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Lord Kaldor Draigo Caballeros Grises

Kaldor Draigo es el Supremo Gran Maestre del Capítulo de Marines Espaciales de los Caballeros Grises y un guerrero incalculable; portador de la Voluntad del Emperador hasta en lo más profundo de la Disformidad. Perdido en el Reino del Caos en el interior de la Disformidad durante al menos el último siglo estándar, en algunas ocasiones ha sido capaz de regresar al espacio real para luchar junto a sus Hermanos de Batalla de los Caballeros Grises durante peligrosas incursiones demoníacas. Pero un día, cuando su Capítulo y los defensores del Imperio de la Humanidad conozcan su hora más oscura, regresará al reino mortal de forma permanente para liderarlos hacia la victoria.

Historia

La historia de Kaldor Draigo empezó durante en el mundo de Acralem, durante la incursión demoníaca del 799.M41. El Príncipe Demonio M'kar el Renacido había aparecido desde el Reino del Caos liderando un ejército de Demonios, y su intención era llevar a la ruina no sólo a Acralem, sino a todo el sector Vidar. Resultaba inevitable que los Caballeros Grises se interpusieran ante tal amenaza. La Tercera Hermandad de los Caballeros Grises, en cuyas filas luchaba Draigo, descendió al planeta junto con nueve regimientos de la Guardia Imperial y una fuerza de Marines Espaciales de los Capítulos de los Caballeros Astrales y los Desgarradores de Carne.

Lo que les esperaba allí era una de las más terribles batallas del siglo. Hoy día hay pocas dudas de que si los Caballeros Grises no hubiesen participado, Acralem habría caído, pues fue su ataque contra la fortaleza disforme de M'kar lo que hizo cambiar el devenir de la campaña. Allí, el nombre de Kaldor Draigo, un Hermano de Batalla recién ordenado, entró en la historia. Fue Draigo quien propinó a M'kar el golpe que acabó con él, y que por tanto envió a toda su horda de vuelta a la Disformidad. Sin embargo, antes de caer el Demonio aguantó lo suficiente como para lanzar una vengativa maldición a su asesino:

"Sí, mortal, hoy la victoria es tuya, pero te lo advierto: si alguna vez vuelves a pisar este mundo, tú y todos tus seguidores sufriréis una maldición que durará diez mil años."

M'kar el Renacido, al Caballero Kaldor Draigo

La victoria en Acralem hizo que Draigo fuese ascendido por aclamación hasta el rango de Justicar, el primero de muchos ascensos y promociones a lo largo de su carrera. Durante dos siglos, Draigo sirvió a su Capítulo y al Emperador con una entrega intachable, recibiendo unos niveles de honor y gloria que superaban con creces los de cualquier otro Caballero Gris anterior a él, salvo quizás el propio Janus (el principal fundador del Capítulo, cuyas hazañas dieron forma al Imperio en sus días más oscuros). Kaldor Draigo se convirtió en Supremo Gran Maestre a principios del 901.M41, tras la muerte del anterior Señor del Capítulo a manos del Primarca Demonio Mortarion, y su primera decisión en el cargo fue grabar el nombre de su antecesor en el putrefacto corazón de Mortarion; un insulto que este jamás ha olvidado.

Doscientos años después de la victoria de Draigo en Acralem, una señal astropática de emergencia trajo a Titán la noticia de que Acralem había sido invadido de nuevo por Demonios. Al enterarse de esto, Draigo supo sin la menor duda que M'kar había renacido, y que la intención del Príncipe Demonio era hacer cumplir la maldición que en su día lanzara sobre él. Con una determinación escalofriante, Draigo prohibió a su Capítulo involucrarse en lo que estaba ocurriendo en Acralem, pues no quería que nadie más cayera víctima de una maldición que sólo le correspondía cargar a él. Sus Hermanos de Batalla no se mostraron satisfechos con esta orden, pero hasta donde él supo ninguno de ellos la desobedeció. Sin embargo, Draigo no estaba dispuesto a abandonar a aquel planeta a su suerte: en vez de ello se subió a una nave, y se dirigió a encontrarse con su destino completamente solo.

Así fue como Kaldor Draigo volvió una vez más a Acralem. El Señor de los Caballeros Grises era hombre de pocas palabras, pero era fácil detectar en su cara la más siniestra y absoluta determinación mientras cruzaba los arrasados campos de batalla del planeta, despertándolos con una nueva oleada de masacres: en el asedio al Castillo Gorseth, fue Draigo quien liberó la llamarada psíquica que barrió a un ejército entero de Demonios, y también fue él quien a continuación abatió a la putrefacta abominación que los comandaba. En el valle de Trebarin, fue Draigo quien aguantó la retaguardia imperial en la parte más estrecha del paso, manteniendo a raya a las hordas demoníacas mientras el 912º de Cadia se replegaba. Los supervivientes de aquella retirada contaron más tarde que Draigo había resistido en el pedregoso corredor durante dos días, sin fallar ni un golpe y sin dar ni un paso atrás. Sería difícil determinar cuál de los dos bandos sentía una mayor aprensión por Lord Kaldor Draigo, si los Demonios (por el terrorífico índice de bajas que habían tenido que sufrir a manos suyas) o los soldados y oficiales de la Guardia Imperial (que lo único que veían era a un silencioso bruto enfundado en una armadura enorme bañada de pies a cabeza en sangre de Demonios muertos).

La confrontación final entre Draigo y M'kar tuvo lugar en la cima del Pico Sombrío, frente al ondulante portal disforme del que el Príncipe Demonio extraía sus impías energías. Mientras los Guardias Imperiales combatían al resto de la horda, Draigo buscó directamente a su antiguo enemigo, pues sabía que la muerte de M'kar frustraría sus planes de conquista igual que ya había ocurrido tantos años atrás.

En el extremo de una gran falla, el caballero y el Demonio hicieron por fin chocar sus armas, ambos utilizando todas las tácticas a su disposición para superar las defensas de su enemigo. Todo el campo de batalla temblaba con el sonido de su titánico duelo, con el clamoroso choque de una plateada espada Némesis contra un filo demoníaco de metal disforme. El Príncipe Demonio lanzaba constantes insultos y maldiciones a Draigo, pero ni sus palabras ni sus hechicerías hacían la menor mella en el Señor de los Caballeros Grises. De todos modos, las llamas santificadas de la espada de Draigo tampoco lograban más que hacer reír a M'kar, y Draigo sabía que no iba a poder mantener para siempre el ritmo de combate de su adversario. En efecto, de pronto el filo de M'kar brilló con una oscura llamarada disforme, y el Príncipe Demonio descargó un golpe mucho más poderoso que ningún otro de los que lo habían precedido. Draigo interpuso su propia espada para bloquear el ataque y el arma demoníaca impactó contra ella con un golpe sordo, partiéndola por la mitad y obligando al Caballero Gris a hincar una rodilla en tierra. M'kar rugió de satisfacción, y viendo su inminente victoria alzó el brazo de nuevo para asestar a su enemigo el golpe de gracia.

Sin embargo, Draigo todavía no estaba derrotado. Respondiendo al Demonio con su propio rugido de guerra, se volvió a levantar, y agarrando con ambas manos lo que quedaba de su espada partida la clavó con todas sus fuerzas en el pecho de M'kar, atravesando su negro corazón. Con aquel único pero poderoso golpe, Draigo logró liberar a Acralem por segunda vez. En cuanto el cuerpo de M'kar inició sus estertores de muerte, el portal disforme que había convocado empezó a deslavazarse, sus energías se fueron dispersando y, uno por uno, los aullantes Demonios de la horda fueron desapareciendo. Aun así, antes de que el portal se cerrase por completo, M'kar tuvo tiempo para cometer un último acto de venganza: con sus últimas fuerzas el Príncipe Demonio agarró a Draigo por el cuello y lo arrastró consigo hacia el portal que ya se desmoronaba por completo. Así fue como Kaldor Draigo abandonó el mundo de los mortales para entrar directamente en la leyenda.

A diferencia de lo que muchos pensaron, la historia de Kaldor Draigo no acabó aquel día, pues el Señor de los Caballeros Grises sobrevivió a su viaje hacia el Reino del Caos. Cualquier hombre menos preparado que él habría enloquecido en el mismo momento de acceder a los dominios de los Dioses del Caos, un lugar donde la condenación de las almas acecha en cada esquina. Sin embargo, la mente de Draigo estaba completamente endurecida contra la locura y las seducciones de la Disformidad, y contra todo pronóstico resistió donde en teoría ningún hombre debería ser capaz de resistir.

Durante eras incontables vagó Draigo por aquel terrible paraje, siguiendo un camino lleno de todo tipo de Demonios que buscaban matarle, o seducirlo y atraerlo a la oscuridad. Pero Draigo pudo con todos ellos. En las Cataratas de Sangre, donde el acre fluido de los campeones caídos de Khorne se precipita incesantemente hacia el vacío, Draigo acabó con el gran Devorador de Almas Kar'voth. Tras eso, el Caballero Gris usó sus llamas purificadoras para limpiar de toda corrupción la gran hacha de la bestia, y usó sus restos fundidos para reforjar su espada, aún rota tras el enfrentamiento contra M'kar el Renacido, hacía ya tanto tiempo. En las retorcidas y hediondas junglas de los dominios de Nurgle, Draigo liberó una vez más las llamas santificadas, y durante largo tiempo los vientos de la Disformidad sólo transportaron un fétido aroma a quemado, y los torturados gritos de la demoníaca vegetación que crecía allí. Mientras cruzaba los Prados Susurrantes seis doncellas, las hermanas elegidas de Slaanesh, intentaron tentarle con promesas de gloria, poder y todas las riquezas que pudiese desear un hombre de carne y hueso, pero sus palabras no hicieron mella en el alma de Draigo, que recurrió a su espada y dejó los desmembrados restos de las Diablillas esparcidos sobre aquella planicie de hierba negra como el alabastro. A las puertas de la Ciudad Inevitable, el Señor de la Transformación M'kachen ofreció a Draigo un camino de vuelta a casa, y en respuesta el Caballero Gris derrumbó los muros de la ciudad dejando al Demonio sepultado bajo las ruinas.

Todos estos actos, y muchos otros que sucedieron tanto antes como después, ayudaron a forjar la nueva leyenda de Kaldor Draigo, pero esta vez en un lugar donde las leyendas son la materia de la que está hecha la vida misma. Con el paso del tiempo, los Demonios fueron dejando de inquietar a Draigo. El Caballero Gris había probado hasta tal punto su resistencia total a la corrupción, y había dejado tantos miles de cadáveres de Demonios a su paso, que actualmente ya sólo los más insensatos siervos de Khorne se atreven a seguir su rastro e intentar matarle. El hecho de que "algo" (en este caso "alguien") pueda existir en el Reino del Caos y a la vez sea inmune a la voluntad de los Dioses de la Corrupción se antoja como una imposibilidad en un lugar plagado de cosas imposibles. No obstante, si bien los Dioses Oscuros no son capaces de expulsar a Draigo, hay que decir que Draigo tampoco logra ninguna victoria relevante contra ellos: todos los Demonios a los que aniquila vuelven inevitablemente a materializarse en cuerpos nuevos, la vegetación de las junglas de Nurgle crece y se renueva de manera constante a partir de sus cenizas, e incluso los muros de la Ciudad Inevitable volvieron a alzarse por sí solos después de haber sido derruidos.

Pese al tiempo transcurrido desde la desaparición de Lord Draigo, el mundo mortal aún no le había olvidado. Cuando el Profeta de Jostero forjó una alianza con el Demonio N'kari, trajo una porción del Reino del Caos al espacio real, y Draigo se materializó con ella. Así, Kaldor Draigo pudo reunirse brevemente con su Capítulo, pues una Hermandad de Caballeros Grises llegó poco después a Jostero para combatir la amenaza de N'kari. Para Draigo, estaba claro que había pasado mucho tiempo desde su marcha, pues no conocía a ninguno de aquellos guerreros. Sin embargo, todos lo recibieron como a un hermano, y lucharon juntos codo con codo con él para eliminar al demente Profeta de Jostero y desterrar a sus aliados demoníacos.

Sin embargo, una vez más la victoria de Draigo fue amarga, pues en cuanto el portal se cerró, el Caballero Gris se vio transportado de vuelta al Reino del Caos. Aunque había ayudado a salvar Jostero, no había sido capaz de salvarse a sí mismo. Desde entonces ese ha sido el destino de Draigo, que se repite en un bucle incesante: vagar por el Reino del Caos durante periodos de tiempo de duración desconocida, con ocasionales y breves visitas al mundo real para librar una nueva batalla, tras la cual vuelve a verse atrapado en el Reino del Caos. Resulta difícil imaginar la fortaleza mental necesaria para soportar este tipo de existencia, pero el caso es que Draigo lo consigue. A día de hoy sigue vagando por las yermas estepas del Caos, en lucha eterna contra los Dioses Oscuros. Un día, Kaldor Draigo volverá.

Armamento

Kaldor Draigo va armado con una armadura de Exterminador Aegis, un bólter de asalto, un escudo tormenta y granadas de fragmentación, perforantes y antipsíquicos. Sin embargo, su arma principal es una espada de energía Némesis artesanal llamada Espada Titán, forjada a partir del arma purificada de un Gran Demonio. Es un arma extremadamente poderosa contra los Demonios, capaz de herir gravemente a los siervos más poderosos de los Dioses Oscuros.

Miniaturas

Fuentes

  • Codex: Caballeros Grises (5ª Edición).
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