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Legión de la Cruz de Hierro
El contenido de este artículo pertenece a la saga No Oficial de Balhaus, que ha recibido el Sello de Calidad Wikihammer.

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Planeta Harakon

Planeta Hugin

La Pérdida de Hugin se refiere a los hechos acaecidos en el planeta Hugin en el 2679 DDF (111.M42) con la aparición de un violento brote del Caos que derivó en la pérdida del recién colonizado mundo a manos de los siervos de Tzeentch.

Antecedentes[]

Pese a los métodos y controles establecidos para la detección de energías psíquicas potencialmente peligrosas en las colonias, los siervos del caos también tienen sus métodos para evadirlas o evitar que se sepa de su existencia.

Tal fue el evento sucedido en Volhan en el 2671 DDF (095.M42), cuando los Estados Libres de la Nueva Era hicieron su aparición iniciando una batalla que acabó con la vida de miles de balhausitas, controlándose en último término con la intervención de la Wehrwaffen y un gran coste de recursos materiales.

Aquella plaga, la cual dio origen a nuevos controles y revisiones poblacionales para facilitar su eliminación, se creyó erradicada por completo y se tomaron medidas adicionales para asegurar que no se producía un nuevo brote, pero los balhausitas no sospechaban que su civilización noocrática, plagada de individuos deseosos de alcanzar un profundo saber en diferentes materias, era ahora objeto de un interés específico por parte de El Que Cambia Las Cosas, quien encontró sumamente satisfactoria la nueva célula de siervos que se había gestado en el interior de aquella alejada sociedad.

Tzeentch1

Tzeentch, El Que Cambia Los Caminos, el Gran Mutador, el Gran Hechicero.

Si bien Karl Wernitz había sido apresado y ejecutado junto con muchos otros de sus corrompidos seguidores, Tzeench enseguida encontró nuevos objetivos que pudieran ser el receptáculo de su temible esencia, algo que el caótico tejedor de intrigas enseguida comenzó a fraguar en otro lugar.

El destino eligió así a un individuo llamado Hilmar Brent, un doctor en ciencias de la computación que trabajaba como analista de producción en Hugin, el cual estaba profundamente involucrado en la monitorización y desarrollo del Planfein, el sistema de control productivo general de Balhaus y sus colonias.

Inicialmente llamado a través de sus sueños por Tzeench y con el ofrecimiento de un saber fuera del alcance de otros, Hilmar fue tentado durante largo tiempo hasta que poco a poco su instintiva necesidad de conocimiento se transformó en una obsesión, la cual acabó consumiéndolo y atrayéndolo hacia el seno de los poderes ruinosos.

Su buena reputación, trayectoria y la confianza depositada en él lo situaban en una posición idónea para convertirse en un imán que atrajera a otros, extendiéndose así el culto como una enredadera que se cerniera en secreto sobre Hugin con una cadencia lenta pero constante.

Lejos de seguir los pasos de Karl Wernitz, cuya intentona de instaurar su culto públicamente para propagarlo por las colonias fue un fracaso dada la naturaleza de los balhausitas, el ya corrupto Hilmar planificó con ayuda del ruinoso poder de su amo una estratagema que resultaría mucho más eficaz, la cual se desarrollaría en la sombra para dar al traste con el sistema establecido.

Objetivos[]

Durante varios ciclos el brillante nuevo siervo de Tzeentch se dedicó exclusivamente a reclutar de manera furtiva a otros individuos en posiciones de relevancia dentro de la estructura de Hugin, especialmente aquellos con acceso y control sobre asuntos de importancia en relación a los sistemas de control, una tarea muy tediosa que culminó a principios del 2679 DDF (111.M42), ocho ciclos más tarde de los frustrados incidentes acaecidos en Volhan.

Con docenas de adeptos al nuevo culto, Hilmar no buscaba una legión numerosa que se levantara contra Balhaus por la fuerza, tal y como intentó el difunto Karl Wernitz con resultados decepcionantes, sino que buscaba asestar un golpe desde el interior de la maquinaria, un ataque eficaz contra su corazón y que iba más allá de controlar Hugin: la corrupción del propio Volksicht.

La astuta idea del esclavo de Tzeentch consistía en una serie de acciones que, iniciadas en una secuencia paralela, generarían un gran revuelo para desviar la atención del verdadero objetivo. Al igual que sucedió en el 1070 DDF (893.M38) durante el Atentado de Volündr, pero de una forma mucho más elaborada y ventajosa por la posición de su autor principal, lo que los balhausitas verían en primer término sería un supuesto ataque a las inteligencias artificiales que controlaban la colonia extractora de Hugin, algo que aparentaría tratarse de una acción aislada con objeto de interrumpir las extensas actividades mineras, si bien aquello no sería más que una mascarada para cubrir la finalidad real.

Volksicht I

El Volksicht, metaprocesador central de la civilización de Balhaus

En términos generales, una acción como aquella no supondría más que un leve problema para Balhaus, pues la enorme potencia y recursos del Volksicht podrían resolver la situación a lo sumo en unas horas devolviendo el control a las IAs locales tras eliminar la amenaza en sus sistemas, pero Hilmar conocía a la perfección el funcionamiento de los protocolos de seguridad y sabía cómo sacar partido de ello.

La principal ventaja del Volksicht, además de su abrumadora capacidad de computación, era su posibilidad de acceder a todos los sistemas que controlaban gran parte de las actividades de Balhaus de forma centralizada, lo cual también era su principal debilidad, pues si la inmensa IA podía llegar hasta la más remota terminal de una colonia, también era posible entonces el camino opuesto.

El Volksicht era el centro neurálgico de las redes extendidas a lo largo de los distintos mundos que componían la civilización, el nexo común de todas ellas, un guardian dentro del vasto conjunto de interconexiones de alcance universal, impenetrable y sumamente poderoso. Un ataque virtual directo contra semejante entidad sería inútil, sus estructuras defensivas ante la intrusión eran prácticamente invulnerables, pero Tzeencht había susurrado en los oídos de Hilmar la manera de llegar hasta las mismas puertas de su núcleo, lo cual requeriría de toda su habilidad y una buena dosis de suerte.

Herramientas[]

El método para lograr sus objetivos, algo largamente estudiado por Hilmar, consistía en el uso de fracciones de código invasivas ideadas por él mismo, una especie de micro-entidades autónomas que actuaban como inteligencias artificiales pero cuyo único fin era el bloqueo y la autorreplicación.

En términos sencillos, cuando estas entidades entraban en contacto con un sistema objetivo, lo inundaban inmediatamente con su propio código saturando las conexiones y tomando el control de sus capacidades para anularlas por completo, tras lo cual se propagaban a través de sus propios vínculos para alcanzar otros sistemas.

Esto significaba que, una vez encontrado un punto de entrada al entramado básico, el código se extendería replicándose por los sistemas de forma progresiva y rápida, haciéndolos caer uno tras otro a gran velocidad. Tratándose de un atacante virtual muy sofisticado y adaptable a los distintos entornos, pues Hilmar conocía perfectamente las defensas estándares de los sistemas y había preparado aquellos códigos para evitarlas, tan solo el Volksicht sería capaz de hacer frente a su actuación, aislándolos poco a poco hasta conseguir erradicarlos, pero aquello le llevaría tiempo.

El potente metaprocesador no tardaría mucho en eliminar la amenaza para retornar a la situación inicial, eso era algo obvio, pero era precisamente el intervalo necesario para que lo consiguiera el momento en el que la segunda estrategia hilada por Hilmar e inspirada por Tzeencht debía llevarse a cabo.

Con los sistemas y comunicaciones interrumpidas, aunque fuera por un período finito, los lacayos del culto abrirían simultáneamente distintos portales disformes en Hugin para permitir la llegada de gran cantidad de demonios, los cuales iniciarían un ataque real contra las desprevenidas defensas de la colonia. Esta vez, al contrario de lo sucedido en Volhan, la ofensiva no quedaría tan solo en manos de poseídos y demonios, sino que contaría también con un arma mucho más letal, la élite de Tzeencht, en forma de varias partidas de los Oráculos del Cambio.

Los temibles Marines Espaciales del Caos serían la punta de lanza que se clavaría profundamente en las entrañas de Hugin mientras el Volksicht batallaba contra la corrupción en los sistemas, lo cual les daría una ventaja definitiva al no poder coordinarse una defensa eficaz. De esta manera, para cuando la gran IA principal de Balhaus recuperara el control, con suerte, Hugin ya estaría a merced de los invasores.

Oraculos del cambio

La estrella del Caos y el ojo de Tzeentch, símbolo heráldico de los Oráculos del Cambio

Aquella acción, no obstante, resultaría inútil si no se tomaban también medidas para contrarrestar la más que probable reacción de Balhaus. Si los siervos de Tzeencht se limitaban a la habitual destrucción y masacre, los efectivos y refuerzos de la Wehrwaffen que aparecieran en escena no dudarían en usar contra los invasores todos sus recursos para combatirlos, iniciándose una gran batalla que quizá siguiese los pasos de lo sucedido en Volhan. Tzeencht no deseaba eso, no era como Khorne o Nurgle, ávidos de guerra, carnicería y devastación, sino que pretendía algo distinto.

Era necesario entonces contar con un seguro que evitara la confrontación directa, y para ello el plan contemplaba la captura de miles de balhausitas de Hugin que serían usados como escudo ante su propio ejército, una garantía para evitar la batalla campal. De los dos mil quinientos millones de individuos en la colonia, la mayor parte trabajadores civiles, todos los posibles serían apresados y retenidos en lugares estratégicos, evitándose así los letales bombardeos o la intervención masiva del ejército, a no ser que quisieran acabar con las vidas de millones de sus propios compatriotas.

Mientras esto sucediera, Hilmar podría dedicarse en paralelo a la tercera y más importante acción del plan, el ataque al propio Volksicht. La confusión creada por el impacto inicial sobre los sistemas de control y el ataque físico perpetrado en Hugin le debería dar tiempo para centrarse en el acceso a los nodos raíz, las bases de soporte del núcleo del Volksicht, dispersos por las colonias y en lugares repartidos por toda la Esfera Interior.

Tzeencht había inspirado en Hilmar la manera de poder llegar virtualmente hasta el núcleo de la poderosa IA de Balhaus situado en Helheim, lo cual conseguiría no mediante un ataque directo, sino a través de sus soportes. Cada uno de aquellos nodos replicaba y contenía información, distribuía las tareas a través de las distintas redes y ejercían como centros locales de control, manteniéndose en contacto con el centro principal en una compleja y densa conexión.

Si estos nodos podían anularse de manera simultánea, el Volksicht, que estaría centrado en combatir la amenaza virtual iniciada en los sistemas de Hugin, se quedaría repentinamente aislado y con sus capacidades muy mermadas, momento en el cual tal vez fuera vulnerable.

No había manera, no obstante, de conseguir que los nodos secundarios quedaran inutilizados de forma definitiva, se trataba también de poderosas IAs subordinadas que tenían cierto grado de autonomía y que tampoco tardarían mucho en erradicar cualquier ataque contra ellas, pero si no era posible destruirlas, sí que se podría bloquearlas momentáneamente.

Para esto, Hilmar usaría un protocolo que se enviaría desde los sistemas de Hugin hacia todos los nodos a la vez, una compleja secuencia cuyo fin era colapsar la conexión de los nodos por saturación, lo cual crearía un breve lapso en el que todos ellos quedarían bloqueados a la vez, dejando el núcleo principal sin sus soportes. En ese momento, el propio Hilmar iniciaría un acceso directo y trataría de causar el mayor daño posible en el entramado básico del gran metaprocesador.

Balhaus no era tan solo sus gentes, sus mundos y su ejército, sino también lo que mantenía la cohesión de todas aquellas entidades, la base común que ejercía como elemento unificador para todos ellos, y si este centro era afectado, el resto se sumiría en una espiral caótica que detendría la coordinación de toda su maquinaria, convirtiéndolos en meros focos aislados e inconexos incapaces de defenderse ante los ataques posteriores de las fuerzas de Tzeencht.

El plan real[]

Oráculos del Cambio

Guerrero de los Oráculos del Cambio

Para Tzeencht, el ataque a Balhaus no se trataba de una estratagema para causar destrucción y muerte sin otra finalidad, como podría suceder en el caso de los otros Poderes Ruinosos.

El Que Cambia La Cosas buscaba otro fin, algo más a largo plazo que se iniciaba con el ataque a Hugin y al Volksicht. Aquella sociedad de científicos, pensadores y tecnólogos, miles de millones de individuos que durante varios milenios habían desarrollado sus capacidades en busca del conocimiento y las piedras filosofales de cada una de las áreas que exploraban, conformaban un enorme grupo que podía ser tremendamente útil si eran subyugados a su poder de forma conveniente.

La fallida Independencia de Volhan no había sido más que una tentativa para calibrar las posibilidades, un preludio para algo más profundo y que requería de un tiempo de preparación, y no había entidad más paciente en la Galaxia que el poderoso Tzeentch.

De este modo, el Gran Maquinador pretendía atraer hacia su seno a toda una civilización que, por su naturaleza, podían ser tentados para formar parte del infinito saber que les ofrecería a cambio de su eterna sumisión y servicio, aunque en realidad todo fuera un inmenso engaño.

Distintos a los humanos pero con otras debilidades explotables, Tzeentch pretendía que los balhausitas cayeran en sus redes poco a poco, mundo tras mundo, iniciándose todo en Hugin y propagándose después a las demás colonias, aunque para ello se debía desbaratar primero su mayor y más dura defensa, el Volksicht, sin el cual perderían su guía principal y gran parte de sus capacidades.

Una vez hecho esto, el resto sería cuestión de tiempo, y los que no fueran subyugados serían exterminados.

El ataque[]

Durante varios ciclos, y de forma eficaz, los seguidores del culto incluyendo al propio Hilmar se habían ocultado con éxito de los escaneos psíquicos estándares de la Volksgarde mediante diversas estratagemas, como pantallas individuales de reflexión creadas por ellos mismos (inspirados por Tzeentch) que engañaban a las ondas lectoras, ocultando sus reuniones de manera sistemática y evitando el contacto entre ellos en la medida de lo posible para no atraer la atención.

Gracias a todas aquellas medidas, el día 4 de Andür del 2679 DDF (111.M42), Hilmar Brent se presentó en su estación de trabajo con normalidad, pero en comunicación con los demás individuos principales seguidores del culto, tras lo cual inició el complot usando su acceso a una de las funcionalidades principales para las que estaba autorizado, el Planfein, donde enseguida ubicó el fatídico código que originaría todo.

Hilmar Brent

Hilmar Brent

Un minuto después de hacer esto, el nuevo código no autorizado fue inmediatamente localizado por el Volksicht, el cual inició los protocolos de bloqueo estándar para aislar la amenaza, pero mientras tanto, las secuencias ya se estaban replicando vertiginosamente mientras se propagaban hacia otros muchos sistemas conectados con el Planfein, extendiéndose rápido y encriptándose mientras se introducían en las diversas IAs de control. El problema creció exponencialmente creando un conflicto de prioridades y afectando a centenares de funciones como una virulenta plaga que infectaba uno tras otro todos los sistemas paralelos.

Pese a que el Volksicht eliminaba las nuevas secciones intrusivas y codificadas, el número de sectores afectados crecía a mayor velocidad de lo que podía aislarlos y repararlos, de modo que una hora después las IAs de control de Hugin estaban bloqueadas y comenzaron a producirse alertas críticas a lo largo de todo el planeta.

Con una gran dependencia de las IAs, los distintos entornos virtuales balhausitas empezaron a detenerse de manera paulatina, pues el código corrupto actuaba muy rápido, de manera que todos los sistemas bajo control artificial quedaron colapsados por completo.

Las máquinas se detuvieron así como todo aquello supeditado a las IAs de la colonia, cesando las actividades automáticas y bloqueándose sus conexiones. El ataque simultáneo había provocado la detención del sistema general y la pérdida de su autonomía, quedando en manos del código que se autorreplicaba exponencialmente transmitiéndose a todos los sectores de forma imparable.

El Volksicht, consciente de la amenaza, se centró en evitar que el problema alcanzara otros lugares fuera de Hugin, pues el código ya comenzaba a acceder a los sistemas de otros mundos por diferentes canales.

Dos mil millones de individuos quedaron atónitos ante el espectáculo que estaba sucediendo, con la red energética caída, las máquinas paradas, las explotaciones detenidas y todos los aparatos de uso cotidiano manejados por IAs subordinadas completamente inertes. Por primera vez en la historia, parecía que un fallo a gran escala se estaba produciendo y extendiéndose sin control, lo cual era una situación completamente nueva para los balhausitas.

Con las comunicaciones interrumpidas, se perdió la conexión entre los puertos orbitales y docenas de naves automatizadas de carga que portaban miles de toneladas de materias primas extraídas de las explotaciones, precipitándose muchas de ellas contra la superficie al no tener un gobierno que lo impidiera y no contar con tripulación balhausita para recuperar su deriva.

Otros sistemas que quedaron bloqueados iniciaron su control autónomo, como en el caso de las Unidades AMS y otros elementos de la Mechwaffe, instaurándose así los correspondientes protocolos de emergencia en muchos de ellos, pero por lo demás Hugin estaba completamente solo hasta que el Volksicht pudiera devolver de nuevo el control y reiniciar los parámetros sin la influencia del código corrupto.

Como bien había calculado el astuto Hilmar, la macro-inteligencia artificial central recuperaría el control por sofisticado que fuera el ataque, de modo que cuando ya eran patentes las consecuencias momentáneas del mismo, ordenó el inicio de la segunda fase.

Demonios Tzeentch

Demonios de Tzeentch a través de los portales de Hugin

De forma simultánea, varios esbirros del culto realizaron el ritual para la apertura de los portales en lugares estratégicos: lugares cercanos a las bases de la Volksgarde y el Wehrgruppe, edificios que albergaban importantes nexos de comunicación y control de la colonia, infraestructuras básicas y demás zonas críticas para el funcionamiento coordinado de la colonia.

Completados los rituales, el tejido de la realidad se vio rasgado con múltiples aperturas a la Disformidad, desde donde los temibles Marines del Caos acompañados por centenares de demonios de toda clase fueron vomitados de forma profusa, creando un goteo constante e imparable que hizo saltar todas las alertas.

Los localizadores de actividad psíquica se salieron de la escala en diversos puntos, pero los sistemas estaban colapsados, no era posible coordinar una reacción inmediata y las comunicaciones no funcionaban, de manera que las fuerzas de Tzeentch se abrieron paso y comenzaron su destructiva labor enfrentándose a las sorprendidas defensas, las cuales no sabían de dónde provenían los atacantes.

Los letales Oráculos del Cambio encabezaron los ataques contra los puntos más resistentes de Hugin, desplegándose de manera eficaz y atravesando las fortificaciones de las bases, aniquilando a los soldados del Wehrgruppe y enfrentándose contra las Unidades AMS y elementos de la Mechwaffe, contando con la protección de sus servoarmaduras granate y combinando sus fuerzas con las de los Señores de la Transformación y miles de Horrores, que en poco tiempo anegaron las áreas planificadas.

Pese a los focos de resistencia, los repentinos invasores amparados por los fallos de los sistemas de seguridad se hicieron con el control de la mayoría de los puntos seleccionados, iniciando asimismo la concentración de prisioneros que eran arrastrados hasta las zonas designadas para ejercer como escudo ante los posibles ataques de respuesta de la Wehrwaffen.

Poco a poco, horas más tarde, las comunicaciones y el control de algunos sistemas se fueron restableciendo gracias a la intervención del Volksicht, pero el daño estaba hecho, y el ataque había proporcionado a los siervos de Tzeentch una gran ventaja, controlando muchos sectores de la colonia de Hugin y extendiéndose hacia los restantes.

El Weisering había sido informado puntualmente del problema y se había dado la alerta a todas las colonias, aunque según los primeros informes la situación era extremadamente delicada por la eficacia del plan perpetrado por los siervos del Caos, mucho más elaborado que el sufrido ciclos antes en Volhan.

Weisering Balhaus

Concilio del Weisering en Helheim

Fue entonces, cuando se iniciaban las primeras medidas de contención por parte de la Teufelkampf y se preparaba una fuerza de asalto que contaba con numerosos efectivos de la División XI que permitiera la recuperación de Hugin, cuando se supo que los atacantes tomaban prisioneros y los situaban alrededor de sus bastiones como escudos ante posibles contraataques.

El Kriegskunst tomó las riendas del operativo, ordenando que al menos de momento se enviaran los refuerzos para sitiar la colonia, desplazándose hasta allí varios batallones del Wehrgruppe, tropas mecanizadas, legionarios de las Divisiones VI, VIII y XI, además de un contingente amplio de la Weltwaffe que asegurara el perímetro y diferentes expertos de la Wassengeist que actuaran sobre el propio campo.

Mientras tanto, Hilmar Brent ya había iniciado el tercer paso de su estrategia, el ataque al Volksicht, liberando remotamente a través de las diferentes sub-redes el código de que bloquearía temporalmente los múltiples nodos locales justo antes de que la poderosa IA central de Balhaus fuera capaz de aislar por completo los sistemas de Hugin.

La estratagema, bien planificada y estudiada, dio sus frutos cuando desde distintas localizaciones dentro de la Esfera Interior se recibieron alertas de intrusión en los nodos raíz, los elementos que servían al Volksicht como soporte de sus operaciones y sistemas de computación secundaria. Gran parte de la capacidad del gran metaprocesador se vio así interrumpida repentinamente, limitándolo a sus propios recursos para valerse.

Reacción[]

Código defensa

Representación visual de un código de defensa virtual del Volksicht

El Volksicht, pese a la astucia de la estrategia seguida por Hilmar, había interpretado fielmente los signos mostrados desde un principio, pues el bloqueo repentino de los nodos secundarios no hacían más que corroborar lo que ya barajaba como una posible explicación que había desarrollado desde que se produjo el ataque inicial y la posterior invasión de Hugin. Aquello no era más que el preludio de algo más peligroso y ahora confirmado, un ataque virtual contra su propio núcleo.

En efecto, usando diversos medios, el atacante fue capaz de abrir un canal directo hacia el metaprocesador, momento en el cual se encontraría con las consabidas protecciones establecidas para evitar que nada ni nadie pudiera penetrar en la base principal, el corazón del Volksicht, desde donde emanaba todo lo demás.

Pero sin embargo algo había escapado a los planes de Hilmar, y era la anticipación de la poderosa IA central de Balhaus, la cual, desde el comienzo de todo aquello, había estimado como posibilidad el ataque a su entramado más fundamental, de modo que había tomado medidas extraordinarias para protegerlo a toda costa.

Lo que el vasallo de Tzeentch esperaba encontrarse una vez accediera al núcleo era una serie de barreras contra las que había preparado un programa para atravesarlas utilizando todo su saber, un denso código capaz de leer y resolver los complejos mecanismos de seguridad, confiando en que su genialidad técnica le permitiría rebasar cualquier obstáculo.

Sin embargo, cuando por fin se encontró a las puertas del núcleo, lo que encontró fue un sistema de protección completamente distinto a las barreras de alta seguridad habituales: un código que mutaba constantemente y cambiaba simultáneamente su configuración variando la estructura a cada milisegundo, de manera que al intentar piratearlo, su programa se veía incapaz de resolver a tiempo las complicadas ecuaciones que conformaban los muros virtuales que guardaban la raíz del Volksicht.

Cada vez que el programa resolvía un conjunto de parámetros, otro muro se levantaba para reconstruir la defensa, de modo que la única manera de atravesar aquel enredo sería atacar y resolver todos aquellos muros de una vez, pero su programa no tenía capacidad de computación suficiente como para realizar aquella complejísima y vasta tarea de forma paralela, pues algo así sólo estaba al alcance de una entidad similar al Volksicht.

El ataque virtual, debido a aquel sofisticado protocolo interpuesto específicamente para combatir la amenaza, resultaba entonces inviable.

Limitado por sus finitas capacidades materiales, Hilmar estalló en cólera frustrado por el fracaso. Si bien parte del plan se había cumplido punto por punto y Hugin estaba bajo el control de Tzeentch, lo más importante resultaba ahora inalcanzable cuando había estado al alcance de sus manos.

El Volksicht comenzaba a recuperar el control de todas las redes, en poco tiempo sus agresivos programas serían desbaratados y erradicados, instaurándose nuevas medidas de seguridad que impedirían otro acceso. La oportunidad había pasado y la operación no había podido concluirse.

Ultimátum[]

Colonia Hugin

Colonia de Hugin bajo el control de Tzeentch

La astuta maniobra de los siervos de Tzeentch de usar a los propios balhausitas como seguro para evitar ataques masivos, como habían previsto, resultó un éxito.

La Wehrwaffen, temerosa de matar a sus propios ciudadanos, evitó los ataques orbitales o los bombardeos sobre la colonia, ciñéndose a estudiar el área con sus cazas para determinar las posiciones enemigas mientras las tropas de tierra desembarcaban sin oposición alguna.

Hugin, tras varios días de intensa actividad y pequeñas batallas calle por calle, había caído. Toda la urbe estaba ya bajo el control de los invasores y contaban con varios millones de prisioneros, alrededor de unos novecientos, pues el resto, casi el doble de esa cantidad, había sucumbido defendiéndose durante la refriega inicial. Las pérdidas eran abrumadoras, no sólo en vidas, sino también en los valiosos recursos que aquel mundo proporcionaba a Balhaus.

El Kriegskunst trataba de encontrar un medio para solventar la situación, pero en aquel escenario era muy difícil iniciar cualquier acción que no supusiera la muerte de civiles. Las tropas del Wehrgruppe y la Legión de la Cruz de Hierro permanecían expectantes en puntos estratégicos alrededor de la colonia, mientras que sus ocupantes se afanaban en construir defensas, utilizando a sus prisioneros en largas filas que circundaban sus posiciones.

Hubo breves refriegas cuando efectivos de la Teufelwöhr trataron de encontrar un camino seguro hasta el interior, siendo rechazados violentamente por los siervos de Tzeentch. Rescatar a casi toda la población de una ciudad no parecía algo plausible, eran demasiados rehenes y se los usaba astutamente para evitar daños de gran calado, de modo que la acción directa estaba, de momento, descartada.

Se presentaron distintos planes que contemplaban la recuperación de parte de los cautivos, pero en el mejor de los casos sólo se trataba de unos pocos miles, mientras que las consecuencias sobre el resto resultaban demasiado aterradoras, de modo que uno a uno, el Kriegskunst tuvo que rechazarlos por los graves efectos colaterales.

Se habían recibido comunicaciones de supervivientes desde el interior de la colonia que no habían sido apresados, pequeños grupos que permanecían escondidos y que en un momento dado podrían actuar en contra de las fuerzas de ocupación, pero su número era muy reducido y en su mayor parte carecían de la instrucción militar básica, de modo que no podía contarse con ellos como elementos para una liberación.

Finalmente, aún inmersos en el problema tras un par de semanas, se recibió un comunicado en boca de un rehén liberado, el cual había sido espantosamente marcado con símbolos del caos en su cuerpo y salvajemente torturado, como muchos otros: las fuerzas de Balhaus debían abandonar Hugin en un período máximo de tres días, o de lo contrario se ejecutaría a mil rehenes cada hora hasta que esto sucediera o bien acabaran con todos ellos.

Como muestra de la veracidad de sus palabras, se llevó a un gran grupo de balhausitas a una de las plazas centrales de la colonia y fueron masacrados sin piedad por grupos de los Oráculos del Cambio, creando con sus cadáveres una gigantesca pira que ardió elevando sus llamas a gran altura hacia los cielos del planeta.

Acceder a la demanda de los invasores significaba dejar a millones de balhausitas a su suerte en manos de los funestos lacayos de Tzeentch, pero el ultimátum era claro y no había condiciones.

Con gran frustración por la falta de alternativas, la Wehrwaffen comenzó un penoso repliegue mientras desde la colonia se escuchaban gritos y aullidos, los cuales se cernían sobre los silenciosos soldados que dejaban atrás a sus compatriotas.

Conclusiones[]

La pérdida de Hugin resultó un duro golpe para los balhausitas, no por el hecho de perder una colonia, sino por los millones de ciudadanos que permanecían prisioneros de los demoníacos sirvientes del caos, por no hablar del hecho de tener una amenaza cercana e incontrolada en la Esfera Interior que podría extenderse hacia otros mundos en un momento dado.

El Volksicht no tardó en recuperar el control de los sistemas aislando por completo el peligro que el brillante Hilmar Brent había generado, evitando así que su maliciosa infección virtual se propagara libremente por las distintas redes, pero enseguida comenzó a revisar sus protocolos para instaurar un sistema más eficaz que, en el futuro, pudiera evitar un ataque de esta naturaleza y proporciones tan destructivas con antelación, impidiendo que la propia estructura de los sistemas permitiera alcanzar el núcleo con facilidad.

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