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Apóstol Oscuro Eliphas Portadores Palabra Crozius Dawn of War

Aspecto típico de un Apóstol Oscuro, similar al descrito en Iskavan

Iskavan el Odiado es el Apóstol Oscuro de la novena Hueste de Garand, de los Portadores de la Palabra. Al parecer lleva varios milenios al servicio de Lorgar. Iskavan es un personaje furibundo pero poco inteligente, que acaba siendo manipulado por su Señor de la Guerra Garand, y engañado por su segundo al mando, Tancred el Torturador. Tiene varias lenguas tubulares en la boca con las que puede percibir el olor de la sangre en el aire, distinguiendo su procedencia con una exactitud asombrosa.

Su rasgo más destacado es su altura y su extraordinaria resistencia física, muy superior a los estándares de un Astartes normal. Es dos cabezas más alto que cualquier otro de los caóticos que le acompañan. Se extrajo del cráneo sin mayores complicaciones un proyectil de Bólter, ya aplanado, disparado por Rafen; y a punto estuvo de vencer a este incluso tras haber sido engullido por una lengua de metal fundido que había acabado con todos sus subordinados.

Su arma principal es un Crozius Maldito, y su nave insignia es la Elegía Eterna, una nave más ágil y de menor tonelaje que las que habitualmente suelen escoger los Apóstoles para tal fin, pero Iskavan consideraba que la nave siempre le había dado suerte.

Iskavan odiaba incumplir la consigna de los Portadores de la Palabra de no retirarse jamás y avanzar siempre; y llegó al punto de protestar abiertamente contra el temible Garand por obligarle a hacerlo.

Por otra parte, la novena Hueste bajo sus órdenes siempre había sido una de las huestes menos gloriosas de los Portadores de la Palabra, y sus méritos siempre habían parecido estar detrás de los del resto de Huestes.

Historia[]

Iskavan llegó al Mundo Cementerio de Cybele al mando de su novena Hueste listo para corromperlo para mayor gloria de su amo Garand. Realizó, como siempre, el Ritual de Profanación necesario; pero el torturador Tancred, viendo que los presagios indicaban la desgracia para Iskavan, le ocultó esta predicción a su superior por miedo. Sus fuerzas eran tremendamente numerosas y no tuvieron problemas ni en acabar con la ridícula resistencia que presentó el mundo ni en arrollar a los Ángeles Sangrientos cuando estos se presentaron.

Primeramente iniciaron un bombardeo orbital desde la superficie, acabaron con la Barcaza de Batalla en la que había llegado el destacamento de Ángeles bajo el mando del Capitán Simeon, mataron a este y hubieran barrido a todos los demás de no ser por la tenacidad de Koris y porque la nave Bellus, viajando por la Disformidad de regreso tras encontrar la Lanza de Telesto, se topó por casualidad con la llamada de socorro de Cybele y acudió en su ayuda.

Aun así, arrasaron la capital de Cybele, Necropolita, y rechazaron a los Ángeles hasta el espaciopuerto, para casi liquidarlos allí gracias a una hermandad de psíquicos corrompidos que de alguna manera despertaron la Sed de Sangre en la mayoría de ellos hasta el punto de que los Hijos de Sanguinius se mataron entre sí.

De no ser por Arkio, que ideó un plan para infiltrarse de nuevo en el espaciopuerto para destruir a la barcaza caótica Ogro desde la superficie, Iskavan hubiera logrado una tremenda victoria.

Furioso y derrotado inesperadamente, el Apóstol Oscuro se retiró en su nave a Shenlong, recientemente capturado por los Portadores, para reagruparse y acabar allí con los Ángeles Sangrientos que le pisaban los talones.

Durante los combates en la Fortaleza de Ikari, Iskavan ordenó al torturador Tancred lanzarse a la primera línea de combate; y puesto que hacía siglos que el torturador no salía de la retaguardia fue liquidado fácilmente por Rafen. Iskavan volvió a ser derrotado pese a su superioridad numérica, debido a los poderes de la Lanza de Telesto, de forma que se retiró a las alcantarillas de Shenlong junto con el caótico señor del planeta y lo que quedaba de los Portadores de la Palabra. Allí trató de invocar a un Devorador de Almas, pero la psique de Garand se lo impidió, desvelándose de paso que no era más que una marioneta en sus manos y que lo había utilizado como carne de cañón para atraer a los Ángeles Sangrientos y desarrollar su plan para hacerlos caer en la guerra civil.

Iskavan y quienes se encontraban con él ardieron de rabia, y subieron de nuevo a la superficie con el objetivo de masacrar cuanto se les pusiera por delante. Destrozaron a todos los pacientes de un hospital custodiado por el Adepta Sororitas, convirtiéndolo en un matadero, y secuestraron al ingeniero encargado de las toxinas que servían para la fabricación de proyectiles que suponía la mayor ocupación de Shenlong.

El objetivo de Iskavan, enrabietado, era abrir todos los depósitos de toxinas para acabar con todo ser vivo del planeta, incluso aunque a él mismo le costase la vida hacerlo. Si no lo consiguió fue gracias a Rafen, que logró verter el metal fundido de una fragua, acabando con todos los Portadores e hiriendo de gravedad a Iskavan.

Aún así, el Apóstol salió de entre las llamas y hubiera logrado acabar con el Marine Espacial de no ser por la intervención de Arkio, que portaba la Lanza de Telesto. No obstante, no fue un combate fácil para él hasta que finalmente le surgieron unas alas divinas de la espalda y se completó su transformación en lo que parecía ser la reencarnación de Sanguinius. De esta forma, Arkio lanzó la Lanza de Telesto contra Iskavan y lo desintegró.

Fuentes[]

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