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Malcador

"Soy el que rinde cuentas. Soy el juez. Soy el escriba del Imperio, el que evalúa el océano que forman sus almas. Soy el Sigilita. Soy el Regente de Terra. Con una orden mía se decide el destino de millares de mundos."

Malcador, el Sigilita

Malcador el Sigilita o Malcador el Héroe fue el primer regente de Terra durante la Gran Cruzada. Fue designado por el Emperador para ocupar el cargo cuando éste se retiró de la cruzada dejándola en manos del Señor de la Guerra Horus. A diferencia de todos los miembros del Consejo de Guerra, Malcador no era un guerrero, sino un hombre de conocimientos con un aspecto sacerdotal.

Descripción[]

Su aspecto era el de un hombre menudo. Su postura encorvada, sosteniendo su báculo como si se apoyase, le proporcionaba una imagen de fragilidad. Sin embargo, al estar en su presencia se podía percibir que irradiaba un poder velado, frío y profundo como un pozo. Su rostro mostraba una piel gris y reseca, con los pómulos marcados y la piel demacrada pero sus ojos eran vivos y se movían con precisión.

Malcador siempre iba ataviado con túnicas con capucha, típicas de un sencillo administrador de Terra.

Historia[]

Inicios[]

Malcador the Sigillite (1)

Malcador el Sigilita

Malcador, nacido como Brahm al-Khadour, era un Perpetuo que pertenecía a la Orden de los Sigilitas, una hermandad que se remontaba a la época anterior a la Era de los Conflictos. La cuna de la orden construyó un primer santuario que, con el paso de los milenios, fue ampliándose y acabó convirtiéndose en el Palacio Imperial.

Desde los primeros años de las Guerras de Unificación, siempre estuvo presente al lado del Emperador sirviendo como ayudante, confidente y consejero. Sus orígenes son desconocidos y algunos especulan que era un familiar distante del Emperador. Bendecido con una vida larga más allá de lo natural (en una ocasión evocaba los tiempos en los que aún existían viñedos en Franc y recordaba la fortaleza original de su orden, anterior a la Era de los Conflictos) hay muchos rumores acerca de la verdadera naturaleza de esta enigmática figura. Algunos dicen que fue un psíquico, el primero en pasar por el ritual de Comunión de Almas.

Durante la conquista de Terra, el Emperador reunió a su lado a sus lugartenientes de confianza y les asignó tareas y deberes acordes con hombres de su categoría. La mayoría de estos sirvientes fueron reclutados de entre las filas de sus guardaespaldas y de las Legiones de Marines Espaciales. Malcador fue una excepción. No era un guerrero sino un hombre de ciencia con los hábitos de un sacerdote. Malcador residió en el Palacio Imperial desde donde comenzó a administrar la recientemente conquistada Terra y de una conversación con el Capitán del Ejército Imperial Khalid Hassan, se deduce que ayudó al Emperador en la creación de los Primarcas.

Cuando la Cruzada comenzó a progresar, su poder e influencia crecieron a medida que se convertía en el auditor del Diezmo Imperial y Jefe de la Administración Imperial.

Sus cargos (Regente del Imperio y Primer Señor de Terra), su cercanía al Emperador, el hecho de ser civil y sobre todo su poder y su influencia hicieron que los Primarcas fueran abiertamente hostiles hacia él, e incluso objeto de velados rumores y habladurías: "Así que, ¿Quién es este misterioso hombre? Cuando veo sus imágenes, si elimináis los tubos de su garganta, le ponéis una armadura y cambiáis el color de sus ropas de negro a blanco,.... bueno, podéis imaginar el resto".- Este comentario hacia mención a su gran parecido físico con el Emperador, casi el equivalente entre Horus y Abaddon. Otros hechos, como el programa de rememoradores entre las Legiones Cruzadas y sobre todo el decretar que se empezaran a recaudar impuestos en los mundos imperiales recién asimilados fue lo que mas impopular le hizo entre las Legiones.

Aunque no todos los Primarcas le eran tan hostiles: Roboute Guilliman le llamaba Señor Comandante del Imperio. Malcador fue durante las ausencias del Emperador el gobernante in facto del Imperio y por sus manos pasaron muchas decisiones importantes para el futuro Imperial. El Edicto de la Capellanía, el edicto sobre tributación Imperial, la creación de la orden de Rememoradores y la más importante de todas: la Fundación de la Inquisición durante la Herejía de Horus.

Era de la Unidad y la Gran Cruzada[]

Durante la conquista de Terra a finales del 30º Milenio, el Emperador reunió a su alrededor a lugartenientes de confianza y les encomendó tareas y deberes propios de hombres de estatus. La mayoría de estos servidores procedían de las filas de la nobleza terrana y de las Legiones de Marines Espaciales.

Malcador era una excepción, pues no era un guerrero, sino un hombre culto con porte de sacerdote. Desde los primeros años de las Guerras de Unificación estuvo siempre presente al lado del Emperador, y a menudo entabló combate con él utilizando sus prodigiosos talentos psíquicos. Sus orígenes eran desconocidos para todos, salvo quizá para el propio Emperador.

Malcador había conocido al Emperador cuando no era más que otro caudillo terrano, y fue quien le recomendó originalmente que asumiera el título de «Emperador de la Humanidad».

En realidad había sido miembro, quizá el último superviviente, de la antigua organización secreta conocida como los Sigilitas. Habían intentado preservar los artefactos más grandes y poderosos de la historia humana del tumulto y la destrucción de la Era de los Conflictos.

El cuartel general de los Sigilitas en las montañas del Himalaya serviría de base para lo que el Emperador acabaría transformando en el Palacio Imperial.

Según el Primarca Jaghatai Khan, la verdadera identidad de Malcador fue descubierta por su hermano Horus. Horus le había dicho al Khan que el nombre original de Malcador era Brahm al-Khadour, un hombre que era un Perpetuo como el propio Emperador y era conocido como o un vagabundo maldito o el último y más grande tecnomago de Terra.

El Khan continuó diciendo que Brahm al-Khadour y los Sigilitas habían cometido grandes atrocidades durante la era de la Vieja Noche, cuyos recuerdos fueron borrados posteriormente por el Emperador y el propio Malcador.

Malcador y emperador

El Emperador y Malcador.

Cualquiera que fuera la verdad de sus orígenes, Malcador vestía la túnica encapuchada de un simple administrador terrano. Bendecido con una vida anormalmente larga, había muchos rumores sobre la verdadera naturaleza de esta enigmática figura. Algunos creían que era el primer psíquico que se había sometido al ritual de ligadura de almas. Otros rumores susurraban que era un pariente del Maestro de la Humanidad, emparentado lejanamente con el Emperador.

Fuera cual fuese la verdad, Malcador siempre fue considerado un hombre dotado de la mayor sabiduría y gozaba de una especial consideración por parte del Emperador, ya que se había ganado su lugar junto a los Primarcas sobrehumanos como consejero del Emperador.

Finalmente, Malcador fue nombrado administrador del Palacio Imperial del Emperador y a través de él gestionó la administración de la recién conquistada Terra. A medida que avanzaba la Gran Cruzada, el poder y la influencia de Malcador crecían al convertirse en supervisor del Diezmo Imperial y jefe del recién nacido Consejo de Terra y sus Administratum afines.

A medida que los Primarcas eran redescubiertos uno a uno durante el transcurso de la Gran Cruzada, el Emperador se encontró con que su tiempo se consumía cada vez más liderando las fuerzas imperiales, dejando a Malcador en Terra para supervisar todas las necesidades burocráticas del Imperio en rápida expansión. Durante este tiempo, le acompañó el Primarca de la Legión de Lobos Espaciales Leman Russ, el segundo de los Primarcas que se encontraron y nativo del mundo preindustrial de Fenris. Como consecuencia de su educación, al principio Russ tuvo dificultades para adaptarse a la cultura tecnológicamente mucho más avanzada del Imperium. Durante este periodo, Malcador actuó como compañero y tutor de Russ, y ambos estrecharon lazos hasta cierto punto.

Las opiniones de Malcador tenían fuerza de ley para muchos en el Imperio y sus conocimientos ayudaron a muchos de los mayores héroes de la galaxia. Malcador sentía un gran respeto por la historia humana y poseía una amplia base de conocimientos sobre el tema, ya que había vivido literalmente gran parte de ella. Se veía a sí mismo como un vínculo con las glorias pasadas de la edad de oro perdida de la humanidad durante la Era de la Tecnología y su papel más importante era recordarle al Emperador tanto lo que había hecho como lo que no había hecho.

Sus posesiones más preciadas eran dos pinturas antiguas recuperadas por los sigilitas de los desastres de la Era de los Conflictos: Una pintura de una dama con una peculiar sonrisa, y un hermoso campo de plantas amarillas con un estilo de pintura estridente. Expuso estos tesoros del pasado antiguo en sus aposentos personales.

Durante la Gran Cruzada, Malcador actuó como principal representante del Emperador cuando éste no estaba disponible y a menudo actuó en su lugar, o precedió a su llegada, con la intención de que el Emperador hiciera notar su presencia sólo en caso de que Malcador no pudiera concluir una situación satisfactoriamente.

Uno de esos acontecimientos fue la humillación de la Legión de los Portadores de la Palabra en las ruinas de Monarchia cuarenta décadas solares antes del comienzo de la Herejía de Horus. Los Portadores de la Palabra habían sido llamados por su fracaso a la hora de difundir la Verdad Imperial por los mundos que habían conquistado en nombre del Emperador. En lugar de poner fin a la religión y la superstición, los Portadores de la Palabra y su Primarca Lorgar habían estado enseñando a la gente de sus mundos conquistados a adorar al Emperador como su dios.

Durante el incidente, un enfurecido Lorgar abofeteó a Malcador 20 metros por el aire con el dorso de la mano. El Sigilita, un hombre de tamaño normal, sobrevivió a la agresión e incluso consiguió recuperar el equilibrio, demostrando una resistencia física muy superior a la del resto de los mortales, aunque sufrió varias fracturas óseas. También demostró su potente capacidad telequinética, recuperando su bastón caído y llevándoselo rápidamente a la mano. Al final, el Emperador intervino y utilizó su poder psíquico para obligar a los Portadores de la Palabra a cumplir su voluntad, aunque el incidente llevaría a Lorgar por el camino de la corrupción definitiva de los Poderes Ruinosos.

En una declaración que Malcador hizo más tarde a la magister y astrópata Sibel Niasta, una sirviente y amiga moribunda, y que declaró que era una mentira para consolar a la humanidad, afirmó que él y el Emperador habían tenido la intención de agitar a los Primarcas y, en última instancia, volverlos unos contra otros. El conflicto resultante entre ellos pretendía purgar a aquellos Primarcas y Astartes que no fueran dignos de liderar a la humanidad una vez que los objetivos de la Gran Cruzada hubieran sido completados. Su objetivo, afirmaba Malcador, era eliminar a las Legiones de Marines Espaciales igual que habían hecho con los anteriores Guerreros Trueno. El resultado sería que, tras la Gran Cruzada, sólo los humanos mortales, y no los superhumanos creados genéticamente, serían los verdaderos herederos de la galaxia. Pero los Dioses del Caos intervinieron para corromper a la mitad de los Primarcas antes de que el plan pudiera hacerse realidad.

Malcador, Primer Señor de Terra[]

Cuando la Gran Cruzada llegaba a su fin a principios del 31º Milenio, el Imperio había logrado su mayor victoria hasta la fecha durante la Cruzada de Ullanor contra un enorme imperio orko. Tras la restauración de Ullanor al dominio imperial, el Emperador celebró un gran triunfo para reconocer este punto álgido de la Cruzada y honrar a todos los guerreros del Imperio, mortales y Astartes por igual, por su valor.

La gloria de este espectáculo triunfal, con tantas fuerzas militares dispersas del Imperio reunidas en un solo lugar por primera vez en siglos, permanecería en la mente de todos los astartes como el clímax de la gran empresa en la que estaban embarcados. Resultaría ser un recuerdo brillante en los oscuros días de la Herejía de Horus, después de que Astartes se volviera contra Astartes y Primarca contra Primarca.

Durante este triunfo, el Emperador proclamó que su hijo más querido, Horus, sería el Señor de la Guerra Imperial y el nuevo comandante supremo de las fuerzas militares de la Gran Cruzada, al tiempo que anunciaba su intención de regresar a Terra para llevar a cabo un proyecto secreto destinado a beneficiar a toda la Humanidad.

Tras la declaración del Emperador, regresó a Terra y al Palacio Imperial. El Emperador tenía mucho trabajo que hacer, cuya naturaleza exacta no estaba dispuesto a discutir con Horus, los Primarcas o cualquiera de sus otros generales. Llamó a algunos consejeros, entre ellos Malcador el Sigilita y el Fabricador General de Marte, y les dio nuevas órdenes.

El Emperador también convocó el primer Consejo de Terra. A diferencia del Consejo de Guerra que supervisaba la Gran Cruzada, del que Horus era ahora el líder como Señor de la Guerra, el Consejo de Terra se ocuparía de los asuntos de estado y del establecimiento y mantenimiento de la ley imperial en los innumerables mundos del Imperio. En particular, el Consejo de Terra administraría el Diezmo Imperial. Bajo sus auspicios recaería todo el gobierno civil del Imperio.

Malcador, el consejero de mayor confianza del Emperador, fue nombrado Primer Señor del Consejo y lo dirigiría en ausencia del Emperador como Regente de Terra. También fueron nombrados miembros del Consejo el Fabricador General, el Custodio Jefe de la Legio Custodes Constantin Valdor y los líderes de los Astrópatas y las divisiones administrativas del Imperio. Una vez establecido el nuevo órgano de gobierno del Imperio, el Emperador se retiró a sus bóvedas subterráneas privadas bajo el Palacio para iniciar su nuevo proyecto secreto. Pero mientras el Emperador estaba encerrado en sus fábricas subterráneas, empezaron a surgir disensiones políticas.

Mientras tanto, Horus se había dedicado a sus nuevas tareas con entusiasmo. Pero en secreto, el Señor de la Guerra estaba consternado porque el Emperador ya no lucharía al lado de sus Astartes. Los Primarcas también estaban consternados por la noticia de la formación del Consejo de Terra.

Los más acérrimos seguidores del Emperador se sintieron defraudados por su padre. Se sintieron insultados por no haber sido consultados sobre la formación de este nuevo órgano de gobierno y por no habérseles ofrecido puestos en el nuevo consejo. Algunos de los Primarcas más egoístas estaban indignados. Sentían que el Emperador les había dado la espalda y había entregado el poder a mezquinos administradores mortales y a los aduladores tecnoadeptos de Marte.

Horus, Señor de la Guerra[]

Horus se sintió menospreciado cuando el Emperador se retiró a Terra para trabajar en sus laboratorios y mazmorras en lugar de continuar con lo que él consideraba la labor más importante de la Gran Cruzada. Por muy digno que fuera el honor de ser nombrado Señor de la Guerra Imperial, no era nada comparado con la sensación de pérdida que sintió Horus cuando su padre lo abandonó.

Había hecho todo lo posible por continuar la lucha y liderar la gloriosa Gran Cruzada. Pero muchos Astartes habían muerto y ni una sola vez el Emperador se había preocupado lo suficiente como para honrarlos con su presencia. A medida que se filtraban noticias de Terra sobre los últimos pronunciamientos del Emperador, Horus se distanciaba cada vez más del hombre al que consideraba su padre. Cada vez pensaba más en su misión de completar la conquista de la galaxia y dar aún más gloria a sus Legiones de Marines Espaciales.

El Señor de la Guerra se unió a su XVI Legión, los Hijos de Horus, en la luna de Davin. La Legión tenía algunos lazos con la primitiva sociedad guerrera de Davin desde su anterior conquista del mundo solar décadas antes y fue a petición de los sacerdotes Davinitas que la luna había sido el objetivo. Limpiar la luna de sus sectarios adoradores de la plaga fue una tarea sencilla para la Legión, pero Horus fue abatido por una espada asesina, la Anathame de los Kinebrach, blandida por el antiguo Gobernador Planetario Imperial de Davin, Eugen Temba, corrompido por Nurgleth.

La herida supuró y los expertos médicos de su Legión se mostraron incapaces de tratarlo. Horus estuvo a punto de morir. Desesperados, los Apotecarios de Horus pidieron ayuda a los davinitas. Horus fue tratado por una secta Davinita. Fue llevado al Templo de la Logia de la Serpiente como un moribundo y emergió unos días después aparentemente curado y rebosante de energía. Nadie sabe qué ritos profanos a los Dioses Oscuros se realizaron para salvarle.

Horus ordenó que todos sus oficiales superiores fuesen incorporados a las Logias Guerreras que habían proliferado secretamente en la XVI Legión en las décadas posteriores a su conquista inicial de Davin. En poco tiempo, toda la Legión de Horus había sido admitida. En los solares siguientes, Horus extendió el sistema de Logias Guerreras a otras Legiones de Marines Espaciales con la bendición de aquellos Primarcas que más tarde se aliarían a su causa. Así fue como la semilla de la Herejía se plantó por primera vez en el corazón del mayor campeón del Emperador y dentro de algunas de las fuerzas militares más poderosas de la galaxia.

Horus había escuchado los encantos de los Poderes Ruinosos del Caos y había hecho un pacto con ellos mientras yacía inconsciente en el Templo de la Logia de la Serpiente. Él les entregaría al Emperador y ellos le darían la galaxia. Era un trato sencillo y que tenía sentido para Horus. La humanidad estaba bajo la amenaza de los demonios de la Disformidad, aunque pocos reconocían el peligro. Si el Emperador lo sabía, parecía ignorar la amenaza.

Tras su estancia en Davin, Horus había cambiado. El Señor de la Guerra atrajo hacia él a los Primarcas en los que más podía confiar. Se reunió con cada uno de ellos y los corrompió. Después de asegurarse la lealtad de casi cuatro Legiones completas de Marines Espaciales, esperaba atraer a más fuerzas a su red de engaño. Horus envió a sus agentes a otras Legiones y comenzó el proceso de ganar para su bando a varios Comandantes Imperiales y Maestros Forjadores del Mechanicum. Estos últimos ocupaban puestos de autoridad en los mundos de forja del Mechanicum. También controlaban las temibles Legiones Titánicas de la Collegia Titanica. Con estas poderosas máquinas de guerra a su lado, Horus creía que incluso podría obligar al Emperador a someterse a su gobierno sin más derramamiento de sangre.

La Herejía de Horus inicia[]

Malcador y valdor palacio herejiadehorus

Malcador y Valdor conversando luego de la Masacre del Desembarco.

El Gobernador Planetario Imperial de Istvaan III, Vardus Praal, había sido corrompido por el Dios del Caos Slaanesh, cuyos cultistas llevaban mucho tiempo activos en el mundo. Praal había declarado su independencia del Imperio y practicaba hechicería psíquica prohibida, por lo que el Consejo de Terra encargó a Horus la retoma de ese mundo, principalmente de su capital, la Ciudad Coral. Esta orden no hizo más que impulsar los planes de Horus para derrocar al Emperador.

Aunque las cuatro Legiones bajo su mando directo -los Hijos de Horus, los Devoradores de Mundos, la Guardia de la Muerte y los Hijos del Emperador- ya se habían vuelto Traidoras y ahora se habían comprometido con el Caos, aún quedaban algunos elementos Leales dentro de cada una de estas Legiones, aproximadamente un tercio de cada fuerza; muchos de estos guerreros eran Marines Espaciales nacidos en Terra que habían sido reclutados directamente en las Legiones Astartes por el propio Emperador antes de reunirse con sus Primarcas durante la Gran Cruzada. Horus, con el pretexto de sofocar la rebelión contra el Acatamiento Imperial en Istvaan III, reunió a sus tropas en el Sistema Istvaan.

Horus tenía un plan mediante el cual destruiría a todos los elementos Lealistas restantes de las Legiones bajo su mando. Tras un prolongado bombardeo de Istvaan III, Horus envió a todos los Astartes Leales conocidos al planeta, con la pretensión de devolverlo al Imperio. En el momento de la victoria y la captura de la Ciudad Coral, estos Astartes fueron traicionados cuando una cascada de terribles Bombas Víricas que contenían el virus Devorador de Vidas cayó sobre el mundo, lanzada por la flota en órbita del Señor de la Guerra.

En la superficie del planeta había más de cien compañías de Marines Espaciales procedentes de las Legiones de los Hijos del Emperador, de la Guardia de la Muerte y de los Devoradores de Mundos. De ellas, dos tercios sobrevivieron milagrosamente al bombardeo, gracias a los mensajes de advertencia que recibieron de sus leales camaradas que todavía habían en órbita. El conflicto de Istvaan III se convirtió en la primera batalla de la historia del Imperio en la que se enfrentaron Marines Espaciales contra Marines Espaciales. Antiguos camaradas y hermanos de armas se convirtieron en enemigos acérrimos mientras abundaba la traición. No se pidió ni se dio cuartel.

Cuando los Traidores lanzaron su andanada orbital de muerte sobre los Marines Espaciales Leales en Istvaan III, el capitán Nathaniel Garro de la Guardia de la Muerte se apoderó de la fragata Eisenstein y huyó hacia Terra para advertir de la traición de Horus. Varados a cientos de años luz de cualquier tramo de espacio habitado, los Lealistas fueron finalmente encontrados por el Primarca Rogal Dorn de la Legión de los Puños Imperiales, y llevados de vuelta al Sistema Sol.

Tras llegar al Sistema Sol con la noticia, Garro, sus compañeros Astartes de la Guardia de la Muerte, la Rememoradora Euphrati Keeler y el antiguo Capitán Lobo Lunar Iacton Qruze fueron internados en una fortaleza en Luna que pertenecía a la Hermandad Silenciosa del Gran Diezmo mientras el Emperador determinaba si eran veraces o simplemente eran más peones de los Dioses del Caos.

Malcador el Regente[]

Durante este tiempo, el Emperador seguía ocupado con su proyecto secreto en las vastas mazmorras bajo el Palacio Imperial. El Emperador era aparentemente ajeno a los acontecimientos que se desarrollarían en los primeros días de la Herejía en Istvaan III, Calth, Signus Prime y Próspero. Había nombrado a Malcador Primer Señor y Regente del Imperio, para gobernar en su lugar, mientras continuaba trabajando en el proyecto secreto en las profundidades del Palacio.

Nadie podía adivinar lo que ocurría dentro de las bóvedas. De todas las personas que trabajaban en las mazmorras, sólo Malcador tenía acceso libre y regular, y nadie se atrevía a interrogar al Primer Señor de Terra sobre el funcionamiento secreto de su interior.

Malcador no disfrutaba de su trabajo como Regente Imperial en los últimos días de la Gran Cruzada, y cada día parecía traer nuevas dificultades. Los Primarcas resentían abiertamente su autoridad, cuestionando constantemente su derecho a comandarlos y negándose a mantener contacto con él. El Mechanicum de Marte estaba inquieto, enviando diariamente demandas para ser admitido en presencia del Emperador; incluso los humildes oficinistas y administradores de Terra parecían necesitar que se les repitieran las órdenes varias veces antes de llevarlas a cabo.

A pesar de todas estas distracciones, a Malcador le había quedado claro que se estaba gestando una auténtica crisis. Las Tormentas Disformes obstaculizaban las comunicaciones interestelares y el Astronomicón se estaba debilitando. Regiones enteras del Imperio estaban aisladas de Terra. Horus no había estado en contacto directo con él durante muchas semanas solares y a Malcador le había resultado imposible averiguar el paradero y el bienestar de la mayoría de las demás Legiones de Marines Espaciales.

A Malcador le daba la impresión de que el Imperio se encontraba en su punto más débil desde hacía muchos años, y que podía ser presa fácil de un enemigo decidido. Tras enterarse de su llegada al Sistema Sol y confirmar su afirmación de que Horus se había vuelto contra el Emperador, Malcador fue a Luna y se acercó a los Capitanes Garro, Qruze y la Hermana del Silencio Amendera Kendel.

Les dijo que el Emperador les necesitaba, pues formarían parte de la formación de una nueva organización Imperial, fuera de los límites de la burocracia Imperial existente, que utilizaría «...hombres y mujeres de naturaleza inquisitiva, cazadores que podrían buscar a la bruja, al traidor, al mutante, al xenos».

El Emperador había previsto que el final de la Herejía de Horus le costaría muy caro, tanto que ya no podría participar activamente en la supervivencia de la Humanidad. Sin embargo, también sabía que la amenaza del Caos no sería derrotada con la caída de Horus, sino que continuaría acechando a la humanidad. La propia naturaleza de la Herejía de Horus había demostrado que los Marines Espaciales no eran inmunes a la corrupción, como el Emperador había esperado. Así que el Emperador se puso manos a la obra con planes que obtendrían una victoria más amplia de las cenizas de una derrota muy personal.

Como el más cercano de los sirvientes del Emperador, Malcador recibió la orden poco después del comienzo de la Herejía de recorrer la galaxia en busca de aquellos que fueran dignos de ayudar a salvar el futuro de la humanidad. Se trataba de una tarea monumental que se hizo aún más difícil por la anarquía creada por la creciente insurrección de Horus. Así es como el Sigilita llegó a Luna, y el destino del Capitán de Batalla Garro se entrelazó inextricablemente con la futura supervivencia de toda la Humanidad.

Bajo el sello del propio Sigilita (el futuro símbolo de la Inquisición), Garro recibió el encargo de encontrar a otros 7 Astartes Leales de entre las Legiones Leales y Traidoras que estuvieran totalmente entregados al Emperador y a su Imperio en cuerpo y alma. Estos Marines Espaciales, llamados Caballeros Errantes, formarían un día el núcleo de lo que más tarde evolucionaría hasta convertirse en el Capítulo de Astartes de los Caballeros Grises, la Cámara Militante del Ordo Malleus de la Inquisición. Iacton Qruze se mantuvo más cerca de casa, actuando como «mano» de Malcador en ciertas investigaciones, como el caso de Solomon Voss. Los cimientos de la Inquisición nacieron así en el fuego de la traición.

A continuación, el Sigilita se reunió con el Primarca Rogal Dorn en el Palacio Imperial de Terra. Hablaron de los acontecimientos portentosos que estaban ocurriendo en toda la galaxia. El Señor de la Guerra, por razones que Dorn no alcanzaba a comprender, se había vuelto contra su padre y estaba comprometiendo a sus fuerzas en una guerra total contra el Emperador. Esa guerra llegaría a Terra, no había duda, y el mundo natal de la Humanidad debía estar preparado para el asalto de los Traidores. El Palacio Imperial necesitaba ser fortificado.

El Emperador había pedido a Dorn, como bendición personal, que regresara a Terra con su Legión de los Puños Imperiales y supervisara los preparativos personalmente, pero Dorn no se sentía capacitado para la tarea y temía fallar a su padre y a la humanidad. Haciendo uso de su vasta sabiduría, Malcador aconsejó al atribulado Primarca, ayudándole a darse cuenta de sus verdaderos miedos y de cómo superarlos para que estuviera preparado cuando Terra y el Imperio le necesitaran.

Malcador estuvo activo de muchas otras formas durante la Herejía. Además de orquestar la fundación de los Caballeros Errantes por orden del Emperador y ayudar a Rogal Dorn a preparar la defensa de Terra, utilizó su posición secreta como Gran Maestre de los Asesinos para intentar asesinar a Horus en varias ocasiones. Aunque varios de sus Asesinos elegidos -incluida la primera Fuerza de Ejecución de la historia- se acercaron a su objetivo, ninguno tuvo éxito, y los intentos acabaron por desistir, por orden del propio Emperador. El Emperador aún confiaba en que su hijo predilecto pudiera salvarse de la corrupción de los Poderes Ruinosos.

Más tarde, Malcador trabajó con el Primarca de la Legión de los Lobos Espaciales, Leman Russ, para asesinar a Horus con los Caballeros Errantes mientras el Señor de la Guerra Traidor estaba en combate en el mundo de Molech. Malcador eligió a Garviel Loken, recién recuperado de un ataque de locura después de que los Caballeros Errantes lo recuperaran de las ruinas de Istvaan III, para comandar la misión, que tampoco consiguió matar al Architraidor.

A continuación, Malcador apareció en el consejo entre los Primarcas Rogal Dorn, Sanguinius, Leman Russ y Jaghatai Khan mientras discutían su estrategia para enfrentarse a los Traidores. Malcador aceptó la decisión de Russ de abandonar Terra para enfrentarse directamente a Horus, pero no obstante intentó convencer discretamente al Rey Lobo de que se quedara en Terra durante una partida de ajedrez. Malcador admitió que se había encariñado con Russ a lo largo de los años desde que se conocieron, y no pudo evitar desear que el Emperador hubiera diseñado a los Primarcas para que se llevaran mejor entre ellos.

A medida que la Herejía empeoraba, Malcador se sintió desesperado y fuera de sí. Su vida había estado totalmente dedicada a la causa del Emperador desde su fatídico encuentro hacía muchos años en la Fortaleza Sigilita, pero nunca había sido un guerrero ni un general. Sus habilidades residían en la administración y la elaboración de leyes, y aunque compartía un misterioso vínculo psíquico con su maestro que nadie más podía comprender o rivalizar, incluso a él se le negaba ahora el acceso diario al Amo de la Humanidad.

Que cualquier Legión de Marines Espaciales pudiera traicionar sus juramentos de lealtad al Emperador le resultaba inconcebible. No podía entender cómo cuatro Primarcas podían hacer algo así y la pregunta amenazaba con desquiciar su mente. Pero el Emperador aseguró al Sigilita, que mientras Él respirara, el mal que les asaltaba no conquistaría la Humanidad. El Emperador haría que Horus y sus equivocados seguidores lamentaran el día en que se habían atrevido a convertirse en Traidores y habían abrazado la Disformidad.

Malcador, Malcador el Héroe[]

Tras largos meses solares, Malcador y Rogal Dorn obtuvieron por fin una audiencia con el Amo de la Humanidad. La orden de comparecer ante el Emperador había llegado en el momento oportuno, justo cuando Terra recibía la noticia del desastre de la masacre de Istvaan V. Los dos hombres miraron al Emperador de rodillas.

Estaba sentado en una enorme silla a diez metros por encima de ellos. La silla era voluminosa y maquinal, de metal dorado, y unas gigantescas puertas mecanizadas del mismo metal dorado bloqueaban el extraño portal que había tras él. Más allá se extendía la Dimensión Laberíntica de la Telaraña Aeldari, destinada a servir de red de transporte directo e instantáneo entre todos los mundos del Imperio si el proyecto del Emperador tenía éxito: La Gran Obra de la Telaraña Imperial.

Esta nueva Telaraña humana recrearía la vasta red de Puertas Disformes que antaño había unido a los antiguos imperios interestelares de los Antiguos y los Aeldari, y permitiría a la Humanidad avanzar a un ritmo más rápido, científica y económicamente, que en cualquier otro momento de su historia. Una Telaraña dominada por los humanos también uniría realmente al Imperio, impidiendo que la Humanidad volviera a estar dividida por el tiempo y las grandes distancias, y aislaría a la humanidad de los peligros de la Disformidad.

La Puerta de la Disformidad que el Emperador había construido y el corto tramo de paso de la Telaraña que había más allá requerían un mantenimiento psíquico constante para que no se arruinaran. Al principio, esto sólo exigía una pequeña parte del poder psíquico del Emperador, por lo que éste podía dirigir sus ejércitos y hacer todo lo que se esperaba de él como Emperador. Pero las horribles monstruosidades que gobernaban la Disformidad -los autoproclamados Dioses del Caos- siempre habían sido sus enemigos, y ahora conspiraban para subvertir los objetivos del Emperador como lo habían hecho desde el día en que lanzó la Gran Cruzada.

Con este fin habían tentado al ingenuo Magnus el Rojo para advertirle del mismo complot que estos mismos "dioses" habían iniciado, la traición de Horus al Imperio. Magnus envió su advertencia por medio de una poderosa hechicería psíquica y esta emisión había causado estragos en el escudo psíquico protector que rodeaba la frágil construcción de la Telaraña del Emperador.

El hechizo de Magnus no sólo permitió a los asquerosos habitantes de la Disformidad entrar en la sección de la Telaraña que el ejército secreto de Adeptos y Tecnosacerdotes del Emperador ya había conquistado, sino que destruyó los delicados controles que el Emperador había establecido. Ahora, la Puerta de la Disformidad que había construido requería prácticamente todo Su poder psíquico y concentración mental para asegurarla, no fuera que abriera una puerta permanente entre Terra y la Disformidad, inundando el mundo natal de la Humanidad con las legiones de Nunca Nacidos de los Poderes Ruinosos.

El Emperador le dijo a Malcador que tenía que ocupar el lugar del Emperador en el amplificador psíquico conocido como el Trono Dorado, que proporcionaba la envoltura psíquica necesaria para proteger las nuevas secciones de la Telaraña construidas por humanos y que habían sido concebidas como el último regalo del Emperador a la humanidad antes de que comenzara la Herejía de Horus. La elección original del Emperador para sustituirle en el artefacto había sido el Primarca Magnus el Rojo, pero como Magnus y su Legión de los Mil Hijos se habían puesto del lado de Horus y del Dios del Caos Tzeentch durante la Caída de Próspero, Malcador era ahora su sucesor elegido y el único psíquico humano que quedaba con fuerza suficiente para llevar a cabo la tarea.

En los días previos al enfrentamiento final entre el Emperador y Horus a bordo de su Barca de Batalla el Espíritu Vengativo durante el Asedio de Terra, el Emperador ordenó a Malcador que convocara a «...hombres de carácter, habilidad y determinación» que serían probados y entrenados para convertirse en el grupo de investigadores de élite destinado a erradicar la traición en todo el Imperio en los siglos venideros para evitar que cualquier evento como la Herejía de Horus volviera a ocurrir. El Emperador también le dijo a Malcador que se preparara para el terrible sacrificio que se le pediría.

Las fuerzas del Señor de la Guerra rebelde Horus habían obtenido una gran victoria en las llanuras manchadas de sangre de Istvaan V a principios de la Herejía. Casi la totalidad de las tres Legiones Leales de Marines Espaciales, que incluían la Guardia del Cuervo, las Salamandras y las Manos de Hierro, habían sido aniquiladas por los Traidores de Horus. El Primarca Ferrus Manus estaba muerto, decapitado a manos de su antiguo hermano Fulgrim de la Legión de los Hijos del Emperador. Los Primarcas Corax y Vulkan habían desaparecido, también dados por muertos por los vencedores, aunque sus cuerpos no habían sido recuperados del campo de batalla sembrado de cadáveres. Mientras tanto, la guerra dentro de la Telaraña había ido mal para el Emperador.

Aunque al principio el ejército de la Legio Custodes y la Hermandad Silenciosa habían conseguido hacer retroceder a los invasores daemónicos, habían sufrido muchas bajas. Las fuerzas imperiales nunca habían tenido la ventaja del número y cada muerte las debilitaba, mientras que los Nunca Nacidos parecían disponer de una horda innumerable. A pesar de que miles de Nunca Nacidos y sus aliados habían sido destruidos o desterrados de vuelta a la Disformidad, siempre había miles más para ocupar su lugar.

Emperador sentado en el Trono Dorado Asedio de Terra Zoom

El Emperador en el Trono Dorado durante la Gran Herejía.

La Puerta de la Disformidad Terrana permanecería cerrada a los Nunca Nacidos mientras el Emperador fuera capaz de activarla desde su trono en lo alto del portal dorado. Sólo los psíquicos más poderosos tenían poder suficiente para hacerlo, e incluso entonces la mayoría se agotaban y fracasaban en poco tiempo. Sólo el propio Emperador tenía el poder para mantener la puerta cerrada permanentemente y para Él el esfuerzo se hacía más duro a medida que las fuerzas infernales reunían su fuerza más allá. Mientras la horda infernal amenazara con romper el portal, el Trono Dorado sería Su prisión.

Cuando las fuerzas de Horus iniciaron su asalto final al Sistema Sol y comenzó el Asedio de Terra nueve años estándar después de que los Traidores se volvieran contra los siervos del Emperador en Istvaan III, el Sigilita regresó de su misión para reclutar a los cimientos de la Inquisición. Sólo a través de los más astutos subterfugios psíquicos fueron capaces Malcador y sus nuevos reclutas de atravesar indemnes las líneas de batalla y llegar ilesos y sin ser vistos ante el Emperador en el santuario interior del Palacio Imperial.

Malcador había recibido por fin la llamada y ahora estaba preparado para cumplir su último deber para con el hombre al que había seguido durante la mayor parte de su vida. Una vez en las profundidades del Palacio Imperial, el Emperador preguntó si Malcador estaba preparado para ocupar Su lugar en el Trono de Oro. Siempre leal, el Sigilita estaba más que dispuesto a sacrificarse por su Emperador. Pero antes de ascender para ocupar el lugar del Emperador en el Trono, el Sigilita tenía un último deber que cumplir.

Le acompañaba un grupo de doce asistentes encapuchados. En un severo silencio, el Emperador observó las figuras vestidas que Malcador había traído ante Él, y vio que su fiel servidor había hecho bien. De los doce, cuatro eran señores mortales y administradores del Imperium, poseedores de una naturaleza inquisitiva y una fuerza mental inquebrantable. Los otros ocho eran Marines Espaciales, muchos de ellos sus Caballeros Errantes, cuyas habilidades eran tan incomparables como su dedicación al Emperador.

Emperador aprobando la elección de Malcador

El Emperador aprobando la elección de Malcador.

Algunos procedían de Legiones que habían abandonado la luz del Emperador en favor de las oscuras promesas de Horus, pero estos Hermanos de Batalla nunca habían perdido su lealtad y habían combatido la Herejía desde dentro. Fiel a su aprobación de la selección, Malcador el Sigilita ascendió al Trono Dorado. Mientras subía al Trono, lanzó apresurados mensajes meméticos hacia las mentes de cada uno de sus Elegidos: Khalid Hassan, Zaranchek Xanthus, etc.

A medida que subía cada peldaño, cientos de mensajes meméticos eran lanzados.

Apoyado por la mano de un Procónsul llamado Caecaltus Dusk, siguió subiendo mientras Vulkan, Rogal Dorn, Sanguinius, todos los Custodes presentes, sus Elegidos presentes, y los tecnoadeptos que mantenían el Trono dorado observaban.

Malcador tropezó, pero gracias a la ayuda de Caecaltus, logra seguir subiendo, no sin antes dibujar un Sigilo en la pechera del Procónsul: «El Emperador regresará, y se hará porque así se ha dicho, y ninguno de los dioses podrá deshacer esta decisión».

Finalmente, Malcador llega a la cima, mirando con cariño a Vulkan, quién será su eterno guardián, y luego mirando con dolor al propio Emperador.

El Emperador se levantó, y Malcador se sentó.

Malcador no podía hablar, tal era la concentración que debía ejercer para controlar las tempestuosas fuerzas a su llamada. El Emperador dirigió la atención de los 3 poderosos Primarcas: «¡Contemplad el mayor sacrificio de nuestra era! Malcador el Sigilita ya no existe. A partir de ahora siempre y sólo siempre será Malcador el Héroe». Al oír esto, las tres figuras se retiraron de la bóveda del Palacio y se prepararon para teletransportarse a la Barcaza de Batalla de Horus.

La tarea de mantener a los Nunca Nacidos fuera del Palacio Imperial era desalentadora para el Emperador, el mayor psíquico de la galaxia con milenios de experiencia a su disposición. Aunque Malcador era un poderoso psíquico por derecho propio, quizá el segundo más poderoso después del Emperador, con la excepción de Magnus el Rojo, Malcador seguía siendo un simple mortal, sus poderes mentales no eran nada comparados con los del Emperador, y esta tarea resultó abrumadora, consumiéndolo en cuerpo y alma en cuestión de horas solares.

Durante el resto del Asedio de Terra desde que se sentó hasta el final, Malcador había sido consumido totalmente por el salvaje Trono Dorado. Había visto todos los secretos que el universo tenía, sentía que tenía el poder de salvar a la humanidad protegiéndolo de las mentiras del Caos Indiviso. Pero también se dio cuenta que nunca podría salvar a la humanidad mientras estuviese sentado en el Trono. Esta es la bendición y la maldición del Trono Dorado, lo aprendes todo, para no poder hacer absolutamente nada.

Lo poco que quedaba de Malcador había roto la cuarta pared, reconociendo que él mismo era un sigilo escrito en las líneas que leemos: Las líneas que narran la historia del Asedio de Terra.

El fue testigo del trágico conflicto entre Horus y el Emperador, observó como ambos usaban todo su poder peleando en cada plano de la realidad y de la disformidad, observó a una versión del Emperador cojeando y sangrando mientras escapaba por las colinas de un primitivo Himalazia mientras un Lobo lo perseguía.

Vio en otra realidad como Horus era evaporado por los rayos de energía de un agotado Emperador.

Vio como un falso ídolo mecánico despedazaba y destruía a un Dios Máquina primitivo.

Vio como los reinos del Caos temblaban y caían mientras a cada paso cada versión de Horus y el Emperador se mataban en múltiples realidades.

Observó como el conflicto llegó a su clímax cuando ambos sacaron sus propias cartas del Tarot para enfrentarse en un épico duelo final. Los muros se alzaban y caían, los bufones y arlequines asesinos lucharon al son de sus amos, los lobos fueron asesinados mientras los dioses observaban.

Malcador apreció con horror como Horus explotó la puerta de irrealidad que los mantenían separados en el reino del Caos Indiviso, noqueando con esta explosión al propio Emperador.

El Emperador había perdido.

Malcador se disculpó con nosotros, pero sospechaba en lo profundo de lo que quedaba de su alma que el Emperador iba a perder, y ese miedo se estaba haciendo realidad.

Pero mientras seguía observando, vio como un movimiento discreto en las manos de su Rey de las Edades invocaba unas últimas cartas.

El Emperador invocó la carta de la Lámpara. Y una luz parpadeó en la oscuridad, dio un sentido de dirección en un planeta donde arriba ni abajo existía. El Astronomicón, que había sido conquistado y apagado por los traidores, volvió a parpadear en la oscuridad. Esa chispa pronto se convirtió en una llama, la llama de la fe y de la lealtad. Un contingente de más de 40.000 Ángeles Oscuros, liderados por el Primer Capitán Corswain, aterrizó en Terra y reconquistó la Montaña Hueca, y junto con la fe de los civiles imperiales liderados por Euphrati Keeler, y gracias al apoyo del Alto Astrópata Nemo Zhi-Meng, lograron reactivar el Faro del Astronomicón.

Horus chasqueó la lengua fastidiado por la estratagema improvisada del Emperador, ya que ahora Guilliman y la flota de retribución saben a dónde ir. Además, los restos de la Flota Solar liderados por la Gran Almirante Niora Su-Kassen salió de su escondite y empezó a entablar combate con los traidores. La flota combinada del Imperio despedazaría a la Flota Traidora de Horus.

Malcador se inquietaba en el Trono, tal vez podrían ganar.

El Emperador engañó a Horus, fingió ser derrotado para luego asestar un golpe mortal a su hijo perdido. Antes de morir, Horus vio sus errores y le pidió perdón a su padre, quién a su vez, antes de matarlo, lo perdonó.

El ahora malherido Gobernante de la Humanidad fue encontrado casi muerto por Rogal Dorn. Cuando el Primarca Rogal Dorn llevó al mortalmente herido gobernante de la Humanidad de vuelta al Trono Dorado tras haber derrotado a Horus en el Asedio de Terra, Dorn encontró a Malcador sentado y consumido, con la energía psíquica azotando su cuerpo arrugado como un rayo, torturado por los bombardeos psíquicos de la Red Imperial que se derrumbaba.

Su cuerpo se había extinguido, su conciencia era solo un leve sigilo que, sin el sacrificio de 1000 psíquicos, también se extinguiría. Cuando Rogal Dorn intentó levantar el cuerpo de Malcador, tropezó. Finalmente Malcador había dejado de existir, y la escasa conciencia que le quedaba a Malcador lo utilizó él mismo para alimentar al Emperador y permitir que su viejo amigo sobreviviera al calvario que se avecinaba.

El sacrificio final de Malcador permitió al Emperador despertar brevemente de su coma y dar a sus siervos las últimas órdenes de perseverar contra viento y marea antes de ser internado en silencio durante los siguientes 10.000 años estándar en los sistemas modificados de soporte vital del Trono Dorado.

Desde allí, el Emperador mantendría y proyectaría la baliza psíquica del Astronomicón en la Disformidad como sustituto del ahora perdido proyecto de la Telaraña Imperial y haría todo lo posible por proteger a la humanidad de los peores terrores del Inmaterium. Gracias al sacrificio de Malcador el Héroe, la Humanidad seguiría viva y su pueblo se enfrentaría a la creciente oscuridad de la Era del Imperio que estaba a punto de amanecer con un único cántico en los labios.

El Emperador protege....

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