Durante la Gran Cruzada no bastaba con que las distintas Legiones Astartes arrasasen todo a su paso y simplemente entregasen cada mundo al Emperador. Era necesario que alguien se encargase de organizarlo todo tras la conquista y de convencer a los humanos del lugar de que lo mejor era seguir adelante bajo el mando del Emperador de la Humanidad.
Esa era la tarea de los iteradores, personas seleccionadas escrupulosamente y dotadas de perspicacia, elocuencia, genio político y una inteligencia aguda. Garviel Loken, Capitán de la Décima Compañía de los Lobos Lunares, les admiraba.
Se decía que un hombre entre un millar podía convertirse en guerrero de una Legión Astartes, pero que sólo uno de cada cien mil era apto para ser iterador; y esto era así, a juicio de Loken, porque mientras que a una persona se le podía enseñar qué pensar y cómo expresar lo que pensaba, no se le podía enseñar cómo pensar.
La herramienta más útil de un iterador era su voz, su elocuencia. Una voz dulce, pura, profunda y autoritaria era precisamente lo que hacía ideal a un iterador, e incluso era uno de los factores principales a la hora de escogerlos.
En los periodos entre combates, Horus había decretado que los iteradores llevaran a cabo programas educativos para los Marines Espaciales, a fin de que éstos desarrollaran sus mentes y aumentasen sus conocimientos. A fin de cuentas, se suponía que algún día la Gran Cruzada finalizaría y los Astartes tendrían que aprender a llevar una vida en paz.
Kyril Sindermann era el iterador principal de la 63ª Flota Expedicionaria, el mejor que Loken había visto nunca, y mantenía una estrecha amistad con el mismísimo Horus.
Fuentes[]
- Horus, Señor de la Guerra, por Dan Abnett.