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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Cuarto Clasificado en el II Certamen de Relatos. Escrito por Julio Castillo.


La medianoche había pasado hacia un par de noches en Dolyan, ciudad industrial del enfermo planeta de Sumus Prye. Toda la atmósfera era un cúmulo de toxinas y contaminación que únicamente las cápsulas de cristalmanto mantenían alejadas de los habitantes. Grandes motores rugían a las afueras de la ciudad para conseguir purificar un aire viciado e irrespirable para cualquier humano.

En el barrio de los forjadores, el toque de queda ya había sonado hacia tiempo y solo los aventureros y aquellos con asuntos oscuros se deslizaban por las calles. Aun así, pese al toque de queda, el bar Andronimus estaba al completo. Era uno de los pocos establecimientos a los que se les permitía estar abiertos a aquellas horas gracias a un suculento soborno a diferentes altos cargos del Gobierno estatal. Todos conocían a aquel bar como el peor sitio para visitar.

En una de las mesas de la zona más tranquila y privada del Andronimus se estaba celebrando una partida de Regocida. Cinco jugadores a la mesa. Andrew Sewchenko, un falsificador de Euro-Asia. Bajito y calvo. Y unos dientes de oro que deslumbraban cada vez que sonreía. Frinky, apodo por el que era conocido, era un hombre robusto y de unos fuertes bíceps se sentaba a su izquierda. Este era el líder de una de las bandas callejeras más poderosas de la zona industrial, llamada los Escorpiones Grises. El resto de la mesa era nueva por aquel lugar.

Un hombre negro y bien vestido, con un tatuaje alrededor del ojo derecho se situaba a la izquierda de Sewchenko. Luego a su lado se sentaba una joven vestida con cuero rojo ajustado, cabello largo y de un negro azabache y una mirada segura de si misma. Para cerrar el grupo, un hombre grueso y con uniforme militar al que llamaban General Noa.

Un grupo muy variopinto que en esos momentos estaba unido con el único objetivo de conseguir una buena suma de dinero en el juego. Llevaban jugadas ya varias manos y de momento la suerte había favorecido al General.

Alrededor de la mesa, varios soldados imperiales controlaban que nadie molestara a la partida. Con el mismo uniforme que el General, era fácil suponer que eran subordinados que tenían ordenes de espantar a los curiosos y proteger al general. También en una mesa cercana algunos miembros de los Escorpiones Grises se lo pasaban bien bebiendo y rodeados de chicas contratadas por su líder para la ocasión.

—¿Quién va? —preguntó el hombre de color, que llevaba en ese momento la mano de la partida. Todos afirmaron que iban. En la mesa la apuesta actual era de 1000 créditos imperiales.

—Y yo triplico mi apuesta —señaló Sewchenko mostrando de nuevo sus dientes dorados a la vez que echaba una mirada lasciva a la joven de la mesa—. Luego guapa si quieres puedes venirte conmigo —dijo lanzándole un beso y riéndose.

—Creo que voy a tener que desestimar su ofrecimiento. No soy de ese tipo de mujeres que se parecen a su madre —respondió la sexy joven. La sonrisa del falsificador de dientes de oro se cortó secamente y se puso tenso a punto de lanzarse sobre ella.

—Esa ha sido una magnífica respuesta. Pero por favor céntrense en el juego. Luego podrán disfrutar de una grata conversación. Bueno, yo veo todo el dinero. 3000 créditos y añado otros mil —comunicó el General Noa mientras se tomaba un trago de una bebida de extraño color púrpura.

—Yo no voy —respondió brevemente Frinky.

—Yo paso —siguió el hombre de color.

—¿Y la señorita…? —preguntó con algo similar al sarcasmo el General.

—Pandora Rize. Yo voy y añado los dos mil que me quedan.

Los dos jugadores que habían ido se miraron y al final añadieron el dinero. La partida estaba entre ellos tres. Se repartieron las nuevas cartas tras el descarte y los segundos comenzaron a pasar lentamente. Todos observaban a sus adversarios con caras de tranquilidad. Guardar las apariencias era muy importante en un juego como el Regicida. Llego el momento de sacar las cartas y el General fue el que gano.

—Sí señor, bendito sea el Emperador —afirmó mientras recogía el dinero de encima de la mesa—. Bueno, mientras buscamos otro jugador para coger la plaza de esta señorita que ya no podrá jugar sin dinero, yo voy a ir al servicio un momento. Ha sido un placer llevarme su dinero y siento que no quiera disfrutar junto a mí de una buena noche —terminó de decir mientras se levantaba de la mesa con un poco de dificultad por su peso y por haber bebido un poco más de la cuenta.

Se encaminó hacia el baño y dos de sus soldados lo acompañaron y se quedaron haciendo la guardia en la entrada del baño.

—Bueno señores, ha sido un placer. Hasta la próxima —Tras despedirse, Pandora se levanto y tras dar un pequeño rodeo se encamino hacia el mismo baño donde había entrado segundos antes el general. Un soldado le dio el alto.

—El general me ha invitado —dijo mostrando una sonrisa irresistible. El soldado miro a su compañero y con una leve sonrisa la dejaron pasar. Ambos se quedaron mirando su culo que se contoneaba coquetamente totalmente apretado en aquel vestido de cuero.

—El general lo va a pasar muy bien —comento el otro soldado provocando una sonrisa a su compañero.

Pandora abrió la puerta del baño masculino y localizo al general contra la pared orinando. Se acerco a él con sigilo y le susurro:

—Le traigo un regalo.

El general sonrió a reconocer la sexy voz de la joven pero enseguida dejó de hacerlo cuando noto que tenia la boca de un arma apoyada en la espalda.

—Creo que no voy a tener una lasciva noche contigo encanto, como hubiera deseado —susurró el general cerrándose la cremallera y dándose la vuelta lentamente.

La joven mujer se alejo un par de metros sin dejarle de apuntar con su pistola de bolsillo y le indicó que se fuera contra la pared de la izquierda, la más alejada de la puerta. Entonces la joven se acercó a la puerta de la entrada y colocó un dispositivo de cierre magnético sobre la puerta para impedir que la interrumpieran. Estaban de momento solos.

—General Noa, por el poder que me otorga mi grado 2 del Ordo Hereticus le informo que se le ha declarado culpable de traición contra el gobierno de la Humanidad en más de 12 puntos y culpable también de Herejía por suministrar información militar al enemigo. Su condena será una inminente ejecución marcial. ¿Desea el perdón por parte del Emperador?

El General comenzó a reírse con una fuerte carcajada.

—Cariño, uno no ha llegado aquí sin ser un viejo pez gordo.

De repente una sombra apareció junto a la cazadora. Había aparecido de la nada junto a ella. Era una alta figura humanoide con piel violeta que agarró a la chica en un rápido movimiento y la lanzó contra uno de los habitáculos de orina.

—Te presento a Hzffferterz, mi querido y eficaz guardaespaldas. Es un tasser, una raza casi extinta que encontré en uno de mis viajes interesterales. Tiene la particularidad de ser un magnifico guerrero y de poseer la capacidad de camalelonina increíble, como habrás comprobado.

Mientras el general hablaba, el guardaespaldas volvió a agarrarla y lanzarla contra el otro lado de la pared. Recibió un duro golpe y la joven cayó al suelo jadeando. Había perdido el arma.

—Tranquila, no eres la primera que intenta matarme, aunque debo decir que te has acercado mucho. Es una lástima que una vida tan joven y una chica con tantas posibilidades deba acabar así. Mátala —le ordenó a su secuaz.

El humanoide se abalanzó hacia ella para intentar agarrarla mientras estaba en suelo pero esta lo evitó con una rápida finta y se colocó de pie para hacerle frente. Se metió la mano en el pelo y saco un pasador de pelo totalmente afilado y brillante.

—Creo que todavía no he dicho la ultima palabra, general. Todavía no conoces todas mis facultades. Cumpliré la misión que tengo encomendada —confirmó con una leve sonrisa mientras se limpiaba la sangre que le brotaba de un golpe en la frente.

En la puerta del baño comenzaron a oírse golpes de los soldados que habían escuchado los golpes de dentro y sabían que algo estaba sucediendo. Intentaron abrir la puerta pero el cierre magnético se lo impidió. Mientras cazadora y mutante se observaban a una distancia midiendo sus fuerzas y dando pequeños movimientos. Al final fue el guardaespaldas quien se lanzo hacia la chica con un movimiento envolvente para intentar desarmarla. Ella finto a la vez que realizaba una patada de izquierda a derecha. El golpe alcanzo la cara del contrincante haciéndolo retroceder trastabillado. Esto solo hizo enfurecer más aun al guardaespaldas que tras recuperarse del golpe se lanzo hacia ella aun más violentamente. Ella aprovecho la fuerza de embestida y volvió a esquivarlo realizando a la vez con su fibroso y ágil cuerpo una llave que derrumbo a su contrincante dejándolo en el suelo. Ella aprovecho esos instantes para encararse hacia el general. Disponía de unos pocos segundos. El estaba apuntándola con una pistola láser que acababa de sacar de su cartuchera.

—Adiós, querida —El disparo salió y atravesó el vientre de la joven, mientras una sonrisa de malignidad aparecía en el rostro del general herético. Pero nada cambió en el porte de la cazadora y tras unos segundos, con un ágil y velocísimo movimiento de su mano izquierda, lanzó su pasador de plata, acertando en el ojo izquierdo del general y provocándole la muerte instantánea al alcanzar el lóbulo cerebral. Se quedo unos instantes de pie hasta que por fin el cuerpo sin vida del general cayó hacia delante con un duro golpe.

La cazadora se giró al oír un movimiento a su espalda. Allí estaba el guardaespaldas observando el cuerpo caído de su protegido. Luego levantó la cabeza hacia ella, la observo y asintió levemente dándole la enhorabuena con un simple gesto. Luego, mientras se giraba hacia la puerta, fue cambiando de color, y poco a poco perdió luz hasta que quedo totalmente transparente e invisible ante los ojos de Pandora.

Recogió su arma, la ocultó entre sus ropajes y conecto un pequeño aparato que portaba en un reloj de pulsera metálico. El teleportador tardó unos segundos en activarse y tras otros segundos, ella desapareció de la escena del crimen.

Nadie pudo explicar jamás la muerte del General Noa.

Crucero Fe Ferrea de la Flota Inquisitorial

En la enfermería, Pandora estaba siendo tratada de su herida en el pecho por unos servoayudantes médicos. Su herida era grave, mortal para muchos humanos pero no para una dura luchadora como ella cargada de psicofármacos. Eran esos psicofármacos los que la habían ayudado a aguantar de pie, sin dolor, sin haber sentido casi el disparo. Para una Callidus como ella, había sido una misión muy fácil. Su vigésimo tercera misión cumplida.

Ahora debía esperar que un nuevo destino y una nueva presa le fueran encomendadas…

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