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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Mención de honor en el VI Certamen de Relatos. Escrito por Aresius King.

—Un trato es un trato. Como te prometí, somos los primeros en llegar al puente del San Ollanius Mártir.

—Debo insistir, una vez más, en que se dirija a Su Alteza con el respeto debido al heredero de la Dinastía Cathek, profesor Mazibrik.

—Bueno, hermana Luzia, yo creo que me he ganado el derecho a tutear al joven capitán después de mantenerle con vida a lo largo de esta infernal carrera a través del pecio, ¿no crees, Iveja?

Ignorando la mirada de furia de la Famulata, la primera figura se volvió con una sonrisa de suficiencia hacia el patrocinador de la expedición. Este era, ciertamente, un joven enclenque, atrofiado por su inmovilidad a bordo de su trono de soporte vital.

—No es el momento de discutir por esto, hermana —respondió Iveja Cathek con aliento trabajoso, levantando una mano pálida e intubada—. Es cierto que sus conocimientos de arqueotecnología y xenoingeniería nos han permitido sortear las trampas de este montón de chatarra. Pero aún nos queda un último obstáculo antes de que se haya ganado la recompensa prometida. ¿Cómo va la reactivación de la compuerta, Magos-Temporis?

Una cuarta silueta envuelta en un hábito rojo y cables respondió sin dejar de estudiar el maltratado panel de control. Su voz, inusualmente femenina y natural para un miembro del Culto Mechanicus, resonó por el pasillo, oscuro y lleno de polvo suspendido en la escasa gravedad local.

—Capitán Iveja Cathek. Respuesta: Como ya le he dicho en tres ocasiones hoy, esta no es mi especialidad. Pero mis estudios me llevan a concluir que reconectar estos cables dañados debería restaurar el funcionamiento del espíritu máquina...

—Ah, yo no haría eso, Magos Kruonis-10. —La mano del xenoarqueólogo se lanzó a interponerse en el camino de los mecadendritos, y obligó a la Tecnosacerdotisa a apartarse con una educada sonrisa enmarcada en una barba recortada y aceitada.

—Profesor Juro Mazibrik. Pregunta: ¿Además de estudiar arqueotecnología e ingeniería alienígena, domina usted también la visioingeniería mejor que un miembro ordenado del culto al Dios Máquina?

Aunque no hizo ningún gesto visible, el tono de irritación era evidente. Mazibrik levantó las manos en gesto de disculpa, pero no se apartó de la consola.

—No era mi intención importunarle, Magos. Sin embargo, mi investigación del paradero del San Ollanius me ha llevado a estudiar la... cautela del Comerciante Independiente Tyrel Cathek. No podemos descartar que este cableado no esté diseñado para activar una trampa contra cualquiera que intente forzar el acceso a su sanctasanctórum personal.

Al oír esto, la Famulata y el capitán se alejaron medio paso del aparato. Un chirrido mecánico en la capucha de Kruonis-10 indicó que estaba volviendo a analizar el interior de la carcasa con más detenimiento.

—¿Y qué... sugieres hacer, Juro? —preguntó Iveja con aprensión.

—Bueno, por poder, podríamos cortar o reventar la compuerta. Pero eso llevaría mucho tiempo, haría mucho ruido, y quizás dañe el puente. Y no queremos ni llamar la atención de tus queridos primos, ni perder la Carta de Comercio, ¿verdad? —comentó Mazibrik mientras se ajustaba su gabardina de brillante cuero negro—. Así que lo mejor será puentear los controles con una nueva fuente de alimentación, como esa preciosa culebrina volkita que lleva la Magos, y asegurarnos de que solo la compuerta se activa.

—Profesor Juro Mazibrik. Capitán Iveja Cathek. Famulata Sor Luzia. Esta propuesta es altamente heterodoxa. Debo protestar.

—La sapiencia del profesor nos ha mantenido con vida hasta ahora. Un arma reliquia puede ser un pequeño precio a pagar a cambio de recuperar la Carta del tío Tyrel... y su colección personal de artefactos.

Farfullando en binhárico, la Magos-Temporis entregó su pesada arma volkita a Juro, que se agachó para retirar la carcasa y reconectar el cableado interno con los sistemas de la compuerta. Mientras Sor Luzia vigilaba el pasillo y la Tecnosacerdotisa y el joven capitán observaban su trabajo, el hombre empezó a tararear.

—Profesor Juro Mazibrik. Preguntas: ¿Qué melodía es esta? ¿La actividad musical representa un factor favorable a la productividad? ¿Por qué no está pronunciando ninguno de los ritos de apaciguamiento del espíritu máquina de esta noble arma?

—¿Hmm? Oh, perdón. Me ayuda a concentrarme. Es La Caída de Imbach, una antigua balada Squat.

—¿Squat? ¿Los pseudohumanos enanos del Núcleo? No le hacía interesado en culturas inferiores, profesor —comentó ácidamente Sor Luzia sin dejar de apuntar con su pistola bólter al pasillo.

Mazibrik ignoró el comentario, pero siguió trabajando en silencio. Unos minutos después, varios pilotos del panel se encendieron, y con el chirrido retumbante de varias toneladas de adamantio moviéndose sobre raíles tras décadas sin mantenimiento, la puerta del puente se abrió cosa de un metro antes de atascarse.

—Bueno, ¿quién quiere ser el primero en entrar? —anunció jovialmente Juro.

—Si me lo permitís, alteza, afrontaré yo...

—Capitán Iveja Cathek. Solicitud: Iniciaré un reconocimiento...

—No —cortó el muchacho—. Si esta es la tumba de mi tío, seré yo el primero en verlo con mis propios ojos. —Dicho esto, reposicionó las patas hidráulicas de su trono y entró en la cámara por el angosto hueco.

Mazibrik dio un paso atrás con una reverencia y dejó pasar a la Magos-Temporis. Mientras Sor Luzia seguía sus pasos, el arqueotecnólogo comentó en voz baja:

—Qué chiquillo tan valiente. Qué lástima...

La Famulata se volvió como un látigo y le amenazó con un dedo envuelto en un guante de seda negra, susurrando:

—Bajo ninguna circunstancia hará usted mención al estado de salud de Su Alteza en su presencia ni en la mía, ¿está claro?

Había un cierto orgullo maternal en aquellos ojos grises. Alzando de nuevo sus manos encallecidas, Juro aceptó la reprimenda sin rechistar. En ese momento, llegó hasta ellos la voz temblorosa del joven Comerciante Independiente.

—Profesor... Juro, deberías ver esto...

—Ya vamos, alteza.

Dando la espalda a Mazibrik, la Famulata entró en el puente y pudo ver qué causaba tanta impresión a Iveja. La sala de mando del San Ollanius Mártir, oscura por hallarse enterrada en el corazón de un conglomerado de naves a la deriva y no disponer de energía para sus lumens, estaba siendo revelada por los focos que la Magos-Temporis traía implantados en su desgastado cuerpo orgánico. Y estaba... vacía.

Todas las hornacinas de exposición de reliquias y artefactos de una vida de exploración y purificación de amenazas al Imperio estaban desnudas. No había cadáveres en los puestos de control, aunque sí marcas de disparos y golpes por todas partes; era un milagro que las vidrieras de observación no hubiesen saltado por los aires. Pero lo que de verdad destacaba en la sala era la figura que, atrapada en un aura azulada de estasis, aferraba algo contra su pecho acorazado en el trono principal. Su capelina dorada caía hacia atrás, revelando una cabeza calva y un gesto de horror y odio.

—Tío Tyrel...

—Tyrel Cathek. Tyrel el Destructor. Aplaudido por su veneración al Imperio. Infame, fuera de él, por exterminar todas las supuestas amenazas que encontraba explorando la galaxia. Asesino de inocentes, ladrón de tumbas, y traidor a su propia palabra de honor.

Ante semejantes declaraciones, Iveja, Sor Luzia y Kruonis-10 se volvieron pasmados hacia Juro Mazibrik. Pero este ya no era el apuesto investigador de ruinas que les había ofrecido guía y consejo para encontrar la nave perdida, sino una figura rechoncha que le llegaba al abdomen a la Hermana Famulata. La barba y la gabardina de cuero eran como las que recordaban; no así el gesto serio y el rifle de gravitones con el que les apuntaba. Tras él, la compuerta se cerró de un golpe, como si fuese nueva.

—¿Qué significa esto, Juro?

—Significa que ha llegado el momento de ajustar cuentas, muchacho. Tu tío traicionó a los prospectores Squat que le guiaban por el Núcleo, atrajo incursiones Tiránidas a la región, y nos echó encima a su contingente de Marines Espaciales. Conseguimos devolverle la jugada, por supuesto, y yo mismo conseguí atraparle con una granada de estasis antes de que él detonase la suya de vórtice. Ahora hay una veintena de bombas de vórtice repartidas por el pecio, y toda la Dinastía Cathek está atrapada a bordo. Los agentes del Gremio de Ingenieros nos hemos ocupado de atraeros, encerraros, y poner los contadores en marcha.

—¡Lord Guilliman no tolerará esto! ¡Traidor, embustero infrahumano! —vociferó Sor Luzia.

—Lord Guilliman está de acuerdo. Prefiere sacrificar una familia de psicópatas avariciosos a cambio de una alianza con la confederación de los Mundos Natales Squat para su Cruzada Indomitus. La Dinastía será acusada de herejía, el Capítulo de los Corazones de Piedra partirá en cruzada de penitencia, y los Squats podremos dejar de escondernos. Es un buen trato.

—¡Si hemos de morir, tú morirás con nosotros!

Los disparos de Sor Luzia atravesaron con chispazos de luz el cuerpo de Juro, que se desvaneció. Un servocráneo le sonrió de vuelta.

—Yo nunca estuve aquí.

La capelina de Tyrel cayó al suelo. Un grito retenido durante años resonó en la sala. La granada de vórtice estalló. La locura engulló el puente, la nave y el pecio.

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