido que caía abatido diez más ocupaban su lugar.

Los guardianes espectrales entraron en combate disparando sus temibles cañones, enviando entre chillidos de cólera a sus enemigos a la disformidad. Larannian disparó a un alma oscura más intensa que las demás, con lo que los guerreros tiránidos más pequeños parecieron volverse locos. Perdieron la coordinación y se expusieron innecesariamente al fuego eldar, con lo que fueron eliminados por miles, hasta que otro de sus líderes apareció. Incluso Larannian, con su extraña percepción de la realidad, se dio cuenta de que era enorme. Como mínimo era del tamaño de un señor espectral, y su oscura alma ocultaba a todas las demás, salvo a las más brillantes, como la de Asharielle. De un tajo con una de sus garras apagó el espíritu de un brillante exarca, antes de abrir fuego con unas extrañas armas que disparaban seres vivos.

Un transporte súper pesado Vampiro explotó al recibir de lleno la carga de un tiránido colosal, que lo estrelló contra una pared. Larannian envió a tres tiránidos a la disformidad de un disparo y le aplastó el cráneo a otro de un puñetazo, aunque antes el tiránido le había atravesado el pecho con una especie de garra.

-¡Retrocedamos!- exclamó mentalmente Asharielle.- son demasiados, no podemos contenerlos aquí. El avatar ha despertado, les contendremos junto a su cámara.

Los eldars se retiraron organizadamente, disparando una lluvia interminable de proyectiles sobre los tiránidos. Pese a todo los tiránidos no dejaban de avanzar.

Miles de tiránidos ocupaban los pasillos de Iyanden, y los eldars se veían incapaces de contenerlos, cuando de pronto un rugido inundó el mundo astronave, un grito de ira y furia apenas contenida, un grito que se resumía en tres palabras: -¡¡¡KHAELA MENSHA KHAINE!!!

Todos los eldars se vieron contagiados por esa ira, y gritando el nombre del dios eldar se abalanzaron sobre el enemigo. Y entonces surgió el avatar. Su brillante alma iluminó todo el mundo astronave, permitiendo a Larannian ver completamente a sus enemigos por primera vez. Eran seres monstruosos, una blasfemia a los dioses, seres quitinosos de múltiples brazos y rostros bestiales. Monstruosas criaturas surgían del suelo de Iyanden, formando extraños conjuntos de columnas deformes, mientras miles de esporas descargaban a las tropas tiránidas en el mundo astronave eldar.

El avatar se lanzó contra los tiránidos, matándolos a miles. El tiránido gigantesco que guiaba a los más pequeños cayó con la cabeza cortada, lo que provocó de nuevo que los tiránidos se matasen entre ellos y abandonasen la cobertura tras la que se cobijaban.

Parecía que daba igual lo que hiciesen los eldars, los tiránidos acabarían con ellos. El avatar mató a millones a los tiránidos con sus potentes golpes y sus rayos de energía, pero estos se arrojaron sobre el, muriendo carbonizados al contacto con su cuerpo de magma.

Asharielle calló cuando un tiránido le cortó la cabeza con una de sus garras, pero para entonces la mera presencia del avatar bastaba para iluminar el camino a los guerreros espectrales, quienes no dejaban de luchar ni cuando les cortaban las piernas o los brazos, pues no notaban el dolor ni necesitaban de miembros para vivir.

De pronto, una brillante descarga de energía se estrelló contra el mundo astronave, apagando las almas de miles de tiránidos. Aunque Larannian no podía verlo, una flota eldar debía estar atacando a los tiránidos.

-¡Es Yriel el renegado!- gritó uno de los eldars.

Larannian había conocido a Yriel en vida. Siempre había sido un gran estratega, un guerrero formidable y… bueno, un insubordinado. Por lo que el guerrero espectral sabía, le habían expulsado de Iyanden hacía siglos, así que era en verdad extraño que acudiese en ayuda del mundo astronave.

Larannian observó las brillantes almas de los renegados de Yriel mientras estos se arrojaban sobre el mundo astronave. No importaba si la ayuda sería suficiente o no. Mientras hubiese eldars vivos que sintiesen esperanza, los guerreros espectrales seguirían luchando. Ellos, los Defensores de Iyanden.


Escrito por BARACK_OBAMA

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