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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Relato presentado al V Certamen de Relatos. Escrito por Adeptus Hispanus.

DRAMATIS PERSONAE[]

La II Legión, los Inmortales

  •  Takagi Atsuhiro - Señor de la Atsuhiro-kumi.
  •  Yamada Nagasada - Señor de la Nagasada-kumi.
  •  Kanou Norikazu - Tercer Guardia y campeón de la Nagasada-kumi.
  •  Aoki Sadayasu - Segundo Guardia y líder de los Ashigaru / Ashigaru-teppō de la Nagasada-kumi.
  •  Gosankyo Takehiro - Cuarto Guardia y líder de los Kaitori de la Nagasada-kumi.
  •  Nishio Uchiari - Primer Guardia y líder de los Itakoshiro de la Nagasada-kumi.

¡Waaagh! Grubgrod

  •  Grubgrod Manoztijeraz - Kaudillo del ¡Waaagh! Grubgrod.
  •  Tazgard Kabezaloka - Kabezadisforme del ¡Waaagh! Grubgrod.

Música del relato[]

https://www.youtube.com/watch?v=3Ztytn-jcZM

https://www.youtube.com/watch?v=dGs9TsmvECk


Sin duda una revelación es inminente;

sin duda la Segunda Venida es inminente.

¡La Segunda Venida! Apenas digo estas palabras

cuando una vasta imagen del Spiritus Mundi

perturba mi visión: oculta en las arenas del desierto

una forma con cuerpo de león y cabeza de hombre,

de pupilas vacías y crueles como el sol,

mueve sus lentos muslos, mientras en torno fluyen

las sombras indignadas de las aves del yermo.

Cae de nuevo la oscuridad;

pero ahora sé que veinte siglos de pétreo sueño

fueron mortificados hasta la pesadilla por el mecerse de una cuna,

¿y qué bestia escabrosa, llegada al fin su hora,

se arrastra hacia Belén para nacer?

- La Segunda Venida.

Bajo los cielos violáceos de Ziamia, los Inmortales luchaban. El fulgor bravoso de su sistema binario caía sin oposición hasta los valles envueltos en polvo y saturados de sangre verde de una cordillera que no tenía nombre en lengua gótica, pero que para los orkos del ¡Waaagh! Grubgrod era Karakortum, el hogar de su kaudillo. Durante seis meses el 5º Grupo de Ejércitos de la II Legión había embolsado y purgado los sistemas del Cúmulo Ka’hoc, exterminando a cuantas hordas y flotas se interpusieron en su camino; acabar con Grubgrod era un asunto personal del primarca. En Ziamia el primer paso fue tomar las estaciones de defensa orbitales al asalto, obtenidas de sus actos de piratería en sectores vecinos e incluso de planetas humanos que serían descubiertos más adelante. Después sus rudimentarios caza-bombarderos fueron derribados por sus contrapartes astartes. Con la superioridad aérea lograda, sus tanques fueron hechos trizas y se despejaron zonas de desembarco. Legionarios y destacamentos de Fellglaive, Sicaran, Cerastus Castigadores y Questoris Magaera de la Casa Hastur aseguraron las cabezas de puente y sofocaron los contraataques locales que se produjeron. Las unidades de Cazadores de Tigres fueron las primeras en actuar en la superficie, apareciendo de la nada y aniquilando concentraciones de tropas o guaridas de kaudillos menores con una furia incontenible. Una semana tras los desembarcos, los Inmortales tenían una única misión: asegurarse de que el enemigo no saliera en masa de Karakortum hasta que la aproximación Hachijin se completase.

Desgajados del grueso de la legión, los orkos y del polvo, cientos de Inmortales escalaban los acantilados y escarpaduras bombardeadas de Karakortum hasta sus objetivos designados. Los más afortunados podían girar sus cascos unos instantes, apartar el omnipresente barro y la nieve de sus lentes y observar el valle en el que su padre genético se movía como si de un relámpago en una nube se tratase. Ante él un océano de orkos, caminantes y tanques amenazaba con devorlarle. Tras él y su guardia personal, la Konoe Shidan, seis Dreadnought Leviathan y tres Deredeo formaban una cuña de gigantes que disparaban sus cañones de asalto y bombardas de flujo gravítico en arcos que mataban a cientos de xenos por segundo. Los pretorianos de la Sombra del Emperador avanzaban envueltos en su propia niebla, oscura e impenetrable, a cuyo paso la muerte era el paisaje legado a la primera línea. Frente a ellos, sus semejantes orkoides estaban a punto de trabarles en cuerpo a cuerpo, apoyados por Lataz Azezinaz, Gokanautas y Morkanautas. Grubgrod, apodado Manoztijeraz por su garras de kombate, avanzó con su guardia personal de meganoblez, mientras que el primarca de los Inmortales destripó a un kaudillo con su katana Juicio de la Sombra y cargó hacia el dreadnought orko más cercano.

Otros legionarios, como los miembros de la Nagasada-kumi, estaban demasiado ocupados matando como para ver una obra de teatro. Armas cuerpo a cuerpo en ristre se habían lanzado en sigilo al asalto de un pequeño fortín en la boca de una cueva en las montañas nororientales, guiados por los informes de inteligencia que indicaban una emisión de energía psíquica orka anómala. El lugar era una estructura con dos muros irregulares, pintados con todo tipo de símbolos orkoides, vigilados por un portal con sendas torres, todo reconstruido horas antes. Los centinelas, o aquellos que fueron obligados a golpes por otros orkos a serlo fueron eliminados por disparos de los ashigaru, dando paso franco a los kaitori con sus Kanabō, los cuales destrozaron la entrada y los cráneos xenos sin que saltara la alarma.

Todo lo relacionado con los orkos era anómalo, sin la debida observación, pero la legión había combatido a muchos reinos orkos distintos y aislados y logrado identificar ciertos sospechosos habituales: técnicos, apotecarios y por encima de todos, psíquicos. Estos últimos eran objetivos prioritarios para cualquier unidad que tuviera conocimiento de su localización, independientemente de la situación; eran los destinatarios de la energía psíquica que todo orko emitía y si las circunstancias eran desfavorables, adquirían cierta tendencia a la inmolación, de consecuencias terribles.

Yamada Nagasada, capitán veterano de los Inmortales y señor de la Nagasada-kumi, conocía tanto como sus hombres de lo que eran capaces los orkos psíquicos. Eran su especialidad, su presa favorita. Su padre genético les había seleccionado en el discurrir de campañas, reunido y entrenado para tal fin en los cálidos bosques de Kumano IV. El asalto al fortín fue breve, preciso, honorable. Los orkos lucharon con todas sus fuerzas y lograron herir a tres marines, pero cayeron. A diferencia de otros enemigos, los orkos y sus emisiones psíquicas eran los únicos capaces de interferir las habilidades sobrehumanas de los Inmortales, por lo que unidades como la Nagasada-kumi las ignoraban salvo en situaciones de emergencia y eran equipados con una variante de servoarmadura dotada de mayor blindaje, pero sin contrapartidas reseñables.

Antes de dar las órdenes para la incursión en el vientre de la bestia, Yamada levantó su espada y la encaró a los soles con la intención de comprobar su estado. La hoja, incapaz de perder filo y pulida hasta ser un espejo impoluto, jugó con la luz, reflejando la faz de su portador. Dos ojos carmesíes detectaron que su servoarmadura Mark IVk tenía ciertas manchas de sangre en su menpo por aquel orko que tuvo la valentía de escupirle entre mandobles, pero el resto del kabuto estaba intacto; el pectoral mostraba ciertos rasguños de fuego ligero y los juramentos habían desaparecido; las hombreras sode y las protecciones haidate se habían llevado la peor parte de los ataques a las extremidades, lo que requeriría reparaciones tras la misión. El resto seguía vestido del negro bordeado en carmesí característico de su legión y su estandarte sashimono, pese a las rasgaduras, seguía ondeando orgulloso a su espalda.

-¿Preparándote para una actuación, hermano? -dijo Gosankyo, Cuarto Guardia y líder de los kaitori tras el marine. Su servoarmadura, cuyo kabuto portaba dos trenzas de pelo animal a los lados, mostraba numerosos arañazos y una grieta en la zona de los brazos, mas el tono de su voz por vox y su pose relajada tanto con el escudo tormenta como con el Kanabō restaban toda seriedad al asunto -. Yo podría hacer de reo.

-Una comprobación de equipo rutinaria. Estos xenos son de los pocos que nos obligan a luchar de forma semi-convencional -Yamada apuntó la espada hacia la abertura llena de cascotes y restos xenos -. Sadayasu, informa.

-Listos para avanzar a tu orden -sentenció Aoki, Segundo Guardia. Su estandarte hata-jirushi ribeteado en hilos dorados le convertía en un tiburón en un banco de atunes. Su menpo, más avanzado tecnológicamente que el de sus compañeros y decorado con lentes doradas, se ajustaba al terreno con los datos que recibía para ofrecer la máxima puntería.

-¿Alguna noticia de nuestros hermanos en los valles? -preguntó Gosankyo.

-Negativo, aunque apostaría a que Padre se lo está pasando en grande -replicó Aoki-. El entramado psíquico orko aquí es especialmente intenso y las comunicaciones a media distancia son una lotería.

-Nishio, dime qué puedes detectar -dijo Yamada.

-Hay una concentración enemiga antinatural a varios kilómetros en el interior de la montaña. Furia sin control. Velocidad. Agonía calculada. Construcciones. Varios psíquicos. Me recuerda demasiado a Glovotune Secundus -aseveró Nishio, psíquico y Primer Guardia. Se encontraba junto a Aoki, sosteniendo su lanza de mango plateado ceremoniosamente -. Sugiero una inserción castillo-rojo-1, señor.

-Tú siempre sugieres esa táctica desde aquella escaramuza en Nakatomi -rezongó Yamada-, pero tienes razón. Guardias, listos para inserción castillo-rojo-1. Kanou, tú y tus hombres permaneceréis en la boca de la cueva y cubriréis nuestras espaldas. El resto adelante.

-Estaremos atentos a cualquier evento, mi señor -respondió Kanou, Tercer Guardia y campeón de la Nagasada-kumi. El grueso de la Nagasada-kumi inició su descenso emitiendo cánticos mezcla de gregorianos y mantras, mientras que Kanou y los suyos plantaron sus lanzas yaris en un semicírculo compacto de cara al exterior, con su líder dos pasos por detrás. Los cánticos servían a dos propósitos complementarios: sus cascos los interpretaban como un sistema de ecolocalización y los orkos detestaban la música, atrayéndolos como moscas a la mierda. Abandonada toda pretensión de sigilo, y con Yamada, Gosankyo y los kaitori abriendo camino, los Inmortales desataron toda la potencia de fuego de la que disponían.

Detrás de cada devastador había un ashigaru presto a disparar su bólter a enemigos con la defensa abierta o moribundos que necesitaban ser rematados. La pobre iluminación de los túneles orkos reforzaba su apariencia de espectros, como si un muro de oscuridad se abatiera sobre ellos. Nishio y sus hermanos marcaban para demolición los caminos sin salida, centrados en seguir un rastro psíquico que se hacía más intenso por momentos. En el exterior, Kanou informó a Yamada y los Guardias de que la Atsuhiro-kumi había recuperado la ventaja y atacaba otra entrada de la montaña.

-Recibo señales intermitentes de la Atsuhiro-kumi, pero creo que Takagi le reta a que su maniobra sea una mera diversión de tu gran plan, señor -dijo Nishio.

-Dile que si muero no podrá saberlo, ¡asi que ya puede ir acelerando el paso! -la espada de filo fractal de Yamada atravesó de arriba a abajo a un orko como si fuera mantequilla. En ese momento se encontraba en uno de los que llamaban talleres de carnes, donde los orkos eran sometidos a todo tipo de cirugía imposible para recibir mejoraz. Equipados con garras de kombate, kohetes insertados en la espalda o mandibulaz sobre sus rostros defendieron la posición durante minutos, cobrándose las vidas de dos legionarios, antes de que los Inmortales sellasen la zona y pasaran al siguiente subnivel. Los apotecarios extrajeron las glándulas progenoides de los caídos y a continuación iniciaron la secuencia de incineración de las servoarmaduras, quedando sendas montañas de cenizas como recuerdo.

-Yamada, tenemos un problema -transmitió Nishio. Yamada se acercó hasta su posición, un batiburrillo de instrumental médico, artefactos y cuerpos diseccionados en una oquedad de la zona. Nishio y un apotecario lo inspeccionaban todo -. ¿Ves esto? Los orkos han estado intentando implantar cierta clase de tecnología en sus hombres.

-¿Teorías? -preguntó Yamada -, hemos visto objetos así en otras ocasiones, pero nunca tan desarrollados.

-Los artefactos parecen ser transmisores/receptores de alguna clase, probablemente de energía psíquica. No están pensados para garantizar la supervivencia del huésped por mucho tiempo -declaró el apotecario.

-La huella psíquica es muy reciente, amén de intensa. Sea lo que sea aquello que traman han terminado los preparativos, pero puedo seguir su esencia -añadió Nishio. Yamada asintió y los tres regresaron a las refriegas en el túnel principal. Este empezó a abrirse más y más hasta llegar a formar una tosca autopista bajo tierra, con anchura suficiente como para que cuatro tanques leman russ pudieran moverse holgadamente.

-¡Infantería de asalto orka convergiendo sobre mi posición! -gritó Kanou por vox mientras empalaba a un Zoldado de Azalto y hacía detonar su cohete -. ¡Ya hemos repelido un primer intento, pero su número nos está empujando a la cueva!

-Pide apoyo aéreo y retírate a los túneles. Hemos marcado nuestras ruta con balizas. Cuando llegues a la autopista, ejecuta operaciones de limpieza -respondió Yamada.

-¡Así será mi señor! -Kanou decapitó a otro zoldado de azalto y solicitó refuerzos por aire. Sus lanceros se retiraron paso a paso, cediendo terreno sólo cuando ellos querían. Los orkos seguían cayendo en oleadas, lanzando todo su arsenal sobre los Inmortales. Kanou se ocupó de aquellos que sortearon el muro de lanzas y proyectiles bólter, ejecutando una serie infinita de golpes, estocadas, barridos, cortes y tajos.

El combate por la entrada derivó en una carnicería. Los orkos, en su frenesí, comenzaron a chocar y explotar en una reacción en cadena que provocó una tormenta de fuego que arrasó con los zoldados de azalto más cercanos, bañó a los Inmortales y carbonizó a los que no tenían selladas sus servoarmaduras. El resto de orkos optó por un ataque terrestre, usando los restos fundidos por el fuego del fortín como cobertura. Kanou colocó a sus hombres en formación de cuña a doscientos metros de la entrada y esperó el siguiente ataque.

De vuelta en la autopista, los orkos habían instalado controles y puntos fuertes casi sin espacio entre sí, formando una suerte de carrera de obstáculos de acero, madera y carne. Los Inmortales se vieron presionados tanto desde vanguardia como de retaguardia, donde otros grupos de orkos empezaban a hostigar, por lo que la Nagasada-kumi adoptó la formación kuruma-gakari. Los legionarios, como si de representar una espiral en un dibujo se tratase, engarzaron sus unidades de tal forma que se enfrentaron a este en un movimiento continuo, barriéndolos. Los kaitori ablandaban la primera línea de enemigos, rotaban, y los ashigaru o los itakoshiro les convertían en pulpa. Cuando los legionarios encontraban puntos fuertes o equipados con armas pesadas, los lanzacohetes y bólteres pesados de los ashigaru-teppō en el centro de la espiral daban buena cuenta de ellos.

Los orkos seguían luchando con todo su deseo, pero su nivel era algo que sólo habían presenciado en ocasiones en las que su número era muchísimo mayor. Entre los guerreros que se derramaban por las barricadas, trincheras y las zonas de muerte empezaron a aparecer otros que portaban artefactos similares a los descubiertos por Nishio, cubiertos de rayos apenas contenidos sobre sus cabezas. Sus movimientos no tenían sentido, encerrados en un frenesí inconsciente en el que todo aquel que se cruzara en su camino era golpeado con sus manos desnudas. Sin embargo, los orkos cercanos a estos luchaban no sólo más furiosos, sino concentrados.

-¡Están retroalimentando y canalizando la energía psíquica de los orkos, mi señor! -gritó Nishio, incapaz de ocultar el regusto amargo del dolor por tratar de contener la intrusión enemiga.

-¡Ashigaru-teppō! ¡Destruid a esas cosas! ¡Gosankyo, tú y tus kaitori haced un muro de Kanabōs! ¡ULTRA FIDEM! -gritó Yamada. Los ashigaru-teppō concentraron el fuego en los objetivos tanto visibles como no tanto, haciendo caer sobre ellos una lluvia de muerte. Gosankyo reorganizó a sus hombres en una línea compacta de seis en fondo y junto a Yamada cargaron sobre otra serie de fortificaciones. Aquellos en primera línea eliminaron a los orkos más cercanos y después formaron una rampa media con su cuerpo, permitiendo que la siguiente fila les usase de rampa, acabasen con su ración de xenos y, apoyados en los anteriores, formasen una rampa más larga aún y se repitiera una tercera vez. Las filas cuatro a seis saltaron sobre la cresta y formaron el valle de la ola, rompiendo la línea enemiga. A continuación los kaitori intercambiaban roles y la ola siguió avanzando.

Yamada saltó, destripó a dos orkos con rebanadoraz e hizo de rampa para Gosankyo, quien se batió el cobre con cinco orkos armados con hachas. El campo de energía que emitía el arma del Inmortal no era rival para el blindaje y las armas de los orkos, que cayeron en rápida sucesión. Otro Inmortal ocupó el puesto de su señor, lo que permitió a Yamada usarles para sortear un muro de acero y caer sobre un grupo de orkos espada en vanguardia. El primero fue decapitado nada más aterrizar; el segundo perdió ambos brazos antes de recibir un disparo en la frente; los tercero, cuarto y quinto fueron privados de piernas y luego rematados. Los cuatro restantes cargaron al unísono, lo que no hizo sino ayudar a Yamada, quien se agachó y giró sobre sí mismo, partiendo por la cintura a los xenos. Si los orkos eran feroces, los Inmortales poseían una velocidad de movimientos inigualable, al margen de sus otras habilidades.

-¡Tanques! -gritó de pronto el líder de la Nagasada-kumi por vox. Ante él aparecieron cuatro enormes tanques orkos en formación en cuña de cuatro, construidos con todo tipo de chatarra disparando balas, piedras, fuego y ácido, haciendo trizas sus propias defensas y conteniendo por momentos la ola. Yamada, Gosankyo y otros Inmortales cargaron a toda velocidad, absorbiendo el fuego ligero, esquivando el pesado y saltando sobre los tanques para descargar sobre ellos toda su furia. Tras los tanques la infantería orka marchaba en filas apretadas, prestas a explotar una hipotética brecha con armas ligeras, lanzallamas, incluso equipos de mortero. Los Inmortales se cebaron con los tanques, vomitando un viento de golpes y proyectiles. Gosankyo cayó sobre el tanque escolta, golpeándole con su Kanabō hasta el punto de atravesar el blindaje superior y convertir en papilla a la tripulación. El tanque líder fue presa de Yamada y dos hermanos más con igual furia, despedazándolo como si fuera un cerdo hasta que sus ocupantes fueron empalados en su propia máquina. La infantería orka escaló los restos de los dos tanques ya destruidos, pero sus controladores psíquicos fueron diezmados por los ashigaru-teppō y el asalto perdió fuerza. Los otros dos tanques escoltas quedaron varados en un foso anticarro y fueron presa fácil para los misiles de los Inmortales.

-¡Maldita sea! Estos orkos no parecen ellos mismos. Han montado un contraataque blindado en formación, con infantería mixta en la cola y sin dejar huecos que explotar… -gritó Gosankyo por vox, al tiempo que Yamada rehacía las líneas.

-Debemos localizar a los psíquicos antes de puedan organizar una contraofensiva mucho más coordinada -aseveró Yamada -. Nishio, guíanos.

Privados de apoyo blindado por el momento, la marea de orkos empezó a remitir, lo cual permitió que el avance ganase velocidad. En retaguardia la escena estaba compuesta de un suelo tapizado de cadáveres orkos, incendios y hermanos caídos en plena atención por parte de los apotecarios. Sus nombres serían cincelados en mármol y oro, así como parte de sus cenizas, que serían devueltas a sus familiares. Los marines del mashin-no-teimā repararon las servoarmaduras por grado de daño, actualizaron sus mapas y los enviaron hasta los repetidores que habían ido colocando en su avance, permitiendo que la Atsuhiro-kumi los superpusiese a los suyos, coordinasen su avance y viceversa. Nishio y los itakoshiro detectaron un nuevo pico de energía con la misma firma que los orkos operados en un ramal de la autopista, bastante angosto y que no permitía el paso de más de dos legionarios pegados en su ancho. Yamada cogió a Gosankyo, Aoki, líder de los ashigaru-teppō y varios kaitori y avanzaron, con los itakoshiro en retaguardia. El resto de la Nagasada-kumi montaría una defensa en profundidad en la autopsia y esperarían a los refuerzos.

El ramal destacaba por la cantidad de cables que discurrían por este, de todos los tamaños y cargados de energía o de líquidos imposibles de identificar; Aoki ordenó a los suyos en la autopista que volasen cualquier cosa parecida a un depósito o transformador eléctrico. La iluminación, hasta que fue privada de sustento, era mejor y más uniforme que antes, siempre en la escala orkoide. De pronto, la tierra empezó a temblar y algunos cables se rompieron por sobrecarga; los Inmortales apremiaron el paso. El suelo de piedra y cables empezó a transformarse en uno compuesto de trozos de metal, con los cables bajo este, las paredes ganaron uniformidad y el ruido de maquinaria emergió para crecer y crecer. Algunos gretchins salieron al paso para hacer reparaciones pero fueron liquidados sin molestia.

-La Atsuhiro-kumi ha llegado para unirse a la fiesta -transmitió su líder por vox-. ¿Cuál es tu posición, Yamada?

-A unos tres kilómetros de la autopista por un ramal al oeste, Itami. Escoge a veinte hombres y síguenos. Deja al resto -respondió Yamada. Los hombres de la Atsuhiro-kumi alcanzaron a Yamada sin mayores problemas y ambos grupos descendieron por el laberinto de túneles.

La visión que se abrió ante los Inmortales cuando los túneles cesaron fue de pesadilla. Miles de cables se enroscaban y trepaban por las paredes de una gran caverna para confluir en una construcción gigantesca en su centro, dentro de la cual y en cuya parte superior se habían incrustado a cientos de orkos con artefactos en sus cráneos. Bajo este primer nivel, un segundo alojaba a menos orkos pero sus características les identificaban como psíquicos. Y por debajo de todos, a ras de suelo, un enorme psíquico yacía sentado en un trono de chatarra y antenas galvánicas, con un halo de acero como corona, conectada a la máquina sobre el por cables. Todo el conjunto estaba protegido por torretas defensivas y unos rudimentarios escudos de vacío. Tal era la energía de la sala que la iluminación era innecesaria, pues los rayos y los escudos dotaban al escenario de un tono azulado.

Nada más penetrar, los itakoshiro empezaron a sangrar bajos sus cascos por la presión psíquica a la que estaban siendo sometidos, pero con todo se adelantaron a sus compañeros y formaron un muro de contención para sus hermanos. Estos se desplegaron desde varios ejes, convergiendo en una media luna con la aberración orka en su frente y empezaron el ataque. Las torretas defensivas fueron las primeras en ser destruidas, obra de los ashigaru-teppō, de tal forma que el flanco derecho de los imperiales empezó a ganar iniciativa y ganar metros hasta los escudos de vacío. Entonces los refuerzos orkos, que surgían de todas partes, trataron de hacer retroceder se toparon en un primer momento con un muro de fuego, pero gota a gota empezaron a llenar la caverna.

-¡El flanco derecho es mío! -bramó Takagi, saliendo del muro de contención en el centro de la formación y guiando a los suyos a lo más fiero de la batalla.

Yamada arengó a sus hombres y estos respondieron con más balas, más golpes, más rayos psíquicos. Gosankyo y los kaitori formaron escudos físicos sobre los itakoshiro, con los ashigaru como eslabones entre cada grupo. Los ashigaru-teppō concentraron su fuego en las torretas restantes, pero aquellos con armas de plasma las apuntaron hacia los cables sobre ellos, mermando poco a poco la energía que recibía el constructo. Su efecto fue inmediato: los escudos de vacío empezaron a parpadear. Los orkos muertos en el flanco izquierdo y en el centro empezaron a amontonarse, formando coberturas naturales. En el flanco derecho la situación seguía siendo incierta. El destacamento de la Atsuhiro-kumi había sostenido la ofensiva, pero el número de orkos estaba llegando a un punto crítico. De pronto, la máquina lanzó un rayo violáceo sobre los orkos, entendiéndose por ellos en decenas de ramificaciones y carbonizando sus cerebros. Después ese mismo rayo retrocedió y regresó a la máquina, permitiendo que más orkos ocupasen el lugar de los caídos.

-¡Ashigaru-teppō! ¡Concentrad el fuego en la máquina y destruidla antes de que nos use de alimento! -gritó Yamada. Con los escudos fallando, Aoki dirigió el fuego a zonas aparentemente críticas de la maquinaria, eliminando a buena parte de sus huéspedes. El efecto fue inmediato: el orko sentado en el trono de la máquina empezó a despertar y los restantes orkos incrustados empezaron a morir; la máquina se estaba apagando.

-¡Cargad! ¡Por la Sombra y el Sol Invicto! -Yamada corrió, saltó las colinas de cuerpos y se zambulló en una marea de orkos rabiosos. Torsos, piernas, brazos, manos, pies, gargantas y cabezas empezaron a salir proyectados hacia todas partes. Los orkos disparaban y trataban de cortar, pero Yamada era un borrón para ellos, y los impactos que no eran críticos los soportaba su servoarmadura en las forjas del sistema Kumano. No eran rival para un marine espacial que había convertido para sí y sus hombres los treinta y seis movimientos del Taiji-jian en un arte. Yamada empezó a ascender por una colina de los mismos cuerpos que estaba segando cuan trigo, descerrajando descargas de su pistola de plasma en la mano derecha a esos orkos que no luchaban de frente y con honor.

Una onda expansiva de pura energía psíquica barrió toda la caverna, derribando a Inmortales y orkos por igual. Los orkos que quedaban en la máquina murieron convertidos en polvo, así como a todos los que seguían luchando en tierra; los itakoshiro cayeron inconscientes como sistema de seguridad. El orko anclado al trono había despertado y su bostezo había aniquilado a cientos de los suyos. Ahora se alzaba casi cuatro metros del suelo, cubierto de planchas de acero y cicatrices de luchas anteriores. Sus pies acababan en pezuñas blindadas; sus brazos emitían rayos sin cesar y la corona y los cables que colgaban de ella le otorgaban una melena artificial. Su rostro estaba fijo en un rictus de dolor incomprensible, aderezado con una dentadura demasiado grande para su mandíbula.

Yamada fue de los primeros en levantarse y ordenó la retirada de sus hombres a los túneles. Estos iniciaron la retirada y dispararon al psíquico, pero sus proyectiles se convertían en gel a un metro del orko. Takagi hizo lo propio con los suyos, no sin antes dejar claro que no pensaba recoger el cuerpo de su hermano. El orko bramó, y esta vez tembló hasta la tierra, pero Yamada estaba prevenido y se ancló al suelo con su espada. Y lo que era más importante: el campo que les había robado la concentración necesaria para luchar sin restricciones desapareció casi por completo con la destrucción de la máquina. El líder de la Nagasada-kumi se lanzó a por su presa, pero en el último segundo viró a la derecha. El orko gritó y lanzó rayos, pero no impactaron en el Inmortal. En ese instante Yamada giró el torso a la izquierda y hacia atrás, haciendo una hendidura simultáneamente, de manera que el brazo izquierdo y la espada quedaron en línea recta. La sangre empezó a manar en abundancia del corte en el costado del xeno, pero este parecía indolente y optó por recoger una viga de acero del suelo. La energía psíquica cubrió toda su superficie, de tal forma que el orko trató de golpear a Yamada con un golpe demoledor, pero este había desaparecido. Ahora se encontraba cayendo desde el aire, a su espalda, preparando su siguiente golpe.

-¡¡¡TAAARZZZGGGGAAAAAAARRRRDDDDD!!! -gritó el orko.

El Inmortal, con las armas cambiadas de mano, giró su cuerpo a la derecha, describiendo una línea circular partiendo desde lo alto hacia atrás y la mano izquierda, con la pistola de plasma, siguió el curso de la espada, disparando varias ráfagas en su espalda. La espalda de Tazgard y los cables de a corona se fundieron en un amasijo de carne y metal, haciendo gritar de dolor al psíquico. Yamada volvió a desaparecer, pero esta vez el grito de Tazgard fue tal que le obligó a reaparecer demasiado pronto y fue impactado por la viga de energía. Yamada fue estrellado a toda velocidad contra la pared de la caverna, con el torso quebrado en varios puntos y la pistola de plasma perdida. Yamada contuvo la sangre en su boca y trató de moverse, pero Tazgard lanzó la viga cuan lanza contra él.

Yamada apenas tuvo un segundo para desaparecer y reaparecer cerca de la criatura, por lo que su primer barrido a las piernas pasó de largo. En el segundo llevó su peso a la pierna izquierda con el torso girado a la izquierda y el pie derecho adelantado y con la punta abierta hacia afuera. Después giró su cuerpo a la derecha seccionando con la espada la rodilla derecha de Tazgard, el cual cayó sin remedio. A continuación Yamada subió un escalón oblicuo imaginario, ejecutando un tajo circular sobre una pierna que amputó el brazo izquierdo del psíquico. Este, pese a su disociación casi total de la realidad, logró agarrar con su otra mano a Yamada por el torso y comenzó a apretar. El sonido de la ceramita agrietándose y los rayos sumieron al Inmortal en dolor. Incapaz de moverse, Yamada optó por otra estrategia. El Inmortal desapareció ante los ojos de Tazgard, pero su mano seguía notando algo. Sumido en este dilema lógico, el orko optó por lo más natural; abrió la mano.

Yamada cayó con todo el sigilo que pudo y tomó un respiro. Tazgard empezó a moverse como pudo por la caverna, soltando rayos y sangre a partes iguales, buscando a la criatura que tanta diversión le había dado fuera de su máquina. Desde el techo caían sin cesar cascotes y trozos de cables, los cuales no afectaron al orko, pero que pusieron en aprietos a Yamada, que tuvo que esquivar los más amenazantes. Tazgard recobró más lucidez y combinó los rayos psíquicos con la lluvia de escombros, formando una red de energía que Yamada no tuvo más remedio que romper con su espada si no quería ser incinerado. Tazgard detectó la ruptura al momento y se lanzó a por su objetivo. Yamada pudo esquivarle a duras penas, pero no calculó bien y otra sección de la red le impactó, desconcentrádole por completo y por tanto perdiendo su invisibilidad.

Tazgard enterró a Yamada en el suelo a base de embestirle y propinarle varios puñetazos, antes de perder su otro brazo por otro barrido desesperado del Inmortal. Eso no importó a Tazgard, que pasó a propinarle cabezazos como si fuera una bola de demolición. Finalmente, cuando la servoarmadura de Yamada estuvo a punto de ser destruida, este concentró toda su fuerza de voluntad y energías y descargó sobre el cráneo orko un cañón de rayos psíquicos que surgieron de todo su cuerpo. Tazgard apenas tuvo tiempo de reaccionar; su cabeza fue convertida en un busto de cenizas que Yamada destruyó de un puñetazo. El cuerpo decapitado del psíquico, carente de control, se convulsionó unos instantes y estalló en mil pedazos, bañando al Inmortal con el último ataque del orko. Segundos más tarde, Gosankyo y dos apotecarios fueron los primeros en llegar hasta el cuerpo tendido de su hermano y señor. Su estado preliminar era serio, con heridas que requerían cuidados en la flota.

-¿Has terminado de hacerte el débil? Queda tiempo para la función -preguntó el kaitori.

-Déjame con los apotecarios. Me estás dando dolor de cabeza -Yamada cambió su frecuencia vox al canal general, libre de interferencias -. ¡Hijos de la Sombra! Objetivo Alfa Prima destruido. Comenzad la caza.

Gosankyo se desvaneció como una nube negra llevada por el viento, así como la mayoría de los Inmortales de la zona. En todos los canales el grito fue el mismo: caza, gloria, honor. Vestidos de noche o invisibles ante ojos enemigos, los Inmortales corrieron, cazaron y exterminaron a los orkos. No hubo avisos, ni tampoco restricciones. Por la autopista subterránea los legionarios se expandieron formando una niebla letal; en todo el Karakortum los hijos de la Sombra del Emperador sembraron de nuevo algo imposible en las mentes orkas: miedo; pavor; cobardía.

Ese mismo día Grubgrod Manoztijeraz cayó en combate singular ante el primarca de los Inmortales. Sus desafíos y brabuconadas eran inteligentes, pero no le sirvieron de nada durante los veintisiete segundos de duelo, como tampoco a sus meganoblez, que duraron dos minutos. Tres días más tarde Ziamia era declarada libre de infestación xenos. Ya en órbita, a bordo del Yamato, tanto la Nagasada como la Atsuhiro-kumi fueron condecoradas por el primarca en la Sala de Audiencias por sus acciones y los caídos honrados como los héroes que fueron.

Acabado el asunto Grubgrod, la siguiente campaña de la II Legión aguardaba: los Eldars Oscuros y mutantes del Sector Davikos. Sus mundos serían purificados y devueltos a la humanidad, sin lugar a dudas. Los Inmortales se encargarían de ello. Por el Emperador y su Sombra.

GLOSARIO[]

  • Ashigaru - Legionarios rasos de la II Legión.
  • Ashigaru-teppō - Legionarios especializados en armas pesadas.
  • Cazadores de Tigres - Legionarios especializados en acciones de comando e insurgencia.
  • Kabuto - Designación de los cascos Mark IVk de los miembros de la II Legión.
  • Kaitori - Legionarios de choque, sobresalientes en el cuerpo a cuerpo.
  • Guardia - Jefe de una unidad de Ashigaru, Ashigaru-teppō, Mashin no teimā, Kaitori o Itakoshiro.
  • Hachijin - Conjunto de ocho tácticas diseñadas por el emperador chino Li Shimin, de la dinastía Tang.
  • Haidate - Delantal de blindaje sobre la parte posterior de las piernas que combina ceramita y duracero.
  • Itakoshiro - Psíquicos de la II Legión.
  • Kabuto - Modelo de caso usado por la II Legión, basado en el Mark IV.
  • Konoe Shidan - Guardia personal del primarca de la II Legión.
  • Kumi - Unidad ad hoc de entre 100 - 500 legionarios. Su homólogo son los Kampfgruppe alemanes.
  • Mashin no teimā - Legionarios homólogos a los Tecnomarines.
  • Menpo - Máscaras usadas por los veteranos de la II Legión como símbolo de estatus.
  • Sashimono - Tipo de estandarte, junto con el hata-jirushi, usado por la II Legión como identificativo personal y sistema de mando y control.
  • Sode - Protección rectangular para las hombreras Mark IVk hecha de escamas de ceramita o duracero.
  • Sol Invicto - Representación metafórica del Emperador de la Humanidad para la II Legión.
  • Taiji jian - Estilo de combate con espada derivado del Taichi chino, adoptado por la II Legión junto con el Hyoho Niten Ichi-ryu.
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