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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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"La dimensión de la piedad está por encima de los pensamientos del guerrero y no tiene lugar en ellos: solo la cruel necesidad y el solaz de la victoria constituyen la filosofía del guerrero en su totalidad."

Ruth'vann Magnar, caudillo de Albia, M29

Los Manos de Hierro (Iron Hands en inglés) fueron la X Legión de Marines Espaciales creada por el Emperador para su Gran Cruzada. Su Primarca era Ferrus Manus, y su mundo natal, Medusa. Durante la Herejía de Horus, sufrieron graves bajas durante la Masacre del Desembarco en Istvaan V, incluido su Primarca, que murió a manos de Fulgrim de los Hijos del Emperador.

Han sido implacables devotos del Emperador desde tiempos legendarios, cuando los Primarcas, seres como dioses, caminaban entre los hombres. Durante innumerables siglos, los Manos de Hierro han permanecido inamovibles en su fe y creencias. Han resistido durante largos años de dolor y sufrimiento mientras otros fallaban y eran olvidados. Miran con desprecio a aquellos cuya fuerza de voluntad es débil y los castigan sin remordimiento. A su Primarca, Ferrus Manus, se le considera un fuerte y firme dios guerrero, el salvador de su gente, que volverá algún día para liberar a la Humanidad de la oscuridad que la asedia desde fuera y desde dentro.

Historia[]

Renombrados por su orgullo, su brutal sangre fría y su carencia de remordimientos en combate, los Manos de Hierro fueron una de las Legiones Astartes más poderosas y afamadas de la Gran Cruzada. Fueron el martillo que destrozó a incontables enemigos en la empresa del Emperador de liberar a la Humanidad de la oscuridad de la Vieja Noche. Su Primarca era Ferrus Manus, un caudillo belicoso y despiadado y un forjador de armas sin igual, de quien la X Legión tomó su nombre y cuyas órdenes eran para ellos una ley inamovible. Atrapados en las maquinaciones de la traición del Señor de la Guerra, sufrieron tanto por su orgullo como por las puñaladas de los traidores, y pagaron un alto precio en el brutal asesinato de su Primarca y la casi total aniquilación de su fuerza. Aunque reducidos a una Legión rota, la fría furia de la amarga venganza de los Manos de Hierro quedaría después escrita por las estrellas.

Orígenes: el Martillo y la Tormenta[]

La historia marcial de la X Legión está relativamente bien documentada, y una gran cantidad de sus registros aún perviven (en marcado contraste con los de otras Legiones). Junto a las demás proto-Legiones creadas durante los últimos días de las Guerras de Unificación de la Antigua Terra, fue preparada y armada para la gran misión que les fue encomendada, y su equipo y organización iniciales seguían de cerca los patrones estándar dispuestos para las Legiones Astartes al inicio de la Gran Cruzada. El origen de sus reclutas fue relativamente amplio, con elementos procedentes de toda Terra, tanto de zonas de larga tradición de apoyo al Imperio como las ciudades de la Placa Qavitina como de antiguos bloques enemigos como Solus Stellax. En particular, la cultura guerrera y la famosa brutalidad de la población de la Vieja Albia, que aportó cantidades sustanciales de reclutas para la X, tuvo mucho que ver con el carácter temprano de la Legión (como también sucedió en la XIV), infundiéndoles un feroz orgullo en una ascendencia guerrera muy anterior a la fundación de la Legión.

Marines blason manos de hierro

Blasón de los Manos de Hierro

Utilizada como parte de agrupaciones de varias Legiones en las últimas fases de las batallas sobre la propia Terra, recibió sus primeros honores de batalla individuales al luchar ya en el Sistema Solar contra los mutantes "Scythers" del Agregado Micano en la órbita profunda y en el exterminio del enclave de los xenos Lyasx, oculto bajo el hielo de Oberath. En estos dos primeros enfrentamientos, la X había demostrado ser una fuerza de ataque sin remordimientos y ferozmente disciplinada, totalmente capaz de operar con una remarcable coordinación y una furia firmemente concentrada para conseguir objetivos tácticos y estratégicos. En ambas ocasiones, la Legión había derrotado a enemigos poderosos con bajas relativamente escasas a pesar de la fuerte resistencia encontrada y de luchar en condiciones ambientales peligrosas. Debido a las restricciones de estos dos escenarios de combate (el primero era un pecio espacial artificial, y el segundo las cavernas heladas sin atmósfera de un Mundo Muerto), estas victorias, aunque notables, no sirvieron aún para hacerlos destacar en el particular estilo de lucha que después los haría famosos. Tendría que llegar el tercer combate a gran escala de la Legión, la invasión del planeta designado 02-34 (o la Batalla de Óxido, como se conocería comúnmente entre los historiadores militares imperiales), para mostrar los verdaderos dones marciales específicos de la X, y fueron revelados con gran énfasis.

El planeta 02-34, coloquialmente llamado Óxido, era un mundo desértico y árido rico en depósitos piro-químicos, desiertos de óxido y los corroídos restos de vastas ciudades largo tiempo muertas. A fin de explotar estos recursos, los Orkos del poderoso imperio en expansión de la "Garra Torzía" del Perro de Guerra Kulo, que abarcaba más de 60 Sistemas habitados al noreste galáctico de Seraphina, había hecho de Óxido una colonia minera habitada por millones de Orkos y una vasta aunque fluctuante población de esclavos humanos con escasa esperanza de vida, cosechados en incursiones interestelares. Descubierto por el Comerciante Independiente Hedrik Zuckermann e identificado como un objetivo primario para la Gran Cruzada, fue contra este dominio alienígena contra el que se lanzaron las fuerzas combinadas de las Legiones con el Emperador a la cabeza en el 807.M30, en lo que entonces fue la más amplia ofensiva en masa de la época.

Fijando un patrón a imitar para las futuras invasiones de amplios territorios Orkos, la Ofensiva de Seraphina utilizó las fuerzas de once Legiones Astartes completas y de centenares de grupos de regimientos del Ejército Imperial para asaltar docenas de mundos Orkos tan simultáneamente como los caprichos de la Disformidad lo permitieron, manteniendo a las fuerzas xenos fragmentadas y aisladas para poder destruirlas por separado. La misión de tomar el estratégico mundo de Óxido y liberar a la población humana esclavizada allí (que según algunas estimaciones casi alcanzaba los mil millones) fue confiada a la X Legión, apoyada por un grupo de batalla de Velites de Ursh del Ejército Imperial y por el Cónclave Halgentino de la Legio Cibernetica.

Habiéndose medido ya contra la salvaje amenaza pielverde en otras batallas menores, la X Legión, bajo el mando de su Lord Comandante Amadeus DuCaine, formuló un plan de ataque que bebía mucho del temido e inmisericorde arte de la guerra de la Vieja Albia: una táctica conocida como el Martillo y la Tormenta. Tras despejar a la fuerza una zona de desembarco mediante la fuerza bruta de los disparos orbitales de sus naves, DuCaine ordenó a los soldados de Ursh que desplegasen todas sus fuerzas en el planeta. Les hizo ocupar un triángulo de varios kilómetros de lado situado en la llanura entre los tres principales bastiones Orkos levantados en las ruinas, y allí se atrincheraron. Con esto lograron "alzar la tormenta": los millones de Orkos, alertados por el ataque desde los cielos y siempre deseosos de entrar en combate, se lanzaron desde sus madrigueras a atacar a los invasores.

En cuestión de horas la llanura era un baño de sangre lleno de disparos, maquinaria destrozada y cráteres de bombas inundados de cadáveres tanto de humanos como de Orkos. A pesar de los ruegos de refuerzos o de permiso para retroceder, DuCaine esperó hasta estar seguro de que el grueso de las fuerzas Orkas se había desplegado por completo (sus números eran tan grandes que la marea de cuerpos se podía ver desde la órbita como una mancha oscura creciente) antes de responder con la fuerza de su Legión. Ellos serían el martillo. Usando cañoneras y naves de desembarco bien armadas para abrirse camino a través del huracán de metralla y de aeronaves Orkas que cubrían los cielos sobre la batalla como buitres, la X desgarró el hinchado cuerpo de la horda Orka y desplegó todas sus fuerzas blindadas en una sola punta de lanza compuesta principalmente por tanques Malcador, Mauler y Land Raider. A la sombra de estos gigantes acorazados, las escuadras y Dreadnoughts de la Legión formaron en filas cerradas y disciplinadas. Avanzando como una sola masa de paso lento y desatando un torrente implacable de disparos, la Legión marchó al unísono como una especie de inmensa cosechadora atravesando un campo lleno de trigo maduro, destruyéndolo todo a su paso. Avanzó de forma perpendicular a las casi derrumbadas líneas de defensa imperiales, mientras la Legio Cibernetica y las rápidas Escuadras Cazadoras Celestiales en Motocicletas a Reacción de la Legión se extendían por detrás acabando con las bolsas de supervivientes y protegiendo los flancos y la retaguardia del martillo.

Una y otra vez los Orkos volvieron para luchar y morir. En respuesta, la X se rearmó y reformó, recibiéndoles con un contraataque abierto y desatando su rabia y su sed de sangre acumulada sobre ellos hasta que el páramo quedó cubierto de cuerpos y máquinas de guerra destruidas. Después de días de luchas continuas, las oleadas de alienígenas se fueron espaciando cada vez más, hasta que al fin se agotaron y detuvieron por completo. Los Orkos de Óxido no habían perdido la voluntad de luchar, pero simplemente se habían quedado sin sangre y maquinaria que gastar. Al final de la batalla, la Legión había perdido menos de un quinto de sus tropas, una cifra mucho más baja que la que podría haberse esperado si hubieran tenido que atacar los túneles ocultos bajo las ruinas y tomar cada baluarte en una demoledora guerra de desgaste. Los urshanos también habían sufrido graves bajas en las primeras fases de la batalla, pero después habían sido destinados solo a proteger la zona de desembarco y las líneas de suministro mientras la X luchaba, y muchos se habían salvado, lo que hizo que Óxido fuese aclamado como un gran triunfo por lo poco que se había sacrificado para vencer.

Habiendo ganado mucho renombre en Óxido, la X siguió practicando con éxito la táctica del Martillo y la Tormenta en otros combates contra los Orkos durante la Ofensiva de Seraphina, y de ahí nació una reputación de carencia de remordimientos y gran coordinación, así como una fama particular por vencer en batallas "prediseñadas" incorporando apoyo blindado cercano. Las estrategias desarrolladas por la X fueron estudiadas y hasta copiadas con diversos grados de éxito por otras Legiones, como la IV y la XIII, durante la campaña contra los Orkos de la Garra Torzía y después. No obstante, esta emulación no fue universal, y algunas Legiones ignoraron los éxitos de la X simplemente porque no encajaban o con su temperamento o con su estilo de combate (algunas también habían demostrado carecer de la disciplina necesaria para lograr seguir el ejemplo de la X Legión).

Con gran rapidez, con sus victorias y sus nuevas tácticas, la X se estaba forjando una identidad propia en combate, y los urshanos, que habían llegado a contemplarlos con un respeto casi supersticioso, les apodaron Caminantes de la Tormenta. Sin embargo, nunca se sabrá qué podría haber surgido de esta progresión independiente, pues pocos años después de la destrucción del imperio de la Garra Torzía se anunció que el Primarca de la X Legión había sido descubierto en un frío y despiadado mundo llamado Medusa.

El legado de Medusa[]

Primarca Ferrus Manus Manos de Hierro Bosquejo Legiones Astartes Gran Cruzada Wikihammer

Ferrus Manus, la Gorgona de Medusa

Un frío planeta apenas capaz de mantener la vida humana, varias veces más grande que Terra y localizado en la oscuridad exterior del Segmentum Obscurus, Medusa es el cuarto mundo en órbita alrededor de una estrella supergigante conocida como Sthenelus en los antiguos mapas terranos. En los perdidos días del poderío humano de la Era Oscura de la Tecnología, el saber del Mechanicum sostiene que Medusa era un mundo de gran importancia, cuyas profundidades eran excavadas en busca de raros depósitos de estratos nucleares por vastas máquinas incansables y cuyas riquezas eran defendidas celosamente de cualquier especie rival por guardianes insomnes. Por ello, cuando la sombra de la Era de los Conflictos cayó y todo se hundió en la anarquía y el derramamiento de sangre, Medusa, a diferencia de muchos dominios perdidos, no fue olvidado en Marte ni en la Vieja Tierra, sino que perduró como una leyenda de gloria y riquezas.

Cuando las Flotas Expedicionarias salieron del Segmentum Solar siguiendo las mareas de la Disformidad hasta el borde mismo de lo desconocido, el afamado Medusa estaba entre los puestos más altos de su lista de objetivos previstos, aunque su posición exacta ya no se recordaba con claridad. Cuando una nave de avanzada del Mechanicum, que llevaba más de un año viajando sola en la oscuridad por delante de las flotas principales, emergió del Empíreo en el Sistema Sthenelus y redescubrió Medusa, la visión que les recibió fue a la vez inesperada y sombría. Toda la esfera interior del Sistema estaba salpicada de escombros de cientos de naves destrozadas, nubes de polvo de silicatos, pecios muertos y planetoides fracturados, todos tan fríos y silenciosos como tumbas. En torno al propio Medusa, el legendario Telstarax (el colosal anillo-estación orbital que en la Era Oscura había rodeado Medusa para saquear sus riquezas y subirlas al espacio mediante inmensos ascensores) era una ruina torturada que en gran parte había caído al planeta con una fuerza sin duda catastrófica. Cuando la nave se acercó al planeta, se vio asediada por muchos peligros, desde repentinas borrascas iónicas hasta minas que funcionaban erráticamente y sistemas automatizados de armas, antiguos pero aún letales, que se escondían entre los campos de escombros. A pesar de sufrir heridas, el navío avanzó, atraído por el mito de Medusa.

Al alcanzar una órbita cercana, escaneó a través de la espesa y amortajada atmósfera, extendiendo su dura mirada por el planeta que tenía debajo. Encontró un mundo casi sin vida y sacudido por una inestabilidad tectónica peligrosa y casi constante. Desde el elevado punto de vista de la nave exploradora, se podían ver los agujeros de gusano dejados por las minas que se extendían por debajo de la tundra y el hielo, así como inmensas cicatrices y cráteres dejados en la superficie de Medusa por la caída de escombros o por algún antiguo bombardeo orbital. También escuchó señales, fantasmas de tráfico de comunicaciones en lenguas medio familiares y distorsionados códigos tecnológicos, y sus augurios detectaron los dispersos latidos cálidos de toscos pero enormes reactores térmicos situados en el corazón de gigantescas máquinas que se arrastraban a través de las tierras rotas de Medusa, y dentro de ellas, la débil firma disforme de la vida humana.

La gloria de Medusa en la Era Oscura de la Tecnología había decaído en un montón de ruinas deshechas y roca baldía, cuya riqueza había sido gastada y arrancada en la Era de los Conflictos. Pero en medio del vacío y los despojos, la profunda observación de la radiación y las señales dio con algo más, algo único que se había ordenado buscar a todos los exploradores y ojeadores de la Gran Cruzada, un tesoro único: un Primarca.

Mucho sigue sin conocerse sobre los años formativos de Ferrus Manus en Medusa, quizá no tanto por un velo deliberado de secretismo, sino porque lo que más tarde relatarían los propios medusanos estaba filtrado a través de la bárbara memoria popular de su cultura, y la propia Gorgona se mostró taciturna sobre este asunto ante todos excepto quizá el Emperador. Muchos de los que han estudiado las distintas crianzas de los Primarcas han trazado paralelos entre las condiciones en que se encontró Vulkan en Nocturne y las que halló Ferrus en Medusa: ambos fueron descubiertos en mundos salvajes y baldíos de ambiente hostil y adoptados por culturas primitivas que habían quedado aisladas largo tiempo durante la Vieja Noche. Pero más allá de estos rasgos superficiales, los dos mundos y, en particular, los dos Primarcas que vivieron en ellos no podían ser más diferentes.

Los orígenes de la presencia humana en Medusa no están claros, y las pruebas genéticas revelan que muy probablemente estén en varios grupos de supervivientes distintos, algunos quizá procedentes de la Era Oscura de la Tecnología y otros seguramente restos de los pasajes de las naves durmientes sin Navegantes enviadas por el Mechanicum durante la Era de los Conflictos para intentar encontrar este mítico mundo. Estas antagónicas oleadas de supervivientes, al enfrentarse a las casi insuperables dificultades de la vida en la superficie generadas por el duro clima, la violenta geología inestable y la falta de fauna y flora nativas del planeta, degeneraron en salvajes tecnobárbaros. Obligados además al nomadismo por un paisaje que cambiaba constantemente, en el que las cordilleras y los mares podían aparecer o desaparecer en una sola estación, los medusanos conservaron, por mera rutina y envuelta en una degenerada y supersticiosa fe basada en el tenue recuerdo del Culto a la Máquina, una reserva ampliamente desigual de conocimientos sobre la forja de armas, la cibernética y la mecánica, pero perdieron toda sombra de civilización más allá de la de los cazadores-recolectores más simples. Se agruparon en clanes móviles semi-tribales, los mayores de los cuales tenían su centro de poder en inmensos transportes fortificados sobre orugas (parcialmente basados en antiguos diseños PCE para máquinas mineras y cosechadoras) desde los que enviaban partidas a forrajear los magros recursos y realizar incursiones contra los otros clanes en una guerra incesante. Eran un pueblo salvaje e inmisericorde, esclavistas y asesinos para los que la lucha por la supervivencia era un esfuerzo sangriento e inacabable en el que solo los más fuertes prosperaban.

A este entorno llegó Ferrus Manus, pero si lo que puede deducirse de los cuentos populares medusanos es cierto, no cayó cerca de los clanes para ser acogido por ellos, sino que su cápsula de gestación se precipitó en una llamarada de luz que rompió los grises cielos amortajados del planeta y se estrelló en el polo norte partiendo al monte Karaashi, el Pináculo del Hielo Negro. Este lugar era uno de los muchos lugares que los medusanos consideraban una guarida maldita de las malignas sombras de los muertos y de legendarios monstruos durmientes de piel de hierro. Esto dispuso el escenario para la entrada del Primarca en la mitología, y las leyendas cuentan que vagaba por las tierras septentrionales derribando imponentes gigantes de las tormentas, llevando a cabo hazañas sobrehumanas de astucia y fuerza, y matando monstruos y letales criaturas-máquina dejadas como reliquias de eras pasadas de matanza y guerra. La más renombrada de esas fábulas cuenta cómo el Primarca se enfrentó al horror inmortal de la gran sierpe Asirnoth y la ahogó en un río de magma, donde por el inmenso calor la piel de mercurio de la bestia se adhirió permanentemente a las manos y antebrazos del Primarca, dándole su nombre más conocido.

Cuando la Gorgona, como le llamaban los nativos, salió de las regiones prohibidas del arrasado Medusa para someter a los diversos clanes bajo su autoridad, ya era considerado un dios viviente. Pero aunque no requería adoración por parte de los medusanos ni hizo nada por fomentarla, exigía obediencia a su voluntad, y destrozó sangrientamente a cualquiera que discutiese sus órdenes. Tampoco detuvo los conflictos ni llevó la paz al planeta, sino que dio a los Padres de Hierro (los hombres mitad Tecnosacerdote, mitad chamán que atendían las necesidades espirituales y tecnológicas de los clanes) los frutos de sus propios inventos a cambio de los secretos que habían guardado durante generaciones. Entonces a través de las enseñanzas de la Gorgona los clanes forjaron mejores armas y máquinas más fuertes con las que luchar para demostrar que eran dignos de sobrevivir.

Ferrus Manus también dirigió a los guerreros más valientes de los clanes para penetrar en los dominios helados bajo la superficie, abriendo brechas en cámaras largo tiempo selladas e internándose en fragmentos enterrados bajo el hielo de las grandes secciones de maquinaria caídas del cielo en tiempos antiguos para encontrar botín y metal de calidad. En las profundidades, las bandas guerreras y el gigante de ojos de plata que las encabezaba lucharon contra mutantes degenerados y ciborgs no-muertos cuya carne podrida colgaba hecha jirones de sus corroídos cuerpos de metal, y sometieron a las oscuras máquinas de épocas de pesadilla pasadas para llevarse sus despojos. Para cuando el Emperador acudió para reclamarlo e incorporarlo a la Gran Cruzada, Ferrus Manus era caudillo, semidiós y sabio para el pueblo de Medusa, y se dice que lo estaba esperando pues sospechaba desde hacía tiempo del propósito de su creación.

Cuando Ferrus Manus tomó el mando de su Legión, como la mayoría de los Primarcas, empleó su mundo adoptivo como su base y principal cuartel general. Al hacerlo forzó la unión del pueblo medusano y la X Legión nacida en Terra, creando algo nuevo que compartía aspectos de ambos y erradicando con sangrienta falta de piedad todo lo que no se sometiese a su voluntad. Donde antes había habido Capítulos, ahora habría Clanes, pero esto no fue una simple unión simbólica, sino que ordenó a los Marines Espaciales terranos que derrocasen a los dirigentes espirituales y temporales de los clanes medusanos de la única forma que los medusanos comprendían: por la fuerza bruta.

Así los Manos de Hierro se convirtieron en los nuevos medusanos: los Astartes caminaban entre la población como semidioses, y los nómadas a su servicio luchaban y morían no ya por sobrevivir sin más, sino también por lograr que sus hijos fuesen dignos de unirse a la Legión. Ferrus Manus se ocupó de que la anexión al Imperio y el asentamiento de los Manos de Hierro en Medusa hiciese poco por aliviar las dificultades, detener los conflictos o eliminar las barbáricas supersticiones de los nativos, pues las pruebas y durezas de la vida en Medusa cribarían a los débiles y harían que solo los reclutas más físicamente sanos, más belicosos y de psicología más "adecuada" entrasen en su Legión. Para contrarrestar el peligro potencial que representaba la escasa base demográfica de Medusa, Ferrus Manus se aseguró de que en los mundos humanos más recalcitrantes que sus Manos de Hierro conquistaban por la fuerza se cobrara un tributo perpetuo de chicos jóvenes y fuertes recién entrados en la pubertad y seleccionados por sacerdotes mendicantes del Mechanicum a petición del Primarca, a fin de enviarlos a Medusa para que vivieran, sufrieran, lucharan y sobrevivieran si eran lo bastante fuertes para introducirse como sangre fresca en los clanes y, si demostraban ser suficientemente dignos, como aspirantes para la Legión. Así fue cómo el sangriento legado y el sombrío credo de Medusa se extendieron a las sucesivas generaciones de Manos de Hierro, forjándolos hasta convertirlos en un arma de inmisericordia sin parangón.

La hora de la Gorgona[]

Exterminador manos de hierro

Exterminador de los Manos de Hierro

Apenas unos años después de ser descubierto, Ferrus Manus (literalmente, “El de Manos de Hierro” en la lengua antigua) recibió el control completo de la X Legión, de la cual tomó el mando tanto en cuerpo como en alma, rebautizándola y rehaciéndola a su imagen y semejanza. Barriendo de un golpe mucho de lo que había imperado en materia de organización durante décadas, el Primarca despedazó a la X con la precisión y decisión con la que un artesano podría desmontar un cronógrafo mecánico, reconfigurar sus componentes y reconstruirlo en una nueva forma más agradable para él. La X, bajo las órdenes de su Primarca, se convertiría, quizás más que ninguna otra Legión, en una “máquina de guerra” literal, una maquinaria sin sutileza, eficiente y dedicada por entero a un método de combate particularmente brutal y directo. Bajo su tutelaje y dirección, la ya evidente preferencia de la Legión por el orden y el combate sistematizado fue reenfocada y aumentada, mientras el Primarca, que sin duda veía un eco de su propia alma beligerante en los Astartes que llevaban su sangre, sometió el manantial de ira y orgullo que ardía en los corazones de la Legión con cadenas irrompibles de disciplina, lógica y orden. En respuesta a los valores del Primarca, los recién bautizados Manos de Hierro apreciaron la superioridad en términos de armamento y equipo tanto como el celo, el valor o la disciplina, y en la Legión se concentró una experiencia en tecnología rara vez igualada en las demás Legiones. La victoria a través de los medios más directos y eficientes posibles era el mantra de la Legión: serían la mano que se extendería y aplastaría a los enemigos de la Humanidad, tan insensible, imparable y fríamente implacable como la Mano de Hierro que tan adecuadamente habían adoptado como emblema y título.

Desde el principio estuvo claro que Ferrus Manus sería un señor duro pero constante. El Primarca no toleraba lo más mínimo el fracaso y era rápido en enfurecerse, pero también rígida y racionalmente controlado en la aplicación del río de ira que nunca fluía lejos de la superficie de sus pensamientos y acciones. Para su Legión, como lo había sido para los bárbaros habitantes de Medusa, él era la Gorgona: una figura mítica encarnada, un ser cuya fuerza e inteligencia eran más que sobrehumanas, en cuyas venas corría metal fundido como si fuese sangre y cuya mirada plateada se decía que podía matar. De desdén rápido y aplauso infrecuente, Ferrus Manus impuso estándares intransigentes en extremo a su Legión, a la que veía como una extensión de su propio cuerpo y voluntad. En realidad, el Primarca también se guiaba por esos mismos estándares inigualables, y despreciaba la duplicidad y la hipocresía tanto como la debilidad, y por estas razones, más que por ninguna otra, los guerreros de la X Legión le amaban como hijos de un padre de corazón duro, teniendo una pequeña migaja de sus alabanzas por encima de cualquier laurel de victoria.

De forma muy rápida debido a la influencia del Primarca, en la Legión cristalizó una mentalidad según la cual fallar era intolerable para los Manos de Hierro. El fracaso era debilidad, y la debilidad era el mayor pecado: la debilidad había llevado al terror de la Vieja Noche, y del mismo modo que en Medusa los débiles ponían en peligro a quienes los rodeaban en la batalla diaria por la supervivencia, la debilidad amenazaba a todos. Cuando esta debilidad se manifestaba en otros que sucumbían a la degradación del cuerpo y la mente hasta el punto de que rechazaban a la Gran Cruzada (y por ello ponían en peligro la seguridad de la Humanidad), esto engendraba el odio más frío en los Manos de Hierro. Del mismo modo, si encontraban una debilidad en sus propias filas, ya fuera en las de los aspirantes o en las de sus Hermanos de Batalla, la purgarían para que solo quedasen los más fuertes y la Legión saliese así reforzada. Tal era el duro y despiadado credo que el padre de los Manos de Hierro inculcó en sus hijos.

Con la Gorgona a su cabeza, la Legión de los Manos de Hierro se hizo pronto famosa por su capacidad para enfrentarse a los enemigos de la Gran Cruzada de cabeza, criando fama de ser una Legión sin piedad y calculadora que era más fuerte y efectiva allí donde el estruendo de la lucha era más fuerte y el choque de las armas más intenso y directo. Reforzando los talentos y las tácticas que la X Legión ya había mostrado, Ferrus Manus y los Manos de Hierro destacaron en las guerras de gran intensidad tanto contra oponentes tecnológicamente avanzados como contra especies xenos como los Orkos, cuya enorme fuerza física y vastos números constituían una amenaza terrible para el progreso de la Gran Cruzada. Al ser reconocida esta capacidad por el Emperador y disfrutar Ferrus Manus y su Legión del reto que representaban estos enemigos, la “Décima de Hierro”, como se le conoció coloquialmente, fue desplegada deliberadamente en los frentes donde era probable que se libraran enfrentamientos ensayados contra grandes ejércitos, creando un efecto circular que hizo que al mismo tiempo que la Legión se especializaba cada vez más en su campo favorito, esta fuera cada vez más demandada como el arma favorita de la Gran Cruzada para afrontar esos combates. Como consecuencia de esto, los oponentes habituales de la Legión solían incluir facciones humanas intransigentes que se oponían activamente a la anexión y que habían conservado algún fragmento del poder tecnológico de la Era Oscura. En tales conflictos era común, debido a la necesidad estratégica, que los Manos de Hierro luchasen hombro con hombro con elementos del Mechanicum y las Legiones Titánicas, con los cuales compartían un legado cultural heredado de Medusa, y a lo largo de años de batallas estos lazos de lealtad crecieron. En estos combates, la creciente habilidad y fama de los Manos de Hierro como forjadores de armas y artificieros también entraría en juego, permitiéndoles diseñar nuevas formas de armamento y defensa cuando era necesario y contrarrestar con rapidez aquellas armas previamente desconocidas que se usaban contra ellos, adquiriéndolas junto con el Mechanicum para estudiarlas y usarlas posteriormente en beneficio del Imperio. En la Gran Cruzada también se vio a los Manos de Hierro luchar junto a muchas otras Legiones, a menudo empleados como tropas de choque en las principales campañas, así como a modo de elemento superior en cualquier gran grupo de ejércitos, ya que en muchas ocasiones Ferrus Manus adoptaba un papel de mando supremo sobre otros Primarcas hallados después que él. Los resultados a largo plazo de estas empresas conjuntas serían variados, pues en unos casos dio lugar a alianzas cercanas y duraderas como con los Hijos del Emperador y su Primarca Fulgrim, mientras que en otros engendró un dilatado resentimiento y descontento cercano al conflicto interno, como sucedió con la Legión Alfa.

En claro contrapunto a los puntos fuertes señalados de la X Legión, con el tiempo se hizo evidente que había ciertos tipos de guerra y exigencias de la Gran Cruzada para los que los Manos de Hierro eran decididamente inadecuados, bien por doctrina o bien por temperamento. Si bien en Óxido la X Legión había tenido en mente el coste en vidas que pagarían sus aliados por sus tácticas, los Manos de Hierro se olvidaron de tales lindezas, viéndolas como una debilidad que no podía seguir tolerándose: mejor pagar ahora el precio en sangre en el campo de batalla que arriesgar la meta de unificar a la Humanidad y alcanzar la paz algún día. Además de la notoriedad que esta postura les dio, especialmente entre las filas del Ejército Imperial, con el paso de los años los Manos de Hierro se ganaron una reputación cada vez mayor de beligerancia, falta de paciencia y carencia de sutileza entre las otras Legiones, tanto por parte de su Primarca como por la de sus Astartes.

Aunque el rechazo que estos factores negativos provocaban en algunos sectores estaba muy lejos de la amargura y la desconfianza que engendraban la casi incontrolable sed de sangre de los Devoradores de Mundos o el catastrófico coste de las artes de la guerra que practicaba la Guardia de la Muerte, y también de las sospechas creadas por la caprichosa impredictibilidad de los Cicatrices Blancas, la carencia de piedad y la aparentemente insensible indiferencia hacia el precio de la victoria de los Manos de Hierro les convertían en conquistadores, no en libertadores. Este claro hecho era reconocido tanto por los propios Manos de Hierro como por el Emperador, que los empleaba consecuentemente. También es consecuentemente cierto que Ferrus Manus y su Legión se preocupaban poco por las menudencias de la Gran Cruzada, considerando que su misión era solo expandir las fronteras del Imperio y destruir a sus enemigos, nada más; despreciaban la política de la Corte Imperial y la persecución de la simple gloria como fruslerías vacías, y dejaban la tarea de ganarse los corazones y las mentes de aquellos a quienes sometían y de reconstruir lo que ellos habían destruido a quienes estaban mejor dotados para esas tareas. Una vez, cuando se preguntó a Ferrus Manus sobre la función de su Legión en la Gran Cruzada, se afirma apócrifamente que respondió: "Guerrear y avanzar, y repetirlo una y otra vez hasta que no respire nadie que se alce contra nosotros. Todo lo demás son falacias y mentiras bonitas."

Mientras progresaba la Gran Cruzada, la Legión de los Manos de Hierro siempre estuvo en constante servicio al frente de la expansión, tanto a la cabeza de sus propios grupos de batalla y destacamentos de conquista y exterminio, como parte de Flotas Expedicionarias mayores, luchando junto a otras Legiones donde era necesario. Después de más de un siglo bajo las órdenes de su Primarca, las victorias de los Manos de Hierro no se podían enumerar con facilidad, y de hecho se cree que muchas de sus batallas no fueron registradas, pues la Legión se volvió cada vez más hermética en muchos sentidos, y no se interesaba por compartir los detalles de sus operaciones independientes más que en la forma más superficial y rutinaria. Para el resto del Imperio mostraba una fachada fría y brutal, la de una máquina de guerra calculadora, orgullosa y poderosa que no se rebajaba a tratar con insignificantes preocupaciones ni asuntos de estado. Los secretos que la Legión de los Manos de Hierro guardaba, los guardaba bien.

El ascenso de Horus[]

Sello del Ojo de la Vigilancia Manos de Hierro

Sello del Ojo de la Vigilancia

Aunque considerado uno de los mejores y más experimentados comandantes de campo del Imperio, y un individuo de orgullo grande y ocasionalmente peligroso, Ferrus Manus no mostró ningún signo exterior de desagrado cuando Horus Lupercal fue elevado por encima de él como Señor de la Guerra, aunque al ser uno de los Primarcas más veteranos podría haber esperado tal distinción. Él y su Legión siguieron sirviendo cerca de los Hijos de Horus después del ascenso de Horus y siguieron siendo una pieza clave de los despliegues estratégicos del Señor de la Guerra durante los últimos años de la Gran Cruzada, ya que este valoraba el despiadado poder y la experiencia de la Legión así como el valor de Ferrus Manus como general. Como consecuencia de los éxitos de los Manos de Hierro, muchos laureles de victoria les fueron concedidos y se fundaron varias logias guerreras incipientes en la Legión, pero nunca arraigaron del todo, quizás debido a la fría dependencia de los Manos de Hierro en la lógica y la racionalidad. Un galardón en particular, conocido por los Manos de Hierro como el Sello del Ojo de la Vigilancia, era concedido por el Señor de la Guerra a los Manos de Hierro que servían junto a él en combate y era tenido en alta estima.

Pero a pesar de formar parte de la órbita cercana de los Traidores, y del hecho de que se había desarrollado durante años una fuerte camaradería entre Ferrus y Fulgrim de los Hijos del Emperador, los Manos de Hierro nunca se quedaron totalmente atrapados en la oscura conspiración que desgarraría al Imperio. Hay que destacar que los Traidores creían claramente que podía llegar a ponerse de su parte, pues Horus envió a Fulgrim a intentar reclutarlo para su causa, pero no está claro y ya no se puede saber si esto se debió a que el Señor de la Guerra creyó que los lazos de la X Legión hacia él y Fulgrim pesarían más que su lealtad al Emperador, a la reputación y naturaleza de la propia Legión de los Manos de Hierro o a algún otro factor desconocido. Sea como fuere, la Gorgona rechazó violentamente las propuestas del Fénix, y los Manos de Hierro que aún portaban el Sello del Ojo de la Vigilancia en su armadura al desembarcar en Istvaan V lo hicieron con amargo desprecio, jurando mancharlo con la sangre y los huesos de los Traidores.

Es saludable tener en consideración, no obstante, que si Ferrus Manus y el poder de los Manos de Hierro también se hubieran puesto de parte de los Traidores, entonces el resultado de la historia podría haber sido muy distinto.

La Herejía de Horus[]

Manos de Hierro en Istvaan V

Manos de Hierro combatiendo en Istvaan V

Se dice que Horus, el que fuera el primer Primarca que encontró el Emperador y en quien este más confiaba, era tenido en gran estima por Ferrus Manus, que apreciaba sus ideales marciales. Las noticias de la traición de Horus fueron recibidas con un ataque de ira por parte de los Manos de Hierro y de su Primarca. Estaban indignados por la debilidad de aquellos a los que hasta hace nada habían llamado hermanos. Su Cruzada Sagrada los había llevado hasta un punto muy remoto de la Galaxia y Ferrus estaba que echaba humo por encontrarse tan lejos del epicentro de la Herejía. Sin embargo, movidos por una ira justiciera, los Manos de Hierro pusieron rumbo con sus naves a Istvaan V, donde el traidor Señor de la Guerra estaba reuniendo sus fuerzas. Ferrus sintió una gran desazón por la Humanidad al ver que incluso el que había sido el más devoto hermano de batalla se había desviado de su camino. Se enfureció al ver los defectos de sus congéneres; menos a los integrantes de su Legión, a todos los pasó a considerar susceptibles de tener un comportamiento débil. Se tornó incluso más estricto con él mismo y con sus hermanos y pasó a entrenarse contra la peligrosa fragilidad en todas sus formas.

Ferrus eligió las naves más rápidas de la Legión y, junto con sus tropas más veteranas, se adelantó al resto de su Legión para llegar lo antes posible a Istvaan V. Tal y como habían temido, la mayor parte de la flota llegó demasiado tarde como para tomar parte en el ataque y nada más llegar conocieron aterrorizados la noticia de la traición con la que había sido recibido el ataque de su Primarca. Ferrus y sus veteranos se unieron al asalto que estaban llevando a cabo seis Legiones más. Ferrus se puso al mando del ataque junto con otras dos Legiones, que sufrieron muchísimas bajas cuando entraron en la atmósfera del planeta con la intención de desembarcar. Las cuatro Legiones que apoyaban el ataque inicial se volvieron de improviso contra el flanco desprotegido de los leales en una traición imposible de prever. Esta acción supuso el final de estas Legiones, que fueron masacradas en batalla.

Dreadnought Contemptor de los Manos de Hierro

Dreadnought Contemptor de los Manos de Hierro durante la Masacre de Istvaan V

Se sabe que cuando las Legiones dejaron ver su verdadero rostro, Ferrus se dio cuenta de su inminente derrota y lanzó un ataque con furia renovada tan desesperado como estaba por llegar a enfrentarse a Horus. El número de Manos de Hierro era pequeño y no podían apoyar el ataque de Ferrus, aunque murieron intentándolo. Los Manos de Hierro nunca han perdonado a los Salamandras ni a la Guardia del Cuervo por no haber seguido sus órdenes. Piensan que, si lo hubieran hecho, Horus habría caído y habrían conseguido sumir a las tropas del Caos en la confusión. Ferrus se enfrentó a su hermano Fulgrim en combate singular mientras la batalla rugía su alrededor y, a pesar de la tenaz resistencia y experiencia bélica del primarca de Medusa, fue vencido por el Fénix y decapitado en el campo de batalla.

El cuerpo de Ferrus no se encontró nunca y muchos piensan que consiguió sobrevivir. Una historia en particular habla de cómo su cuerpo fue recuperado y curado, tras lo cual se refugió en Marte, donde reside desde entonces; pero esta teoría es refutada por los propios Manos de Hierro.

A los Manos de Hierro les desesperaba pensar en qué sería de la Humanidad. Su tristeza y confusión creció cuando conocieron que el Emperador había caído en una titánica batalla con el corrupto Horus.

"Y he aquí que entonces se extendió la desesperanza porque la Humanidad no había perdido solo a Aquel Que Rompió la Oscuridad, Ferrus Manus, Luz Brillante de Medusa, abatido por la pérfida corrupción y la traición; sino que algo peor había sucedido. Entonces se produjo una gran angustia y horror, ya que El Mayor Dios Emperador había, ¡ay!, abandonado el mundo de los Hombres."

Extracto del Scriptorium de Hierro
Terminator manos de hierro

Exterminador de los Manos de Hierro

Tras perder a todos sus veteranos en el desastroso asalto a Istvaan V, la maltrecha Legión regresó a Medusa llena de ira. Su creciente furia fue enfocada hacia aquellos cuya debilidad había propiciado la muerte de su Primarca y el tener que abandonar su Cruzada. Su ira iba creciendo según pasaba el tiempo y llegó a extenderse a aquellas Legiones Leales que no habían podido proteger al Emperador. Estaban seguros de que, de haber estado más cerca de Terra, las cosas habrían sido muy diferentes. Maldijeron al Señor de la Guerra Horus, de quien creían que conocía de sobra la inquebrantable fuerza y fe de los Manos de Hierro y cuyas sutiles manipulaciones los habían mantenido lejos de Terra y de Istvaan V en el momento del ataque.

Refugiándose en su ira, los Manos de Hierro han usado esta emoción para fortalecerse ante los peligros que supone la fragilidad. Esto se ha convertido en la fuerza que los guía y utilizan todos los medios a su alcance para destruir todo síntoma de debilidad que percibían tanto en los demás como en ellos mismos. Tienen este comportamiento sin sufrir remordimiento alguno, puesto que consideran que bendicen a la Humanidad librándola de tal lacra. Solo una Humanidad fuerte y unida sobrevivirá; por lo que hasta el retorno de Ferrus, momento en el que este sacará al Hombre de la oscuridad, los Manos de Hierro se fortalecen y se preparan al tiempo que eliminan todo aquello que pueda amenazar la unificación definitiva de la Humanidad. Existen historias malintencionadas que dicen que la Legión reemplazaba a sus caídos con ingenios mecánicos y, aunque nunca se ha sabido si estos rumores son ciertos, tampoco se ha creído mucho en ellos.

El Eco Sangriento de Istvaan V[]

En la muerte de Ferrus Manus, a ojos de su Legión, hubo un fracaso y una debilidad. Para algunos de los Manos de Hierro supervivientes, su Primarca, a quien habían tenido por el culmen de la fuerza y la inteligencia, había resultado ser débil al haber muerto, y por extensión los Manos de Hierro, al haberle seguido, también habían resultado ser débiles y quizás merecedores de ser destruidos si se les juzgaba por su propio credo. Otros echaron la culpa directamente a la traición de aquellos que le habían dado la espalda al Emperador, hundiéndose en un odio fratricida que consumió todo lo demás. Otros miembros de la Legión adoptaron un enfoque introspectivo, despreciando sus propios fallos aparentes de orgullo y debilidad carnal, y otros llegaron a albergar semillas de amargo desprecio y desconfianza hacia aquellos que habían fallado a su Primarca, como hermanos y como aliados en la batalla, bien por sus acciones o por haberse dejado engañar para alejarse de él cuando los Traidores atacaron. Sin importar de quién fuera realmente la culpa, muchos Manos de Hierro, ahora huérfanos, respondieron a esta traumática crisis en un nivel personal de un modo mucho más simple y directo: se volvieron violentamente locos.

Las Llaves de Hel[]

Marines manos de hierro hermano de batalla partes maquina

Hermano de Batalla con múltiples mejoras cibernéticas

La obsesión de la Legión de los Manos de Hierro con la fuerza y con la eliminación de la debilidad les llevó a venerar a la máquina y a desconfiar de los fallos inherentes a la carne. Mientras otras Legiones se revestían de metal y trabajaban para forjar grandes máquinas de guerra, para los Manos de Hierro, adoctrinados por sus propias creencias idiosincrásicas heredadas de la influencia del Culto Mechanicum en Medusa, la máquina no era un mero apéndice para la carne sino su sucesora. Para ellos sus cuerpos potenciados por el Emperador no eran nada más ni nada menos que una máquina viviente de sangre y cartílago hecha para la guerra, una máquina que podía ser reparada y mejorada cuando surgiera la oportunidad y la necesidad lo requiriese.

Ser tan fuertes como el hierro era el fuego que los empujaba, y para acelerar los periodos de recuperación se preferían las prótesis cibernéticas, mucho más rápidas de implantar que las técnicas de regeneración genética y cultivo in vitro de trasplantes usadas por otras Legiones, lo que permitía que un Legionario caído o gravemente herido en combate volviese a la lucha con una rapidez terrorífica. Como resultado, ningún Legionario de los Manos de Hierro que hubiera servido en el frente estaba completamente libre de estas potenciaciones (de hecho, como rito de paso para los nuevos iniciados se sustituía la mano izquierda por un implante de hierro para reflejar su lazo con su Primarca), y de hecho eran tenidas por marcas de honor y solían ser mejoradas y aumentadas lejos de las urgencias de la batalla. Algunos de los más veteranos llegaban hasta el punto de ser poco más que máquinas que envolvían despojos de su antigua humanidad. De este modo, para ellos ser enterrados en un sarcófago Dreadnought y por tanto serles concedida la oportunidad de seguir luchando por su Primarca y por la gran causa de unificar a la Humanidad, para siempre si era necesario, era el mayor honor al que podían aspirar.

Pero había límites para lo que hasta Ferrus Manus podía tolerar y, mientras él vivió, ciertos misterios de la cibermancia como los auténticos ritos de resurrección cibernética permanecieron proscritos como pesadillas de la Era Oscura de la Tecnología. Siempre que la Legión de los Manos de Hierro encontraba elementos de esta tecnoherejía en el transcurso de la Gran Cruzada (de hecho, era la única Legión capaz de reconocerlos al instante como lo que eran), eran confiscados y suprimidos por orden expresa del Primarca, y se dice que ni siquiera el Mechanicum podía acceder a ellos. Quedaron susurros de horrores tales como los Protocolos Agesinos, los Ocho Durmientes y las condenadas Fórmulas Sarcosanas; todos permanecieron sellados bajo la vigilancia de los cónclaves conocidos como las Llaves de Hel, que recibían su nombre de una diosa del panteón mítico medusano. Guardados en las profundidades de las criptas de Medusa y hundidos en cámaras enterradas en rocas sin aire que orbitaban en Sistemas deshabitados cuya localización solo unos pocos Padres de Hierro conocían, fueron puestos más allá del alcance de cualquiera pero no destruidos.

Tras la muerte de Ferrus Manus, sin embargo, algunos vieron su resistencia a una sustitución más completa de la carne por el acero como uno de los fallos que habían hecho posible que él fuese destruido por los Traidores, y se convencieron de que la rabia impetuosa que le había llevado a morir había nacido de la carne y esa carne le había fallado. Por lo tanto, en los oscuros tiempos que siguieron algunos Manos de Hierro vieron virtud en lo que una vez estuvo prohibido, y se dice que giraron las Llaves de Hel.

Acciones notables[]

  • Conflicto contra la Diasporex (Gran Cruzada): Los Manos de Hierro y los Hijos del Emperador se enfrentan contra la Diasporex, un crisol de razas que se desplazan por la Galaxia en grandes naves de manera nómada.
  • Supervivencia en Pythos: Un pequeño contingente de supervivientes de la Masacre del Desembarco formado por unidades de legiones leales es obligado a recalar en el mundo letal de Pythos y debe enfrentarse a su temible fauna y flora y a un enemigo aún más temible que mora en el subsuelo del planeta desde tiempos pretéritos.
Marines manos de hierro pythos

Supervivencia en Pythos

  • Batalla de Thranx (M36): Una fuerza blindada de los Manos de Hierro acude a la señal de auxilio del Gobernador de Thranx debido a un ataque xeno que pretendía apoderarse del planeta.
  • 10ª Cruzada Negra (001.M39): Los Manos de Hierro son derrotados por los Guerreros de Hierro en Medusa.
  • Cruzada de Damocles (742.M41): Los Manos de Hierro asignan varias Compañías de Clan a la Cruzada del Golfo de Damocles. Considerando que los demás Capítulos de Marines Espaciales presentes son demasiado débiles, el Capitán de Hierro Rumann asume el mando. Bajo su liderazgo despiadadamente eficiente, los T’au son rápidamente avasallados.
  • Batalla de Estaban III (751.M41): El mundo forja de Estaban III es invadido por una miríada de fuerzas del Caos. Los Manos de Hierro respondieron e hicieron frente a las hordas daemonícas junto a las máquinas de guerra de la Legio Tempestor para defender el mundo forja.
  • Un honor rechazado: Los Manos de Hierro son uno de los nueve Capítulos de Marines Espaciales que liberan el sistema Kelldar de las garras del ¡Waaagh! Gorzod. Tras su aplastante victoria, el Gobernador de Kelldar Prime celebra un festín para honrar al Adeptus Astartes. Todos los Capítulos asisten al festín, excepto los Manos de Hierro, que se niegan públicamente a sentarse en la misma mesa que los guerreros de la Guardia del Cuervo.
  • Asedio de Agujamartillo (779.M41): Tras una década de asedio ininterrumpido, la supuestamente indestructible fortaleza de Agujamartillo es doblegada finalmente por centuriones de asalto de los Manos de Hierro. Los defensores fueron exterminados hasta el último hombre, una purga que se alargó durante dos años después que los rebeldes declararan su rendición incondicional.
  • Defensa de Ciudad Parathen (802.M41): El campeón de los Devoradores de Mundos, Varlag el Carnicero, desafió a Kardan Stronos a un combate personal durante la defensa de Ciudad Parathen. Mientras Stronos calculaba la mejor manera de acabar con el traidor decidió omitir un disparo a la cabeza y decantarse por la vía del combate personal. Finalmente logró cortar la cabeza de Varlag con un único tajo del Hacha de Medusa.
  • Purga de Contqual (812.M41): Después de la corrupción del Gobernador planetario por fuerzas del Caos leales a Slaanesh, los Manos de Hierro se ven obligados a intervenir para destruir a las fuerzas caóticas.
  • Cruzada de Acero (900.M41): Kardan Stronos desplegó todo el poder de los capítulo de los Manos de Hierro y de los Garras de Bronce contra la Dinastía necrona del Rey Carmesí. En la dura batalla, Stronos se negó a caer ante un contraataque masivo de las fuerzas necronas y, en lugar de ello, fue capaz de liderar a la Compañía de Clan Garrsak e infligió un golpe mortal contra el Rey Carmesí que hizo tambalear toda la estructura de mando necrona.
  • Batalla de Tarrvorn (928.M41): El Tecnomarine Aviren se abrió paso durante seis días a través de las junglas del planeta Tarrvorn eliminando a docenas de patrullas orkas con el objetivo de recuperar el Land Raider Ferrum Maximal, que había quedado dañado tras una dura batalla.
  • ¡Waaagh! Chobog: La marea piel verde fue atraída mediante tretas y trucos por los videntes del Mundo Astronave Varantha hasta las inmediaciones de las fortalezas de los Manos de Hierro en el planeta Taira-Shodan. La horda orka cayó sobre los marines espaciales en lugar de sobre los cercanos mundos exoditas y mundos imperiales, justo como habían planeado los videntes eldars.
  • Una elección lógica (998.M41): A su regreso de sus agotadoras campañas contra los Enclaves O’Shovah de los T'au en Fall’yth, Kardan Stronos devuelve el mando del Capítulo al Concilio de Hierro y es reelegido de inmediato para enfrentarse a la amenaza de la Flota Enjambre Leviathan, a pesar de las objeciones de varios Padres de Hierro veteranos.
  • Defensa de Medusa: Mientras la 13ª Cruzada Negra amenaza Cadia, Medusa también es objeto de una gran ofensiva. Los Manos de Hierro luchan en la que tal vez sea la mayor batalla de fuerzas blindadas vista en la galaxia desde la Batalla de Tallarn durante la Herejía de Horus. Su fuerza interior y la tremenda potencia de fuego de sus fortalezas móviles llevan a los Manos de Hierro a emerger maltrechos pero victoriosos de la batalla. Los últimos atacantes abandonan sus máquinas de guerra y huyen a las rugientes tormentas disformes desatadas por la Gran Fisura.
  • La Cruzada de la Tierra Quemada: Las tormentas disformes que surgían arremolinadas de la Gran Fisura abandonaron por fin el sistema Scyllian, dejando a su paso una corrupción inenarrable. Con los recientes refuerzos de Marines Espaciales Primaris, los Manos de Hierro lanzan un ataque con todas sus fuerzas para purificar los densamente poblados mundos del sistema. Tras sólidas cuñas de tanques Repulsor, los Manos de Hierro avanzan metódicamente, dejando sólo ruinas tras ellos.
  • Asedio a la oscuridad: Al ver cómo los poderes del Caos fortifican fuertemente el anteriormente yermo mundo de Umbrus, los Manos de Hierro sospechan que guarda un pasaje oculto a través de la Cicatrix Maledictum, la Gran Fisura que separa Medusa y el norte galáctico de la sagrada luz del Astronomicón. Los Clanes rotan por turnos para desplegar su poderío blindado, asediando las fortalezas que defienden un inusual portal construido en las laderas de una montaña. Al no haber una defensa capaz de resistir mucho tiempo las presiones ejercidas por los implacables Manos de Hierro, las fortificaciones de los herejes caen y sus líneas se rompen. Los renegados escapan a través del misterioso portal, y cuando los Manos de Hierro se lanzan a perseguirlos, unas cargas explosivas dejadas atrás destruyen los mecanismos del portal.
  • La Cruzada de Stygius: Los Clanes de los Manos de Hierro se unen a una vasta fuerza imperial en la Cruzada de Stygius, recuperando mucho territorio con sus ataques iniciales, pero acaban retirándose cuando la oscuridad se hace cada vez más espesa a su alrededor.

Reclutamiento[]

Medusa manos de Hierro

Mundo natal de los Manos de Hierro: Medusa

El planeta Medusa es un severo reino sumido en constantes tinieblas y situado demasiado cerca del Ojo del Terror. El sol casi nunca consigue abrirse un hueco entre sus oscuros y contaminados cielos, ya que estos siempre están revueltos sobre una tierra cosida por cadenas montañosas heladas, entre las cuales se encuentran dispersos diversos géiseres y volcanes en actividad. El paisaje cambia constantemente, puesto que las placas tectónicas crean y destruyen casi igual de rápido, nuevas montañas y océanos.

La gente de Medusa pertenece a una raza resistente que prospera a pesar del ambiente hostil en el que vive. Se encuentran en guerra constante con los elementos y con ellos mismos, ya que compiten por la supervivencia y por los pocos recursos que existen en el planeta. La impredecible naturaleza del paisaje de Medusa implica que aquello que se construye no dura en pie mucho tiempo, excepto en las zonas en las que existe una relativa calma. Por tanto, los clanes construyen muy pocas estructuras permanentes y prefieren llevar sus pertenencias y viviendas consigo a lo largo y ancho del paisaje. Antiguamente, los clanes tiraban de enormes caravanas con sus propias manos. Hoy en día, los habitantes de Medusa siguen esta tradición, aunque los medios de transporte han cambiado mucho hasta reflejar el cambio de los tiempos. Grandes grúas mineras se arrastran por la tierra en grandes procesiones cuando los clanes se mueven. Estos transportes liberan la polución de sus tubos de escape a la atmósfera al tiempo que avanzan, lo que no hace sino aumentar las enormes nubes de sulfuro que se arremolinan alrededor del planeta y lo envuelven.

Karaashi, el Pináculo de Hielo, puede verse aún hoy en día, aunque se dice que tiene la mitad de altura que tuvo antaño. Un enorme agujero en su pico, del que todavía sale ceniza y vapor, muestra el lugar donde la brillante luz de Ferrus Manus aterrizó hace ya toda una edad. Y esto todavía produce un pequeño zumbido que se oye en todo Medusa, un recordatorio perpetuo de que no se puede bajar la guardia. Los clanes de Medusa se preparan para el día en que el Pináculo de Hielo deje de producir zumbido. Ese día, según se cree, marcará la segunda llegada del gran Primarca y, con su retorno, Medusa estará contenta por fin.

Ferrus abandonó Medusa con gran pesar. Estaba dividido entre sus sentimientos de lealtad. Por un lado, estaban Medusa, que le había ayudado a madurar y a fortalecerse, y sus habitantes, a los que él había ayudado a medrar. Pero, por el otro, el sentido del deber que tenía hacia el Emperador era enorme. Sabía que su gente conseguiría sobrevivir sin él y que su Emperador, en cambio, le necesitaba. Además, ya le habían hablado de su legión, un ejército creado a su imagen y semejanza. Pero, aun así, se sentía consternado ante el pensamiento de abandonar la tierra y las gentes que le habían formado en tantos aspectos.

Doctrina de combate[]

Padre de Hierro (Manos de Hierro)

Padre de Hierro

El particular odio de los Manos de Hierro por cualquier forma de debilidad ha tenido efecto en su doctrina de combate. Este odio se extiende incluso a la forma física y llegan a encontrar una debilidad en su propia psique alterada genéticamente. Toda fragilidad descubierta es erradicada de cualquier manera posible. Esto ha desembocado en una especie de devoción por lo mecánico muy cercana al celo y a la adoración que siente el Adeptus Mechanicus. Un cuerpo débil se puede romper con facilidad o caer en las tentaciones de la carne; esta es su creencia y lo que los Manos de Hierro más odian y temen. Consecuentemente, cuanto más duro y cuanto más mecánico sea un cuerpo, menos espacio habrá para los fallos y la fragilidad.

Los Padres de Hierro alimentan este odio e ira de los Manos de Hierro con discursos y oratorias subidas de tono y fomentan así su intensidad y su proliferación. El Capítulo lleva esta emoción al campo de batalla, donde la concentra en el enemigo, sea quien sea este. Los Manos de Hierro combaten con renovada intensidad y determinación, puesto que saben que actúan por el bien de la Humanidad en una cruzada contra los débiles y contra los corruptos. Es temible presenciar la furia del Capítulo cuando se dirige al campo de batalla y su mortal efectividad. Los amargos Marines Espaciales avanzan como si fueran máquinas, sin descanso, lanzándose violentamente contra el enemigo con su concentrado y severo fervor.

Los Manos de Hierro reverencian el limitado número de Armaduras de Exterminador y Dreadnoughts que posee el Capítulo y los tratan con el mayor respeto y devoción. Ver entre sus filas escuadras enteras de Exterminadores es raro, ya que la inspiración que provocan entre la tropa es mayor cuando actúan como líderes de escuadras individuales. Normalmente, los Sargentos visten Armaduras de Exterminador, con las que se dice que tienen un vínculo especial, y no es raro ver fuerzas de combate dirigidas por Dreadnoughts. La inspiración que causa su presencia entre los Manos de Hierro ha probado ser muy beneficiosa en estos casos.

Organización[]

Gran Cruzada[]

Quizás no sorprenda que teniendo un padre tan calculador y metódico como Ferrus Manus la Legión de los Manos de Hierro fuese una fuerza militar altamente estructurada, con numerosas divisiones tácticas y estratégicas de poder y organización dentro de sus filas. Sin embargo, analizada de cerca, la naturaleza precisa de esta estructura es muy particular, ya que constituye un sistema de "compartimentación organizada" dentro de la Legión. Esto contrasta con otras Legiones altamente estructuradas, tales como la única jerarquía global de muchas gradaciones vista en los Hijos del Emperador o en los Puños Imperiales. Tampoco seguían los Manos de Hierro la claridad absolutamente racionalizada y la adherencia dogmática al orden y la rigurosidad de los Ultramarines. La Legión de los Manos de Hierro se componía deliberadamente de una serie de componentes interconectados, cada uno con su propia especialización, deberes y cadena de mando, responsable solo ante sí mismo y sus inmediatos superiores. Cada uno de estos componentes, ya fueran escuadras de Legionarios, un escuadrón de blindados o unidades de apoyo, entre otros, se agrupaban primero como Compañías en el sentido más común. Pero más allá de esto, cada Compañía era parte de una agrupación mayor con su propia red de mando, apoyo y logística, su arsenal y sus naves creadas para una campaña o batalla en particular. Estas formaciones eran conocidas como Órdenes y eran superficialmente equivalentes a un batallón especializado Astartes en términos generales, pero tenían una composición mucho más concreta y operaban de forma totalmente aislada. Dentro de una Orden, las Compañías que la conformaban se configuraban de tal manera que la función de cada unidad se combinase con la de las demás hasta formar un conjunto gestáltico cuyas capacidades tácticas y estratégicas, como los componentes de una máquina trabajando juntos al unísono, eran capaces de actos que superaban a la suma de sus partes. En combate a cada Orden se le daba una misión específica y se esperaba que la cumpliese sin necesitar apoyo, y esto siempre se lograba a cualquier precio pues el orgullo, el honor y la pura beligerancia de los Manos de Hierro no toleraban otro resultado. Las Órdenes solían formarse a partir de un único Clan, pero a veces unidades de distintos Clanes luchaban juntas en una misma Orden, a menudo rivalizando entre ellas por la gloria y los logros.

Los Clanes eran teóricamente el equivalente de los Manos de Hierro para los Capítulos de otras Legiones, pero de nuevo al inspeccionarlos de cerca se veía que en la práctica tenían un carácter distinto, ya que estaban basados principalmente en el sistema feudal medusano y mantenían lazos con las poblaciones bárbaras nómadas del planeta natal como bases de reclutamiento. Estos Clanes eran de hecho “Legiones en miniatura”, totalmente autosuficientes y autónomas, y cada uno tenía un único Jefe o Señor de Hierro que lo gobernaba con la venia del Primarca. Cada Clan tenía una identidad muy arraigada y distinta, y todos competían entre sí por los logros, la gloria y los recursos, así como por el favor de Ferrus Manus.

Marines clanes manos de hierro epoca herejia

Símbolos de Clanes de los Manos de Hierro de la época de la Gran Cruzada

El nivel de integración y fuerza manifestado por el sistema de la Legión de los Manos de Hierro era extraordinario, aunque un tanto inflexible. Tanto si se desplegaba una sola Compañía como si lo hacía toda la Legión, era un leviatán aplastante en acción: extraordinariamente difícil de detener, pero también a veces brutalmente intratable y lento a la hora de cambiar de rumbo por su obstinación en perseguir sus objetivos iniciales. Esto era algo que Ferrus Manus favorecía deliberadamente, y como parte de ese designio otorgó autoridad e iniciativa solo a unos pocos, no a muchos. De este modo, creó una estructura organizativa de varios niveles distintos en la que los comandantes de campo tenían un poder y autoridad absolutos, y debían ser obedecidos sin ser cuestionados por sus subordinados, asegurando así que la responsabilidad de cualquier fracaso fuese identificada y tratada con eficiencia despiadada. Dentro de la Legión de los Manos de Hierro, el mando conllevaba el poder tanto de la vida como de la muerte: cada Centurión-Escudo tenía el poder de aplicar a voluntad tanto recompensas como castigos inmediatos, incluyendo la ejecución sumaria de cualquier Legionario bajo sus órdenes sin derecho a recurso, apelación ni juicio. Del mismo modo, en los niveles superiores de la Legión, un Capitán de Hierro tenía los mismos derechos sobre sus Líderes Guerreros, los demás oficiales subordinados y todos los miembros de su Orden, un Señor de Hierro sobre los Capitanes de Hierro de su Clan, y así sucesivamente. Por encima de toda esta estructura, Ferrus Manus era el único juez, gobernante y amo de todos en su Legión, sin discusión posible.

Los Manos de Hierro fueron una Legión cuyo número se mantuvo relativamente constante a lo largo de las últimas fases de la Gran Cruzada, equilibrando en buena parte su influjo de nuevos reclutas con las pérdidas en el campo de batalla. Esto se logró a pesar del hecho de que muchos no superaban los notoriamente duros e inmisericordes métodos de reclutamiento y entrenamiento usados en Medusa. No obstante, se sabía que mantenían un arsenal particularmente extenso y sofisticado de máquinas de guerra (en especial tanques, vehículos blindados y bípodes Dreadnought) que rivalizaba con el de cualquier Legión excepto quizá con el de Perturabo y la IV. Gracias a sus antiguos lazos con elementos del Mechanicum y a la aptitud tecnológica mostrada por muchos de ellos, tenían acceso a numerosos sistemas de implantes cibernéticos rara vez vistos fuera del Culto Mechanicus, y también eran capaces de reproducir y mantener amplias reservas de armas grav, proyectores de rayos de conversión y destructores láser, así como otras maquinarias arcanas y esotéricas de muerte. Esta variedad de material de guerra se extendía también a sus extensas cantidades de servidores (a menudo creados a partir de aspirantes fallidos de la Legión y, según se ha rumoreado desde hace mucho, prisioneros capturados en combate) y a avanzados tanques superpesados como el Fellblade. Además, los Manos de Hierro preferían el apoyo estratégico de los autómatas de batalla y las tropas del Mechanicum cuando estaban disponibles, ya que la Legión desdeñaba a la mayoría de unidades del Ejército Imperial considerándolas no aptas para misiones en el frente.

También merece la pena destacar que la Legión de los Manos de Hierro y su señor Ferrus Manus estuvieron al frente de la introducción de varios sistemas de armas y modelos de armaduras a lo largo de la Gran Cruzada. Los frutos de sus investigaciones, como su aportación del modelo Indomitus al proyecto de la Armadura Táctica Dreadnought, o su potente modelo Rompetormentas de Martillo de Trueno, fueron diseminados después ampliamente por las demás Legiones. Sin embargo, los secretos de algunas armas y tecnologías metalúrgicas y cibermánticas se los guardaron para ellos y para sus confidentes más fiables dentro del Mechanicum.

Maeloc Marine Rompedor Legión Manos de Hierro Istvaan V

Marine Rompeasedios

La fortaleza del sistema pseudo-feudal de organización de los Manos de Hierro generó una fuerza altamente disciplinada y motivada que despreciaba y castigaba el fracaso y la debilidad y recompensaba y glorificaba la fuerza, los logros y el éxito. Esto dio lugar a un ambiente en el que los más competentes y de voluntad más fuerte subían rápidamente de rango, y aquellos que no daban la talla eran rápidamente descartados. También proporcionaba un conjunto de estrictos límites y confines que canalizaban la pura agresividad y la tendencia a la rivalidad de los propios Manos de Hierro, muchos de los cuales compartían el volátil temperamento de su Primarca, el cual era mantenido a raya mediante una mezcla de disciplina fríamente impuesta y de valores culturales medusanos de sangriento pragmatismo que fue adoptada como el credo de la Legión.

También tuvo el efecto de crear no poca fricción y hasta competiciones abiertas entre los Clanes de la Legión, tanto por obtener la gloria y la alabanza de su Primarca como por superar al otro en la batalla. Esta competitividad también tenía una consideración muy práctica, pues los Clanes más exitosos eran favorecidos por su Primarca con una mayor proporción de reclutas y con recursos adicionales (algo que para su señor no era favoritismo sino algo lógico), una distribución desequilibrada en pro del Clan que hubiese demostrado ser más capaz de utilizar lo que se le había dado en servicio a la Legión. Para el resto el mensaje era igual de claro: se buscaba la supervivencia de los más aptos, y el que no se adaptase, creciese y superase los obstáculos se marchitaría hasta ser destruido. Algunos han argumentado que la encarnación de esta filosofía en el Primarca Ferrus Manus contribuyó en gran medida a la crisis y el shock mental sufrido por los Manos de Hierro tras la Masacre del Desembarco en Istvaan V.

Disposición bélica durante la Herejía[]

Se estima generalmente que al inicio de la Herejía la Legión de los Manos de Hierro tenía una fuerza operativa algo superior a los 113.000 Astartes, con una enorme reserva de equipo y suministros, además de una flota diversa cercana al centenar de naves capitales de varias clases. Esto coloca a los Manos de Hierro en un nivel de fuerza medio en comparación con las cifras de las demás Legiones en esta fecha, pero en términos generales sus recursos de armamento, material bélico y suministros les convertían en un poder militar mucho mayor en la práctica que lo que su número de guerreros podría sugerir aisladamente.

En la fecha en la que la Atrocidad de Istvaan III estaba teniendo lugar, el mayor conjunto de fuerzas de la Legión (que se cree que abarcaba dos tercios del total de hombres y naves, procedentes de la mayoría de sus Clanes más poderosos) estaba bajo el mando directo de su Primarca, formando la 52ª Flota Expedicionaria. Debido a la pérfida traición de Fulgrim y a la incontrolable ira de la respuesta de Ferrus Manus, el Primarca de los Manos de Hierro se separó de este destacamento y alcanzó Istvaan V con solo un cuerpo de élite escogido del Clan Avernii, entonces su favorito, que fue prácticamente aniquilado junto a su difunto Primarca durante la Masacre del Desembarco. Un gran número de naves de la 52ª Flota Expedicionaria que seguían los pasos de su Primarca también fueron destruidas junto con las decenas de miles de Manos de Hierro que iban a bordo cuando emergieron más tarde en el Sistema Istvaan cayendo sin saberlo en una trampa mortal de la cual solo escaparon unas pocas naves. En conjunto, estas pérdidas fueron grandes, aunque esto dejó un mayor número de supervivientes en la Legión de los Manos de Hierro que en las otras dos víctimas de la Masacre (los Salamandras y la Guardia del Cuervo) juntas. Esto se debió sobre todo a que grandes grupos de Manos de Hierro estaban en ese momento en otros lugares y no pudieron atender o no llegaron a recibir la apresurada llamada a las armas de su Primarca para asaltar a los Traidores en el Sistema Istvaan. No obstante la Legión quedó brutalmente reducida, y sus supervivientes se dispersaron y vieron su espíritu destrozado.

Tambaleantes y psicológicamente devastados, los supervivientes de la X Legión se dividieron, y la historia de todo lo que ocurrió a sus vástagos sigue oscurecida hasta hoy. Se sabe, sin embargo, que algunos Clanes reorganizaron un concilio de Padres de Hierro en Medusa para hacerse cargo de la destrozada Legión, y aceleraron el reclutamiento y la creación de nuevos Marines Espaciales con las extensas reservas de semilla genética guardadas allí con el objetivo de reconstruir la Legión. Al mismo tiempo, muchos creen que varias unidades y, en algunos casos, hasta Clanes enteros rechazaron reconocer la autoridad del Concilio de Medusa y se fueron para luchar por su cuenta, consumidos por su odio y necesidad de venganza. Estas fuerzas fracturadas libraron su propia guerra y se cree que algunas emplearon fuerzas oscuras y prohibidas del antiguo pasado de la Humanidad para hacerlo, aunque esto ha sido negado concienzudamente por el Gran Concilio de Clanes de los Manos de Hierro.

Lo que no puede rebatirse, sin embargo, es que otros Manos de Hierro, en solitario o en pequeños grupos, abandonaron por completo la heráldica de su Legión y o siguieron luchando solos, o se volvieron renegados, dejando de ser Manos de Hierro. Sin importar las verdades ocultas de estos tiempos terribles, en los años que siguieron a la Masacre del Desembarco la Legión de los Manos de Hierro, sobre todo bajo los auspicios de la facción medusana, logró regresar a la lucha contra los Traidores con devastadores resultados en varios mundos exteriores, pero era una sombra de su antigua fuerza, habiendo dejado de ser una Legión completa, unida o enteramente cuerda.

Tras la Herejía[]

Manos de Hierro en combate.

Manos de Hierro en combate

La organización de los Manos de Hierro cambió cuando regresaron a Medusa. La Legión se dividió en tres Capítulos individuales, siguiendo el Codex Astartes impuesto por Roboute Guilliman tras la Herejía de Horus. Los recién formados Garras Rojas y Garras de Bronce dejaron a sus hermanos, fundaron sus propias Fortalezas-Monasterio y empezaron a recluirse excesivamente. Uno de los Capítulos mantuvo el nombre de la Legión y dispuso su base en Medusa, el mundo natal del Primarca. La organización del Capítulo se ha modificado respecto a la formación típica del Codex Astartes, de manera que ha adoptado una formación más parecida a la de los clanes que había en un principio en Medusa. El contacto entre los tres Capítulos se fue deteriorando debido a un comportamiento cada vez más aislado, mientras que el contacto con el resto de Capítulos de Marines Espaciales pasó a ser virtualmente inexistente.

Existen diez Compañías de Clan que funcionan de un modo muy parecido a como funcionan las Compañías de Batalla de los Capítulos que se adscriben al Codex tradicional, por lo que son muy versátiles y capaces en cualquier situación. No obstante, mientras que los Capítulos Codex no hacen una diferenciación excesiva entre las distintas Compañías que los conforman, cada una de estas Compañías de Clan opera, combate e incluso recluta de forma individual y por su propia cuenta, y no es raro que surjan pequeñas escaramuzas entre ellas. De hecho, se fomenta este comportamiento para que los Marines Espaciales se mantengan firmes y alerta.

Actualmente las Compañías de Clan se distribuyen de la siguiente forma:

Hombreras legion manos de hierro wikihammer

Marcas de Clanes del Capítulo.

Cada Compañía de Clan tiene su propia jerarquía y es la responsable del reclutamiento de nuevos Marines Espaciales para mantener siempre el mismo número de efectivos. Estos nuevos reclutas se escogen de entre los clanes de Medusa y ellos se entregan a su Compañía de Clan y al Capítulo por igual. Las Compañías de Clan son nómadas, como los clanes a partir de los que se han formado. Viajan por la galaxia siguiendo su continua cruzada contra la debilidad y la corrupción.

Cuando los Manos de Hierro vuelven a Medusa, viajan por toda su inhóspita superficie en busca de reclutas y permanecen siempre vigilantes para que no aparezca ningún símbolo de debilidad, sea del tipo que sea, en su planeta natal. Los Manos de Hierro no tienen una Fortaleza-Monasterio como tal, ya que las tierras cambiantes de su planeta lo convertirían inevitablemente en una estructura temporal. En vez de eso, cada Compañía de Clan mantiene una versión móvil, grandes mastodontes que atraviesan el traicionero paisaje. Estas creaciones mecánicas, maravillas de antaño construidas por el Adeptus Mechanicus, funcionan gracias a ejércitos de servidores que las mantienen en perfecto estado durante la ausencia de los miembros del Capítulo.

Marines espaciales Manos de hierro

Astartes Manos de hierro

Como resultado directo de su pasión por lo mecánico, los Manos de Hierro difieren en algunos otros aspectos de la organización típica de los Capítulos Codex. En el momento de ser inducidos al Capítulo, a los nuevos reclutas se les amputa la mano izquierda y se les reemplaza por una mano biónica, un ritual que simboliza su unión con Ferrus y su rechazo a la debilidad de la carne. Este es el inicio de un lento proceso de mecanización del cuerpo de los reclutas que puede llegar a un punto en el que se rechace el cuerpo orgánico por completo. El objetivo final de los Marines Espaciales de los Manos de Hierro es convertirse en mentes fusionadas con el cuerpo de un gigantesco Dreadnought, la mezcla perfecta entre lo orgánico y lo mecánico.

Se elige un guerrero especialmente respetado y reverenciado para representar a cada Clan dentro del Capítulo. El conjunto de estos diez guerreros conforma el Gran Concilio de Clanes de los Manos de Hierro. Por lo tanto, no hay un único Señor del Capítulo. Ven esto como un símbolo de fuerza y precaución, de forma que los Manos de Hierro no podrán ser liderados por un solo individuo, como sucede con el resto de sus hermanos Marines Espaciales. El Gran Concilio suele estar formado por antiquísimos Dreadnoughts, guerreros que han abandonado la fragilidad de sus cuerpos orgánicos hace tiempo.

Otra variación respecto de la estructura Codex es la significativa falta de Capellanes en el Capítulo. Son reemplazados por los Padres de Hierro, que, de hecho, cumplen el papel tanto del Tecnomarine como del Capellán. La reverencia que sienten los Manos de Hierro por lo mecánico está representada por el Padre de Hierro, que mantiene lazos con el Culto al Omnissiah al tiempo que reconoce la suprema divinidad del Emperador.

Creencias[]

Marines manos de hierro exterminador modelo tartaros clan avernii

Exterminador del Clan Avernii

La ira y el odio que los Manos de Hierro sienten hacia la debilidad crecen día a día. Cada vez sienten más dudas sobre la fuerza y la valía de sus Capítulos hermanos y empiezan a sentirse resignados ante el hecho de que solo ellos pueden enfrentarse a las deficiencias que acucian a la Humanidad por todos lados. Perciben la debilidad en todo lo que les rodea y se preparan para el día en que Ferrus Manus vuelva a ellos, día en el que permanecerán firmes junto a su Primarca en busca de la reunificación final de la Humanidad.

De acuerdo con sus escrituras, la onda expansiva psíquica que se originó en el momento en que cayó el Emperador fue de tal intensidad que llegó hasta Ferrus, incluso aunque este ya había abandonado el reino del Hombre. Ante la Legión de Ferrus apareció una imagen de su Primarca y su angustia y desesperación fueron inimaginables. Se dice que esta aparición habló de sus miedos por la Humanidad; de que acontecerían grandes calamidades y de una oscuridad que cubriría a la Humanidad en un momento indeterminado del futuro y que prometió estar allí para dirigir a la Humanidad durante ese tiempo de oscuridad. Entre los Manos de Hierro se cuenta que Ferrus ascendió a un reino paradisíaco donde combate eternamente y se hace más fuerte cada día que pasa. Y así se dice que Ferrus Manus abandonó el mundo de los Hombres para prepararse para el momento en que su presencia fuese requerida de nuevo, ese tiempo de oscuridad en que su luz se necesitará más que ninguna otra cosa.

Astartes Manos de Hierro

Veterano de los Manos de Hierro

Los actos del Primarca (o eso es al menos lo que creen los Manos de Hierro), les previnieron de la debilidad de la carne. Sus evidentemente superiores manos metálicas han sido interpretadas como un mensaje directo para su Legión. Por esta razón los Manos de Hierro siguen el ejemplo de su Primarca eliminando gradualmente la inherente debilidad de sus cuerpos, los cuales van transformando en máquinas. Con el tiempo, este pasó a ser el principio más importante de los Manos de Hierro: la mente inquebrantable y el cuerpo inquebrantable. Bajo esta máxima se forman los guerreros más fuertes, los más incorruptibles. Esto ha resultado ser extremadamente efectivo, ya que en toda su larga y gloriosa historia no existe noticia alguna de que ningún Marine Espacial de los Manos de Hierro haya fallado a la hora de cumplir con su deber por culpa de un fallo físico.

Los Manos de Hierro tienen un estrecho vínculo con el Adeptus Mechanicus y abrazan muchas de las creencias del Culto Mechanicus. La reverencia que sienten por lo mecánico, materialización física de la sabiduría, no es bien vista por la mayoría de los Capítulos Codex de Marines Espaciales. Los Padres de Hierro con más talento son enviados a Marte, el antiguo y misterioso mundo natal del Adeptus Mechanicus, donde estudian bajo la tutela de los Tecnosacerdotes. Los Manos de Hierro acostumbran a utilizar equipo y armamento que no suele utilizarse fuera del Adeptus Mechanicus. Lo que no está tan claro es qué beneficio obtiene a cambio el Adeptus Mechanicus de esta extraña relación.

Semilla genética[]

Marines espaciales Manos de hierro (2)

Tecnomarines Manos de Hierro colocando la mano biónica ritual al recién iniciado

El intenso y fanático odio por la debilidad demostrado por los Manos de Hierro podría hacer pensar que esconde un miedo enraizado hacia la forma física que, en realidad, es evidente en el Capítulo. Este miedo parece incrementarse a medida que el Marine Espacial madura y el resultado es una mecanización cada vez más extrema de su cuerpo. No está claro de dónde proviene este miedo, aunque está extendida la creencia de que poseen algún defecto genético que lo provoca. No obstante, parece que este defecto se mantiene bajo control (o al menos oculto) gracias a las mejoras mecánicas que estos Marines Espaciales llevan a cabo para obtener una mayor resistencia.

Al ser notablemente reclusivos, los Manos de Hierro son particularmente hostiles a las interferencias externas y toleran las continuas investigaciones por parte de la Inquisición con un desdén que apenas pueden esconder. Extrañamente, la Inquisición permanece relativamente al margen de lo que sucede en el Capítulo. Parece haber identificado alguna aberración en los integrantes del Capítulo, pero se niega a actuar al respecto, ya que no ve esta tara como una amenaza para el Imperio. Por el contrario, los Manos de Hierro, junto con su devoción particular por erradicar la debilidad que los rodea, son vistos (hasta el momento) como una forma de reforzar las defensas del Imperio y su efectividad está más allá de toda duda.

Apariencia[]

Los Marines Espaciales de los Manos de Hierro visten servoarmadura con brazos, piernas, pectoral y mochila de energía negra y rebordes de las hombreras plateados. Cabe destacar la abundancia de implantes y mejoras cibernéticas entre los hermanos de batalla, consecuencia directa del credo de la Legión.

Miembros conocidos[]

Pre-Herejía[]

Marine manos de hierro shadrak meduson

Shadrak Meduson, Capitán de la 10º Compañía

  • Autek Mor: Padre de Hierro y Señor de Hierro del Clan Morragul.
Preherejia manos de hierro Dreadnought Brantar

Brantar, Dreadnought Contemptor

  • Urien: Dreadnought Contemptor del Clan Vurgaan. Luchó en Istvaan V.
  • Mokan: Exterminador del Clan Vurgaan. Luchó en Istvaan V.
  • Castrmen Orth: Centurión de la legión que luchó en la Masacre del Desembarco en Istvaan V.

Post-Herejía[]

  • Caanok Var: Capitán de Hierro del Clan Avernii (1ª Compañía).
  • Eutuun Hes: Capitán de Hierro del Clan Garrsak (2ª Compañía).
  • Sind Grolvoch: Capitán de Hierro del Clan Raukaan (3ª Compañía).
  • Maarkul Rumann: Capitán de Hierro del Clan Kaargul (4ª Compañía).
  • Tyrrod: Capitán de Hierro del Clan Haarmek (5ª Compañía).
  • Golloth: Capitán de Hierro del Clan Sorrgol (6ª Compañía).
  • Raan: Capitán de Hierro del Clan Borrgos (7ª Compañía).
  • Doroor Hesh: Capitán de Hierro del Clan Morlaag (8ª Compañía).
  • Verrox: Capitán de Hierro del Clan Vurgaan (9ª Compañía).
  • Telavech: Capitán de Hierro del Clan Dorrvok (10ª Compañía).

Naves conocidas[]

  • Metallus (Barcaza de Batalla) - Destruida durante la lucha contra el Diasporex.
  • Corazón de Oro - Nave activa durante la Gran Cruzada, destruida por el Diasporex.
  • Gloria de Medusa - Nave activa durante la Gran Cruzada, incapacitada por el Diasporex.
  • Armourum Ferrus - Nave activa durante la Herejía.
  • Gloria de la Victoria - Nave activa durante la Herejía.
  • Tetis - Nave activa durante la Herejía.

Imagenes[]

Leer más[]

Podcast[]

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Fuentes[]

Extraído y traducido de Lexicanum Inglés.

  • Manos de Hierro, por Jonathan Green.
  • Codex: Marines Espaciales (Ediciones 4ª, 5ª, 6ª y 8ª).
  • Suplemento Marines Espaciales - Clan Raukaan (6ª edición).
  • Codex: Ojo del Terror.
  • Munitorum: Warscythes, pág. 5.
  • Imperial Armour X.
  • The Horus Heresy II.
  • The Phoenician, relato de Nick Kyme (incluido en la antología The Imperial Truth).
  • Snares & Delusions, relato de Matthew Farrer (incluido en la antología There Is Only War).
  • Wrath of Iron, de Chris Wraight. 
  • Iron Hands, de Jonathan Green.
  • Escindido, de John French.
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