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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Milagrosamente no afectados por la Sed de Sangre; el Señor del Capítulo Raldoron, Meros y una pequeña fuerza de ataque de Ángeles Sangrientos asaltaron la Catedral de la Marca. Igual que la mayoría de su Legión, presa de la agonía sangrienta de su maldición genética, Meros y sus hermanos de batalla lucharon a través de hordas de demonios para de infiltrarse en la blasfema basílica. Mientras tanto, el ayudante de Raldoron, el hermano Mkani Kano, reunió a sus antiguos compañeros bibliotecarios; a quienes se les había prohibido usar sus habilidades psíquicas desde el Decreto Absoluto del Emperador durante el Concilio de Nikaea, en un intento de utilizar sus habilidades psíquicas combinadas para despertar a su Primarca de su oscuro sopor. Utilizando su poder psíquico combinado, los bibliotecarios se sacrificaron con la excepción de Kano, y milagrosamente despertaron a su Primarca, trayéndolo de vuelta desde el borde del abismo. El Ángel llegó para enfrentarse tanto a Kyris como a Ka'bandha. El Devorador de Almas y el Ángel lucharon una vez más, pero finalmente, Sanguinius venció y arrojó al Gran Demonio de nuevo en la disformidad. Los Ángeles Sangrientos descubrieron la fuente de la rabia que había infectado a toda su legión. El Apóstol Oscuro Erebus había creado un cruel artefacto, una construcción psíquica conocida como la Ígnea, que contenía y se alimentaba del cuerpo medio muerto del capitán Tagas, el ex capitán de la 111 Compañía de los Ángeles Sangrientos, que había sido dado por muerto en acción en el mundo de Uno Cuarenta Veinte, el planeta llamado Muerte por todos los Marines Espaciales que habían luchado allí varios años estándar antes. Utilizando los hechizos oscuros del Caos, los Portadores de la Palabra habían creado un conducto de rabia sin diluir que consumió a casi la totalidad de la Legión de Ángeles Sangrientos. Dirigiendo su incontrolable rabia por su Primarca caído, las Fuerzas del Caos esperaban que los Ángeles Sangrientos perdieran el control de su noble aspecto, y voluntariamente se entregan a la Senda Escarlata y a la adoración al Dios de la Sangre Khorne
Miraculously unaffected by the Red Thirst, Chapter Master Raldoron, Meros and a small strike force of Blood Angels assaulted the Cathedral of the Mark. As the majority of their Legion was gripped in the bloody throes of their genetic curse, Meros and his Battle-Brothers fought through hordes of daemons in order to infiltrate the profane basilica. In the meantime, Raldoron's Adjutant, Brother Mkani Kano, gathered his fellow former Librarians who had been forbidden to use their psychic abilities since the Emperor's Decree Absolute during the Council of Nikaea, in an attempt to use their combined psychic abilities to wake their Primarch from his dark torpor. Using their combined psychic might, the Librarians sacrificed themselves with the exception of Kano, and miraculously awoke their Primarch, bringing him back from the edge of the abyss. The Angel arrived to confront both Kyris and Ka'bandha. The Bloodthirster and the Angel fought once more, but ultimately, Sanguinius prevailed and cast the Greater Daemon back into the Warp. The Blood Angels discovered the source of the rage that infected their entire Legion. The Dark Apostle Erebus had created a fell device, a psychic construct known as the Ragefire, which contained and was powered by the half-dead body of Captain Tagas, the former Captain of the Blood Angels' 111th Company, who had been presumed killed in action on the world of One-Forty-Twenty, the planet called Murder by all the Space Marines who had fought there several standard years earlier. Through the use of the dark sorceries of Chaos, the Word Bearers had created a conduit of undiluted rage that consumed nearly the entirety of the Blood Angels Legion. Driven to uncontrollable rage over their fallen Primarch, the Forces of Chaos hoped that the Blood Angels would lose control of their noble aspect, and willingly give themselves over to the Scarlet Path and the worship of the Blood God Khorne.
 
   
 
===='''El Ángel Rojo'''====
 
===='''El Ángel Rojo'''====

Revisión del 12:06 16 oct 2015

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Meros fue un Apotecario, un medicae en su primera etapa, que sirvió en la Novena Compañía de la Legión de Ángeles Sangrientos bajo el mando del capitán Furio durante la Gran Cruzada y la Herejía de Horus. Inicialmente, Meros fue un simple Astartes de línea, con un servicio sólido pero no destacado. Pero más tarde, durante los primeros días de la Herejía, su destino se vería inextricablemente entrelazado con el de su Legión y con el de su Primarca Sanguinius durante la Campaña de Signus.

Historia

Meros fue un Astartes de línea de la IX Legión que sirvió como medicae juvenil de escuadra bajo el mando del capitán de Furio en la 9ª Compañía. Tras concluir con éxito la campaña en el mundo de Melchior contra los viles xenos conocidos como Nephilim, Meros fue convocado por el Señor del Capítulo Raldoron; primer capitán de los Ángeles Sangrientos y escudero del Primarca Sanguinius. Una vez dentro de una capilla derruida que una vez estuvo dedicada al culto a los Nephilim por parte de sus esclavos humanos, al apotecario se le ordenó extraer las glándulas progenoides de un Ángel Sangriento caído llamado Hermano Alotros. Sin saberlo Meros, Alotros había sufrido una enfermedad desconocida a la que había sucumbido durante lo más intenso de la batalla. Esta aflicción más tarde sería conocida como el defecto genético llamado la Sed de Sangre. El apotecario colocó reverentemente la semilla genética de Alotros en una cápsula hermética, pero antes de que pudiera colocarla en un cierre de la bolsa de su cadera, el capitán Raldoron extendió la mano y se la quitó.

El primer capitán entonces le preguntó al apotecario su nombre y su unidad. Meros obedeció e inmediatamente se identificó. Luego recibió una extraña serie de órdenes del prestigioso comandante. Se le ordenó a Meros no hablar jamás de ese momento; y se le hizo comprender que, en lo que respectaba al resto de miembros de la Legión, ni él ni el Primer Capitán habían estado jamás en esa capilla. Entonces Raldoron levantó la cápsula con las progenoides e informó a Meros de que ese objeto en particular tampoco existía. Sin comprender del todo al Señor del Capítulo, Meros se vio obligado a repetir todo lo que Raldoron acababa de decirle. Obediente, Meros accedió a los deseos del comandante mayor y saludó. Cuando ya retrocedía para irse, presenció otro curioso suceso. Vio a Raldoron extraer un objeto de su paquete de cinturón, un trozo de piedra de tinta de los desiertos de Baal Primus. Con movimientos rápidos, Raldoron lo pasó sobre la servoarmadura del guerrero muerto, oscureciendo el color carmesí de su servoarmadura con una capa de reluciente y ahumado color negro. La acción le resultó extraña, ritual. Sin preguntar nada, Meros regresó a su compañía; y el extraño incidente desapareció de su memoria.


Líneas de Sangre

Muchos años estándar después, Meros fue asignado a participar en una campaña contra los Eldar Oscuros en el mundo de Nartaba Octus. Él había sido asignado a una flotilla Ángeles Sangrientos que era responsable de supervisar la evacuación de la colonia científica humana situada en ese mundo Imperial antes de que fuera sometido a un Exterminatus. Los sádicos xenos habían infestado el planeta, y a pesar de los mejores esfuerzos de los Ángeles Sangrientos, una horda de Eldars Oscuros habían infligido un exterminio completo sobre la superficie. Meros formaba parte de la retaguardia, el último grupo en evacuar el mundo condenado. Mientras ayudaba a un civil herido, el apotecario fue alcanzado por la espalda por uno de los xenos con un letal proyectil de munición Rastreaalmas. El dardo fue disparado por un Rifle Cristalino de los Eldars Oscuros, un fragmento tóxico envenenado por medios convencionales, pero doblemente eficaz debido a alguna monstruosa forma de impregnación psíquica. La toxina que emanaba no sólo destruía la carne, sino que también desintegraba el alma de un hombre. Cualquier intento de extraer el proyectil lo rompería, lo que introduciría las toxinas aún más profundamente en los tejidos de la víctima.

Gravemente herido, Meros se deslizó en el profundo sopor de un sueño de recuperación, con su membrana An-Sus activada automáticamente. En un desesperado intento por salvar al mortalmente herido Apotecario, este fue colocado por el sargento Cassiel y el hermano Sarga en uno de los especialmente fabricados sarcófagos de oro de los Ángeles Sangrientos. Estas maravillas dadoras de vida de arcana tecnología  son obras maestras artesanales de maquinaria, tan avanzadas que incluso un Tecnomarine no podría comprender plenamente los entresijos de su funcionamiento. Estos sarcófagos son utilizados en el ritual de la IX Legión para la transformación de un aspirante enclenque de las tribus del radioactivo Baal en un Astartes Ángel Sangriento; sus reestructurados cuerpos y sus rasgos adquieren una belleza en el curso de su metamorfosis que se hace eco de la de su antecesor angelical.

Los hermanos de batalla de Meros creían que colocar a su compañero en el sarcófago sería útil para eliminar la sangre envenenada de su sistema, reemplazándola con limpia y fresca vitae. Durante su estancia en el sarcófago, Meros se reunió en un febril sueño psíquico con el Hermano Rafen, un Ángel Sangriento del lejano futuro de finales del Milenio 41ª. Ambos compartían un vínculo genético a través de su experiencia compartida en el mismo sarcófago, a pesar de estar separados por diez milenios estándar. En breve, los dos Ángeles Sangrientos se dieron cuenta de que no estaban solos, ya que ambos se encontraron en sus visiones el guardián Dorado de la venganza conocido como El Sanguinor. Las historias que Rafen había oído sobre él decían que este ser era un avatar de todo lo que era bueno y noble en el carácter de su capítulo; una fuerza inquebrantable de voluntad pura que le daría su bendición a los guerreros Ángeles Sangrientos que luchaban con todas las probabilidades de éxito en contra. El Sanguinor era el ángel dorado de la venganza que descendería de los cielos en el momento de mayor necesidad de los Ángeles Sangrientos.


Sin dar crédito a sus propios ojos, Rafen sacó pensativo su Bolter de la funda y probó el arma contra la misteriosa entidad. Rafen nunca había creído realmente las historias, porque había luchado en la punta de lanza de las guerras que habían sacudido los pilares de la historia de su Capítulo, y nunca había visto la cara de esta leyenda; y verla ahora, en este lugar, provocó una furia repentina al Ángel Sangriento. Meros vio a Rafen sacar su arma contra el guerrero dorado. La figura dorada sólo podía ser una cosa, un ser. En las restricciones de la IX Legión se prohibía que cualquiera salvo el propio primarca y los guerreros de su Guardia Sanguinaria personal usasen ese tipo de armadura. Sólo podía ser el propio Sanguinius; y aquí ante Meros, el guerrero Rafen esgrimía un arma contra él. Suponiendo que el Sanguinor sólo podía ser su amado Primarca, Meros intentó detener Rafen. El hermano Rafen informó a Meros de que Sanguinius llevaba muerto más de diez mil años terrestres, y que los Ángeles Sangrientos ya no existían como legión.

Negándose a creer tales blasfemias, Meros se enfureció y atacó a Rafen. Pero antes de que ambos Ángeles Sangrientos pudieran matarse el uno al otro fueron acosados por todas partes por fantasmas. Dejando a un lado sus diferencias, los dos Ángeles Sangrientos pelearon codo con codo, logrando vencer a sus enemigos fantasmales. Ambos Ángeles Sangrientos habían encontrado un sentimiento de camaradería a través de su patrimonio genético compartido. Rafen pronto se dio cuenta de los presagios terribles que suponía esa reunión. Antes de ser médicamente despertado de su paralelo, ambos en coma pero separados por las vastas distancias del tiempo y la historia, Rafen intentó comunicarse con su antecesor genético. Con todas sus fuerzas, con hasta el último aliento, Rafen luchó para pronunciar una advertencia. De su boca salía una sola palabra ahogada. Una maldición. "Horus-." El Sanguinor intervino rápidamente antes de que Rafen pudiera culminar su advertencia sobre la traición de Horus, y se colocó un guantelete de oro sobre los mudos labios de su máscara inmóvil, indicando claramente al Ángel Sangriento que debía permanecer en silencio. Justo en ese momento ambos Ángeles Sangrientos fueron llevados de nuevo a sus respectivas líneas temporales. Al despertar del sarcófago, milagrosamente curado de una muerte muy próxima, Meros se sorprendió al ver al Comandante de la Guardia Sanguinaria Azkaellon comprobando su estado. Aunque él pensaba que el apotecario seguramente moriría de sus graves heridas, el generalmente severo comandante de guardia de honor de los Ángeles Sangrientos estaba realmente impresionado por la capacidad de recuperación de Meros. Azkaellon luego informó a los Ángeles Sangrientos reunidos que habían recibido nuevas órdenes del Señor de la Guerra Horus. La totalidad de la IX Legión sería reunida para la batalla y la nueva gloria. Tal reunión de los Hijos de Sanguinius no tenía precedentes. Para que el Primarca los reuniera a todos en una misma operación, esta tendría que ser de gran importancia. El destino de la Legión los Ángeles Sangrientos era el Cúmulo Signus.

Campaña de Signus

Meros sirvió a bordo del buque insignia Lágrima Roja de los Ángeles Sangrientos durante el comienzo de la campaña imperial en el Sistema Signus. No mucho tiempo después de llegar al sistema, los Ángeles Sangrientos descubrieron restos de naves a la deriva más allá de los bordes del Cúmulo Signus. Los exploradores de la IX Legión habían encontrado los restos de más de una docena de diferentes naves bajo la atracción de la gravedad del mundo conocido como Phoros. Transportes civiles, patrullas de las fuerzas de defensa y transbordadores. Muchas de estas naves espaciales ni siquiera eran capaces de realizar saltos de disformidad. Su trayectoria sugería que huían de los mundos internos del sistema. Pronto la flota imperial estuvo plagada de rumores, como las historias que comenzaron a circular sobre algo inusual descubierto por la nave exploradora Numitor de los Ángeles Sangrientos. Acoplada a la Lágrima Roja, la fragata Numitor había tenido que amarrarse al cilindro de acoplamiento por sí misma, y como medida de precaución todos los auxiliares y tripulantes mortales no combatientes fueron enviados a otras funciones. Meros y otros compañeros Astartes apotecarios fueron convocados de urgencia con pocas explicaciones sobre los motivos. Meros se preguntó por qué se necesitaban Hermanos de Batalla armados para escoltar a un equipo médico en la cubierta del propio buque insignia del Primarca, pero no se ofrecieron explicaciones.

Cada medicae tenía un número asignado de cuerpos a examinar, para después poner en común sus hallazgos. Vestidos con sus servoarmaduras completas, los apotecarios observaron todos los procedimientos de bioseguridad y acordaron reportar cualquier anomalía inmediatamente. Meros siguió a sus compañeros fuera de la cubierta de servicio y encontró los cuatro féretros destinados a su examen. Se preguntó por qué los cadáveres habrían sido llevados a bordo del Lágrima Roja, pero era un procedimiento operativo estándar. El Lágrima Roja tenía laboratorios medicae e instalaciones técnicas más avanzadas que cualquier otra nave de la flota de la IX Legión. Al abrir el contenedor y examinar cada cuerpo uno por uno, Meros descubrió rápidamente montones de ropa, curiosamente dispuestos con la forma de una persona. Al tomar una muestra de sangre, descubrió que había sido alterada de alguna manera. El vial de vitae, examinado a trasluz, mostró que en vez del habitual líquido carmesí, dentro del tubo de cristal había una sustancia espesa, una pasta aceitosa de un color casi púrpura. Tras un examen más detallado de los cadáveres, Meros descubrió rápidamente que los cuerpos carecían de rigidez ya que estaban hundidos y arrugados de una manera que sugería una forma peculiar de podredumbre. Para su sorpresa, descubrió que no había huesos dentro de los cadáveres. Eran poco más que bolsas de piel y carne con la forma de un ser humano, deformes bajo el peso de su propia masa. Aún más extraño, el apotecario no podía entender cómo habían sido extraídos los huesos. Los apotecarios reunidos recibieron órden del Primer Capitán Raldoron de no hablar de lo que habían visto sin el permiso de sus oficiales superiores.

Cuando los Ángeles Sangrientos continuaron investigando la diseminada flota de buques naufragados, no pudieron entender por qué estas naves se encontraban en esa zona en particular del espacio. Parecía claro que los tripulantes de estas naves estaban tan aterrados que habían buscado voluntariamente el abrazo de espacio profundo, para escapar así del horror que habían presenciado, sea cual fuere este. Por orden del Primarca, un grupo de trabajo de astartes de los Ángeles Sangrientos se adelantó hasta Signus VI, el Mundo Colmena conocido como Holst por su población, para averiguar el destino de los habitantes del planeta. Meros y un escuadrón de Ángeles Sangrientos, acompañados por tres astartes de los Portadores de la Palabra, fueron enviados a la superficie del planeta para investigar. Pero durante el trayecto, su piloto humano se vio superado por las visiones de pesadilla que les acosaban a él ya todos los seres humanos no aumentados que viajaban a bordo de la flota de la IX Legión desde que habían entrado en el sistema Signus. El piloto sucumbió a la locura y le disparó a los Servidores y al resto de la tripulación mortalpara suicidarse finalmente, lo que obligó Meros a pilotar la Stormbird y realizar un aterrizaje forzoso.

Una vez que llegaron a la superficie del planeta, los Astartes se dieron cuenta rápidamente de que de que no tenían comunicación con la flota y de que no les echarían en falta hasta al menos diez horas después. En vista de ello decidieron seguir adelante y explorar la superficie del planeta, investigando el extrarradio de la colmena Holst Prime. Durante su investigación, el pequeño destacamento de Marines Espaciales escuchó sonidos de disparos. El Marine Espacial que iba en cabeza, el hermano Xagan de los Ángeles Sangrientos, desapareció misteriosamente por alguno de los desiguales sumideros de uno de los edificios del hábitat. La única señal de su muerte fue un bólter modelo Umbra Ferrox descargado, con el cañón todavía humeando. Mientras continuaban su investigación, los Ángeles Sangrientos se vieron separados de los tres Portadores de la Palabra que los habían estado acompañando, justo cuando tuvieron que defenderse de contactos enemigos desconocidos. Cuando Meros y los Ángeles Sangrientos alcanzaron a sus camaradas, descubrieron a un Marine Espacial muerto de los Portadores de la Palabra. Un fluido oscuro y graso teñía la servoarmadura de color pizarra del Astartes muerto. Desde el principio, Meros se dio cuenta de que el líquido púrpura era la sangre del Marine Espacial. Ese extraño vitae llenó sus pensamientos, sus sentidos. Era la misma extraña sangre que había descubierto en los cadáveres sin huesos a bordo del Lágrima Roja. De repente, y sin previo aviso, el capitán de los Portadores de la Palabra se interpuso entre el apotecario y los restos mutilados de su hermano de batalla.

Cuando Meros y el contingente de Marines Espaciales trataron de escapar de las afueras de Holst Prime, la ciudad colmena misma cobró vida, atacando a los Astartes en forma de construcciones metálicas formadas a partir de escombros y restos. Rodeado y superado en número, el pequeño grupo de exploración sólo se salvó gracias a la oportuna intervención del capitán Amit y la quinta compañía de los Ángeles Sangrientos. Tras recibir los increíbles y extraños informes de los supervivientes, Sanguinius ordenó la destrucción del planeta maldito. Preparando los torpedos ciclónicos y demás sistemas de megaarmas, la totalidad de la flota de Ángeles Sangrientos bombardeó Holst, sometiéndolo a la raramente utilizada pena de Exterminatus. Como un animal torturado, el planeta murió con un grito de tormento que ni siquiera el vacío pudo callar.

Meros pasó más tarde a ser parte de un destacamento de la 24ª Compañía que bajó a la superficie del mundo agrícola de Scoltrum para investigar si había o no supervivientes a bordo de una fragata Signusi llamada Daga Stark, que había intentado huir de los mundos centrales del sistema. La Daga Stark había sido parte de la escuadra de defensa exterior del Cúmulo Signus. Por desgracia, fracasaron en su intento de huir y tuvieron que realizar un aterrizaje forzoso sobre la superficie del planeta condenado. Los Ángeles Sangrientos lograron rescatar a un pequeño grupo de supervivientes que incluía a un Paria entre ellos.


Signus Prime

Sobre el destrozado mundo capital Signusi de Signus Prime, el apotecario Meros conoció a su destino final. Fue allí donde la legión de los Ángeles Sangrientos se enfrentó finalmente al verdadero enemigo que ahora controlaba el Sistema de Signus: los Poderes Ruinosos del Caos. Sobre las Llanuras de los Condenados, los feroces Marines Espaciales se enfrentaron a una inmensa horda de pesadilla de cultistas del caos y manadas de monstruosos demonios. Sanguinius juró enfrentarse y vencer personalmente a Kyriss la Perversidad, el Guardián de los Secretos y Gran Demonio de Slaanesh que controlaba el Sistema de Signus; dirigiendo a sus compañías de élite al asalto del impío palacio demoníaco conocido como Catedral de la Marca. Sumergidos en sangre, los Ángeles Sangrientos lucharon valientemente contra las Fuerzas del Caos, segando a los corruptos seres a millares. Los yermos de ceniza de Signus Prime, más tarde conocidos como Llanuras de los Condenados, se convirtieron en un osario cuando los Ángeles Sangrientos irrumpieron en el corazón del reino del Gran Demonio. En el campo de batalla que era Signus Prime, Sanguinius fue atacado por el infame Devorador de Almas Ka'bandha, un Gran Demonio de Khorne. El ángel y el demonio se enfrentaron en una batalla titánica en medio de la sangre y la carnicería que se extendían a su alrededor. En el cénit del combate, cuando el Primarca estaba preparado para asestar un golpe mortal al derribado Devorador de Almas, Ka'bandha asestó un innoble golpe con su enorme látigo de púas alrededor de las piernas del Primarca, estrellando así al Ángel contra el suelo. El Gran Demonio invocó entonces los poderes maléficos conocidos como Furia Ígnea, y segó una enorme franja de terreno a través de las filas de los Hijos de Baal con su gran hacha, matando a 500 Ángeles Sangrientos en un instante. La reacción psíquica que le produjo la muerte súbita de tantos de sus hijos hizo a Sanguinius caer en la inconsciencia.

Sin líderes, la furia de los Ángeles Sangrientos se liberó. La violencia brutal del Devorador de Almas Ka'bandha desató algo oscuro dentro de la psique de los Ángeles Sangrientos, una sed de sangre que no se apagaría hasta que la mancha del Caos hubiera sido borrada del planeta. Los Hijos de Sanguinius se perdieron a sí mismos en una vorágine de muerte. Las cuidadas y organizadas líneas de compañías y capítulos se quebraron y entremezclaron, y hora tras hora, la IX Legión se transformó poco a poco en algo salvaje. Sus Astartes se convirtieron en un huracán de color rojo que barrió Signus Prime sin dejar nada a su paso. Los Ángeles Sangrientos lucharon como nunca habían luchado antes, no con la fría razón y la justicia como guías, sino con el corazón ardiente de venganza y la sed de sangre de un berserker en los labios. Imparables, todo lo que se interpuso en su camino fue exterminado. El enemigo había calculado terriblemente mal la fuerza de voluntad de los Ángeles. Lejos de venirse abajo tras el brutal y deshonroso ataque contra su amado Sanguinius, habían sido desatados por el. Las barreras que los mantenían cuerdos desaparecieron, y una oscuridad antes oculta se liberó completamente. Cada uno de ellos sediento de la sangre del enemigo, pero era una sed que no podía ser apagada por más de un breve instante. La marea roja rompió contra las paredes de la gran catedral con violencia indescriptible y furor de cien mil armas. Sin líderes y fuera de control, los Ángeles Sangrientos actuaron por instinto letal, convergiendo sobre las torres de hueso con un único impulso empujándolos hacia adelante. El odio los lanzó contra las cohortes de Desangradores y Sucubos que defendían los accesos al templo, y las criaturas demoníacas fueron destrozadas en pedazos. Los Hijos de Sanguinius ya no eran una Legión de Marines Espaciales, sino una fuerza de la naturaleza que arrasaba todo lo que se interponía en su camino.


Milagrosamente no afectados por la Sed de Sangre; el Señor del Capítulo Raldoron, Meros y una pequeña fuerza de ataque de Ángeles Sangrientos asaltaron la Catedral de la Marca. Igual que la mayoría de su Legión, presa de la agonía sangrienta de su maldición genética, Meros y sus hermanos de batalla lucharon a través de hordas de demonios para de infiltrarse en la blasfema basílica. Mientras tanto, el ayudante de Raldoron, el hermano Mkani Kano, reunió a sus antiguos compañeros bibliotecarios; a quienes se les había prohibido usar sus habilidades psíquicas desde el Decreto Absoluto del Emperador durante el Concilio de Nikaea, en un intento de utilizar sus habilidades psíquicas combinadas para despertar a su Primarca de su oscuro sopor. Utilizando su poder psíquico combinado, los bibliotecarios se sacrificaron con la excepción de Kano, y milagrosamente despertaron a su Primarca, trayéndolo de vuelta desde el borde del abismo. El Ángel llegó para enfrentarse tanto a Kyris como a Ka'bandha. El Devorador de Almas y el Ángel lucharon una vez más, pero finalmente, Sanguinius venció y arrojó al Gran Demonio de nuevo en la disformidad. Los Ángeles Sangrientos descubrieron la fuente de la rabia que había infectado a toda su legión. El Apóstol Oscuro Erebus había creado un cruel artefacto, una construcción psíquica conocida como la Ígnea, que contenía y se alimentaba del cuerpo medio muerto del capitán Tagas, el ex capitán de la 111 Compañía de los Ángeles Sangrientos, que había sido dado por muerto en acción en el mundo de Uno Cuarenta Veinte, el planeta llamado Muerte por todos los Marines Espaciales que habían luchado allí varios años estándar antes. Utilizando los hechizos oscuros del Caos, los Portadores de la Palabra habían creado un conducto de rabia sin diluir que consumió a casi la totalidad de la Legión de Ángeles Sangrientos. Dirigiendo su incontrolable rabia por su Primarca caído, las Fuerzas del Caos esperaban que los Ángeles Sangrientos perdieran el control de su noble aspecto, y voluntariamente se entregan a la Senda Escarlata y a la adoración al Dios de la Sangre Khorne

El Ángel Rojo

In bloody defeat, Kyriss the Perverse offered Sanguinius a foul deal: if the Primarch would willingly take the place of the half-dead Tagas within the psychic construct and give himself fully to the Ragefire, he would ensure that his sons would never again be affected by the genetic curse of the Red Thirst. The Primarch seriously contemplated the daemon's offer and finally came to the conclusion that this sacrifice was worth it to save his beloved sons. But before Sanguinius could enter the construct, Meros made the decision for him, and lept into the suspended crystal lattice. Sanguinius threw himself into the air in an effort to save his errant son, but was too late. The Apothecary committed the act without uncertainty, for he knew it was right. The Angel could not fall. When Meros had met the future Blood Angels Sergeant Rafen of the late 41st Millennium in the dreamscape of their joint healing blood-sleep, he had said a name, a warning. Only at that moment did Meros fully understand. Sanguinius had to live, in order to meet the Arch-Traitor Horus on equal footing. When the terrible confrontation finally came, the Angel had to be there to face him, brother against brother.

Before Meros stepped into the swirling vortex of undiluted rage, he forcibly and painfully forced his cutter to open a jagged tear through the layers of Ceramite and flesh beneath. Using the Reductor on his gauntlet's Narthecium, he guided the device as it bore through his skin, and removed his own Progenoid Glands. The device sucked the nodules of gene-rich tissue into a reservoir pod, sealed within for preservation. Meros' bequest to his Legion now lay secured. Detaching the medicae module from his armour he tossed it towards his Primarch, who snatched it out of the air, and requested that Sanguinius take it, so that something of him would live on. The Angel vowed to honour his son's final request. With this final act, Meros stepped into the whirling vortex. Meros transformed, writhing in the grip of an infernal glow as the burning power merged with every atom of his being. The flesh of his face distorted into a hollow mask far beyond the guise of pain. His armour became dark and disfigured, joints steaming, the shell of it trembling as it fought to contain energies never meant to be bound to this reality. In the Warp’s shadow, a pair of ghostly, blood-drenched wings briefly unfolded from the wounded Apothecary’s back, anointing the ruined bones beneath with a rain of phantasmal blood; then they were gone as Meros' body was possessed by a daemon of the Blood God. Brother Meros was gone, and in his place was the daemonic Red Angel.

Confronting the daemon-possessed Blood Angel, Sanguinius demanded that the avatar of hate release its hold on his son. The Red Angel flatly refused. When the Primarch inquired if there was any small part of Meros that remained, the Red Angel responded that there was a small trace of the former Apothecary. The Primarch told the vile creature to heed his words; whatever Ruinous Powers it served, whatever irrational choice Horus had made to seek a pact with them, they stood defeated this day upon the cusp of victory. Sanguinius vowed that Meros' sacrifice would not be in vain, and that one day, he would find a way to free him from the daemon that now possessed his mortal shell. The Red Angel then took its leave from the Cathedral of the Mark and disappeared into a Warp Gate that it had conjured.

The Blood Angels then completed their purge of the daemons on Signus Prime and even Kyriss the Perverse was sent screaming back to the Warp at the end of Sanguinius' sacred blade.

As for the daemonic entity known as the Red Angel, it presented itself to Horus aboard his flagship, the Battle Barge Vengeful Spirit. The Red Angel revealed itself as the Fallen Son of Baal, the Cruor Angelus, the Willing Slave. The Red Angel was a weapon to be used at Horus and the Traitor Legions' disposal, a weapon intended to seize Terra and throw down the False Emperor.

Fuentes

Extraído y traducido de.

  • Bloodlines, por James Swallow.
  • Fear to Tread, por James Swallow.
  • Visiones de la Herejía.