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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Despierto. Debo mantenerme despierto… ahora debiera estar en Ithaka, recogiendo su elemento sagrado para las entregas del agua; pero no puedo recordar qué chocó contra nosotros… ¿por qué no lo recuerdo? Empezó el mundo entero a dar vueltas tras ponerse a temblar y las luces se fueron convirtiendo en sombras. Después hubo un estruendo, como de una explosión… y el traqueteo consecuente sobre la piedra y la arenisca. ¿Sentí tal vez cómo mi cuerpo se evadía de mi cuerpo? No puedo saberlo… sólo confusión; y los pasos dolorosos; y el pitido impertérrito y doliente filtrándose por mis machacados oídos… alterando con su timbre el resto de mis alocados y rotos sentidos. Apoyar la espalda en esta roca que me sirve de respaldo y que todo volviese a un estado más normal que el de después del siniestro… con la única certeza de que esto es algo parecido, sin serlo del todo, a estar vivo.

El caso es que no tengo la menor idea de dónde estoy, ni qué ha sido de la tripulación que me acompañaba en el viaje a la Cuna de las Serpientes.

Al despertar, hace demasiado tiempo como para no sentir el cansancio que me tiene encadenado a esta quietud, no recordaba ni mi nombre… Darius, soy Darius Hiélamos, templario al servicio del Emperador. Un momento… otra vez: está muy cerca, demasiado. A pesar de que no tengo mi bólter, ésta no me fallará… su filo siempre me ha acompañado, como a los antiguos héroes cuando todavía no sabíamos ni cuáles eran los confines del Universo. La rodilla me sigue doliendo horrores: imagino que está rota, pero no me frenará si he de batirme contra el bicho que me persigue; que me ronda desde hace un par de horas… sé que quiere comerme: esos mántifex o como se llamen esos bichos asquerosos son igual de abominables que cualquier engendro del Caos… no seré tu cena bicho, ni hoy ni nunca.

No puedo evitar, en este océano de incertidumbre y lamento que es mi situación actual, esbozar una sonrisa… cómo voy a ser la simple cena de un tiránido perdido… yo, que he visto arder planetas enteros bajo el mando justo del Emperador; yo, que he escrito salmos en nombre del Bien; yo, que he hecho retroceder al enemigo hasta que ha debido suplicar clemencia ante el inevitable letal aroma de mi guadaña… no puedo, no debo, no está escrito que haya yo de caer de forma tan vulgar después de todos los sistemas recorridos venciendo la iniquidad y la abominación, anotando en la suma de mis días victoria tras victoria… ¡No puedes acabar así, Hermano, tú no!

La oscuridad es su aliada: eso también lo sé… aquí, por lo que llevo despierto, parece no amanecer… quizá nos encontremos lejos de la estrella a cuyo alrededor gira este trozo de roca casi azul, casi gris; quizá sean mis ojos, que ya están sin luz. ¡No, Darius, no! Te queda mucho que pelear… no te rindas Hermano, todavía no. No hasta que ensartes la cabeza de esa araña y la desgajes de su cuello… maldita escoria invertebrada… otra vez se mueve: puedo oírla desde mi posición. Los riscos son sólo una ilusión de protección, ese bicho puede moverse bajo tierra: solamente espero que esta roca oscura y casi metálica sea lo suficiente dura como para que el mántifex no me ataque como a él le gustaría: desmembrándome desde la profundidad de la tierra.

Lo he visto: dejan las partes de sus víctimas que menos les gustan descuartizadas en su banquete esparcidas… en los restos de su orgía carnívora rostros descabezados con las muecas del terror y el dolor post mortem impresas.

A la derecha… no consigo verte, sé que tú me hueles, que oyes perfectamente cómo respiran mis pulmones bajo la coraza y hasta el palpitar pausado y tenue de mi caliente corazón… sé que deseas mi carne; quizá te ocurrió lo mismo que a mí y seamos los dos únicos seres vivos de este recóndito e inhóspito planeta. Si no me quisieras como tu cena, te hablaría de arte y comentaríamos qué tal nos ha ido en esta ya infinita guerra… sobre las rocas más altas de la boca de la gruta:

- ¡¿Por qué juegas conmigo, insecto?! ¡Acércate y probemos nuestra suerte! ¡Aunque te advierto que será un desigual combate, pues yo lucho por el honor del Emperador y nadie puede vencerme!

No se acerca, aumentando de ese modo cruel e instintivo la agonía que nos lleve a la última de todas nuestras batallas. Es un animal, no razona, no tiene fe ni conoce la alegría, ni la libertad… ni el don de la palabra. Destino extraño, extraño destino… que juegas con tu siervo ahora que el momento más aciago llega. Puedo oler, oculta tras el hedor del fuselaje que dejó de arder y levanta ahora una columna de humo detrás de esa colina, la dulce fragancia del Templo y de la fruta y las flores que ponen los novicios en las canastas a su entrada y en cada uno de sus rincones… holocausto agradable de perfumes naturales para la gloria y honra del Emperador…

- ¿Has olido alguna vez una flor abierta, bicho? ¿Has escuchado en la nada ilimitada del cosmos el fluir incesante de la esencia energética…? ¿…has llorado de emoción entre susurros al entender la nimia inmensidad de tu propia alma?


¿Qué más dará…? No entiende lo que le digo… a ellos no les hace falta entender nada… sólo son parásitos… se acerca, y con él, el final.

Respiro hondamente, cierro los ojos y alzo una oración en silencio al vacío negro, azul y gris… me pongo en pie; en efecto la rodilla derecha está rota; izo blandiendo en la sombra mi espada…

…su dentellada ha sido letal…miles de imágenes recorren ahora la pantalla de mis párpados cerrados. Los abro por última vez antes del aliento final… y sonrío tras una carcajada: el filo adamantino de mi fiel sable y amigo atraviesa de cabo a rabo su inmunda e inerte garganta.

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