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"La Reunión de la Ascensión: En la víspera del Festín de la Ascensión del Emperador, cuatro Inquisidores y doscientos hermanos de los Vigías de la Muerte llegan a la fortaleza al mismo tiempo. Todos afirman haber recibido un mensaje encriptado que les convocaba a acudir a la Fortaleza de la Guardia. La fuente del mensaje es desconocida. La Fortaleza de la Guardia se convierte en un campo de batalla de desconfianza y asesinatos cuando un asesino cambiaformas de origen desconocido acecha los pasillos y cámaras de Erioch. El asesino es atrapado y destruido tras una caza de diecisiete horas, pero no antes de que mueran dos de los cuatro Inquisidores, nueve acólitos y veintitrés Marines Espaciales. [Otros Detalles Clasificados]"
- —Notas del Liber Eriochus, 756.M41
El Incidente de la Víspera de la Ascensión fue un misterioso conflicto librado en el 756.M41 en el interior de la Fortaleza de la Guardia Erioch, en el que se vieron implicados cuatro Inquisidores, más de doscientos Vigías de la Muerte y al menos una docena de seres capaces de adoptar el papel de los guerreros reunidos y atacarles a traición.
Historia[]
Durante largos milenios, los mundos de la Cuenca de Jericho sufrieron en su aislamiento, privados de la salvación concedida por el Imperio y sujetos a cualquier destino que cayese sobre ellos. Señores de la guerra caídos recuperaron su poder, forjando dominios de decenas de sistemas antes de que fueran derribados por sus rivales. Sectas abominables secuestraban las almas de los pueblos de modo que para el M41 sólo un puñado de mundos aún cantaban las alabanzas del Emperador. Los Xenos, esclavistas voraces y carroñeros se cebaron víctima tras víctima de los restos del entonces glorioso Sector Jericho, y mientras tanto, la pústula corruptora de la Anomalía de Hadex se hinchaba y expulsaba la materia pura del en el vacío.
Durante toda esta época, los Vigías de la Muerte se mantuvieron firmes. Intervinieron raramente en los asuntos de los mundos de la Cuenca de Jericho, pues por más que cayeran los mundos la Larga Vigilia se enfrentaba a una amenaza aún mayor,la cual amenazaba a toda la Franja Este. La verdadera naturaleza del enemigo en la Cuenca de Jericho es en gran parte desconocida, incluso para los más altos señores de los Vigías de la Muerte y de los Ordos, aunque seguramente está relacionado con la oscuridad que algunos llaman el Patrón Oscuro. Fuese cual fuese la verdad, todo cambió en el 755.M41, cuando la fragata imperial Lanza de Tarso llegó a la puerta disforme mientras atravesaba los Márgenes del Halo, más allá del Sector Calixis. Dos décadas más tarde, la Cruzada de Achilus descendió sobre los mundos redescubiertos más allá, decidida a devolver a la Cuenca de Jericho a la luz del Emperador o destruirlo todo y reconstruirla de sus ruinas.
Menos de un año después del descubrimiento de la puerta, mucho antes de la ascensión de Tiber Achilus al rango de Señor de la Guerra, ocurrió un incidente en la Fortaleza de la Guardia Erioch que sigue siendo uno de los acontecimientos más inquietantes e inusuales que han transcurrido allí en muchos años. El hecho de que este acontecimiento ocurriese con esa precisión de tiempo solo profundiza el misterio, el cual décadas después aún no ha sido descubierto.
El incidente comenzó cuando los señores de la Fortaleza de la Guardia Erioch recibieron los identificadores cifrados que les informaban de la llegada inminente de cierto número de inquisidores. Esto en sí no era inusual, ya que incluso durante el largo aislamiento de la Cuenca de Jericho, la Inquisición y los Vigías de la Muerte tenían otros medios de ir y venir de la región, medios que permanecen en un secreto absoluto. Baste decir que estas rutas no utilizan la por entonces desconocida Puerta Disforme Jericho-Fauce.
Una llegada inesperada[]
En esta ocasión tan particular, la transmisión indicaba la llegada de cuatro grupos separados, todos ellos encabezados por un inquisidor, llegados para dirigirse a la Cámara de Vigilancia. El primero en llegar fue un Lord Inquisidor del Ordo Xenos, un hombre conocido por los Vigías de la Muerte de la Cuenca de Jericho por su reputación pero no por contacto. El segundo fue un cazador de brujas del Ordo Hereticus, un veterano verdugo de mundos cuyos pogromos eran infames en toda la Franja Este. El tercero era un cazador de demonios del Ordo Malleus, un hombre que tenía una docena de sobrenombres distintos, ninguno de los cuales era su verdadero nombre. La afiliación del último es y sigue siendo un misterio total, un inquisidor con guadaña y que respondía al nombre de Lady Saturn.
Anticipándose a un cónclave reunido para alguna causa de extrema importancia, la Cámara de Vigilancia se reunió con los extraños. Sin embargo, no tardó en demostrarse que los inquisidores no sólo eran extraños a los Vigías de la Muerte, sino a los demás. La confusión pronto se convirtió en sospecha, ya que cada uno exigía saber por qué se había solicitado su presencia. Cada uno afirmó haber recibido un mensaje codificado con los más altos niveles de autoridad, afirmando que su asistencia a la Fortaleza de la Guardia Erioch era vital para el Imperio. Cuando quedó claro que la citación no había sido emitida por ninguno de la fortaleza el Señor Vigía y sus consejeros ordenaron la alerta total en toda la instalación, sospechando una treta de la peor clase. Antiguos engramas de defensa se encendieron, las Divisiones Exteriores se reconfiguraron en un laberinto impenetrable, vigilado por miles de armas centinela con espíritus guías. La fortaleza era el hogar de alrededor de un centenar de hermanos de batalla en ese momento, los cuales se reunieron para defenderla contra el inminente ataque.
Las recriminaciones se condensaban el aire y la violencia estaba a una chispa de estallar cuando se recibió otra corriente de transmisiones cifradas. Sospechando una trampa destinada a engañar al Señor Vigía para que bajara sus defensas, los señores de los Vigías de la Muerte ordenaron una holo-pictocaptura táctica para averiguar qué estaba pasando. Ninguno podría haber anticipado la fuente de las señales. No una, sino decenas de naves del Adeptus Astartes estaban acercándose a la fortaleza, todas y cada una de ellas transmitiendo códigos correctos de autentificación de los Vigías de la Muerte.
En condiciones de máxima precaución, estos extraños fueron admitidos a la Fortaleza de la Guardia Erioch. Llegaron en el transcurso de varias horas y, al igual que los inquisidores, todos delcararon que habían sido convocados a la Cuenca de Jericho por medio de una señal codificada que llevaba el más alto nivel posible de autoridad. Desde la Nebulosa de Cthugha hasta la Región Velada, las fortalezas de guardia de toda la galaxia habían recibido la petición de ayuda y habían enviado a hermanos en solitario y, en algunos casos, a Equipos de Eliminación completos como respuesta.
Que tal señal pudiera ser enviada de forma que todos los guerreros que respondieran a ella llegaran a la Fortaleza de la Guardia Erioch en cuestión de horas de diferencia desafiaba toda creencia. Dada la transmisión de mensajes y naves a través de la Disformidad, tal cosa simplemente no debería haber sido posible. Peor incluso era el hecho de que no había rastro de señal alguna que se hubiera transmitido desde Erioch, incluso con los sondeos de datos más exhaustivos.
Tensa alianza[]
Minutos después de que el último de los hermanos de batalla abordara la fortaleza, los acontecimientos tomaron un giro drástico y sin precedentes. Los registros no indican quién hizo el primer disparo o, si lo hacen, los archivos han sido sellados más allá de toda esperanza. Algunos sostuvieron que fue un mal funcionamiento de las armas, pero pocos creen tal explicación. Más bien, en algún lugar de los oscuros y silenciosos pasillos de la Fortaleza de la Guardia Erioch, un hermano de batalla disparó contra otro, con el inconfundible sonido de proyectil bólter detonando dentro de la carne haciendo eco por los claustros perseguidos por la edad.
Quienquiera que fuese el que hizo el primer disparo, no pasó mucho tiempo antes de que un feroz tiroteo estallara en el nártex de los Grandes Osarios. Los esqueletos de grandes bestias xenos proveyeron de una cobertura improvisada mientras se escuchaban gritos y órdenes cortantes de alto el fuego. Pronto, el silencio reinó una vez más y cuando el humo se disipó llegó el Señor Vigía, exigiendo con una furia mal disimulada una explicación. Dos hermanos de batalla, uno desconocido en la Cuenca de Jericho y el otro veterano de la fortaleza, estaban muertos. Peor aún, ninguno de los guerreros presentes podía ofrecer una explicación satisfactoria del por qué. Antes de que el asunto pudiera ser investigado más, un triste claxon empezó a sonar desde otro sector de la vasta fortaleza, cpn más disparos resonando por los pasajes. Había estallado otro tiroteo, uno que presagiaba una batalla que consumiría a toda la fortaleza antes de que se restaurase el orden.
El caos que se produjo a continuación fue sometido posteriormente a la más estricta de las investigaciones, cuyos hallazgos han sido sellados en los niveles más profundos de las bóvedas de datos de la fortaleza y sólo son accesibles a un puñado de individuos. Con los informes de acción y las capturas de holoproyectores los investigadores vieron una película que mostraba a hermanos de batalla disparando contra los hermanos más cercanos sin provocación alguna, rompiendo los más solemnes votos como si no significaran nada. Pronto reinó la desconfianza y la ira, con guerreros agrupados en bandas de conocidos. Pero incluso éstos grupos se rompieron, hermanos que habían servido en el mismo equipo de eliminación durante años y que ahora se mataban sin motivo. Ninguno estaba a salvo; desde el más humilde siervo hasta los más altos señores de la fortaleza, todos quedaron sumidos en la anarquía.
En mitad del derramamiento de sangre y la locura, los cuatro inquisidores y un puñado de oficiales de los Vigías de la Muerte, incluido el Señor Vigía, se unieron para descubrir lo que estaba sucediendo y formular un medio para detenerlo. Reuniendo habilidades altamente especializadas y a menudo esotéricas, adquiridas tras enfrentarse a todas las posibles amenazas al Imperio de la Humanidad, el cónclave consideró todas las posibilidades. La más obvia era una posesión por parte de algún habitante de la Disformidad, pero el cazador de demonios del Ordo Malleus no podía sentir tal presencia en la fortaleza. El del Ordo Xenos examinó el aire en busca de un microbio que pudiera estar controlando los cerebros de los beligerantes, un fenómeno no inaudito, pero no encontró nada. El cazador de brujas usó sus poderes para buscar cualquier efecto psíquico en juego, pero aparte de la resonancia intrínseca de la fortaleza no percibió más. Por último, Lady Saturn activó un dispositivo de ascendencia arcanotecnológica y con él intentó explorar el tejido mismo del espacio/tiempo en busca de cualquier pista; nada.
Con los inquisidores, cada uno con sus propios séquitos de sabios y especialistas, incapaces de resolver el misterio, recayó en la manos de los Vigías de la Muerte el determinar lo que estaba sucediendo. Los señores de la Cámara de Vigilancia salieron a los pasillos y claustros de la fortaleza, pasando entre los guerreros y hablando con cada uno a su vez. Tods y cada uno de los hermanos de batalla habían presenciado, enfrentado y derrotado en los campos de batalla del M41 a lo peor que la galaxia podía echarles, reafirmando su creencia de que cada uno poseía una fracción de la inmensa gracia del Emperador. Tales experiencias estaban grabadas en el alma misma, una marca de honor inconfundible para todos los que la conociesen. A medida que los señores iban de cámara en cámara intercambiaban breves palabras pero que llegaban a lo más profundo del alma de los soldados. Tras detenerse para hablar con un hermano en el vestíbulo exterior del Bestiarium Xenos, el Señor de la Santidad vio en los ojos de su par algo distinto a la pureza de la voluntad del Emperador. Era una mancha, nada más que un destello de oscuridad, pero el veterano oficial de los Vigías de la Muerte supo en un instante lo que significaba. No era Adeptus Astartes; un infiltrado.
En el mismo instante en que el Señor de la Santidad declaró la presencia del impostor, una ráfaga de plasma redujo su cuerpo a cenizas. Sin embargo la advertencia fue escuchada y la batalla entró en una nueva fase.
De caza[]
Desenmascarado, el intruso inició una orgía de violencia que amenazó con engullir a toda la fortaleza. Ante el desconocimiento de si este enemigo era un único intruso o si algunos de los recién llegados eran sus aliados, los señores de la Cámara de Vigilancia continuaron sus interrogatorios, aunque con mayor cautela. Sin embargo, un hecho inquietante fue que el intruso parecía ser un hermano bien conocido por el Señor de la Santidad, llevándoles a la conclusión de que se estaba usando alguna forma de dominación o imitación. Los señores no tuvieron más remedio que dar a conocer sus averiguaciones a todas las fuerzas, aunque al hacerlo esperaban conducir al infiltrado o a los infiltrados a alguna acción que los desenmascarara.
El intruso demostró ser un enemigo astuto y un experto en volver a hermano contra hermano. Señales dispersas inundaron la red de vox, evidentemente diseñadas para sembrar discordia y confusión entre el Adeptus Astartes. Sin embargo, tal cosa estuvo lejos de ser fácil de lograr, y pronto los marines estuvieron en plena búsqueda de al menos un infiltrado confirmado. A medida que la presa fue cercada, acorralándola en la cámara exterior del Santuario de San Nuaan, los Vigías de la Muerte vieron que la figura ante ellos no podía ser un verdadero Marine Espacial. Sus ojos brillaban ahora con un fuego actinio y su voz resonaba desde un abismo distante. Fuera lo que fuese, el infiltrado parecía llevar la servoarmadura y llevar el armamento de un miembro del Adeptus Astartes, y no sin cierta repulsión que los hermanos se dieron cuenta de que también llevaba la carne de un guerrero con el que habían servido varios de ellos. Después de acorazar sus corazones, los marines abrieron fuego con tal ferocidad que no quedaron más que cenizas del infiltrado. Sin embargo y momentos después otro infiltrado se reveló en otra parte de la fortaleza, manteniendo e intensificando la batalla durante otras diez horas antes de que todos fueran acorralados y asesinados. El último cayó mientras los pasillos de la Fortaleza de la Guardia Erioch resonaban con el sonido de las campanas que llamaban a la oración de medianoche y tras producirse los últimos gritos, el silencio por fin descendió sobre los claustros cubiertos de cadáveres.
La investigación subsiguiente determinó que al menos una docena de hermanos de batalla habían sido de alguna manera dominados por alguna presencia completamente extraña, o en algunos casos potencialmente muertos y reemplazados con un clon casi perfecto. La verdadera naturaleza del enemigo nunca ha sido descubierta, o si lo ha hecho, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de los incontables que tienen los Vigías de la Muerte. A pesar de esto, se han hecho numerosas mejoras a las medidas de seguridad de la fortaleza, en particular las Salas Exteriores, las cuales están siendo sujetas a un extenso y amplio programa de refuerzos y mejoras.
De los innumerables enemigos que podrían haber sido responsables de esta infiltración sin precedentes, existen varias posibilidades. Suponiendo que los inquisidores tuvieran razón al descartar la posesión demoníaca, invasión microbiana o parasitaria, dominación psíquica y manipulación temporal, sólo quedan un puñado de posibilidades. De éstos, los Escarabajos Cepomentales Necrones, Infiltradores Slaugth y Cambiaformas Lacyrmole son los principales sospechosos, a pesar de que algunas fuentes afirman que estos últimos fueron exterminados hace diez milenios. Sin embargo, existe una última posibilidad, y se cree que está relacionada con el hecho de que la cuarta inquisidora, la del ordo sin nombre, desapareciera sin dejar rastro en algún momento de la batalla. Tal vez los infiltrados eran la vanguardia de un enemigo todavía desconocido, desde algún tiempo o lugar más allá del Imperio de la Humanidad.
Fuentes[]
- Deathwatch: The Emperor's Chosen (Juego de Rol).