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Batalla de Paramar V: las flechas indican el avance de los traidores
La Primera Batalla de Paramar V, también conocida como la Invasión de Paramar, fue una batalla acaecida en el 673006.M31, durante la Herejía de Horus.
Historia[]
Paramar[]
El Sistema Paramar se encuentra en la frontera exterior septentrional del Segmentum Solar, y era una escala y una terminal de suministro vital para las Flotas Expedicionarias que continuaban la expansión de la Gran Cruzada. Paramar se encontraba además casi en línea recta entre el Sistema Istvaan y Terra. Por tanto, antes siquiera de que la sangre derramada en tan gran cantidad en la Masacre del Desembarco en Istvaan V se hubiese enfriado, los generales de Horus volvieron sus ojos con codicia hacia Paramar V y sus vastos almacenes de suministros militares, y trazaron planes para capturarlos.
Conformado por un inusual Sistema Estelar trinario, Paramar tenía las particulares ventajas de poseer una vasta riqueza mineral (aunque difícil de extraer) y treinta y siete planetas principales conocidos. Además, el Sistema se encontraba en una localización empíreo-sincrónica inusitadamente estable. Identificado y registrado en el Carta Imperialis por el Comerciante Independiente Hel DeAniasie en el 803.M30, pronto se convirtió en lugar de paso para la temprana expansión del Imperio de la Humanidad. Lo que originalmente no era mucho más que un simple punto de referencia en las rutas se desarrollaría con el tiempo, primero con un puesto avanzado ampliamente automatizado del Mechanicum, y cuando la Gran Cruzada penetró en el Segmentum Obscurus, con todas las instalaciones necesarias para proporcionar suministros y combustible a las Flotas Expedicionarias. Al carecer de población nativa y considerarse indeseable colonizar de forma normal el puñado de mundos habitables y semihabitables del Sistema por los intermitentes estallidos de furia de las tres estrellas de Paramar, este quedó bajo control exclusivo de las fuerzas armadas, y nunca llegó a ser un Sistema Estelar con gobierno imperial completo como otros. Se establecieron colonias penales en Paramar VIII y XIX, con colmenas-prisión subterráneas para los trabajadores, y una luna menor del gigante de gas Paramar XXI fue convertida en una Estación Espacial y fondeadero de la Armada Imperial totalmente independiente. Conocida como el Pharaeon de Paramar, esta estación destacaba por alojar al Coro Astropático más grande al norte del Segmentum Solar, y formaba un nexo de comunicación vital entre Terra y el Segmentum Obscurus. Estaba protegida por un cordón de bastiones artillados orbitales capaces de sumar la potencia de fuego equivalente al de todo un grupo de batalla naval, lo que hacía imposible asaltarla.

Paramar V
De un valor igual, si no superior, para la Gran Cruzada era Paramar V. Un planeta anómalo, cuya estructura según algunos eruditos fue diseñada artificialmente en un lejano y desconocido pasado, Paramar V había sido claramente un mundo totalmente capaz de mantener vida: su relieve mostraba signos evidentes de haber estado cubierto por océanos, y sus enormes reservas geológicas enterradas de hidrocarbonos indicaban que antaño había contenido una plétora de formas de vida. Reducido durante muchos milenios terranos a un desierto árido y radiactivo azotado por los vientos solares, con una fina atmósfera de oxígeno que no podía respirarse sin aparatos artificiales y con brutales cambios de temperatura en su lento ciclo de días y noches, Paramar V era de todas formas una elección perfecta como almacén militar y de suministros para la Gran Cruzada. Esto se debía a que allí podía refinarse promethium en grandes cantidades, y a que los extensos sistemas de cavernas del Mundo Muerto podían convertirse rápidamente en búnkeres subterráneos para almacenar armas y municiones de tremenda potencia con total seguridad.
Su administración se cedió al Mechanicum, y se centralizó el control del planeta en una terminal primaria de espaciopuerto cercana al casquete polar meridional, designada como el Nexo de Paramar. Paramar V y sus instalaciones fueron convertidas en dominio vasallo del distante Mundo Forja de Gryphonne IV por orden del Emperador como parte de las recompensas concedidas a los Señores de las Forjas de Gryphonne por su gran servicio y sacrificio durante la Crisis del Giro Hambriento en el 891.M30. Además de aumentar ampliamente el prestigio y el poder de Gryphonne IV y sus Magi (un factor que se sabe que causó cierta acritud en Marte), supuso un mayor refuerzo para las defensas de Paramar V, que se convirtió en un sub-bastión y forja periférica de la Legio Gryphonicus, acrecentando su importancia y sus instalaciones. Al estallar la Herejía de Horus, Paramar era un lugar estratégico que el Señor de la Guerra no podía ignorar a la ligera, pero que por una circunstancia y por la marea de la Gran Cruzada había quedado fuera de su esfera de influencia.
La suerte del Traidor está echada[]
No se puede saber si el plan de invadir Paramar fue gestado mucho antes del intento de limpieza de las filas de las Legiones Traidoras en Istvaan III, o si surgió posteriormente como consecuencia de los rápidos cambios de planes del Señor de la Guerra a partir del descubrimiento de su traición y de la matanza resultante de la Masacre del Desembarco en Istvaan V, aunque esto último es más probable. Un ejemplo de la genialidad estratégica que fue clave en el nombramiento de Horus como Señor de la Guerra del Imperio es que los Traidores fueran capaces de rehacer sus planes de guerra tan rápido después de que su engaño en la Atrocidad de Istvaan III fuese expuesto a la luz pública. El mayor de estos desafortunados planes fue la letal trampa de Istvaan V, pero apoyándolo había un millar más de ataques menores, desinformaciones, incursiones y usurpaciones que se extendieron como un incendio por la Galaxia, arrojando todo a la confusión y el caos de la guerra civil. Muchos de estos ataques pueden agruparse en la categoría de intentos de tomar el control de recursos estratégicos vitales antes de que el Imperio se diese cuenta del auténtico peligro y de la escala de la guerra civil que se estaba desatando, y la invasión de Paramar fue el epítome de esta táctica. Para el Señor de la Guerra, Paramar era un trofeo que cobrarse entero, sin dañarlo ni destruirlo, y con rapidez, pues su potencial como punto de partida para su camino hacia Terra era extremadamente valioso para su causa.
Esto en sí mismo, visto en retrospectiva, debió plantear un dilema: ¿qué fuerzas debían asignarse a la invasión? La necesidad de un ataque rápido y controlado con fuerzas potencialmente abrumadoras chocaba con el deseo de Horus de no malgastar las huestes a sus órdenes sin necesidad asediando mundos que ya estuvieran fuertemente fortificados y alerta ante un posible ataque, y con su rechazo a marchar demasiado rápido con el grueso de sus fuerzas sobre el Segmentum Solar. Hay que recordar que en este momento de génesis aún había mucho por confirmar y poner a prueba en ambos bandos, especialmente la lealtad de aquellos que habían acudido a los estandartes de los Traidores o Leales, y por eso la cautela todavía habría sido primordial en el pensamiento de Horus. Paramar era un objetivo peligroso, fuertemente defendido tanto por la Armada Imperial como por el Mechanicum, y si enviar una fuerza demasiado pequeña sería invitar al desastre, atacar con todo el peso del poderío Traidor supondría arriesgarse a enfrentarse directamente a las fuerzas del Segmentum Solar si las cosas salían mal o un asalto se transformaba en un asedio prolongado. Con su habitual rapidez y convicción, Horus tomó su decisión: la toma de Paramar recaería en la Legión Alfa.
Los anillos de la Hidra[]
De todas las armas del arsenal de Horus, ninguna era más obviamente adecuada para la invasión de Paramar que la Legión Alfa. La misión requería un cierto grado de sutileza y control que pocas de las Legiones Astartes que se habían aliado con el Señor de la Guerra podían garantizar, salvo quizá sus propios Hijos de Horus: ciertamente ni los salvajes Devoradores de Mundos de Angron ni la bandada de asesinos de los Amos de la Noche habrían servido a sus propósitos. Quizás los cacareados guerreros de Fulgrim hubieran sido adecuados, pero ya estaban ocurriendo severos y terribles cambios en los Hijos del Emperador que los estaban convirtiendo en seres quijotescos y totalmente alejados de lo que habían sido. Se ha sugerido, incluso desde algunas fuentes apócrifas como los testimonios reunidos de las suposiciones de otros miembros de la facción Traidora, que hubo otro motivo para elección del Señor de la Guerra de enviar únicamente a la Legión Alfa de entre todas sus fuerzas Astartes. Esa razón era hacerles demostrar su lealtad y obligarles a mancharse las manos de sangre por su causa. Se había hecho notar en diversas fuentes y conjeturas que de todos los que se habían puesto de parte con Horus, las motivaciones y la fidelidad de Alpharius y su Legión eran, desde el principio, las más inseguras y oscuras. Aunque en muchas fuentes de finales de la Gran Cruzada se indica que Horus mantenía la que quizá fuera la mejor relación con el siniestro y misterioso Priamrca de la Legión Alfa, lo cierto es que incluso entre ellos había poca confianza o camaradería. En resumen, nadie se fiaba de la Legión Alfa, ni siquiera el Señor de la Guerra que la había blandido tan a menudo como un arma en las últimas campañas de la Gran Cruzada y conocía bien sus hábitos. Muchos creen también que la participación de la Legión Alfa en la Masacre del Desembarco en Istvaan V fue, si no cautelosa, sí al menos se produjo en sus propios términos, y su implicación en el ataque se limitó a matar víctimas elegidas por ellos mismos, poniéndose muy pocas veces en peligro. En Paramar, la Legión Alfa tendría que demostrar su compromiso con Horus, derramando no solo la sangre de sus enemigos, sino, inevitablemente, también la suya.
No se sabe con cuánta gracia o entusiasmo recibieron Alpharius y su Legión sus órdenes de tomar Paramar, pero sin duda el serpentino Primarca sabía bien de su trascendencia, de los riesgos de la letal misión y de los motivos de Horus para asignársela a la Legión Alfa. Mientras las últimas astronaves Leales aún luchaban desesperadamente por sobrevivir en el vacío salpicado de escombros en torno a Istvaan V y seguía ardiendo la destrozada zona de desembarco en la superficie, las naves de guerra de casco azur y humo de la Legión Alfa empezaron a abandonar el Sistema en gran número, dejando solo una fuerza representativa para presenciar el triunfo del Señor de la Guerra tras la Masacre del Desembarco. Aunque muchas naves partieron solas para realizar misiones desconocidas e inescrutables (algunas para generar desórdenes en mundos imperiales alejados, otras para llevar la discordia y la mentira a los rincones más lejanos del Imperio), una poderosa flota, quizá la mitad de la que poseía la XX Legión, partió a gran velocidad hacia Paramar. Siguiendo su estela iba una segunda armada de barcazas y arcas del Mechanicum Oscuro leal a Horus.
Bandera falsa[]
Aunque la rapidez era esencial, lo que vino a continuación no fue una carga directa a la batalla, pues esa no era el estilo de combate de la Legión Alfa, sino una campaña fría y calculada que era al mismo tiempo intrincada en su complejidad y despiadada en su ejecución. Como chacales en la noche, la Legión Alfa primero rodeó a su presa y observó sus movimientos, midiendo sus puntos fuertes y débiles. La Legión Alfa había entrado en el Espacio Real más allá de los límites del vasto Sistema trinario, confiando tanto en su propia experiencia en tales asuntos como en la furia de las emisiones radiactivas de las tres estrellas de Paramar para enmascarar su acercamiento lento y silencioso. Sin ser detectados, rodearon a sus objetivos con la paciencia de un depredador, encontrándolo como esperaban en un estado de alerta máxima. Lo que siguió fue un peligroso juego de riesgos calculados y esperar el momento justo. Cuanto más retrasaran su ataque, mayor era el riesgo de ser descubiertos y de que la noticia de la Masacre del Desembarco (y del papel de la Legión Alfa en ella) alcanzasen Paramar, a pesar de las crecientes Tormentas Disformes y de las emboscadas dispuestas por la Legión en varios Sistemas cercanos para impedir acercamientos y aislar a Paramar de una ayuda inmediata tanto como los caprichos de la Disformidad podían permitir. No obstante, cuanto más esperase la Legión Alfa, más perfecta se podría formar su estrategia, más cerca se situarían sus espectrales naves y más profundamente se clavarían sus colmillos ocultos en el Sistema sin que sus defensores lo supieran, infectándolo con un veneno paralizador.
Rápidamente se habían secuestrado o sobornado varias naves de transporte y de patrulla con ruta programada hacia Paramar, usándolas como un vector para envenenar las defensas exteriores del Sistema con sus operativos humanos y Astartes y obtener datos detallados de inteligencia. Se habían marcado varios individuos, particularmente en el Phaeraeon de Paramar por ser más accesible que Paramar V para los operativos Spartoí de la Legión, para ser asesinados, mientras cientos de aparatos de sabotaje eran sembrados por la red de defensa del Sistema en preparación para el ataque. Las colmenas-prisión del Sistema no eran una preocupación inmediata, ya que estaban alejadas de los dos objetivos primarios del asalto, y porque fueron despachadas de la forma más sencilla al colocar toxinas y contaminantes bacteriológicos retardados en los depósitos centralizados de agua de cada una de ellas, listos para causar una catástrofe al ser activados. Un cronómetro invisible fue haciendo la cuenta atrás hacia la hora decidida de forma inexorable mientras los laberínticos planes de la Legión Alfa convergían y se disponían, hasta que las arenas del tiempo se acabaron para Paramar. El honorable papel que había jugado en el sueño de la Gran Cruzada por el futuro de la Humanidad fue aplastado en los anillos de la hidra.
Cuchilla en la oscuridad[]
A las 019-17 hora sidérea/local, aproximadamente 38 días estándar después de la conclusión de la Masacre del Desembarco en Istvaan V, una flota de once naves de guerra Astartes de la Legión Alfa entraron en el Espacio Real por un punto del borde del Sistema Paramar muy cercano a las coordenadas de entrada estándar fijadas para las naves procedentes de Terra. La nave principal, una Barcaza de Batalla clase Basileus designada Sigma-Pythonus en los registros del Astra Imperialis, se puso en contacto con el mando central del Pharaeon de Paramar invocando el sello y las órdenes de Rogal Dorn, Pretoriano de Terra. Exigiendo por ellos el derecho a ser reaprovisionado y atendido urgente e inmediatamente, el destacamento de la Legión Alfa afirmó haber sido desviado de su curso por las turbulencias de la Disformidad, separándose de la fuerza de castigo enviada a Istvaan V, y decía tener la intención de continuar su misión tan rápido como fuese posible.
Una vez aceptadas sus claves de autoridad, la Sigma-Pythonus y sus Naves de Escolta se aproximaron al Pharaeon con la aparente intención de hacer reparaciones temporales en el muelle naval, mientras que un único Crucero de Asalto Pesado clase Bellerophon, designado Anax-Rho, se separó de la flotilla y se dirigió hacia Paramar V para requisar suministros adicionales. Nadie sospechó y nadie hizo sonar la alarma, y bajo el disfraz de un hermano de armas enfrentado a un enemigo común la Legión Alfa se acercó a sus objetivos con las armas desenvainadas en sus manos. En la oscuridad del borde de la luz de los tres soles de Paramar, sus hermanos aguardaban.
El Peregrino de Hierro[]
Ningún plan, sin importar lo bien formulado o ejecutado que esté, escapa de la mano del destino cuando esta empieza a deshacer su diseño. Así fue como mientras la Sigma-Pythonus y sus hermanas atravesaban el último tramo del corredor defensivo del Pharaeon bajo la sombra de los cañones de los colosales bastiones espaciales que lo rodeaban, y el Anax-Rho se encontraba a minutos-luz de Paramar V, el Espacio Real se desgarró una vez más, vomitando nuevas naves al vacío que rodeaba Paramar. Estas no eran de la Legión Alfa ni formaban parte de sus planes. No es difícil imaginar la consternación y el miedo a ser descubiertos de los Legionarios Alfa en este instante, sobre todo cuando las lecturas de Auspex afirmaron que se trataba de cinco naves de guerra Astartes, incluida una nave capital. Sin embargo, los Legionarios Alfa se mantuvieron fieles al plan. No rompieron filas ni intentaron huir de la sombra de las armas de fuego que les rodeaban, sino que siguieron avanzando como si nada fuese mal, enviando solo los habituales mensajes por vox que un encuentro tan repentino exigía a cualquiera. Las pictocapturas de las miras de largo alcance revelaron que las naves espaciales desconocidas eran monstruosidades imponentes de costados como losas hechas con acero ennegrecido, cuyos cascos de diseño imperial casi no se reconocían bajo las capas superpuestas de blindaje ablativo improvisado y las espinas anti-abordaje de adamantio de quince metros de largo que cubrían sus flancos. La nave principal del grupo se identificó como el Lamento de Tyche, nave insignia del 77º Gran Batallón de la Legión de los Guerreros de Hierro, y su señor, Kyr Vhalen, respondió que no le importaba de quién fueran las órdenes de la Legión Alfa, solo las suyas propias.
Una luz extinguida[]
La identidad de las nuevas naves era totalmente inesperada. Aunque al igual que la Legión Alfa los Guerreros de Hierro y su brutal Primarca Perturabo se habían aliado con Horus en Istvaan V para causar la ruina de los Leales enviados para someter a los Traidores, nunca había habido afecto entre las dos Legiones en el pasado, y su presencia en Paramar en este momento no había sido predicha por nadie. Probablemente este imprevisto giro de los acontecimientos, ocurrido en un momento tan crucial, era en sí una peligrosa complicación de los planes de la Legión Alfa. ¿Habían sido enviados los Guerreros de Hierro por Horus con la misma misión que ellos por desconfianza? Y si ese era el caso, ¿habían venido a ayudarles o a vigilar que los deseos del Señor de la Guerra se cumpliesen? ¿O acaso eran simplemente un elemento independiente que debía ser tratado como resultara necesario? ¿Eran solo cinco naves, o había más aguardando igual que la Legión Alfa? En definitiva ya no importaba, pues el plan ya estaba demasiado avanzado para detenerlo y los eventos habían adquirido un empuje propio.
Como actores mudos en un vasto teatro de sombras de dioses y monstruos contra el telón de fondo de las frías estrellas, las colosales naves de acero ennegrecido y fantasmal azur se movieron a través del vacío, cada una hacia el destino de su viaje. Con el mismo silencio, a bordo de las escamosas naves de la Legión Alfa, los Legionarios totalmente equipados y armados para la guerra esperaban en una quietud absoluta a que se diera la orden, y los condensadores ocultos, cuyos relámpagos estaban totalmente escondidos para los fisgones augurios del Pharaeon que pasaban automáticamente la mirada a través de ellos sin verlos, aguardaban para insuflar vida a sus apocalípticas armas de forma repentina. Los navíos de la Legión Alfa atravesaron los ciclópeos cables-cadena flotantes de los bastiones artillados, y mientras su líder avanzaba hacia el Pharaeon sus escoltas viraron hacia las plataformas de anclaje de forma paciente y mesurada.
Cuando la Sigma-Pythonus se detuvo en la posición indicada, a apenas unos kilómetros de las bodegas de aterrizaje del Pharaeon de Paramar y bien internada en el radio y la protección de los bastiones de la estación de combate, una sola Cañonera Thunderhawk de color rosado sin escolta abandonó las cavernosas bodegas de lanzamiento de la Barcaza de Batalla y cruzó hasta el Pharaeon transportando a la delegación de la Legión Alfa. La figura que descendió por la rampa de la cañonera para encontrarse con los sorprendidos oficiales de cubierta y Magos que aguardaban allí se alzaba sobre ellos, sosteniendo una lanza pálida como un cetro de oficio y vistiendo una ornamentada armadura que relucía como un mar centelleante con una capa escamosa que se retorcía tras ella como si tuviera una serpentina vida propia. "Alpharius...", susurraron impactados ante él. "¡Es Alpharius, hay un Primarca entre nosotros!" La imponente figura exigió ser llevada de inmediato ante el Señor del Pharaeon, y fue obedecida. En la cubierta del principal Planetario de Control del Pharaeon de Paramar el silencioso Primarca fue recibido por el Comodoro-Intendente y su personal de mando, junto con el Magos-Patrón de los muelles navales y el Preceptor de los Astrópatas, pues ningún dignatario del Pharaeon se atrevió a declinar el honor de un encuentro tan terrible. Fue cuando se estaban arrodillando en obediencia ante este hijo del Emperador que empezaron a sonar las primeras alarmas por todo el Pharaeon. Antes siquiera de que las primeras palabras de sorpresa y disculpa por la interrupción pudieran salir de los labios del Comodoro-Intendente, Alpharius los redujo a todos a una ruina roja.
Los cañones de la Sigma-Pythonus hablaron, y demasiado tarde el Pharaeon de Paramar descubrió que había acogido a un puñado de víboras en su seno. En cuestión de segundos las defensas de corto alcance y los generadores de escudos de vacío de la estación de batalla fueron destruidos, se hicieron añicos los sistemas vitales, y el rugido de las naves de abordaje y el aullido de la teleportación inundó el asediado Pharaeon. En las plataformas de anclaje, las otras naves de la Legión Alfa también cobraron una vida asesina, y sus baterías abrieron fuego a bocajarro mientras los Arietes de Asalto Caestus y las Dreadclaws se lanzaban desde sus bodegas hasta los costados de las indefensas naves de la Flota Imperial amarradas cerca de allí. Reinó la confusión cuando los sistemas de control fallaron: por toda la red de defensa exterior, las órdenes eran bloqueadas, los sistemas de energía se morían de repente y los datos de disparo estaban tan enmarañados que las baterías de defensa se negaron a disparar para evitar dañar a sus hermanas o gastar inútilmente su munición lanzándola hacia el vacío. La anarquía reinó en el Pharaeon cuando los subordinados miraron a sus superiores y encontraron a muchos de ellos muertos, asesinados en sus puestos o envenenados en sus aposentos. Contra los gigantes revestidos de armadura azul que ahora atravesaban los atestados pasillos del Pharaeon la poca resistencia que se pudo reunir fue inútil y quedó salvajemente aplastada. En menos de una hora solar, todo lo que quedaba era el sangriento trabajo de supresión y adquisición. En cuanto a la línea de bastiones artillados que flotaban en el espacio cercano en torno al Pharaeon, no podían hacer mucho más que mirar desesperados cómo la estación y sus muelles eran tomados sistemáticamente, ya que sus armas principales no servían contra los atacantes que los habían sobrepasado al estar apuntadas hacia fuera y no hacia dentro. El Pharaeon de Paramar pertenecía a la Legión Alfa.
Punto muerto[]
Sobre Paramar V, sin embargo, no todo fue según el plan. En órbita geosincrónica sobre el Nexo de Paramar, el Lamento de Tyche y el Anax-Rho competían por desembarcar a sus emisarios y ver atendidas sus exigencias antes que el otro, y ningún bando se echaba atrás. El Mechanicum, por su parte, mantuvo una fría neutralidad como siempre hacía ante los asuntos de las Legiones Astartes, y simplemente aguardó a ver el resultado de la disputa. Para consternación de la Legión Alfa, se reveló que el contingente de los Guerreros de Hierro no sabía nada de la Masacre del Desembarco ni de la alianza de su Primarca con Horus: el 77º Gran Batallón había estado operando de forma totalmente independiente durante más de cuatro décadas, llevando a cabo una campaña de supresión aparentemente interminable en la región de los Desiertos de Therikon, la cual debían guarnecer frente a las numerosas especies xenos que habían hecho de aquella nebulosa sin caminos su hogar. Vhalen, el Herrero de Guerra que los dirigía, había regresado a Paramar para reaprovisionarse como había hecho ya tantas veces antes. Era totalmente ignorante de que su Legión se había vuelto contra el Emperador y no aceptaría que se le negase su derecho ahora. Los sucesos, sin embargo, no esperarían a que el punto muerto entre las dos naves de guerra se resolviera.
La Hidra muerde[]
El capitán del Anax-Rho había esperado demasiado. Los Auspex de Paramar V habían empezado a recibir los ecos de los disparos de armas pesadas en el Pharaeon, y la Legión Alfa se vio forzada a actuar. El Anax-Rho acabó la discusión con el Lamento de Tyche desatando una salva de torpedos de fusión contra sus desprevenidos rivales, para acto seguido centrar su atención en el Nexo. Mientras el fuego atómico florecía por la proa del acorazado de los Guerreros de Hierro, las bodegas de asalto del Anax-Rho lanzaron una oleada de Cápsulas de Asalto Kharybdis hacia la terminal principal del Nexo, y las punzantes naves atravesaron los cielos como cometas ardientes hacia la superficie. El puesto avanzado del Mechanicum reaccionó a la furia desencadanada en las alturas con una velocidad sobrenatural, pero no fue suficiente: el escudo de vacío de la terminal cobró una vida chisporroteante y se interpuso entre los atacantes y los defensores, pero no a tiempo de detener el meteórico descenso de la oleada de Cápsulas de Asalto, que atravesaron los aún débiles escudos con estallidos de centellas pirokinéticas y siguieron descendiendo mientras el escudo se sellaba lentamente por encima de ellas. Las Kharybdis, envueltas en las llamas de su caída y arrastrando estelas de relámpagos de plasma desgarrados de los escudos a medio formar, se estrellaron en las torres superiores del Panopticon de la terminal, clavando sus afilados garfios en el ferrocemento endurecido como garras asesinas y empezando a abrirse camino derritiendo los muros.
En la órbita, el Anax-Rho renovó sus ataques. Mientras sus lanzas dorsales abrían fuego sobre las Naves de Escolta de los Guerreros de Hierro, dispersándolas, su arma principal apuntó hacia abajo. Construido para los asaltos orbitales a corta distancia, el cañón de macrobombardeo del Anax-Rho empezó a descargar un titánico proyectil tras otro sobre los escudos de defensa aún en formación, mientras sus bodegas torpederas recargaban frenéticamente los tubos de disparo con munición de racimo para presionar aún más y subyugar la terminal por la fuerza bruta ahora que la sutileza no podía ser ya puesta en práctica. Una segunda oleada de asaltantes, ya preparada, aguardaba para aprovechar cualquier fallo en los escudos, sin importar lo breve que fuese: la terminal aún podía ser tomada y Paramar V todavía podía caer de un solo golpe si eso se lograba.
El Lamento de Tyche, sacudido y envuelto en una nube de escombros derretidos arrancados de sus cuartos delanteros, empezó a reaccionar. No había esperado combatir, y sus portillas estaban cerradas y sus puestos de disparo vacíos cuando el traicionero enemigo había atacado al poderoso acorazado, pero incluso sin tener sus escudos activados no había carecido de defensas. Metros y metros de placas de blindaje ablativo, añadidas al pesado navío por su amargado señor, habían sido deshechos en chorros de plasma por los torpedos de fusión, pero el núcleo blindado que había dentro, fabricado en las forjas de los astilleros orbitales de Olympia, había sido creado para resistir cosas peores, y apenas había sido tostado por el ataque. Los colosales motores del acorazado de los Guerreros de Hierro rugieron con la furia de una estrella y el Lamento de Tyche saltó hacia delante con una brutal aceleración que hizo aullar en protesta a su torturada superestructura.
Los registros conservados muestran que aunque los Auspex de selección de objetivos de su nave habían quedado cegados y el puente estaba en llamas, fue el propio Herrero de Guerra Kyr Vhalen quien arrojó a un lado a su timonel y activó los motores principales a máxima potencia, gritando juramentos oscuros y profanos a pleno pulmón mientras el buque de siete kilómetros de largo se arrojaba como una lanza ardiente contra el Anax-Rho. Concentrado en disparar contra el planeta y las heridas Naves de Escolta, el Anax-Rho no pudo recuperarse a tiempo en los escasos instantes que necesitó el Lamento de Tyche para cubrir la distancia que los separaba, y para cuando logró activar sus propios motores principales para maniobrar era demasiado tarde. La roma proa del Lamento de Tyche golpeó al Anax-Rho directamente en su vientre, destrozando sus escudos de vacío y lanzándolo por los aires en una tormenta de escombros y atmósferas despresurizadas. El Crucero de Asalto Pesado, forjado también para resistir daños terribles, había sobrevivido al devastador impacto por los pelos, pero ahora giraba sin control y se veía obligado a alejarse de la órbita para escapar del marcado monstruo que ya empezaba a girar de nuevo para volver a embestirle.
La Batalla del Panopticon[]
En el interior del Panopticon, los miembros del Mechanicum estaban siendo despedazados. Exterminadores de brillante azur atravesaban una barricada y mampara tras otra, acabando con sus Puños de Combate con cualquier siervo del Dios Máquina que osara resistirse a su avance, segando con disparos de Bólter y Rifle de Plasma a los servidores que seguían trabajando en sus puestos sin percibir a los invasores y reduciendo a las armas de defensa automática a chatarra a su paso. La fuerza de inserción de la Legión Alfa siguió presionando implacablemente con el objetivo de alcanzar la cámara Narthex del Panopticon, desde la cual toda la instalación del Nexus podía ser alzada en armas o pacificada a voluntad de su controlador.
Sin embargo, lo que los invasores habían encontrado en el interior de los muros blindados del Panopticon no encajaba con nada de lo que su espionaje o su experiencia les había hecho esperar, y no se correspondía con ningún plano estándar conocido. Habían entrado en un auténtico feudo del Mechanicum, que nadie que no estuviese instruido en los misterios superiores del Dios Máquina tenía derecho a contemplar ni a pisar. Era un laberinto, una máquina por derecho propio, increíblemente intrincada y compleja, y su estructura se movía y cambiaba con su funcionamiento. Era la creación de la Señora de la Terminal de Paramar, la Archimaga Suyria Nihhon, y fue su voluntad la que ahora se dedicó a destruir a los invasores. El Panopticon empezó a responder como un cuerpo vivo a un microbio hostil invasor, lentamente al principio pero con una fuerza creciente e infatigable. Al unísono, los servidores del Panopticon se desconectaron de sus cables umbilicales y se arrojaron contra los atacantes de la Legión Alfa, sin preocuparse de su destino y muriendo a centenares, pero amontonándose sobre los invulnerables Legionarios revestidos de armadura de Exterminador, de forma que los frenaban y los hacían perder tiempo y munición para acabar con la horda asaltante. Los muros y mamparos empezaron también a deslizarse y redistribuirse, no al azar sino con una maligna intención, obligando a dividirse a las escuadras de Legionarios Alfa o atrapándolas en callejones sin salida y prisiones improvisadas que tenían que ser desgarradas con Puño Sierra o Garra Relámpago. Las consolas y empalmes de energía se sobrecargaban y explotaban cuando se acercaban, las placas metálicas del suelo se cargaban con chisporroteantes relámpagos, serpentinos tentáculos mecánicos salían disparados para aferrarlos, las escalerillas se derrumbaban y se abrían fosas bajo sus pies, haciéndolos caer por repentinos pozos hacia la cavernosa oscuridad. Lentamente, la Legión Alfa empezó a morir. Es una muestra de la inteligencia e inmisericordia de los hijos de Alpharius que vieron este ataque como lo que era y lucharon por contrarrestarlo, agrupándose y abriéndose camino a través del cambiante laberinto que se les oponía. Por sí solo es improbable que este ataque los hubiera detenido, pero solo fue el preludio del auténtico asalto del Mechanicum. Despertadas de la oscuridad de las profundidades bajo el Panopticon, las bestias de acero se alzaron para encontrarse con su presa.
Autómatas de Batalla Castellax y Vorax aparecieron como de la nada entre los invasores, a través de puertas ocultas que se abrían para regurgitarlos directamente en el combate rugiendo gritos de guerra binarios con la voz distorsionada de los condenados. Brazos con servogarras lo bastante fuertes para pulverizar blindaje de tanques cayeron aplastando a sus enemigos o agarraron a los Exterminadores para arrancarles lentamente una extremidad tras otra mientras sus tendones motorizados aullaban en protesta. Los Cañones Bólter y los Blásteres de Plasma creaban tormentas de fuego a bocajarro, pero también las Garras Relámpago cortaban la ceramita, partían extremidades mecánicas y derribaban a las imponentes máquinas de destrucción mientras los intrépidos Exterminadores de la Legión Alfa caían ante su ataque. La invasión degeneró en una veintena de desesperadas y salvajes luchas cuerpo a cuerpo y el Panopticon se sacudió con el trueno del metal torturado y la violencia sobrehumana mientras la sangre y los fluidos mecánicos fluían formando ríos por sus cámaras. Lenta e inexorablemente, los Autómatas de Batalla del Mechanicum empezaron a imponerse. Una nueva máquina destructora emergía para reemplazar cada una de las caídas, mientras que la fuerza de inserción de la Legión Alfa, que originalmente se componía de más de doscientos Exterminadores, se reducía por minutos, aunque vendía caras las vidas que perdía. La fuerza de asalto Traidora, al principio contenido, ahora estaba siendo lentamente aplastada.
Paramar V también había despertado por completo ante el peligro que afrontaba. En los ardientes cielos, las dos grandes bestias heridas, el Anax-Rho y el Lamento de Tyche, ahora giraban en círculos intercambiando disparos esporádicos en busca de puntos débiles, mientras que las otras Naves de Escolta de los Guerreros de Hierro, gravemente dañadas, flotaban fuera del alcance del letal fuego de lanza del Anax-Rho a la espera de la oportunidad de atacar. Esa oportunidad nunca llegaría, no obstante, ya que sin previo aviso una docena de ardientes chorros de luz infernal surgieron de la superficie del planeta y atravesaron el casco azur del Anax-Rho. Durante un breve instante la nave de la Legión Alfa se convirtió en una estrella ardiente en los cielos, y después dejó de existir. El primer ataque de los Traidores a Paramar V había sido desbaratado, pero no había muchos motivos de celebración tanto para el Mechanicum como para los Guerreros de Hierro, pues sus augurios de largo alcance detectaban claramente la ardiente firma de los motores de cientos de nuevas naves en rumbo directo hacia el planeta.
Furia desde las estrellas[]

Efectivos del 77º Gran Batallón de los Guerreros de Hierro y titanes de la Legio Gryphonicus en Paramar
La invasión completa de Paramar V era ahora un hecho ineludible para la Legión Alfa, ya que todo el planeta estaba alzado en armas; todo lo que quedaba por decidir era la metodología. El implacable esfuerzo del asedio y el sangriento juego del desgaste era anatema para ellos en estas circunstancias, y además jugaría a favor de los defensores al permitirles desatar mayores cantidades de la munición y máquinas de guerra guardadas en los vastos almacenes del planeta. El apocalíptico combate que probablemente se produciría si se aplicaba ese enfoque también haría imposible tomar Paramar V como un trofeo intacto para los Traidores, y la Legión Alfa no podía permitirse semejante fracaso. Incluso a pesar de la distancia que separaba a la segunda oleada de naves de la Legión Alfa de Paramar V, sus augurios y miras occularis podían observar cómo los preparativos del Mechanicum para la guerra se desarrollaban con precisión de relojería. Podían ver las floraciones de santelmo de escudos de vacío kilométricos activados para defender docenas de distintas instalaciones por toda la superficie, y podían detectar el atronador latido de los reactores de los Titanes que marchaban desde sus profundos santuarios-forja ocultos en el interior de las mesetas montañosas del polo sur. También habían detectado sin duda el despliegue en masa del 77º Gran Batallón de los Guerreros de Hierro en el Nexus antes de que sus naves dañadas huyeran del Sistema, y sabían bien la rapidez y habilidad con que los hijos de Perturabo podían hacer aún más inexpugnable esta fortaleza del Mechanicum.
La velocidad era esencial, y el comandante de la flota, conocido en los registros supervivientes como el Maestro Atormentador Armillus Dynat, ordenó a sus naves más cercanas que acelerasen muy por encima de los niveles de seguridad con tal de atacar lo más rápido posible. Cuando se vio que las grandes barcazas de sus aliados del Mechanicum Oscuro no podían mantener el ritmo de las rápidas naves de ataque Astartes, hizo que sus propias naves las remolcasen. Esta peligrosa táctica se cobró varias naves poderosas, pero a Dynat no le importó el precio. Así, el hueco entre la segunda oleada de la Legión Alfa y su presa se redujo a una velocidad terrorífica. Su ataque comenzó sin preámbulos, lanzando sus primeras salvas de torpedos mientras la flota aún estaba frenando en la órbita y siguiendo los disparos a medida que llegaban más naves. Los láseres de defensa respondieron desde la superficie con arcos ardientes y se lanzaron misiles antimisiles desde montones de silos ocultos por la superficie para contrarrestar el ataque.
Pronto los cielos de Paramar quedaron incendiados con llamas caleidoscópicas, pues casi toda la munición empleada por ambos bandos era interceptada antes de que pudiera siquiera atravesar la estratosfera del planeta. Pero de todas formas la tormenta de fuego cumplió su propósito: cegó al planeta y a sus defensores y les impidió conocer la disposición exacta del ataque de la Legión Alfa. La flota atacante se acercó aún más y añadió el peso de sus baterías y lanzas al bombardeo. La descarga alcanzó un ritmo febril y, en medio de la ardiente cobertura de las llamas, un escuadrón de tres fragatas de asalto de la Legión Alfa se lanzó a una cota impensablemente baja y atravesó la tormenta, penetrando profundamente la fina atmósfera del planeta mientras la fricción del paso de las naves de tres kilómetros de largo prendía fuego al aire que las rodeaba. A apenas unos centenares de metros por encima del árido suelo, armas diseñadas para el cataclísmico combate en el vacío fueron desatadas para torturar y destrozar la tierra en un holocausto atómico mientras destruían emplazamientos de láseres de defensa e instalaciones terrestres en una gran franja cercana al polo sur. Sus defensas, diseñadas para atacar a objetivos situados a decenas de miles de kilómetros de distancia, se esforzaron en vano por apuntar a estos tres meteóricos heraldos de muerte, pero de todas formas el tortuoso esfuerzo de lo que estas naves estaban intentando se cobró su propio precio. La primera cayó de los cielos mientras sus hermanas seguían su rumbo asesino, disparando aún sus armas mientras se deshacía su superestructura bajo las terribles fuerzas gravitacionales contra las que luchaba. La segunda cayó hacia atrás cuando intentaba volver a la órbita cuando sus motores no pudieron vencer a la gravedad, y destrozó una montaña al caer. Solo una de las fragatas de asalto consiguió escapar a través de la tormenta de fuego al vacío, chorreando escombros y plasma desde su herido casco, pero las naves habían conseguido lo que la misión suicida había pretendido: se había abierto un brutal agujero en la cobertura de las defensas terrestres del planeta, un hueco situado a unos cuarenta kilómetros al sur del Nexus de Paramar, y allí sería donde caería el auténtico ataque.
La jugada de Dynat[]
El bombardeo y contrabombardeo entre Paramar V y las naves Traidoras en órbita continuó sin descanso, pero ahora servía a un propósito diferente para la Legión Alfa: mantenía abierta la ruta de su desembarco terrestre. Pesadas barcazas de asalto clase Argo, Stormbirds y Thunderhawk facilitaron la tarea, desplegando a centenares de tanques de la Legión Alfa en el rocoso suelo del desierto. Tras ellos vinieron las gigantescas formas de los transportes de la Legio Fureans, que cubrieron a los tres soles y sacudieron el suelo con el impacto de sus enormes portales al abrirse para dejar salir a los Titanes de los Ojos de Tigre, hambrientos de guerra, con paso atronador. Siguiendo sus pasos desde los cavernosos rincones de los transportes surgieron los vehículos flotantes de lomo de escarabajo del Taghmata Satarael, de los cuales colgaban en complejas jaulas de hierro los Autómatas de Batalla y otras arcanas máquinas de guerra del Mechanicum Oscuro aliado con el Señor de la Guerra. Esta no sería una campaña de asedio, sino un asalto blindado, y el Maestro Atormentador de la Legión Alfa estaba jugándose todas las posibilidades de victoria o derrota en una sola tirada de dados, lanzando un ataque total sin guardar reservas ni fortificar defensa alguna a la que volver si era derrotado. La fuerza de asalto Traidora estaba totalmente mecanizada y con una rapidez y organización casi sobrenaturales se desplegó y avanzó sin pausa. Ejecutando una complicada danza de fuerza destructiva e intrincados movimientos entrelazados, rugió y retumbó a través del rojo desierto.
Los Titanes ambarinos y negros de los Ojos de Tigre abrían la marcha, avanzando a zancadas a velocidad de flanqueo, despreciando a cualquier aliado que pudiera quedar aplastado por sus pisadas en su carga. Tras ellos, aprovechando la sombra de los escudos de vacío de los Titanes, venían dos vastos cuerpos de blindados de la Legión Alfa en formación extendida: Predators, Tanques de Batalla Sicaran y los nuevos y letales Whirlwinds Scorpius. Les seguían las columnas de Tanques Superpesados (principalmente Fellblades y Glaives, escogidos por su rapidez y su potencia de fuego) y los dispersos escuadrones de un centenar de Land Raiders y Tanques de Asalto Spartan, en los que iban las fuerzas de infantería del ataque. Por encima volaban cañoneras y deslizadores como apoyo aéreo cercano, una misión arriesgada dado lo asfixiante del aire. Más atrás venían las siniestras y extrañas fuerzas del Taghmata Satarael, dispuestas en su propia formación arácnida, y el aire a su alrededor brillaba con la distorsión de un generador de campos de energía móvil montado en una plataforma flotante de clase Ordinatus en el centro de la masa de arcanas máquinas bélicas. Junto al Taghmata marchaban los Caballeros de bronce y carmesí de la Casa Perdaxia y los de color gris fantasmal de la Casa Rajha, respondiendo a las ensordecedoras sirenas de guerra de los Titanes con sus propios aullidos. Levantando una gran nube de polvo a su paso como un inminente huracán, el ejército de la Legión Traidora y de sus aliados del Mechanicum Oscuro avanzó atronadoramente hacia el Nexo de Paramar.
La llanura de fuego[]
Fueron las armas de los Titanes las que hablaron primero, pues habían encontrado a antiguos hermanos aguardándoles. Los Grifos de Guerra, los Titanes de la Legio Gryphonicus, se habían estacionado en un cordón de cinco kilómetros de ancho a través de la vasta Zona de Aterrizaje Secundus pavimentada con ferrocemento del complejo del Nexo de Paramar, guardando la principal ruta de acceso al mismo desde el desierto. Entonaron gritos terribles con sus propias sirenas de guerra, respondiendo a los desafíos aullados por los Ojos de Tigre, y marcharon al frente para enfrentarse a los Titanes Traidores en la vacía explanada, agrietando el ferrocemento con sus pies cubiertos de adamantio y levantando chorros de polvo gris que cubrían sus caparazones del color del granito pálido. En el estrecho espacio entre las dos falanges de Titanes se desató una cataclísmica erupción de potencia de fuego como pocas veces se habían visto, incluso durante la Gran Cruzada. Fuerzas destructivas capaces de arrasar una ciudad de un solo barrido chocaron y aullaron cuando el mismo aire entre los dos muros de Titanes a la carga fue aniquilado en una pulsación de cegadora y torturada luz visible desde la órbita. Los escudos de vacío se partieron con atronadoras ondas expansivas y se vinieron abajo, la roca y las piedras hirvieron y se vaporizaron y el blindaje de ceramita, capaz de resistir el fuego atómico, se deshizo como la tiza. El Titán Warlord Lyakarri de los Ojos de Tigre simplemente cesó de existir cuando el núcleo de su reactor reventó en una tormenta infernal de plasma que deshizo al Titán Warhound Trueno Sangriento, que caminaba a su lado, en un chorro de cenizas ardientes; al mismo tiempo, el Titán Reaver Escudo Sureño de los Grifos de Guerra se hizo pedazos bajo un chorro de disparos láser como una res cortada por un carnicero. Estos no fueron más que los primeros de todos los dioses-máquina que murieron aquel día.

La Legio Gryphonicus se enfrenta a la Legio Fureans y la Legión Alfa en la llanura de fuego
Las dos líneas de Titanes desatando destrucción la una contra la otra en una escala incomprensible rápidamente formaron una tierra de nadie frente al complejo del Nexo que ninguna máquina o persona podía cruzar y sobrevivir. Este factor ya había sido tenido en cuenta por el plan de ataque de la Legión Alfa, y sus blindados de asalto se dividieron en dos por detrás de los Ojos de Tigre y avanzaron rodeando la zona del infernal combate entre Titanes a máxima velocidad: una columna se dirigió hacia el principal complejo de aterrizaje y suministro al suroeste de la Terminal, mientras que la otra tomó la ruta elíptica más larga para atacar a la propia Terminal desde el sureste. Mientras estos brazos de ataque se adelantaban a la carrera, los Tanques Superpesados y la infantería mecanizada que los seguían también se bifurcaron a su vez, mientras que algunos destacamentos menores se separaban para atacar por su cuenta objetivos oportunistas o para ocupar terrenos elevados donde desplegar armas de apoyo. Lo que siguió fue una batalla directa y sin piedad, que si no hubiera quedado a la sombra de la calamidad y la matanza de la Masacre del Desembarco que había ocurrido hacía tan poco habría sido recordada con infamia como una de las luchas más intensas de la historia del Imperio hasta la fecha. El campo de batalla era un campo abierto, con poca o ninguna cobertura que aprovechar, y sin respiro el martillo de los blindados de la Legión Alfa golpeó el yunque de las fortificaciones del Mechanicum, fuertemente potenciadas en especial en torno al complejo de la Terminal por los Baluartes Castellum rápidamente levantados por los Guerreros de Hierro Leales del 77º Gran Batallón.
Hacia la tercera hora de combates las Legiones Titánicas seguían luchando, pero su número había quedado salvajemente reducido y gran parte de las vastas pistas de aterrizaje en las que habían luchado estaban cubiertas por una mortaja de denso humo y lluvia radiactiva procedente de los restos de los Titanes que ya habían caído. Los complejos de aprovisionamiento y suministro del suroeste ya habían caído ante la Legión Alfa en lo que fue su victoria más rápida y segura; según los registros conservados, Armillus Dynat dirigió personalmente el ataque a esta zona. Ahora las ruinas del complejo estaban siendo usadas como base de disparo desde la que atacar a la propia Terminal, y las Escuadras Cazacabezas de la Legión Alfa recorrían la zona para eliminar a los supervivientes y buscar accesos a los complejos subterráneos que se sabía que se extendían por debajo. En el otro extremo de la batalla entre Titanes, los atacantes habían sufrido un grave revés, ya que un gran destacamento de Tanques Superpesados de los Guerreros de Hierro, apoyado por varias garras de Dreadnoughts, había atacado desde posiciones ocultas en macro-silos subterráneos, cortando el ataque occidental por la mitad. Los blindados de la IV Legión, sobre todo Stormblades, Falchions y Typhons, habían concentrado la mayor parte de su potencia de fuego sobre los tanques más ligeros de la Legión Alfa desde su retaguardia, y el resultado había sido una carnicería. Al mismo tiempo, los Dreadnoughts de los Guerreros de Hierro, reforzados por Autómatas de Batalla de la Legio Gryphonicus, habían cargado contra los Tanques Superpesados enemigos para atacarlos a corta distancia. Aunque muchas de estas máquinas fueron destruidas antes de que pudieran alcanzar a sus objetivos, una vez lograron colocarse entre las torpes máquinas de guerra causaron gran destrucción, atacando cuerpo a cuerpo y desgarrando los tanques enemigos a distancias a las que los vehículos no podían contraatacar con sus propias armas. Ambos bandos fueron obligados finalmente a separarse con graves bajas cuando los repetidos disparos de Carronada Volkita de un escuadrón de Glaives penetraron en un oleoducto subterráneo, inundando la zona en una erupción de ardiente promethium y rasgando por un tiempo la línea de batalla.
El Nexo cae[]
Hacia la quinta hora de la batalla, la rapidez y la aplastante fuerza del ataque de la Legión Alfa se habían cobrado su precio y la batalla se estaba inclinando totalmente a favor de los Traidores. Aunque el coste en tanques y Astartes había sido elevado, bastión tras bastión y una línea de defensa tras otra habían caído ante el asalto de los invasores, y ahora solo la Terminal resistía. Habían sido los Autómatas de Asedio del Taghmata Satarael, protegidos por los Caballeros Cerastus Lanceros los que habían roto finalmente el cordón de Baluartes Castellum de los Guerreros de Hierro que la protegían. Incluso con sus muros derribados, los sombríos Legionarios de la IV Legión no se retiraron, haciendo llover sus últimas granadas sobre los Thallax que asaltaban sus posiciones antes de retroceder por fin. Su Herrero de Guerra, Kyr Vhalen, cuyo cuerpo había quedado aplastado, fue arrastrado fuera de los escombros por sus Apotecarios escupiendo su odio y sus insultos al enemigo, mientras las imponentes figuras de los últimos doce Titanes capaces de combatir de la Legio Fureans emergían de la niebla negra para sellar la perdición de la Terminal.
A continuación solo se aplicó la más simple aritmética de la fuerza. Contra la potencia de fuego concentrada de los Titanes de los Ojos de Tigre la Terminal no podía resistir. Armillus Dynat se colocó de pie, impasible, sobre los restos destrozados de los Fellblades de su propia Legión y contempló en silencio cómo los Auxilia Myrmidon del Taghmata Satarael derribaban las puertas del Panopticon y exterminaban a todos sus ocupantes sin piedad. Pero de los Guerreros de Hierro supervivientes que se habían retirado al interior, su herido señor o la Archimaga Suyria Nihhon no se encontró ningún rastro salvo la resonante oscuridad de las profundidades. Para la Legión Alfa, sin embargo, esto no tenía una importancia real, pues su objetivo principal había sido cumplido: el Nexo de Paramar había caído y con él Paramar V pertenecía a Horus, y sus almacenes e industrias estaban intactos.
Nadie se burla del Diablo[]
Cuando la noticia de la conquista de Paramar V llegó a oídos de Horus, no fue en forma de un informe de victoria indiscutible, sino como un regalo espinoso. Pisando los talones de las nuevas del éxito de la Legión Alfa llegaron nuevas solicitudes de apoyo y refuerzo de las fuerzas del Mechanicum Oscuro que ahora guarnecían el sistema. La Legión Alfa parecía haberse marchado tan rápido como había llegado, pero no sin antes tomar para sí cuanto habían deseado de los almacenes de Paramar. El Taghmata Satarael protestaba porque no tenía las fuerzas suficientes para conservar por sí solo el sistema, y temía tanto una rebelión de sus recién adquiridos siervos como ataques de las unidades Leales huidas que no se habían encontrado todavía, por no hablar de la amenaza de un contraataque Leal para recuperar el sistema. En consecuencia el Señor de la Guerra se vio obligado a redirigir fuerzas adicionales hacia Paramar, fuerzas que habría deseado emplear en otros lugares, ya que al haber ganado este gran trofeo no podía permitir que sus enemigos lo recuperasen. Este miedo resultaría bien fundado, pues en el sistema tuvieron lugar un fallido intento de contrainvasión Leal dos años solares después (Segunda Batalla de Paramar, 008.M31) y otra catastrófica guerra durante los oscuros años de la Gran Purga (Tercera Batalla de Paramar, 019.M31).
Existe un registro apócrifo de la furia apenas reprimida de Horus hacia la Legión Alfa y su Primarca tras los sucesos de Paramar. Se dice que envió a Alpharius una misiva exigiendo una explicación de sus actos. En su respuesta, el Primarca de la Legión Alfa envió dos mensajes: uno abierto, afirmando que él y su Legión habían hecho al pie de la letra lo que se les había pedido en las órdenes recibidas, tomando Paramar pero no guarneciéndolo. El otro estaba encriptado en la sustancia del primero, y tomó la forma de un antiguo proverbio terrano escrito en una lengua muerta hace milenios: Malekara Nul Kay'a Jay, que traducido al gótico vulgar significa "Nadie se Burla del Diablo".
Orden de Batalla[]
Fuerzas Leales[]
Comandantes principales[]
- Castellana-Archimaga Suyria Nihhon (Taghmata Paramar).
- Princeps-Señor Chartain Baldur (Legio Gryphonicus).
- Herrero de Guerra Kyr Vhalen (77º Gran Batallón de los Guerreros de Hierro).
Mechanicum[]
- Taghmata Paramar - Guarnición defensiva de Paramar, compuesta por varias fuerzas del Mechanicum. Fuerza aproximada:
- 1 brigada blindada (Autokratorii).
- 2 cohortes de Autómatas de Batalla.
- 4 escuadrones interceptores (Destacamento Basilikon).
- Diversas unidades de Auxiliares y Tecnosiervos Adsecularis equivalentes aun regimiento de infantería pesada de clase Deka (aproximadamente 5000 combatientes de grados entre alfa y gamma); como consecuencia de la hostilidad ambiental, estas unidades quedaron confinadas en posiciones preparadas y protegidas.
- Demi-legión de Titanes (3 manípulos Primaris, 2 manípulos Venetarii).
- 1 Regimiento de Secutarii.
- 1 cohorte de Autómatas de Batalla.
- 2 Mesnadas Questoris de Caballeros vasallos (Casa Coldshroud).
Guerreros de Hierro[]
- 77º Gran Batallón y elementos de refuerzo (anteriormente del Destacamento de Supresión Therikon):
- 2,800 Astartes de los Guerreros de Hierro (aproximadamente).
- Compañía de Tanques Superpesados Khalekaorus de los Guerreros de Hierro.
- 1 Demi-cohorte de Autómatas de Batalla al servicio de la Legión.
Fuerzas Traidoras[]
Comandantes principales[]
- Alpharius - Primarca de la Legión Alfa.
- Maestro Atormentador Armillus Dynat.
- Archimagos Inar Satarael (Taghmata Satarael).
- Princeps de Sangre Nistru (Legio Fureans).
Legión Alfa[]
- Tamaño desconocido de la fuerza de ataque (superior a 18000 Astartes) enviada al asalto del Nexo de Paramar.
- Hay pruebas de la presencia de un alto número de unidades de apoyo pesado procedentes del Arsenal de la Legión.
Mechanicum Oscuro[]
- Legio Fureans - Sub-Legio (se estima que incluía 8-10 manípulos de Titanes Traidores de varias clases).
- Taghmata Satarael - Fuerza de conquista y ocupación formada a partir de diversas unidades del Mechanicum aliadas al Señor de la Guerra Horus. Fuerzas estimadas:
- 1 demi-regimiento (Autokratorii).
- 4 cohortes Thallaxii Pentex.
- 3 cohortes de Autómatas de Batalla (fuerzas del Cónclave de Skirnavac).
- 3 Mesnadas Questoris de Caballeros (Casa Perdaxia y Casa Rajha).
Fuentes[]
Extraído y traducido de Wikihammer 40K UK.
- The Horus Heresy III.