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Katarinya Greyfax Gathering Storm 2

Inquisidora Katarinya Greyfax.

"Fe. En las manos adecuadas, es el mayor arma de la Humanidad. Sin embargo, incluso la mejor espada puede mostrarse falible debido a su portador. En las manos equivocadas, la espada de la fe puede hacer más daño al reino del Emperador que todos los sucios demonios de la Disformidad juntos. Es por eso que aquellos que declaran ser santos entre nosotros deben someterse a las pruebas más severas."

Inquisidora Katarinya Greyfax

Katarinya Greyfax es una Inquisidora Puritana psíquica del Ordo Hereticus que tuvo un destacado papel en la Caída de Cadia y las Cruzadas de Celestine y Terrana. Más tarde, Roboute Guilliman, reconstituido como Lord Comandante del Imperio, le encargó localizar y capturar el artefacto conocido como el Ojo de la Noche, pues el Primarca creía que podría ser usado para ayudar a sellar la Gran Fisura que había dividido al Imperio de la Humanidad en dos, después de los sucesos de Cadia. Greyfax ha logrado su objetivo, y actualmente se encuentra de vuelta a Terra.

Historia[]

Caída de Cadia y Cruzada de Celestine[]

Katarinya Greyfax (MTG)

En algún momento y lugar desconocidos, hace varios siglos, Katarinya Greyfax y su guardia personal, compuesta de Vástagos Tempestus sacados del 55º de Águilas Kappa fueron atrapados por el Líder Necrón Trazyn el Infinito dentro de uno de sus Laberintos teserácticos en su mundo natal, Solemnace, pues este los consideró una adición interesante a su "Colección Imperial". En algún momento previo y posterior a esta captura, Trazyn infectó a Greyfax con Escarabajos Cepomentales, alterando sus funciones cerebrales de modo que le fuese imposible herir al Líder Necrón, sin importar cuánta fuerza de voluntad volcase o lo desesperado de su deseo. Cuando Abaddon el Saqueador, recién iniciada su 13ª Cruzada Negra, comenzó su asalto final al mundo fortaleza de Cadia, Trazyn tomó la decisión de prestar su ayuda a los imperiales, pues la victoria del Caos no era ni de su interés ni el del resto de su raza. Entre los activos que trajo consigo a Cadia fue una pequeña porción de su Colección Imperial, incluida la Inquisidora Greyfax.

Fue Belisarius Cawl, Archimagos Dominus del Adeptus Mechanicus quien explicó a los defensores de Cadia que el verdadero objetivo del Saqueador era destruir Cadia y sus Pilares cadianos. Estos mantenían a raya la Disformidad dondequiera que estuviesen y en este caso concreto mantenían además el único paso seguro fuera del Ojo del Terror conocido como la Puerta de Cadia. Con su destrucción, las fuerzas del Caos podrían lanzarse más allá del Ojo y abrumar las defensas del Imperio, al tiempo que serían capaces de convocar a una legión sin fin de Daemons hasta que la propia Terra cayese y el Emperador fuese arrancado de su Trono Dorado. Ursarkar E. Creed, comandante de las fuerzas imperiales en Cadia, ordenó que las catacumbas bajo los pilones de los Campos Elysion fueran reforzados para servir como una última línea de defensa para contener el esperado asalto caótico mientras Cawl trabajaba para explorar sus sitemas y descubrir la manera en que pudieran ser utilizados como un arma contra el Caos.

Pero sin que Creed y Celestine lo supieran, Cawl había sido contactado en secreto por Trazyn el Infinito. Con el conocimiento de Trazyn, fue capaz de determinar cómo usar los pilones para separar el área local de espacio-tiempo del contacto con el Inmaterium. Pero mientras trabajaba, el Archienemigo lanzó su asalto contra las catacumbas, por lo que Creed y la Santa en vida encabezaron la defensa. Lo que no se esperaban era que Abaddon el Saqueador, frustrado más allá de lo normal por la enconada resistencia de Cadia, dirigiera en persona el asalto. Poco a poco los imperiales fueron llevados hasta el punto de ruptura por el asalto de la Legión Negra, así que Trazyn decidió una vez más ayudarles, liberando el contenido de uno de sus Laberintos teserácticos en las catacumbas. Y entre aquellos defensores perdidos en el tiempo estaban Katarinya Greyfax y su guardia personal.

Pero incluso los refuerzos proporcionados por Trazyn demostraron ser incapaces de inclinar la balanza contra la furia del Saqueador y sus Exterminadores del Caos. Pareció que la defensa imperial de las catacumbas no le daría a Belisarius Cawl el tiempo que necesitaba para entender el funcionamiento completo de los pilones xenos. Fue entonces cuando Santa Celestine llegó en un estallido de luz dorada, justo cuando el techo de la caverna se abrió de par en par, para salvar una vez más a los defensores.

En el borde de la caverna, Katarinya Greyfax vio la llegada de Celestine con repugnancia. ¿Cuánto tiempo había pasado para que tal herejía pudiese arraigar? ¿Hermanas de Batalla cubiertas del poder de la idolatría? ¿Guerreros del Adeptus Astartes deleitándose en la corrupción de sus propias mutaciones? ¿Espíritus envueltos en fuego infernal? Y para colmo los leales soldados de Cadia y Ultramar, conocidos en toda la galaxia por su devoción inquebrantable, su pureza, ¿Abrazaban estos males en nombre de la victoria? Una de las piedras angulares de la certeza puritana de Greyfax era que el mal no tenía sombras, ni formas intermedias que pudieran tolerarse al servicio a una meta mayor. La pureza era la perfección, intransigente, ideal. Había matado a miles por pecados menores que los que ahora contemplaba. Había matado a otros inquisidores por vacilar en el camino. ¿Qué victoria podría obtener dejaba a un lado sus principios?

Por desgracia, el Saqueador no iba a permitir que el premio que había buscado durante milenios se le escapase tan fácilmente. Previendo la necesidad de un plan de reserva, Abaddon dispuso del casco inerte de la Fortaleza Negra Voluntad de la Eternidad, cuyos sistemas fueron inhabilitados por la acometida de la Falange, lanzándolo como un meteorito artificial contra la superficie de Cadia. El impacto destruyó lo que quedaba de las defensas imperiales y todos los pilones operativos, asegurando el abrazo a Cadia del Ojo del Terror, el cual ahora se expandía rápidamente. Creed ordenó una evacuación del condenado mundo y los supervivientes imperiales de Cadia, conducidos por Cawl, Celestine, Greyfax y el Mariscal Marius Amalrich de los Templarios Negros en la denominada Cruzada de Celestine, utilizaron todas las naves disponibles, incluida la Hierro Resurrecto, para transportar a los tres millones de supervivientes de Cadia. Incapaz de hacer un viaje Disforme debido a la inestabilidad de la Puerta de Cadia, la flota imperial fue forzada a huir a través del sistema Cadiano a velocidad subluz y la Flota Negra comenzó la persecución. Siendo la nave capital más grande y poderosa de la flota imperial, la Hierro Resurrecto de Cawl se sacrificó en una heroica batalla contra la nave insignia de Abaddon, la Espíritu Vengativo, para que la Cruzada de Celestine pudiera escapar a Klaisus, la luna helada de Kasr Holn. Fue Celestine quien explicó que había experimentado una visión precognitiva en la cual su salvación, y la del propio Imperio, descansaban en ese planetoide estéril y frígido.

La visión resultó ser acertada, pues los supervivientes fueron rescatados de las fuerzas perseguidoras y del inmisericorde ambiente ártico en el último momento por la llegada de los Ynnari a través un portal de la Telaraña oculto en el planeta, y Belisarius Cawl pudo salvar su carga más preciada: el relicario automatizado que contenía la Armadura del Destino.

Cruzada Terrana[]

Los Eldars renacidos guiaron a los imperiales por la Telaraña hasta el Reino de Ultramar, sometido a una furiosa ofensiva de las fuerzas del Saqueador. Después de una cierta desconfianza inicial, los miembros de la Cruzada de Celestine fueron admitidos por los Ultramarines, no sin cierta renuencia, y llevados desde su punto de salida en el mundo santuario de Laphis hasta Macragge. En el camino, Cawl purgó a Greyfax de los Escarabajos Cepomentales que habían reforzado su cautiverio durante su tiempo con Trazyn el Infinito. Dicho proceso duró varios días, en los cuales la Inquisidora fue sometida a horribles agonías a medida que los ciber-parásitos invasores fueron extraídos de su torrente sanguíneo.

A pesar del sufrimiento, la voluntad el hierro de Greyfax nunca vaciló, ni mostró más que los más pequeños signos externos de dolor. En cambio, se concentró en mantener un ojo cauteloso en Celestine. En privado, Greyfax empezaba a sospechar que la aparente divinidad de Celestine era algo más que una farsa. Había visto la batalla de la Santa en vida contra los herejes y los traidores; la había visto predecir acontecimientos sobre los cuales ella no podría haber sabido de antemano; había visto cómo la luz de la fe de Celestine repelía a los impíos y traía nueva fuerza a los justos.

Sin embargo, Greyfax era una Inquisidora del Ordo Hereticus, una cazadora de brujas cuyo primer deber era dudar y sospechar todo lo que parecía justo en caso de que ocultara corrupción en su corazón. En la larga experiencia de Greyfax, los auténticos milagros eran pocos y lejanos entre sí, y lo que parecía un regalo del Emperador era a menudo una tentación ofrecida por los Poderes Ruinosos. Así, mientras las semillas de la esperanza de que Celestine pudiera ser incorrupta crecían en su corazón, e incluso durante sus propias agonías, Katarinya Greyfax vigiló a la Santa en vida, alerta ante el más mínimo indicio de engaño.

Una vez en la Fortaleza de Hera, Cawl reveló la identidad de los artefactos en su relicario automatizado. Declaró que tenían la intención de resucitar a Roboute Guilliman, postrado en el Templo de la Corrección durante los últimos diez milenios por la herida que le causó Fulgrim. Mientras las fuerzas del Caos se lanzaban a un asalto final sobre la Fortaleza de Hera y en concreto sobre el lugar de descanso del Primarca, Cawl trabajó con Yvraine, la Hija de las Sombras y Sacerdotisa de Ynnead, el Dios de los Muertos Eldar, para restaurar la fuerza vital de Roboute Guilliman al tiempo que sanaba su herida antinatural.

La resurrección del Primarca fue considerada un milagro provocado por la voluntad del Emperador. La fe inquebrantable de Celestine en el Señor de la Humanidad había sido espectacularmente recompensada, y esto resultó en el final de la grieta que había existido entre ella y la Inquisidora Puritana Greyfax. El regreso de un Primarca, uno de los propios hijos del Emperador, reveló la profundidad de los errores de la propia fe de Greyfax. A partir de entonces ella empezó a creer que Celestine era una verdadera sierva del Emperador e instrumento de su voluntad. A su manera, y en mitad de la batalla en el Templo de la Corrección después de la resurrección y el dramático giro de la marea contra los atacantes del Caos, Greyfax se disculpó con Celestine.

Los supervivientes de la Cruzada Terrana llegaron finalmente al Sistema Solar, hasta Luna, por otro portal de la Telaraña después de ser liberados de su encarcelamiento en otra Fortaleza Negra que pertenecía a los Corsarios Rojos. El rescate de la Cruzada fue llevado a cabo por el Caído Cypher y un grupo de Arlequines; Greyfax obtuvo el dudoso honor de ser uno de los pocos imperiales presentes en la Caída de Cadia y haber sobrevivido a las Cruzadas de Celestine y Terrana.

Después de ayudar en la derrota de las fuerzas de la Legión Traidora de los Mil Hijos y del Primarca Daemon Magnus el Rojo en Luna, Greyfax y sus aliados fueron al fin transportados al Palacio Imperial. Allí, ante la Puerta de la Eternidad del Palacio Interior que conducía a la sala del Trono Dorado del Emperador, donde Guilliman se reuniría con su padre por primera vez en diez milenios, Greyfax eligió la ocasión para irse e informar a sus superiores en el Ordo Hereticus por primera vez en siglos. Guilliman emergió un día solar más tarde del palacio y no tardó en serle restaurada su posición como Lord Comandante del Imperio.

La búsqueda del Ojo de la Noche[]

Horst[]

No mucho después de su nombramiento como Lord Comandante del Imperio, Roboute Guilliman convocó a Katarinya Greyfax al Salón de Gloria del Palacio Imperial. Esta le encontró estudiando los registros de la Inquisición y a continuación él le explicó que se disponía de poca información acerca de la Gran Fisura, la enorme grieta Disforme que había dividido al Imperio por la mitad tras la 13ª Cruzada Negra. El Primarca señaló que era muy similar a la Tormenta de Ruina que fue convocada por su hermano Lorgar Aureliano durante la Herejía de Horus, aunque la Gran Fisura le eclipsaba en tamaño y alcance.

Guilliman continuó su explicación, argumentando que en el nacimiento de la Gran Fisura había visto un patrón, similar al de antiguos servidores del Caos como los sacerdotes de Davin, el mundo en el que Horus fue puesto al servicio de los Poderes Ruinosos. Guilliman había seguido el rastro de este patrón mediante los registros de la Inquisición, y aunque no había encontrado ninguna solución al problema en sí, había descubierto por cuándo empezar a mirar; la Guerra Gótica. Uno de los homólogos de Greyfax de esa época, el Inquisidor Phaedus Falconet Horst, creía que dos artefactos xenos fueron tomados de mundos del sector Gótico justo antes del comienzo de la Guerra Gótica para ayudar a Abaddon: la Mano de la Oscuridad y el Ojo de la Noche. Greyfax reconoció al instante los nombres, pero advirtió al Lord Comandante que Horst fue considerado un disidente dentro de la Inquisición y que estas suposiciones no fueron más que especulaciones indocumentadas. Guilliman se opuso, argumentando que las especulaciones de Horst eran la única prueba de cómo Abaddon tomó el control de las Fortalezas Negras en el sector Gótico durante su 12ª Cruzada Negra. Guilliman necesitaba saber más acerca de lo que Horst había encontrado.

Guilliman ordenó a Greyfax ir al sector Gótico, a los restos del mundo cardenalicio de Savaven, los cuales fueron destruidos junto con sus 14 mil millones de habitantes por el Revientaplanetas de Abaddon durante la Guerra Gótica. Greyfax objetó que la fortaleza inquisitorial secreta, situada bajo las catedrales de Savaven, fue destruida junto con el planeta y que era improbable que allí quedasen registros. Mas Guilliman estaba seguro de que la destrucción de Savaven no fue un acto fortuito. Era probable que el Saqueador se hubiese enterado de la existencia de la base de la Inquisición en ese mundo y que la hubiese destruido deliberadamente para evitar que Horst actuara contra sus planes en el sector. El Lord Comandante previno a Greyfax: no la enviaría a Savaven para recuperar los registros de Horst; su objetivo era el Ojo de la Noche. Cuando la Inquisidora preguntó por la Mano de la Oscuridad, el Primarca se limitó a responder que ya tenía otros planes en curso para asegurarse su recuperación.

Greyfax llegó a Savaven en la nave de guerra imperial Malleus Rex. Dicha nave estaba comandada por el Justicar Genhain y su escuadra de Caballeros Grises, una guardia de honor más que necesaria para la Inquisidora ya que el sector Gótico había sido prácticamente devorado por la Gran Fisura. Desde el momento en que tomaron posición sobre los fragmentos planetarios, Greyfax percibió la presencia de una vieja baliza psíquica. Tras abrir su mente a Genhain para potenciar sus habilidades psíquicas con las del Justicar, Greyfax determinó que el rastro psíquico había sido dejado por Horst, aunque el mensaje que contenía no era más que un regusto a urgencia y miedo.

Nada más romper Greyfax su contacto con la baliza otra nave, una fragata, irrumpió en el espacio real justo encima de los fragmentos de Savaven. Greyfax ordenó a la Malleus Rex atacar al recién llegado y destruirlo, mientras ella, Genhain y el resto de su escuadra de Caballeros Grises se teletransportaron hasta las ruinas de una catedral en una roca cubierta de mosaicos de aproximadamente medio kilómetro de ancho. Tan pronto como aparecieron la Inquisidora percibió que allí la baliza psíquica de Horst era mucho más fuerte y que su fuente estaba localizada en alguna parte bajo sus pies.

Pero los imperiales no estaban solos. Las ruinas de la catedral también estaban siendo investigadas por los cultistas del Caos que se habían teletransportado desde la fragata y cuyos trajes de vacío estaban equipados con imágenes destinadas a imitar las formas de Daemons que eran conocidos por ser siervos de Tzeentch, el Señor del Cambio. Greyfax, al no ver ningún sentido a la negociación, ordenó a los Caballeros Grises eliminar a los cultistas, que rápidamente cayeron ante el uso combinado de los Bólters Tormenta, Alabardas Psíquicas Némesis la poderosa habilidad psíquica de Greyfax, conocida como Aura de Opresión. Los último cultistas fueron purgados por las llamas del lanzallamas de un Caballero Gris.

Solucionado el asunto, Greyfax y sus Caballeros Grises descendieron por un tramo de escaleras sinuosas hacia el interior de la estructura devastada, donde descubrieron que una parte de ella estaba protegida por un campo de fuerza que contenía además una atmósfera respirable. Dentro de este había un mausoleo dedicado a San Cartago, pero un repentino pulso psíquico desde dentro de sus paredes y que coincidía con la baliza convenció a Greyfax para que los Caballeros Grises creasen una entrada a través de la piedra.

Dentro del mausoleo, los imperiales descubrieron un sarcófago adornado con el símbolo de la Inquisición en un extremo, pero por lo demás la cripta estaba desnuda. Dentro del sarcófago yacía una armadura, la servoarmadura de un Paladín de los Caballeros Grises. Tan pronto el sarcófago fue abierto una explosión psíquica abrumó a Greyfax y, para su asombro absoluto, la servoarmadura en su interior se incorporó, presentándose telepáticamente como el Inquisidor Phaedus Falconet Horst. Pero Horst no estaba vivo; cuando se quitó el casco de la servarmadura reveló un cráneo de ojos brillantes y mandíbula silenciosa que se movía al tiempo que se comunicaban mente a mente.

A pesar de su desconfianza hacia la forma no-muerta de Horst, Greyfax le explicó cómo la galaxia había sido dividida por la Gran Fisura y que el Imperio estaba bajo el asalto de las fuerzas del Caos y los xenos como nunca antes. También explicó que su misión era recuperar el Ojo de la Noche como un pequeño paso en el camino para derrotar a los enemigos del Emperador. Horst se mostró vago en cuanto a cómo había llegado a su estado actual, declarando que no podía recordar lo que había sucedido o por cuánto tiempo había estado atrapado en el sarcófago, a pesar de que lo estimaba en varios siglos. Horst tampoco conocía la ubicación del Ojo de la Noche, pero sí sabía quién podría saberlo: Moriana la Vieja, una antigua vidente humana de los Dioses del Caos que veía todo lo que pasaba en el Reino del Caos desde su guarida dentro del Ojo Del Terror. Fue Moriana, afirmó Horst, quien guió a Abaddon al Ojo de la Noche antes de la Guerra Gótica y quien sabría su ubicación actual. Cuando Horst terminó su explicación, Genhain reconoció la servoarmadura que Horst habitaba como perteneciente al Paladin Bellicus, un conocido por él. El Inquisidor no-muerto descartó apresuradamente la observación del Justicar, ya que tenían asuntos más importantes para atender y Greyfax estuvo de acuerdo; tenían que emprender un viaje al Ojo del Terror.

La vieja[]

Horst condujo a Greyfax y su escolta de Caballeros Grises a bordo de la Malleus Rex a un mundo cubierto de pantanos en el borde del Ojo del Terror. Mientras avanzaban penosamente por el terreno, Horst explicó que Moriana servía directamente a los dioses del Caos y que no poseía ambiciones mortales propias, lo que la convirtió en alguien de poca confianza incluso para Abaddon y otras fuerzas del Caos. Greyfax recordó que se rumoreaba entre los Ordos que Moriana fue una vez miembro del Ordo Malleus, pero Horst sacudió su cráneo. Según él, Moriana era más vieja que cualquier rama de la Inquisición, proveniente de la época de la Herejía de Horus.

El grupo imperial fue asaltado repentinamente por los guardianes daemónicos de Moriana, los cuales habían tomado formas físicas formadas a partir de las piedras y la materia vegetal del propio pantano. Los Daemons demostraron ser poco obstáculo para los inquisidores y los Caballeros Grises, aunque Horst advirtió que el mundo daemónico sobre el que ahora caminaban no era más que una realidad artificial esculpida por capricho de Moriana con las energías psíquicas de la Disformidad. De repente, desde el pantano ante ellos, algo que se parecía mucho a una estalagmita gigante se levantó, decorada en todo su perímetro con muchos de los símbolos de las Legiones Traidoras, todos dados a Moriana como tributo por aquellas partidas de guerra de Marines Espaciales del Caos que buscaron la guía de Moriana acerca de los Dioses del Caos. Una abertura a modo de corte, a pocos metros por encima del nivel del agua del pantano, proporcionaba una entrada cautelosa para los sirvientes del Emperador.

Dentro de la pequeña cueva creada por la abertura encontraron a Moriana, una anciana marchita vestida con harapos verdes y que estaba ocupada tallando una varita hecha de dos figuras Eldar entrelazadas cuyas bocas estaban abiertas en un instante de terror congelado. La vidente del Caos prometió a los “siervos del Emperador-Cadáver” decirles lo que quisieran saber. Greyfax, dada su personalidad, amenazó inmediatamente a la antigua sacerdotisa matarla, pero Moriana le respondió que no poseía el Ojo de la Noche, mas podía decirle a los imperiales dónde podían encontrarlo. Cuando Greyfax preguntó por qué ella, sirviente de los Poderes Ruinosos, ayudaría a los sirvientes del Emperador, Moriana respondió que la razón era obvia: servía a sus propios propósitos. La sacerdotisa se sorprendió al ver a Horst, expresando su incredulidad ante que los siervos del Emperador-Cadáver se hubieran vuelto propensos a realizar necromancia. Greyfax se enfureció por la acusación y en un ataque de resentimiento declaró que no era cuestión de si iba a morir, sino de cómo.

Genhain razonó que las crecientes amenazas de muerte de Greyfax eran contraproducentes para su misión. Mediante vox, Genhain discutió con Greyfax, diciéndole que la vieja moriría de buena gana antes de renunciar a información vital y que debería dejar de perder su tiempo con amenazas. En su lugar, Greyfax simplemente debería preguntar lo que quería la sacerdotisa de ellos a cambio de su cooperación. Cuando Moriana respondió astutamente que sólo respondería a las preguntas de los imperiales si Greyfax lo hacía con educación, esta casi la mata de no ser reprendida por Horst telepáticamente, recordándole que su deber ante el Emperador estaba por encima de su propia justicia y que si actuaba de otra manera sería una desgracia para su Ordo. Greyfax respondió que estaba disgustada por la idea de sacrificar las ideas que mantenían unido a su gente y al Imperio unidos por el bien de una victoria momentánea, pero Horst se burló de su pretensión de auto-justificación. El Inquisidor no-muerto le explicó cínicamente que nada mantenía unido al Imperio; no eran más que los jirones de aquello que el Señor de la Humanidad unió a la fuerza en una sola entidad hacía diez mil años. Su propósito era, como sus siervos e Inquisidores, buscar construir algo mejor, en vez de apuntalar el cadáver podrido del Imperio.

Suavizada por su compañero, Greyfax se dio cuenta de que Moriana quería que ella atacase y así darle a la bruja una razón para no cooperar. Así que Greyfax se tragó su orgullo y le pidió a Moriana, muy educadamente, que le dijera dónde estaba el Ojo de la Noche. La anciana respondió que su compañero, Horst, recuperó el Ojo de la Noche mientras estaba vivo.

Horst negó inmediatamente la acusación, y Moriana se dio cuenta de que Horst no recordaba nada de su encuentro previo, hace varios siglos. Greyfax intercedió, algo alegre, declarando que si Horst tenía el Ojo de la Noche no necesitaba viva a Moriana. Sin embargo, Horst quedó confundido por la acusación de la vieja; finalmente confesó que no recordaba cómo ni cuándo murió. Moriana se mostró más abierta a raíz de esta revelación. La anciana explicó que necesitaba que Greyfax y los imperiales reclamaran el Ojo de la Noche, pues un Príncipe Daemon custodiaba la torre donde residía el artefacto. Este Daemon había usado los servicios de Moriana pero no había saldado su deuda, y ahora tenía la intención de usar a los sirvientes del Emperador como sus ejecutores personales.

Pese a que todos sus instintos le gritaban no hacerlo, Greyfax aceptó a regañadientes el trato de la vieja y pidió la ubicación de la torre. Mas Moriana, temiendo que una vez que revelara la información Greyfax la mataría, decidió conjurar un guía que llevase a los imperiales a donde estaba el Ojo de la Noche. Horst explicó que, si bien no tenía memoria de cómo había muerto, debió haber conocido a Moriana en el pasado y llegado al mismo trato; pero en su caso no completó la misión. Mientras se preparaban para marcharse, Greyfax prometió regresar y matar a Moriana sin importar el resultado de su búsqueda; la vieja vidente prometió que si lo intentaba, sería ella y no otra la que caería. Disgustada, Greyfax salió de la cueva de Moriana, dándose cuenta de que había cruzado una línea que dejó una mancha en su una vez alma prístina.

El Pilar de los Deseos Cumplidos[]

A bordo de una Thunderhawk requisada de la Malleus Rex, Greyfax, Horst y los Caballeros Grises se abrieron su camino hasta un mundo daemónico desconocido. Los imperiales estaban protegidos de las fuerzas daemónicas del Ojo del Terror por una burbuja Aegis creada por sus propias y potentes mentes psíquicas y fueron guiados por el Daemon de Moriana, una mancha traviesa de llamas verdes y azules. Greyfax se vio torturada por la idea de que iba a la batalla junto a un sirviente del Archienemigo y no podía pensar en una manera adecuada de purgar su alma del pecado.

Una vez que los imperiales pasaron por la atmósfera superior del mundo daemónico tal y como les aconsejó su guía, descubrieron que su superficie estaba dominada por una gran torre negra que parecía brillar como cristal. El diablillo de llamas la llamó Vastiagard, el Pilar de los Deseos Cumplidos, junto con varios otros nombres igualmente acogedores.

La Thudnerhawk se dirigió hacia una aguja en un nivel inferior de la torre y la cañonera fue atacada por una masa de Daemons voladores al servicio de Tzeentch. El diablillo de Moriana dirigió a la Thunderhawk a través de la horda de nonatos hasta un parapeto lo suficientemente ancho como para aterrizase la cañonera. Los proyectiles de bólter pesado de la cañonera habían sido ungidos con la sangre de santos imperiales, lo que resultó ser un anatema para los Daemons, destruyendo sus cuerpos llameantes y convirtiéndolos en niebla empírica.

Una vez que la Thunderhawk aterrizó, Greyfax dirigió al Inquisidor no-muerto y a los Caballeros Grises contra la horda daemónica que les esperaba, acabando con un nonato con cada proyectil de su bólter condenador y la hoja de su espada de energía. Después de abrirse camino sobre los Daemons, Greyfax y sus compañeros entraron en la torre a través de un rastrillo cercano, conducidos por el diablillo parlanchín de Moriana. Los Daemons restantes de la escaramuza dejaron el paso libre a los imperiales, ya que lo que moraba dentro de la torre prometía un destino mucho peor de lo que sus tiernas misericordias podrían ofrecer. El interior del Pilar de los Deseos Cumplidos resultó ser un laberinto tortuoso donde la única realidad era aquella que los imperiales trajeron consigo y protegieron dentro de su campo de energía psíquica permanente. Horst confesó que tenía vagos recuerdos de la torre, pero nada más.

Pero el recuerdo del Inquisidor no-muerto fue estimulado cuando entraron en una región del Pilar que abarcaba un vasto espacio, una sala con suelo, paredes y techo pero con nubes que daban vueltas incontrolables a los innumerables pilares en lo alto mientras una hierba púrpura descansaba bajo sus pies. Horst al fin recordó venir a la torre con el Paladín Bellicus, el hombre cuya servoarmadura confesaba ahora llevar, después de que su propio equipo de Caballeros Grises hubiese caído porque Moriana se había negado a darles ayuda. En ese momento, la vista de un salón se deshizo para revelar una escena infernal de figuras humanas retorciéndose en eterna agonía, torturadas por Daemons con cuernos con cada instrumento de dolor diseñado por mentes humanas. Al examinar más de cerca la espantosa visión, Greyfax se dio cuenta de que su propia imagen estaba entre la multitud agonizante.

En ese instante se toparon con el Daemon gobernante de tan oscura torre, vestido con la armadura de un Inquisidor. Sin embargo, había una pequeña diferencia: en lugar de ojos, su cráneo sólo tenía agujeros negros y purulentos.

Ante esto, Horst recuperó todos sus recuerdos, confesando que el Príncipe Daemon había poseído su cuerpo en su último encuentro y, desesperado, proyectó su propia alma en el cuerpo del Paladín que lo acompañaba para retirarse hasta la baliza psíquica que había dejado atrás, en Savaven. Mas el Príncipe Daemon afirmó que el Inquisidor no-muerto era un mentiroso y que Horst era la auténtica criatura de la oscuridad que había engañado a Greyfax.

De repente, el diablillo ardiente de Moriana bailó sobre el Príncipe Daemon, incitando a los imperiales a destruir el cuerpo poseído de Horst. El Inquisidor no-muerto les rogó que no lo hicieran, afirmando que si sus compañeros destruían al Daemon, también destruirían su caparazón mortal, condenándole a la no-muerte para siempre. Horst creía que había otra opción. Combinando los poderes de sus mentes, ya que todo el contingente estaba compuesto por psíquicos, los imperiales podrían expulsar al Príncipe Daemon del cuerpo que estaba usando como escudo y le permitirían recuperarlo.

Tras acceder la estratagema de Horst, los imperiales lanzaron sus mentes más allá de su burbuja de realidad, al tiempo que los Caballeros Grises fusionaron sus energías vitales y se enfrentaron al engendron en el plano psíquico. Detrás de ellos estaba Greyfax, manteniendo el escudo Aegis alrededor de sus almas, mientras que el espectral Horst se enfrentó a su propio cuerpo.

Horst fue incapaz de derrotar a su oponente y recuperar su cuerpo. Fue lanzado, junto con los otros imperiales, de vuelta a su burbuja de la realidad, forzándole a volverse corpóreo una vez más. El Daemon todavía habitaba el cadáver de Horst, mientras que el inquisidor permanecía atrapado en la servoarmadura del paladín Bellicus. Derrotado, Horst le dio permiso a Greyfax para destruir su cuerpo y terminar la pelea. Greyfax no perdió tiempo en acribillar al Príncipe Daemon, a pesar de que este le prometió interminables secretos de poder si le permitía vivir. Como colofón, Greyfax usó su espada de energía para decapitarlo y silenciar sus insultantes ofertas. En ese mismo instante la servoarmadura de Horst se derrumbó, pues su alma acaba de ser liberada de su vínculo físico al Materium. Pero dentro de su cráneo roto, Greyfax descubrió una gema negra del tamaño de su puño, rodeada por una neblina de oscuridad; el Ojo de la Noche.

Moriana tuvo razón, pese a sus palabras retorcidas e intrigas. Horst siempre llevó el artefacto consigo.

Greyfax colocó el Ojo dentro de una cajita con salvaguardas psíquicas en su cinturón y se fue del lugar con los Caballeros Grises, para regresar al Imperio y presentar su éxito ante Roboute Guilliman. El diablillo de Moriana desapareció sin más, y aunque la Inquisidora sintió brevemente una sensación de victoria pese al sacrificio de Horst, este fue rápidamente silenciado por las repercusiones de las elecciones que había tomado. Ahora tenía una mancha en su alma que jamás podría ser borrada, pero seguiría depositando su fe y esperanzas de salvación en el Emperador, a pesar de sus pecados. Porque el Emperador protege.

Armamento[]

Enfundada en una servoarmadura ornamentada, es una figura envuelta en sombra y temor, armada con la espada de energía Matatiranos y un bólter condenador. Así mismo porta granadas antipsíquicos y el psióculo conocido como el Ojo del Emperador.

Miniatura[]

Fuentes[]

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