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Galaxia Verde

La Visión de Makari corresponde con el trance psíquico que experimentó la primera vez que conoció a Ghazghkull Mag Uruk Thraka. Cuando, creyendo que este estaba muerto, le agarró mientras el entonces moribundo Orko convulsionaba, transmitiéndole una visión profética dictada por los mismísimos Gorko y Morko sobre el futuro de la raza orka.

Profecía[]

Había tenido visiones antes. Muchos Grots en Picoxidado las tienen; a nosotros no se nos permitía entrar en las chozas-destilería, o en los cobertizos de luchas, así que en las raras ocasiones que lográbamos esquivar nuestras chapuzas, nos solíamos reunir en grupos de los Grots que menos odiábamos y engullíamos los delgaduchos champiñones que crecían en las caídas de las Cabezazdisformez [Warpheadz en inglés] en las afueras de la ciudad. No eran de mucha calidad, esas visiones: eran solo dolores de cabeza con colores, en realidad. ¿Pero esto? Esto era otra cosa. Esta fue una audiencia con los dioses.

Para empezar, no era nada. Solo oscuridad, húmeda y oscura. Y entonces, muy arriba, hubo una voz. Voces, en realidad. Eran tan grandes y profundas que era difícil decir qué lengua estaban hablando, y mucho menos qué estaban diciendo. De seguro que fueron Gorko y Morko. Y ellos estaban luchando, lo cual está bien, porque eso es lo que más les gusta hacer. No pude verlo, pero puede sentir los masivos y retumbantes impactos que hicieron tronar la oscuridad, y habría sido noqueado de haber tenido cualquier tipo de presencia [física se entiende].

Y entonces, una chispa. Una pequeña motita verde, brillante y hambrienta, a la deriva a través muchos muchos muchos colmillodistancias hasta que tocó el suelo de donde quiera que yo estuviese. El verde se esparció desde aquel pequeño punto, ondulando en grandes círculos brillantes y agrupándose en puntos que propagaban círculos propios. Se esparcía cada vez más rápido, hasta que todo estaba cubierto por ello, tan lejos como podía ver. Ahora todo estaba encendido, yo podía ver que me encontraba en algún tipo de cueva. O por el contrario, un enorme amasijo retorcido de cavernas como células en una colmena de bastardos de azúcar, pero colosal.

Las paredes eran… carnosas, creo que es la palabra. Húmedas, rojas y arrugadas, como los pliegues de un cerebro, los cuales había visto lo suficiente en mi breve vida como para conocerlos bien. A medida que el verde se acumulaba sobre ellas, cambiaron. Empezaron a brotar hongos. Mohos y limos al principio -el tipo de cosas que comes cuando hay una tormenta de polvo y los Orkos han tenido todo el buen rancho. Pero luego musgos y bilis, y cosas enormes y complicadas como nada que creciera en Urk.

Y al igual que fuera de las visiones sagradas, donde crecía el hongo, también crecían otras cosas verdes. Los Despojo-Garrapatos primero [Squiglets en inglés], del tipo tan pequeño que solo puedes verlos como pequeñas motitas que se clavan en tus axilas, luego los Garrapatos grandes como puntas de garras y puños y cabezas. Luego vinieron los Snotlings, que son para los Grots lo que somos para los Orkos, arrastrándose, aullando y peleando entre sí en grandes montones que se retuercen. Por todas partes había Snotlings comiendo Garrapatos y Garrapatos comiendo Snotlings, y con cada chasquido, crujido y mordisco, el verde se volvía más brillante y más vivo.

Luego estaban los Grots. Enjambres de Grots, y se pusieron manos a la obra, atando juntas pequeñas herramientas de tendones de Garrapato y chatarra-madera, y obligando a los Snotlings a trabajar también. Tan pronto como pude seguirles el paso, hicieron retroceder a la jungla fúngica y empezaron a construir granjas, barracones, cabañas de elaboración de cerveza y cuarteles. Llegaron justo a tiempo para los primeros Orkos, que se abrían paso a duras penas para salir de sus agujeros de gestación y ya tenían hambre.

Los Orkos siguieron llegando y se hicieron más grandes, hasta que incluso los más pequeños entre ellos eran tan grandes como los jefes de guerra en Urk. Y por encima de todo, muy arriba, en lo que podría haber sido el techo de la caverna o podría haber sido el infinito, salían las estrellas. Más estrellas de las que cada Mekániko en Urk podría haber contado en su vida, y cada una de ellas de ese verde brillante, furioso y hermoso. Estaba tan distraído por las estrellas, que no vi el Garrapato Mamut [squiggoth en inglés].

Era algo magnífico. Una cosa horrible. Tan grande como un Karro de Guerra era, y hacía que las bestias flacas y de garganta caída criadas por los pastores Mordizko de Víbora de Urk parecieran patéticos. Casi me hizo papilla con su pie. Pero no habría sobrevivido hasta los tres años si no fuera capaz de apartarme del camino de un Asesinado de Morko [Mork-snikked en inglés] rápido, y una vez me puse de pie, seguí a la bestia. No sé por qué, pero se sentía bien. Pronto, hubo una manada entera de Garrapatos Mamut, avanzando pesadamente a algo parecido a un galope, y golpeándose entre sí con la fuerza suficiente para aplastar fuertes. Corrí con ellos a través de ese jardín indomable, y no me importaba si me pisoteaban, porque sentía que el miedo no era algo que valiera la pena sentir en este lugar.

Arriba ahora, donde brillaban las estrellas verdes, había guerreros. Enormes Orkos, perfectos Orkos, cada uno más grande que un jefe de clan y resplandecientes de luz verde, no sé cómo lo supe, pero eran Orkos tal como debían ser. Brillaban lo suficiente como para deslumbrar más que las estrellas, y mientras avanzaban por el cielo, podía sentir a los dioses sobre ellos, sonriendo con violento orgullo. Luego comenzaron a llegar choques, estruendos y rugidos desde más adelante: los gigantes se zambullían en chatarra.

Era difícil ver lo que estaba pasando, dado que estaba mirando hacia arriba entre los flancos de los Garrapatos Mamut galopantes, pero fue una pelea grande, grande, grande. Siguió creciendo. Y creo que ganaron los orkos. Seguramente, ¿no podrían haber perdido? Pero luego, cuando los ruidos de la lucha se desvanecieron, la presencia de los dioses también lo hizo. Fue como si toda la caverna se volviera fría y oscura de nuevo, como lo había sido al principio. Los Garrapatos Mamut se detuvieron en seco, al igual que todo lo demás en todo el Gran Verde. Era como si todo estuviera perdido, de repente, mirando alrededor y preguntándose qué hacer ahora.

Por supuesto, empezaron a pelear. Era un frenesí, por encima y por debajo, desde los gigantes que intercambiaban golpes como cometas en el cielo, hasta los Snotlings que se enroscaban las garras en el cuello unos a otros abajo. Y sin dioses que golpearan las cabezas de todos y les dijeran que pararan, continuó hasta que todo el lugar fue como la carpa de un carnicero, y hubo suficientes asesinatos para que los sobrevivientes tuvieran algo de espacio.

Entonces no fue pacífico, pero tampoco fue un baño de sangre, porque todas las cosas realmente duras, como los Orkos en el cielo, estaban muertas. Continuó durante así eras. Había Orkos, todavía. Pero no se parecían en nada a los colosales luchadores que habían estado allí antes. Y todos estaban atrapados en el suelo de la caverna. Verlos era un poco como ver las gotas de lluvia ser barridas por los limpiaparabrisas de un Kamión: cada vez que uno se hacía lo suficientemente grande como para parecer que podría llegar al cielo, todos los demás cercanos se unían y lo golpeaban hasta hacerlo pedazos, así que ninguno de ellos se hizo tan grande como debería haber sido.

Hasta que uno lo hizo, eso es. Ni siquiera era tan grande cuando fue atacado, pero demolió correctamente a todos los Orkos que se le acercaron, dando cabezazos como golpes de cañón a quemarropa, y alineando a los sobrevivientes para luchar junto a él. A medida que más y más enemigos inundaban, el luchador se hizo más grande, al igual que la pila de cuerpos frente a él. Un relámpago verde comenzó a caer a su alrededor, y pronto esa pila de cuerpos llegó hasta el cielo. Al ver esto, el nuevo gigante comenzó a escalar la montaña de los muertos hacia las estrellas.

Con cada paso, el ganador se volvía más voluminoso, más... vigoroso, y pronto la caverna comenzó a brillar intensamente de nuevo. Las estrellas se hincharon y supe que Gorko y Morko habían regresado, de alguna manera. O que nunca se habían ido, sino que habían perdido el interés por un tiempo hasta que había algo que valía la pena mirar de nuevo. Pronto, el campeón llegó a la parte superior de la pila de cuerpos, donde las estrellas habían crecido tanto que no quedaba nada negro entre ellas, y se quedó allí por un momento, como si estuviera pensando.

Mirando a ese titán, que ahora tenía cuernos, así como un montón de brazos que portaban todo tipo de armas diferentes y Choppas, estaba aterrorizado. Pero también supe lo que era la alegría, por primera vez.

Y entonces el titán volvió a mirarme. Había naves espaciales revoloteando por el mar verde de su único ojo bueno. luciendo como diminutos compartimentos estúpidos, y cuando todo el peso de esa mirada cayó sobre mí, agradecí a los dioses que me hubieran dejado morir así. Pero el gigante no me mató. Curvó un dedo lo suficientemente grande como para mover una luna a un planeta, y me hizo señas. Luego giró y entró en un verde glorioso e infinito, dejando solo llamas en las huellas de sus botas.

Interpretación[]

Krork

Sin lugar a dudas, todo este relato épico que quedó grabado en la mente del Grot, así como en el estandarte que Ghazghkull le hizo confeccionar con su propia sangre para que no se olvidase, confirma uno de los mayores miedos de la Ordo Xenos y del Imperio de la Humanidad. Si el titán Orkoide descrito durante el trance realmente corresponde a Ghazghkull, significa que es el único Orko en la galaxia que puede unificar a su raza. Es más, confirmaría una de las grandes teorías de los Magos Biologis: el estado actual de los Orkos, anárquicos e involucionados respecto a sus ancestros, podría considerarse un periodo de adolescencia o inmadurez cuyas verdaderas capacidades no han sido aún puestas a prueba.

Por otro lado, Makari debió, de alguna forma, ser testigo del mismísimo origen de los Orkos, su creación y su decadencia. Desde que, indudablemente, fueron creados por otra raza: “Y entonces, muy arriba, hubo una voz. Voces, en realidad. Eran tan grandes y profundas que era difícil decir qué lengua estaban hablando, y mucho menos qué estaban diciendo. De seguro que fueron Gorko y Morko”; hasta la subsecuente caída de los colosales guerreros, posiblemente los Krorks. El hecho de relacionarlos con Gorko y Morko pudo ser una asunción por parte de Makari, desconocedor quizás de la existencia de los Ancestrales.

De alguna forma, el pasado de la raza orka ha quedado reflejado en la disformidad como algún tipo de reverberar psíquico. Makari y Ghazghkull debieron acceder a él a través de su trance y su fuerte conexión con el Gran Verde.

Fuentes[]

  • Ghazghkull Thraka: Prophet of the Waaagh!; (Novela) por Nate Crowley.