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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Icono de esbozo Por orden de la Sagrada Inquisición este artículo debe ser mejorado para adaptarse al Código de Estilo del Círculo de Terra so pena de crucifixión para su autor. Si usted es el autor, por favor, no se mueva de la terminal en la que se encuentra, un acólito del Ordo Hereticus se dirige a su posición.
Quinto Clasificado en el II Certamen de Relatos.


Los soldados del 175º Regimiento de Cadia avanzaban. Serian cerca de un millar y avanzaban en tropel, detrás de la artillería móvil. Esta estaba formada principalmente por cinco Leman Russ, varios Manticora y un centenar de Chimera y medio centenar de Sentinels. Avanzaban en línea recta hacia su enemigo.

Dormidos durante siglos en las arenas de un mundo perdido y muerto, los necrones esperaban para despertar. Y al parecer había llegado el momento, ya que su mundo estaba siendo invadido por aquellas criaturas. Humanos, la raza de más baja ralea de todas.

Los humanos avanzaban, sin saber lo que les esperaba. Sus órdenes eran claras, tomar posiciones y esperar ordenes. Solo eso. Y eso es lo que la Guardia Imperial hacia, avanzar, conquistar, tomar y esperar ordenes. Todos sabían que su comandante, el gran y muchas veces condecorado General haría precisamente eso. Y quien no lo obedeciera ya sabia lo que le esperaba, la muerte en el pelotón de fusilamiento.


Desde el espacio una pequeña nave los observaba. Su diseño era claramente alienígena. Era una pequeña nave individual, una exploradora. En ella iba Tal-ris. Había sido un guerrero, uno de los mejores guerreros de su Mundo Astronave. Hasta el momento que decidió ser un Proscrito. Se apartó de todos, cogió sus armas y simplemente desapareció. Nadie sabría nada más de él. Iba vestido con una túnica gris, que no denotaba la pertenencia a ningún Mundo Astronave. Era un paria, sin hogar, sin destino.

Observo el indicador. Aquello se iba a poner feo para los mon-keigh, ya que los Necrontyr iban a despertar. No sabia que lo había traído allí, pero allí estaba.

Contaba una leyenda, una leyenda antigua, que en ese mundo los Necrontyr tenían multitud de gemas de vida eldars. Eran de los antiguos habitantes del planeta, los que los Necrontyr embaucaron y engañaron. Eran los que intentaron detenerlos. Pero nadie los podía detener, ya que su Líder Supremo tenia un artefacto que les robo su vida. Lo uso y millones de eldars murieron aquel día, todos los habitantes del planeta. Y solo quedaron sus gemas de alma. Una vez todos muertos, los ejércitos C-tan cogieron las gemas y las trasladaron al interior de su monolito, donde estas lo alimentarían con su energía. Y entonces, los Necrontyr volvieron a las arenas donde durmieron durante siglos.

Ahora los mon-keigh estaban allí. No sabia la causa, pero seguro que era por conquista. Tal vez algunos minerales, ya que el planeta era rico en recursos minerales, era la razón por la que los malditos mon-keigh estaban allí. Su razón era distinta, era la de liberar y dar paz a las torturadas almas de los millones de eldars, su misión era destruir el Monolito del poder Necrontyr.


El jefe de los arqueólogos se llamaba Harald Lessiter y era el que comandaba aquella compañía del Regimiento. Sus órdenes eran concretas, dadas por el Alto Consejo de Terra. Necesitaban recursos para la guerra y ellos eran los encargados de conseguirlos. Además de ellos, por el resto de la Galaxia, miles de arqueólogos como él se dedicaban a eso. Atrás habían quedado los tiempos en el cual tenían otros usos, cuando se dedicaban a descubrir civilizaciones antiguas. Ahora solo habían quedado para eso, la Arqueología como tal había desaparecido, nadie tenia interés por el pasado, solo había una forma de seguir adelante, la Geología, por lo que había aceptado el trabajo. También por que aquel planeta tenía un secreto, que solo él lo sabia. Cuando le dijeron su misión y que habían sido asignados allí, sus ojos brillaron. Fue de casualidad, pero las informaciones geológicas lo llevaron a otras de otro estilo. Encontró un manuscrito, escrito por un loco, seguro, que hablaba de una civilización de las arenas, una civilización tecnológicamente avanzada. Y por eso se encontraba allí, no por los recursos, sino por su afán de descubrir, de ser el primero en descubrir aquello.

Aquel había sido un mundo eldar, lo había adivinado cuando vio las ruinas de sus edificios y también sabía lo que les paso a muchos eldars. Muchos murieron, pero otros cambiaron, se convirtieron en crueles marionetas de los dioses del Caos. Decían que Slaanesh fue quien corrompió a los eldars, pero él pensaba que lo que realmente les trajo el fin fue su arrogancia. Al creerse los mejores de la Galaxia, habían caído en su propia trampa. Y su caída fue el principio del ascenso del Imperio Humano. También sabía que los eldars dejaron planetas como este y se embarcaron en lo que se conoce como Mundos Astronave, gigantescas naves que albergan a los eldars supervivientes. Aún así pocos habían sobrevivido. Y ahora les tocaba a ellos, al Imperio. Se mantenían gracias al Emperador, quien desde el Trono Dorado era el faro de la Humanidad, pero ¿qué pasaría el día que ese faro desapareciera?

Nadie lo sabía, pero seguro que otra raza ocuparía su lugar, como ellos ocuparon el de los eldars. Pero eso no les importaba a los burócratas, que lo único que querían era continuar la Guerra. Y la Guerra llevaba en marcha desde hacia diez mil años. Era una Guerra sin fin, donde nadie seria el vencedor. Y no solo luchaban contra los Traidores, sino también contra otras razas incluidos los eldars. Todos contra todos en una guerra de desgaste y muerte.

Movió su cabeza, como intentando apartar esos pensamientos de su mente. Allí había algo que esperaba ser descubierto y aquello le traería de nuevo fama y gloria. Y tal vez, aquello haría que de nuevo fuera un arqueólogo.


Los escáneres de la nave estaban como locos. Aquello era una señal inequívoca de lo que podría pasar. El contingente mon-keigh era bastante grande, aproximadamente unos mil soldados. Aquello era poco, pensó. Los Necrontyr, cuando despertaran acabarían con aquellos locos. Si hubieran estado con ellos los otros mon-keigh, los que llamaban Marines Espaciales, hubieran tenido alguna oportunidad, pero no tenia indicios de ninguno de ellos.

Había combatido con ellos y eran un enemigo a temer. Además de duros eran valientes, muy valientes y un par de cientos podrían acabar con muchos Necrontyr. Pero aquellos que estaban allí no, eran simples humanos, la carne de cañón del Imperio de los mon-keigh. Pulso unos interruptores y lanzo un mensaje. El Exodita lo vería. Pero también sabía que no tendría ayuda ninguna. Su misión allí no era de rescate. Era algo de lo que los eldars no estaban orgullosos.

Su misión era de exterminación. El Exodita le dijo que las Joyas de Vida estaban corruptas, y que esa corrupción era la que le daba la energía a los C-tan. Debía de destruir las Joyas, si las destruía, destruía el poder de los Necrontyr.

No era una misión que le agradara ningún eldar, pero él era un Proscrito, y como tal no era considerado un eldar. Era el único que podía hacerlo. Y aquello era lo que debía de hacer.

La pequeña nave exploradora apenas fue percibida por nadie. Era lógico, ya que poseía un campo de sigilo, que la hacia invisible. No se podría ver, ni a simple vista. Estaba totalmente camuflada. Su entrada en la atmosfera hizo solo que una capa rojiza la envolviera, pero se podría confundir con la caída de cualquier meteorito. Era una cobertura perfecta, para la misión que debía de realizar.

La reentrada duro poco tiempo, ya que era muy veloz y al poco tiempo pudo ver el planeta, en lo que se había convertido.

Casi todos los restos de la altiva civilización que había habitado aquel planeta se había convertido en arena. No quedaba nada, ni los inmensos arboles, ni los gigantescos lagos. Ni tampoco las ciudades, convertidas en esqueletos. Todo aquello fue borrado por los Necrontyr, dejando solo desierto, un planeta desértico. Pero debajo de aquel desierto, además de los Ctan, también estaba la riqueza, en forma de minerales que era lo que buscaban los mon-keigh. Pilotó hábilmente la nave, posándola suavemente en lo que siglos antes había sido una de las plazas centrales de la ciudad. La nave, sin emitir ningún sonido aterrizo. Dentro de la cabina cogió sus armas, una pistola shuriken y un rifle de tirador. Aquella era su mejor arma, ya que la había adaptado a él. Era su arma. Pero también llevaba otra arma oculta. Esta había sido la que lo había definido durante algunos siglos. Era una espada, que llevaba oculta en los pliegues de la túnica. Aquella espada fue consagrada al Avatar de Khaine, pero después fue su deshonra. Cuando decidió apartarse de la Senda del Guerrero, para recorrer la Senda del Vagabundo, no podía tenerla. Aún así la guardo. Y ahora sabía que le serviría bien, como siglos atrás. Normalmente los Vagabundos eran eldars jóvenes, que buscaban en esa Senda su lugar para entrar en la sociedad eldar. Algunos la abandonaban un tiempo después, cuando el raciocinio se apoderaba de nuevo de ellos, otro simplemente se internaban aún más en ella y simplemente se dejaban caer hasta lo más hondo. Otros se convertían en exploradores, pero tenían conexión con los Mundos Astronaves. Su caso era distinto. Él estaba ya de vuelta, se sentía incompleto y buscaba algo, pero no sabia a ciencia cierta que era.

Siempre, desde pequeño había sido inquieto, por eso su elección fue la del Guerrero. Allí se había convertido en un adalid de la causa. Siempre en primera línea, dirigiendo los ataques, hasta que un día una sensación de vacío lo inundo. Aquel vacío fue el que le hizo apartarse de la Senda y adentrarse en la que actualmente transitaba. Todo por un sueño, un maldito sueño. Necesitaba encontrar respuestas, respuestas del porqué del sueño. Los Videntes le dijeron que podrían ser dos cosas, que fuera el eco de un poder latente que tuviera o simplemente una señal de que el Camino elegido no era el correcto. Y aquello le obsesiono. Se sentía como tocado por el Caos, por la risa de Slaanesh, sentía su corrupción en él. Y por eso lo abandonó todo. Tal vez estaba empezando a cambiar.

El sueño era claro, estaba en una maraña de pasillos, perdido. Deambulaba por ellos buscando algo, oía unas risas en ellos, unas risas que le volvían loco. Miraba a los lados y no había nadie, estaba solo. Empuñaba sus armas, pero estas no le servían para nada, ya que no había a nadie a quien matar. O eso creía él. Sabía que cada vez que apartaba su vista estaban allí, esperándolo para atacarle por la espalda. Seguía avanzando por los pasillos, hasta que llegaba a una sala, donde veía muchas Joyas que fulguraban. Ellas le hablaban, le contaban cosas, vidas pasadas. De pronto su Joya de Vida se iluminaba también y se unía a cantar en coro con las otras. Y él sentía como su vida se le escapaba, como su vida cambiaba y era sustituida por un inmenso vacío. Y por un sentimiento de placer, pero era malvado, tenia algo malvado en su interior. Y en ese momento se arrancaba la Joya y despertaba.

Aquel sueño lo atormentaba durante siglos. Y aquel sueño era quien le había hecho abandonar su Camino y seguir aquel, que no le llevaba a ningún sitio. Debía encontrar respuestas, quería encontrar respuestas sobre aquello.


Lessiter alzo la mano y el convoy se detuvieron. Observo a su espalda como los vehículos detenían su marcha. Miro al cielo, al cielo amarillento de aquel planeta, claro reflejo del

desierto en el que se encontraban. Sabia que la flota estaba allí, en orbita. Era pequeña, pero

tenía un buen contingente de tropas, desde soldados de infantería a vehículos pesados,

pasando por Valquirias y Vendettas que entrarían en la atmosfera si las precisaban.

Observo sus mapas holográficos, aquella era la posición óptima para comenzar las

investigaciones. Bajo del vehículo y hablo con su ayudante. No era militar, pero mandaba

aquella compañía. Ninguno de los dos lo era.



El General estaba en la nave nodriza, no se había molestado en bajar a aquel desierto, había

mandado a uno de sus subordinados, el Comisario Derchart. Era un hombre huraño, siempre

con cara de enfado. Vestía un uniforme verde amarillento, adornado con unas filigranas

doradas. Aquello era lo que más imponía de aquel hombre, incluso más que sus armas. Llevaba

una pistola bolter en su cadera, siempre cargada y lista. Pero lo que de verdad le impresionaba

de aquel hombre era, sin duda, lo que llevaba en una de sus manos, una cuchilla relámpago,

que sin duda era lo que más miedo inspiraba a todos. No llevaba la típica gorra, si no un

turbante, al estilo tallariano, que lo hacia todavía más impresionante. Y uno de sus ojos, había

sido remplazado por un ojo bionico, que le confería una aspecto todavía más aterrador.

Él era civil, pero aún así, la presencia de aquel tipo le inquietaba. Su decreto inquisitorial le

confería un rango de mando, pero no se fiaba de tipos como aquel, ni del General.



Sus contactos con el Ordo Xenos le habían proporcionado aquel trabajo. No era la primera que

trabajaba para ellos, pero no de aquel modo. Era como si dijeran que era un Inquisidor, incluso

le habían proporcionado una escolta de soldados inquisitoriales. Él hubiera preferido a varios

Guardianes de la Muerte, pero aquello tampoco estaba mal. Aquello hombres le obedecían en

todo, como si fuera realmente un Inquisidor, de hecho cuando se presento ante el General,

este lo trato como un Inquisidor. Vio el miedo en los ojos de aquel hombre y eso le hizo sentir

especial. Pero el General, en contra de lo que había pensado, no bajo al planeta, se limito a

quedarse en su nave y observar acontecimientos. Y teniendo en cuenta la reputación que

tenia, aquello le inquietaba. Decían de él que no había perdido ningún combate en el que el

175 regimiento se había visto involucrado. Eso si, las bajas siempre eran numerosas, pero eso

parecía no inquietarle a nadie. Siempre había más soldados dispuestos a dar su vida por el

Emperador. Pero la forma de proceder del General, en vez de mandar a sus hombres había

sido permanecer en un segundo plano no le gustaba. Tal vez con los años se había ablandado,

no seria el primero ni el ultimo qué le pasara, tal vez su ego era de tal tamaño que no permitía

que un emisario de la Inquisición pasara por encima de su rango. Seguro que era eso.

Comenzaron los preparativos. Varios soldados ayudaron a bajar a los técnicos la maquinaria

para comenzar las prospecciones, mientras lo hacían, él daría una vuelta por las ruinas, tal vez

encontrara algo interesante.



Observaba con ojo científico todo lo que le rodeaba. Llevaba su maletín de objetos, en

bandolera. Aquellos útiles formaban parte de lo que hasta hacia poco era su trabajo, pero era

algo más, su verdadera pasión. Miraba cada pieza que encontraba con sumo cuidado, para

intentar no dañarla. Sin lugar a dudas se encontraban en un antiguo asentamiento eldar. Y por

los datos, parecía que tenia miles de años, bastantes más de lo que le había parecido al

principio. Se sorprendió por el deterioro extremo de todo. Aquello solo podría haber sido

producido por una explosión vírica, pero no había rastros de microrganismos, ni tampoco de

radiación, la otra causa posible de aquella destrucción. Observo algunos cuerpos, más restos

que otra cosa y comprendió una cosa, habían muerto por que les habían arrebatado la vida, no

por causas violentas. Aquello le lleno de dudas. Las posturas de los esqueletos, o de lo que

quedaba de ellos, eran extrañas. Por el tamaño supuso que eran eldars, seguro que lo era.

Pero morir de aquella forma debía de haber sido muy doloroso. Por su escáner detectaba algo

raro, una elevación de energía poco frecuente. Esa gente murió por que toda su energía vital

fue drenada.



De pronto se giro intranquilo. Miro en todas las direcciones, no veía nada pero sentía algo,

como una presencia.


Lo miro y vio como el mon-keigh estaba profanando los restos de los caídos en ese planeta. O

eso era lo que el creía que hacia. Vio como el humano, con un pequeño aparato que pasaba

por los restos, tomaba muestras. Lo estuvo observando. Aquel era distinto al resto, distinto a

los que había conocido hasta ahora.



Los mon-keig que conocía solo los había visto en un sitio, en el campo de batalla. Y por eso le

extraño aquel. No era un guerrero, eso saltaba a primera vista, era más un sabio que otra cosa.

Desconocía que los mon-keigh tuvieran tal cosa, siempre había pensado en ellos como

barbaros embutidos en armaduras que arrasaban todo a su paso. Tal vez eso le parecía a

primera vista, pero ahora comprendía que no todos eran iguales. Igual que en su pueblo,

también había diferentes castas, en los mon-keigh pasaba igual. Hasta ese momento no lo

había comprendido. Sin duda él pertenecía a alguna casta de sabios. Lo observo y vio como le

atraía la atención unas ruinas de un edificio. El mon-keigh no sabia lo que era, pero él si. Era

como una especie de Templo Eldar, más que un templo era un aviso, un aviso sobre lo que

había en aquel planeta y como custodiarlo. Si el mon-keigh era lo suficientemente inteligente

comprendería aquello cuando lo viera.

El edificio atrajo su atención. No sabía por que, pero lo hizo. Estaba en ruinas, pero algunas

paredes se conservaban en pie aún. Saco un terminal hololitico, aquello se usaba para recoger

imágenes, pero aquel tenia algunas utilidades más ya que, gracias a un programa interno

diseñado por el, podría reconstruir cualquier objeto, desde una pequeña vasija a un edifico.

Aquel era su verdadero trabajo y necesitaba las mejores herramientas.



Lo puso en el suelo y unos rayos escanearon la zona, buscando objetos. Solo fueron unos

segundos se acercó al terminal y vio la información que había recogido. Era poca, pero

suficiente. Pulso reconstruir. Poco a poco en unos minutos que se le hicieron interminables el

terminal reconstruyo el edificio original. La verdad, es que era muy bello, como todas las cosas

que hacían los eldars. Era perfectamente bello, y aquello le hizo sonreír. Hacia mucho tiempo

que no sonreía de aquella forma.



El terminal termino su trabajo y le mostro todo el edificio. Decido ver su interior, a ver que

había hecho el terminal. Y lo que vio le dejo todavía más asombrado que el exterior. Era

bellísimo, con unas estatuas de gigantes que lo circundaban. Según la reconstrucción, el

edificio era bastante grande, ocupaba por lo menos 100 de ancho por unos 200 de largo.

Además por lo menos tenia de 10 a 15 metros de alto. El techo estaba coronado por una

cúpula abierta al cielo. Miro las esculturas, las estatuas, que representaban a guerreros,

videntes y sabios. Era raro ver todo eso en un edificio. Seguramente seria un Templo, dedicado

a alguno de los dioses eldar. Él estaba poco informado de esa cultura, ya que se relacionaban

poco con las otras razas, más bien las esquivaban. Eran altaneros y egoístas y eso es lo que

había provocado, entre otras cosas su declive. Y lo que veía mostraba algo que pocos habían

visto, la un ejemplo de la cultura eldar, miro las paredes y vio unos glifos. No los comprendía,

pero el terminal incluía un traductor que comenzó a trabajar nada más él se lo pidió, tardo un

poco, pero lo que leyó lo dejo un poco asqueado.



Somos los Guardianes de la Verdad, os necesitamos a todos para combatir contra el Gran

Enemigo que duerme bajo tierra. El Conocimiento, la Fuerza y el Immateriun los detendrán,

pero el día que despierten, la tierra temblara y esa será la señal. Solo con una Fe

extraordinaria, una gran Fuerza y un vasto Poder podemos detener a aquellos que nunca

murieron.”



Lessiter observo aquellas palabras. Era una traducción literal, pero aun así podía matizar

algunas cosas en el contexto. Aquello no era un Templo, el edificio, era más bien una

indicación. Tal vez fuera un lugar de vigilancia, un lugar desde donde vigilar, ¿pero que?,

aquella era la pregunta. Lo que le extrañaba era las tres palabras. El Guerrero era la Fuerza, de

eso estaba seguro, el Vidente era la conexión con el Immaterium, el nombre que le daban a la

Disformidad los eldars, Y el Sabio era el Conocimiento. No tenia dudas sobre eso. Desconocía

eso si quienes serian Durmientes bajo tierra. Tal vez se referían a alguna antigua civilización,

tal vez aquello fuera la entrada a un cementerio o algo parecido. No lo tenía claro, estaba

confuso.



En ese momento volvió a sentir una extraña sensación. Lo estaban observando, eso era seguro,

¿pero quien?



No tenía respuestas, solo preguntas y sabía que cada vez que indagara más, más preguntas

tenia. Estaba acostumbrado a ello y en cierta forma le gustaba. Miro a su alrededor, estaba

solo, solo en aquellas ruinas. Y estaba seguro que algo se le pasaba por alto. Se acercó al

terminal y pulso en proyección holográfica.



Ahora se encontraba dentro del edificio, mejor dicho dentro de su representación. Vio la

majestuosidad de la construcción de las figuras que lo rodeaban. Había muchas, muchísimas

figuras. Cada una era diferente, pero todas representaban los tres caracteres antes

mencionados. Pero la que más atrajo su atención era la central. Sabia lo que era, la había visto

en cuadernos, en Bibliotecas pero nunca así. Era una representación de Khaine, el Dios de la

Mano Ensangrentada. Pero por los matices, vio que no era solo una representación. Aquello

era el Avatar de Khaine, listo para ser usado. Junto a él, a modo de Guardia de Honor estaban

los Guardianes Espectrales. Los eldars los usaban solo cuando el peligro era grande, así que si

aquello estaba allí, ¿Qué custodiaban?



Continúo mirando las paredes, buscando algo. Representaban a guerreros eldars, de diferentes

castas, todos listos para el combate, pero ¿contra quien?



Aquello le escamaba, muchísimo. El bajorrelieve representaba una batalla eso era seguro y

contra más lo veía más seguro estaba. Continuaba avanzando, viendo las escuadras de

guerreros, vehículos. Y aquello se le antojaba parecido. Le era conocido, aunque no sabía por

qué. Y entonces lo vio.



Estaba allí, delante de él. Aquella Pirámide, por que eso era lo que parecía, una gigantesca

pirámide, armada con muchísimas armas. En su cima había un destello de luz, la cual mataba a

las primeras líneas de combatientes, convirtiéndolos en polvo. Detrás de la pirámide vio

tropas, armadas con armas de rayos que disparaban y detrás de todos ellos, había un

personaje que en su mano tenia un orbe, un orbe que le concedía el poder.



Ya sabía que era aquello. Necrones.



Rápidamente pulso su comunicador, tenia que hablar con sus ayudantes. Ahora comprendía

todo. Si lanzaban las cargas sísmicas, seguro que se activarían los protocolos de reanimación

de los necrones. Su comunicador estaba en rojo, aquello significaba que no tenía conexión. O

bien estaba muy lejos, o algo lo impedía. Y apostaba que era eso ultimo, algún sistema

inhibidor de comunicaciones en la zona. Tenia que volver a la columna.


Tal-ris vio como el mon-keigh recogía sus cosas y salía corriendo. Comprendió que había

descifrado lo que se ocultaba, la verdad. Lo había visto entre las paredes holográficas,

intentando encontrar el significado de todo lo que veía. Ese mon-keigh seguro que era un

sabio. Y ahora iría a visar al resto. Si eran sabios como el otro se irían del planeta, si no,

tendrían graves problemas.



No le importaban los problemas de los mon-keigh, solo si interferían su misión. Seria difícil

entrar, pero aún más que no lo detectaran. Aunque llevaba la capa de camuflaje, sabia que si

cometia un error no podría terminar su misión y entonces todo estaría perdido, tanto él como

los mon-keigh. Se puso también en marcha, por que allí se iba armar una de las buenas.

---

Lessiter corria e intentaba comunicarse con su ayudante. Y entonces lo sintió, era la primera

carga sísmica, que ya había detonado.



- ¡Maldita sea!- se dijo entre dientes. Tenia que correr más llegar allí y pararlo todo,

aunque ya pudiera ser que llegara tarde. Estaba cansado, ya que no era muy amigo de

hacer ejercicio físico y empezaba a notar los primeros síntomas de fatiga física.

Uno de los vigías vio a Lessiter corriendo. Y pensó que aquello no le gustaba nada. Empuño su

rifle laser y se acercó corriendo al hombre.

- ¿Qué sucede,Inq…?- el soldado no pudo terminar la pregunta ya que fue empujado

con fuerza por Lessiter. No lo hizo por nada, solo le impedía pasar.

Lessiter continúo corriendo. Vio a su ayudante como preparaba la segunda carga y como justo

cuando iba a pulsar el botón grito.

- ¡NO!

El ayudante lo miro perplejo.

- ¡NO PULSES ESE BOTON!- dijo casi sin aliento, gritando como un loco. Y era como para

no estarlo.

Dechart vio lo que pasaba y se acercó. Aquel Inquisidor de pacotilla estaba interfiriendo en su

misión y él lo detendría.

- ¡QUE COJONES PASA AQUÍ!- dijo el comisario- Usted continúe con lo que esta

haciendo. ¿Qué le pasa Inquisidor?

Lessiter, casi vomitando y con un dolor de estomago tremendo, provocado por la carrera que

había hecho estaba inclinado, pero aun así solo una palabra pudo vocalizar.

- ¡NECRONES!

El ayudante pulso el botón y la segunda carga sísmica fue liberada. Estaba muy contento ya

que escáner de las explosiones revelaba que aquel planeta era muy rico y valioso en minerales

que necesitaba el Imperio para la guerra. Se acercó a Lessiter con los gráficos.

- Mire usted profesor- dijo el hombre- este planeta es muy rico en gran variedad de

minerales.

- Alfred, este planeta será nuestra tumba si no salimos de inmediato de aquí- le

contesto Lessiter.

Dechart lo miro perplejo.

- No es usted quien lo decide, Inquisidor.- le contesto el comisario- Voy a informar al

General el decidirá lo que hacer, pero le prevengo antes, el 175º Regimiento nunca se

retira.

- Si no se retira todos estamos ya muertos.- le contesto Lessiter- bajo estas arenas hay

necrones, cientos, tal vez miles o cientos de miles. ¿Usted esta capacitado para

enfrentarse a ellos?

- El Martillo del Emperador se enfrenta a cualquier enemigo, Inquisidor. Donde sea,

cuando sea y siempre sale victorioso.

Lessiter lo miro. No sabía si aquel hombre era un estúpido, o estaba muy convencido de la

valía de sus hombres.

- Contacte con el General, comisario y pida evacuación inmediata.



Dechart estuvo un rato hablando con el General. Su expresión primero fue de impaciencia,

pero después, esta cambio a alegría inmensa. Dijo unas palabras y se despidió. Miro a

Lessiter y después a sus soldados.

- Fortifiquen el perímetro defensivo, preparémonos para el ataque. El General nos va a

mandar refuerzos para vencer a esos malditos- fue lo que dijo.

Lessiter escucho un grito de júbilo salir de las gargantas de los soldados. Vio como el

capitán de las tropas inquisitoriales se acercó a él.

- Mi señor, creo que las cosas se van a poner feas aquí.

- Lo se capitán, pero no podemos irnos de aquí. Eso es lo que espera el comisario.

El capitán asintió, no quería que el comisario tomara el mando de la expedición.

- Así que nos quedamos capitán, prepare a sus hombres para el combate.


Pronto en la atmosfera hubo una marabunta de naves adentrándose en el planeta. Había

de todas las formas y tamaños. De la gigantesca Barcaza de Combate salían naves

incesantemente. Era el refuerzo de los que ya estaban en el planeta, preparándose para el

combate. Naves de la Armada Imperial se preparaban para llevar a tierra tanto vehículos

como material. Bunkers, tanques de todos los tamaños iban a ser desplegados en el

planeta para defenderse de los necrones. La formidable maquinaria de guerra del Imperio

se había puesto en marcha, para enfrentarse a un enemigo tecnológicamente superior

como eran los necrones.



Cuando los visioingenieros desembarcaron en el planeta lo primero que hicieron fue

reforzar el perímetro defensivo, que constaba de Guardias armados con armas pesadas.

Ahora, lanzados desde la atmosfera baja del planeta, aterrizaban gigantescos cajones, en

cuyo interior venían las piezas para formar edificos. Naves gigantescas del Mecanicus, las

llamadas barcazas de desembarco, aterrizaban, abrían sus portones y vehículos pesados

descendían de ellas, incluidos los superpesados Baneblades, Shadowstorms y Stormlords.

El Imperio se preparaba para la guerra.




Mientras, en lo más profundo del planeta y ajenos a toda la marabunta que se sucedía en

el exterior, decenas, miles de docenas de necrones despertaban de su sueño eterno.

Los primeros en despertar fueron minúsculos escarabajos canópticos, quienes

comenzaron a conectar los flujos de energía. Después, los Guerreros necrones fueron los

siguientes quienes se preparaban para el combate.

Su líder, también despertó. Y después de él, haciendo acopio de una gran cantidad de

energía, que extendió por las inmensas cuevas del planeta despertando a todo constructo

necrón.


El eldar vio salir a los primeros escarabajos. Ya sabia donde estaba situado el monolito ya

que los escarabajos indicaban el lugar. Los vio como empezaban a desenterrar la inmensa

mole oculta bajo la arena. Había miles, que trabajaban para sacar el Monolito a la

superficie. Sabía que, detrás de ellos vendrían las Arañas Canópticas, quienes se

encargarían de recoger piezas para construir in situ tropas. Y también sabía que, una vez

gran parte del monolito estuviera al descubierto, comenzarían a salir tropas.



Afortunadamente no podría ser detectado, gracias al camuflaje óptico que llevaba. Aún

así, debería de tener cuidado. Si cualquier necrón intuía que estaba allí, su misión correría

peligro y debería de abortarla o morir en el intento. Y el, en su fuero interno deseaba lo

segundo. Intentaría por todas las formas destruir aquella monstruosidad, aunque diera su

vida en ello.



Mientras, los escarabajos y arañas continuaban su trabajo y ya una gran parte del monolito

estaba en la superficie. Era de color azabache, como la noche sin luna. No tenia ningún

color más, solo parecía una sombra en la luz del sol.



Y entonces, vio como los portones de la estructura, ya desenterrados, se abrieron.

Falanges de color azabache metalizado salían de ellos. Guerreros armados con rifles gauss,

listos para el combate. Y con ellos Inmortales, Desolladores y Pretorianos. Era la

avanzadilla del enorme ejercito necrón.


Lessiter observaba como en donde hacia un momento no había nada, los Guardias

Imperiales habían construido una base. Eso si, debía de reconocer que eran eficientes. Vio

como por encima de él pasaban gigantescas naves que tenían símbolos del Mecanicus.

Eran gigantescas naves de desembarco, que transportaban el arma definitiva de la

Guardia, los Baneblade. Estos tanques eran gigantescos, comparados con los Leman Russ,

y él creía que con cualquier tanque actual, incluso los Land Raiders de los Marines

Espaciales.



La nave descendió, levantando gran cantidad de polvo a su alrededor, ya que sus turbinas

levantaban verdaderos vendavales. Era gigantesca, comparada con otras. Cuando tomo

tierra, uno de sus gigantescos portones, con una calavera mitad humana, metal cibernética

en su frente, descendió y mostró su profundo vientre. De él salían ruidos de motores y olor

a combustible. Lessiter siguió mirando y vio que los primeros vehículos, gigantescos

vehículos descendían por el portón. Eran tanques, de mayor tamaño de los que nunca

había visto. Iban dirigidos por un oficial de alto rango, quien desde su portilla superior

supervisaba la maniobra. Tenia un gran cañón, un Demolisher decían que lo llamaban, y

con el, montados sobre la estructura principal se veía una torreta con bolters y un

pequeño cañón, tal vez un obús. En sus lados iban montadas dos barquillas, cada una con

un cañón laser y dos bolters. Aquella maquina era la decisiva en cualquier batalla. Vio

como bajaba el primer vehículo y a este le seguían varios, hasta un total de cinco.

El capitán lo miro y solo dijo una palabra: Baneblade.



Así que esos eran los famosos Baneblades, los tanques superpesados. Pensó que con lo

que costaba armar una monstruosidad como aquella se podrían ordenar varias

expediciones.

El capitán le conto que aquellos vehículos eran únicos, que no podían ser reemplazados.

Eran el arma definitiva de la Guardia Imperial. Pero le dijo que aquellos no eran nada. Él

había visto, hacia ya tiempo, La Fortaleza de La Arrogancia de Yarrick, el comisario más

famoso de la Galaxia por derrotar a los orkos varias veces en Armageddon, al mismísimo

Ghazghkull Thraka. Y ese si era impresionante. También le relató, que antes de aquellas

máquinas, muchos siglos atrás, existían los Fellblades, los primeros modelos. Pero de esos

no quedaban muchos, tal vez alguno que era una verdadera reliquia de alguno de los

principales Capítulos de Marines Espaciales y que eran todavía más impresionantes, con

barquillas de cañones laser por todos lados y armados con diferentes armas muy potentes.

Le dijo que los llamaban cazadores de Titanes, pero eso era antes de la Herejía de Horus,

ya que después desaparecieron. Muchos cayeron en manos de los traidores, otros fueron

destruidos y solo unos pocos, como ya le había dicho, los poseían los Marines Espaciales,

muy pocos, tal vez se podían contar con los dedos de una mano.



Lessiter miro al horizonte. Veía la tormenta que se estaba forjando, una tormenta que

pronto les alcanzaría.


Tal-ris se acercaba con precaución para colocarse en posición. Sabia que tenia que estar

cerca, lo suficientemente cerca como para ser rápido e infiltrarse en el Monolito. Era una

tarea difícil, casi imposible. Aunque llevara la capa de camuflaje, cualquier descuido podría

delatarlo y entonces nada le valdría el esfuerzo realizado.

Avanzaba rápidamente, esquivando al enemigo. Se detenía y observaba, como la marea

metálica de los Necrontir se preparaba para atacar a los mom-keigh. Según aquello, no

durarían mucho, serian arrasados lo mismo que lo fue su pueblo siglos antes. Porque lo

único que detendría a los Necrontyr seria que no hubiera nadie vivo en el planeta.

Entonces volverían a sus criptas y allí permanecerían hasta que, otros vinieran. O que él los

detuviese.


Las primeras falanges de guerra de los necrones se toparon con las defensas Imperiales.

Los cañones laser, bolters pesados, lanza misiles y morteros comenzaron a descargar fuego

mortal sobre ellos. Lejos de intimidarse por el fuego imperial, el enemigo continuaba

avanzando. Muchos de ellos caían, destrozado por los morteros o los misiles, pero las

arañas canopticas recogían sus pedazos y al cabo de un rato nuevas tropas se sumaban al

ataque.



El comisario veía esto, asi que ordeno a un grupo de armas pesadas que concentran su

fuego en una de estas arañas.

Una tormenta de láser y misiles cayo sobre la araña, que impacto tras impacto veía como

su blindaje era dañado. Su única oportunidad de sobrevivir era lazando un enjambre de

escarabajos, que atacarían al enemigo. La araña los lanzo y aquello hizo que las armas

pesadas de la Guardia tuvieran que dividir su ataque al enorme peligro que se les

acercaba. Esto dio un respiro a la araña que empezó a reparar sus dañados sistemas.


Tal-ris, estaba frente de la entrada al monolito. Afortunadamente no estaba totalmente

desenterrado, solo lo suficiente para que pudieran salir tropas. Observo como la

interminables falanges enemigas salían del Mausoleo, ya que no se podía denominar de

otra forma. Vio como su líder, el Sumo Líder Necron también salía, acompañado por su

Guardia de Honor. Y entonces los vio. Varios Espectros lo acompañaban. Iban a ser

desplegados en la batalla. Aquello era malo, ya que era la única unidad, excluyendo al Líder Necron que podría detectarlo.

Vio como los cinco espectros avanzaban hacia el campo de batalla, pero uno de ellos se

paro de inmediato. Se dio media vuelta y se quedo parado en la puerta de entrada al

monolito.

Era un problema para el eldar. Lo sabia, si no lo eliminaba, su misión podría correr peligro

ya que lo detectaría y no quería tener a una falange de necrontyr detrás de él. Sabía que

podría acabar con ella, pero era muy arriesgado.



Cogió su rifle largo y apunto con él. Solo tenía un disparo así que debía de impactar en una

zona vital del espectro. Miro con la mira un punto débil y vio sus generadores de energía.

Si impactaba en ellos podría dejarlo fuera de combate. Pero había algo más. El Espectro

cambiaba de fase, así que debía de disparar en el momento oportuno cuando estuviera en

el mundo real. Apunto y contuvo el aliento.



Los continuos saltos de fase seguían un patrón, que el eldar adivino pasados unos

minutos, se preparo ya que solo tenia unos segundos para efectuar el disparo y dar en el

blanco.



Cuando vio que el espectro entraba en fase calculo, sabia que solo eran dos segundos asi

que apretó el gatillo.



El proyectil viajo la distancia que lo separaba casi a cámara lenta, vio como cruzaba los casi

doscientos metros en poco más de un segundo, pero aquel segundo se ralentizo una

eternidad. Vio como pasaba cada decima, cada centésima de segundo, poco a poco el

proyectil avanzaba, raudo y sin que nada lo detuviese. Sentía cada brizna de aire, casi

inapreciable, pero que podría cambiar la dirección del proyectil. Y cuando habían pasado ni

un segundo, el proyectil impacto, justo en el momento que el espectro era visible en el

mundo real.

El disparo fue preciso, ya que dio en su generador principal, el cual fue destruido. Ni

siquiera gritó, ya que el impacto silencio todo sonido. Solo vio como casi a cámara lenta, el

espectro se desplomaba.



Cubierto por la capa de protección avanzo directamente, sabiendo ya que nadie podía

observar su avance. Cuando llego al portón del Monolito, vio el cuerpo destrozado del

espectro. No era su mejor disparo, pero por lo menos el enemigo estaba abatido. Se colgó

el rifle largo a la espalda y saco su pistola shuriken y su espada e inhalo aire. Iba a entrar en

el Monolito.


Las falanges necronas avanzaban imparables. Los enjambres de escarabajos habían

atacado las posiciones de pesadas de los imperiales, destrozando todo lo que encontraban

por el camino. Una escuadra Sentinel intento parar la marabunta con armas de fusión,

pero no duro mucho ya que fue engullido y desmontado. Los imperiales se batieron en

retirada.



Y entonces fue cuando los Leman Russ comenzaron a disparar sus laser y cañones. El

enjambre fue enlentecido en su avance. Pero hasta que los Basilisk, con sus potentes

cañones no entraron en acción, no fue cuando la horda paro su avance.

Aquello fue un respiro para las tropas, que pudieron refugiarse en los bunkers y defensas

elaborados por los visioingenieros. Y desde allí, tras un centenar de armas pesadas

instaladas en torres de defensa, desencadenaron un infierno de fuego y misiles sobre las

falanges.

Hubo muchas bajas, pero aquellas bajas no eran nada ya que los maltrechos necrones

volvían a la batalla gracias a las arañas, quienes cogían sus trozos y volvían a reconstruirlos.

Guerreros, inmortales, omnicidas, desolladores y un sinfín más de tropas. Pero las más

importantes, las pesadas, aún no habían hecho su aparición. Y eso preocupaba al

comisario. El General no había hecho acto de aparición todavía, así que todo el peso de la

operación militar lo llevaba él. Y era un peso temible. El 175 regimiento se vanagloriaba de

nunca haber retrocedido delante de un enemigo, pero ese día les estaban dando una

paliza tremenda. El regimiento aguantaba, el abastecimiento de tropas era continuo, pero

los necrones iba ganado terreno. Era un enemigo formidable, tal vez el mejor al que se

habían enfrentado. Sus tropas eran inagotables y además eran completamente

despiadados en combate. No tomaban prisioneros, ya que a imperial que cogían herido era

ejecutado directamente. Eran maquinas con una única orden, matar, matar a todo el que

tuvieran delante.



Y eso minaba la moral de las tropas. El apoyo pesado de los tanques y vehículos de armas

pesadas iba a ser crucial si querían vencer. Los tanques superpesados aun no habían

entrado en batalla, pero ya llegaría su momento. Y al parecer se estaba acercando.

Aparecieron de la nada, lentamente. Eran inmensas arcas, llenas de guerreros, que

avanzaban disparando. Había varios cientos, pero se podían distinguir dos tipos, uno que

parecía más un transporte, que iba en segunda fila y otro más de combate que iban a la

cabeza. Y en uno de ellos sobresalía una figura, que de pie desafiaba al enemigo. Era el

Sumo Lider Necrón, quien capitaneaba la elite de sus guerreros.


Tal-ris estaba dentro. Estaba envuelto en sombras, era indetectable a cualquiera, pero aun

así se movía con delicadez y con sigilo. No quería que lo detectaran. Sabía que si pasaba

aquello, miles de necrotyr lo atacarían y la misión habría fracasado.



Se internaba en intrincados pasillos en una única dirección, a la sala principal, donde

estaba el reactor, donde estaban las Joyas de Vida que alimentaban el inmenso Monolito.

Avanzaba como en un sueño. Conocía el camino, aunque nunca había estado allí, ¿o tal vez

si? Tuvo una sensación extraña, como de déjà vu. Sabía que conocía aquellos pasillos.

Nunca, en todos sus años de guerrero había tenido esa sensación. Se había enfrentado a

los Necrontyr muchas veces, pero nunca había entrado en un Monolito, aquello era una

locura. Y ahora precisamente la estaba cometiendo él. Pero se veía movido por un deseo

mayor. El deseo de un gran Bien, no era un asesino, era un libertador. Iba a libertar las

almas torturadas de los miles, tal vez millones de eldars que usaba aquella maquina.

Cogió los pasillos correctos, sin dudar y entonces lo supo, era el sueño, su sueño. Hasta ese

momento no empezaba a comprender. Ese sueño era su destino, y se estaba cumpliendo.

Y todavía faltaba algo. Y en ese momento lo vio.



Estaba en una gran sala, iluminada por la tenue luz de millones de Joyas. Eran los Eldars

cautivos, eran los torturados, los corruptos por los necrontyr.

Y en ese momento oyó palabras, palabras susurradas en sus oídos, quedamente, casi

inaudibles.

Le contaban historias, historias de amor, historias de guerreros, historias de sabios y de

personas normales. Se veía abrumado por tal cantidad información. Toda la memoria de

los antiguos eldars estaba en las Joyas y estas le hablaban. Y entonces sucedió, su Joya

comenzó a iluminarse, y como si fuese una reacción en cadena, el resto de las Joyas

comenzaron a irradiar una luz que iluminaba toda la sala. Como en su sueño.


Los superpesados abrieron fuego contra sus enemigos. Se abrieron paso lentamente,

apoyados por el fuego de cobertura de los Basilisk y Mantícoras, y acompañados por los

Leman Russ que iban con ellos. Dispararon todos sus mortíferas armas contras las Arcas.

Los escudos de estas repelían los ataque mortales de necesidad de las maquinas de guerra

de los imperiales. La aparición de aquella maquinas elevo la moral de los soldados, que

llevados por un increíble valor, calaron sus bayonetas y cargaban enfrentándose cuerpo a

cuerpo contra los acorazados enemigos.



Lessiter veía todo esto desde su privilegiado punto de vista, en lo más alto de la fortaleza

montada por los imperiales. Estaba acompañado por su sequito, sus hombres que lo

protegerían. Llevaba una pistola laser, sabía como usarla, pero también que aquel enemigo

les superaba en número, pero no en valor y determinación. Miro al capitán, quien

observaba el transcurrir de la batalla. Vio como cerraba el puño en torno a su espada,

como deseaba unirse a los imperiales que estaban allí delante de ellos defendiendo sus

vidas. Pero no podía hacerlo, ya que él era su deber, su obligación. Su misión allí era de

protegerlo y la estaba cumpliendo a su perfección.

Y entonces, Lessiter, movido por el espíritu del capitán hablo.

- Capitán, prepare sus hombres, nos movemos a aquella torre- dijo señalando una torre

armada con un cañón Icarus.

- Inquisidor, mi misión es…

- Su misión es ir donde yo quiera ¿no?

- Si- le contesto el capitán, quién comenzaba a comprender a Lessiter.

- Vamos allí. ¿Sus hombres podrán manejar ese cañón laser no?

El capitán asintió sonriendo. Iban a entrar en combate.


Tal-ris sabía lo que tenia que hacer. Rápidamente saco varias bombas de fusión, aquello

destruiría los cristales y provocaría una deflagración que se extendería por todos los

pasillos. Si las colocaba de forma correcta, los mismos pasillos llevarían el fuego purificador

hasta el mismo reactor, así como varias cargas en él mismo, lo que provocaría una reacción

en cadena. No tendría tiempo de abandonar la mole, pero eso ya no le importaba, sabia

que todos los hechos de su vida lo habían llevado hasta ese momento, sabia por que las

videntes le habían hablado. Lo comprendía todo, aquella seria su gran victoria, su ultima

victoria. Estaba preparado para cumplir con su destino. Ya no le importaba nada, la vida, la

muerte para él era algo irrelevante. Usaría su Joya de Vida como detonante, para que el

resto de las Joyas fueran destruidas. Con ello destruiría a los Necrontyr, y altruistamente,

salvaría a los mom-keigh de una muerte segura.



No le importaba en absoluto lo que pasara. La suerte estaba echada.


Lessiter, desde la torre, ayudaba a los soldados inquisitoriales a mover de posición el

cañon Icarus. La primera andanada había dañado seriamente una de las arañas, que se

había quedado parada en el campo de batalla, tal vez reiniciando sus sistemas de

autoreparación. Ahora su objetivo era una de la Arcas, una que parecía un transporte de

tropas. El artillero apunto, y cuando estuvo todo preparado disparo el cañón. El impacto,

masivo, revoto en su escudo, pero este titiló solo. El artillero ya estaba preparado para un

segundo disparo, que fue lanzado contra el objetivo. Este si impacto, destrozando el ya

frágil escudo e impactando de lleno en el Arca, que estallaba en un fuego de color verde

intenso. Después estallo.

De las gargantas de aquellos hombres, incluido Lessiter, salió un grito de alegría ya que

uno de aquellos mortales enemigos había sido destruido. Y entonces lo vieron.



Era un Arca gigantesca, mayor que ninguna y en ella venia un personaje muy especial.

Debería de ser el Líder Supremo.

Llevaba un gran bastón de energía que giraba sobre su cabeza en dirección al enemigo y en

su otra mano, un gran orbe repleto de energía. Su cuerpo entero era recorrido por ríos de

energía, que al tocar cualquier necron caído, este se rehacía inmediatamente y volvía a

combatir de nuevo. Lessiter miro con desanimo. Sabia que no podrían ganar esa batalla.


El eldar esta dispuesto. Las cargas estaban dispuestas en el reactor. Toda aquella inmensa

mole seria destruida, solo debía de dar la orden. Y entonces se concentro, como le habían

enseñado cuando era muy joven, casi un niño. Le dijeron que con su poder mental podía

logra lo que quisiera, él no lo creyó en ese momento, pero ahora era cierto. Y oía las voces,

las voces de miles de almas gritando en eterno sufrimiento. Solo él podía darles el

descanso que merecían, aunque estuvieran corruptas. Sabían que no podían ser llevadas

con el resto, pero ya no les importaba eso, necesitaban descansar por fin.



Se concentro en un pensamiento, un pensamiento puro y sincero. Su Joya de Vida

comenzó a iluminarse y el resto, igual que la suya, también. Con los ojos cerrados repetía

una y otra vez las palabras. Noto que todo a su alrededor cambiaba, que nada era como

antes, que las cosas eran mejor que por fin había encontrado el equilibrio que necesitaba

en su vida. Y pronuncio la ultima palabra.



Aquello fue la reacción necesaria. De su Joya partió un rayo de energía que fue fundiendo

cada una de las otras Joyas. Era energía pura concentrada, el gran poder de los Antiguos,

de los poderosos. Era el Poder de Khaine y de su Avatar, concentrado en aquella Joya.

Todas y cada una de la Joyas fueron fundiéndose, al principio poco a poco, pero después a

gran velocidad. Y aquello activo la primera deflagración. La sala entera se lleno de fuego,

fuego y energía, que quemo y destrozo todo lo que se encontraba a su paso. Los otros

explosivos, en sitios estratégicos fueron detonando a medida que el fuego y la energía

avanzaban, destruyendo todo lo que encontraban a su paso, hasta llegar al reactor. Donde

se produjo una reacción en cadena.


El Líder Supremo se enseñoreaba en su victoria, viendo como los humanos eran

destrozados por sus falanges de combate. Nadie podía pararlo, era un recuerdo que lo

impregnaba, que le hacia recordar cuando derroto a los estúpidos eldars que se opusieron

a él, a sus esclavos cuyas almas tenia en el Monolito y que le proporcionaban la energía

para dominar aquel ejercito enorme. Y aquello era poder, el verdadero poder que los CTan

le habían otorgado solo a él.



Y entonces paso. Lo primero fue un brutal terremoto, que asolo todo el planeta. Parecía

que algo se había desgarrado en él, en su interior. Todos los que estaban allí lo notaron,

incluso en las naves de combate que estaban en orbita.

A esto le siguió un estallido de energía incontrolable, que cegó a todo ser viviente del

planeta.



Lessiter quedo totalmente deslumbrado, como el resto. Estaba tirado en el suelo, agarrado

a uno de los salientes de la gran torre. El capitán y el resto de su escolta estaban allí con él.

El Icarus se había movido, pero aun continuaba operativo. Se levanto y vio el campo de

batalla. Los imperiales estaban en el suelo, tirados, recuperándose del terremoto y

completamente deslumbrados. Pero lo que realmente le sorprendió fue cuando vio como

los necrones reventaban en estallidos de energía verde. Una inmensa cantidad de energía

los estaba consumiendo a todos. Su Líder estaba perdiendo el control del gigantesco

ejército, las falanges de combate se estaban deshaciendo literalmente.

Vio el gran Arca, con el Lider sobre ella. Lo miro fijamente y dijo una cosa.

- Acabemos de una vez por todas con esto.

El capitán asintió y con la ayuda de varios escoltas reposiciono el Icarus. El artillero ocupo

su lugar y apunto directamente al Arca. Un rayo laser de gran potencia impacto

directamente en la nave, pero los escudos desviaron la enorme potencia del rayo. Eso si

chisporrotearon.

Lessiter comprendió lo que pasaba. Aquel impacto había desgastado la potencia del

escudo, lo que significaba que un segundo disparo bien dirigido podría acabar con el Arca.

El Líder Necron sabia que aquel disparo había disipado su escudo protector. Así que dio

orden de enfilar su Arca contra la torre. Dispararían con toda la potencia de sus armas

contra aquellos malditos humanos. La batalla estaba ya pérdida ya que su ejercito se

estaba diluyendo, no comprendía por que pasaba eso, algo iba mal. Y entonces lo

comprendió al mirar su orbe, que estaba perdiendo su fuerza. Las Joyas, junto con el

Monolito habían sido destruidas. Furioso dirigió sus dedos esqueléticos hacia aquella torre,

acabaría con todos ellos antes de retirarse.

Lessiter vio como el Arca apuntaba ¡hacia ellos.

- ¡Necesitamos disparar ya capitán!

- Unos segundos más señor- dijo el oficial- el cañón aun no esta dispuesto.

- ¡Capitán esa maldita nave nos va a destrozar!

- Cañón listo- dijo el artillero casi al mismo tiempo.

- ¡Fuego!

Un disparo laser partió de la torre. Casi al mismo tiempo que los cañones delanteros del

Arca dispararon en dirección a la torre. Ambos se cruzaron en la distancia y ambos

impactaron directamente en sus respectivos objetivos.

Lessiter solo recordaba una cosa de ese momento, la sensación de que algo tiraba de él.

No sabía lo que era exactamente, pero salió volando, junto con el capitán y su escolta,

unos segundos, tal vez solo fueron milésimas antes de que el impacto destrozara la torre,

el Icarus y todo lo que estaba allí arriba.

Cuando se vio estaba en una parte de la muralla externa de la improvisada fortaleza, y el

capitán le tendía la mano para ayudarlo a levantarse.

Cuando se levanto vio que el Arca había sido totalmente destruida.



El Líder Necron, unos segundos antes de que el disparo del cañón impactara miro su orbe e

intento sacar más energía de él, pero aquello era fútil, ya que la fuente de energía de

donde sacaba todo su poder había sido destruida. Sintió el impacto, como su cuerpo era

desgarrado por el impacto del cañón laser y vio, en sus últimos segundos como su orbe de

poder era destrozado en añicos, como una gigantesca cuenta cristalina. Y en ese momento

todo desapareció en sus ojos en un gran estallido.


El Comisario Dechart miro el campo de batalla. Habían ganado, como siempre el 175º

Regimiento de Cadia había cumplido, habían hecho lo que se esperaban de ellos. Una gran

victoria más que apuntarle al General, aunque él hubiera estado todo el tiempo en la

Nave Comandante de la Flota. Su visión táctica era quien había ganado la batalla pensó.

Pero el en su fuero interno sabia que todo aquello era una falacia, una gran mentira. El

General hacia mucho tiempo que no era como antes. Se había transformado más en un

burócrata que en un militar, y siempre había alguien que librara las batallas por él. Se

llevaría los honores, pero los verdaderos héroes estaban allí, en aquel campo, algunos

vivos, muchos heridos y la mayoría muertos. Él vivía un día más, solo con eso se sentía

satisfecho.


Lessiter, después de la batalla observo la inmensa llanura. Era un revoltijo de piezas,

cuerpos de necrones y cuerpos humanos. Vio aquello y se pregunto el porqué. Porque

aquel desatino, aquel gasto de vida inútil por un planeta que era un erial. Muchos hombres

habían muerto allí, entre ellos varios de su escolta. De los diez que los acompañaban solo

cuatro habían sobrevivido a la explosión de la torre.



Estaba desanimado, aquello no había servido absolutamente para nada, era totalmente

inútil. Todas las riquezas de aquel planeta no valían ni la mitad de las vidas que se habían

perdido allí.



Vago durante mucho tiempo, no sabia si habían pasado minutos, horas o días. Ando sin

dirección. Paso por delante de las ruinas, aun todavía más destruidas y las dejo a un lado.

Algo le hacia andar así, no sabia por que pero, de repente se vio delante de un gigantesco

cráter.

Supuso que aquello fue lo que provoco el terremoto, un terremoto que sacudió todo el

planeta. El edificio, o lo que fuera que hubo allí era gigantesco, ningún ser humano, ni

alienígena podría haber construido aquello. Con ese pensamiento en la cabeza se fue a

girar, pero algo le hizo reaccionar. Vio como un parpadeo, un brillo en el fondo del cráter.

No sabía lo que era, pero cuando se dio cuenta bajaba por la pendiente accidentada.

De pronto se detuvo y vio en el suelo, entre las ruinas algo que brillaba. Lo cogió y lo

examino. Vio que tenía intrincadas runas, que reconoció como eldars. Aquello no le

extraño, ya que aquel antiguamente debería de haber sido uno de los mundos perdidos

Eldars.

Miro el objeto, que era como una joya del tamaño de un colgante. Cuando la toco refulgió,

brillante.

Y entonces lo oyó directamente en su cabeza, una voz, una cálida y suave.

LLEVAME A CASA.

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