Wikihammer 40k

Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

LEE MÁS

Wikihammer 40k
Registrarse
Advertisement
Wikihammer 40k
12 070
páginas
Legión de la Cruz de Hierro
El contenido de este artículo pertenece a la saga No Oficial de Balhaus, que ha recibido el Sello de Calidad Wikihammer.

¡Disfrútala!

Sistema Gorgorog

Sistema Gorgorog

Se denomina Ocaso de Gorgorog a los eventos sucedidos en el 2681 DDF (114.M42) en los mundos que componían el centro neurálgico del ¡Waaagh! Brokto, a manos de un zarcillo de vanguardia de la Flota Enjambre Moloch. Se considera este evento también como el final del ¡Waaagh! debido a las consecuencias del enfrentamiento sobre las hordas orkas en el sector.

Historia

El ¡Waaagh! Brokto, junto con su líder Gorbash, habían retornado a sus fronteras con objeto de fortalecer sus huestes y focalizar su atención en la amenaza que se extendía a través de las Estrellas Necrófago, materializada en la forma de dos Flotas Enjambre, la Moloch y la Medusa, quienes por las informaciones recibidas avanzaban lentamente consumiendo mundo tras mundo mientras se abrían paso hacia el Este, en dirección a las fronteras del Imperio de la Humanidad y arrasando todo lo que se encontraba a su paso.

Esto incluía diferentes mundos dominados por los orkos, los cuales desaparecieron por completo tras ser devorados por los insaciables alienígenas, quienes dejaban tras de sí tan solo un vacío silencioso y desprovisto por completo de vida.

Tan solo algunas naves orkas habían escapado de la masacre en las entrañas de las Estrella Necrófago, trayendo los supervivientes siempre las mismas noticias a los mundos del ¡Waaagh! situados más al Sur, las cuales describían monstruosos enemigos de toda clase y tamaño que parecían imparables y devoraban vida sin dejar un ápice de ella.

Gorbash no conocía en detalle el tremendo poder de los Tiránidos, pero ante las noticias y las inmensas pérdidas no subestimaba su potencial, de modo que, siguiendo una estrategia poco común entre los orkos, ordenó un repliegue total y concentración inmediata de sus huestes en Gorgorog con objeto de recibir a los visitantes de una forma especialmente calurosa.

De esta forma, cientos de millones de Orkos llegados desde todos los focos del ¡Waaagh! en las Estrellas Necrófago se concentraron poco a poco en su lugar de origen, aunque muchos también ignoraron la orden (o simplemente no pudieron cumplirla por falta de medios) y permanecieron en diversos mundos que quedaron aislados completamente.

Esos mundos y su más que segura destrucción serían los heraldos de la llegada de los enemigos, mientras Gorbash, con paciencia, esperaría a los visitantes.

Muroz de Chapa

Tiránidos frontera

Los tiránidos en combate

Poco sabían los orkos de las capacidades tiránidas, pero los rumores con respecto a cómo estaban arrasando las colonias del Imperio habían traspasado muchas fronteras, y muchos planetas pertenecientes al ¡Waaagh! parecían haber corrido la misma suerte, de modo que Gorbash había optado por una estrategia defensiva de gran magnitud con objeto de evitar ser arrollado, como al parecer estaba sucediendo con los humanos.

El líder de la horda verde, no obstante, consideraba jactanciosamente que sus feroces guerreros eran mucho más poderosos que cualquier humano, y tenía plena confianza en que serían capaces de defenderse de cualquier amenaza que pudiera presentarse, por poderosa que fuera. Ellos eran Loz Muchachoz de Kroggta, y su vida era la guerra.

Durante meses se prepararon defensas descomunales en todos los planetas del sistema Gorgorog, inmensos bastiones uqe conformaban muros de hierro tan gruesos que ni un tanque sería capaz de atravesarlos, erizados de Kañonez Pezadoz, kemakemas y todo un sinfín de artillería defensiva inexpugnable.

Los planetas se masificaron con la llegada constante de orkos desde todos los mundos del ¡Waaagh! dispersos por las Estrellas Necrófago, millones y millones de pielesverdes que trabajaban excavando fosos, levantando muros y construyendo armas sin descanso bajo los gritos y látigos de sus líderes, y mientras tanto, sentado en el puente de mando del Eklipze Total orbitando alrededor de Kroggta, Gorbash esperaba.

Los muelles orkos de los distintos planetas de Gorgorog ensamblaron multitud de naves, la mayor parte de ellas chatarra que contaba con numerosas armas descalibradas y obsoletas, pero aúin así conformaban un número tan formidable que tan solo la cantidad de ellas formaba una nube inmensa que tan solo esperaba la orden de ponerse en marcha, situándose alrededor de la nave insignia del ¡Waaagh! Brokto como si de un avispero verde se tratara.

El tiempo, sin embargo, jugaba en contra de Gorbash y su estrategia, pues millones de orkos en el mismo sitio sin hacer nada y tan solo esperando a que pasara algo era como tener una olla a presión sobre un fuego vivo e incesante, y las rencillas entre los distintos grupos comenzaron a subir de tono haciendo que controlar semejante hueste resultara un verdadero problema.

Eklipze Total

El Eklipze Total

Los distintos klanez, sin más ocupación que seguir erigiendo defensas para un enemigo que nunca llegaba, pronto empezaron a entablar leves combates que poco a poco se hacían más intensos, de modo que Gorbash tuvo incluso que intervenir aplastando unos cuántos cráneos para que sus guerreros mantuvieran la compostura, pero sabía que esa situación no duraría, pues Gorgorog era un polvorían, y sin un frente común contra el que descargar su furia, el ¡Waaagh! pronto se destrozaría en una guerra fratricida.

Los Tiránidos

Cuando algunos de los consejeros de Gorbash, en concreto algunos Eztrambótikoz de renombre, empezaban ya a recomendar que las tropas se dispersaran para evotar males mayores, por fin llegaron noticias alentadoras (desde cierto punto de vista).

Una nave orka, renqueante y maltrecha, llegó a Gorgorog avisando de que finalmente los enemigos hacían acto de presencia en forma de una flota de unas cincuenta aparatos. Aquello, sin embargo, no era más que una avanzadilla de la Moloch, la cual progresaba como una serpiente por la hierba adentrándose en el Sur de las Estrellas Necrófago.

Gorbash agradeció a Gorko y Morko su fortuna, pues unos pocos días más y su horda habría entablado una auténtica masacre entre ellos, lo cual habría dañado al ¡Waaagh! tal vez de forma definitiva. Ahora, con un enemigo común, la cosa se simplificaba mucho, de manera que el líder puso en alerta a todos los planetas y concentró su enorme flota, un contingente de casi dos mil aparatos de todo tamaño y calado, encabezada por el salvaje Eklipze Total.

El contingente orko, tan inmenso que parecía una lluvia de meteoritos, se posicionó lentamente en un punto cercano a Armagog, lugar donde se estimaba que los enemigos harían su entrada en el sistema si no variaban el rumbo que estaban siguiendo.

Lejos de modificar su táctica de ataque directo, la flota tiránida enfiló el planeta dirigiéndose hacia él sin pausa, pese a que frente a ellos se extendía un enorme muro de aparatos que superaban en desbordante medida a las Bionaves que se aproximaban.

Gorbash Brokto III

Gorbash Brokto, líder del ¡Waaagh! Brokto

Cuando los invasores se encontraron a tiro, Gorbash ordenó comenzar a disparar a discreción, con lo que todos los aparatos de los pielesverdes iniciaron una salvaje disciplina de tiro. Muchos de los buques, ensamblados aprisa y más armados que estables, ni siquiera llegaron a hacer fuego, pues cuando los orkos quisieron hacerlo los rudimentarios sistemas de disparo fallaron haciendo que las naves quedaran a la deriva. Otros, carentes de estabilizadores, sufrieron las consecuencias del retroceso de sus armas y comenzaron a girar sobre ellos mismos sin control, mientras que un tercer grupo más reducido de naves sufrieron incendios devastadores al producirse sobecargas por no contar con sistemas efectivos para dirigir la energía de sus armas de manera eficaz.

En total, con todos los problemas acumulados, casi seiscientas naves orkas quedaron inutilizadas para el combate en el primer lance de la batalla sin siquiera hacer un disparo efectivo, pero las restantes, con más fortuna, lanzaron una densa cortina de proyectiles y rayos que se abatió con fiereza sobre las bionaves tiránidas, quienes encajaron las brutales salvas provocando que una docena de ellas fueran barridas por completo.

El propio Eklipze Total, más lento para activar su cañón Gorko, realizó un disparo dirigido al centro de la formación enemiga, el cual al estallar generó una explosión de vórtice que arrasó a casi una veintena de aparatos, pero ni siquiera eso detuvo el empuje tiránido, pues el resto siguió avanzando hasta situarse a corta distancia liberando su furia contra los defensores.

Las bionaves cortaron, aplastaron y cubrieron de ácidos orgánicos los fuselajes de los cruceros orkos que encontraron a su paso, pero su número era ya muy reducido tras el primer envite, una veintena, mientras que los pielesverdes aún contaban con numerosísimos efectivos que se abalanzaron sobre sus presas con extrema violencia.

Pocos minutos después, y pese a que los tiránidos devastaron a gran cantidad de enemigos, la abrumadora superioridad numérica orka terminó el trabajo destruyendo hasta la última de las bionaves, lo cual hizo que la horda se regocijara por la victoria y aclamara a Gorbash, mientras los kuentakuentoz tomaban buena nota del evento para emplearlo en posteriores batallas, donde lo encumbrarían como azote de los tiránidos.

Victorias y sorpresas

Zarcillo de la Moloch

EL zarcillo de vanguardia de la Moloch

Sin embargo, Gorbash no estaba contento. Las cincuenta naves enemigas habían sido destruidas, pero el líder del ¡Waaagh! Brokto no creía que esa fuera la fuerza real que los tiránidos habían empleado para arrasar innumerables mundos en su camino a través de las Estrellas Necrófago.

El kaudillo temía que esa avanzadilla no fuera más que un grupo de exploración perteneciente a un contingente mucho más peligroso, el cual sin duda se dirigía ahora hacia allí. Las bionaves destruidas no eran más grandes que un Kruzero Matamuchoz, y parecían haberse sacrificado sin dudar lanzándose contra un enemigo muy superior, de modo que las cosas no podían ser tan sencillas.

En efecto, aquellas cincuenta bionaves de pequeño tamaño no eran más que un grupo de reconocimiento desgajado de un zarcillo de la Flota Enjambre Moloch, un veloz grupo de naves de vanguardia no destinadas al combate directo, sino simplemente a descubrir y localizar a los enemigos más cercanos al verdadero contingente principal.

Gorbash, demostrando la misma astucia que lo había llevado a convertirse en el líder de todo un ¡Waaagh!, envió a sus propias naves de reconocimiento más allá de Gorgorog, pues no pensaba verse sorprendido por una ataque repentino a gran escala, de modo que sin retirar la alerta de los puestos se limitó de nuevo a esperar con gran paciencia.

Más pronto de lo que esperaba, no obstante, obtuvo noticias poco halagüeñas de sus esbirros, pues de todos los aparatos que había enviado en todas direcciones, tres de los destinados al sector Noroeste del sistema habían desaparecido sin dejar rastro.

Era comprensible que una o dos naves perdieran la comunicación o se hubieran acercado demasiado a algún asteroide, estrellándose contra él o quedando muy dañadas, pero tres desapariciones parecían algo más que una casualidad.

Suspicaz ante aquella información, Gorbash situó su nave y el resto del contingente de manera que enfilara el Noroeste, esperando que en poco tiempo se mostrara la verdadera amenaza que parecía acercarse desde allí, preparándose de nuevo para un combate inminente.

Entonces, pocos días después, los orkos avistaron lo que parecía ser un grupo de bionaves mucho más numeroso y compacto que el primero, el cual se desplazaba lentamente hacia Gorgorog. EL zarcillo de la Moloch por fin hacía su aparición en escena, contando con unos trescientos aparatos de los cuales muchos tenían un tamaño respetable.

Incomparables aún con las dimensiones del Eklipze Total, el zarcillo abría su formación con unas cien Naves Enjambre escoltadas por un sinfín de aparatos de distinta forma y tamaño, en su mayoría kraken, además de una nube de otros buques pequeños y ágiles que revoloteaban a su alrededor como un avispero que se aproximaba despacio pero inexorablemente.

Era obvio que esta vez, pese a encontrarse en superioridad numérica aún, los orkos no lo tendrían tan fácil como anteriormente, de modo que Gorbash hizo que su gigantesco Piedro se situara en la retaguardia de la formación, poniendo al frente a aquellas naves menos útiles para que sirvieran como entrenenimiento mientras las demás fijaban sus blancos con más precisión.

Los tiránidos, sin romper su formación, se dirigieron directamente hacia el muro defensivo, lanzando a sus veloces naves de escaramuza en primer lugar, tan rápidas que pese a los disparos orkos casi ninguna pudo ser abatida antes de que se sumergieran entre las sorprendidas líneas, causando un gran revuelo.

Del mismo modo, cuando se iniciaron las primeras salvas contra el grupo principal, quedó patente que las Naves Enjambre eran mucho más resistentes que los débiles drones enviados anteriormente, pues encajaban los disparos como si se tratara de picotazos, logrando tan solo aquellos de mayor calibre causar algún daño en sus quitinosas estructuras vivientes.

El Eklipze Total tuvo tiempo de realizar dos disparos con su arma principal, de los cuales uno tuvo poco efecto al no acertar en el área objetivo, mientras que el otro acertó de lleno a una de las grandes bionaves de vanguardia, destruyéndola por completo y dañando a otras seis que había en las cercanías.

Tras aquel breve momento de alegría para los orkos se abatió sobre ellos la temible venganza tiránida, pues ambas líneas colisionaron en un abrazo mortífero que no presagiaba nada bueno.

Flota Orka

Flota Orka del ¡Waaagh! Brokto

Las grandes bionaves, dotadas de largos tentáculos con los que atrapaban a sus objetivos, hacían presa en los cruceros orkos más grandes estrujándolos y partiéndolos como si estuvieran hechos con palillos, mientras liberaban olas de ácido que corroían los fuselajes y salpicaban a su alrededor destruyendo todo aquello que tocaban.

A la vez que esto sucedía, nubes de proyectiles lanzados con precisión desde las kraken atravesaban los buques orkos destruyéndolos uno tras otro sin remisión, mientras que con grandes ganchos como anzuelos afilados rajaban las estructuras de lado a lado haciéndolos explotar pasando a su lado velozmente.

Gorbash, aturdido por el ataque, no podía más que ver cómo su contingente se reducía por docenas a cada minuto del combate, hasta que llegó un momento en el que la mitad de las naves orkas habían sucumbido mientras que los tiránidos no parecían haber sufrido bajas significativas, quedando tan solo los kruzeroz más resistentes que se batían con furia, pero con poca fortuna.

Vista la situación y la incapacidad de la flota orka para detener a los invasores, Gorbash finalmente decidió retirarse, pues permanecer enfrascado en un combate directo no parecía llevar a los pielesverdes más que a una destrucción más que segura, de modo que el Eklipze Total y sus naves de escolta comenzaron a retroceder paulatinamente mientras el resto de naves trataba de contener a los tiránidos.

Armagog

Con la línea deshecha y la flota en franca retirada, los tiránidos finalmente dejaron de hostigar las naves orkas y comenzaron a aproximarse a Armagog, el polvorín del ¡Waaagh! Brokto y lugar fuertemente defendido, pues no en vano la superficie del planeta estaba sembrada de bastiones donde cientos de millones de orkos esperaban el resultado del combate en el vacío, preparados para un enfrentamiento en tierra, donde se sentían mucho más poderosos.

Las primeras naves tiránidas aparecieron en los cielos de Armagog y comenzaron a recibir numerosas descargas de las baterías defensivas, una lluvia de proyectiles explosivos que no lograron sin embargo impedir su aterrizaje, tras el cual los aparatos comenzaron a vomitar la siniestra carga que portaban en sus bodegas.

Criaturas tiránidas de todo tipo y tamaño pusieron pie en Armagog e iniciaron el ataque a los numerosos muros orkos, desde los cuales los kañonez batían las líneas enemigas con fiereza y los tiradores derribaban a centenares de seres de pesadilla que sucumbían entre chasquidos de pinzas y chillidos antinaturales.

Eztrambótikoz situados estratégicamente lanzaban sobre los invasores nubes de veneno y fuego, pero a pesar de la brutal bienvenida el número de tiránidos seguía incrementándose formando un ejército tan letal como inmenso, plagado de Hormagantes, guerreros, Cárnifexes y otras critauras extrañas y retorcidas que transportaban en su interior a un sinnúmero de seres que se lanzaban al combate de forma fanática.

Tiranidos hormagantes flota enjambre kraken

Hormagantes de la Flota Enjambre

Los primeros bastiones empezaron a sufrir los ataques tiránidos soportando un gran castigo de la bioartillería, la cual causaba bajas con proyectiles ácidos y criaturas que eran lanzadas sobre los guerreros desgarrándolos con cuchillas y dientes afilados, pero los sólidos muros de los orkos mantenían a raya al grueso de la horda, la cual trataba de abrirse paso demoliendo las defensas.

La situación se mantuvo durante horas, a lo largo de las cuales los cadáveres tiránidos se iban acumulando en pilas mientras los orkos batían a sus guerreros desde la seguridad de las fortalezas, pareciendo que de seguir así hasta el último de los atacantes sería exterminado frente a las inexpugnables paredes de hierro erigidas por los pielesverdes.

Sin embargo, en un momento dado, hizo su aparición una criatura extraña que los orkos nunca habían visto antes, un ser que se desplazaba flotando en el aire y se abrió paso entre las compactas filas tiránidas hasta situarse al frente de uno de los bastiones más grandes y poderosos. Los impactos de los kañonez y las armas orkas parecían no hacer mella en este ser, pues parecía tener un escudo energético impenetrable que desviaba o absorbía el fuego sin problemas, permitiendo que se acercara al muro principal sin que pudieran evitarlo.

Era una criatura deforme, bulbosa y con un aspecto muy distinto al de los otros guerreros, pues su gran cabeza y sus extremidades recogidas y atrofiadas daban fe de que su principal fuerza no radicaba en su físico, algo que enseguida llamó la atención de los Eztrambótikoz allí destacados.

Como temían, el Zoántropo no tardó en revelar sus capacidades, pues la criatura se detuvo ante el grandioso muro y lanzó un potente rayo que impactó contra el mismo, haciendo que se resqsuebrajara y se abriese un agujero de grandes dimensiones, por el cual se escurrieron cientos de criaturas de inmediato para acceder al interior del bastión.

La ventajosa posición de los pielesverdes se vino abajo en un combate cuerpo a cuerpo para el que los tiránidos estaban muy preparados, pues sus monstruosos soldados degollaban, atravesaban y aplastaban el hormiguero de orkos como una apisonadora, haciendo valer su naturaleza sobre los desconcertados defensores, quienes trataban inútilmente de contener la marea de enmigos.

Poco a poco los tiránidos se hicieron con el control de la batalla y los orkos no podían hacer nada por evitarlo, lo cual derivó en que durante los siguientes días sus fortalezas cayeron una por una mediante el mismo mecanismo, con el poderoso Zoántropo destruyendo las defensas principales y dejando que los guerreros tiránidos acabaran con el resto.

Tiranoformación 2

Tiranoformación

Pese a sufrir numerosas bajas el ejército invasor parecía poder cubrirlas con más y más criaturas que se deslizaban constantemente desde el interior de las bionaves, las cuales en paralelo habían hundido multitud de tubos que atravesaban la tierra hasta gran profundidad, introduciendo en ella su ponzoña y expandiendo por el aire extrañas esporas que fomentaban el crecimiento de uma vegetación innatural de forma muy acelerada.

Ataques coordinados

Los orkos de Armagog, superados por la situación en la superficie, no podían más que tratar de aguantar sin que pareciese que nada pudiera salvarlos de la total destrucción, algo que al ritmo que sucedían los acontecimientos no se extendería más allá de un par de semanas.

Sin embargo, esto no entraba en los planes de Gorbash, quien se había retirado hasta el cercano mundo de Kirgok esperando ver qué ocurría, comporbando que los tiránidos se tomaban su tiempo y no parecían tener prisa por proseguir su campaña hasta que Armagog no hubiera sido arrasado por completo.

Las acciones de los invasores parecían más orientadas a consumir que a guerrear, pues se sabía que alreadedor de las grandes naves de desembarco, aquellos aparatos vivientes que habían atravesado el cerco de la flota como un cuchillo caliente un bloque de mantequilla, permanecían varadas en la superficie y rodeadas por un sinfín de extraños pozos donde sus huestes arrojaban cientos de miles de cadáveres de los numerosos enfrentamientos, amigos y enemigos, los cuales parecían ser disueltos en su interior junto con todo tipo de materia orgánica disponible, la cual era absorbida posteriormente por las propias bionaves a través del gigantesco entramado de tuberías vivientes.

Ante aquello los consejeros de Gorbash pronto se pronunciaron en el sentido de que, aparte de exterminar todo lo que estaba en su camino, la flota tiránida se alimentaba en paralelo, lo cual sin duda daría lugar a más y más guerreros contra los que tendrían que pelear posteriormente. Aprovechando este siniestro sustento aquellos seres no sólo recuperarían las fuerzas perdidas en el envite inicial, sino que muy posiblemente serían capaces de engendrar más efectivos, de modo que cuanto más tiempo realizaran aquella labor más difícil sería acabar con ellos.

Era necesario actuar antes de que hasta la última brizna de vida de Armagog fuera consumida por aquellas extrañas bestias y utilizada contra ellos a continuación, porque de lo contrario seguramente no tendrían más oportunidades. Con la flota orka severamente dañada y las fuerzas de tierra en desventaja ante un enemigo creciente, la única opción era un contraataque repentino para tratar de equilibrar la balanza.

Gorbash, que a pesar de su extrema beligerancia también era una criatura aversa a riesgos innecesarios, tuvo sus dudas respecto al hecho de atacar a aquellas bestias, pero finalmente se convenció de que la opción que les quedaba era intentar dañar el centro neurálgico del poder enemigo, las grandes bionaves que ahora devoraban Armagog, momento en el cual parecían ser más vulnerables. De no hacerlo, el patrón se repetiría en el resto de mundos del sistema, con lo que la pérdida para el ¡Waaagh! sería total.

Se ordenó a todos los aparatos de la flota verde que se dispusieran a realizar un ataque contra los objetivos de Armagog, rearmándose con todo lo que pudiera ser empleado para destruir a los tiránidos. La coordinación con los efectivos en tierra, desgraciadamente, no parecía una posibilidad, ya que la mayor parte de las fuerzas orkas allí estaban parapetadas en los bastiones que quedaban mientras soportaban los incensantes ataques enemigos, pero las posibles bajas que pudieran causar -muchas- serían un sacrificio necesario.

Si eran capaces de concentrar su ataque en las bionaves enemigas destruyéndolas era muy posible que los tiránidos quedaran desconcertados y sin un centro de mando efectivo, de manera que jugar esa baza parecía la única oportunidad.

El día del Bumbum

Bombardeo Olnathar

Bumbum sobre Armagog

La operación ordenada por Gorbash, que como idea era estratégicamente correcta, era más compleja de llevar a cabo que de planificarla, pues las huestes de los pielesverdes no eran precisamente un ejemplo de disciplina y orden.

A pesar de esto, las naves orkas lograron juntarse en gran número y abandonaron Kirgok para dirigirse rápidamente hacia Armagog, remolcando asimismo al Eklipze Total, que sería la punta de lanza de su ataque. Durante mucho tiempo la nave insignia había sido preservada del riesgo de la pimera línea, pero se trataba del arma más poderosa del arsenal del ¡Waaagh!, y era el momento de emplearla a plena capacidad como recurso para imponerse a un enemigo formidable.

El Bumbum que iban a desencadenar, es decir, un bombardeo orbital masivo, caería como el martillo sobre el yunque, atrapando a las huestes tiránidas -y también a las orkas, desgraciadamente- en un infierno de fuego y explosiones del que no podrían escapar.

No obstante, el Bumbum tenía que ser preciso y concentrarse en las áreas donde las bionaves y las piscinas de digestión que usaban se encontraban ubicadas, concretamente en varios puntos de la superficie de Armagog que ya tenían identificados aproximadamente. En concreto había cinco zonas donde la concentración de enemigos era más grande, de modo que el Eklipze Total se encargaría de una de ellas, mientras que el resto de la flota, dividida en cuatro grupos, se haría cargo de las otras.

Cuando se llegó a una distancia suficiente del mundo objetivo, la fltoa se dividió para colocarse en las posiciones requeridas, pero los problemas comenzaron a aparecer antes siquiera de que la maniobra se hubiera completado.

El Eklipze Total alcanzó su posición y preparó su salvaje cañón Gorko y demás armas para iniciar el bombardeo, al igual que otro de los grupos, pero los tres restantes no parecieron comprender bien la necesidad de precisión en un ataque de aquellas características, de modo que cuando la nave insignia disparó la primera salva, se limitaron a descargar su arsenal contra la superficie sin tener en cuenta adónde estaban disparando.

Acababa de amanecer el vigésimo sexto día desde la invasión inicial cuando el cielo de Armagog se iluminó con cientos de destellos, el suelo vibró y el agudo sonido de los proyectiles atravesando la atmósfera atrajo la atención tanto de los tiránidos como de los orkos de las fortalezas.

El enorme obús de vórtice disparado desde el Eklipze Total fue el primero en alcanzar su objetivo, el centro de un grupo de bionaves situadas alrededor de una gigantesca piscina de disgestión tan grande como un lago, provocando una brutal explosión que absorbió y destruyó a varias de ellas, mientras que los demás proyectiles y rayos cayeron sobre las supervivientes segundos después como una densa lluvia letal que causó graves daños y acabó con numerosos efectivos que se encontraban alrededor del complejo.

El segundo grupo de la flota orka posicionado correctamente inició el Bumbum sobre un grupo de bionaves similar al primero, pero con menos fortuna, pues sus armas no eran tan contundentes como las de su buque insignia, de modo que causaron algunos destrozos en los grandes titanes pero sin lograr desbaratar a ninguno de ellos.

Los demás grupos descargaron toda su potencia sobre un bosque, un páramo y una zona montañosa donde se erigía una fortaleza de los suyos, las cual pulverizaron por completo sin lograr acabar con más de una docena de tiránidos errantes que se encontraban en aquellos lugares casualmente.

Cañón Gorko-Bagshdak

Cañón Gorko en su ubicación original en Unbekann

Tras aquel ataque los tiránidos no tardaron en reaccionar, de modo que algunas de sus naves arrancaron con violencia las conexiones de los tubos y comenzaron a elevarse lentamente para enfrentarse a los enemigos, aunque varias de ellas ni siquiera llegaron a moverse de sus posiciones.

Gorbash vio que su ataque había surtido efecto y se alegró por ello, pero enseguida montó en cólera al saber que el resto de la flota o bien no había causado daños significativos o simplemente habían bombardeado lugares donde no había un solo enemigo. La coordinación del ataque había sido desastrosa, y los efectos habían sido mucho menores que los esperados.

En todo caso el Eklipze Total ya estaba comprometido, pues aunque ordenara la retirada inmediata el gigantesco piedro no sería capaz de huir lo bastante rápido como para escapar de las naves tiránidas que ya atravesaban la atmósfera en busca de su inmensa presa.

Visto aquello, Gorbash ordenó que los bombardeos prosiguieran cansado de jugar al gato y al ratón, ordenando además que prepararan su kruzero de desembarco para sumarse él mismo al combate en tierra junto con su guardia de élite compuesta por un centenar de lataz y dreadnoughts.

Consecución del combate

Desembarco orko

Las fuerzas de tierra en Armagog, que no sólo trataban de contener al ejército tiránido sino que ahora también vieron sus posiciones bombardeadas con fuego amigo, levantaron al principio sus puños iracundos blasfemando e insultando a sus congéneres en la órbita, pero más tarde comprendieron que lo que la flota intentaba era romper el cerco, de modo que de una forma un tanto arriesgada abandonaron la relativa seguridad de sus parapetos y se lanzaron a un combate abierto al que, según creían, se sumarían muchos más efectivos aliados.

Las naves orkas, además de seguir machacando el suelo, enviaron transportes cargados con refuerzos, de los cuales muchos también fueron presa de las Gárgolas tiránidas, que como nubes oscuras y veloces cubrían los cielos protegiendo a sus propios guerreros.

Gárgola Tiránida

Gárgola con Perforacarnes.

La confusión en tierra favoreció no obstante que el desembarco de las tropas orkas -de aquellos transportes que llegaron al suelo- se realizara de forma más o menos rápida, con lo que se abrió un amplio frente contra el que los tiránidos se lanzaron con fuerza, dejando más de lado los bastiones que habían estado hostigando anteriormente.

Los defensores de los mismos, viendo que llegaba ayuda, salieron de sus escondites y emplearon todo lo que tenían a mano, incluyendo batallones de Tankez Kanijoz y Gargantes que enviaron contra la masa tiránida, en una afortunada maniobra de pinza que favoreció su avance y el debilitamiento enemigo.

La batalla se extendió durante horas en las que los pielesverdes recuperaron algo de terreno haciendo retroceder a sus bestiales enemigos, pero llegado un punto en el que parecía que podrían decantar la balanza de su lado de nuevo hizo su aparición el Zoántropo, el cual inició una destructiva labor desintegrando máquinas y guerreros con rayos de energía disforme.

En aquel momento el propio Gorbash, que había llegado a tierra ileso en su nave de desembarco, se unió al combate junto con su guardia, un selecto grupo que se abrió paso entre los tiránidos aplastando, abrasando y cortando, hasta que el líder del ¡Waaagh! se encontró frente a frente con la extraña criatura alienígena que parecía liderar el enjamre invasor.

Combate estelar

Las naves orkas situadas en sus posiciones de bombardeo recibieron la orden de concentrarse alrededor del Eklipze Total, ya que los aparatos tiránidos se aproximaban ya hacia el gigantesco piedro para contrarrestar su salvaje ataque, pero de los cuatro grupos escindidos sólo dos de ellos obedecieron al instante, mientras que los otros continuaron descargando de forma fanática sus polvorines sobre la superficie, enloquecidos de júbilo por las explosiones y los destellos que provocaban.

Diez naves tiránidas de gran tamaño se aproximaron así a la lenta nave insignia orka, la cual tuvo tiempo de disparar una vez el inmenso cañón Gorko contra ellas, pero la escasa precisión del aparato hizo que el proyectil pasara inocuamente entre la formación atacante, cayendo en tierra y provocando una gran explosión de vórtice que, irónicamente, acabó con un buen número de enemigos por casualidad.

Cuando las numerosas baterías y lanzas del piedro abrieron fuego sin lograr detener a los tiránidos, el comandante en funciones ordenó levantar el poderoso escudo disforme del aparato, el cual comenzó a recibir los impactos de las bionaves sin que lograran penetrarlo. Los demás kruzeroz orkos iniciaron también el ataque con ferocidad, causando daños en los grandes leviatanes aunque sin lograr incapacitar a ninguno de ellos.

Durante largo rato hubo un enfrentamiento cercano en el que los tiránidos arrasaron a muchas de las naves de los pielesverdes, mientras que ellos sólo perdieron un par de aparatos de la decena que formaba su contingente.

Fue entonces cuando una de las bionaves, ignorando los fuertes ataques desplegados por el piedro, puso proa hacia él y adquirió velocidad con sus largos tentáculos extendidos hacia delante, como un dantesco calamar que se lanzase tras una presa. La velocidad adquirida convirtió el monstruoso aparato en un proyectil de miles de toneladas, el cual impactó contra el escudo con extrema violencia, aplastándose contra él y derramando una marea de fluidos y ácidos, como una bolsa llena de líquidos que se lanzara con fuerza contra una pared.

El cadáver de la bionave quedó a la deriva entre espasmos de sus tentáculos, lo cual levantó un denso gritería de alegría entre los orkos de la flota, pues el Eklipze Total permanecía incólume y seguía disparando como si aquello hubiera tenido el mismo efecto que un mosquito estrellándose contra un parabrisas.

Sin embargo la realidad era muy distinta. El impacto de la bionave, cuya masa en aceleración había convertido su cuerpo en un proyectil, había debilitado significativamente el escudo disforme que protegía el piedro, pues este ingenio requería de un esfuerzo muy grande para los eztrambótikoz encargados de sostenerlo, y la fuerza generada por el impacto contra la invisible superficie había creado una potente oscilación en su corriente que ahora tenían que redirigir para que recuperara su consistencia.

Como si aquella acción hubiera sido el reclamo para las demás bionaves, otras tres repitieron la operación con el mismo resultado, reventando contra la potente barrera en una especie de suicidio orquestado que finalmente acabó con su caída. En ese momento, todos los aparatos tiránidos atacaron al unísono pegando sus grandes corpachones alargados a la desprotegida superficie del Eklipze Total, golpeándolo con sus tentáculos y hundiendo sus largos tubos en la rocosa corteza del piedro.

Las naves orkas, desconcertadas por aquello, dudaron un instante sin saber qué hacer ya que el caos creado interrumpió por completo todo tipo de comunicación desde su buque comandante, pero pronto recuperaron la iniciativa individual y una tras otra empezaron a atacar a la masa de triánidos sobre el piedro con toda la potencia posible, sin importarles que la propia nave insignia estuviera recibiendo también los daños.

La labor de las bionaves, no obstante, no se limitaba a golpear el piedro o lanzar sobre él olas de ácidos orgánicos, sino que los tubos que habían introducido en la superficie habían llegado a las cámaras interiores, depositando en ellas a cientos de guerreros que pronto se extendieron por el laberinto de corredores cazando a la numerosa tripulación.

Con las baterías y armas principales incapacitadas para proporcionar una defensa efectiva -el ingenio no estaba preparado para combnatir nada que estuviera sobre él mismo-, el Eklipze Total estaba a merced de las bionaves, que como gigantescos parásitos soportaban estoicamente el ataque de las otras naves mientras se aferraban como garrapatas a su anfitrión.

Horas más tarde los invasores alcanzaron el núcleo principal en el puente de mando, y con una serie de explosiones internas de gran magnitud, el monstruoso piedro comenzó a escorarse sin control al perder sus estabilizadores. Poco después, sin propulsión ni manera de equilibrarse, el Eklipze Total comenzó a sufrir la influencia de la gravedad de Armagog, con lo que comenzó a aproximarse hacia su atmósfera de forma imparable.

El Eklipze Total estaba perdido.

Frente a frente

Ignorantes de lo que sucedía en el espacio, Gorbash y su guardia se encontraban sumidos en una espiral de sangre mientras acuchillaban y acribillaban a los tiránidos. La partida parecía estar en tablas cuando los líderes de ambas facciones se encontraron frente a frente, momento en el cual el propio Gorbash no dudó un segundo antes de lanzar su monstruosa maquinaria contra el Zoántropo, el cual calcinaba a cientos de orkos con sus rayos disformes como si estuvieran hechos de papel.

La embestida del kaudillo, escudada por otros cinco dreadnoughts no tan imponentes como él, pero también letales, no cogió desprevenida a la criatura tiránida, la cual levantó una barrera que absorbió con facilidad los impactos de los numerosos proyectiles de gran calibre que dispararon contra ella.

Rodeando a su objetivo, tanto la guardia como Gorbash se emplearon a fondo para tratar de sobrepasar sus defensas, pero el tiránido no parecía verse afectado por el ataque, sino que la barrera soportaba estoicamente cada descarga o golpe propinado por las pinzas y los taladros orkos, tan prácticos en el combate cuerpo a cuerpo contra otro tipo de criaturas.

Con varios rayos certeramente dirigidos, el zoántropo vaporizó a la mayor parte de los esbirros de Gorbash, y en un momento dado fue incluso capaz de acertar en el tren superior izquierdo de su adversario mecánico, el cual vio cómo su pinza de combate, la estructura que la unía al cuerpo e incluso parte de éste, quedaron desintegrados por completo. Otro afortunado disparo del tiránido, que parecía disfrutar de aquel duelo, acertó de pleno en el tren inferior haciendo que Gorbash cayera al suelo aparatosamente, prácticamente vencido y sin esbirros a su alrededor que pudieran socorrerlo.

Los Gretchin que permanecían en la cámara blindada trasera del cuerpo del kaudillo para proporcinar munición a sus múltiples armas abandonaron su escondite y corrieron para ponerse a salvo, como ratas que abandonan un barco condenado, dejando a su líder a su suerte sabiendo que todo estaba perdido.

Gorbash logró mover su pesado cuerpo y ponerse boca arriba para ver al zóántropo ante él, quien se acercó para darle el golpe de gracia levitando lentamente entre la carnicería de su alrededor. Miles de cuerpos revueltos en pilas se amontonaban sobre grandes charcos de sangre orka y fluidos tiránidos, los restos de una batalla que aún seguía produciéndose, pero que parecía tener un fin cercano y muy determinado.

Sin embargo, cuando el zoántropo ya concentraba su energía psíquica para liberar el letal rayo que acabaría con la existencia del Zeñor de laz Lataz, como era conocido en el ¡Waaagh!, éste comenzó a reír con fuerza sin motivo aparente.

El cielo se iluminó con un resplandor rojizo que poco a poco creció en intensidad hasta emitir un cegador destello blanquecino, mientras que el aire vibraba y una tormenta de pequeños meteoritos comenzaba a impactar en el suelo. La luz de Arkok, la estrella azulada que se derramaba sobre Armagog y alrededor de la que orbitaba aquel mundo, quedó repentinamente tapada por un instante. El Eklipze Total había entrado en la atmósfera e iba a impactar contra el suelo.

Consecuencias

Poco se sabe de lo ocurrido en Armagog tras el ataque tiránido que movilizó a casi todo el ¡Waaagh! Brokto contra la amenaza, pues las crónicas son confusas y tan solo quedan ciertos vestigios en los caóticos relatos de los kuentakuentoz.

"[...] venzido pero aún altanero, el gran Brokto miró a zu oponente y rió, puez el zielo de Armagog ze iluminaba con la caída del fabulozo Eklipze Total, ke en zu entrada arraztraba la muerte, dirigiéndoze directamente a donde yazía zu cuerpo maltrecho. La explozión del magnífico aparato trajo conzigo la ira de Gorko y Morko, y a partir de ahí terminó para ziempre la leyenda del gran Brokto Malozhumoz, azí como la de loz invazores y todo el ziztema [...]"

Kuentakuentoz orko

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que el núcleo del ¡Waaagh! Brokto fue exterminado, pues todo el sistema Gorgorog se vio afectado por la catástrofe derivada. Las teorías al respecto son muchas, pero se cree que el inmenso piedro insignia de Gorbash, con sus 71 kilómetros de diámetro, impactó contra la superficie de Armagog provocando una explosión termonuclear de potencia descomunal, incrementada exponencialmente por los numerosos proyectiles de vórtice que alimentaban el cañón Gorko así como los elementos alineados con la Disformidad que generaban su escudo, con el resultado de una breve fisura temporal en el Espacio real que originó una descarga energética de alta magnitud.

La consecuencia de ello sobre Armagog fue el absoluto exterminio de todo la vida que se encontraba en sus superficie en cuestión de segundos, así como una desgarro en la corteza planetaria que potencialmente motivó una variación sensible en su excentricidad orbital.

El planeta, sacado de su órbita por el tremendo evento, derivó hacia el cercano Kirgok, contra el que se supone que impactó posteriormente, produciéndose así una reacción en cadena que destruyó todos los cuerpos celestes del sistema Gorgorog, cuya estrella, Arkok, fue la única superviviente al ser capaz de fundir todos los restos que su gravedad atrajo hacia ella en una brutal combustión que transformó su naturaleza, convirtiéndola en una estrella hipercaliente y altamente radiactiva.

Convertido el sistema en un mar de deshechos y grandes meteoritos que orbitaban alrededor de Arkok, el área incrementó su halo radiactivo transformándola en un evento letal y peligroso que jamás recuperaría su estado inicial.

El zarcillo de la Moloch desapareció durante la catástrofe, así como la mayor parte del ¡Waaagh! Brokto, el cual se disolvió posteriormente al dividirse los escasos supervivientes que pudieron escapar de aquello en distintos klanez dispersos por varios mundos.

Advertisement