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Nuceria era el brutal y odiado planeta natal del Primarca Angron de los Devoradores de Mundos, el cual fue encontrado allí por el Emperador de la Humanidad durante los primeros días de la Gran Cruzada a finales del M30. En días antiguos fue clasificado por el Imperio como un muy avanzado tecnológicamente del Segmentum Ultima, aunque los registros históricos imperiales actuales por lo general no mencionan su nombre, que fue borrado tras los acontecimientos de la Herejía de Horus. Esto es muy probablemente el resultado de un Edicto de Obliteración que se llevó a cabo para eliminar cualquier rastro del mundo que dio a luz al temible Primarca Daemon Angron. Tras ser arrasado por la Legión Traidora de los Devoradores de Mundos durante la Herejía de Horus, es ahora un mundo muerto, purgado de toda vida.
Historia[]
Llegada de Angron[]

Angron, Señor de las Arenas Rojas.
Una buena gran parte de la historia de vida del Primarca Daemon Angron permanece desconocida para la mayoría de registros imperiales. Durante la dispersión de las cápsulas de gestación de los Primarcas, desde los laboratorios genéticos del Emperador de la Humanidad, en las profundidades del Himalaya, Angron fue lanzado a través de la Disformidad a un mundo humano lejos de Terra. Tanto los datos de cómo Angron llegó a ser separado del Emperador tan pronto después de su creación como el nombre del planeta que finalmente vino a llamar hogar fueron retirados del registro imperial, lo que hace que en la actualidad los eruditos no estén seguros de dónde estaba este planeta o incluso si todavía existe. De hecho, hay pruebas de que esta información, incluido el verdadero nombre del mundo en el que fue encontrado, se conocía, pero se mantuvo deliberadamente en secreto por orden del Emperador y de las personas cercanas a él. Lo que se conoce es una oscura historia de brutal crianza del Primarca, violencia asesina, y la revuelta de Angron contra sus crueles amos.
Después de que Angron fuese separado del Emperador y Terra por las misteriosas maquinaciones de los Poderes Ruinosos, fue depositado a través de la Disformidad en el mundo de Nuceria. Este se encontraba al borde de la Franja Este del Segmentum Ultima, cerca de lo que se conocería años después como Ultramar. El Speculum Historiae de Carpinus habla del mundo de Angron como tecnológicamente avanzado y gobernado por una élite rica que vivía en una opulencia decadente mientras que la población de sus ciudades vivía en una pobreza extrema en los barrios pobres que rodeaban sus palacios y villas. Para distraer a la población de su pobreza, los gobernantes oligárquicos de Nuceria celebraban regularmente combates a muerte entre gladiadores en arenas masivas, utilizando a gladiadores cibernéticamente mejorados que luchaban para satisfacer la interminable sed de sangre de los pueblos oprimidos. Fue en este mundo donde el Primarca Angron fue finalmente descubierto, aunque poco más se sabe acerca de las circunstancias de cómo llegó allí.
Lo que se sabe es que Angron fue descubierto por un traficante de esclavos que se topó con la figura maltrecha y ensangrentada del joven Primarca rodeada de decenas de cadáveres alienígenas, en lo alto de las montañas del norte de Desh'elika. La historia no registra a qué especie alienígena pertenecían, pero muchos estudiosos imperiales creen que posiblemente fuesen los Eldars quienes intentaron matar al Primarca, debido a alguna premonición psíquica sobre la plaga que caería sobre la galaxia algún día. Angron había sido gravemente herido en el combate, pero seguía con vida. Tomado como un esclavo, el joven fue llevado al Palacio Praxica, la sede del Trono Reksium de la poderosa ciudad-estado nuceriana de Desh'ea, donde fue vendido al clan gobernante, los Thal'kyr. El obvio potencial del joven como gladiador pronto se hizo evidente y fue comprado por la arena más grande y popular de la capital. Al joven Primarca se le dio un nombre, Angron Thal'kyr, y se le cuidó hasta que sanó. Luego recibió los implantes cibernéticos bio-neuronales conocidos por los sabios de Nuceria como clavos del Carnicero. Estos fueron martillados en el cráneo del Primarca y quirúrgicamente injertados a su corteza cerebral. Dispositivos reliquia de la Era Oscura de la Tecnología, estos implantes corticales disparaban la adrenalina de un guerrero, lo que resultaba en una mayor fuerza y la agresividad en la batalla. Blanqueaban la mente de un guerrero de toda razón, precaución e instintos de mortalidad. Los clavos recompensaban la rabia con chorros de placer electroquímicos, un hormigueo en la sinapsis y un amortiguamiento del disfrute de todo lo demás. Ninguna máquina mejor había sido inventada. Las celdas debajo de la arena masiva eran el hogar de varios miles de gladiadores, todos implantados con clavos del Carnicero, y Angron ocupó su lugar entre ellos.
Después de sólo unos meses, Angron Thal'kyr se había convertido en un guerrero orgulloso de temible habilidad y un fuerte sentido de honor. Mató a cientos de otros gladiadores, pero a los que luchaban bien él siempre los perdonaba. Aunque Angron parecía disfrutar de la vida de un gladiador y de la adulación de la multitud desh'eana, secretamente se sentía resentido por su esclavitud, y siempre estaba planeando cómo escapar. Demostró ser un campeón problemático, con tendencia a intentar escapar cada vez que veía una ocasión, pero tales esfuerzos siempre fracasaban. En unos años estándar la fama de Angron se había extendido a todos los rincones de su planeta natal. Bajo su formación, los gladiadores de la arena de pronto se habían convertido en los más grandes de su mundo que había visto y ninguno podía enfrentarse a ellos. Sin embargo, Angron también aprendió, después de un último intento fallido de fuga, que nunca tendría éxito solo. Su inquebrantable código de guerrero y la pura habilidad de combate le habían hecho un muy respetado líder entre los otros gladiadores desh'eanos, y cuando se anunciaron los más largos juegos de muerte jamás celebrados en Nuceria, Angron planeó su intento de fuga más audaz hasta la fecha. Para estos nuevos juegos, a Angron se le permitió llevar a cabo un gran combate que involucrase todos los gladiadores de su arena. Mientras la multitud desh'eana ahogaba los sonidos de la batalla, los gladiadores de Angron se volvieron contra sus guardias armados, despedazándolos a ellos y luchando hacia su camino de la libertad. Contra los guardias armados con armas de fuego, las bajas de los gladiadores fueron graves, pero casi 2,000 sobrevivieron para escapar a las calles de Desh'ea, robando las armas y suministros que pudieron antes de huir hacia las montañas del norte, donde Angron había sido descubierto. En los siguientes años, los gobernantes del mundo enviaron muchas fuerzas armadas para matar o recapturar los esclavos rebeldes, que pronto se llamaron a sí mismos los "Devoradores de Ciudades", pero todos fueron destruidos a su vez por el liderazgo de Angron, la habilidad marcial y la furia cibernéticamente potenciada de los gladiadores.
Pero el desgaste y el hambre se cobraron lentamente su precio en los esclavos y, al final, sólo 1.000 hombres y mujeres seguían con vida, la mitad del tamaño de la fuerza original de los fugitivos. En una montaña llamada Fedan Mhor, en un sombrío promontorio conocido como la cresta Desh'elika, Angron y sus fuerzas fueron finalmente rodeados por no menos de cinco grandes ejércitos nucerianos. Ni siquiera el Primarca podía resistir contra tales números absolutos, pero fue en este momento cuando el Emperador de la Humanidad vino a este mundo, atraído por las emanaciones psíquicas de su hijo genético. El Emperador había observado a Angron en secreto desde la órbita durante muchos meses y había observado con orgullo cómo había dirigido a sus esclavos liberados en combate contra las fuerzas de la tiranía. El Emperador descendió a la superficie del mundo y después de que la conmoción de la augusta reunión hubo desaparecido en el Primarca, el Emperador ofreció Angron el liderazgo de la XII Legión de Marines Espaciales, los Perros de la Guerra, que habían sido creados a partir de su propio material genético, y un lugar a su lado en la Gran Cruzada. Para incredulidad del Emperador, Angron se negó, alegando que ese era su lugar, que se quedaría con sus compañeros esclavos de los Devoradores de Ciudades y que moriría antes de desertarles. El Emperador se retiró a su buque insignia, sorprendido por la negativa de su hijo. Evaluando la situación, el Emperador vio que a pesar de todas las fuerzas de Angron como Primarca y líder, iba a morir en la batalla que se avecinaba. La pérdida de uno de sus hijos irreemplazables a manos de chusma en un planeta atrasado que pronto sería anexionado era simplemente inaceptable. Llevando su buque insignia a la órbita baja del mundo, el Emperador teleportó a Angron lejos de la montaña de Fedan Mhor y la Batalla de la Cresta de Desh'elika. Sin su líder, la moral de los gladiadores se quebró y al día siguiente fueron masacrados hasta el último hombre por los ejércitos de los gobernantes del mundo. Este fue un acto por el que Angron nunca perdonaría al Emperador, y una mancha en el honor de la Primarca que nunca se desvanecería, sino que se pudriría hasta convertirse en una profunda llaga espiritual.
Los sucesos exactos de la intervención del Emperador y la aceptación de Angron de su nueva situación son objeto de sombríos rumores y conjeturas, pero lo que se puede decir con certeza es que la primera reacción de Angron a su nueva situación fue la rabia. Se dice que durante algún tiempo todos los Perros de la Guerra que se presentaron ante él se encontraron con una muerte espantosa por sus esfuerzos. Es seguro que en este momento el Señor de la Legión de los Perros de la Guerra, Ibram Ghreer, un general respetado que había mandado la XII Legión durante casi tres décadas, desapareció sin explicación por parte de cualquier registro de la época y ninguna explicación fue dada por la taciturna Legión sobre su ausencia. Solo se alcanzó un acuerdo a través de los esfuerzos del Centurión Khârn, que mostró un gran coraje al confrontar a su Primarca y retarlo a asumir sus responsabilidades a pesar de las heridas casi mortales que recibió por sus esfuerzos. La nobleza de Khârn frente su rabia cambió las percepciones de Angron y le hizo darse cuenta de que los Astartes de la XII Legión eran, de hecho, valientes guerreros con su mismo sentido del honor y dignos de su liderazgo. Después de esto, Angron tomó rápidamente el mando de su Legión. Angron renombró a su Legión los Devoradores de Mundos tras tomar su control. Angron hizo eso en parte para honrar la fuerza gladiadora que había dirigido en la rebelión en su planeta natal, cuyos guerreros habían sido conocidos como los “Devoradores de Ciudades” por su ira y violencia. Eligió el nuevo nombre de su Legión cuando el Capitán terrano de la 9ª Compañía, Dreagher, prometió a Angron en su primer encuentro que bajo su liderazgo los Perros de la Guerra se convertirían en los "Devoradores de Mundos".
Destrucción[]

Angron retorna a Desh'elika, donde murieron sus antiguos Devoradores de Ciudades.
Durante los primeros días de la Herejía de Horus, Lorgar ordenó a sus dos asesores de mayor confianza, el Primer Capellán Erebus y el Primer Capitán Kor Phaeron, dar rienda suelta a su ira contra el Reino de Ultramar. Esto no era sino la justa represalia por la humillación sufrida por la XVII Legión, que fue obligada a arrodillarse en desgracia ante el Emperador y Roboute Guilliman y su XIII Legión de Ultramarines en el planeta Khur por orden del Emperador durante la Gran Cruzada. En primer lugar los Portadores de la Palabra lograron una monumental victoria en la Batalla de Calth, tras la cual los Ultramarines quedaron gravemente dañados y ya no representaban una amenaza viable al plan de Horus de tomar Terra. Erebus logró completar su blasfemo ritual en la superficie de Calth, el cual invocó el inicio de lo que sería la Tormenta de Ruina; una monstruosa tormenta disforme, tan extensa que abarcó toda la Franja Este y la más destructiva de cuantas había conocido la humanidad desde los días de la Era de los Conflictos.
Mientras tenía lugar la Batalla de Calth, Lorgar y los Portadores de la Palabra más fiables bajo su mando lanzaron una segunda ofensiva, una Cruzada Sombría, conjuntamente con su hermano Angron de los Devoradores de Mundos sobre el resto del reino de Ultramar, arrasando los Quinientos Mundos con un abandono temerario y arrasando veintiséis mundos en rápida sucesión. El objetivo de tales golpes relámpago era asegurar el éxito de la Tormenta de Ruina, lo que en última instancia dividiría la galaxia en dos y dejaría intransitables vastas extensiones del Imperio durante siglos, aislando efectivamente Ultramar del resto del Imperio. Esta prodigiosa tormenta disforme negaría a los leales los tan necesarios refuerzos cuando Horus marchara a Terra en su intento de derrocar al Emperador de la Humanidad. Nada saldría y nada entraría hacia Terra. Ni siquiera un susurro astropático sería capaz de atravesar esta tormenta que vomitaba energía disforme en el espacio real.
Durante esta Cruzada Sombría, Lorgar se dio cuenta de que la estabilidad mental y el temperamento de Angron empeoraban cada vez más. Sus implantes corticales conocidos como Clavos del Carnicero lo estaban matando más rápido de lo que Lorgar había imaginado en un principio; más rápido de lo que nadie pudo haber previsto. La tasa de degeneración se había acelerado muy rápidamente en los meses posteriores a la Batalla de Calth. Los implantes nunca fueron diseñados para la peculiar genética y córtex de un Primarca. Cualquier intento de extraerlos supondría su muerte. La fisiología de Angron trataba de curar incesantemente el daño producido por los Clavos pero era una lucha que no podía ganar. Para salvar su vida, Lorgar convenció al Señor de los Devoradores de Mundos de volver a su planeta natal, Nuceria. Los señores de los juegos de gladiadores en ese mundo, aquellos que habían insertado tan diabólico dispositivo en el cráneo de Angron, sabrían más de su funcionamiento y tecnología que los sabios de las Legiones Traidoras y el Mechanicum Oscuro. Los dos Primarcas aprenderían todo lo que supieran los nucerianos y luego prenderían fuego al repugnante planeta hasta que su superficie no fuera más que vidrio. Al fin Angron ejecutaría la venganza que fingió nunca haber deseado. Que Angron luchase contra él, le odiara o confiara en él, era un asunto de poca importancia para un Lorgar que pretendía arrastrar a Angron a la inmortalidad que se merecía ante los Dioses Oscuros tanto si quería como si no.
La flota punitiva de Guilliman, que había estado siguiendo la estela de del resto de la Legión de los Portadores de la Palabra tras Batalla de Calth, encontró al fin a los traidores en Nuceria, un mundo en el que los Devoradores de Mundos estaban ocupados exterminando toda vida en merecida venganza por el tratamiento que los nucerianos infligieron un siglo antes a Angron. La nave de guerra Coraje Ante Todo, nave insignia temporal de la XIII Legión de Guilliman, emergió de la Disformidad en los límites del sistema, a la cabeza de una gran flota consistente en 41 naves. La flota de los Ultramarines parecía maltrecha, formada con los restos de flotas separadas. No era una flota de interdicción como tal, sino una variopinta fuerza de ataque, una lanzada al corazón del enemigo. Guilliman hizo lo mejor que pudo con tan limitados recursos. Los cruceros y acorazados de la XIII Legión navegaron de través respecto a la flota enemiga para intercambiar repetidas andanadas de costado, ofreciendo objetivos demasiado grandes y poderosos para ignorarlos, mientras que el resto de la flota utilizaba precisas descargas de lanzas desde una línea más segura. Después la flota dividió su fuerza de asalto, haciendo todo lo posible para destruir la nave insignia de Lorgar, Fidelitas Lex, y tratando de tomar la de los Devoradores de Mundos, Conquistador, en una acción de abordaje.
Pero las naves de guerra de los Ultramarines no sólo se batían en una guerra en el espacio, sino que también intentaron llevar la lucha a la superficie de Nuceria, pues este ataque era algo personal. Los Ultramarines habían venido para vengarse de Lorgar y los Portadores de la Palabra, del mismo modo que habían perseguido a Kor Phaeron hasta la Tormenta de Ruina en el otro lado de Ultramar. Varias naves de guerra de los Ultramarines trataron de alcanzar Nuceria, sangrando Cápsulas de Desembarco, módulos de aterrizaje y cañoneras de combate, forzando el desembarco planetario por cualquier medio necesario. La flota Ultramarine atacó y acosó a los Traidores como una horda de insectos. Sin embargo, la tenaz comandante de la Conquistador, Lotara Sarrin, les puso las cosas difíciles y destruyó cierto número de naves Ultramarines que intentaron soltar su carga hacia la superficie. Aunque la nave insignia de los Devoradores de Mundos convirtió algunas de las naves más pequeñas en restos llameantes, los Ultramarines acabaron por atravesar su tenaz defensa y lograron desembarcar tropas en la superficie de Nuceria.
Mientras tanto, la Fidelitas Lex ya era una ruina, con su blindaje perforado y agrietado, sus escudos una memoria. Las catedrales y fortalezas que poblaban su lomo fueron borradas, devastadas por la furia incendiaria de los Ultramarines. La flota de la XIII Legión atacó en pasadas de ametrallamiento e intercambios de fuego de costados, intercambiándolo con la potencia de fuego superior de la Fidelitas Lex y aceptando sus propias bajas con tal de hacer sangrar la gigantesca nave. Cada asalto debilitaba a la Lex, menguaba su número de torretas y cañones operativos, recibiendo un castigo cada vez mayor sobre su frágil blindaje. Pero siguió luchando. Arrastrándose entre naves más pequeñas, la Lex arremetió de nuevo con sus macrocañones restantes, envolviéndose en la luz de su propio casco en llamas. Guilliman guiaba la batalla desde el puente de mando del Coraje Ante Todo y había decidido que la Lex moriría primero, asesinada por mil cortes y barrida del tablero de juego, mientras que la Conquistador sería abordada y destruida desde dentro. En el transcurso de la batalla en la órbita de Nuceria, la Conquistador no podía ir en ayuda de su nave hermana. Ambas naves insignia lucharon solas, sin apoyo y sufriendo los ataques sin fin de la armada improvisada de la XIII Legión. Cápsulas de salvamento fueron lanzadas desde los lados y partes más vulnerables de la Lex, junto con naves más pesadas del Mechanicum y módulos de aterrizaje masivos. Con los legionarios ya en la superficie, la población humana de la nave huyó en los minutos finales de la nave. Y hasta en esos momentos la nave luchó: avanzando, virando, furiosa. Los cruceros de los Ultramarines que seguían atacando se encontraban tan mal como su presa. Esta batalla espacial era una lucha sucia entre naves de guerra, demasiado cerca para los precisos cálculos de fuego de baterías a distancia. En su lugar, se trataba de una pelea a cara de perro.
La Barcaza de Batalla Soldado de los Ultramarines interceptó la Conquistador y pasó por su costado, lanzando transportes de asalto y torpedos de abordaje. Mientras la nave insignia de los Devoradores de Mundos estaba ocupada repeliendo a los invasores, una serie de naves pequeñas de la XIII Legión se deslizó más allá de sus defensas y lanzó Cápsulas de Desembarco, cañoneras de combate y transportes de tropas. Las primeras cápsulas no tardaron en estrellarse en la superficie del planeta. Los mamparos blindados se abrieron y los primeros Ultramarines emergieron, bólteres en alto, moviéndose en perfecta y bien entrenada coordinación. Pero los Devoradores de Mundos les estaban esperando. Los que no estaban dominados por los Clavos del Carnicero tuvieron de inmediato la perspicacia suficiente para señalar que estos Ultramarines no eran los guerreros en azul cobalto virgen con quienes se habían enfrentado previamente en el mundo arsenal de Armatura. Estos legionarios de la XIII portaban servoarmaduras agrietadas, sin reparar o limpiar de alguna batalla horrenda semanas o meses antes. Estos eran endurecidos veteranos de la Atrocidad de Calth. Ardían con una intensidad calculada para llevar a cabo la venganza en su corazón, y tenían la intención de llegar a las manos con los Portadores de la Palabra.
Como era su estilo de combate, los Ultramarines establecieron cabezas de puente en las posiciones defendibles, expandiéndolas para que aterrizaran los refuerzos. Pero por cada posición que ganaban, otra era invadida por los Devoradores de Mundos en una tormenta de rugientes hachas sierra o el avance implacable y entre cánticos de los Portadores de la Palabra. La XII Legión se estrelló contra la XIII en rabiosas manadas, mostrando por qué las fuerzas imperiales siempre habían temido luchar junto a ellos durante décadas. Incontrolables, desatados, sin restricciones, masacraron los puntos fuertes de los Ultramarines, esclavizados a la alegría de la batalla por los Clavos del Carnicero dentro de sus cerebros. La XVII Legión también se enfrentó con sus primos leales, sustituyendo la ferocidad por rencor y odio. Los Ultramarines respondieron en igual medida, con hambre de venganza contra los viles traidores que habían destrozado Calth y dañado su estrella. Las unidades de los Portadores de la Palabra marcharon, entonando oscuros himnos y sermones escritos en el Libro de Lorgar, portando iconos hechos de metal oxidado y los huesos blanqueados de cadáveres por encima de sus regimientos.
Mientras los combates en tierra ganaban intensidad, el casco en llamas de la Fidelitas Lex atravesó las nubes de la atmósfera del planeta, estremeciéndose en su camino al este, cayendo de forma dolorosamente lenta para ser algo de esa escala. El peso de los masivos motores de plasma de la Lex arrastró la popa hacia abajo primero, chocando con la superficie del océano nuceriano, lejos de la costa. Mientras tanto, un semidiós en oro y azul se encontró por fin con el objeto de su obsesión en medio del clamor de la guerra. Guilliman se batió con Lorgar, poseyendo la ventaja de dos armas, pero el Crozius de Lorgar le daba un alcance del que su hermano carecía. Cuando se enfrentaron no hubo un furioso intercambio de golpes frenéticos, ni hubo discursos melodramáticos de venganza. Los dos Primarcas se batieron, puños de combate contra maza de guerra, y se alejaron de la llamarada resultante de los campos de energía repeliéndose. Sus guerreros se mataban entre sí en torno a los dos, y ninguno les dedicó a sus hijos ni un vistazo. Lorgar apagó los últimos rayos que se aferraban a la cabeza de su Crozius, sacudiendo la cabeza en lenta negación.
Ambos Primarcas lucharon sin hacer caso a sus guerreros, sus movimientos semidivinos un borrón inconcebible para los Marines Espaciales que luchaban a su alrededor. Ninguno había imaginado a los héroes de esta nueva era enfrentándose entre si, ni podían haber predicho los manantiales de odio que surgirían entre ellos. Guilliman se enfrentaba a Lorgar por lo que su Legión había hecho a los Quinientos Mundos de Ultramar. Envuelto en su justa ira el Primarca de los Ultramarines golpeó a Lorgar con uno de sus Guanteletes de Ultramar, destrozando su esternón. Lorgar le rechazó con una explosión proyectada de telequinesis, débil y vacilante, pero lo suficiente como para hacer retroceder a su asombrado hermano. Le siguió su Crozius, Illuminarum, con su campo de energía dejando una estela de rayos hasta que se estrelló en un lado de la cabeza de Guilliman con la fuerza de una bala de cañón. Ambos Primarcas se enfrentaron entre sí bajo el cielo gris; uno con hemorragias internas, el otro con la mitad de su rostro lleno de sangre que manaba de una fractura de cráneo.
Mientras los dos Primarcas se encerraban cada vez más en su furiosa lucha a vida o muerte eran ajenos a la destrucción creándose a su alrededor. De repente, Angron estalló desde las filas de Ultramarines con su armadura destrozada y sus dos hachas sierra escupiendo trocitos de ceramita y derramando sangre. Angron estaba bañado con la sangre de los muertos después de intensas horas en las refriegas de la primera línea. En su pecho colgaba una bandolera de cráneos sacados de la fosa común en la Cresta de Desh'elika. La sangre los bañaba con tanta profusión como a Angron. Incluso a través del constante dolor generado por los Clavos del Carnicero se sentía complacido. Quería que sus difuntos hermanos y hermanas degustaran la sangre una vez más. Los había llevado con él por toda Nuceria, dejando que sus ojos vacíos fueran testigos de la destrucción de su otrora odiado mundo natal. El Devorador de Mundos se lanzó hacia Guilliman con odio asesino. Los dos Primarcas cayeron en un atronador duelo sin fisuras donde Lorgar y Guilliman habían abandonado el suyo. Guilliman se vio obligado a retroceder por la tormenta de golpes de Angron.
Una vez en Nuceria, Angron presentó sus respetos a sus hermanos y hermanas caídos entre los gladiadores nucerianos que una vez lucharon a su lado, cuyos huesos ahora yacían expuestos a los elementos en Cresta de Desh'elika, donde habían muerto. Los dolorosos recuerdos de aquel día, hace tanto tiempo, fueron demasiado para el Primarca. Después de hacer una visita a la ciudad-estado de Desh'ea para ver quién gobernaba la urbe que una vez le reclamó como suyo, se enfureció cuando le contaron la historia de cómo huyó en la batalla de Cresta de Desh'elika, y la posterior masacre del ejército rebelde en las montañas. Los rebeldes murieron hasta el último hombre en su ausencia. Enfurecido por las mentiras que habían formado su historia durante el último siglo, Angron ordenó a su Legión que matara a todo ser vivo de la ciudad. Luego matarían a todos los del planeta. En el apogeo de la batalla final contra la última ciudad nuceriana, Lorgar fue encarado por su hermano Roboute Guilliman, y cuando este estaba a punto de dar el golpe mortal a su miserable hermano, Angron intervino, haciendo frente al Señor de Ultramar en combate singular.
Mientras los dos Primarcas libraban, Guilliman aterrizó un golpe de refilón, golpeando a través del peto de Angron. Uno de los cráneos de sus hermanos que colgaban de la cadena sobre su coraza desgastada fue parcialmente destrozado y cayó al suelo. Guilliman dio un paso atrás, aplastando con su bota los restos del cráneo. Angron lo vio, y se arrojó a su hermano, lanzando un aullido de ira que desafió su origen mortal, increíblemente maduro en su angustia.
Lorgar también lo vio. En el momento en que Guilliman rompió el cráneo, sintió hervir a la Disformidad detrás del velo. El Portador de la Palabra empezó a cantar en un idioma nunca antes pronunciado por ningún ser viviente, sus palabras en impecable armonía con el tormento de Angron. Lorgar activó su oscuro plan para salvar la vida de su hermano, convocando la Tromenta de Ruina a Nuceria, rasgando el cielo y desatando un torrente carmesí formado a partir de los fantasmas de un centenar de mundos asesinados, y la sangre llovió. Lorgar enfocó su concentración en la forma triunfante de su hermano mutilado, pidiendo a los nonatos, las entidades que los hombres llamaban Daemons, que respondieran a su ruego. Estos se adhirieron a los músculos de Angron, prendiendo fuego a las sinapsis de su cerebro. Los primeros espasmos sacudieron los tendones de Angron, convirtiendo su sangre en mercurio, luego en lava y por fin en fuego santo. Sus gritos de rabia frustrada fueron manchados por una agonía más allá de toda comprensión. Su cuerpo empezó a rasgarse, crecer, alzarse. Perfeccionándose tras toda una vida de ruina torturada. Este fue el momento de la apoteosis de Angron.
Los Bibliotecarios de los Devoradores de Mundos, los pocos que nunca recibieron los Clavos, mortales para los psíquicos, sintieron el poder convocado por Lorgar de la Disformidad. En un intento por detener los oscuros planes del Urizen, los 19 Bibliotecarios restantes unieron sus poderes psíquicos para crear una entidad psíquica conocida como la Comunión, la gestalt de 19 mentes psíquicas. En mitad del recitado de Lorgar, la Comunión sacó el alma del Primarca de su cuerpo. Las dos entidades psíquicas se enfrentaron dentro de la Disformidad, encerradas en una competencia mortal de voluntades, cada uno convencido de que era el responsable de salvar a Angron. Pero en última instancia la Comunión fracasó, pues Lorgar era tan poderoso en la Disformidad como en el universo material. Cuando la metamorfosis de Angron en un nuevo Príncipe Daemon se completó, el Primarca Daemon volvió su atención a los Bibliotecarios. Las criaturas que le habían molestado durante décadas. Los guerreros que habían hecho cantar a los Clavos de Carnicero y hacer sangrar su cerebro sólo por el pecado de estar cerca de ellos. Ahora se confabulaban contra su hermano, lanzando su inmundicia hacia Lorgar, quien se defendía con una sola mano y herido, de rodillas.

Angron, Primarca Daemon de Khorne.
La furia del Primarca Daemon mató a los Bibliotecarios supervivientes de la lucha, degustando cada uno de ellos un castigo diferente. Angron mató a los últimos de los Bibliotecarios, expurgando de su Legión la debilidad que había plagado a sus hijos genéticos desde su reencuentro con ellos un siglo antes. El Librarius de los Devoradores de Mundos, el último fragmento de los Perros de la Guerra dentro de la XII Legión, ya no existía, hecho que agradó mucho a Khorne, que no toleraría la existencia de cualquier psíquico entre sus siervos escogidos. Lorgar había ofrecido la XII Legión a los caprichos de Dios de la Sangre como sus leales servidores. Ahora sólo habría carmesí, un océano de sangre sobre una marea de eternas masacres.
Guilliman, gravemente herido, escapó de Nuceria, incapaz de afrontar o incluso comprender plenamente aquello en lo que se habían convertido sus dos hermanos a manos de la corrupción de los poderes de la oscuridad. Los Devoradores de Mundos completaron su purga de Nuceria, reduciendo el planeta a un brasero de cenizas ardientes en el vacío helado. Angron, ahora la encarnación misma del Sendero Óctuple del Dios de la Sangre, sacudió el polvo del mundo de sus pies y no pensó en él de nuevo.
En las postrimerías a la Herejía de Horus, el Imperio no se molestó en poner en marcha un Exterminatus sobre el planeta natal del Primarca Daemon Angron, como lo hicieron en los mundos natales de las otras Legiones Traidoras, pues el Ángel Rojo ya había limpiado cualquier mancha que pudiera haber quedado. Sin embargo, no quedó libre de la furia de Lion El'Jonson, que destruyó completamente el planeta como parte de su cruzada de venganza contra las fuerzas traidoras, al igual que muchos otros mundos natales de otras legiones traidoras.
El nombre y ubicación del planeta fueron borrados de los registros imperiales, pero Nuceria será por siempre un testimonio de la realidad de que con demasiada frecuencia la humanidad se define por su interminable capacidad de hacer manar la sangre y las masacres.
Fuentes[]
- Index Astartes IV.
- Traidor, por Aaron Dembski-Bowden.
- Cuentos de la Herejía - Después de Desh'ea, por Matthew Farrer.
- Butcher's Nails (Audiodrama), por Aaron Dembski-Bowden.
- Saturnine, por Dan Abnett.