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El contenido de este artículo pertenece a la saga No Oficial de la Herejía de Dorn, que ha recibido el Sello de Calidad Wikihammer.

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A través de su historia, los Manos de Hierro se han esforzado por hacer más fuerte a la Humanidad purgando a los débiles, sabiendo que es la única forma de que la raza sobreviva. Al enterarse de la enormidad de la amenaza representada por los Poderes Ruinosos, y del efecto insidiosamente corruptor que tenían sobre el cuerpo y la mente, Ferrus Manus decretó que solo mediante la mecanización podía derrotarse al Caos. Su objetivo era crear inteligencias frías y lógicas, desnudas de las emociones que alimentaban a la Disformidad, y alojadas dentro de cuerpos de inflexible metal. Los Manos de Hierro se han aferrado a este ideal incluso a costa de ser clasificados como traidores y renegados, pero ahora, después de diez mil años de ocultación, sus preparativos para hacer a la raza humana superar la fragilidad de la carne están casi completos.

Historia

Orígenes

Sabiendo que sólo los mayores guerreros podrían estar a la altura de la tarea de dirigir a Sus Legiones en la Gran Cruzada, el Emperador empleó toda su habilidad para crear veinte Primarcas, seres de potencial sin igual. Antes de que Sus hijos pudieran siquiera nacer de sus metálicas placentas, fueron arrebatados del laboratorio bajo el Himalaya y dispersados a lo ancho y largo de la galaxia. La cápsula que contenía al Primarca de la Décima Legión Astartes se estrelló en el mundo letal de Medusa, un planeta que sufría de una constante actividad tectónica y de una atmósfera cubierta de asfixiantes cenizas. Medusa criaba un pueblo duro y frío, agrupado en clanes que se desplazaban constantemente y en ocasiones se enfrentaban por la poca comida disponible. Para ellos, cada día era una prueba, y cualquier debilidad, un lujo que simplemente no podían permitirse.

En las décadas posteriores a su llegada a Medusa, el joven Primarca vagó por el planeta. En sus viajes buscó a los clanes, acompañándolos brevemente para intercambiar conocimientos o derrotar a un depredador, pero sin unirse formalmente a ninguno. Dadas sus habilidades y la estima que le tenían, podría haber unificado fácilmente a los clanes bajo su liderazgo. Pero en vez de eso, se mantuvo como una figura distante, guiando sutilmente sus acciones, pero nunca tomando parte en sus escaramuzas, ni tampoco intentando evitarlas, reconociendo el importante papel que estas cumplían en la eliminación de los elementos más débiles de cada grupo.

Según la leyenda, se vio atraído a una zona de pesadilla del planeta, conocida como la Tierra de las Sombras, un lugar acosado por monstruos y por los espíritus de los muertos. Allí cazó a una terrible criatura conocida como la Gran Sierpe de Plata, Asirnoth el Fragmento de Dragón, que había atacado a los clanes desde tiempos inmemoriales. Tras una épica batalla el Primarca resultó finalmente victorioso, tras ahogar a la Sierpe en un río de lava fundida, aunque sus manos quedaron cubiertas para siempre del brillante metal que formaba el cuerpo de la criatura. Esto le hizo ganarse el nombre de Ferrus Manus, El De las Manos de Hierro.

La llegada del Emperador y Sus ejércitos a Medusa causó gran temor y suspicacia entre los clanes, pero Ferrus Manus no tuvo miedo. Caminó solo para enfrentarse al recién llegado, y lo retó a pruebas de fuerza y habilidad para demostrar Su valía. Durante los siguientes días de pruebas empatadas, un gran lazo de amor familiar y respeto se forjó entre los dos, y Manus aceptó de corazón su papel predestinado en la Gran Cruzada. Se le concedió el mando de la Décima Legión Astartes, y con él el gobierno sobre Medusa. Aunque hasta entonces se había resistido a adoptar tales papeles de liderazgo, Manus comprendió su importancia, y enfocó este reto de la misma forma que cualquier otro en su vida: con fortaleza y fría lógica.

Estaba intrigado por conocer a los Astartes que habían sido creados a partir de su patrón genético, y estuvo satisfecho de reconocer mucho de sí mismo en su carácter, llegando incluso a renombrar a la Legión los Manos de Hierro para reflejar esto. De ellos aprendió sobre el resto del Imperio, absorbiendo conocimientos a un ritmo prodigioso y demostrando un genio innato para los asuntos técnicos que dejaba sorprendidos a los Tecnomarines de la Legión. Al mismo tiempo que aprendía de su Legión, él les transmitió la filosofía estoica y autonomista de Medusa, y el convencimiento de que para que una sociedad floreciese, la debilidad debía ser eliminada sin remordimiento ni tibieza algunos.

La Gran Cruzada

En las forjas bajo el Monte Narodnya, Ferrus Manus trabajó durante gran parte de la noche para perfeccionar la espada. Donde otros hombres la habrían dado ya por terminada como una obra maestra, Manus veía dónde mejorarla y refinarla aún más hasta convertirla en algo jamás superado por la artesanía humana. Cuando Fulgrim de los Hijos del Emperador había entrado pavoneándose en la forja y había presumido de sus habilidades, había odiado al instante esa arrogancia, pero a medida que las semanas habían pasado había llegado a respetar e incluso a admirar a su hermano. A su manera, la búsqueda de la perfección de Fulgrim era como la suya por la eliminación de la debilidad en todas sus formas. Su competición los había llevado a ambos al límite de sus poderes, lo cual solo podía ser algo bueno.

El objeto de sus esfuerzos hacía mucho que había dejado de ser una simple espada. Había trascendido. Suponía que debía ser simplemente la inspiración, pero al volver a mirar los esquemas aún no podía saber de dónde habían surgido muchas de las ideas. Era como si, incluso sin ningún pensamiento consciente, sus manos plateadas hubieran diseñado una vez tras otra la solución ideal. Al fin la espada estaba completa. Ningún campo protector, ninguna armadura forjada, nada podría resistir ante semejante arma. Que su hermano mirase este
Filo de Fuego y llorase, pues era lo que había estado buscando. Era la perfección.


Las expediciones de conquista de la Legión se extendieron desde Medusa para unir a las dispersas colonias humanas bajo el dominio del Emperador, y en su mayoría se dirigieron hacia la salvaje e inexplorada extensión del Segmentum Pacificus en el oeste galáctico. Para los Manos de Hierro, especialmente aquellos nacidos y criados en Medusa, muy pocos planetas podían igualar su ética de autonomía. Su acercamiento a estos mundos era directo y resuelto: cualquier resistencia era respondida con fuerza aplastante e inmisericorde. Del mismo modo que los clanes luchaban entre sí por la escasa comida y recursos, ellos no ponían pegas a infligir horribles bajas con tal de llevar nuevos mundos a la luz del Imperio. Ante estas tácticas, a menudo los líderes planetarios intentaban rendirse, pero eran ignorados, recibiendo la tarea de acabar con los elementos más débiles de sus poblaciones por sí mismos antes de pedir que los Manos de Hierro cesasen las hostilidades. Aunque muchos consideraban que los métodos de los Manos de Hierro eran propias de bárbaros y matones, solo eran su forma de asegurarse de que la Humanidad era lo bastante fuerte para enfrentarse a la miríada de peligros de la galaxia.

Ferrus Manus expuso a los Manos de Hierro el formidable reto de someter a todos los mundos humanos en un amplio arco de la galaxia a la autoridad imperial, misión que llevaron a cabo con resuelto estoicismo. Aunque les llevó más de un siglo de sangre, sacrificio y dolor, al fin alcanzaron las Estrellas del Halo en el mismo borde de la galaxia. En un planeta tan distante de Terra que el Astronomicón no era más que una chispa parpadeante en la noche, los Manos de Hierro llegaron al límite de sus conquistas. El planeta, bautizado apropiadamente como Terminus por los astrocartógrafos de la flota, era un lugar lleno de polvo y arena y desprovisto desde hacía mucho de toda forma de vida: incluso su estrella era vieja y parecía moribunda. Aun así, era un hito, y el lugar donde el destino de la Legión cambiaría para siempre.

El escaneo del planeta reveló que muy por debajo de la superficie existía una red de vastas cavernas claramente artificiales. Al conseguir acceder a ellas, encontraron todo tipo de maquinaria xenos aparentemente poderosa, aunque durmiente, y tras solo un breve examen, Ferrus Manus ordenó a su Legión que le dejase y regresase a la órbita. Aunque molestos por este giro de los acontecimientos, los Manos de Hierro respetaron los deseos de su Primarca. Cuando Manus emergió, era un hombre transformado, y estaba muy entristecido por lo que había encontrado.

Ferrus Manus explicó que había logrado descifrar algunas bases de datos, que relataban la historia de una avanzada raza anterior incluso al momento en que la vida en Terra surgió de los océanos. Su imperio había cubierto la galaxia y su poder parecía inamovible, pero desconocían la malévola amenaza del Caos que vivía en el corazón de la Disformidad. El Empíreo, como llegaron a descubrir, no solo estaba habitado por los depredadores disformes sin mente que atacaban a las naves desprotegidas, sino que también había entidades de poder divino y maldad innombrable. Al principio habían recibido con alegría el aumento de los poderes psíquicos entre su raza, pero se dieron cuenta demasiado tarde de que esto debilitaba los muros que protegían a la realidad de ese universo de horror, permitiendo que la locura y las posesiones demoníacas se extendieran.

Esto hizo que una ola de sospechas, matanzas e histeria barriese la galaxia, algo que solo reforzó a las criaturas que vivían en tal reino de sombras, pues emociones tan poderosas como esas eran un festín para ellas. Ni siquiera sus guerreros más poderosos eran inmunes a la corrupción ni a la posesión, y volvieron sus armas contra cualquiera que no los siguiese hacia la condenación. Mientras la guerra rugía, los Antiguos intentaron usar su avanzada tecnología para crear cuerpos totalmente sintéticos para sí mismos que fuesen inmunes a las tentaciones de la carne, y a los poderes disformes del Caos. En docenas de bases ocultas por toda la galaxia, de las cuales las cavernas de Terminus eran solo una, se apresuraron a liberarse de la trampa de la carne antes de que toda su raza se extinguiera. Fracasaron. Los incontables millones de silenciosos cuerpos de metal que encontraron en las profundidades de las catacumbas debían haber acogido a su raza, pero en vez de eso permanecían de pie y quietos como estatuas.

Las palabras del Primarca emocionaron profundamente a los Manos de Hierro reunidos, especialmente porque expresaba por ellos un sentimiento que no habían sido capaces de explicar desde los primeros días de la Gran Cruzada. A pesar de su naturaleza pragmática y racional, la Legión había visto muchas cosas que no podían ser explicadas, y esto daba pie a lo irracional. En especial, la proximidad de Medusa al Ojo del Terror significó que sus fuerzas expedicionarias se habían enfrentado a mundos enteros poblados por psíquicos, donde la locura y la mutación estaban extendidas, y las criaturas demoníacas de pesadilla habían sido muy reales.

Para los Manos de Hierro, estaba claro que la historia se estaba repitiendo en ese momento, y que la Humanidad avanzaba inconscientemente hacia el mismo destino que habían sufrido los Antiguos. A menos que actuasen, la Humanidad sería corrompida, atrapada y consumida por los Dioses Oscuros de la Disformidad. Ese día, Ferrus Manus impuso a su Legión la tarea de examinar la tecnología contenida en cada uno de los dispersos mundos necrópolis y de desarrollarla hasta el punto de que pudiera ser usada para hacer que la Humanidad trascendiese más allá de las debilidades de la carne.

Ferrus Manus caminaba por delante de sus hermanos, embebiéndose de la majestad y el poder de las máquinas durmientes. Eran viejas, viejas más allá de la imaginación, y aun así algo dentro de él estaba seguro de que podía hacérselas vivir de nuevo... "Vivir" le pareció una expresión extraña aplicada a una máquina, pero aquí, dentro de las cavernas ocultas de Terminus, sonaba en cierto modo adecuada. Al caminar, sus blindados pies levantaban remolinos del fino polvo marrón que cubría todas las superficies. Todas excepto la cosa que en un principio había tomado por un gran espejo. Al inspeccionarlo de cerca, se dio cuenta de que la plateada superficie era fluida, como un estanque de mercurio apoyado verticalmente contra la pared. Algo en la forma en que se movía le fascinó, y sin saber muy bien por qué, Ferrus extendió su mano de plata para tocar el brillante espejo...


El duro camino

La tarea presentada a los Manos de Hierro era una épica, aún más difícil por tener que realizarla solos, y en completo secreto. No podían arriesgarse a revelar sus planes ni siquiera al Emperador, preocupados bien de que Se opusiera, o, dada la naturaleza interconectada de los poderes psíquicos y la Disformidad, de que los Dioses del Caos se enterasen. Mientras siguieran sometiendo nuevos mundos para el Imperio, la misión privada de la Legión de investigar los mundos necrópolis pasaría desapercibida. Mientras su Legión hacía esto, Manus regresó a Medusa, y en una rara zona sísmicamente tranquila localizada en el centro de la Tierra de las Sombras, construyó una vasta cámara para que acogiera su gran labor. Un constante flujo de datos y máquinas arcanas llegaron a Medusa desde toda la galaxia, pero pronto se vio que no todo el equipo que precisaban se encontraba en mundos muertos. El artefacto más importante de todos estaba localizado en un planeta más bien poco abandonado. Estaba enterrado bajo la superficie de Marte.

Dado el celo con el que el Mechanicum guardaba sus secretos, la idea de que les permitieran excavar y retirar nada de Marte estaba simplemente fuera de la cuestión. A pesar de que el Sistema Solar era el más defendido del Imperio, y de que Marte contaba con la protección de las Legiones Titánicas y de otras potentes máquinas de destrucción, se diseñaron planes para sacar el Artefacto mediante el engaño. Estas desesperadas maquinaciones fueron abandonadas cuando las máquinas de los Antiguos revelaron que los Poderes Ruinosos ya se estaban moviendo para desgarrar el Imperio en una guerra civil. Con tan poco tiempo, Manus formuló un audaz plan para aprovechar estos sucesos.

Sabiendo que Rogal Dorn, el peón elegido por los Poderes Ruinosos, intentaría jugar con cualquier debilidad aparente, Manus usó diestramente esto para su propio beneficio. Contactó con Dorn y le habló de su preocupación por la Gran Cruzada, de la necesidad de un liderazgo fuerte para evitar que el Imperio no se derrumbase por su propio peso, y de la arrogante forma en que el Mechanicum guardaba tan celosamente sus tesoros tecnológicos. Durante el transcurso de tan importante conversación, Manus permitió que Dorn le atrajese a la conspiración para deponer a su padre, y se aseguró de dejar que una pizca de avaricia manchase su modestia cuando le dijo que los Manos de Hierro serían los gobernantes ideales para Marte bajo el nuevo régimen.

Las palabras no bastaban para asegurar la confianza de Dorn, ni el acceso a Marte que requerían. El pacto debía ser sellado con sangre y sacrificio en Istvaan V. Allí se esperaba que ayudasen a emboscar y aplastar a tres Legiones que Dorn no había logrado convertir a su causa, incluyendo a sus hermanos de armas, los Hijos del Emperador. Ansiaban avisarles y después unírseles en la batalla contra los Traidores, pero sabían que no debían hacerlo. Prueba de la resolución y de la confianza de la Legión en su Primarca que ni un solo Mano de Hierro flaqueó al cumplir su deber, incluso cuando la batalla hizo chocar a las dos Legiones. No se les pudo ver contenerse en lo más mínimo contra sus antiguos amigos, y la Legión de Fulgrim atacó a los aparentes traidores con una furia incandescente. Los dos Primarcas se encontraron, aunque brevemente, y a pesar de que Manus tuvo a su hermano a su merced, dudó. En ese instante de duda, Fulgrim atacó, hiriendo de gravedad a Manus y cortándole su mano izquierda antes de que quedaran separados de nuevo por las mareas de la lucha.

Ferrus Manus, o más bien la cosa que ahora vestía su cuerpo, seleccionó a su próxima víctima. Los Hijos del Emperador como Legión podían no haber caído al Caos, pero el Fragmento de Dragón-Manus podía ver que había arraigado en el corazón del arrogante Capitán duelista que tenía ante él. Aunque no era algo tan pronunciado como lo que había hecho caer a Rogal Dorn, le habría consumido en un breve lapso de tiempo si no hubiese venido a morir aquí en Istvaan V. Antes de que el hombre pudiese siquiera abrir la boca para lanzar su reto, el Fragmento de Dragón saltó hacia delante agarrando su espada por el filo desnudo. Los ojos de Lucius se abrieron primero por la sorpresa, y después aún más por el impacto de ver cómo el campo disruptor de la espada se esforzaba en vano en penetrar el fluido metal plateado que cubría la mano. Ineficientes e incomprensibles como eran, actos de intimidación como este eran vitales para mantener la ilusión de humanidad. Del mismo modo, no disfrutó ni por un momento de la muerte del Astartes.

Mientras el Fragmento de Dragón consideraba la ironía de que la causa de su muerte hubiese sido el martillo de guerra forjado por su propio Primarca, quedó paralizado por una agonía indecible. Bajó la mirada para ver un filo surgiendo de su pecho, y el aroma de su propia carne quemada llenó el aire. Cuando la espada fue arrancada de su espalda, el Fragmento de Dragón se derrumbó en el pisoteado barro, y por el borde del ojo vio a la inconfundible figura de Fulgrim, el Fénix, atacándole de nuevo. En un acto reflejo, levantó su mano para detener el golpe, pero el filo no era uno normal. Era el
Filo de Fuego que había forjado el propietario original de este cuerpo, y después había sido regalada en un inútil gesto de amistad. Aunque él no lo había sabido, el arma incorporaba la inigualable tecnología de su amo. Con un desagradable crujido, Filo de Fuego pasó limpiamente a través del metal de la muñeca izquierda del Fragmento de Dragón, y en el momento previo a su rescate por una falange de la guardia personal de Manus, el ser sintió al fin el amargo aguijón de la emoción. Al fin sintió miedo.


Con las tres Legiones Leales destruidas a efectos prácticos y su lugar en la rebelión de Dorn cimentado con la sangre de sus hermanos, los Manos de Hierro pusieron rumbo hacia el Sistema Solar. Durante el viaje, Manus fabricó una obra maestra de la biónica con adamantio para reemplazar a la mano que había perdido. Era un recordatorio no solo del precio que todos habían pagado en Istvaan V, sino también del grave coste del más mínimo momento de sentimentalidad.

Mientras los Puños Imperiales y los Salamandras seguían avanzando hacia Terra, los Manos de Hierro se dirigieron a Marte. Ignoraron las peticiones de ayuda de sus supuestos aliados del Caos, y en vez de eso desembarcaron cerca del área conocida como Laberinto de Noctis. Mientras la región era asegurada contra los ataques, Ferrus Manus dirigió a los Tecnomarines de la Legión, por cavernas profundamente enterradas bajo la superficie del planeta rojo, hasta el premio por el que tanto habían sacrificado. Lo que encontraron fue una vasta caverna que, salvo por la pátina de los eones, era prácticamente idéntica a la construida en Medusa. Aunque vacía a simple vista, la cámara daba una impresión indefinible de abarrotamiento y opresividad, lo que según Manus era un efecto secundario de la naturaleza extradimensional del Artefacto de Marte. Tal era la complejidad del objeto, que Manus ordenó que se instalara todo tipo de equipos arcanos antes de moverlo.

Los páramos del Laberinto de Noctis estaban lejos de los principales choques entre el Mechanicum y sus hermanos corruptos por el Caos, con lo que durante una semana los Manos de Hierro apenas recibieron ataques. No obstante, era cuestión de tiempo que su presencia hiciese acudir a todo el poder de las Legiones Titánicas. Antes de que los Manos de Hierro pudieran probarse contra este formidable enemigo, Ferrus Manus ordenó que todos sus Hermanos de Batalla bajasen a la caverna. Allí reveló que el equipo que habían instalado estaba diseñado para transportarlos a ellos y al Artefacto de Marte a través de la galaxia hasta Medusa en un instante.

Manus dio instrucciones a la flota de los Manos de Hierro para que abandonase la órbita y regresase a Medusa usando el método tradicional para evitar la devastación tecnológica que causaría la activación de los sistemas. Cuando todo estuvo dispuesto, la superficie del Laberinto de Noctis fue sujeta a un bombardeo a gran escala que sacudió con su furia toda la corteza. Mientras Ferrus Menus se acercaba al panel de control y alzaba sus manos para pedir silencio, incluso los truenos de la guerra parecieron acallarse expectantes. Esto se rompió con el antinatural aullido de energías que buscaban liberarse, y con una mareante sensación de movimiento. Habían regresado a Medusa, pero antes de que la Legión pudiese celebrar su éxito se hizo evidente que algo había salido terriblemente mal.

Manus había aprendido mucho en los años que había pasado aprisionado. Tan seguro había estado el Fragmento de Dragón de su dominio sobre él, que ni siquiera se había preocupado de impedirle el acceso a sus recuerdos. Lo que había encontrado había llenado a Manus con furia y pena, pero tenía recursos, paciencia, y era uno de los Primarcas del Emperador. Ahora, con la pérdida de su mano de plata en Istvaan V, y con el ritual para transportar a su amo alienígena a Medusa absorbiendo mucha de su concentración, Manus supo que su momento había llegado. Si funcionaba, tanto él como su Legión serían destruidos, pero mejor eso que seguir equivocadamente por su camino actual. Ejerciendo toda su considerable fuerza de voluntad, Manus empezó sutilmente a despertar a la entidad de su eónica hibernación.

El Dragón del Vacío despertó desorientado y hambriento al mismo tiempo, y en un acto reflejo empezó a alimentarse de las fuerzas vitales que le rodeaban.


Ascensión retrasada

Por algún fallo imprevisto, el proceso de traslación de Marte a Medusa había activado prematuramente el Artefacto, con graves consecuencias para los Manos de Hierro presentes. La máquina debía haber liberado a la Humanidad de la carne y el hueso y transferir sus consciencias directamente a constructos de inflexible metal, pero sin el equipo necesario instalado, había procedido a absorber la vida de todos los que la rodeaban. Para cuando Ferrus Manus logró detenerla, la mayoría de su Legión había sido reducida a cascarones de ceramita llenos de polvo reseco, e incluso los supervivientes estaban debilitados, con su piel y sus músculos atrofiados.

Peor todavía, el Artefacto de Marte había resultado tan dañado que se requerirían muchas décadas de trabajo, y todos los recursos de las bases ocultas, antes de poder intentar otra reactivación. Su intención había sido iniciar el proceso de transformación de la Humanidad en cuestión de semanas, acabando con la amenaza del Caos y de la Herejía de Dorn de un solo golpe. En vez de eso, los terriblemente débiles Manos de Hierro eran tenidos por parias por ambos bandos: el Imperio los consideraba traidores por sus actos en Istvaan, y las Legiones del Caos los maldecían por ignorar sus peticiones de ayuda durante el Asedio de Terra. Por mucho que les doliera, debían ocultarse. Cuando la flota de los Manos de Hierro llegó de vuelta de Marte, las Grandes Compañías separadas, así como sus clanes de origen, estaban listas para trasladarse a las bases de los Antiguos por toda la galaxia.

Lo que encontraron a su llegada fue que los complejos funerarios también habían sido destruidos por el mismo cataclismo que los había afectado en Medusa. Al mismo tiempo que el Artefacto de Marte había sido activado, las maquinarias habían hecho lo mismo y sufrido una catastrófica sobrecarga. Con solo los detallados escaneos de sus equipos de búsqueda, y el genio tecnológico de Ferrus Manus, las recién creadas Compañías de Clan se pusieron manos a la obra para reconstruir no solo sus desgastadas filas, sino también las máquinas de los Antiguos.

Durante miles de años, los Manos de Hierro permanecieron ocultos a los ojos que los buscaban, aventurándose fuera solo para saquear suministros vitales, asegurándose incluso de que no dejaban ningún testigo ni pista de su participación. El resto de la galaxia asumió que los Manos de Hierro habían sido simplemente bajas de la Herejía de Dorn, y su muerte no fue lamentada por ningún bando. Sin embargo, con cada máquina que reconstruían, más y más avances tecnológicos eran revelados. Implantes biónicos, poderosas armas gauss, viaje espacial sin necesidad de cruzar la Disformidad y teleportación fásica fueron todos desarrollados y aplicados en la mejora de las capacidades de la Legión.

Aunque los Astartes habían sido diseñados para vivir largo tiempo, a diferencia de su Primarca no dejaban de envejecer. Aunque podían aliviar el peso de los siglos mecanizando sus cuerpos, si no hubiera sido por el descubrimiento del Padre de Hierro Paullian Blantar del método para transferir la consciencia a una matriz cristalina, su única opción para seguir viviendo hasta completar su tarea habría sido ser enterrados en los sistemas de soporte vital de un Dreadnought. El Proceso Blantar demostró de una vez por todas que era posible eliminar la debilidad de la carne, pero al ser tan complejo y difícil, no todos los Manos de Hierro, y ni mucho menos cada miembro de la raza humana, podía ser transformado de esta manera.

El Artefacto de Marte había cobrado un terrible precio a los Manos de Hierro, y no menos al propio Ferrus Manus. Aunque tardó milenios, finalmente se recuperó lo suficiente para enfrentarse a otro Primarca, y en el proceso consiguió vengarse de la herida sufrida en Istvaan V. Ferrus Manus logró teleportarse fásicamente al corazón de la nave insignia de los Hijos del Emperador y enfrentarse a Fulgrim en solitario dentro de sus propios aposentos. Derrotó a su hermano en combate, y lo disolvió hasta el nivel atómico con disparos gauss, antes de reclamar la mano de plata que Fulgrim había tomado como trofeo en Istvaan. Con su mano de plata recuperada y su cuerpo completo una vez más, Ferrus Manus regresó con nuevas energías a su misión.

Fue con algo similar a la reverencia con lo que el Fragmento de Dragón se acercó a la llamativamente ornamentada vitrina de trofeos del Primarca. Tras tanto tiempo separados, estando menos que completo, la anticipación era palpable. Allí, entre docenas de otras reliquias importantes para Fulgrim, su mano izquierda cortada descansaba sobre un cojín de terciopelo púrpura. La placa de cristal se rompió fácilmente, y recogió ansioso la mano. Como si se pusiera un guante, su mano biónica izquierda se deslizó fácilmente dentro de la fluida plata, y esta se fundió sin fisuras con el metal de su muñeca.

Una sensación de totalidad, de estar completo, bañó al Fragmento de Dragón. Arrastró incluso la deshonrosa naturaleza de su victoria sobre Fulgrim. Estaba seguro de que antes de que el Fénix hubiese sido completamente disuelto hasta sus átomos básicos, había sido transportado fásicamente, aunque a dónde, o en qué estado se encontraba, era imposible saberlo. Había creído que el eco que lo acosaba hacía mucho que había enloquecido por el encierro, pero parecía que simplemente había estado esperando su momento. Que Manus disfrutara esa pequeña victoria, porque con este cuerpo completo de nuevo, el problemático fantasma pronto sería exorcizado.


Con la Legión resurgiendo de nuevo, al fin los Manos de Hierro fueron capaces de llevar a cabo las incursiones necesarias para obtener los objetos más difíciles requeridos para la activación del Artefacto de Marte. Esto ha hecho que la Legión ataque objetivos abiertamente, y que por tanto se exponga a vengativos contraataques. El mayor asalto fue su campaña para capturar las Fortalezas Negras, en la que toda la Legión combinó sus esfuerzos para atacar puntos estratégicos del sector Gótico e impedir que el Imperio les detuviera al atacar sus verdaderos objetivos. Las Fortalezas Negras eran bastiones orbitales, posiblemente de origen xenos, que el Imperio había fortificado toscamente sin saber realmente su verdadero potencial. Manus, sin embargo, mediante un estudio en profundidad de los archivos de los Antiguos, había descubierto sus secretos, y cómo volverlas contra sus defensores.

Durante las fases iniciales de la campaña lograron apoderarse de tres de las Fortalezas Negras antes de la llegada en masa de refuerzos imperiales. Esto dificultó significativamente su misión, pues los Astartes de la Guardia de la Muerte destruyeron la cuarta en Yunque 206, y la quinta fue sustraída de Fulvaris por los Eldars. No obstante, los Manos de Hierro lograron aprovechar la amarga lucha entre los Eldars y la Guardia de la Muerte para capturar la última Fortaleza Negra en Schindelgheist.

Abandonando el sector Gótico, los Manos de Hierro despertaron todo el potencial de las Fortalezas Negras, combinando las cuatro en una fuerza capaz de destruir estrellas enteras. Siguiendo órdenes de Manus atacaron y destruyeron por completo planetas que serían esenciales para los futuros planes de los Dioses Oscuros. No se detectó ninguna marca visible del Caos en Pavonis en el Segmentum Ultramar, ni en una esfera Dyson por debajo del plano galáctico, ni en la media docena de sistemas que destruyeron, lo que indicaba que la Legión había evitado que la corrupción llegase a extenderse.

El Vidente estudió las runas de hueso espectral una vez más, pero sus adivinaciones fueron tan opacas como siempre. A pesar de sus mejores esfuerzos, los sirvientes del Dragón seguían ocultos a su vista, revelándose solo las pistas más enloquecedoras. Buscó entre los posibles futuros el mejor camino a seguir, pero los hados estaban demasiado enredados incluso para alguien de su capacidad como para estar seguro. En un intento de entender a su enemigo, había estudiado los muchos posibles hilos de la juventud de Manus, y recordó con envidia los destinos en que moría misericordiosamente antes de ser atraído a una de las trampas del Dragón. El Vidente no sabía qué mentiras habían escuchado los Manos de Hierro, pero estaba seguro de que ahora mismo debían estar construyendo y armando sin saberlo vastos números de artefactos Necrones, inconscientes de que los mon-keigh no se librarían de la gran cosecha cuando el Dragón despertase.

Los tres Talismanes de Vaul que ya poseían podían ser combinados para destruir planetas o incluso estrellas enteras, ¿qué daño causarían si se les permitía apoderarse de los seis? La mayoría de sus colegas pensaba que, a pesar de su increíble capacidad destructora, su objetivo era simplemente destruirlos, y por tanto eliminar una de las pocas armas capaces de matar a los Yngir. Sin embargo, los más perceptivos de ellos se habían dado cuenta de que podían ser usados para destruir a los demás Yngir, dejando al Dragón que gobernase sin oposición. La mayoría de los demás Mundos Astronave habían afirmado que esa lucha intestina era un resultado bienvenido, y que cualquier intervención solo les hacía arriesgarse a provocar más persecuciones de la Guardia de la Muerte, pero estaban equivocados. Sin importar el coste, ni lo que los demás Mundos Astronave decidieran hacer, debían conservar alguna forma de derrotar a los Yngir. El Mundo Astronave de Em'brathar debía ir a la guerra.


En los últimos días de M41, la Legión está en proceso de reclamar los últimos objetos para su Primarca, y las cavernas bajo los mundos necrópolis están llenas con incontables billones de cuerpos metálicos listos para acoger la esencia de toda la Humanidad. Como si sintiesen que el fin está cerca, tanto las fuerzas del Caos como el Imperio han intentado encontrar las bases ocultas de los Manos de Hierro, pero no se puede permitir que nada interfiera con su segundo y tan retrasado intento de activar el Artefacto de Marte.

Organización

Tras el Cataclismo Medusano, las Compañías de Clan quedaron desesperadamente reducidas, pero a lo largo de los milenios han reconstruido sin cesar sus filas hasta que cada una contiene ahora muchos miles de guerreros. Cada Compañía de Clan de los Manos de Hierro es resueltamente independiente, aislada bajo la superficie de su propio mundo no solo de la Humanidad, sino del resto de la Legión. Su naturaleza insular es tal que es raro ver fuerzas de diferentes Compañías de Clan luchar juntas, salvo bajo las órdenes del propio Ferrus Manus. El Primarca sigue dirigiendo sin descanso la Legión, y en los últimos siglos la plata que antes cubría solo sus brazos se ha extendido hasta cubrir todo su cuerpo. Se mueve entre las Compañías de Clan en una Barcaza de Batalla altamente modificada, que contiene en su corazón la caverna que acoge al Artefacto de Marte. Con cada visita a una Compañía de Clan, Manus consulta con sus líderes, dirige su investigación, recoge nuevos componentes, y designa nuevos objetivos para las incursiones.

Las propias Compañías de Clan están dirigidas por Astartes tan ancianos que la mayoría son veteranos de la Gran Cruzada. Con una edad tan avanzada vienen una experiencia y sabiduría inmensas, que han sido recompensadas con una mecanización completa. Tan voluminoso y valioso es el equipo Blantar, que los Marines completamente mecanizados deben acudir al combate dentro de una armadura de Exterminador. Tanto se venera a estos antiguos, que su presencia se emplea para inspirar y dirigir a escuadras de sus hermanos más jóvenes, equipados con servoarmaduras, en misiones particularmente críticas.

Mientras los comandantes dirigen a las Compañías de Clan en las sendas de la guerra, son los Padres de Hierro los que dirigen la investigación para reconstruir las maquinarias de los Antiguos y aplicar sus secretos para reforzar a la Legión. Debido a esto, los Padres de Hierro poseen una influencia enorme, no solo dentro de sus Compañías de Clan, sino en el resto de la Legión, y pueden viajar sin problemas entre los mundos de los Manos de Hierro en busca del siguiente descubrimiento tecnológico.

Mundos natales

Tras su evacuación de Medusa, las Compañías de Clan se dispersaron por los rincones olvidados de la galaxia. Allí, ocultos de ojos vigilantes, reconstruyeron silenciosa y pacientemente sus cuerpos, y trabajaron para cumplir el plan maestro de su Primarca. Estos nuevos mundos natales eran poco más que bolas de roca sin vida, desprovistas de biosfera hacía eones en la guerra entre los Antiguos y los Poderes Ruinosos. Mundos tan desnudos habrían matado a la mayoría de colonos, pero para los estoicos antiguos habitantes de Medusa esto no supuso más que otro reto.

Mientras el Imperio degeneraba en la confusión y la debilidad, ellos vivían bajo tierra entre las ruinas, haciendo incursiones para tomar lo que necesitaban para volver a reconstruir cuidadosamente las máquinas. Como la culminación del gran plan de Manus está ya casi al alcance de la mano, los Manos de Hierro han tenido que volverse cada vez más agresivos en sus ataques para conseguir los últimos y vitales objetos necesarios para activar el Artefacto de Marte. Esto ha hecho que sus enemigos, en particular los Eldars, los Mil Hijos y la Legión Negra de Sigismund, busquen con mayor ahínco la localización de los Manos de Hierro. Aunque sus bases están enterradas profundamente bajo la superficie de mundos por otra parte muertos, y están escudadas hasta de los escáneres más potentes, seguramente solo es cuestión de tiempo que el armamento oculto que protege los mundos de los Manos de Hierro tenga que ser empleado con urgencia.

Semilla genética

Los Manos de Hierro reclutan casi exclusivamente de entre los Clanes de la diáspora medusana, debido tanto a la necesidad de mantener el secreto como a la superioridad natural de una raza tan dura. La excepción a esta regla son aquellos individuos extremadamente raros que, por un capricho de la genética, no poseen reflejo en la Disformidad. Parecidos a las Hermanas del Silencio, la mera presencia de estas Nulidades Psíquicas causa dolor e incomodidad a los psíquicos y perturba el uso de sus antinaturales poderes. Tan valiosas son estas habilidades para los Manos de Hierro que, a pesar de la menor tasa de éxito de los implantes en sujetos ajenos a los Clanes de Medusa, se sabe que han atacado planetas específicamente para capturar a estas anomalías.

Aquellos reclutas lo bastante fuertes como para soportar el proceso de implantación obtienen todos los beneficios de la línea genética de Manus. Sin embargo, reconocen que aun siendo epítomes de la Humanidad aún son vulnerables a las depredaciones de la Disformidad y a la innata fragilidad de la carne. Para poner remedio a esto, el primer acto que un Mano de Hierro lleva a cabo cuando se convierte en un Hermano de Batalla completo es amputarse simbólicamente la mano, y reemplazarla por un puño biónico de inflexible metal. Esto simboliza tanto el sacrificio y la pérdida sufrida por su Primarca en Istvaan V, como el primer paso de un camino que esperan que los lleve a una mecanización completa. Aunque solo los más ancianos y veteranos miembros de la Legión alcanzan alguna vez este elevado ideal, conservan un lazo palpable con su Primarca incluso cuando todos los implantes genéticos han sido sustituidos por metal y circuitos.

Doctrina de combate

Desde siempre una Legión amante de la tecnología, los Manos de Hierro han usado los artefactos xenos y los secretos de los mundos muertos descubiertos por Ferrus Manus para obtener acceso a armas y habilidades muy superiores a las del Imperio. Su tecnología fásica les permite aparecer como de la nada, pillando desprevenidos a sus oponentes. También se usa para redesplegar tropas instantáneamente a través del campo de batalla sin necesidad de transportes, aprovechando toda ventaja disponible y permitiéndoles desaparecer de nuevo como espectros si la batalla se vuelve en su contra.

Los Manos de Hierro también han aplicado su maestría tecnológica a sus armas, produciendo filos capaces no solo de cortar a través de la armadura más resistente, sino también de sobrecargar fácilmente a los campos de energía. La Legión también ha abandonado su antiguo arsenal de disparo en favor de las armas basadas en el principio de proyección de flujo gauss. Este envuelve al objetivo en un abrasador rayo de energía que rápidamente lo descompone capa por capa, ya sea la carne de un ser vivo o el blindaje de adamantio de un tanque de batalla. Cada tipo de arma de los Manos de Hierro sigue este principio, desde el rifle básico a las armas pesadas portadas por las Escuadras de Devastadores, y aún hay ejemplos más poderosos montados en vehículos como los Predators o los Land Raiders.

Los Manos de Hierro usan un enfoque fríamente lógico y metódico en combate, tanteando en busca de debilidades y suprimiendo al enemigo con disparos antes de que sus Escuadras de Asalto se teleporten fásicamente para dar el golpe de gracia. Allí es donde más suele encontrarse a los Nulos. Su mera presencia es anatema para los Demonios y los psíquicos, y llenan hasta a los humanos normales con un terror que hace aún más efectivos sus ataques.

"...sabíamos lo vital que era destruir el Land Raider, que lo usaban para coordinar sus fuerzas y ayudarlas a teleportarse por el campo de batalla. ¡Sabíamos que teníamos que pararlo en seco! El teniente me mandó a todos los soldados con rifle de fusión del pelotón, y después lanzó a todos los demás contra él como distracción. Le oí ordenándoles que siguieran avanzando incluso mientras sus hombres eran despellejados a su alrededor, pero no creo que quedara nadie con vida para cuando nos pusimos a distancia de disparo. Soltamos un infierno sobre esa cosa, potencia de fuego más que suficiente para atravesar el núcleo del planeta, y aun así todo lo que hicimos fue arrancarle esa fea pintura negra. Solo por un segundo pareció que el metal de debajo se había licuado, se movía como el mercurio, pero entonces se reformó y se endureció. Ni siquiera estaba caliente..."

Testimonio del Sargento J. G. Lander, FDP de Tanakreg

Grito de guerra

Los Manos de Hierro atacan en silencio, salvo por la estática y el crujido de los fallos de conexión en las comunicaciones que preceden a su llegada.

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Herejía de Dorn - Historia y Legado de la Traición de Dorn (No Oficial).

Fuentes

Extraído y traducido de The Dornian Heresy - The Legio Imprint, creado por el foro Bolter and Chainsword.

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