Irillyth, conocido como la Sombra del Crepúsculo, es el Señor Fénix de la Senda Eldar de los Espectros Sombríos. Ha reaparecido recientemente en Betalis III tras milenios de ausencia, y con él su extinta Senda.
Historia[]
Irillyth fue antaño un discípulo de Asurmen, el primero de los Señores Fénix Eldars, y fue el fundador del Templo Especialista de los Espectros Sombríos en el Mundo Astronave de Mymeara. Las leyendas de Irillyth son muchas, pero una de ellas está entrelazada con el destino del Mundo Astronave perdido. Habla de la época en que, durante su entrenamiento bajo la tutela de Asurmen, Irillyth recibió una terrible visión. En ella vio la destrucción del Mundo Astronave de Mymeara a manos de una raza que aún estaba en su infancia en aquella época.
Todavía devastado por la casi total destrucción de la raza Eldar durante la Caída, Irillyth juró no permitir que ninguno más de sus parientes fuese erradicado, y partió en busca del Mundo Astronave para prepararlo para las batallas que habrían de venir. Irillyth buscó por los muchos caminos de la Telaraña a sus hermanos perdidos durante décadas, impartiendo sus enseñanzas en otros Mundos Astronaves durante su viaje, pero su localización siempre fue difícil de conocer. En esta época, las leyendas del Señor Fénix hablan también de las muchas y grandes batallas que libró contra las criaturas de Slaanesh que habían penetrado en el gran laberinto de los Eldars.
Mientras el Señor Fénix exploraba una región de la Telaraña en la que nunca había penetrado en sus anteriores viajes, se enfrentó a un Gran Daemon de Slaanesh que había penetrado en ella desde la Disformidad y había empezado a abrir portales sellados para que sus hermanos pudieran entrar en avalancha.
Mientras sus seguidores daemonícos destruían más runas protectoras Eldars de los cierres de los portales, Irillyth y el Gran Daemon lucharon. No se sabe cuánto duró la batalla, pues el tiempo fluye de forma extraña en los lugares tocados por la Disformidad, pero al final Irillyth resultó vencedor y arrojó a la terrible criatura y a sus esbirros de vuelta al lugar del que habían venido. Las leyendas cuentan que entonces, exhausto por su titánica batalla, el Señor Fénix cayó en un largo y profundo sueño, en el que recibió el conocimiento de la localización del Mundo Astronave.
Tras despertar, Irillyth encontró el portal que llevaba a Mymeara y empezó a entrenar a sus guerreros en la Senda del Guerrero siguiendo sus propios preceptos: sigilo, rapidez y potencia de fuego abrasadora. Sin embargo, pronto llegó el día en que tuvo que revelar el verdadero propósito de su estancia en el Mundo Astronave. El Señor Fénix habló al Consejo de Videntes de su visión original y del terrible destino que les aguardaba, pero les dio esperanzas de prevenirlo si él atacaba al enemigo ahora, antes de que se volviese imparable.
Inclinándose ante su sabiduría, el Consejo de Videntes permitió que el Señor Fénix se llevase consigo casi la mitad de los guerreros del Mundo Astronave, y con el corazón entristecido Irillyth partió ese día por el mismo portal por el que había llegado, pues desde su llegada a Mymeara su visión había cambiada: ahora sabía que con su ayuda el Mundo Astronave sobreviviría, pero que esto le costaría la vida a él y a todos los que le acompañaban. No sabía lo que le ocurriría después al Mundo Astronave, pero temía que perder tantos de los suyos acabaría por causar su perdición de todas formas.
Durante años, los que se habían quedado en el Mundo Astronave aguardaron noticias de la victoria del Señor Fénix y sus huestes, pero nunca llegaron. Pasaron muchas décadas, y los mymearanos tuvieron que aceptar que sus hermanos habían muerto sin duda, y que el Señor Fénix había caído. En realidad, Irillyth había logrado destruir la amenaza para el Mundo Astronave, pero había sido derribado durante la feroz lucha en el mundo natal de la raza enemiga, un lugar conocido en las leyendas Eldars como Bethalmae. Allí, el Señor Fénix permaneció sin ser recuperado, y la cueva donde su cuerpo y su panoplia de guerra yacían fue lentamente cubierta por siglos de rocas empujadas por los glaciares mientras el planeta sufría una edad de hielo.
Pero el Señor Fénix no estaba muerto. Todos los Señores Fénix son inmortales, y como ellos, Irillyth no era un único guerrero, sino un colectivo de aquellos que se habían convertido en él, cuyas almas permanecían en las joyas espirituales que adornaban su armadura y sus armas. Así, Irillyth permaneció atrapado en la caverna donde había librado su última batalla, y su espíritu aguardó el día en que sería redescubierto y la Sombra del Crepúsculo renacería. Con su pérdida, los discípulos y Templos Especialistas de Irillyth también empezaron a decaer en otros Mundos Astronave a medida que sus Exarcas morían en combate. Uno tras otro los Templos fueron abandonados, convirtiéndose en lugares oscuros y acechantes evitados por la mayoría de los Eldars, que los veían como otra de las piezas de su cultura perdidas durante la debacle de su raza. Al final, la Senda quedó extinta, o al menos eso creyeron todos.
El descubrimiento de la localización de Bethalmae, conocido por el Imperio de la Humanidad como Betalis III, hizo que Irillyth pudiera ser finalmente recuperado. Mientras su hueste y la de Alaitoc mantenían a la Guardia Imperial a raya, Bel-Annath, el Vidente de Mymeara, dirigió una misión para reanimar el espíritu del Señor Fénix, y tuvo éxito. La recompensa de los Eldars en la Batalla del Amanecer del Crepúsculo, como llaman ellos a la Campaña de Betalis, fue Irillyth, el renacido Señor Fénix de los Espectros Sombríos.
Armamento[]
Irillyth viste una armadura Fénix similar a la de los Espectros Sombríos, que incorpora un propulsor de salto y una holopantalla Espectro, que fragmenta su imagen, confundiendo al enemigo y disfrazando su posición exacta tras un aura de luz etérea; y va armado con la Lanza de la Luz de las Estrellas, un bláster de prisma construido de forma única y bella, que cuenta con una cuchilla de energía incorporada, y que puede participar del disparo de la Luz Fantasmal.
Miniatura[]
Fuentes[]
- Imperial Armour XI.