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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Sangre, muerte, destrucción … eso es lo que me esperaba en la refriega que se estaba librando bajo mis pies.

Como sabía que esta iba a ser mi última batalla como heraldo del alado, decidí no echarme atrás, cuando nos posamos en un saliente de la fortaleza monasterio y vimos lo que estaba pasando, supe que estaba perdido, de repente una bola de plasma hirviente como mi rabia y tan brillante como nuestro sol, se dirigía hacia nuestra unidad, y simplemente nos la tragamos.

Sorprendentemente no estoy muerto, lo sé porque estoy recordando esto aunque, nunca puedes estar seguro por completo.

Pero dejadme que os introduzca a esta nefasta historia de sangre, honor y gloria.

Todo empezó en una de las muchas tribus de la Sangre que circulan por el inhóspito planeta Baal, como en cada generación se celebraba un torneo para seleccionar a los futuros héroes del capítulo, yo había estado entrenando toda mi vida para este certamen tan esperado, y cuando llego el día de partir con mis 7 futuros hermanos de armas, nos aventuramos por los paramos del desierto radiactivo.

Tras 3 días de marcha por fin avistamos a otro grupo de peregrinos, lo que no sospechábamos es que no iban a la caída del ángel, como me había temido desde un primer momento eran un grupo de 15 mutantes, rápidamente saque mi espada de su vaina y mi arco de la bolsa, los demás al ver mi reacción seleccionaron una de sus varias armas y se pusieron a mi alrededor.

Los mutantes cargaron contra nosotros y los tendríamos encima en cuestión de medio minuto asi que yo y los otros dos arqueros solo pudimos disparar una flecha cada uno, lastimosamente solo Jadeaus hizo blanco tumbando a uno de ellos, y en un abrir y cerrar de ojos la temida contienda comenzó, observado desde 300 años vista, fue una manera muy lamentable de combatir, lo que sí me impresiono, fue la manera en la que me movía, para mí todo parecía un baile perfectamente equilibrado entre sangre y muerte.

Al primero que cargo le cercene la cabeza de un tajo limpio y seco, para no terminar ahí el movimiento decidí girar sobre mi mismo, y en una milésima de segundo cambie la dirección de mi sable y hacer un fondo al revés (creo que el mutante no volverá a hacer una digestión en su miserable vida), y para terminar mi danza fatal mi hoja de redenció cayo con todo el peso del emperador sobre un mutante al que partí por la mitad, y para cuando me quise dar cuenta los mutantes estaban huyendo, despavoridos como un gato perseguido por un perro.

Al revisar si a mis compañeros les había pasado algo, para mi lastima a Lambix le habían amputado un brazo y a Lostrus una pierna, enseguida supimos que no podríamos salvarlos de convertirse en lo que con tanto afán acababan de combatir, así que por unanimidad y su consentimiento les atravesamos el corazón con sus espadas, así al menos conservarían el honor.

El resto de nuestra travesía transcurrió sin incidentes.

Más o menos al mes de salir de casa llegamos al Descenso del Ángel, era magnifico, un pórtico dorado adornado con un bajo-relieve de las hazañas de Sanguinius, y seguidamente un paseo de estatuas de los señores que el capítulo había tenido desde la Herejía, y allí al fondo una catedral, digna de Terra, y custodiando su entrada una estatua del Comandante Dante el hombre al que tendría el honor de servir por los próximos 400 años de mi vida como Adeptus Astartes.

Pero las apariencias engañan, no era una catedral sino el coliseo de pruebas.

Era un circulo perfecto de muros de ceramita y en lo alto estatuas relatando la vida del difunto primarca, para terminar en una grada a la sombra de la más bella imagen jamas construida:

Sanguinius jurando lealtad a su padre; nuestro Emperador.

A los pocos días el lugar se lleno de otros peregrinos dispuestos a combatir para alcanzar el máximo honor en nuestro planeta: ser un heraldo del alado primarca.

Después de celebraciones, fiestas y masacres en el desierto de la fortaleza monasterio llegaron una serie de marines en unas cañoneras, rojas como la sangre y veloces como un speeder, estos marines se sentaron en la tribuna, y uno con una mascara inicio un discurso:

Hola a todos, soy el Comandante Dante, señor de la hueste angelical y el capítulo de Ángeles Sangrientos, aquí a mi diestra esta el maestro bibliotecario Menphiston, conocido por su poder y sobrepasar la maldición, y a mi siniestra se encuentran los hermanos Córbulo y Astorath, sumo sacerdote sangriento y Gran Capellán respectivamente.

Bien, ya echas las introducciones, me gustaría que uno por paseís por delante del altar para inscribiros en la selección… pasadas unas horas se publicaron los emparejamientos, a mí me había tocado contra el campeón de la tribu vecina, Jascal.

Él y yo ya nos habíamos enfrentado hace años, y yo había perdido pero esta vez no será así.

Segundo se dio la señal de comenzar Jascal vino como un loco a por mí, con su hacha afilada como una cuchilla en alto, yo al ser más menudo y pequeño que él esquive el golpe sin dificultad y le aseste con el plano de la espada en el costillar (no quería matar a nadie, solo herejes y xenos) por el sonido pude deducir que le había roto alguna costilla, seguidamente me situé en su espalda y le intente hacer una llave para dejarle inconsciente, pero me dio un cabezazo y me rompió la nariz, cega por las lagrimas y el dolor retrocedí, sabía que si no me limpiaba la sangre pronto, no vería nada y sería presa fácil, el problema era que no tenía pañuelo alguno, y había tirado mi sable para hacerle la llave. Otra vez él cargo contra mí, por segunda vez evite el golpe y por fortuna su hacha se le escapo de la mano, clavándose en el suelo, por algún casual supe que esta era mi oportunidad, así que como un ratón de desierto le rodeé y le aseste un puñetazo cargado con toda mi rabia por haberme humillado hacía unos años y simplemente cayó al suelo desmallado de dolor.

Posteriormente tuve otros 3 o 4 combates más pero ninguno tan personal ni difícil.

Al caer la noche ya había terminado el concurso y 50 chavales íbamos a ser convertidos en marines espaciales del capitulo de nuestros sueños.

Nos llevaron a la fortaleza monasterio, y allí Menphiston, Dante y Córbulo nos hicieron una revisión psíquica y mental además de un cuestionario para ver si sabíamos algo del imperio del hombre.

Yo estaba concentrado en mi test cuando Dante anunció que el tiempo se había acabado y nos hizo una seña para que le siguieramos, entramos en una esplendorosa cámara dorada con armas extrañas y armaduras variadas, los novatos (o neófitos como él nos llamaba) nos quedamos mirando la armadura que nuestro primarca había llevado en la batalla de Terra, cuando de repente él rompió el incomodo silencio, que nos rodeaba.

-Neofitos del capítulo de los Ángeles Sangrientos, como ya os he dicho en el coliseo soy Dante y desde este momento soy vuestro superior y el máximo rango aquí, os he reunido aquí, para presentaros a vuestro nuevo capitán: Borgio, maestro de los reclutas.- dijo Dante con una voz forzada para sonar en un tono alto y solemne.

Acto seguido el capitán entro en la sala y dijo:

-Hola novatos, he de repetir al señor del capítulo diciendo que a partir de este instante sois parte de la 10 compañía, los ensangrentados, solo una cosa antes de recibir la semilla genética: dulces sueños.

Entonces unos sarcófagos salieron de la pared y los sacerdotes, nos dieron a probar la sangre de los cálices y a meternos en los sarcófagos.

Y simplemente me dormí, dormí para no volver a despertar.

Como humano eso sí.

Desperte a lo que a mí me habíanparecido una eternidad, es difícil de creer que solo habían pasado 7 meses desde la ensanguiniación, pero así era.

Y como no lo primero que ví al despertar fue al capitán dandome una palmadita en mi mutado hombro entumecido y diciendo: - hola campeón, por fin te has despertado, demtro de poco, comenzaremos el entrenaminto, cuando el resto de los supervivientes se haya despertado.-

Y efectivamente al despertarse otras 29 personas, comenzamos, lo primero nos explicó, que durante los 7 meses que habíamos sido los durmientes del capítulo nos habían inyectado la sangre de nuestro primarca, y habiamos mutado, siguió comentandonos que de momento eramos neofitos no asignados lo que significa que eramos la reserva de la reserva, lo que a su vez quería decir que nos levantaríamos mucho antes que el sol y nos acostaríamos mucho despues de que las lunas hubiesen despertado, de su sueño dispar con el astro del sistema.

Despues de esa aburrida charla, comenzamos a practicar con nuestras nuevas filoarmas, que he de decir, mas que armas de combate, parecían los cuchillos de cortar el pan, o mejor aún las espadas de madera con las que jugabamos al asedio de Terra, cuando eramos niños.

Pero, no podía estar más equivocado, porque, no tardamos en entrar en batalla, si bien no en la refriega, en el campamento enemigo, y nos dedicamos a aliviar ciertos dolores de cabeza a las peñas de Gazkul. Pero lo más interesante fue cuando, a los 3 días de esa escaramuza me ascendieron a explorador motorizado, era curioso, nos decían que volar era lo más grandioso del mundo, que no tendríamos parangón, pero hasta el momento lo mejor era hacer que esa moto, hiciese pure de vísceras de los enemigos del Emperador.

El resto de mi estancia como explorador no fue más interesante que eso.

Posteriormente, me unieron a una escuadra de devastadores, y para mi gracia me dieron lo que mi sargento describió como “la masoquista”, me explico que los cañones de plasma suelen tener tendencia a sobrecalentarse y explotar, lo cual a mí, personalmente, no me hizo mucha gracia.

En una batalla allá por el 450 M41, con mi cañón tumbe un trigón prime, me dijeron que no volvería a levantarse hasta que una tal mente, comandase que sus restos fuesen absorbidos, lo que en mi opinión es una leyenda de herejes.

Y porfin me ascendieron a los cielos nunca mejor dicho, era marine de asalto, y mi capitán tenía razón, volar es glorioso, si pudiera describirlo con palabras ciertamente lo haría, pero esa sensación, ese regurgitar de las tripas, cuando haces un picado, cuando caes como un martillo trueno contra el impío, el xeno, el mutante y sobre todo el hereje. Lo más increíble es que cuando nos lanzamos sobre el enemigo, como un halcón sobre su presa, mis hermanos no paran de cantar, de cantar alabanzas al Dios Emperador, a nuestro primarca y pidiendo que la mano de Terra nos ayude (¿me pregunto que será esa famosa mano?).

Lo mejor empieza aquí:

Como siempre antes de una batalla los sacerdotes sangrientos chillan sus plegarias, y siempre hay varios que se ponen muy nerviosos, y posteriormente, los capellanes apelan a la maldición, bien pues tras el discurso de el hermano Corbulo, yo me sentía un poco incomodo entre tanta disciplina y me entraron unas ganas locas, de destripar, y cuando llego Astorath, solo empeoro hasta que simplemente, de repente, me caí y todo se volvió negro.

Cuando desperté había ocurrido lo que solo mencionaban en susurros, había entrado a formar parte de la compañía de muerte, me dieron a elegir armas y equipo, y me dije, nunca has podido usar un martillo trueno, deléitate, y así lo hice, mis compañeros eran:

  • Iustus ( un exsargento montado), y eligió un hacha de energía y una pistola lanzallamas, además de los retroreactores que todos teníamos).
  • Indectuis, el llevaba una maza, y una pistola infernus.
  • Undecmiste, el tenía fama de ser hijo de un lobo espacial retirado, y haciendo honor a su legado de sangre, decidió llevar 2 puños de combate.
  • El capellán maldito Lemartes.
  • Y para mi horror, y sorpresa, Jadeaus, quien haciendo, muestra de su talento con los sables, escogió 2 espadas de energía, me di cuenta de que esas 2 espadas, eran las que habíamos usado para matar a los mutantes cuando éramos, no más que unos novatos con un objeto cortante.

Más tarde embarcamos en una Stormraven, nos soltaron en mitad de camino, y entonces nos tragamos la mágica bola de plasma fundido, tan brillante que mi armadura negra como el ébano quedo totalmente enblanquecida como si fuese un maldito de los Caballeros de Sangre.

Pero, para mi sorprea, nada me escocia, nada me dolia, nada me molestaba, no tenía dolor.

Entonces empiecé a otear la armadura, si se le puede llamar armadura a los girones que llevaba puestos, es casi como una armadura orka.

Tras horas rebuscando en los restos de la batalla, encontré a lo que quedaba de mi unidad, Lemartes, no estaba, seguramente su rosarius, le había protegido y se había ido a hacer cebiche de Caos, así mismo, encontré el cuerpo de Jadeaus, destrozado, por la bola de plasma, y las pisadas de la gente despreocupada, que más les importa salvar el cobarde pellejo, que el tener un poco de cuidado con el cuerpo de un honorable marine.

Lo siguiente que hice fue, como es obvio, construí una pira funeraria, para mi amigo, con los escudos, armas, y hierbas que encontré, y una pistola de plasma que encontré, entonces, tras sobrecalentarla, prendió, y dije un último adiós a mí amigo que en ese momento se unía al mar de almas, en el que todos vamos a parar en busca de nuestro bien-amado Emperador, y con la esperanza de que algún día, este como su fénix, renazca de sus cenias reposantes en el trono dorado de Terra, para comandar las gloriosas legiones de la humanidad, una vez más.

Y tras unos cánticos de alabanza, me fui a buscar una nueva armadura.

En lo que hacía tan solo unas horas había sido el epicentro de la batalla, ahora, no era más que un mausoleo común, y en medio de ese mausoleo, encontré una armadura de guardia sanguinario, que por lastima, estaba con el peto destrozado, así que lo más sabio que pude hacer, fue simple: buscar una armadura de un muerto cuya cabeza haya sido transformada en pulpa, así no tendría que preocuparme de las brechas en la armadura.

Al saltar, volar, aterrizar y practicar con ella, comprendí porque los guardias sanguinarios, son lo mejorcito del capitulo, pero mejor que contarlo, os lo relato:

Al saltar, para empezar, al girar a la derecha, lo único que conseguí fue dejarme los dientes contra una roca, bien posicionada he de incluir, y llenarme la cabeza de barro, al intentar apagar el maldito chisme, tras 3 días de carroñar las provisiones de los cadáveres, conseguí, dominar al maldito pájaro mecánico, y comencé a saltar distancias más largas, 1 kilometro, 2, 3, 4, 5… así hasta saltar incontables metros en busca de alguna señal de vida, y vaya si la encontré… .

Al decimotercer día, tras la caída de los cielos, como me gusta denominarlo, vi que algo en el suelo se movía, y aunque todos los marines tenemos una visión mejorada, no tanto como para ver a kilómetros de altitud, y decidí bajar, para mí sorpresa, y horror, era un príncipe demonio, que como no, ese hereje, estaba pidiéndole a su tal Nurgel, el que nunca ha lavado, (según nuestro sargento), que le diese alas para acabar con el protector angelical del “falso emperador”, y como no había nadie más salvo, los restos ya putrefactos de los marines caídos, supuse, con razón, que se refería a mí.

Entoncés, cuando terminaron de unírsele las partes los herejes que ahora están en mejor estado que antes y terminó de vomitar las vísceras de sus victimas que ahora llenaban los huecos de las alas, me miro con una cara de locura psicótica, me apunto con un dedo cochambroso, del que se le caían partes por segundos, me dijo:

-Tú, ángel del “falso emperador”, has de morir, por la gloria de mi dios, el dios de la putrefacción, el dios en el que todo termina¡¡¡¡¡ NURGEL!!!!!!!.- decía mientas cargaba, ( a y por cierto, cuando termino la frase, ya no tenía dedo, se le había caído entero por adorar a ese diosecillo viscoso).

-Oh; sí; tu poderoso dios, me matara, y usara mi cuerpo para crear un demonio de Nurgel, por la gloria de los dioses oscuros- respondí con sorna mientras apuntaba mi bolter ángelus, y mientras apretaba el gatillo- sabes, nunca en la vida he matado un seguidor de Nurgel, si quieres puedo mandarte por piezas, “al destinatario, de la putrefacción”- a lo que engendro respondió-Deja de reírte porque a lo mejor lo que va por piezas al dios de la prutefacción eres tú- dijo mientras le explotaba el brazo gracias a la bala de bolter ángelus, y comencé con el envío a Nurgel que le había prometido.

Segundos después, estábamos intercambiando ataques de bolter a quemarropa, espadazos, y hachazos ( y he de reconocer que para tratarse de un manco luchaba bastante bien), y al final él al tener la ventaja de sacarme medio cuerpo, me agarro de la cabeza, y comenzó a apretar, entonces, un aura salió de mi mascara mortuoria, y el me soltó, aproveche el momento de confusión para asestarle una puñalada en el pie derecho y cercenarse lo, así que solo le quedaba la opción de volar, (y debía de haber sido un rampax antes porque sabía volar), y así lo hizo, yo como hijo de Sanguinius, no podía dejar que alguien me ganase en el aire, y le segui, conseguí, clavarle el puñal en la yugular, pero no murió, sino que siguió subiendo, hasta que llego un momento en los que mis retroreactoes, no tenían más aire para combustionar, y dejaron de funcionar, al ser un peso neto que tan solo tiraba de mí, me los descolgué, y entonces por fin el puñal envenenado con agua inquisitorial purificanis, surtió efecto, y el demonio comenzó a evaporarse, y combertirse en ceniza, hasta que no quedo nada, y yo comencé a caer sin control, de repente, las memorias de nuestro primarca, me atacaron y sentí un irrefrenable frenesí de volar, seguidamente sentí como si mi espalda se dividiese en dos, y un segundo después, tenía unas preciosas alas de color sangre intenso, hechas de vísceras, que consiguieron frenar mí caída, pero no lo suficiente.

Así que ahora he sido bendecido con la armadura Dreadnought, y hostento el cargo de furioso bibliotecario, y guardían de la sabiduría del capitulo.

-y esta es mi historia, reclutas, ahora es vuestro deber, preservar la fe de nuestro Imperio, sin vosotros, el Imperio del hombre, se desmoronaría, sois la esperanza del Emperador, que en largo letargo, esta en su trono dorado de Terra, guiando nuestras acciones, cada día, cada instante, asi que salid allí, y recordad:

¡Por Terra, y por Sanguinius¡-

Y así termina mí historia, la historia de la resurrección, de la desesperación, y la historia de los Ángeles Sangrientos.



Autor: Ignacio Victoria

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