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O'Shovah Comandante Tau Farsight Warhammer 40k Wikihammer

Ningún T'au ha causado tanta división como el Comandante O'Shovah (Commander Farsight en inglés). Su nombre completo en el lenguaje T'au es Shas'o Vior'la O'Shovah Kais Mont'yr. El guerrero más famoso de Vior'la obtuvo sus mayores victorias contra los Orkos en los desiertos de óxido de Arkunasha. Allí, vistiendo su Armadura de Combate, lideró una campaña magistral en la que derrotó ejércitos cien veces más numerosos que sus tropas. El entrenamiento de O'Shovah, gran parte del cual fue bajo la tutela del mismísimo Comandante Jun'nami, le enseñó la utilidad del terreno y la importancia de un ataque osado y decisivo para mermar al enemigo. O'Shovah prefirió fomentar la agresividad de sus Guerreros del Fuego a costa de perder rango de disparo y de ese modo ganaron muchas batallas cuerpo a cuerpo encarnizadas. Por su capacidad de análisis táctico se ganó el sobrenombre de Shovah, "el que ve más allá" o "previsor".

O'Shovah es alto, de anchos hombros y muestra escarificación, un rasgo inusual en una sociedad con la capacidad de curar tales marcas a voluntad. Tiene una mirada penetrante en sus ojos oscuros. A la vez que con los Aun'o o Fio'ui mantiene un diálogo respetuoso a la hora de comunicarse, con sus guerreros se comporta de manera diferente, alzando la voz como ante los vociferios de un desfile terrestre.

Su nombre completo, incluye dos adjuntos, indica que ha pasado al menos las tres pruebas de fuego para llegar a conseguir el rango de Shas'o o Comandante.

Aunando sus fuerzas con otro discípulo de Jun'nami, la Comandante O'Shaserra, los Cuerpos de Cazadores de O'Shovah fueron cruciales para impedir el avance de las fuerzas imperiales en el planeta Da'lyth durante las batallas que asolaron el Golfo de Damocles. Su estilo de ataque desconcertó a los humanos, que no sabían de dónde vendría el siguiente golpe. Aunque resultó victorioso en su empresa de expulsar a las fuerzas del Imperio de la faz de Da'lyth, los T'au se enfrentaban a una época de gran desconcierto. Antaño tan seguros de la superioridad de su causa y de sus habilidades, habían sido barridos de docenas de mundos recién colonizados, y hasta fueron atacados en uno de sus planetas natales. Los Etéreos denominaron este periodo Nont'ka, "tiempo de incertidumbre". Conscientes de que algunos comenzaban a dudar de su mensaje de supremacía, los Etéreos buscaron un nuevo héroe que avivase el espíritu expansionista y restaurase el destino legítimo de los T'au: el triunfo definitivo del Bien Supremo.

Tras la victoria en Da'lyth, el Consejo de Etéreos ordenó grandes operaciones militares para reconquistar las colonias recién perdidas. Se consideró a muchos Comandantes de éxito para encabezar la fuerza, pero la hoja de servicio impecable de O'Shovah y su don para obtener victorias dramáticas le valieron una ceremonia de reconocimiento por parte del Alto Consejo de Etéreos. La Casta del Agua invirtió todo su esfuerzo propagandístico en la Coalición del Comandante O'Shovah, el mayor contingente de naves de guerra, naves coloniales y tropas jamás visto en el Imperio T'au.

Farsight O'Shovah Tau Warhammer 40k Wikihammer

Sin embargo, no hay necesidad de relatos embellecidos, ya que O'Shovah demostró realmente su grandeza en las batallas siguientes. El grueso de las fuerzas de la Humanidad había sido reclamado para combatir una amenaza en otro sector, y los T'au rápidamente restablecieron su dominio en un planeta tras otro. Con una astucia que rozaba la presciencia, el Comandante O'Shovah sabía cuándo lanzar ataques contundentes y cuándo utilizar maniobras hábiles y emboscadas. Nadie había visto el Imperio T'au tan unido por las hazañas de un solo guerrero desde el apogeo del Comandante Jun'nami.

La Expedición Farsight, como se la empezó a conocer, se encontró con dificultades imprevistas, en forma de Orkos que querían aprovechar el conflicto de los T'au con el Imperio de la Humanidad. Sin fuerzas armadas en la región que pudieran detenerlos, los pielesverdes aumentaron sus incursiones a placer, subyugando a los planetas cercanos según los designios brutales de sus crueles líderes. O'Shovah abandonó sus esfuerzos de recolonización para enfrentare a los Orkos, relevando a sus fuerzas de sus tareas para iniciar una campaña que duraría una década y abarcaría varios Sistemas Estelares. Las batallas llegaron mucho más allá de las fronteras del Imperio T'au, pero O'Shovah estaba totalmente sumido en este nuevo esfuerzo bélico. Aunque obtuvo muchas victorias, el resentimiento del Comandante crecía, pues consideraba que su Coalición no estaba recibiendo el apoyo continuado que merecía.

Su dominio de las estratagemas tácticas era inigualable, pero, al final, los Orkos consiguieron rodear a los ejércitos de O'Shovah gracias a su superioridad numérica y los guerreros T'au tuvieron que resistir un asedio de varios meses antes de poder huir. La lucha sin cuartel que llevó a cabo en Arkunasha acabó por endurecer el carácter de Farsight, al considerar que los demás T'au no habían sido capaces de apoyarle eficazmente y habían permitido a los Orkos que lo rodearan. Esta creencia fue compartida por varios de sus acólitos, siendo el más destacado un Guerrero de la Casta del Fuego joven y enérgico llamado Shas'o Li'M'Sa.

En el lejano planeta T'au, el Consejo de Etéreos debatía su próximo paso, pues muchos ya estaban hartos del obstinado Comandante y sentían una desconexión con el líder de sus fuerzas militares que no tenía nada que ver con la distancia que les separaba. Mientras Aun'Va tomaba la decisión de relevar del mando y hacer regresar a O'Shovah, se produjo un nuevo desastre en la periferia del Golfo de Damocles, durante una batalla en el Mundo Artefacto de Arthas Moloch, una especie de capilla que se encontraba en la periferia del Golfo de Damocles y que había sido purgada por los Marines Espaciales del Capítulo de los Cuchillas del Emperador en el M39. En ese mundo, desierto salvo por extraños monumentos y templos en ruinas de alguna cultura ancestral, todos los Etéreos de la expedición de O'Shovah fueron asesinados por un enemigo desconocido.

Tau comandante farsight color

El Comandante O'Shovan ante su armadura, sosteniendo su espada

Sin arredrarse, O'Shovah aguantó la ofensiva salvaje de ese enemigo implacable, replegándose con la esperanza de saber más de los diablos que le habían atacado antes de lanzar sus ataques de represalia. Pero al poco los seres misteriosos desaparecieron tan rápidamente como habían llegado. Con el planeta aparentemente despejado, O'Shovah continuó avanzando en persecución de los Orkos, sin darles ocasión de escapar. Lo hizo desobedeciendo abiertamente el protocolo, ya que sin la guía de los Etéreos, un Comandante de la Casta del Fuego tiene la obligación de informar de inmediato al Alto Consejo y esperar órdenes.

No pasó mucho tiempo hasta que O'Shovah quedó fuera del alcance de los sistemas de comunicación más avanzados, y siguió actuando fuera de los límites del Imperio T'au. Pasaron los años sin respuesta a los mensajes enviados, y se creyó que, finalmente, el Comandante invicto habría sido derrotado, muerto en algún planeta remoto, lejos de las estrellas que iluminan el Imperio T'au. Todas las Castas de cada planeta agacharon la cabeza cuando se retransmitió por el Imperio la noticia de la pérdida de su héroe.

Pero el Comandante O'Shovah no estaba muerto. Obcecado por su cruzada personal, se negaba a regresar al seno de su Imperio y estableció una cadena de bastiones fortificados a lo largo de la franja de espacio más lejana del Golfo de Damocles, una región prohibida durante mucho tiempo para los T'au. Incluso en la actualidad, el Alto Consejo de Etéreos recibe esporádicamente señales de sondas de largo alcance, lo que confirma que los Enclaves Farsight siguen habitados. Incluso se han hallado pruebas de que el propio O'Shovah sigue vivo, como las señales únicas que emite su armadura de combate Crisis personalizada y unas pocas imágenes lejanas. Esto supone un gran misterio, pues significaría que O'Shovah ha vivido al menos tres siglos, una longevidad desconocida para los T'au, a excepción de los Etéreos.

Puede que O'Shovah esté prolongando su vida mediante algún proceso tecnológico, o que una serie de sucesores hayan asumido la identidad de O'Shovah. En cualquier caso, el Alto Consejo de Etéreos ha decretado que O'Shovah es un renegado, y ha prohibido toda comunicación con los rebeldes. Actualmente, se cree que su longevidad viene dada por su Espada, el Filo del Alba, que recogió en una de sus Cruzadas. Se cree que es una Espada Demonio que absorbe la energía vital de sus enemigos y la traspasa a O'Shovah, convirtiéndole en prácticamente inmortal.

Video trasfondo[]

La Región Prohibida[]

El Imperio T'au envía numerosas sondas a la Región Prohibida, un grupo de sistemas estelares más allá del Golfo de Damocles, aunque pocas han regresado. Los extraños remolinos y energías ilegibles que abundan en esa región sin duda dañan o desvían una parte, de las sondas perdidas, pero otras muchas han sido destruidas por estaciones de defensa orbital que bloquean todo acceso, excepto el de las astronaves propias.

Más allá de ese formidable anillo de fortalezas flotantes están los Enclaves O'Shovah. Las transmisiones de las pocas sondas que han conseguido devolver su señal con éxito muestran una serie de mundos muy edificados y con poblaciones numerosas, incluyendo ciudades nodales expandidas a partir de domos coloniales y bases lunares enteras convertidas en factorías. Cuando se detectó por última vez a la Coalición O'Shovah persiguiendo a los Orkos, llevaba los símbolos de sus Sectores, principalmente Vior'la, pero también Sa'cea, T'au'n y varios otros. Cuando se avistó a estas fuerzas y sus flotas generaciones más tarde, portaban símbolos de diseños parecidos a los empleados en el Imperio T'au, pero con colores y patrones que no se habían autorizado. Como sucede en cualquier colonia remota, gran parte del equipo usado en los Enclaves O'Shovah está ligeramente anticuado, pues se trata del equipo más común en la época en que desapareció O'Shovah. No obstante, se han hallado inquietantes pruebas de que hay tecnología secreta y prototipos recientes en sus Enclaves. El tiempo dirá si se debe al espionaje, al robo, o a traidores al Bien Supremo que han estado ayudando a la población de los dominios de O'Shovah.

A pesar de los esfuerzos del Imperio T'au por reescribir la historia, ya sea evitando mencionar al héroe caído, o pintándolo como un desertor cobarde, O'Shovah aún recibe apoyo desde los planetas existentes. Muchos guerreros de la Casta del Fuego, especialmente de Vior'la, le consideran un pionero, si bien ninguno se atreve a decirlo abiertamente en presencia de un Etéreo. El Alto Consejo de Etéreos ha prohibido todo viaje y comunicación con ese sector de la galaxia. Consejos especiales, compuestos de Etéreos y Guardias auxiliares acuden a interrogar a quienes se rumorea que O'Shovah despierta cierta simpatía. A pocos de los interrogados se les vuelve a ver. En las raras ocasiones en que se ve por el Imperio T'au a guerreros con las armaduras rojas y las insignias distintivas de los Enclaves, el Alto Consejo de Etéreos da órdenes de movilización, aunque aún no ha habido ningún enfrentamiento.

Historia[]

El nacimiento de un guerrero[]

El meteórico ascenso de O'Shovah por las filas de la Casta del Fuego empezó en las cúpulas de entrenamiento de Mont'yr. Como era costumbre en la casta guerrera, fue inscrito en las academias juveniles del planeta tan pronto como pudo andar. Durante sus estudios allí, se definió rápidamente como un aspirante serio y dedicado con un voraz apetito de información. Sus compañeros también eran muy aptos, pero el joven Shovah tenía una chispa de brillantez que le hacía destacar sobre todos los otros T'au de su generación. En cuestión de días, fue obvio para sus tutores que tenían algo más que un simple Guerrero del Fuego ante ellos.

Incluso en su juventud, Shovah era ferozmente independiente. Durante su primer tau'cyr de tutela básica, el joven estudiante organizó varias incursiones de "búsqueda de datos" al interior de los centros de entrenamiento de las academias de Mont'yr. Cuando el joven guerrero y sus compañeros fueron finalmente arrinconados por los guardias de la instalación, hinchó el pecho y exigió a sus tutores que le enseñasen el Código de Fuego. Las tres primeras veces que esto ocurrió, el joven fue castigado severamente por sus infracciones. A la cuarta, los agotados tutores de las academias se echaron atrás, y fue introducido en el programa de las cúpulas de batalla.

Shovah fue aceptado para el entrenamiento tres años antes de lo que era habitual. De este modo, el guerrero que se convertiría en O'Shovah dio el primer paso en el camino que traería varias guerras amargas y costosas a la raza T'au, y que casi destruiría el Bien Supremo para siempre.

Cúpula de batalla Mont'yr[]

Antes incluso de que fuese conocido como Shovah, el temperamento marcial del joven vior'lano fue objeto de muchas discusiones entre los maestros de la academia. Sus habilidades físicas estaban muy por encima de la media para su edad (algo de lo que se había advertido desde el Alto Mando a los tutores, ya que los accidentes de nacimiento son verdaderamente raros en la sociedad T'au), pero lo que resultó verdaderamente remarcable en él fue su capacidad para retener cantidades tremendas de datos sobre cualquier situación que afrontaba.

El Guerrero del Fuego aspirante absorbía y memorizaba cada faceta de las academias de entrenamiento que visitaba, ya fueran sus textos, su ambiente, sus rivales, las armas con las que luchaban, las simulaciones de zona de guerra de la Cúpula de Batalla Mont'yr, o las reglas que las regían. Podía recitar cada volumen del sagrado Código de Fuego de principio a fin, y se deleitaba silenciosamente al demostrar violentamente sus principios físicos a cualquiera de sus compañeros que le retara. Llegó incluso a descifrar los códigos y señales de combate que usaban sus superiores, aprovechándose de este conocimiento para vigilar sus comunicados secretos siempre que eran lo bastante descuidados como para emplear esas claves delante de él. Su capacidad para usar el conocimiento que obtenía de cada experiencia para analizar y predecir las acciones de los que le rodeaban era perturbadora, y le ganó el sobrenombre de Shoh, que significa "luz interior" en la lengua T'au.

A pesar de ser varios años más joven que la mayoría de los demás T'au en la cúpula de batalla, la memoria eidética y la fiera determinación de Shoh le hicieron ganarse una serie de puntuaciones perfectas en las simulaciones de la academia. Las sesiones de entrenamiento se convirtieron en el centro de la vida diaria del joven guerrero. Siempre que era arrojado a los complejos paisajes de guerra diseñados por sus tutores, Shoh encontraba cobertura, pasaba unos pocos segundos asimilando su entorno y los recursos disponibles, y entonces dirigía a su equipo en una serie exacta de maniobras necesarias para cumplir su misión asignada de la forma más eficiente posible. La cuenta de bajas sufridas en su equipo era tan baja que no tenía precedentes, y Shoh escapaba de ser alcanzado por los hostiles fantasmas simulados siempre que entraba en un ejercicio, incluso en la infame Jungla de los Mil Ojos.

En la época de la graduación de Shoh, el legendario Comandante Jun'nami aún procuraba iniciar personalmente a cuantos nuevos reclutas podía. El famoso general estaba en Vior'la por asuntos militares cuando la promoción de guerreros de Shoh acabó su entrenamiento, y para regocijo de los soldados de Mont'yr, aceptó presenciar la ceremonia. Entre muchas reverencias y alabanzas, los tutores de la academia Mont'yr hablaron a Jun'nami sobre el estudiante al que llamaban Shoh, el primer guerrero alistado en la academia a una edad tan joven.

Cuando el Comandante Jun'nami concedió el rango de Shas'la al prodigio T'au, le preguntó a Shoh cómo podía superar hasta los más retorcidos escenarios y trampas diseñados por sus tutores. El joven respondió educadamente que solía pensar en qué planes pondría en práctica si fuese un tutor tratando de poner a prueba a un equipo de estudiantes, y entonces procuraba desbaratar esos planes lo mejor que podía. Se produjo un intercambio de miradas llenas de significado entre los dignatarios reunidos, pero nada más se dijo sobre ese tema en aquel momento.

Dos rotaa más tarde, los tutores que habían supervisado a la generación de Shoh habían sido relevados de sus deberes y enviados de vuelta a la línea del frente del esfuerzo bélico T'au. Shoh y sus compañeros novicios fueron enviados a la misma zona de guerra, como miembros de pleno derecho de la Casta del Fuego y ansiosos por enfrentarse a las incursiones Arachen en el Velo Occidental.

A puerta cerrada, el Comandante Jun'nami y sus asistentes decidieron que la habilidad marcial de Shoh era tan prometedora como habían esperado. Sin embargo, las auténticas pruebas (las del espíritu, no las de la mente) aún estaban por llegar.

El camino al mando[]

Shas'la Shoh tuvo un gran impacto en el espíritu militar de la Casta del Fuego de Vior'la estacionada en el Velo. Siguiendo el procedimiento estándar, el joven T'au sirvió durante sus primeros cuatro años de carrera como miembro de un equipo de Guerreros del Fuego en un Cuerpo de Cazadores. Sin embargo, los antiguos tutores de Shoh tenían viejos amigos en la estructura de mando, guerreros de su propia generación. Uno de ellos en particular, el feroz Sha'kan'thas, no se había tomado bien que el joven aspirante hiciera parecer estúpidos sus ejercicios. Se aseguró de que su antiguo alumno estuviese apostado en las zonas más peligrosas de cada enfrentamiento, y de que Shoh siempre estuviese en la misma línea del frente. Si el prodigio guerrero había nacido de verdad para la gloria, estaría a la altura del reto y prevalecería en el nombre del Bien Supremo. Si caía, que así fuera: todo el asunto de Mont'yr sería un recuerdo distante en poco tiempo.

El joven T'au demostró ser más que capaz durante las purgas de la raza Arachen realizadas por la Casta del Fuego. De camino al escenario de los combates, Shoh memorizó cada uno de los hechos que la Casta del Agua había logrado averiguar en sus tratos con las hembras Oestromísticas de esa raza polípoda, información que los diplomáticos habían atesorado con cuidado y después enviado a la Casta del Fuego el mismo día en que los Arachen habían rechazado formalmente unirse al Bien Supremo. Antes de que su equipo hubiese disparado una sola bala con sus Rifles de Inducción, Shoh había analizado concienzudamente la doctrina de batalla del género masculino Arachen, dotado de cuchillas en las patas, y había llegado a entender sus extrañas capacidades marciales casi tan a fondo como las de su propia Casta.

Durante los cuatro años de guerra que pasó como un soldado Shas'la, Shoh llegó a ser conocido por todos los guerreros de su Cuerpo. Su capacidad para disparar un Rifle de Inducción a distancias extremadamente cortas le hizo capaz de rechazar varios ataques sorpresa de los Arachen, y siempre era rápido en aprovechar cualquier ventaja que se le presentase. Rápidamente se ganó la confianza de su oficial, Shas'ui Mon'oka, y después su respeto. Esto se convirtió en gratitud eterna en la Batalla de la Gran Red, donde Shoh liberó de un tiro al Shas'ui de una trampa de hilos, salvándole de los sacos de huevos de las Oestromísticas y de la horrible muerte que de otro modo habría sufrido.

Hacia el final de su servicio como Guerrero del Fuego, las "sugerencias" de Shoh eran ya lo que formaba la amplia mayoría de los planes de batalla de su unidad. Firme creyente en el Bien Supremo, Shas'ui Mon'oka recomendó a sus subalternos para su primera Ordalía de Fuego tan pronto como se presentó la ocasión. Su superior, el Filoardiente del Cuerpo, estuvo encantado de aprobarlo. No mucho después, el joven guerrero T'au y su equipo fueron enviados de vuelta a Vior'la para un potencial ascenso.

La Ordalía de Fuego fue una experiencia traumática.

En las pruebas de madurez de la casta guerrera es habitual un alto nivel de adversidad, pero había algunos en la academia de entrenamiento que recordaban la inadvertida relación de Shoh con la caída de sus antiguos colegas, y deseaban probarle aún más duramente por eso. Shoh fue arrojado a un escenario de fuego real en completa oscuridad, donde él y su equipo fueron asaltados por numerosos horrores sin nombre que desafiaban toda clasificación o entendimiento. Hasta la rápida mente de Shoh fue de poco uso, y al final, fue el fuego en su alma lo que aseguró su destino. Cuando una cosa compuesta por tentáculos y unas grandes fauces se lanzó en picado para devorar a su Shas'ui, Shoh se lanzó de cabeza en su camino, y fue hecho pedazos en el proceso.

El guerrero T'au murió ese día, y no por primera vez. Cuando Shoh fue recuperado de su simulacoma, sus tutores le informaron de que solo aquellos miembros de su equipo que habían "muerto" en la Ordalía la habían superado, y que su nuevo rango era el de Shas'ui. Cuando Shoh preguntó por los que no habían pasado la prueba, sin embargo, su pregunta solo recibió un pétreo silencio. Aunque una parte oculta del alma de Shoh se rebeló ante esto, su alegría por estar vivo y la satisfacción de su más ferviente deseo ahogaron temporalmente cualquier otra pregunta. Después de todo, con el rango de Shas'ui llegaba el honor con el que Shoh siempre había soñado: el derecho a pilotar una Armadura de Combate.

El Manto del Héroe[]

Aunque regresó al Velo Occidental para coger experiencia como el Shas'ui de una escuadra de Guerreros del Fuego, menos de un ciclo entero después Shoh fue introducido en la élite blindada de los ejércitos T'au. Sus maestros sentían tanta curiosidad como él sobre si sus extraordinarias habilidades tácticas y militares se traducirían igualmente en el arte del pilotaje de una Armadura de Combate. No quedaron defraudados. Desafortunadamente, no pudo decirse lo mismo de Shoh.

Al analizar las grabaciones de los Drones de su época como Guerrero del Fuego, los maestros de Vior'la de Shoh habían notado una marcada afinidad (un deseo, incluso) por la acción a cortas distancias en las tácticas del joven T'au. Los comandantes de la Casta del Fuego que habían monitorizado sus progresos querían enseñar a Shoh el autocontrol y la perspectiva de un papel de apoyo. El día en que el joven prodigio se presentó en el Alto Mando del Shas'ar'tol, fue asignado de inmediato a los pilotos especialistas de los Equipos Apocalipsis. Fue bajo los auspicios del veterano francotirador Shas'vre Ob'lotai donde Shoh aprendió las bases del pilotaje de una Armadura de Combate, y en el proceso, una cierta medida de contención.

Al principio, Shoh se sintió decepcionado por su asignación a la retaguardia de la guerra Arachen. Él siempre había soñado con pilotar una Armadura de Combate Crisis, aunque lo ocultaba bien. Pero en su corazón, sabía que el esfuerzo bélico era más importante que sus propios deseos personales. Aplicó toda su excepcionalmente a dominar los sistemas de su XV88 Apocalipsis, empapándose de los datos técnicos y los informes posteriores siempre que estaba fuera de la matriz de pilotaje de su armadura. En un solo ciclo de entrenamiento, Shoh había logrado un alcance y una precisión mayor con su Rifle Acelerador Pesado que el propio Shas'vre Ob'lotai.

Tan pronto como hubieron cumplido con los programas de entrenamiento, el Cuerpo de Apoyo de Ob'lotai fue despachado a toda prisa al Velo. Allí, mientras su equipo reventaba una obesa Oestromística tras otra, Shoh se ganó un nuevo epíteto: el Joven Verdugo. Aunque solo su mentor Ob'lotai siguió diciéndoselo, los cuatro años pasados luchando en la retaguardia de las luchas del Cuerpo de Cazadores fueron los más duros para Shoh. Estar revestido por una armadura y armado con la más poderosa tecnología ofensiva, y aun así tener que depender de guerreros más jóvenes y menos protegidos para que luchasen en su lugar, era una tortura que Shoh nunca quiso repetir.

Cuatro años y una vertiginosa Ordalía de Fuego más tarde, Shoh obtuvo su deseo. Ya que había servido el tiempo suficiente y con la distinción necesaria para ganarse el rango de Shas'vre, se le confió el mando de una modernísima Armadura de Combate XV8 Crisis. Se esperaba de él que dominase rápidamente sus sistemas de armas, pues la propia Comandante Dawnstone estaba a punto de dirigir a los guerreros de Vior'la en las últimas fases de la Guerra del Velo, y necesitaba a su lado a las mejores tropas que el planeta podía proporcionarle.

Pronto comenzó un periodo de batallas excepcionalmente sangrientas a lo largo y ancho del Velo Occidental, que marcó a Shoh física y mentalmente. Perdió gran parte de su pierna izquierda por el ataque de un enjambre de Correteantes que se metió dentro de una parte dañada de su armadura Crisis, y vio a muchos camaradas sufrir muertes espectacularmente viscerales cuando sus Armaduras de Combate fueron desgarradas por gigantescos Abuelos Arachen. Sin embargo, la agilidad y la habilidad de Shoh a los mandos de la Armadura XV8 le hicieron famoso rápidamente en el grupo de mando de Dawnstone. Fue ascendido a saz'nami, ocupando su lugar junto a uno de sus antiguos tutores como oficial de escolta de su comandante.

Shoh estuvo muy a la altura de la fe depositada en él durante el enfrentamiento con la temidísima Trinidad Arachen en el corazón de la guerra. Tras desentrañar los laberínticos patrones lógicos con los que los Arachen construían sus nidos, Shoh dirigió a su comandante al sedoso corazón de la Nave Crisálida Arachen. Allí, él y la Comandante Dawnstone lanzaron el ataque Mont'ka que mató a los tres miembros de la Trinidad y expulsó a los Arachen del Velo Occidental de una vez por todas.

En el viaje de vuelta a Vior'la, sin embargo, golpeó la tragedia. Mientras abordaban la Nave Crisálida, la nave insignia de la Comandante Dawnstone había sido infestada con Correteantes Arachen que surgieron de los conductos de ventilación y las tuberías para inundar sus pasillos iluminados de azul. Quizás como un último gesto de desafío lleno de odio, la infestación cayó sobre el consejo de mando de la Casta del Fuego mientras debatían desarmados y vestidos solo con sus uniformes. Shoh mantuvo a raya al enjambre, usando su cuerpo para bloquear la entrada a la cámara lo mejor que pudo mientras su Comandante y sus ayudantes huían. Shoh se mantuvo firme incluso mientras la agonía recorría su cuerpo, y los colmillos venenosos de los Correteantes se clavaron en su piel una y otra vez hasta que su torturada forma dejó de temblar.

Shoh despertó en una bahía médica desde la que podía verse el familiar entorno de la Cúpula de Batalla Mont'yr. Su cuerpo estaba cubierto por vendas psicosomáticas, pero no había sufrido ningún daño permanente. La propia Dawnstone estaba esperando junto a su cama para informarle de que el ataque de los Correteantes había sido en realidad una Ordalía de Fuego: todo el suceso había sido una simulación. Justo como ella había esperado, Shoh había sido un excelente guardaespaldas, incluso sin poder recurrir a su Armadura de Combate. A la vista de este éxito, había sido ascendido a Shas'el, o Subcomandante. Mejor aún, Shoh había logrado cumplir su deber de una forma tan espectacular que el mismo Comandante Jun'nami había aceptado entrenarle en el arte de la guerra.

Alumnos del Maestro[]

Shoh fue transportado a Dal'yth Prime, donde se abrió camino hasta el pico del Monte Kanji, la residencia de Jun'nami. Sin poder recurrir más que a su astucia y a su tenacidad, el viaje por la escarpada ladera fue una terrible prueba por sí mismo. Sin embargo, usando un sistema de poleas improvisadas y el peso muerto de un lince de nieve de Kanji que había matado con una honda casera, Shoh logró completar la escalada de la peligrosa montaña, milla a dolorosa milla.

Poco después de alcanzar el pico más alto, Shoh encontró al Comandante Jun'nami sumido en una profunda meditación. El eremita estaba sentado con las piernas cruzadas en un simple trono gravítico. Su anciano cuerpo se había atrofiado, pero brillaba con una irreductible dignidad de todas formas. Shoh había oído que el sabio había sido incapacitado por una herida en la columna sufrida mientras inspeccionaba las colonias de más allá del Golfo de Damocles, pero fue lo bastante educado como para no preguntar: estaba allí para alcanzar la sabiduría, no para buscar un compañero de luchas. Sin embargo, los compañeros de equipo con los que Shoh habría de competir en la cima del Monte Kanji modelarían su destino durante muchos años.

Delante de Jun'nami, también concentrados en su meditación, había dos jóvenes guerreros T'au: una se presentó después como Shaserra, otra aspirante a los niveles de mando de la Casta del Fuego, y el otro era un taciturno pero dotado guerrero conocido como Kais. Durante las durezas que siguieron, los tres aspirantes se unieron tanto como hermanos de Ta'lissera, aunque siempre estuvieron amargamente enfrentados por la aprobación de su anciano maestro.

Cada uno de los estudiantes de Jun'nami tenía un estilo y una filosofía marciales distintos. La hirviente pasión y el deseo de zambullirse en las llamas de la guerra le hacía tender a las estrategias del Mont'ka, o "golpe letal", mientras que Shaserra era una cuidadosa y meticulosa practicante del "cazador paciente", o Kauyon. Kais, un individuo introvertido y extraño, buscaba de forma inusual la maestría en la senda guerrera del Monat. Su objetivo era convertirse en el perfecto guerrero solitario, un hombre-ejército que pudiese triunfar en cualquier situación con tan solo los recursos a su alcance. Aunque Shoh obtenía regularmente las mejores marcas en las simulaciones de combate, sus compañeros no le iban muy a la zaga. La competitividad entre ellos hizo que cada uno se esforzase por alcanzar el éxito tanto como si estuviese en una auténtica zona de guerra, y en el proceso, se ganase el respeto de sus compañeros.

El Comandante Jun'nami había dominado hacía mucho cada una de las disciplinas marciales de los T'au, y aún otras más. A lo largo de los años perfeccionó las habilidades de sus estudiantes a niveles casi sobrehumanos, mientras se esforzaba constantemente por hacerles apreciar las estrategias alternativas disponibles para los sabios. Cuando les pedía que lucharan a la manera de otro de sus camaradas, lo hacían bastante bien, pero en realidad solo obedecían para asegurarse la aprobación de su maestro. Cada estudiante había escogido su propio camino, y odiaba apartarse mucho de él.

Uno a uno, los guerreros T'audejaron la compañía de Jun'nami, con sus estudios tan completos como se pudo conseguir. Tomaron sus nuevos nombres y títulos en la cima del Monte Kanji: el Comandante O'Shoh, la Comandante O'Shaserra, y el Comandante Monat O'Kais. Aunque cada uno fue a luchar a un conflicto distinto en las fronteras del Imperio T'au, los tres discípulos de Jun'nami dejaron su marca en la historia.

La primera misión de O'Shoh le llevó a reforzar a la población T'au de Arkunasha frente a la novedosa amenaza pielverde. Cuando la Casta del Fuego presentó batalla, no pasó mucho tiempo antes de que por las dunas de óxido del planeta corriesen ríos de sangre.

La Guerra de Arkunasha[]

El planeta de óxido[]

El planeta de Arkunasha fue colonizado durante la Segunda Esfera de Expansión. A pesar de la aridez de los desiertos de óxido que componían la superficie del planeta, los T'au habían asentado en el rojo planeta a una importante población. Lo habían logrado mediante el incansable trabajo de los científicos e ingenieros de la Casta de la Tierra. Con sus esfuerzos, el Imperio T'au había rodeado el orbe con dos líneas de biocúpulas, parecidas a collares de perlas, en torno a las latitudes más templadas, de forma que ambas quedaban a la misma distancia del ecuador. Desde la órbita, el mundo parecía un globo rojo sangre flotando a la deriva en el océano del espacio, recorrido por sendas bandas bioluminiscentes que pulsaban con luz blanco-azulada como el costado de algún organismo abisal.

En sus investigaciones preliminares, durante las primeras expediciones a la superficie de Arkunasha, la Casta de la Tierra había hecho un perturbador descubrimiento. Al determinar la fuente de los desiertos de óxido que cubrían el planeta, hallaron una gran variedad en la composición e incluso el origen de las diversas partículas. Era como si el mundo hubiera estado cubierto por completo por estructuras metálicas en algún momento del pasado distante, y desde entonces estas se hubieran deshecho y pulverizado. Dada la profundidad del residuo de óxido, esa antigua civilización debía haber incluido varias ciudades artificiales del tamaño de cordilleras.

En la Casta de la Tierra abundaron las teorías sobre la catástrofe planetaria que había destrozado todo lo que había habido sobre la superficie. Aunque los T'au no tenían ni idea de qué podía haber causado la espectacular muerte de Arkunasha, ni de quién podrían haber sido sus habitantes, este fue su primer hallazgo del poder capaz de destruir mundos del Imperio de la Humanidad.

Una de las primeras acciones de O'Shovah en Arkunasha fue entrenar a los jóvenes e inexpertos Guerreros del Fuego que componían las fuerzas militares del planeta. Más importante aún es que les había infundido a reflexionar en ellos mismos como guerreros de nuevo, en vez de niños malcriados. A continuación se llevó a los Guerreros del Fuego a una carrera de reconocimiento del desierto como su primera caza de entrenamiento. Durante semanas estuvo entrenando a sus Guerreros del Fuego a conocer e utilizar en su provecho la orografía del planeta, utilizando el terreno como su mejor aliado, hasta conseguir mejoraran sus técnicas de combate. Para ello fue incluyendo dificultades como Rastreadores y Drones Francotiradores ubicados en localizaciones de los cañones con el fin de valorar sus avances.

¡Waaagh! Dok[]

La cruzada de violencia Orka conocida como el ¡Waaagh! Dok apareció en la vecindad de Arkunasha sin previo aviso ni motivo alguno. El espacio al este del planeta había estado vacío durante años. Un equinoccio, una extraña erupción solar estalló y pareció formar símbolos raros en el cielo. Cuando remitió, la Casta de la Tierra avistó algo que desafiaba toda lógica. Comprobaron y recalibraron sus instrumentos una y otra vez, solo para recibir el mismo resultado. El vacío oriental estaba ahora salpicado con cientos de señales de energía, cada una de ellas emitiendo tanta radiación que no podían ser de origen T'au. Más perturbador aún era que todas y cada una de ellas estaban en rumbo de colisión con Arkunasha.

Semanas más tarde, el planeta estaba envuelto por una guerra a escala total. Una vasta invasión Orka había desembarcado, estrellando gigantescos asteroides-fortaleza en las dunas del planeta con una serie de tectónicos estampidos. La crudeza del asalto Orko había sido lo que le había permitido tener éxito. Las soluciones de disparo de la Casta de la Tierra podían despresurizar o destruir una flota convencional antes de que llegase a la órbita, pero no había nada de convencional en la armada pielverde. Incluso los pesados Aceleradores Lineales que erizaban las biocúpulas T'au habían resultado ser casi inútiles contra las porosas bolas de roca y chatarra arrojadas en su dirección.

Más y más naves Orkas se lanzaron desde el cielo y se estrellaron en las dunas en una terrorífica lluvia planetaria que los T'au dieron en llamar ghoro'kha, o saludo de la muerte. Los Cuerpos de Cazadores y Defensores se apresuraron hacia cada uno de los puntos de impacto, pero los pielesverdes emergieron de los cráteres que rodeaban a los asteroides como agua desbordándose de un caldero hirviente.

El Doktor Jefe[]

El Kaudillo en el corazón del ¡Waaagh! Dok había sido antaño un Matazanoz en el séquito del tirano Orko Drogbag, llamado Piñofauze. A lo largo de los años, Drogbag no se había dado cuenta de que cada vez que despertaba de una operación en la cabaña del Doktor, el Matazanoz era un poco más corpulento y el Kaudillo lo era un poco menos. Para cuando un Gretchin maltratado chivó a Drogbag de que Piñofauze le estaba "rekortando un poko" cada vez, era demasiado tarde. El Matazanoz Piñofauze partió literalmente en dos al Kaudillo en el subsiguiente duelo por el liderazgo, haciéndolo pedazos con sus radiales gemelas y reclamando el dominio de la tribu en el proceso.

Así comenzó un ¡Waaagh! verdaderamente inusual. En cada Klan o tribu que Piñofauze reclutaba para su causa, los Matazanoz eran tratados como miembros de la realeza. Se obligó a todos los Orkos a recibir al menos una pequeña modificación cibernética, y durante la operación, tanto sus piñoz como sus armas desaparecían inexplicablemente. Con sus Latas Azezinas asistentes cubiertas por delantales dispuestas a respaldarles si un paciente se rebelaba, la Peña de Doktores del Matazanoz Piñofauze llegó lentamente a controlar casi toda la riqueza y el equipo de su partida de guerra.

La influencia del Doktor Jefe se extendió a través del sistema, y no pasó mucho antes de que el ¡Waaagh! Dok pusiera rumbo al mar de estrellas. Abordando asteroides capturados y convirtiéndolos apresuradamente en crudas naves de guerra, los Orkos se dirigieron a la arremolinada mancha estelar que llamaban "La Gran Koza Revuelta", esperando invadir y destruir lo que fuera que hubiese tras ella. A través de la fisura llegaron a Arkunasha, y a una guerra que pondría a prueba su sed de batalla hasta el límite.

Arkunasha[]

"¡Estos objetos no os hacen ser un guerrero! ¡La voluntad, la habilidad de combatir, para ser un guerrero, no reside en vuestro armamento, ni tampoco está dentro de vuestra armadura a menos que os formen parte de vosotros mismos! El guerrero empieza por su interior, un guerrero es uno que lucha con cualquier cosa que tenga a su alcance y con nada si tuviera que hacerlo!"

O'Shovah (pateando el equipo de sus guerreros una vez les ordena quitárselo para dar una lección a los Guerreros del Fuego de Arkunasha)

El planeta de óxido de Arkunasha tiene poca vida nativa; no en el sentido convencional, al menos. Los T'au que se asentaron allí pronto encontraron un capricho del ecosistema planetario que desafiaba toda explicación racional: los desiertos rojos eran recorridos por tormentas de óxido de terrible fuerza. Cualquier individuo atrapado en su arremolinado abrazo desaparecía por completo, aunque en ocasiones se encontraba el desecado cadáver de la víctima a varios cientos de kilómetros de distancia. Tal era la fuerza de estas tormentas que incluso las Armaduras de Combate y los vehículos gravíticos eran vulnerables. Los motores se atascaban y fallaban, los transportes antigravedad eran arrojados contra las dunas como por obra de una mano invisible, los sensores fallaban y la precisión de las armas se reducía al mínimo. Lo más desconcertante de estas grandes tormentas era que los tornados que recorrían sus bordes exteriores a menudo se movían en una dirección totalmente contraria a la meteorología natural de la zona, especialmente si un ser vivo pasaba cerca; era como si las tormentas estuviesen vivas, y tuviesen sed.

A los pocos días de que estas tormentas empezasen a atacar a los colonos de Arkunasha, los Etéreos de los asentamientos habían prohibido el uso de los términos "tormenta fantasma" y "diablo de óxido". Las condiciones atmosféricas de Arkunasha eran indudablemente extrañas para ellos, pero eso se debía solo a que tenían un entendimiento imperfecto del ecosistema del planeta. Este era un problema que sería rectificado rápidamente por la Casta de la Tierra. No había razón para la alarma, y la idea de que el desierto estaba poseído por los fantasmas de la antigua población era barbárica e impropia de una raza sofisticada como los T'au.

En poco tiempo, los colonos aprendieron a evitar las tormentas de óxido, y todos los rumores sobre fantasmas se apagaron. Sin embargo, la adversidad que proporcionaban estas tormentas fomentó un espíritu de testaruda determinación en el pueblo de Arkunasha, una pertinaz negativa a rendirse que les hizo luchar hasta el fin contra los Orkos del ¡Waaagh! Dok.

El Pueblo de las Cúpulas[]

Para cuando el Comandante Shoh y su flota alcanzaron la órbita de Arkunasha, el planeta había sido arrasado casi por completo. Con la excepción de unas pocas fuerzas de ataque altamente móviles dispersas por el desierto, la presencia militar T'au en el planeta había sido destruida en una serie de enfrentamientos desastrosos sin causar grandes bajas en el enemigo. El resto de la población estaba atrincherada en las transparentes biocúpulas que rodeaban el planeta: aunque los Orkos habían destruido la mayor parte de las estructuras conectoras en poco tiempo, no habían diseñado aún una forma de penetrar en los caparazones de varios metros de grosor de los propios hábitats. Cada uno era una isla en un mar de invasores, rodeada por bárbaras hordas que aporreaban y taladraban los gruesos transplásticos que les separaban de su presa. Los T'au de dentro consiguieron una buena oportunidad para estudiar de cerca a sus perseguidores, pero los recursos de los hábitats se estaban agotando, y sus fuerzas militares eran lastimosamente inadecuadas para repeler a los Orkos. Sin el agua de las granjas de humedad de cada biocúpula, la esperanza de vida del pueblo de Arkunasha podía ser medida en semanas, en el mejor de los casos.

Para sorpresa de O'Shoh, su flota de contrainvasión llegó a la superficie de Arkunasha sin el menor estorbo. Todas las torpes naves-asteroide Orkas habían aterrizado, sin excepción, y no habían dejado atrás ningún piquete de acorazados ni aun siquiera estaciones de vigilancia. Parecía como si los invasores estuvieran demasiado ocupados acosando a la población T'au como para preocuparse sobre asuntos tan triviales como refuerzos enemigos. O'Shoh sacudió la cabeza anonadado ante la presunción de su enemigo. Aunque llegaría a conocer demasiado bien la mente Orka, aún tenía que entender que incluso si los Orkos pudieran haber evitado la contrainvasión, no lo habrían hecho.

El Comandante Shoh ya había recibido una extensa descripción de la situación de parte de los T'au atrapados en las cúpulas de Arkunasha, así que pudo formular un plan de ataque apropiado para el inminente combate. Las tormentas de polvo del planeta podían ser evitadas con la cuidadosa vigilancia de la red suborbital de Drones de la Casta de la Tierra; mientras se diera un amplio margen a las tormentas, no había razón por la que estas debieran cobrarse ninguna vida. Los Orkos eran otro problema totalmente distinto. Según las observaciones de la Casta del Aire, parecía haber incluso más bandas violentas recorriendo el desierto que en las primeras semanas de la invasión. Más extraño aún, los escaneos de los Drones habían confirmado algo que los Etéreos habían rechazado originalmente creyendo que se trataba de simples rumores atemorizados: los Orkos que estaban probando las defensas de cada biocúpula estaban volviéndose lentamente más grandes. Hasta el momento, las bestias alienígenas habían rechazado o ignorado todos los intentos de comunicarse o negociar una tregua, y la Casta del Agua no tenía ni idea de cómo proceder. Todo lo que las bestias de piel verde parecían querer era luchar.

En sus meditaciones previas a la batalla sobre el tema, O'Shoh se dio cuenta de que podía trazar paralelismos con ese concepto. Él había estado practicando el arte de la guerra en simulaciones o languideciendo en el limbo del viaje interestelar durante demasiado tiempo. En su corazón, ansiaba volver a poner su vida en riesgo en el nombre del Bien Supremo. El espectáculo de la guerra le llamaba: el ruido, la luz, incluso el derramamiento de sangre, si era honesto consigo mismo. Estas reflexiones fueron su primer paso hacia la comprensión de la psique del Orko, y al alcanzar ese entendimiento, cambiaría las tornas de la guerra de Arkunasha.

Aunque los T'au se habían enfrentado a civilizaciones alienígenas antes y emergido triunfantes, en casi todas esas invasiones la Casta del Fuego había tenido la ventaja. Esta era una de las pocas ocasiones en las que la maquinaria bélica T'au sería puesta a prueba en condiciones tan desesperadamente desfavorables. Las simulaciones de entrenamiento siempre incluían módulos en los que los T'au luchaban en inferioridad numérica, de como mucho diez a uno. Aquí, el enemigo pululaba por las dunas en millares de millones. Las fotografías orbitales obtenidas al entrar en la atmósfera indicaron que los Orkos superaban a la contrainvasión de la Casta del Fuego por casi cuatrocientos a uno.

Cuando las observaciones finales de la Casta del Aire fueron transmitidas al comandante durante su descenso, él asintió solemnemente. Los Cuerpos de su Contingente tendrían que usar las armas de la mente antes que el guantelete, dijo; contra la bestia salvaje, una estrategia así era inevitable. Cuando se le pidió que aclarase sus intenciones, O'Shoh desenvainó una de las espadas ornamentales de la pared que había sobre él y la clavó en el brazo del trono de mando, antes de partir su hoja por la mitad. Era una metáfora que se volvería famosa entre la Casta del Fuego durante los siguientes meses.

La Senda de la Espada Rota[]

Tau comandante farsight combate armadura

Los enfrentamientos iniciales contra los Orkos buscaban restablecer las rutas de suministros y poner a prueba las defensas y capacidades de los pielesverdes al mismo tiempo. Tan individualistas eran los Orkos, que no había ningún uniforme ni marcas de estructura militar, y O'Shoh se vio obligado a profundizar más en la mentalidad Orka antes de proceder a trazar una estrategia. Mantuvo a sus Cuerpos de Cazadores en movimiento sobre la superficie del planeta a bordo de Transportes Mantarraya y Armaduras de Combate retropropulsadas, evitando a las tormentas asesinas siempre que se les acercaban. En cada rincón del planeta, hizo matar a distancia a Orkos suficientes como para asegurar que las dispersas bandas estuviesen al borde del pánico. Casi sin excepción, el Orko más grande de cada grupo era el que restauraba el orden. La simplicidad de su estructura militar era tal que había sido ignorada en un principio: en la psique Orka, la fuerza daba la razón, y nada más.

Otra observación que hizo O'Shoh fue que dondequiera que sus tropas atacaban a los arremolinados ejércitos Orkos y después se desvanecían, casi de inmediato estallaban combates incluso si no había ningún enemigo al que enfrentarse. Los drones de infiltración confirmaron sus sospechas. Los Orkos aprovechaban cualquier excusa para atacarse los unos a los otros. Retos de liderazgo, robo de propiedad, e incluso comentarios descuidados servían para provocar un altercado. Se tomaron grabaciones y se enviaron al cuartel general móvil de O'Shoh, un centro de mando con forma de disco que se desplazaba constantemente por las dunas sobre un cojín de energía antigravitatoria.

Después vino un periodo de un año conocido como la Gran Reducción. Farsight ordenó a varios contingentes de infiltración y equipos de Armaduras de Combate que se adelantasen y patrullasen las dunas, localizando y destruyendo a los Orkos más grandes de cada banda con disparos precisos antes de desaparecer sin dejar rastro. Esto empujaba inevitablemente al resto de los Orkos a un frenesí de violencia cuando salían en persecución de sus atacantes antes de volverse los unos contra los otros. La sangre corría tras cada baja cuando los Orkos se enfrentaban por quién debía tomar el mando, y la cuenta de muertos crecía constantemente.

A medida que más y más drones de vigilancia enviaban sus informes al Alto Mando, O'Shoh observaba cada grabación con fría fascinación. Poco después, había descifrado no solo el crudo sistema de glifos que los Orkos usaban como escritura, sino también la gutural lengua Orka. Pronto, ya podía decir a sus asistentes lo que ocurriría en cada suceso grabado antes de que tuviera lugar. Sus oficiales bromeaban que debía haber visto ya las grabaciones, pero sabían perfectamente que su comandante simplemente había conseguido entender a su enemigo. Su personal de mando empezó en seguida a llamarle por un nuevo apodo, Shovah, o "de vista lejana".

El conocimiento obtenido de estos mensajes interceptados se filtró rápidamente en la doctrina militar de la Casta del Fuego. Allí donde los glifos Orkos de "Jefe", "Mekániko" o "Doktor" aparecían en un vehículo Orko, los Cuerpos de Cazadores priorizaban su destrucción con disparos concentrados de Tanques Cabezamartillo apoyados por Armaduras Apocalipsis, ralentizando la respuesta Orka al máximo. Aunque los T'au no podían formar las sílabas del lenguaje Orko, los aliados de la Casta de la Tierra de O'Shoh cortaron trozos de audio procedentes de retos e insultos Orkos enviados por las redes de comunicaciones que los invasores habían saqueado a los T'au caídos; enviando los insultos Orkos adecuados en el momento adecuado, O'Shoh desató una oleada de disensiones en todos y cada uno de los clanes y tribus que vagaban por el desierto, provocando una serie de guerras menores en el proceso. En un año, la bestia de piel verde que había invadido Arkunasha estaba mordiéndose su propia cola. Las tácticas de O'Shoh habían distraído a los Orkos hasta el punto de que las fuerzas T'au pudieron llevar agua y comida a la gente atrapada en las biocúpulas y liberar a los restos de la Casta del Fuego de Arkunasha, reforzando aún más sus filas.

La bestia se alza para golpear[]

Aunque muchos en el mando central T'au se felicitaban mutuamente por una guerra bien librada, la mayoría de los invasores Orkos aún vivían. Tanto la población de Arkunasha como la fuerza de contrainvasión conocían ya universalmente a su líder como O'Shovah, o Comandante Farsight. A pesar de este honor, él no estaba satisfecho con su progreso, y sabía que la lucha estaba lejos de acabar. Las tribus más organizadas habían empezado a saquear sistemáticamente las redes de comunicación, las armas y las armaduras de los T'au caídos que quedaban dispersas por las dunas de óxido. Allí donde quiera que quedase un vehículo gravítico ardiendo pero aún flotando sobre el desierto, los Orkos extinguían las llamas con cubos de óxido y lo reaprovechaban, incorporándole motores humeantes y armas de proyectil sólido. Las grabaciones de los drones de vigilancia mostraron que la casta Orka de los Mekánikos estaba obligando a sus razas esclavas a excavar profundamente en las dunas en busca de chatarra enterrada. Los T'au jamás habrían considerado usar ese material, pero los Orkos lo encontraban extremadamente útil. A medida que más y más vehículos Orkos eran blindados o construidos enteramente con metal oxidado, las hordas se fundieron con el desierto con un tipo de camuflaje accidental.

Peor aún, los ataques sorpresa de las hordas Orkas se estaban volviendo cada vez más frecuentes. La Casta del Aire pronto descubrió por qué: los Orkos veteranos que habían estado luchando en Arkunasha desde la primera invasión habían generado una piel lo bastante gruesa y retorcida como para protegerles de los abrasivos efectos de las tormentas de óxido. Cada vez que estas bandas permitían que una tormenta los cubriese, un puñado de pielesverdes era arrebatado y destruido por los tornados rojos, pero el resto marchaba en relativa seguridad dentro del ojo de la tormenta, a salvo de los Cuerpos de Cazadores que patrullaban el desierto. Cuando la tormenta se estrellaba contra una base T'au, estas manadas vagabundas de Orkos de élite aparecían de las arremolinadas nubes con una furia cruel digna de un Knarloc enfurecido.

El Comandante Farsight había esperado que los Orkos tuviesen muchos recursos, pero aún no había llegado a apreciar por completo las ventajas otorgadas por su misteriosa fisiología. De hecho, el número de Orkos en Arkunasha estaba aumentando más que reduciéndose lentamente. O'Shovah y sus maestros Etéreos se vieron obligados a considerar el funcionamiento de la reproducción Orka, una línea de pensamiento que ninguna especie civilizada debería seguir. El consejero de la Casta de la Tierra en el que Farsight más confiaba, el joven genio O'Vesa, creía que los Orkos poseían un componente fúngico en su material genético. Mantenía que las esporas que despedían continuamente estaban floreciendo en los desiertos de óxido. Si sus teorías eran correctas, cada mañana las dunas de óxido empapadas por una película de rocío se sacudían y derrumbaban revelando un puñado de inmaduros Orkos de las Dunas, inferiores en tecnología pero ansiosos por pelear.

Cuando se extendió la noticia de que el número de Orkos estaba aumentando realmente, la moral se sacudió como golpeada por una bomba megatónica. Los Etéreos de la expedición insistieron en que era imposible redirigir más recursos a Arkunasha: los T'au estacionados allí deberían superar a este enemigo por sí mismos. ¿Pero cómo podría prevalecer la Casta del Fuego sobre un enemigo que le avasallaba en las distancias cortas y que crecía en tamaño incluso durante la guerra?

Farsight se vio obligado a abandonar su programa de asesinatos y centrar su atención en su propio campamento. La moral estaba a punto de hacerse pedazos, y con ella, cualquier oportunidad que los T'au pudieran tener de recuperar el planeta.

El triunfo del espíritu[]

Desde su llegada a Arkunasha, Farsight había dirigido a varios equipos de ataque a la línea del frente. El Rifle Acelerador de su Armadura Crisis se había cobrado a más dirigentes Orkos que ningún otro. El enviado superior de la Casta del Agua que acompañaba a su expedición, Por'O'Kais, había sacado mucho partido de las victorias de Farsight. Se distribuía propaganda positiva por todas las biocúpulas y bases móviles, pero los ánimos de los T'au seguían hundiéndose. Si el número de Orkos no podía ser desgastado con el armamento y las tácticas superiores de los T'au, ¿qué esperanza podían tener de reconquistar el planeta?

En profundas conversaciones con Por'O'Kais, el Comandante Farsight llegó a la conclusión de que una de las principales armas de la raza Orka era su belicoso espíritu. Los Orkos desperdiciaban poca o ninguna energía en sentir miedo o paranoia, y en vez de eso dedicaban todo su ser a buscar y librar batallas. Los ejércitos pielesverdes gastaban un alto número de vidas persiguiendo a los móviles T'au allí donde los avistaban, incluso si eso significaba sufrir un 90% de bajas en el proceso, pero el último 10% pisoteaba a un Cuerpo de Cazadores si llegaba a alcanzarlo. Era algo crítico, ya que la habilidad en el combate cuerpo a cuerpo de la Casta del Fuego no era rival para la fuerza y la brutalidad de las hordas Orkas.

Mientras la guerra proseguía y los gráficos de progreso en el mando central T'au adquirían una inclinación cada vez más descendente, Farsight concluyó lo que sería su obra definitiva sobre la mentalidad pielverde. El Libro de la Bestia, como lo llamó O'Shovah, fue distribuido a todos los Filoardientes de Cuerpo, Shas'ui en Armadura de Combate y Gran Kroot presente en el planeta. La maestría táctica recogida en sus páginas era impresionante. Enseñaba a la Casta del Fuego a pensar como un Orko, a entender su lenguaje, e incluso a luchar con la furia de un Orko en la batalla si era necesario. Sobre todo, les enseñó que su comandante entendía bien al enemigo, y que los T'au aún podían ganar.

En los siguientes años el enfoque T'au hacia la guerra de Arkunasha cambió. La Casta del Fuego dejó de bailar fuera del alcance de los Orkos y de enfrentarse a cortas distancias a la amenaza pielverde solo cuando era absolutamente necesario. Por el contrario, la máquina militar T'au invirtió sus tácticas, llevando a equipos de Guerreros del Fuego y de Armaduras de Combate justo allí donde los Equipos de Rastreadores ocultos en las dunas descubrían a los Orkos. Cuando los Orkos lanzaban una de sus temibles cargas, los T'au se mantenían firmes en el punto de emboscada, poniendo una rodilla en el óxido y descargando una terrorífica red de fuego de apoyo solapado que les cubría cada vez que los Orkos se acercaban. Si algún pielverde conseguía atravesar el tiroteo, se encontraba de frente con una tormenta de luz ardiente, procedente de las Granadas Fotónicas retardadas de la Casta del Fuego. Si era necesario, los pielesverdes serían acribillados a bocajarro o incluso apaleados hasta la muerte con las culatas de los Rifles de Inducción mientras retrocedían ante los estallidos fotónicos, incapaces de defenderse de los vengativos T'au.

Era una táctica peligrosa, quizá hasta un grado innecesario. Pero había inspirado una nueva vida en la Casta del Fuego de Arkunasha. Muchos de los alumnos de O'Shovah se entregaron a la nueva estrategia con un celo particular, especialmente el combativo Comandante Brightsword. El embajador Por'O'Kais se aseguró de que la grabación de Brightsword y su Cuerpo superando a cortas distancias a una carga Orka fuese vista por todos. Hasta entonces, los T'au habían hecho poco más que defender sus biocúpulas. Ahora estaban ansiando la oportunidad de atacar. O'Shovah había puesto fuego en el interior de los pechos de sus guerreros, e iba a quedarse allí. Por todo el planeta, el combate estalló con un renovado fervor. En las redes laberínticas de cañones en el ecuador de Arkunasha, O'Shovah atrajo a las columnas de vehículos Orkos chapados en óxido hacia canales cada vez más estrechos, hasta que con destruir solo un vehículo al principio y al final de cada columna los Orkos quedaron atrapados y fueron masacrados como reses en un matadero. Apenas a unos kilómetros de distancia, ligeros Pirañas llevaron a los Dakkajets y Kópteros Orkos a una danza aérea a través de cañones cartografiados por Drones hasta que, uno a uno, los torpes pilotos Orkos chocaron contra las paredes rocosas en estallidos de fuego.

Los mercenarios Kroot de Farsight se dieron diariamente un festín con la carne de los Orkos de las Dunas, adaptándose al entorno hasta que su piel fue lo bastante dura como para resistir hasta una tormenta de óxido. Vagaban por las arenas con sus manadas de Knarlocs, soportando estoicamente las pérdidas ante los tornados mientras se zambullían en las tempestades para emboscar a los Nobles Orkos ocultos en su interior. Los crueles exploradores pielesverdes que avanzaban por delante de cada tribu fueron espiados y asesinados a su vez por Equipos Miméticos optimizados, dejando al grueso del ejército Orko vagar sin dirección bajo el duro sol del desierto hasta que se desataban luchas intestinas. Por todas partes, las enseñanzas del Libro de la Bestia de Farsight daban fruto. Cuando los Cuerpos de Cazadores dominaban sus métodos, O'Shovah dirigió a sus ejércitos contra hordas pielesverdes que les superaban por varios cientos a uno, y emergió triunfante. De forma lenta pero segura, los gráficos de progreso en el mando central empezaron a cambiar.

Masacre en la Garganta del Necrófago[]

Durante este periodo sin precedentes de éxito para los T'au en Arkunasha, el pueblo de las biocúpulas fue extraído y trasladado a las fortalezas naturales de las tierras altas, alejadas de las comodidades del hogar pero lo bastante seguras para sobrevivir mientras la guerra rugía abajo. Los Cuerpos de Cazadores siguieron desgastando y erradicando a los ejércitos Orkos que se arremolinaban en las dunas en una serie de ataques Mont'ka inmisericordemente eficaces. Entonces llegó una innovación entre las filas Orkas que cambió una vez más la faz de la guerra.

Aunque el ¡Waaagh! había sido reducido para entonces a menos de una cuarta parte de su tamaño original, los desiertos seguían infestados. Los Orkos de las Dunas se abrían camino fuera de las arenas rojas cada amanecer, y los Matazanoz al frente de los pielesverdes mostraban un talento casi nigromántico para restaurar a los guerreros caídos. La tenacidad del ejército Orko era increíble. Sin embargo, fueron los equivalentes Orkos de la Casta de la Tierra, los individuos conocidos como Mekánikos, los que robaron a los T'au su mayor fuerza.

La Garganta del Necrófago, llamada así por una atrocidad caníbal que había tenido lugar allí entre dos Estirpes Kroot rivales, era un vasto cañón abierto en el desierto que aullaba con feroces vientos. La batalla estalló cuando una gran horda de Orkos intentó atravesar la garganta y caer sobre las biocúpulas que había más allá. En su centro se alzaba un gigantesco bípode armado con un taladro diseñado para penetrar las conchas de transplástico de las cúpulas, y que era tanto un ídolo pagano como un arma de guerra. Farsight no tenía la menor inclinación por saber si funcionaría. Llevó a la batalla a sus equipos, arrasando la columna Orka desde arriba mientras seguía atascada en la garganta. Pero cuando empezó a caer fuego de plasma, brillantes cúpulas aparecieron con un parpadeo sobre cada banda, iluminadas por las energías que llovían sobre su superficie. Incluso el titán taladrador estaba protegido por una cúpula de fuerza, contra la cual los disparos de Rifle Acelerador Pesado de los Equipos Apocalipsis de Farsight se desintegraban en cuanto impactaban.

La batalla que siguió fue tortuosa para los T'au de Farsight. No podían abandonar a su suerte a las biocúpulas, pero su potencia de fuego era prácticamente inútil contra los destelleantes campos de burbujas de los Orkos. El impetuoso y joven Comandante Brightsword lanzó un ataque a corta distancia de Armaduras de Combate contra la peña Orka situada más atrás, y él y su equipo descubrieron rápidamente que la única forma de evitar los escudos era meterse dentro, poniendo a los T'au justo donde los Orkos querían.

Así comenzó la Masacre de la Garganta del Necrófago, la batalla más desastrosa jamás librada durante toda la Guerra de Arkunasha. Cada vez que los T'au penetraban en una burbuja para atacar a los Orkos de dentro, los pielesverdes cargaban de cabeza contra sus enemigos, disparando a diestra y siniestra. Combates cuerpo a cuerpo estallaron a lo largo de toda la garganta, y las atestadas condiciones que los T'au habían querido aprovechar se volvieron en su contra impidiéndoles retirarse nada más golpear. Aunque el propio Farsight empleó un atrevido asalto vertical para inmovilizar al traqueteante y barrigudo taladrador en el corazón de la horda Orka, se vio obligado a ordenar al resto de sus Cuerpos que se retirasen antes de que sus pérdidas fuesen demasiado graves. El Comandante se retiró con reticencia a su cuartel general móvil para reconsiderar su estrategia.

El gran decreto[]

Reuniéndose con sus consejeros Etéreos, Farsight solicitó respetuosamente una vez más que se le proporcionasen refuerzos desde Vior'la. La guerra colgaba en la balanza, afirmó: un asalto determinado sobre las posiciones Orkas claves llevaría a un cambio a favor en el rumbo de la campaña. Hubo un prolongado silencio antes de que los Etéreos respondiesen que, de hecho, ya había una nave T'au en camino desde Vior'la. Se negaron a decir más sobre el asunto.

Cuando la solitaria nave de desembarco Orca descendió a Arkunasha, Farsight y sus asesores más cercanos fueron a recibirla en una inmensa meseta natural sobre las tierras altas de Argap. La silueta de la nave eclipsó por un momento al sol rosa del planeta antes de aterrizar en una nube de óxido, asentándose como una raya sobre el fondo oceánico. Los sistemas hidráulicos susurraron cuando una gran rampa se abrió en el morro de la Orca, y los refuerzos prometidos surgieron a la luz: dos guardias de honor ceremoniales y un solo Etéreo.

Farsight se esforzó por tragarse la sorpresa y la frustración que surgieron en su pecho. Un único Etéreo... Su presencia era buena para moral, eso seguro, pero difícilmente podía considerársele como un recurso bélico, y desde luego no estaba a la altura de los Cuerpos de Cazadores auxiliares que O'Shovah había estado esperando. Se volvió hacia sus propios consejeros Etéreos, estupefacto, pero se mordió la lengua. Hizo bien, pues sus actos estaban siendo vigilados muy de cerca.

El recién llegado se presentó como Aun'Shi de Vior'la. Era un veterano de docenas de batallas, como atestiguaban sus muchas cicatrices, y se comportaba con la seguridad de un señor guerrero. O'Shovah hizo una profunda reverencia cuando Aun'Shi se le acercó, observando las formalidades acostumbradas para la recepción de un miembro de la Casta Etérea, pero había una tensión en sus movimientos que preocupó a Aun'Shi. Explicó con cuidado y paciencia a O'Shovah que el Alto Consejo Etéreo de T'au, guiado por la sabiduría del mismo Aun'Va, necesitaba de los remarcables talentos del comandante en otro lugar.

El Etéreo explicó calmadamente que en los siguientes pocos años, la Casta del Fuego debería retirarse completamente de Arkunasha, llevándose consigo a cuantos colonos pudiesen. Él supervisaría personalmente la extracción. No habría más ataques, ni más golpes letales, solo defensa. La meseta sobre la que se encontraban sería su fortaleza, y la protegerían con cada pizca de su ser hasta que todos y cada uno de los T'au hubiesen abandonado el planeta. Esto lo harían por el Bien Supremo, con efecto inmediato.

Farsight asintió secamente ante las noticias e hizo otra profunda reverencia en señal de obediencia. En una parte secreta de su alma, sin embargo, sintió removerse una gran inquietud. ¿Cómo podían abandonar los T'au el planeta cuando la victoria estaba finalmente a su alcance? No obstante, un Etéreo superior había hablado. Un simple comandante no podía esperar apreciar toda la escala de los planes del Alto Consejo.

Durante el curso del siguiente año, Farsight llevó a cabo los planes del consejo de Etéreos al pie de la letra. Consolidando a los civiles T'au en una serie de biocúpulas construidas apresuradamente sobre la Meseta de Argap, defendió la fortaleza natural con cada arma y estrategia a su disposición. Aunque perdió a millares de buenos soldados en el proceso, redujo aún más las filas del ¡Waaagh!, que para entonces ya se había reunido en torno a su nueva posición. Mientras tanto, siguió atacando su estructura de mando, priorizando la muerte de los mecánicos, los médicos y los líderes hasta que no quedó ninguno más entre ellos. En su ansia por guerrear, los Orkos que habían rodeado la meseta se estrellaron sin descanso contra sus defensas hasta que inundaron los valles inferiores con cadáveres. Ninguno de ellos tuvo la visión o la perspectiva para retirarse, y Farsight exterminó sin piedad a todo el que atravesó sus cordones.

Muchos de los pupilos del Comandante Farsight, especialmente Brightsword, pidieron vengar a los caídos. Propusieron un golpe final para exterminar a los alienígenas de una vez por todas antes de la extracción. O'Shovah se negó sombríamente. La ley de los Etéreos debía ser cumplida, respondió, sin importar las circunstancias ni las opiniones. Las palabras supieron a ceniza en su boca, pero estaba totalmente convencido de ellas.

Así fue cómo los colonos T'au fueron evacuados de Arkunasha, y la Casta del Fuego con ellos. Mientras su nave insignia abandonaba el Sistema, Farsight contempló desde la cúpula acristalada de sus aposentos el planeta por el que miles de sus guerreros habían luchado y muerto mientras este se alejaba hasta no ser más que un pequeño punto entre miles de indiferentes estrellas.

La Casta del Fuego regresó a Arkunasha al año siguiente. Con la exhaustiva información cartográfica obtenida por los Drones de Farsight, y con el Libro de la Bestia para guiarles, se ocuparon rápidamente de los Orkos dejados atrás. El ¡Waaagh! ya había sido roto de hecho en la Meseta de Argap, reducido a menos de la centésima parte del tamaño que tenía cuando alcanzó las arenas rojas del planeta.

Los Cuerpos de Cazadores T'au purificaron y reclamaron el planeta en menos de un año, reinstalando a los colonos cúpula a cúpula mientras la Casta de la Tierra devolvía a las conurbaciones a un estado funcional. Pronto, el planeta brilló una vez más como una joya entre las estrellas, pero el Comandante Farsight no estaba allí para verlo: su destino se encontraba en otro lugar. Los T'au habían sido asaltados por un nuevo enemigo, el Imperio de la Humanidad.

La Cruzada de Damocles[]

Los primeros encuentros de los T'au con el Imperio se basaron en la sutil infiltración, aunque cuando los señores de la Humanidad descubrieron su subversión, se desató una tormenta de violencia. La guerra resultante cruzó el Golfo de Damocles y alcanzó el corazón del Imperio T'au. Sin los actos del Comandante Farsight, los Mundos de Sector bien podrían haber sido barridos.

El Etéreo Aun'Va, el Maestro del Espíritu Inmortal, fue indudablemente una inspiración para todos aquellos que le oyeron hablar. Inferior solo al propio Aun'Wei de la Sabiduría Susurrada, la acerada pasión de Aun'Va por el progreso acelerado de las conquistas del Imperio T'au había llevado a la anexión de mundo tras mundo durante la Segunda Esfera de Expansión. Tanto en tiempos de guerra como en la paz, la maestría política de Aun'Va rozaba lo sobrenatural. Muchos de sus partidarios decían que cualquier hazaña que la Casta del Fuego pudiera lograr por la fuerza, el Maestro podría lograrla solo con la palabra.

Esta afirmación surgió cuando los T'au se aventuraron al otro lado de la inmensa anomalía estelar conocida como el Golfo de Damocles. Situada al oeste del Imperio T'au, el Golfo era una región que durante mucho tiempo no había significado más que confusión y muerte para los T'au. Fuerzas desconocidas se retorcían en su interior como corrientes oceánicas que no podían ser predecidas ni aun monitorizadas por la ciencia convencional. Sin embargo, la invención del Motor Acelerador ZFR Horizonte por la Casta de la Tierra revolucionó la forma en que los T'au cruzaban el mar de las estrellas. El dispositivo les permitía viajar a velocidades cercanas a las de la luz, y así evitar lo peor de las malévolas atenciones del Golfo.

Las Conquistas Sedosas[]

A los pocos años de la invención del motor ZFR, los T'au habían cruzado con éxito el Golfo de Damocles y comenzado a explorar el cúmulo de mundos situados al otro lado. En lugar de conquistarlos con una costosa serie de guerras, Aun'Va diseñó una larga y sutil campaña de integración. Aunque les llevó décadas, los T'au se introdujeron en las civilizaciones humanas que habitaban allí. Con el comercio, la diplomacia y, sobre todo, la paciencia como armas, convirtieron los mundos humanos en extensiones del Imperio T'au sin disparar una sola bala.

El leviatán interestelar que es el Imperio de la Humanidad es sin duda lento, pero también es poderoso y vengativo más allá de toda razón. La noticia de que los mundos del Subsector Timbra, en la Franja Este, ya no pagaban tributos y, peor todavía, de que sus Gobernadores Planetarios estaban sometidos a una raza xenos acabó por filtrarse hasta los Altos Señores de Terra. Esto no lo podían dejar pasar sin castigo, y así el Imperio respondió con una fuerza lenta pero imparable.

La prometedora expansión de Damocles acabó en una serie de terribles guerras que hicieron retirarse a los T'au desde sus mundos recién adquiridos a los Mundos de Sector de la Primera Esfera. Peor aún, las flotas imperiales no se contentaron simplemente con dejar huir a la flota T'au. Las naves-catedral del ejército humano cruzaron el Golfo de Damocles usando alguna arcana ciencia que desafiaba toda descripción, abriendo portales en el tejido del espacio, y pronto los guerreros que transportaban estaban cayendo sobre el corazón de la civilización alienígena que se había atrevido a invadir su territorio soberano.

El primer objetivo planetario que el Imperio había identificado era el Sector Dal'yth, un Sistema próspero y muy culto que tenía su origen en la Primera Esfera de Expansión. Las defensas de las colonias exteriores de Hydass, Sy'l'kell y Viss'el se derrumbaron una tras otra. Las naves estelares con morro de ariete del Imperio se abrieron camino a través del Sector, con los acorazados navíos de los Marines Espaciales al frente. La grandiosa armada de la Humanidad no se parecía a nada que los T'au hubiesen visto nunca antes. De una escala colosal y sin apenas elegancia, era como si un cementerio de tumbas marmóreas hubiese sido arrancado de alguna prohibida iglesia submarina y escupida a la tierra natal de los T'au.

La repentina aparición de la flota imperial pilló a los T'au totalmente desprevenidos. Aunque la armada T'au se apresuró a reunir todas las naves que pudo desde Dal'yth, Pray'en y Dal'yr, la multitud de colosos flotantes les superaba enormemente. Las gigantescas naves de guerra del Imperio eran como ballenas blindadas al lado de los coloridos bancos de cazas de la Casta del Aire que mordisqueaban y arañaban sus flancos sin apenas causar daños.

Comenzó entonces una extraña batalla, en la que los almirantes de cada flota tomaron la medida de sus enemigos y quedaron confundidos. Contra el brutal poderío de los mayores acorazados imperiales, incluso los destructores de misiles Manta, los Custodios y los interceptores clase Startide quedaban obsoletos. A su vez, la movilidad sin par de las naves T'au les permitía evadir a cualquier disparo y torpedo de abordaje imperial apuntado en su dirección. Hasta que la armada T'au pudiera responder con todas sus fuerzas recurriendo a las flotas de Cruceros de Batalla de los muelles navales de la Kor'vattra en el borde del Sistema, el Sector Dal'yth estaba solo.

Un periodo de carnicería y confusión sin precedentes estalló cuando la flota imperial se abrió camino a través de las defensas orbitales de Pra'yen y se lanzó de cabeza contra Dal'yth, con la intención de desembarcar en el mundo T'au sin importar el coste. El Comandante Farsight recibió un informe de la situación y se le dijo que sus fuerzas se unirían a las de su antigua rival de entrenamiento O'Shaserra en la misión de repeler al Imperio de Dal'yth. O'Shovah juró que purificaría el planeta de la escoria humana, o moriría magníficamente. No habría retiradas esta vez: solo victoria, o muerte.

Fuego en los cielos[]

La Casta del Aire de Dal'yth sabía que sus esfuerzos serían clave en la guerra que estaba a punto de consumir su planeta. Meditaron serenamente mientras la flota imperial se aproximaba, pero cada piloto tenía una chispa de anticipación en su corazón. Esta chispa fue aventada hasta convertirse en una llama por el histórico discurso del Comandante Farsight en Picocéfiro, una proclama que alabó a partes iguales el orgullo, el patriotismo y la habilidad de la Casta del Aire. Bajo la dirección del aliado de confianza de Farsight en la Casta del Aire, el Almirante Kor'O'Li'Mau'Teng, los pilotos del Sector contraatacarían con todas sus fuerzas.

El Imperio descendió sobre Dal'yth con una violencia asesina tal, que los cielos se volvieron negros del carbono en la primera semana de combates. Las naves de desembarco grotescamente grandes y pintadas con los tonos oliváceos de la Guardia Imperial fueron las primeras en tomar tierra. Entraron en Dal'yth siguiendo un vector de dos etapas que les hizo actuar primero como cargueros aéreos, y después de aterrizar, como transportes mecanizados que desplegaban tropas y tanques por igual a una escala masiva. Los cielos sobre las hexocúpulas de Dal'yth pronto zumbaron y rugieron con los motores de los crudos cazas y transportes imperiales.

La guerra arrasó los cielos mucho antes de que un solo disparo fuese efectuado en las llanuras de hierba púrpura de la superficie. Una vez desplegadas las fuerzas imperiales, escuadrón tras escuadrón de Barracudas, Cazas Tiburón Lanza, Tiger Sharks y Bombarderos Tiburón Solar se elevaron desde los paneles superiores de las hexocúpulas de todo el planeta, conectando sus sensores en un entramado de datos de apoyo. Se reunieron a media altura para formar zigzagueantes piquetes, cada uno apoyado por nubes de drones interconectados que zumbaban en su estela como insectos obedientes. Cualquier aeronave enemiga que era atrapada en su red era derribada poco después.

Sobre los paisajes urbanos de las mayores cúpulas, los Thunderbolts imperiales zigzagueaban para escapar de la letal matriz que los T'au estaban trazando a través de los cielos del planeta. Casi todas las naves imperiales desplegadas quedaban atrapadas en el fuego entrecruzado de los interceptores y arrojadas de los cielos en llamas. Los parsimoniosos Bombarderos Marauder fueron superados por la red aérea de la Casta del Aire, y sus rudimentarias alas fueron arrancadas en llamas de sus cascos y sus romos fuselajes hechos pedazos que cayeron en picado sobre las llanuras.

Valquirias, Vendettas y otra docena más de tipos de aeronaves fueron cazadas por veloces Cazas Tiburón Lanza, que agujerearon los gordos cascos de los aviones imperiales con salvas de disparos precisos de rifle iónico. Avanzando muy por debajo, los Cuerpos de Intercepción de tierra de Farsight lanzaron a los cielos misiles buscadores Sky Ray para derribar a las pocas naves que aún seguían resistiéndose.

Antes de que la Casta del Aire pudiese asegurar completamente la supremacía aérea, las Naves de Ataque de morro de águila situadas en la órbita baja empezaron a cobrarse su venganza. Bombardeos castigadores martillearon a las tropas de tierra T'au (Raza), y los Cruceros de Asalto lanzaron su letal cargamento en vertical sobre Gel'bryn, la mayor de las hexocúpulas. Cápsulas blindadas cayeron desde los cielos en grupos compactos, atravesando las explosiones aéreas y descargando columnas de fuego sobre sus puntos de impacto. Farsight tuvo que admitir que estaba impresionado: lo directo y valeroso de semejante vector de despliegue era admirable. Decidió llevar a su propia fuerza de Equipos Crisis al lugar de este nuevo ataque.

Las tácticas de la Casta del Aire habían sido extremadamente efectivas contra las toscas naves de la Guardia Imperial, pero fallaron cuando los almenados Cruceros de Asalto lanzaron desde las alturas a sus propios escuadrones. Enormes naves guerreras blasonadas con brillantes colores heráldicos activaron sus motores para arrojarse en un vuelo casi vertical, con aeronaves de escolta de cortas alas a cada lado. Los escáneres de los Drones observadores capturaron los iconos grabados en los flancos de cada vehículo. Estas eran naves de los Marines Espaciales, cuyos brutales cascos recordaban de algún modo a puños voladores y cuyo avance seguía prácticamente el mismo sentido.

Los escuadrones de cañoneras Astartes rugieron hacia la red de naves de la Casta del Aire a una velocidad terrorífica, con las armas disparando mientras avanzaban. Increíblemente, los pilotos pesadamente acorazados de cada nave parecían estar buscando colisionar en pleno vuelo, rugiendo en un ángulo casi vertical contra la ordenada matriz de los cazas T'au. Los pilotos de la Casta del Aire se vieron obligados a romper la formación, alejándose en rizadas maniobras de evasión. ¿Cómo podía su enemigo ser tan temerario, tan suicida? ¿Era su fe en la primitiva deidad a la que adorasen tan fuerte que se creían inmortales?

Farsight golpea[]

Con sus equipos de Armaduras de Combate saltando desde los gráciles destructores Manta y sus tropas de tierra acudiendo en masa por las redes de magnoraíles del planeta, O'Shovah fue capaz de reaccionar a las incursiones verticales de los Marines Espaciales con una rapidez impresionante. Los datos recogidos al otro lado del Golfo de Damocles habían mostrado que las tropas de choque imperiales vestían armaduras muy pesadas, así que Farsight había tomado la precaución de armar a todas las Armaduras Crisis bajo su mando con Rifles de Plasma duales.

Resultó ser la decisión adecuada. Las balas reactivas a la masa disparadas por las escuadras de Marines Espaciales que se desplegaban desde cada cápsula de inserción eran feroces sin duda, pero pocas penetraban los cascos blindados de las Armaduras de Combate que caían de los cielos trazando arcos. Por una estricta orden de Farsight, siempre que una Armadura de Combate era impactada se retiraba para ser reemplazada por otra en perfecto estado. Oleada tras oleada, los Equipos Crisis descendieron en números tales que, de lejos, parecían una tormenta de semillas de Vior'la cayendo sobre la tierra. Cientos de Rifles de Plasma escupieron estallidos de ardiente fuego sobre las filas de los Marines Espaciales, fundiendo la ceramita y atravesando la carne para quemar el suelo bajo sus pies. Los guerreros imperiales eran más vaciados que impactados, y los siseantes agujeros en sus torsos exponían a la vista sus entrañas.

Sorprendentemente, muchos de los Marines Espaciales caídos siguieron luchando, disparando poderosas armas de mano desde el suelo y gritando desafíos incluso mientras sus fluidos vitales se derramaban. Fue un increíble despliegue de fortaleza y determinación frente a una potencia de fuego devastadora, e impresionó profundamente a Farsight, como el coraje de los médicos de armadura blanca que atendían a sus hermanos caídos. Pero el coraje por sí solo no bastó para salvarles. Para cuando los Cuerpos de Apoyo de Guerreros del Fuego llegaron, todo lo que quedaba de la fuerza de inserción Astartes en Gel'bryn eran ruinas humeantes.

La Marcha sobre Gel'bryn[]

Mientras la guerra se desataba totalmente en los cielos, los monstruosos transportes sobre orugas de la Guardia Imperial y los bípodes gigantescos que avanzaban a pisotones en su vanguardia simplemente ignoraron los mejores esfuerzos de la Casta del Aire. Sus crepitantes escudos y sus gruesos pellejos eran casi impenetrables para cualquier cosa menos potente que un Acelerador Lineal, y ellos lo sabían. Los vastos transportes metálicos se asentaron en grandes y arremolinadas nubes de vapor antes de extender sus rampas como amplias lenguas planas, regurgitando Regimiento tras Regimiento de soldados desde sus entrañas.

Fuerzas de ataque de los T'au se desplazaron para interceptarlos, pero dondequiera que fuesen avistados, los inmensos bípodes que flanqueaban cada rampa de despliegue desataban una potencia de fuego tan intensa que los Cuerpos de Cazadores se veían obligados a tomar acciones evasivas. Las enormes máquinas eran semidioses de batalla, cada una un avatar de destrucción con una forma de una escala jamás soñada, incluso por los más ambiciosos diseñadores de Armaduras de Combate. Eran la belicosa deidad de la Humanidad manifiesta, igual que los bípodes-efigie de los primitivos Orkos representaban a sus propios dioses beligerantes.

Bajo la protección de estos dioses-máquina, infinidad de filas de soldados imperiales marcharon, pareciendo insectos junto a sus imponentes custodios. En todas partes, miles de pesados tanques imperiales machacaron la hierba azul del planeta hasta reducirla a un espeso barro al avanzar en formación de ataque. Los Cuerpos de Cazadores de Farsight estaban listos para combatir, pero hasta el Filoardiente más veterano se vio obligado a admitir que la mera escala de la misión era apabullante. En cuestión de un solo día, el Imperio había creado una serie de cabezas de puente sobre Dal'yth con poco más que fe y fuerza bruta. A pesar de sufrir graves pérdidas ante el fuego de supresión de largo alcance, estaban convergiendo lentamente sobre las hexocúpulas capitales en el centro de los territorios-hábitat al Este del planeta.

Cuando la noche empezó a caer, el Comandante Farsight convocó a un cónclave de emergencia a todos los comandantes que aún no habían participado en la batalla. Los Marines Espaciales que se habían atrevido a asaltar directamente la ciudad de Gel'bryn habían sido neutralizados, pero el vasto grueso de los ejércitos imperiales aún tenían que ser derrotados. Su avance había sido frenado por tremendos ataques con misiles desde las colinas que rodeaban Gel'bryn, y sus avanzadas habían sido eliminadas por optimizados Equipos Miméticos, pero el núcleo sólido seguía ahí. La Batalla de Dal'yth no había hecho más que empezar.

Hermanos de guerra[]

Cuando el Comandante Farsight estaba llevando a su cónclave de emergencia a un consenso sobre un ataque total, una atlética mujer T'au entró en la habitación. Su autocontrol y su fría belleza atrajeron la atención de todos mientras caminaba con la cabeza alta hacia el puente de mando. Se puso delante de Farsight, bloqueándole de la vista mientras explicaba con calma su plan.

La reserva de la Casta del Fuego se uniría a sus Cuerpos de Cazadores en una serie de ataques sigilosos, usando la oscuridad para provocar al enemigo para que les persiguiese rompiendo su cohesión. Solo entonces se lanzarían los auténticos contraataques. Dio órdenes específicas a aquellos comandantes que no pertenecían al Contingente de Farsight, y uno por uno inclinaron sus cabezas. Cuando la Comandante O'Shaserra se marchó, sin haber dirigido una sola palabra a Farsight, la mitad de todo el cónclave de emergencia fue con ella.

La mano que Farsight tenía sobre la empuñadura de su espada se tensó, pero conservó la paz. Rememoró las palabras del Maestro Jun'nami, recordándose a sí mismo que aunque él y su compañera comandante eran muy diferentes, buscaban los mismos objetivos. Esa noche, se contentó con observar y analizar los datos obtenidos hasta el momento sobre la invasión imperial. Había mucho que aprender.

Apenas unas horas después, empezaron a llegar informes de una serie de devastadores ataques realizados bajo la cobertura de la oscuridad. Las tácticas empleadas eran las de O'Shaserra, sin duda: el Comandante Farsight las reconocería en cualquier parte. Las inmensas falanges del Imperio estaban atacando a ciegas, lanzándose en todas direcciones mientras sus vehículos de avanzada eran destruidos uno a uno por disparos de fusión a quemarropa. Tan pronto como activaban sus primitivos sensores de visión para atravesar la noche de Dal'yth, O'Shaserra lanzaba estallidos de luz multiespectral que cegaban a su presa más efectivamente que la profunda oscuridad de las llanuras.

La confusión reinó en torno al perímetro de cada columna imperial cuando destrucciones de tanques cuidadosamente calculadas acorralaron a la gran masa de cada compañía de vehículos. Puntas de lanza de lentos tanques de batalla y artillería superpesada se separaban del cuerpo principal siempre que podían, abriéndose camino a través de los túneles del magnoraíl que les bloqueaban para perseguir las fantasmales señales de esta nueva amenaza. Farsight sonrió para sí. Conociendo a O'Shaserra, tendrían suerte si acertaban a una sola Armadura de Combate.

La guerra que se desarrolló durante los siguientes meses reflejó claramente las diferencias de estilo de los estudiantes de Jun'nami. Sus estrategias fueron pintadas en sangre sobre el lienzo de los campos de batalla de Dal'yth. Dondequiera que las tácticas de infiltración y engaño de O'Shaserra cegaban al leviatán militar de la Guardia Imperial, las fuerzas de asalto de los Marines Espaciales se apresuraban a intervenir, superando gracias a su resistente tecnología y a su fuerza mejorada genéticamente a los Equipos Miméticos, y obligándoles a retirarse. Tan pronto como los Marines Espaciales se implicaban, O'Shovah y sus puntas de lanza de Armaduras de Combate caían sobre ellos desde arriba, incapacitando a sus transportes con disparos de Apocalipsis y enfrentándose a los acorralados supervivientes en una serie de letales batallas a corta distancia.

En la guerra aérea sobre ellos, los pilotos de la Casta del Aire de Kor'O'Li'Mau'Teng se cobraron un alto precio, y hasta el propio Almirante se unió a la lucha a bordo de su Barracuda personalizado, cazando a las cañoneras de los Marines Espaciales como un gran ave rapaz dorada acosando a una bandada de córvidos. Un joven descendiente del Comandante Brightsword original destacó en una serie de combates con Armaduras de Combate a cortas distancias en la Batalla de la Puerta de Var'isar, llegando incluso a machacar a un líder-guerrero con máscara de cráneo hasta reducirlo a una masa rota de ceramita y carne en un solo asalto. Farsight encargó a su ingenioso aliado de la Casta de la Tierra O'Vesa que diseñase nuevas armas capaces de enfrentarse a los tanques pesadamente blindados de los ejércitos del Imperio, y los equipos del científico trabajaron día y noche, distribuyéndolas como y cuando pudieron a través de los guerreros-mensajeros de la Casta del Aire.

Sin embargo, los Marines Espaciales respondieron duramente, llegando a asaltar la ciudad de Gel'bryn con un desembarco de cápsulas de inserción tan feroz que rompió el techo de la hexocúpula y liberó la atmósfera interior. Incluso Farsight tuvo que retirarse cuando los imperiales teleportaron a sus propios guerreros con armadura pesada a la plaza central. La sangre T'au fluyó por las calles, mientras las compañías acorazadas rodeaban la ciudad, impidiendo escapar de los Marines Espaciales que arrasaban los distritos exteriores. Fue una historia que se repitió en cinco ciudades más antes de que la guerra acabase, pues una Compañía de Marines Espaciales era desplegada en cada conquista, y cada una era una fuerza que incluso los mejores Cuerpos de la Casta del Fuego de Farsight tenían muy difícil igualar.

Adaptarse y destruir[]

"Los humanos con armadura completa primero, después los vehículos heráldicos, después los tanques comunes. Entonces, y solo entonces, podéis enfrentaros a la infantería común"

Protocolo de disparo del Comandante Farsight para la Batalla por la Puerta de Via'Mesh'La

La amarga guerra sobre Dal'yth no se caracterizó solo por la habilidad marcial, sino por una frenética carrera por información. Los dos imperios estelares luchaban no solo para derrotar a sus enemigos sino para entender sus debilidades. El Imperio cambió sus tácticas tras la Batalla de la Puerta de Via'Mesh'La, donde unos Regimientos de la Guardia Imperial superados en potencia de fuego lograron cargar contra las líneas T'au y, a pesar de sufrir graves bajas, ganaron una sangrienta victoria únicamente con sus bayonetas y sus botas. Desde ese día, los invasores imperiales se esforzaron por enfrentarse a los T'au en cuerpo a cuerpo siempre que podían.

Por su parte, O'Shovah estudiaba sin descanso a las fuerzas del Imperio. Adaptaba constantemente las estrategias, contraestrategias y prioridades de ataque, distribuyendo programas de guía mediante drones a todos sus comandantes. El Imperio tomó su propio manual táctico, el Codex Astartes, y aplicó sus principios a todo lo que los T'au le lanzaron. Los Martillos de Dorn eran especialmente eficientes codificando las amenazas T'au y respondiendo con todas sus fuerzas, pues vivían cada palabra del Codex y jamás se desviaban de sus enseñanzas, sin importar el coste. Farsight se interesó mucho por los patrones que emergían durante la guerra, tomando extensas notas e incluso refinando los prototipos de simulaciones mientras la guerra se desarrollaba.

Los ejércitos imperiales parecían valorar el blindaje sobre todo lo demás: sus vehículos eran tan pesados que hasta los Cabezamartillos tenían dificultades para causar las bajas que se esperaban de ellos. En respuesta, Farsight inventó el letal patrón de armamento Forja Solar para Armaduras de Combate. Este permitía a los Equipos Crisis caer desde destructores Manta sobre su presa vehicular, destrozarla a corta distancia con disparos de sus Blásteres de Fusión duales, y entonces lanzarse de vuelta a los cielos otra vez para ser recogidos por los Mantas en el vuelo de vuelta.

Mientras tanto, O'Shaserra llevó a sus Cuerpos Miméticos al lado oscuro de Dal'yth, moviéndose constantemente en rotación con el sol del Sistema de forma que todas sus incursiones tuvieran lugar bajo la cobertura de la oscuridad. Farsight se mantuvo al tanto de sus progresos no mediante una comunicación abierta, sino por el rastro de restos humeantes que dejaba a su paso.

Cuando el señor guerrero del Capítulo de los Señores de las Cicatrices se abrió un rojo camino a través de los túneles del magnoraíl del distrito gubernamental de Dal'yth, Farsight dio permiso al solitario piloto Monat Sha'ko'vash para que lo interceptase. El Monat alcanzó el corazón de la fuerza de asalto de los Señores de las Cicatrices, pero fue derribado por los guardaespaldas con armadura pesada del caudillo imperial. Sha'ko'vash se lanzó hacia delante en una última carga, activando un mecanismo experimental de estasis en el momento exacto en que el Señor de las Cicatrices alzaba su espada para golpearle, y congelando a los dos guerreros en el clímax del combate. Cientos de años después, los dos poderosos guerreros aún siguen atrapados en la resultante esfera de atemporalidad, elevados fuera de la reconstruida casa central de asambleas de Dal'yth como un magistral monumento al Bien Supremo.

Los Puños de Dal'ryu[]

Los encargos de Farsight a los laboratorios armamentísticos de la Casta de la Tierra dieron fruto en la Batalla de la Meseta del Trueno Negro. Dal'ryu, una ciudad que la Casta del Agua consideraba vital para la moral por sus muchos centros de entrenamiento para jóvenes, había sido acosada por bombardeos de artillería de largo alcance durante días. Aunque el Alto Mando de Dal'yth odiaba admitirlo, la ciudad estaba a punto de venirse abajo. Los Cuerpos de Represalia del Comandante Bravestorm habían realizado varias salidas contra las compañías acorazadas que se habían arrastrado hasta el borde de la Meseta del Trueno Negro, pero estaban quedándose con tan poca munición que sus esfuerzos no daban resultado. O'Shaserra, en su inmisericorde pragmatismo, ya había declarado a los defensores de la ciudad como una fuerza perdida.

Fue entonces cuando una cápsula, no mayor que una sola Armadura Crisis, llegó a Dal'ryu por el magnoraíl. Marcada con las más altas verificaciones de seguridad, fue transportada al centro de mando de la Casta del Agua y entregada de inmediato al Comandante Bravestorm. Dentro había doce gigantescos guanteletes, todos estremeciéndose por su inmensa cantidad de energía potencial.

Bravestorm y sus Shas'vre de mayor confianza se pusieron cada uno una de las creaciones de la Casta de la Tierra, sobrecargando sus Armaduras de Combate para un último gran asalto. Partieron una vez más hacia la Meseta del Trueno Negro, dejándose caer desde naves de transporte en medio de los Regimientos acorazados. Mientras los proyectiles de Cañón de Batalla estallaban a su alrededor, Bravestorm y su Equipo Crisis usaron los potentes guanteletes para abrir a puñetazos los flancos de los tanques imperiales y arrancar sus núcleos de energía. En el caso del Tanque Superpesado Doomhammer Cuchillo de Terra, el guerrero sin miedo Sha'rell usó su guantelete para desgarrar la parte trasera del tanque y detonar manualmente su cargamento de munición, destruyéndose a sí mismo y al tanque en una fracción de segundo de destrucción que también incapacitó a varios tanques cercanos. Empleando los restos de los vehículos ya destruidos, cambiando constantemente su posición y manteniéndose agachados, el Equipo Crisis de Bravestorm se cobró un alto precio en las compañías acorazadas sufriendo a cambio relativamente pocas bajas.

Esto cambió cuando dos enormes dioses-máquina entraron en escena a grandes zancadas, disparando sus turboláseres hacia las densas filas de tanques con insensible abandono. Docenas de tripulaciones de tanques fueron sacrificadas en el caos resultante, pero el bombardeo de los Titanes tuvo el efecto deseado. Todos los miembros del equipo de Bravestorm fueron lanzados por los aires por la apocalíptica andanada, y sus Armaduras Crisis quedaron dispersas entre las quemadas ruinas de la compañía de tanques.

Las gigantescas máquinas fueron finalmente rechazadas a su vez cuando el Almirante Kor'O'Li'Mau'Teng envió a sus Destructores Manta para asegurarse de que el sacrificio de Bravestorm no era en vano. Equipos de recuperación se filtraron a través de los humeantes restos que salpicaban la meseta, horrorizados por la tremenda violencia del espectáculo desatado por el Imperio. Solo Bravestorm se aferraba aún a la vida, con su armadura críticamente dañada y su antaño vibrante cuerpo negro como el carbón. Increíblemente, aún lucha en las fuerzas de Farsight hoy día, aunque su cuerpo es un desastre quemado y retorcido; la Armadura de Combate que recibió tras la Batalla de la Meseta del Trueno Negro es tanto un instrumento de muerte como una máquina de soporte vital.

Las Espadas de Jun'nami[]

A pesar de sus mejores esfuerzos, las fuerzas que Farsight y O'Shaserra tenían a sus órdenes no podían estar en todas partes a la vez. El Imperio era un enemigo verdaderamente poderoso, y a diferencia de la bárbara raza Orka, parecía tener una estrategia desarrollada para cada ambiente bélico y táctica que los T'au pudiesen inventar. Desafiando la animosa defensa de la Casta del Fuego, el Imperio había superado gradual pero irresistiblemente varias ciudades del planeta, masacrando a todos los T'au del interior y fortificando las estructuras destrozadas por la guerra. Los Etéreos al mando de todo el esfuerzo bélico no podían tolerar tales pérdidas. Se tomaron medidas cada vez más extremas para frenar el avance imperial mientras acudían refuerzos desde otros mundos del Sector y más allá, pero en el campo de batalla se tomaron medidas mucho más drásticas.

Para el silencioso horror de Farsight, se instalaron quirúrgicamente prototipos experimentales de neurochips que contenían las estrategias grabadas del Comandante Jun'nami en las mentes de Filoardientes y comandantes de Armaduras de Combate, permitiéndoles actuar como líderes militares con un mismo pensamiento y capaces de adaptarse a cualquier situación. Esa fue la teoría, al menos: aunque los llamados Espadas de Jun'nami disfrutaron de grandes éxitos contra las tropas regulares enemigas, cuando las fuerzas del Imperio desplegaron a extraños y descarnados chamanes que reducían a ruinas a las Armaduras de Combate con gestos de sus envejecidas manos, los líderes implantados no podían recurrir a sus propios aprendizajes previos y vacilaban; la confusión costó cientos de vidas mientras las mentes de sus líderes se esforzaban por responder a esta nueva amenaza.

Crisis y Contracrisis[]

"Por el Bien Supremo, estos gue'la tienen un montón de tanques"

Shas'gra, en el Asedio de Rala'tas

Cuando el esfuerzo bélico parecía estar a punto de ser desbaratado, se enviaron mercenarios Kroot a millares a través de las redes de magnoraíles, dirigiéndose allí donde el Imperio abría brechas en la red de túneles que atravesaba Dal'yth y derramándose fuera como la sangre de una arteria cortada para caer sobre las tropas imperiales cercanas. Zumbando por el cielo sobre sus cabezas venían centenares de Drones de Combate, cuyas Carabinas de Inducción causaron una carnicería al flotar fuera del alcance de las balas y las espadas. De esta forma, las fuerzas imperiales eran contenidas el tiempo suficiente como para que O'Shovah u O'Shaserra se apresuraran a la brecha y vengasen a los Kroot que habían dado sus vidas por la defensa del Bien Supremo.

Farsight llevó esta táctica un paso más allá en el Asedio de Rala'tas, una ciudad cúpula famosa por sus esculturas de luz viviente. Con los Comandantes T'au más capaces ocupados en el otro lado del planeta, una nave de desembarco imperial aterrizó a solo unos pocos kilómetros de distancia de las puertas de la ciudad. En cuestión de horas, Rala'tas fue rodeada por tanques imperiales, incluyendo varios escuadrones superpesados lo bastante poderosos para abrir brechas en los muros de la ciudad. Con la excepción de las Estirpes Kroot que tenían su hogar en los amplios distritos arbóreos de la cúpula, la ciudad solo tenía una pequeña guarnición de Guerreros del Fuego, nada que pudiese hacer frente a más de mil tanques de batalla. Shas'gra, el Filoardiente a cargo de la guarnición, envió un mensaje urgente a Farsight solicitando ayuda. O'Shovah no podía enviarle ninguna, pero dijo que pensaría sobre ello. Menos de un minuto después, Shas'gra recibió una respuesta y él la transmitió a los artesanos de la Casta de la Tierra presentes en la ciudad. Justo cuando los imperiales penetraron los muros y empezaron a lanzarse contra el perímetro de Rala'tas, la ciudad se quedó completamente a oscuras.

De repente, un masivo pulso electromagnético estalló hacia fuera cuando todos y cada uno de los dispositivos de fusión, esculturas de luz y generadores de códigos de la ciudad vomitaron su energía potencial en una devastadora ola. La onda expansiva EMP arrasó los cogitadores de todos los tanques y bípodes imperiales en un radio de un kilómetro alrededor de los muros de la ciudad, deteniéndolos en seco. Fue entonces cuando enormes escuadras de Carnívoros Kroot surgieron de cada brecha, saltando y corriendo hacia el enemigo. Los Mastines Kroot echaron por tierra a todos los que intentaron huir, mientras los Krootox desgarraban las portillas de los tanques silenciados para permitir que sus feroces primos trepasen al interior. El macabro festín que siguió jamás ha sido retransmitido abiertamente en los canales T'au, aunque se dice que O'Shovah lo vio varias veces.

Dal'yth en llamas[]

"Sin duda toman nuestra retirada como si nos hubieran derrotado. ¡Ja! Deberían disfrutar de este aplazamiento mientras dure. Regresaremos y aplastaremos su insignificante imperio hasta que no quede más que polvo"

Comisario Van der Ghast, asignado al XVIº de Viridia

Aunque el Imperio había causado graves pérdidas, y la mitad de Dal'yth había sido abandonada o reducida a escombros humeantes, sus ataques estaban perdiendo impulso por momentos. Los T'au usaron todo lo que habían aprendido hasta la fecha en la guerra con gran efectividad, empleando las tácticas EMP que salvaron Rala'tas para dividir a los ejércitos imperiales en trozos dispersos y después destruirlos pieza a pieza. En el proceso, habían ganado el tiempo suficiente para que los demás Sectores contribuyesen con refuerzos. Un flujo constante de Cuerpos de la Casta del Fuego desembarcaba cada día, y la Armada Imperial se vio obligada a retirarse ante la superioridad numérica T'au. Respecto a los Marines Espaciales, su dogmática adhesión a ciertas estrategias y tácticas prefijadas acabó por ser su perdición. Colaborando con O'Shaserra, el Comandante Farsight diseñó varios asaltos a gran escala en los que su compañera atraía a los Marines Espaciales al campo abierto, y seguidamente O'Shovah caía sobre ellos con toda la rapidez y la furia que le habían hecho famoso.

A medida que pasaban las semanas, los líderes de la Cruzada imperial se vieron obligados a admitir que sus fuerzas se habían extendido demasiado. Ahora que sus líneas de suministro estaban establecidas, los T'au disponían de un flujo casi infinito de material bélico, y los mensajes astropáticos transmitidos desde el otro lado del Golfo de Damocles hablaban de una nueva amenaza alienígena que atacaba al Imperio. Regimiento a Regimiento, compañía a compañía, la presencia imperial en Dal'yth empezó a retirarse.

La piedad de los Etéreos[]

"La fe es una fuerza indudablemente poderosa, es cierto. Nosotros tenemos nuestra propia fe, no en uno de los nuestros elevado a la divinidad, sino en un destino común que no puede ser negado"

Comandante Farsight

Farsight y sus acólitos ya estaban preparándose para rodear y destruir a los ejércitos imperiales en retirada cuando un contingente de diplomáticos de la Casta del Agua les hizo una visita oficial. Cuando un trío de Etéreos atravesó las puertas del Alto Mando tras ellos, O'Shovah sintió algo extraño en su mente: una sensación de que los futuros caminos se bifurcaban, de destino.

Después de que la Casta del Agua cumpliese con la etiqueta apropiada, los Etéreos entregaron su mensaje. Las tropas imperiales debían ser dejadas partir sin impedimentos. Se había recibido un comunicado de un tal Capitán Sevalliac de los Martillos de Dorn, aceptando la tregua que la Casta del Agua había ofrecido en nombre del Imperio T'au. Por su forma de hablar, dijeron los Etéreos, era obvio que semejante gesto era extremadamente raro entre la casta guerrera de la Humanidad. El Capitán se había esforzado por remarcar que sin la honorable conducta exhibida por los T'au en las primeras fases de la guerra y la apremiante noticia de una invasión en el norte, esta eventualidad jamás habría tenido lugar.

Los embajadores de la Casta del Agua habían decidido no poner en duda las proclamas del humano, pues sabían que el Imperio no había dedicado más que una ínfima fracción de su poder a la guerra contra ellos. No obstante, aunque la confianza de los T'au en su propia supremacía había sido gravemente sacudida, al final habían triunfado y aprendido mucho sobre el Imperio.

El Imperio no solo retiró sus fuerzas del Sector Dal'yth, sino de todo el espacio T'au, retirándose más allá del Golfo de Damocles de una forma tan extraña como había venido. Dejó atrás una vasta cantidad de tecnología rota y abandonada, que fue recuperada hasta la última pieza por la Casta de la Tierra y analizada hasta el último detalle. La vasta mayoría de la tecnología militar imperial fue declarada inferior e inútil para el Bien Supremo, aunque O'Vesa realizó algunos sobrecogedores descubrimientos en las profundidades de sus laboratorios sobre las tecnologías esotéricas usadas por las flotas humanas.

Respecto a los comandantes bautizados como los Espadas de Jun'nami, todos los chips neuronales insertados quirúrgicamente en los líderes guerreros de Dal'yth fueron retirados por la fuerza. Estos invasivos procesos dejaron a todos los pacientes reducidos a retrasados babeantes y sumisos, una triste pérdida para el Imperio T'au. Sin embargo, como explicaba pacientemente la Casta del Agua, tal era a veces el doloroso coste de la victoria.

Cuando Aun'Va y su guardia de honor acudieron a recoger al antiguo compañero de equipo de Farsight, el Comandante Sha'vastos, para la retirada de su chip, el veterano guerrero no estaba en sus aposentos. Cuando se le interrogó sobre su desaparición, O'Shovah respondió con tristeza que Sha'vastos había caído en el último enfrentamiento de la guerra, y su cuerpo había sido quemado hasta quedar carbonizado e irreconocible. Tal era el coste de la victoria, explicó O'Shovah, inclinando la cabeza por la pena. Aun'Va sostuvo la mirada de Farsight durante un largo rato antes de girar sobre sus talones y volver por donde había venido, seguido por su escolta ceremonial.

Estasis[]

Unos pocos años después de la Cruzada de Damocles, el triunfo de Dal'yth quedó empañado por la tragedia. La salud del Comandante Jun'nami estaba decayendo rápidamente, y tal era su sabiduría que ningún sistema informático ni estudiante podía abarcar por completo todas sus enseñanzas. El Maestro Etéreo Aun'Va decretó que para que el Bien Supremo se hiciese manifiesto, el Comandante Jun'nami debía seguir vivo en tantas formas como fuese posible. En público, Aun'Va se unió al luto por la muerte de Jun'nami, pero a puerta cerrada, hizo que el cadáver del comandante fuese sometido a extensos escaneos cerebrales y que su mente diseccionada fuese reconstruida en una compleja inteligencia artificial, que fue instalada en un holotrono en la cima del Monte Kanji.

Por si acaso su plan de mantener la sabiduría de Jun'nami por medios tecnológicos no era suficiente, Aun'Va promulgó un edicto por el que sus más prominentes pupilos deberían ser sometidos a un estasis semipermanente. Estos maestros de la guerra solo serían despertados cuando el Imperio T'au tuviese más necesidad de ellos. O'Shaserra y O'Kais estuvieron entre los que fueron congelados de esta forma. El Consejo Etéreo tenía otros planes para O'Shovah; planes que le llevarían a la cima de la gloria y al final, al hacerlo, le arrojarían a la desgracia.

La Expedición Farsight[]

La maquinaria bélica imperial se había retirado del espacio T'au para enfrentarse a una nueva amenaza galáctica: los Tiránidos de la Flota Enjambre Behemoth. En el proceso, habían dejado débilmente defendidos a los mundos del Golfo de Damocles. O'Shovah recibió la misión de reclamarlos, aunque unas complicaciones inesperadas cambiaron el rumbo de su vida para siempre.

El Tiempo de Incertidumbre[]

El Imperio T'au se había enfrentado contra un oponente enloquecedoramente poderoso y había emergido victorioso, pero el coste de esa victoria había sido muy alto. Todos y cada uno de los mundos colonizados al otro lado del Golfo de Damocles habían sido abandonados ante el Imperio en las primeras fases de su Cruzada, y uno de los principales Mundos de Sector T'au había sido gravemente dañado. La noción de la supremacía natural de los T'au en el universo había sido sacudida hasta el núcleo.

El Maestro Etéreo Aun'Va creía que este tiempo de duda podía tener profundas consecuencias. Informó al Alto Consejo que la Casta del Fuego había sufrido sus primeras derrotas a gran escala, y la idea de que el Imperio solo había desplegado una pequeña porción de su poder era gravemente intimidante. No solo eso, sino que tenía razones para creer que la fe del pueblo T'au en su destino de gobernar la Galaxia estaba agrietándose. Esto no se podía permitir. Sin ambición ni fe, el T'au'va vacilaría y moriría.

Aun'Va creía que prevenir esto requería no solo reclamar los mundos perdidos al otro lado del Golfo de Damocles, sino también establecer más bases y estaciones orbitales que nunca antes. Solo entonces se convencerían los T'au de que la guerra con el Imperio solo había sido un contratiempo, y no la primera señal de una perdición inevitable. Aun'Va imploró al Etéreo Supremo Aun'Wei, cuyos días en ese entonces ya estaban llegando a su fin, que le permitiese lanzar una reconquista del Golfo de Damocles, y él vio la sabiduría en las palabras de Aun'Va. Tras muchas deliberaciones, Aun'Wei aceptó no solo los planes de reconquista de Aun'Va, sino también la propuesta de que O'Shovah la dirigiese. Los T'au volverían a dirigirse a las estrellas, con su optimismo y creencia en ellos mismos encendida de nuevo por la mejor mente militar de su época. El poder y el apoyo de cada Casta, incluidos los Etéreos, estaría tras él.

Héroe del Imperio[]

Las noticias de la increíble habilidad y aptitud para la guerra de Farsight se habían extendido por el Imperio T'au. Desde la reconquista de Arkunasha y la exitosa expulsión del Imperio de Dal'yth, el Comandante O'Shovah era saludado por todos los rangos de la Casta del Fuego siempre que se cruzaba con ellos, y su consejo era seguido por todas las Castas excepto por la Etérea.

La decisión de Aun'Va de que Farsight dirigiese la reconquista no fue tomada a la ligera, pero cuando el asunto quedó zanjado, tuvo todo el poder del maestro tras él. En las primeras semanas, O'Shovah fue elevado de héroe a afamado salvador. Con las persuasivas artes de la Casta del Agua como herramientas, Aun'Va comenzó una campaña de propaganda que convirtió los éxitos militares de O'Shovah en leyendas recurrentes. Se erigieron estatuas en honor a la grandeza de O'Shovah en todas las grandes cúpulas de batalla, complejo de cápsulas y muelle naval de los mundos de la Primera Esfera. Los Guerreros del Fuego de todos los rangos tenían imágenes u holorrecortes de Farsight entre sus posesiones, a veces expuestos junto a los de los propios Aun'Wei y Aun'Va. Para O'Shovah, estas atenciones eran desconcertantes e inoportunas. El comandante era saludado con el saludo del cazador tantas veces al día que temía desgastarse las articulaciones del brazo antes incluso de empezar la cruzada. Sin embargo, lo soportó todo estoicamente, comprendiendo que el imperio necesitaba héroes.

La Gran Reclamación[]

En los consejos de los Etéreos, hubo preocupación porque O'Shovah no estuviese a la altura de la propaganda. El Golfo de Damocles no caería dos veces ante las tretas de los diplomáticos T'au: esta vez, la Casta del Fuego tendría que dirigir la carga en todos los mundos. Si Dal'yth servía como ejemplo de la amenaza del Imperio, se derramaría mucha sangre, y estos mundos no estaban faltos de refuerzos. Aun'Va sonrió astutamente y desestimó sus temores.

El resultado final de todo el esfuerzo fue la movilización de la mayor flota que el Imperio T'au había visto hasta entonces. El número de acorazados, cruceros, escoltas, naves colonizadoras, esferas de guerra, remolcadores gravíticos, naves de desembarco y patrullas de avanzada reunidos para la Coalición era impresionante. Una vez estuvieron completos los preparativos, Aun'Wei dio uno de sus últimos discursos y la flota de la Gran Reclamación fue lanzada al Golfo de Damocles con grandes festejos. Farsight sentía algo extraño en sus entrañas, pero no obstante él era el modelo de un noble comandante. Si el Imperio T'au necesitaba un conquistador, sería un conquistador.

El Codex descifrado[]

Durante las horas del viaje a través del Golfo en las que no estaba en estasis, Farsight reunió todos los informes de batalla y capturas de imagen hechos por Drones de la guerra por Dal'yth que pudo. Con la ayuda del Comandante Brightsword y su antiguo aliado O'Vesa, O'Shovah construyó gradualmente una imagen completa de la doctrina militar imperial. Día y noche, estudió cómo los ejércitos de la Humanidad actuaban y reaccionaban en diferentes situaciones y teatros bélicos: cómo desembarcaban en un planeta, qué hacía falta para provocarles, y qué hacía falta para derrotarles. Había elementos en los ejércitos imperiales, especialmente los Martillos de Dorn, cuya adhesión a una metodología fija era casi fanática. Tal era la diligencia y precisión con la que seguían su doctrina militar que, al estudiarlos, el Comandante Farsight fue capaz de escribir sus imperativos tácticos como un conjunto de mandamientos. Para cuando su Coalición hubo cruzado el Golfo de Damocles, O'Shovah había reunido gran parte de lo que él y sus lugartenientes llamaban el "esquema bélico humano", un código que él creía que las tropas del Imperio seguían constantemente. Al hacerlo, aprendió mucho sobre los puntos ciegos de la doctrina militar tradicional de los T'au, y comenzó a ajustar su repertorio de estrategias para cubrir esos fallos.

Cuando los T'au llegaron de nuevo al otro lado del Golfo, Farsight usó su recién adquirido conocimiento sobre el Imperio con un dramático efecto. Con el grueso de las tropas del Sector alejadas para enfrentarse a la Flota Enjambre Behemoth, el Comandante O'Shovah se vio librando una serie de campañas en las que él tenía la ventaja desde el principio.

Las Fuerzas de Defensa Planetaria dejadas como guarnición en los mundos del subsector Timbra, aunque superaban los cien millones de soldados en planetas tales como Vespertine y Matinsong, fueron atraídas a una serie de "guerras de broma" por las vanguardias T'au. Una y otra vez, modestas incursiones hacían salir a los defensores con la esperanza de asegurar un frente que solo ellos consideraban importante. Una vez se habían desplegado, el resto del ejército de Farsight caía de los cielos y asestaba un golpe letal de tal eficacia que habría impresionado al propio Jun'nami.

Una y otra vez, la previsión de O'Shovah dio sus frutos, y el Imperio T'au se regocijó con cada nueva conquista. Con una combinación de ingenio militar, trabajo duro y energía, el Comandante Farsight estuvo a la altura de las exageradas afirmaciones que los Etéreos habían hecho en su nombre. Mundo a mundo, batalla a batalla, el Golfo de Damocles fue sometido de nuevo.

Las reconquistas de los cuatro mundos principales del otro lado del Golfo fueron extremadamente sangrientas. La increíble habilidad de Farsight para prever los planes de sus enemigos le dio una serie de impresionantes victorias, pero cuando la anarquía de la batalla se extendió por el Sector, el Imperio también infligió a la expedición muchas grandes heridas. Para cuando la flota alcanzó el último sistema de la región antiguamente colonizada, quedaban menos de la mitad de las naves originales. O'Shovah sintió cada pérdida profundamente, no solo como un revés militar, sino como una herida emocional y espiritual. Sus consejeros Etéreos habían dejado claro que no habría más refuerzos, no tan lejos del imperio.

Los T'au no fueron los únicos que aprovecharon la retirada de los ejércitos del Imperio. Cuando llegó la Coalición, el cinturón de asteroides al este de los enclaves ya estaba infestado de Orkos. La flota T'au lanzó una serie de veloces incursiones para repeler a los Orkos fuera de su territorio recobrado, todas ellas exitosas y eficientes. Sin embargo, cuando los Drones espaciales escanearon la zona, se reveló la horrible verdad: casi todos los asteroides del tamaño suficiente estaban llenos a rebosar de Orkos, y si las lecturas de la flota eran correctas, el cinturón de asteroides no era más que el extremo de un imperio que se extendía hasta el siguiente Sistema Estelar.

La expedición de Farsight estaba al borde de la victoria total, pero la presencia Orka le perturbaba tremendamente. Meditó sobre la nueva información durante muchas horas, y cuando regresó al puente de mando de su nave, dio una orden que sacudiría hasta lo más hondo al Imperio T'au. Anunció que la destrucción de los Orkos era más importante que concluir la reconquista: concentraría todos sus esfuerzos en exterminarlos, atacando cada planeta que hubieran infectado, en este Sistema y en el siguiente. Fue la primera vez que un T'au de cualquier rango había desobedecido una orden directa del Consejo Etéreo. La decisión de O'Shovah era una ruptura impensable de la cadena de mando. Para los recién conquistados Enclaves Farsight, era solo el principio.

La Bestia Ascendente[]

Con un solo mundo pendiente de reconquistar para completar su misión, Farsight abandonó los enclaves del Golfo de Damocles para perseguir a sus viejos enemigos, los Orkos. Al hacerlo, inició una guerra interestelar que se salió fuera de control, sellando su estatus de renegado y casi destruyendo todo lo que había logrado como líder.

Mientras las otras Castas de la Expedición Farsight empezaban a repoblar los enclaves, la flota de O'Shovah estaba preparándose para la guerra. Dejando solo una pequeña guarnición para defender las colonias, Farsight partió rumbo al cinturón de asteroides de Vorac para limpiarlo de Orkos. Su plan era que la armada T'au usara su superior alcance para eliminar a los Orkos sin arriesgar una sola vida. Aunque la idea era buena, el plan de Farsight pronto se tambaleó.

Los escaneos de largo alcance revelaron una increíble verdad: los asteroides no ocultaban a la flota Orka, sino que eran la flota Orka. Gigantescos montones de escombros habían sido forrados con chatarra y armas, y equipados con crudos motores del tamaño de biocúpulas instalados en la parte trasera. Farsight no tardó en comparar los símbolos tallados en las naves-asteroide con los de las invasiones Orkas que habían acosado a los Mundos de Sector en el pasado. Ciertamente, estos pielesverdes habían sido combatidos hacía muchos años, cuando atacaban las rutas espaciales de Dal'yth. Tras una corta guerra, la amenaza había sido declarada neutralizada. No lo suficiente, comprendió Farsight; los Orkos evidentemente habían huido a las fronteras del Imperio T'au, esperando poder asaltar las colonias recién establecidas, igual que un cazador de la sabana busca a las presas más jóvenes e inseguras.

Vejado hasta el extremo por esta revelación, Farsight formuló un meticuloso plan para exterminar a todas las naves-asteroide Orkas. Con los mejores pilotos del Almirante Kor'O'Li'Mau'Teng en la punta de cada formación, los T'au cayeron sobre la torpe flota Orka a una mareante velocidad. Ningún asteroide tenía tiempo más que de girar sus cañones hacia los T'au antes de que sus motores fuesen destruidos por la Casta del Aire. Este espectáculo se repitió durante semanas, y el progreso de Farsight podía ser seguido por la ristra de luces ardientes que iba trazando a través de las estrellas.

El mero número de bases Orkas era su única defensa, aunque la ya popular táctica de matar al líder Orko y arrojar a sus seguidores a la anarquía era casi imposible de aplicar. Además, mientras Farsight machacaba metódicamente base tras base en el borde del Cinturón de Vorac, cientos de las naves más alejadas estaban acelerando hacia los mundos del siguiente Sistema.

Una vez que la mayoría de naves-asteroide Orkas hubieron sido destruidas o expulsadas, Farsight informó a sus tres consejeros Etéreos de que la amenaza pielverde había quedado muy reducida y de que podía despachar a la mitad de la flota para que regresara a los enclaves. Ellos asintieron sabiamente, pero justo cuando Farsight iba a marcharse triunfalmente, le revelaron algo: el Almirante Kor'O'Li'Mau'Teng había muerto por el ataque de una base de misiles oculta mientras supervisaba una orden de exterminio. Farsight entrecerró los ojos por un momento, pero hizo una profunda reverencia y pidió permiso para ir a meditar a sus aposentos. Cuando emergió de nuevo, su resolución se había endurecido una vez más. La flota no regresaría, aún no. Los Orkos serían perseguidos y destruidos del primero al último.

El orgullo de un guerrero[]

Sin que O'Shovah lo supiera, su ataque al Cinturón de Vorac había iniciado una guerra contra un enemigo que no solo había luchado antes contra los T'au, y sobrevivido, sino que había llegado a comprender a su vez a la Casta del Fuego. Grog Piñoz'ierro, Jefe Guerrero de Alsanta, había aprendido por las malas que los T'au tenían más alcance que los Orkos en el espacio, así que planeó atraerlos lejos de los enclaves y enfrentarse a ellos a corta distancia en los planetas con el relieve más rugoso y atestado que pudo encontrar, con mucha cobertura y montones de escondrijos desde los que empezar lo que él consideraba "una buena pelea".

Las restantes naves-asteroide del Cinturón de Vorac se dividieron en dos flotas al acercarse al Sistema Magi en el borde del Golfo de Damocles. La armada de Farsight las monitorizó lo mejor que pudo. Un cúmulo se lanzó hacia el mundo abandonado de Arthas Moloch, y el otro hacia el planeta T'au de Atari Vo. Un gran asteroide con forma de daga volaba en el corazón de la última flota, y tras meditar sobre la anomalía, Farsight concluyó que una nave insignia con forma de arma atraería a un líder Orko. Dio la orden de poner rumbo a Atari Vo, y su suposición fue correcta: el asteroide-daga era de hecho la nave capitana de su presa.

El descenso de Grog[]

Enviando señales a los T'au que habían colonizado Atari Vo en la Segunda Esfera de Expansión, Farsight se preparó para desembarcar en el planeta y unirse a la Casta del Fuego del planeta para enfrentarse a la inminente invasión Orka. Los T'au de Atari Vo y sus refuerzos de Dal'yth aún estaban apresurándose a reunir sus propias naves para enfrentarse a los asteroides cuando recibieron el escalofriante mensaje de la flota de Farsight: los asteroides no frenarían al acercarse. Los Orkos pretendían estrellarse en el planeta con tanta fuerza como fuera posible. Era igual que en Arkunasha, solo que esta vez el objetivo era un mundo de ciudades y jardines en lugar de un desierto planetario.

Al principio, los T'au quedaron confundidos por la presencia de Farsight a ese lado del Golfo de Damocles y rechazaron sus afirmaciones, pero cuando los asteroides se arrojaron desde las alturas, la horrible verdad se hizo evidente. Se estamparon contra el principal continente del planeta, Vo'hai, acabando con millones de vidas con cada impacto. La nave insignia con forma de daga en el corazón de la flota se clavó profundamente en la capital, Tau'rota'sha, la joya de las ciudades de muros blancos de Atari Vo. Fue reducida a un cráter arrasado en cuestión de segundos.

Los T'au supervivientes esperaban que los Orkos hubieran muerto al ejecutar sus desquiciadas tácticas, pero fueron horriblemente decepcionados. Protegidos por poderosos núcleos blindados en cada nave, los Orkos se derramaron fuera de los restos en una tormenta de agresividad. Allí donde los T'au se les oponían, los Orkos respondían a los disparos con crepitantes rayos de energía y armamento T'au saqueado. El volumen de fuego vomitado por las filas Orkas no se parecía a nada que los T'au hubiesen visto antes, y los cráteres creados por su aterrizaje les proporcionaban cobertura suficiente para escapar de las soluciones de disparo de la Casta de la Tierra.

Los ejércitos de Farsight atracaron en las estaciones celestiales del planeta y se unieron a la batalla que se desarrollaba abajo en el planeta, pero pronto se vio que luchaban contra un tipo de Orkos muy distintos de los primitivos que habían encontrado en Arkunasha. Enormes líderes vestidos con gabardinas cubiertas de glifos desataban estallidos de cegador fuego verde con sus armas de múltiples cañones, cada uno lo bastante poderoso como para atravesar una Armadura de Combate. Cabezamartillos y Mantarrayas capturados se arrastraban desde las rocas, escupiendo fuego de plasma desde sus cascos cubiertos de colmillos de acero mientras se hundían en las filas de sus antiguos propietarios. Chirriantes Kópteros Orkos lanzaban salvas de fuego, obligando a los T'au a ponerse a cubierto mientras más y más Orkos salían de la brecha. En docenas de puntos de impacto, la batalla se intensificó más y más hasta que la sangre T'au se mezcló con el brillante rojo del ícor de los Orkos caídos entre los escombros.

La salvación llegó finalmente, pero no de manos de la Casta del Fuego, sino de las de la Casta del Aire. Bancos enteros de Barracudas y Tiger Sharks fueron desplegados, precedidos por oleadas de Pirañas que segaban banda tras banda de merodeadores Orkos con sus Cañones Rotativos. El Destructor Manta Or'es Por'kauyon masacró a los Orkos más cercanos al estrellado navío-daga con una tormenta de fuego de Acelerador Lineal , y los Bombarderos Tiburón Solar limpiaron las ruinas desde la órbita con cadenas de bombas de plasma. Cuando aún más pilotos se unieron a la batalla, los Orkos huyeron a las ruinas de sus cráteres de impacto. Con sus enemigos batiéndose en retirada, Farsight aprovechó la ventaja, dirigiendo a un Cuerpo de sus propios guerreros más allá del borde del cráter de la nave-daga y cayendo sobre los Orkos del interior. Solo entonces se reveló la auténtica astucia de Grog.

Miles de Orkos inundaron el cráter y cayeron sobre las fuerzas de Farsight como unas mandíbulas cerrándose. Los T'au no podían disparar en todas direcciones a la vez, y en pocos minutos se quedaron empantanados. La última defensa se convirtió en una masacre cuando un imponente y ostentoso Kaudillo se lanzó en persona a la lucha. Con su mente agitada por la emoción, Farsight ordenó a sus Equipos de Armaduras de Combate que se retirasen del cuerpo a cuerpo con sus retropropulsores. Dispararon sobre los Orkos mientras huían por el aire, acabando con muchos en su retirada, pero siguió siendo un hecho que habían cargado de cabeza contra una trampa.

Los T'au que escaparon se reagruparon en las estaciones celestiales, cediendo las zonas de batalla en torno a cada asteroide y trazando planes para un contraataque planetario. Humillado por su derrota en el cráter, Farsight actuó solo como un consejero durante el resto de la guerra. Arriesgó su vida una y otra vez para expiarse por haber llevado a tantos a su muerte, pero la mancha en su honor permaneció.

Las fuerzas armadas del planeta aislaron y finalmente destruyeron a los invasores Orkos tras una campaña difícil y costosa. Cuando la victoria quedó asegurada más allá de toda duda, Farsight se marchó de Atari Vo, jurando no repetir los mismos errores. Pero en su introspección, había subestimado la astucia del Jefe Guerrero Grog una vez más...

Guerra en los Enclaves Farsight[]

Cuando la flota de O'Shovah emergió de nuevo del Golfo de Damocles, Farsight se quedó impactado al encontrar a los enclaves engullidos por la guerra. Con el pánico creciendo en su interior, Farsight ordenó a su flota que se acercase a Vior'los, el más poblado de los mundos, y las comunicaciones de largo alcance confirmaron las peores sospechas de O'Shovah: las naves-asteroide dispersas que no fueron destruidas habían caído desde los cielos sobre las vulnerables colonias. Como anteriormente, las naves-asteroide habían sido usadas como armas, y el cielo nocturno estaba ahora vacío donde antes había brillado el cinturón de asteroides. Con la mayor parte de sus tropas en campaña, las guarniciones que defendían cada mundo estaban atrapadas en una desesperada batalla por la supervivencia.

Farsight se reunió con sus comandantes en el nuevo cuartel general de la Casta del Fuego, una gigantesca ciudad-disco que flotaba en relativa seguridad sobre el océano de Vior'los. La situación era prácticamente igual en los mundos vecinos de Lub'grahl y Tinek'la; incluso el Mundo Oceánico de Salash'hei era recorrido por barcos de guerra Orkos de hierro. Los pielesverdes estaban arrasando los enclaves, y la Casta del Fuego ya había hecho planes para retirar a los supervivientes a zonas de evacuación.

Con voz tranquila y controlada, O'Shovah preguntó cómo podían haber dejado que la situación llegase a este punto. Le informaron de que la guerra había estado equilibrada hasta que un gran potentado Orko había aparecido y unido a los ejércitos. Desde entonces, habían perdido terreno a gran velocidad. Farsight apretó los puños ante la revelación: el Kaudillo que había perseguido hasta Atari Vo había escapado, y después le había devuelto la jugada golpeando a los vulnerables enclaves mientras su comandante estaba ocupado en otra parte.

Ordenando a sus lugartenientes que se quedasen y luchasen en su lugar, Farsight salió a grandes zancadas del Alto Mando de la Casta del Fuego, trepó a la cabina de mando de su Armadura de Combate Crisis, y despegó hacia el horizonte.

Los meses pasaron, y la guerra por los enclaves continuó. Aunque los ejércitos de O'Shovah eran dirigidos por sus capaces lugartenientes, sin su líder, no podían hacer más que mantener a raya a las inmensas hordas de Orkos para evitar que lograsen la victoria total. Murmullos de disensión, e incluso de ira, empezaron a aparecer en los rincones de los enclaves. ¿Cómo podía abandonarlos su líder en la hora de su mayor necesidad? ¿Dónde estaba el héroe de Arkunasha? ¿De verdad iba a dejar tirados a los suyos la gran mente que había llevado a la derrota de los Orkos en Atari Vo?

Meditación y venganza[]

Espantado por sus propios fracasos, Farsight resolvió pensar largo y tendido sobre los sucesos que le habían llevado a este punto. No habría victoria luchando una guerra tradicional de movilidad y paciencia: los Orkos estaban al borde de llevar a la ruina total a los enclaves y tan intoxicados por el aroma de la victoria inminente que ni siquiera matar a su Kaudillo les detendría.

Farsight buscó cómo hacer que los propios planetas le ayudasen como había hecho en Arkunasha. Sin embargo, esta vez la escala de la guerra era mucho mayor. En su búsqueda de sabiduría, se deslizó a través de la superficie del océano salino de Vior'los y después se zambulló en el agua, hundiéndose hasta la oscuridad del lecho oceánico. Allí se asentó en un trance, sentado con las piernas cruzadas en el interior del manto del héroe durante siete largos ciclos. Tiburones nocturnos y bulbosos peces brillantes daban vueltas en torno a las burbujas que surgían de las fisuras oceánicas que le rodeaban mientras buscaba inspiración en las frías verdades del agua.

Una vez completó sus meditaciones submarinas, Farsight surgió de repente del océano y subió a los cielos, dirigiéndose con la sombra de su Armadura de Combate parpadeando sobre las olas hacia los grandes volcanes del centro de la masa terrestre de Vior'los. Con sus retropropulsores luchando contra los vientos que le rodeaban, O'Shovah abrió su cabina sobre la cima del volcán durmiente O'res, cerrando los ojos y sintiendo cómo el aire se arremolinaba a su alrededor hasta que llegó a entender sus secretos.

Cuando acabó su estado de trance, viajó de nuevo, hundiéndose en las profundidades de un cañón en el corazón de la cordillera. Se aventuró hasta los túneles sulfurosos que recorrían el interior de la corteza del planeta, y con los gases venenosos y los arroyos de lava arrastrándose a su alrededor, se tumbó boca arriba y comulgó con los elementos de la tierra, enseñándose a aprender a pensar como la lenta pero imposiblemente poderosa furia del núcleo del planeta.

Finalmente, O'Shovah voló a los infiernos que arrasaban los resecos bosques de Vior'los, incendiados por la guerra que rugía en su superficie. Descendió al interior de las brillantes llamas, y los protocolos de emergencia de su Armadura de Combate iluminaron de rojo la cabina cuando sus capas exteriores se calentaron hasta alcanzar niveles críticos. Podía sentir cómo su piel empezaba a quemarse y el olor a carne tostada llenaba lentamente la cabina. Su piel empezó a chamuscarse, pasando del gris moreno de los nativos de Vior'la a un rico y profundo negro, pero no gritó. Cuando O'Shovah abandonó finalmente el incendio, su Armadura Crisis voló a través de los cielos como un ascua en la noche.

Durante las siguientes semanas, se produjeron una serie de giros dramáticos en el curso de la guerra en los Enclaves Farsight. Sobre las llanuras de cristal de Tinek'la, los elegantes cazas T'au se habían enfrentado durante semanas con miles de chatas aeronaves Orkas. El Comandante Farsight se les unió súbitamente, apareciendo de la nada y ordenando a todos los pilotos de la Casta del Aire en vuelo que liberasen sus gases propelentes, formando un muro de emisiones volátiles siguiendo sus instrucciones específicas. Entonces le prendió fuego con disparos de su Rifle de Plasma. Una gran tempestad de llamas se extendió por el planeta. Mientras quemaban sus restos de combustible para escapar, las aeronaves T'au fueron empujadas por las corrientes térmicas resultantes y cabalgaron sobre la onda expansiva de la titánica bola de fuego, mientras que los torpes aviones Orkos eran consumidos tras ellas. En el proceso, la superficie quedó al mismo tiempo depurada de pielesverdes y de sus corruptoras esporas.

En el acuoso mundo de Salash'hei, el Comandante Farsight se zambulló de nuevo al fondo del océano y plantó cuidadosamente los regalos que había solicitado a la Casta de la Tierra. Su viejo amigo, O'Vesa, no le había defraudado: los sordos estallidos de los nodos fibriladores sísmicos con forma de disco despertaron la ira de las fisuras oceánicas del planeta. Pronto, los mares superficiales se vieron recorridos por tsunamis tan extremos que todos los acorazados Orkos que los surcaban fueron hundidos. Las ballenas-cuchilla de los océanos comieron bien esa noche, pero Farsight ya se había marchado.

El terrestre paisaje de Lub'grahl fue el siguiente. La Casta de la Tierra había construido cientos de nodos-hábitat ovales sobre la superficie del planeta, cada uno asentado con seguridad entre las imponentes agujas de roca del planeta. Los Orkos avanzaban por Lub'grahl a millares de millones, asediando hasta el último nodo, y los T'au estaban empezando a quedarse sin comida. Farsight ordenó a toda la flota de Tinek'la que entrase en una órbita extremadamente baja y subiese magnéticamente los nodos para ponerlos a salvo. Entonces, O'Shovah soltó un puñado de los fibriladores sísmicos de O'Vesa en el interior de B'oghal, el Gran Abismo. Antes de una hora, el planeta se sacudió en protesta, y todas y cada una de las delicadas torres de roca se derrumbaron, enterrando a las hordas Orkas bajo cuarenta metros de roca sólida. Los nodos-hábitat fueron devueltos a la nueva superficie del planeta, y al acabar la semana ya habían vuelto a su productividad máxima.

Finalmente, Farsight regresó a su mundo adoptivo de Vior'los, y su primer acto fue llevar a cabo un ritual Ta'lissera en masa, revitalizando la desgastada moral de sus guerreros. Con los demás enclaves liberados de los invasores y las Castas unidas tras él una vez más, O'Shovah aplicó una estrategia militar despiadadamente eficiente que masacró a los Orkos distrito a distrito. Entonces empleó poderosas tormentas ígneas artificiales para esterilizar el medio ambiente. Muy pocas especies indígenas sobrevivieron al exterminio que Farsight desató sobre el planeta, pero ningún T'au se perdió en las llamas.

Mientras sus escalofriantes pero efectivos métodos quemaban a los Orkos de sus enclaves, la única concesión de O'Shovah a sus propios deseos fue aislar al líder de los Orkos, Grog Piñoz'ierro. Finalmente localizó al Jefe Guerrero en el ojo de una tormenta de fuego, atacando a sus propios seguidores en un intento de restaurar el orden. Se dice que Farsight superó a la bestia en combate singular, aunque nadie estuvo allí para presenciarlo. Todo lo que queda de Grog es un brillante globo lleno de ceniza, con los nombres de cada uno de los enclaves grabados sobre su superficie.

Aunque Farsight había ganado una serie de grandes victorias y había restaurado su imagen de héroe de las recién fortificadas colonias, la amenaza pielverde aún no había acabado. Allí donde los Orkos de la Galaxia oyen hablar de una buena pelea, sus tribus y clanes viajan al lugar solo por empezar de nuevo la lucha. Los Enclaves Farsight se enfrentarían a la amenaza Orka una y otra vez, siendo la más notoria la lucha en Arthas Moloch.

La Tragedia Molochita[]

Diez años de castigo siguieron a la recuperación de los enclaves, durante los cuales los Cuerpos de O'Shovah cazaron y exterminaron a la amenaza Orka allí donde la encontraron. Los guerreros de armadura roja de Farsight destruyeron un planeta infestado de Orkos tras otro. Uno de esos mundos fue Arthas Moloch, pero no fueron solo Orkos lo que Farsight encontró entre las ruinas...

Durante la persecución de Farsight a una flota de naves-asteroide Orkas hasta el mundo de Atari Vo, parte de los extraños navíos se había desviado hacia el distante Arthas Moloch. En efecto, cuando la expedición de O'Shovah se acercó a ese antiguo mundo, detectó signos evidentes de infestación Orka en las zonas urbanizadas del planeta. Cuando las patrullas de la Casta del Aire hicieron una inspección más cercana, no hallaron casi ninguna actividad sobre la superficie del planeta. Los pielesverdes o bien habían conquistado ya a las formas de vida indígenas, o bien habían invadido un mundo que ya estaba muerto. En el puente de su nave, los labios de O'Shovah dejaron ver una sombría sonrisa. Los Orkos no estarían solos por mucho tiempo.

Arthas Moloch era el último de una larga lista de mundos en sentir la ira de Farsight. Divididos, y a menudo sin líderes, los pielesverdes fueron destruidos lenta pero eficazmente por los Cuerpos cazadores de Orkos de O'Shovah. Sin embargo, un extraño fenómeno ocurría en un templo sostenido por ocho pilares, bautizado como el Estrado de la Gran Estrella por la Casta del Aire: siempre que un Orko caía sobre la polvorienta piedra, surgía una extraña explosión de luz. Farsight supervisaba en persona esta parte de la purga, y había matado a docenas de Orkos con su propio rifle. Observó fascinado cómo, finalmente, un brillante disco de luz multicolor empezaba a formarse sobre el estrado, haciendo que las sombras de los Orkos arremolinados bajo él bailasen con vida propia.

De repente, una gota de energía se derramó del disco como sangre escupida por los labios de un moribundo. Cuando su brillo se difuminó, la piedra tallada con la forma de una estrella estaba cubierta de alienígenas carmesíes cornudos de una clase que Farsight jamás había visto. Las figuras, de largas extremidades, se lanzaron contra los Orkos con espadas tan negras que a O'Shovah le parecieron agujeros en el espacio, emitiendo gritos de guerra ininteligibles que hicieron que se activase el bloqueo del audio de su Armadura de Combate.

Más goteos de energía cayeron del ardiente disco, y docenas de brillantes figuras rosas aparecieron dando volteretas y saltos por todas partes. Alzando sus cómicamente largos brazos hacia los cielos, enviaron llameantes chorros de fuego multicolor hacia los observadores T'au situados más arriba. Los ojos de Farsight se abrieron de par en par cuando las llamas se derramaron sobre el morro de un Piraña en vuelo, convirtiendo su chasis en fragmentos de cristal caleidoscópico y haciéndole estrellarse en medio del combate. Más llamas surgieron, convirtiendo a los T'au en piedra, en agua, en estatuas de hueso aullante.

Farsight ordenó la retirada, dando a sus fuerzas la orden de retornar a los cielos tan rápido como pudiesen. Actuaron sin dudar, dejando atrás la surrealista pesadilla del Estrado de la Gran Estrella sin pensárselo dos veces. El propio O'Shovah fue el único que miró atrás. Cuando bajó la mirada hacia el crepitante disco que se arremolinaba sobre el estrado, el portal le devolvió la mirada, aunque él sabía que era imposible, haciéndose más y más grande hasta que ocupó completamente su visión. Le pareció que algún titánico vacío, un desgarrón en el tejido de la realidad de una escala apabullante, había arrancado el corazón de la Galaxia. En su interior se retorcían un trillón de terribles muertes, cada una de ellas llamándole por su nombre.

En ese momento, O'Shovah fue cambiado para siempre. Había contemplado un peligro mucho mayor que el representado por las razas de los Arachen, los Orkos o los humanos. El disco de luz era un portal a otra dimensión, y esa dimensión estaba ansiosa por abrirse camino. La sangre empezó a derramarse desde el shio'he entre sus ojos, y O'Shovah perdió el conocimiento. Su Armadura de Combate cayó en barrena hasta estrellarse de frente en una tumba llena de telarañas, y sus sistemas automáticos le proporcionaron un apoyo intermitente solo suficiente para evitar que cayese en un coma.

La Batalla del Estrado de la Gran Estrella[]

Cuando O'Shovah despertó, descubrió que su cuerpo inconsciente había sido rescatado y llevado a la bahía médica de su nave insignia. La situación en Arthas Moloch se había vuelto crítica, le informaron sus consejeros. Aunque aún quedaban T'au en el planeta, estaban preparándose para evacuar.

Atraídos por la batalla, los Orkos se estaban apresurando a reunirse a millares en el Estrado de la Gran Estrella. Afortunadamente, los Orkos estaban arrojándose a la pelea contra los misteriosos alienígenas de piel roja que habían aparecido allí, y en el proceso se acercaban cada vez más a la extinción.

Aunque su cabeza parecía estar apunto de romperse, y cada articulación y músculo de su envejecido cuerpo sufría punzadas de dolor, Farsight contradijo las órdenes dadas en su ausencia. Los T'au no evacuarían, dijo: de alguna forma habían causado el despertar de esta extraña pesadilla, y era su deber acabar con ella. Los Etéreos adjuntos al consejo asintieron mostrando su aprobación, e insistieron en que debían monitorizar en persona la nueva amenaza descubierta. Tras recibir las nuevas instrucciones, la Casta del Fuego se preparó para regresar al Estrado de la Gran Estrella con todas sus fuerzas.

Escuadrón tras escuadrón de naves de desembarco Orca descendieron sobre los derruidos anfiteatros y mausoleos construidos alrededor del gran templo de Arthas Moloch, mientras los Mantas dejaban caer Cuerpos de Cazadores en la necrópolis infestada de Orkos de las tierras altas. Un gran destacamento de T'au recibió la misión de vigilar a las extrañas criaturas que se derramaban de la fisura, mientras que otros dos grandes grupos erradicaban a los Orkos restantes desde el mayor alcance posible.

La hirviente lucha cuerpo a cuerpo que había comenzado en el Estrado de la Gran Estrella avanzaba y retrocedía con la llegada de más y más Orkos a la lucha. Cuando Farsight y los Etéreos asignados a su expedición llegaron al radio de alcance de sus escáneres, un par de inmensas criaturas de alas rojas del doble del tamaño de la armadura de Farsight emergieron del disco en una llamarada de luz roja, arrojándose a través de los cielos directamente contra ellos. Tras ellos vinieron más bestias aladas, algunas emplumadas como los rocs de Vior'la y otras con alas membranosas que sacudían sangre sobre los combatientes de más abajo.

Estos terrores aéreos se dividieron en dos grupos que se dirigieron a las tierras salvajes. Mientras aleteaban por el cielo, rugían y aullaban en un lenguaje que O'Shovah no podía soportar oír, y ni mucho menos traducir. Sus Equipos Apocalipsis fueron los primeros en abrir fuego contra las monstruosidades aladas que se arrojaban contra ellos. Los disparos de Rifle Acelerador Pesado se estrellaron contra la ornamentada armadura de bronce de la monstruosidad líder, arrancándole un ala y haciéndola caer dando vueltas contra el suelo. Misiles buscadores y disparos de plasma se unieron al tiroteo, y la segunda bestia rápidamente se desvió alrededor de un antiguo templo, ocultándose de la vista.

De repente, una tercera criatura alada surgió a través de una fachada ruinosa para caer sobre los Guerreros del Fuego escondidos tras ella, y el gigantesco alienígena cortó a varios T'au por la mitad con cada barrido de su hacha de bronce. Esta vez, Farsight comprendió el retumbante grito de guerra de la criatura: era una forma arcaica del lenguaje guerrero usado por los Marines Espaciales del Imperio. Su estruendosa voz resonaba en las estatuas y templos rotos del fantasmal planeta. "¡Sangre!", gritaba mientras salpicaba de entrañas los muros de alabastro, "¡Sangre para el Dios de la Sangre!"

La segunda de las bestias gigantes se dejó caer desde los cielos, haciendo retroceder a Farsight de una patada de sus pies con garras hasta las ruinas de una antigua estatua. Un disparo del Rifle de Plasma de O'Shovah le acertó bajo la barbilla, empujándole hacia atrás por un momento antes de que su retorcido látigo chasquease y arrancase el brazo de su Armadura Crisis. Los escáneres direccionales de la Armadura de Combate registraron una forma de arma tras él: la espada sostenida por la estatua que había derribado su caída.

Farsight se arrojó tras los escombros de la estatua una fracción de segundo antes de que el hacha de la bestia redujese la figura de mármol a polvo. La espada curva de la estatua cayó libre. Rodando hacia un lado, Farsight tomó la espada en un veloz movimiento y la blandió con fuerza contra el abdomen de la bestia. La criatura escapó fácilmente del golpe, lanzándose a los aires y saltando más allá de su posición. Mientras Farsight perseguía a la bestia, la vio levantar el hacha sobre su cabeza y descargarla sobre una fuente cercana con tanta fuerza que O'Shovah pudo oír el crujido de los adoquines de debajo. Un momento antes de que Farsight le alcanzase, la bestia saltó a los cielos y voló hacia la distancia.

Luchando contra el ansia de seguir persiguiéndola, el Comandante O'Shovah ordenó a todas las fuerzas restantes que se reunieran en su posición y reestableciesen una línea de batalla. Muchos de sus Guerreros del Fuego habían muerto, asesinados por las cabriolantes bestias que se habían derramado del portal, pero sus tropas habían muerto noblemente, luchando hasta el fin, y la batalla aún seguía rugiendo. Fue la horrorosa visión que encontró en el lugar del último ataque de la gran bestia lo que atenazó de pánico la garganta de Farsight. El Etéreo Aun'Los había sido cortado en dos desde la coronilla hasta la ingle, y su sangre se derramaba a su alrededor dentro de la fuente mientras las flácidas mitades de su frágil cuerpo se estremecían por última vez.

Un agudo grito surgió de los T'au que establecían la línea de batalla cuando se extendió la noticia de la muerte del Etéreo por las filas. Farsight luchó por restaurar el orden, impartiendo una serie de incisivas órdenes para reformar rápidamente a los equipos y reponer las pérdidas, mientras intentaba entender las enredadas y confusas transmisiones que interrumpían los mensajes de su red de comunicaciones.

Un gran número de las coloridas criaturas habían rechazado al segundo grupo de batalla con sus extrañas llamas espectrales, pero por alguna razón, dejaban un amplio margen entre ellas y una de las desgastadas estatuas al este del Estrado. Los T'au aprovecharon la oportunidad para reagruparse bajo su sombra. Mientras tanto, el Etéreo que se había unido al tercer grupo de batalla, Aun'Diemn, había sido desangrado hasta la muerte en un ataque de una gigantesca criatura parecida a un buitre. Los guerreros de Farsight estaban cayendo en el desorden, atrapadas entre los Orkos por un lado y las criaturas alienígenas sin identificar por el otro. Los Guerreros del Fuego estaban al borde del pánico, pues cuanto más derribaban a las criaturas, más de ellas aparecían: era casi como si cada muerte causara que dos bestias más reemplazasen a la caída.

Observando las grabaciones recogidas por las Armaduras de Combate del segundo grupo, Farsight estudió su entorno. En medio del Cuerpo había una gran estatua con túnica, que blandía un extraño medallón hexagramático. Algo extrañó a Farsight sobre ese símbolo: para empezar, cuando lo miraba, el dolor que había ardido en su cabeza parecía remitir. Actuando por instinto, Farsight ordenó a sus guerreros que recuperasen el hexagrama de la antigua estatua y lo llevasen hacia las bestias ardientes. Pasaron unos pocos segundos de tensión antes de que llegara el informe sin aliento de que los alienígenas multicolores retrocedían ante el medallón. El Cuerpo sin líder de Aun'Diemn adoptó la misma táctica tras encontrar un medallón de naturaleza similar en su propio punto de reunión.

La mente de O'Shovah hervía. Parecía que iba a ser necesario emplear medios más esotéricos para derrotar a este nuevo e inexplicable enemigo. Dedicó un momento a pensar en las palabras que Jun'nami le había enseñado en el pico del Monte Kanji hacía tantos años: "Para asegurarse la victoria, el sabio debe adaptarse."

Ordenando a todos los grupos de batalla que se reunieran en su posición, Farsight replanteó en un instante su plan de batalla. Los Guerreros del Fuego y sus equipos de apoyo se enfrentarían a los Orkos, formando un perímetro en torno al Estrado de la Gran Estrella que no debía ser penetrado bajo ninguna circunstancia. Solo los Equipos Crisis se enfrentarían a estos nuevos enemigos bajo el crepitante disco, y los medallones hexagramáticos serían llevados a Farsight tan pronto como fueran encontrados. Sobre todo, ordenó, no debía derramarse ni una gota de sangre en el estrado: si un piloto de Armadura de Combate era herido, debía retirarse inmediatamente.

Los guerreros de Farsight quedaron perplejos por sus órdenes, pero las llevaron a cabo al pie de la letra de todas formas. O'Shovah y su Cuerpo de Armaduras de Combate asaltaron el Estrado de la Gran Estrella mientras sus Guerreros del Fuego mantenían una línea defensiva para que ningún Orko más se uniese a la lucha. Equipos Crisis armados con lanzallamas quemaron hasta reducir a cenizas a los pielesverdes que aún seguían en el estrado, saltando fuera del alcance de los alienígenas de piel carmesí cada vez que se aproximaban.

Cuando las nubes de fuego cubrieron el suelo, la sangre que cubría las baldosas se secó y coaguló formando una película de costra. Un aullido de horror surgió de las extrañas criaturas de piel roja, reafirmando las sospechas de Farsight: las bestias necesitaban sangre para sobrevivir. Una advertencia resonó desde el otro lado del estrado, procedente del bravo Monat que era el más reciente portador del título de Comandante Brightsword. Había avistado a un trío de las enormes bestias aladas lanzándose desde los cielos. Todas ellas tenían alzadas las hachas al zambullirse con temeraria fuerza directamente contra O'Shovah.

El Comandante Farsight levantó bien alto su espada capturada en señal de saludo antes de sacudirla de golpe, y los medallones hexagramáticos que colgaban holgadamente de ella volaron en un perezoso arco hacia el crepitante disco en el centro del estrado. Un momento antes de que las bestias aladas cayeran sobre O'Shovah, los medallones atravesaron las llameantes energías, y una tremenda explosión resonó desde el portal, derribando a todos los Guerreros del Fuego y Armaduras Crisis contra el suelo. A medida que se ayudaban unos a otros a levantarse y a salir de los escombros, vieron que los cielos estaban despejados y que todas y cada una de las criaturas de la fisura habían desaparecido sin rastro.

Tras la extraña batalla, Farsight y sus guerreros purgaron las ruinas de los restantes pielesverdes. No se oyó ningún grito de victoria, no resonó ningún voto guerrero. En lugar de celebrar su doble victoria contra las criaturas que infestaban Arthas Moloch, los T'au regresaron a su flota en silencio. El último de los Etéreos había sido hallado, decapitado y rodeado de sus guardaespaldas inconscientes. Los tres Etéreos habían muerto, dejando sin guía a los T'au.

Los enclaves habían perdido a todos sus líderes espirituales en una sola y trágica batalla. O'Shovah no podía quitarse de la cabeza la sensación de que esto no había sido un accidente, de que alguna inefable fuerza había conspirado contra su pueblo matando a los Etéreos. Aunque todo su entrenamiento y su formidable intelecto se rebelaban contra ello, las visiones que había visto en aquel llameante portal le acompañaron día y noche, infectando sus pensamientos con conclusiones cada vez más peligrosas: había más cosas en el universo que progreso, unidad y destino. Algo acechaba tras el mundo material, algo horrible, hambriento e inconmensurablemente malvado.

Los tentáculos de la duda[]

Al regreso de la expedición de Farsight, la tragedia ocurrida en Arthas Moloch se difundió por los enclaves. Aunque los T'au habían conocido antes la duda, la muerte de los tres Etéreos de la expedición arrojó a miles de millones de almas a la confusión y el miedo. ¿Cómo podía Farsight haber permitido que esto ocurriera? Sin la guía de los Etéreos, ¿cómo podían prevalecer?

Las noticias sobre las extrañas criaturas contra las que los Cuerpos de Farsight habían luchado en el Mundo Artefacto se habían extendido, pero en la mente de la ciudadanía T'au, los "molochitas" no eran más que una nueva raza peligrosa de alienígenas. O'Shovah, por su parte, tenía sospechas más cercanas a la verdad: que las grotescas criaturas no pertenecían en absoluto a la dimensión física.

Que hubiera otra realidad paralela al universo material explicaba muchas cosas: las criaturas salidas de la fisura que aparecieron y desaparecieron en un parpadeo en Arthas Moloch, las llameantes tormentas de luz que habían vomitado a la flota humana durante la Cruzada de Damocles, las extrañas deidades de los humanos y los Orkos, y los aparentemente conscientes diablos de óxido de Arkunasha. Además, si fuese posible viajar de algún modo por este reino alternativo, un imperio no tendría que conocer los límites del tiempo o el espacio. En retrospectiva, era evidente que los Etéreos de la expedición ya sabían algo sobre la existencia de tales cosas. Pero habían mantenido oculta esta verdad largo tiempo a su pueblo, prefiriendo mantenerlos en una obediente ignorancia.

Aunque no se atrevía a hablar de ello abiertamente, habían brotado ideas subversivas de la semilla de la amargura en el corazón de Farsight. Quizá las Castas estarían mejor buscando una armonía natural, pensaba O'Shovah, sin que la Casta Etérea las moderase y controlase en todo momento. Sus actos en el pasado habían rozado lo despreciable: sus crímenes de guerra y su fría política habían parecido necesarias y sabias en su día, pero ahora, en retrospectiva, quedaban expuestas como deplorables. Se decía que el Maestro Aun'Va era capaz de convencer a cualquier T'au al que hablase de la justicia de sus actos, sin importar cuán drásticos fuesen; ¿era posible que los Etéreos hubiesen estado influenciando a las otras Castas a través de algún medio distinto a la lógica y la lealtad? Cuanto más pensaba O'Shovah sobre ello, más recordaba incidentes en los que los T'au habían actuado con una obediencia antinatural en presencia de los Etéreos. Incluso el mito fundamental de Fio'taun, en el que los Etéreos aparecieron de las estrellas para establecer la paz entre las Castas enfrentadas en una sola noche, hablaba más de una fuerza externa actuando sobre la sociedad T'au que de una resolución interna.

Las herejías se extendieron por la mente de Farsight, llevándole al borde del pánico. Si él revelaba estas terribles verdades, sacudiría profundamente al Imperio T'au. Peor aún, con toda probabilidad provocaría el retorno del Mont'au, el tiempo del horror. Pero los secretos eran de tal magnitud que arrinconarlos en el fondo de su mente y seguir dirigiendo a su pueblo era imposible.

Con una terrible sensación de horror, Farsight se dio cuenta de que la amenaza más peligrosa para el Imperio T'au era él mismo.

Dejando atrás su Armadura de Combate para que otros campeones más devotos la usasen en su lugar, O'Shovah huyó a las ardientes tierras salvajes de las llanuras de Vior'los, exiliándose a una existencia crepuscular de áridas cuevas y polvo sin más compañía que sus oscuros pensamientos.

Un Imperio llora[]

Los T'au de los Sectores centrales oyeron cada vez menos sobre la Expedición Farsight a medida que los años pasaban. Pronto, las sondas enviadas a través del Golfo de Damocles dejaron incluso de volver. El Comandante Farsight, cuya esperanza de vida hacía mucho que había sido sobrepasada, fue declarado oficialmente muerto. Todo el Imperio T'au lloró el fallecimiento de su más poderoso héroe y el fin de su gloriosa cruzada para llevar la luz del Bien Supremo a las estrellas distantes.

La verdad se revelaría varias décadas más tarde, cuando la órbita rutinaria de una sonda exploradora le hizo pasar más allá de los Enclaves O'Shovah y regresar al núcleo del imperio. En lugar de estar desprovistas de vida T'au, las colonias estaban floreciendo. Claramente habían encontrado su propio camino en la galaxia, independientemente de las órdenes del Consejo Etéreo. Incluso sus colores y símbolos de Sector habían cambiado.

Aun'Va estaba furioso. ¿Cómo podía el más amado campeón del imperio haber dado la espalda a su pueblo, poniendo sus propios intereses por delante del Bien Supremo? ¿Cómo podía haber descarriado a tantos? La ira incendiaria del Etéreo ante la deserción de Farsight se enfrió hasta convertirse en una gélida furia mucho más peligrosa.

Desde el fallecimiento de Aun'Wei, el Maestro Aun'Va se había convertido en el Etéreo Supremo. Usó cada gramo de su influencia para destruir al héroe que había creado tantos años atrás. Informó al Consejo de los hallazgos de la sonda, insistiendo en que O'Shovah era un rebelde peligroso, una influencia subversiva cuya herejía debería ser condenada de la forma más pública posible. Todas las imágenes de Farsight deberían ser destruidas, todos los monumentos a su gloria reducidos a escombros y todas las menciones a él borradas de la historia. Toda el área del espacio situada al otro lado del Golfo de Damocles fue rebautizada como la Zona Prohibida, vedada incluso a los T'au de mayor rango. Por todo el imperio, los simpatizantes de O'Shovah fueron obligados a ocultarse: todos los que hablaban bien de él eran llevados a interrogatorios, de los cuales muy pocos volvían.

Solo en su mundo natal de Vior'la se conservan aún unas pocas imágenes de Farsight, pues el Comandante aún tenía muchos partidarios en ese planeta. Destruir todo signo de su presencia sería arriesgarse a un peligroso sentimiento de rechazo que Aun'Va, a pesar de su furia, fue lo bastante sabio como para evitar. En vez de eso, el Etéreo Supremo permitió que se dejara en pie una sola estatua fuera de la cúpula de batalla de Mont'yr, convirtiendo un glorioso monumento en un grave recordatorio de que, sin la guía de la Casta Etérea, hasta la mejor mente puede apartarse de la luz.

Al otro lado del Golfo de Damocles, los Enclaves Farsight siguieron forjando sus mundos para adecuarlos mejor a sus propios destinos. Sin embargo, con su líder desaparecido desde hacía tantos años, también ellos habían empezado a ver a O'Shovah como un recuerdo distante. Generación tras generación nació, vivió brevemente, y murió. Más de cien años pasaron sin que diera señales de vida. A medida que el tiempo pasaba sin él, el Comandante Farsight se convirtió en poco más que un mito susurrado.

La llegada del Gran Devorador[]

A finales del 997.M41, llegaron informes de largo alcance sobre una extraña nube galáctica a las fronteras de los Enclaves Farsight. No encajaba con ningún patrón de energía reconocido, hasta que el Comandante Arra'kon, que había sido un sabio líder militar de los Enclaves durante muchos años, lo correlacionó con datos recientes obtenidos de sus aliados ocultos en los Sectores centrales. El silencio cayó sobre el alto mando de la Casta del Fuego cuando vieron lo que representaban las anómalas lecturas: los tentáculos de una Flota Enjambre Tiránida dirigiéndose directamente contra ellos.

Los T'au habían aprendido mucho de su guerra de dos años contra la Flota Enjambre Gorgona a principios de ese siglo. Los Tiránidos eran un enemigo sin igual, capaz de adaptarse y reproducirse a un ritmo aterrador. Era imperativo que la flota que se dirigía hacia ellos fuese destruida antes de que tomase tierra en ninguno de los Enclaves, o de lo contrario sus enjambres podrían causar la muerte de todo ser vivo que viviese allí.

Las flotas de la Casta del Aire de todos los Enclaves fueron movilizadas para interceptar a la Flota Enjambre, y dirigidas a la batalla por el Almirante Kor'O'Kai de Tinek'la. Aprendiendo de los errores cometidos en la lucha contra la Flota Enjambre Gorgona, las flotas de Kor'O'Kai aislaron y destruyeron a los principales elementos de cada bioflota, trazando patrones helicoidales alrededor de cada tentáculo y reduciéndolo a ruinas sangrientas a lo largo de una terrible batalla espacial de seis semanas.

Al final, el enorme número de naves Tiránidas resultó ser inabarcable, incluso a pesar de los habilidosos esfuerzos de la Casta del Aire. Tres de los cuatro cúmulos de bionaves fueron atrapados y destruidos, pero cuando la Casta del Aire quedó implicada por completo, el cuarto cúmulo entró en el espacio de la colonia de Vior'los con relativamente poca oposición. Mientras los cielos enfermaban con las corrupciones Tiránidas preinvasión, y la vegetación del desierto crecía y se hinchaba, una salva de esporas micéticas empezó a llover desde la flota en órbita.

Más longevo que ningún otro Guerrero del Fuego antes que él, el eremita O'Shovah observó cómo los cielos se volvían purpúreos y grisáceos sobre su refugio en el desierto. Los cactus y plantas trepadoras que le proporcionaban agua crecieron, fuera de control, hasta adoptar nuevas formas horribles. Algo estaba atacando a su mundo, algo que estaba cambiando la sustancia de su hogar para que sirviera mejor a sus propósitos. O'Shovah solo podía imaginar una razón por la que una entidad invasora potenciaría la cantidad de materia biológica de un planeta antes de atacar, engordándola como un ternero grox destinado a un banquete. Los invasores venían a alimentarse, y supo que su pueblo le necesitaba más que nunca.

En mitad del terror y la desesperación que estallaron por todos los enclaves, una nota de gozo resonó desde Vior'los. Un anciano guerrero de piel oscura había entrado en el Gran Museo de Vior'los afirmando ser Farsight, el famoso héroe de antaño, y exigido que se le devolviera su reverenciada Armadura de Combate, sometiéndose a las pruebas genéticas necesarias con dignidad y determinación. En efecto, O'Shovah había regresado a ellos en la hora de su mayor necesidad. La Casta del Fuego se llenó de moral cuando una leyenda viviente emergió del desierto para guiarles. Pronto redoblaron sus esfuerzos para rechazar a los enjambres Tiránidos que infestaban las llanuras de Vior'los.

Estudiando hasta la última pizca de información que sus comandantes pudieron proporcionarle sobre la raza Tiránida, O'Shovah coordinó un nuevo esfuerzo bélico basado en la supremacía aérea. Una masiva punta de lanza de ochenta Equipos Crisis se enfrentó a todos los Tiránidos alados que pudieron encontrar, ignorando a todos los demás y derribándolos con misiles de largo alcance desde una distancia amplia de los enjambres de tierra.

Una vez asegurado su éxito aéreo, los Guerreros del Fuego de Vior'los subieron a bordo de los pontones de atraque antigravedad que Farsight había requisado de las estaciones orbitales del planeta y los usaron para deslizarse sobre las hirvientes llanuras. Allí donde se encontraban Tiránidos más grandes, eran atacados y destruidos por salva tras salva de disparos de rifle de inducción desde los pontones antigravedad. De esta forma, O'Shovah buscaba romper la estructura de liderazgo de los Tiránidos en una estrategia planetaria de golpe letal que destruyera los lazos mentales que coordinaban a todas las progenies en una fuerza coherente de invasión.

Mont'ka negado[]

Una y otra vez, las bestias-líder Tiránidas fueron cazadas y destruidas mediante la aplicación precisa de potencia de fuego, y una y otra vez, fueron reforzadas por Esporas Micéticas de grueso cuerpo que llovían desde los cielos. Miles de ciudadanos morían cada día cuando los insidiosos invasores ponían a prueba cada defensa y asentamiento, aprovechando la más mínima debilidad para atravesar las líneas en una marea de cuerpos quitinosos y masacrar a los que estaban al otro lado. Cada vez que Farsight adaptaba su estrategia, optimizando el protocolo militar para eliminar mejor al enemigo, los Tiránidos se reforzaban y adaptaban a su vez. Aunque le enfurecía admitirlo, el plan de O'Shovah de cortar la cabeza de su monstruoso enemigo no estaba funcionando.

Convocando un concilio de emergencia, Farsight se reunió con las mayores mentes de los Enclaves. Su antiguo amigo, O'Vesa, aún se aferraba a la vida gracias a un cóctel de drogas antiedad inventadas por él mismo. Sugirió que si el arte del golpe letal no funcionaba, quizás podía darse una oportunidad a la del cazador paciente. Farsight frunció el ceño, pero consideró la idea de todas formas. Su mundo estaba maduro y listo para ser cosechado, al borde de ser devorado por la Flota Enjambre Tiránida en la órbita. Por horripilante que resultase la noción, quizás no debían intentar prevenir el ataque. En vez de eso, dejarían que ocurriese, y entonces devolverían el golpe.

La misma noche siguiente, Farsight y sus siete comandantes de mayor confianza escoltaron a O'Vesa a una instalación de investigación de la Casta de la Tierra, Fio'ro'tl, situada en las profundidades del Valle del Polvo. Si tenía el tiempo suficiente, el anciano científico creía que él y sus colegas podrían desarrollar una contramedida que destruiría a los Tiránidos antes de su triunfo final. O'Shovah sabía que esta era su última oportunidad. Con su planeta prácticamente arrasado, dio la orden de evacuar al resto de los T'au presentes en Vior'los.

Antes del final de la semana, solo quedaban doce T'au en todo el planeta: Farsight y sus siete comandantes en Armadura de Combate, O'Vesa, y tres de los más capaces científicos de la Casta de la Tierra de Lub'grahl. Empleando muestras de la biomasa xenos recogidas del campo de batalla, los veteranos científicos trabajaron día y noche para desarrollar una contramedida biológica, mientras su instalación de investigación era guardada por seis Armaduras Crisis, una Apocalipsis, y una de las pocas Cataclismo que habían sido desviadas "accidentalmente" hacia los Enclaves Farsight desde las naves en ruta hacia Bahía Mu'gulath.

Aunque O'Shovah había mantenido deliberadamente las defensas de la instalación tan pequeñas como se atrevió para escapar de la detección, en el octavo día los enjambres les encontraron de todas formas. Miles de veloces bestias-arma se derramaron por los barrancos y valles desde todas direcciones, con colosos que caminaban sobre cuchillas avanzando entre ellos. Farsight presentó sus mayores respetos a sus honorables compañeros y se preparó para dar su vida dando a O'Vesa unos pocos y preciados segundos más.

La batalla que se desató entre los comandantes de Armadura de Combate y los enjambres Tiránidos fue legendaria. Ob'lotai 9-0, la Armadura Apocalipsis operada por la IA engramática del antiguo líder de equipo de Farsight, hizo blanco sobre docenas de bestias-líder Tiránidas desde su ventajosa posición sobre la estación de investigación.

Las Hojas de Fusión del séptimo Comandante Brightsword brillaban con fuerza mientras cortaban a través de los gigantes monstruos-ariete que asaltaban las puertas, haciendo que el ícor alienígena se evaporase en nubes asfixiantes a su alrededor mientras él derribaba a uno, se alejaba y después cortaba a través de otro. El sabio Arra'kon moldeaba complejas soluciones de disparo para defender cada nueva posición, coordinando los disparos de lanzallamas de Sha'vastos y Torchstar para consumir al mayor número posible de las bestias-arma menores dondequiera que trepasen a través de las rocas.

Cuando una imponente monstruosidad mató a Shas'O Varg'ha con un estallido de bioelectricidad, quemándole hasta la muerte dentro de su Cataclismo, el Comandante Bravestorm, enterrado desde hacía mucho dentro del soporte vital de su Armadura de Combate, cargó bajo el torso del Biotitán Tiránido. Potenciando al máximo su antiguo Guantelete Demoledor, Bravestorm le arrancó el tórax de un puñetazo en un sangriento saludo a su camarada caído.

Mientras tanto, Farsight se enfrentó en duelo a la siseante bestia-líder en el corazón del enjambre, enfrentando a su Espada del Amanecer contra las espadas cristalinas de la criatura. Incluso O'Vesa pudo unirse al final de la lucha, accediendo a distancia a la interfaz de la Cataclismo caída y reactivando sus sistemas de armamento para dar el golpe de gracia a una bestia progenitora achaparrada que estaba dando a luz a Tiránidos menores directamente dentro de los pasillos de la instalación.

De repente, una gran nube de polvo se alzó, oscureciendo a los combatientes cuando el Destructor Manta Or'es Por'kauyon les sobrevoló. O'Vesa indicó a Farsight que había convocado a los mejores pilotos de la Casta del Aire para que les extrajesen: la hazaña del interior de la instalación estaba casi completa. Una a una, las Armaduras de Combate se lanzaron al vuelo y subieron a bordo del Manta. Bajo ellos, la instalación de investigación quedó enterrada bajo los cuerpos de los Tiránidos que saltaban mientras los T'au huían del lugar. De los valerosos científicos de la Casta de la Tierra, solo O'Vesa sobrevivió.

Durante el transcurso de los siguientes ciclos, el mundo de Vior'los fue despojado de hasta la última pizca de biomasa. Las bocas costilladas de las naves de la Flota Enjambre descendieron para alimentarse, absorbiendo con hambre el fango alimenticio procedente de sus conquistas desde las muchas piscinas de digestión de la superficie. Farsight y sus comandantes monitorizaron el vil espectáculo desde la órbita superior. Mientras las llamas gemelas de la pena y la furia se retorcían en sus entrañas, O'Shovah empezó a dudar del rumbo que habían tomado. Cuando lanzó una mirada interrogadora a O'Vesa, el envejecido científico sonrió y señaló de vuelta a las propias bionaves.

Al principio Farsight no vio nada, pero pronto empezó a extenderse una mancha negra por los flancos quitinosos de una de las naves Tiránidas. En cuestión de unos pocos momentos, la aflicción se había extendido a una segunda nave, seguida rápidamente por otra y después otra, hasta que ninguna quedó libre de la maligna infección. Las bionaves se estremecieron y retorcieron a medida que la decoloración florecía y las cubría por completo. Una a una, las carnosas naves Tiránidas se consumieron, pudriéndose y derrumbándose como una pieza de fruta descomponiéndose en cuestión de segundos. En una hora, todas las bionaves se habían desintegrado por completo.

Las contramedidas creadas por la Casta de la Tierra, explicó O'Vesa, habían sido un conjunto de venenos autorreplicantes. Los agentes necrotizantes habían sido fabricados con un efecto retardante para asegurar que fueran absorbidos por completo por la Flota Enjambre antes de activarse. El vector de transmisión habían sido los cuerpos de los propios científicos de la Casta de la Tierra: su último acto en Vior'los había sido tragarse el veneno. Una vez sus cuerpos fueron disueltos por las piscinas de digestión, los códigos bacteriales que habían encerrado en sí mismos infectaron el propio aire. Como había esperado O'Vesa, los Tiránidos habían llegado a absorber la mayor parte de la atmósfera de Vior'los para alimentar sus futuras conquistas. Al hacerlo, se habían condenado a una rápida y dolorosa muerte.

Un héroe renacido[]

"Vior'los ardió una vez, para erradicar la mácula del Orko. Fue renacido, devuelto a la vida con sudor honesto. Hoy nuestro planeta ha muerto otra vez, consumido por una nueva amenaza. Pero en el proceso las bestias glotonas han sido consumidas a su vez por el fuego de nuestro desafío. Que esas mismas llamas crezcan fieras en vuestros corazones, pueblo mío. Con ellas llevaremos luz y calor a las frías estrellas de un nuevo horizonte"

Comandante Farsight

El último acto de los científicos de la Casta de la Tierra había conmovido profundamente a Farsight. Aquí estaba la auténtica expresión del Bien Supremo: no en una inteligente política ni en librar guerras, sino en el autosacrificio por una mejor vida de los demás. Aunque estaba habituado a que los guerreros de la Casta del Fuego diesen sus vidas en nombre del Imperio T'au, ver semejante altruismo en otra Casta le llenó de humildad. Las muertes de los científicos habían encendido la llama de la ambición en su corazón una vez más.

O'Shovah se esforzó por ver a Vior'los reconstruido y recolonizado, bautizando a sus tres principales ciudades con los nombres de los científicos T'au que habían dado su vida para que el resto de los Enclaves pudiese vivir. Los yermos desiertos y las cordilleras volcánicas serían reconstruidos como ciudades T'au que presumirían de grandes monumentos. En Lub'grahl, el planeta favorito de la Casta de la Tierra, campo tras campo de memoriales ovales blancos fueron levantados en nombre de todos aquellos que habían dado sus vidas por el Bien Supremo.

O'Shovah ya no seguiría rehuyendo su destino como líder y como héroe. La lucha debía continuar.

Regreso a Arthas Moloch[]

Artículo principal: Arcas del Augurio - Visionario Muchos años, o 't'au'cyr, después de que los Enclaves se separasen del Imperio, los T'au seguían luchando contra los orkos, pues no habían logrado terminar con la Guerra del Dakka. En la Era Indomitus, el kaudillo Nazdreg Ug Urdgrub, un fanfarrón egoísta y obsesionado con la riqueza al que le chiflaban las armas de fuego colosales, las armas sobredimensionadas y los botines, se había puesto al frente del Waaag orko. Nazdreg tenía la firme opinión de que la inventiva de sus Chapuzaz, que era fruto de su obscena riqueza personal, inevitablemente sería más que un rival para los Tau.

Para evitar que los mundos del Enclave cayesen bajo el yugo orko, O'Shovah ordenó que se llevase a cabo lo que denominó la "Senda de la espada corta", basada en ataques rápidos, la eliminación de los mekánikos y la recuperación de toda la chatarra y escombros que se encontrasen en el campo de batalla, para evitar que los orkos pudiesen fabricar nuevas armas. Así, lograron abrumar y sobrepasar por fin a los orkos. El sentido de autoconservación de Nazdreg estaba más perfeccionado que el de muchos pieles verdes. Huyó a través del golfo, retirándose a su mayor fortaleza, el planeta Dregrokk, donde ordenó a sus Mekánikoz supervivientes que crearan un arma de victoria y venganza. Si él no podía tener los mundos de los Enclaves Visionario, razonó Nazdreg, tampoco lo tendrían los T'au.

En el mundo de Wurrbork, una peña de Grandez mekánikoz imprudentes inventó un cañón de energía basado en tecnología de teletransportación y manipulación de campos de fuerza. Apodándolo "El Matalejoz", el arma atrapaba todo lo que impactaba en una espuma de burbujas de campo de fuerza y luego emitiendo aleatoriamente esas burbujas a la disformidad y por lo tanto, a su horrible y dispersa destrucción. Si se ampliaba lo suficiente, los mekanikoz creían que el arma podía replicarse y montarse en una flota de kruzeroz orkos. El bombardeo desatado por esta armada destrozaría cualquier mundo al que se dirigiera, y Nazdreg tenía cuatro planetas en particular en mente.

O'Shovah tenía la intención de que sus fuerzas descansaran y se recuperaran antes de perseguir a Nazdreg a través del golfo de Damocles, pero ahora era evidente que no podía permitirse el lujo de esperar. Si el Mont'ka contra Nazdreg no se lanzaba de inmediato, Visionario estaba convencido de que el golpe llegaría demasiado tarde para evitar que los Orkos completaran y desplegaran sus nuevas armas, y exigió que sus generales actuasen con prontitud.

El ataque T'au fue rápido y devastador, golpeando en varios frentes, y O'Shovah consiguió engañar a Nazdreg, haciéndole creer que se encontraba al frente del grupo de combate más grande, y haciendo que el Kaudillo se encabezase hacia allí. Cuando los talleres de Nazdreg quedaron desprotegidos, O'Shovah atacó, causando el caos en las fábricas junto a sus Ocho. Cuando Nazdreg se dió cuenta de la maniobra del t'au, teletransportó su fortaleza hasta el taller. Temiendo por la vida de sus compañeros, O'Shovah se lanzó directamente contra Nazdreg y sus nobles, arriesgando su vida para que el comandante Brightsword pudiera destruir los generadores de energía del teletransportador, lanzando la fortaleza a la Disformidad. Con el kaudillo desaparecido, las fuerzas orkas comenzaron a caer en la anarquía, pero la aparición de un nuevo enemigo truncó la situación.

Las Arcas del Augurio[]

La llegada de una flota funesta, al frente de la cual se encontraba el Arca del Augurio "Impía", truncó el golpe mortal de O'Shovah a los orkos. Los t'au huyeron del ataque de los orkos y los Marines Espaciales del Caos hacia el planeta Arthas Moloch, en el mismo sistema estelar que Dregrokk, justo donde se encontraba el artefacto que Vashtorr buscaba y que el Arca del Augurio debía recuperar.

O'Shovah se había dirigido a Arthas Moloch por dos razones: la primera era que el Estrado de las Estrellas se encontraba allí, y podría utilizar sus extraños seres para luchar contra sus enemigos; pero, además, envió un mensaje de ayuda a los etéreos del Imperio T'au, pidiendo ayuda aunque fuese a cambio de su redención. Por tanto, cuando las fuerzas de los pieles verdes y del Caos inundaron la superficie de Arthas Moloch y chocaron violentamente en el vacío, el Comandante luchó por ganar tiempo hasta que los Etéreos recibieran su mensaje y debatiesen sobre su contenido.

Durante semanas, los t'au lucharon con fintas y maniobras contra sus enemigos, mientras que los siervos del Caos buscaban el artefacto en el planeta. Al final, el lider de las fuerzas caóticas supuso que la zona mejor defendida por los tau tendría algún tipo de interés, y hacia allí encaminó sus fuerzas. Poco a poco, la guerra pasó factura a los t'au, y el espíritu de O'Shovah estaba cada vez más resentido. Fue la ira, y no la desesperación, lo que creció dentro del pecho de Visionario durante esa agotadora campaña de guerrillas. Preocupado por caer presa de la rabia, el Comandante cambió a una serie de tácticas más ofensivas, frenando el avance enemigo. Fue a raíz de la Batalla de las Torres Haggard, un costoso enfrentamiento con una enorme horda de Orkos, cuando finalmente llegó la tan esperada respuesta de los Etéreos, que no fue la que deseaban: el propio Aun'Va rechazó la petición de ayuda del Enclave, declarándoles traidores y condenándoles a la muerte.

La victoria en Arthas Moloch ya no era posible para O'Shovah y sus fuerzas supervivientes. En su lugar, planearon un último y grandioso Kauyon que confiaron supondría la perdición de sus enemigos a la par que cubriría su propia huida, despertar a los monstruos del Estrado de las Estrellas y esperar que entretuviesen al enemigo, mientras las fuerzas tau se centraban en preparar la extracción del planeta.

La última resistencia de los tau se organizó alrededor de la tarima, donde habían atraído a los siervos del Caos y a los pielesverdes. Allí, toda la ira y la amargura acumuladas por O'Shovah desde el inicio de la guerra contra Arthas Moloch le inundaron. Lo único que deseaba era encender los propulsores de su armadura y cargar de frente al enemigo, y notaba como al resto de sus fuerzas les pasaba lo mismo, pero la voluntad de O'Shovah mantuvo la formación el tiempo suficiente para que sus enemigos se acercasen al punto designado, acabando con ellos y, con su sangre, activando el Estrado de las Estrellas.

Cuanto más luchaban, más aumentaba la rabia de O'Shovah. Comenzó a perder tracción de la realidad, y a tener visiones sobre sí mismo convertido en un semidios de la guerra, pero finalmente el odio a sí mismo y el horror invadieron al Alto Comandante cuando volvió a escuchar los gritos de locura y desesperación de sus guerreros, al ver cómo se deshacía su plan de batalla mientras él se deleitaba con la carnicería. Organizando a sus tropas y con ayuda de sus compañeros de los Ocho, se retiraron de la batalla, mientras orkos, gue'la y molochitas se masacraban entre ellos.

Armamento y equipo[]

Espada del amanecer codex 8ª

La Espada del Amanecer

  • Espada del Amanecer: La Espada del Amanecer es una enorme arma que O'Shovah descubrió en el planeta Arthas Moloch, y desde entonces utiliza como arma predilecta de combate cuerpo a cuerpo, gracias a la fuerza que le confieren sus exoarmaduras. Sin que el Comandante lo sepa, la Espada del Amanecer está hecha con una aleación cronofágica, y cada vez que su portador acaba con una vida, la esperanza de vida arrebatada a la víctima es añadida a la del usuario. Esto ha permitido a O'Shovah vivir durante tres siglos enteros, pese a que el Comandante no tiene conciencia de la causa.
  • Armaduras: Durante mucho tiempo, O'Shovah utilizó una Armadura de combate XV8 Crisis, que solía ir equipada con un rifle de plasma y le permitía moverse con velocidad por el campo de batalla, mientras le protegía del fuego enemigo y le otorgaba la fuerza necesaria para blandir el Filo del Amanecer. En la Era Indomitus, comenzó a utilizar una Armadura XV-86 Supernova, un prototipo de exoarmadura con una avanzadísima inteligencia artificial, obra del científico O'Vesa de la Casta de la Tierra, que además incorporaba uno de los talismanes encontrados en Arthas Moloch.
  • Bastones de combate, que suele llevarlos en su equipaje de viaje, unas varas de madera de hierro tan largas y gruesas como su antebrazo.

Citas conocidas[]

"He visto cosas que no creeríais. Mundos enteros en llamas, cadenas de supernovas al borde de la nada, el gran vacío del espacio. He cambiado, soy un renegado..."

Comandante O'Shovah, grabaciones personales

"Valoro la obediencia, pero la ignorancia es un arma colocada en las manos de nuestro enemigo"

Comandante O'Shovah

"Voy allá donde el Bien Supremo lo ordene, como cualquier estudiante diligente del T'au'va. Si los expertos del alto mando creen que puedo ser más efectivo aquí, entonces se convierte en mi objetivo personal y no pienso en glorias potenciales perdidas en cualquier parte."

Comandante O'Shovah

"El entrenamiento no es ninguna indulgencia, si mis guerreros van a retener cualquier valor como fuerza de combate. Al igual que tus propios aprendices no esperarían que un mecanismo que funcione sea dejado sin un mantenimiento, no puedo esperar que mis guerreros combatan si nunca han sostenido un arma"

Comandante O'Shovah (contestando al Fio'ui de Arkunasha)

"Tienes la gratitud del Imperio T'au y la aprobación de tus seguidores, miembros de tu casta. Comprendo que te hayan dado un nuevo nombre para celebrar tu éxito"

Aun'o T'au Vasoy Ty'asla

"Por supuesto, me han apodado O'Shovah -Comandante Farsight- por mi supuesta habilidad de ver el futuro, y les he prometido que en tiempos futuros el Imperio T'au recordará mi nombre"

Comandante O'Shovah (durante una reunion con un triumvirato de Etéreos)

Miniaturas[]

Fuentes[]

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