Las Guerras de la Reivindicación fueron el resultado de la corrupción del Oficio Asesinorum, y durante las cuales los asesinos leales al antiguo Gran Maestro se enfrentaron contra los asesinos corruptos por Goge Vandire.
La Era de la Apostasía y el Reinado del Terror[]
La Era de la Apostasía duró más de dos milenios, durante los cuales el Administratum y la organización religiosa de la Eclesiarquía prácticamente destruyeron el Imperio con sus luchas internas. La culminación de este periodo fue el Reinado del Terror del Alto Señor Vandire. Vandire ocupó al mismo tiempo los cargos de Señor del Ministorum y Señor de la Eclesiarquía. Llevó el terror a miles de mundos del Imperio; los que se le oponían eran asesinados, los sistemas que no lograban pagar sus abusivos diezmos eran exterminados con bombas víricas. Los burócratas de voluntad débil se convirtieron fácilmente en esclavos de sus propósitos, y su gran carisma como cabeza de la Fe en el Emperador condujo a las tropas de la Eclesiarquía a sangrientas cruzadas religiosas. Guerreros fanáticos destruían a los que Vandire consideraba herejes y blasfemos. Finalmente, muchas de las organizaciones del Imperio se rebelaron contra este megalomaníaco envejecido, lo que se convirtió en la Guerra de la Apostasía. Cinco Capítulos de Marines Espaciales y el inconmensurable poder del Adeptus Mechanicus atacaron el palacio Imperial en un intento de acabar con el Reinado del Terror de Vandire por la fuerza. Al final fue la propia guardia de Vandire, las Hijas del Emperador, las que mataron a Vandire después de saber por el propio Emperador que Vandire estaba destruyendo el Imperio. Alicia Dominica, líder de las Hijas del Emperador, decapitó a Lord Vandire con su Espada de Energía. Al morir Vandire, el Adeptus Terra se hallaba en ruinas. Muchos huyeron temiendo el castigo Imperial, mientras que otros permanecieron con la esperanza de sortear los problemas o continuar sirviendo a su antiguo señor, extendiendo aún más la corrupción a lo largo del Imperio. Fue durante esta turbulenta época cuando tuvieron lugar las Guerras de la Reivindicación.
Informe de la Autopsia[]
Fecha: 0140288/M36
Sujeto: CLASIFICADO (sujeto Alfa)
Forense: Biologis Magos Jenob
Dos heridas inciso-punzantes, de 13mm de diámetro, en el cuerpo del sujeto Alfa indican heridas causadas por una pistola, disparada a corto alcance con munición de baja velocidad. Tanto el córtex cerebral como el músculo del corazón muestran signos de extensos daños internos, indicando la utilización de algún tipo de munición explosiva y descartando la posibilidad de tratarse de armas punzantes o cortantes.
No se aprecian orificios de salida, y no se ha encontrado ningún rastro de balas o fragmentos de balas en el interior del cuerpo. La ausencia de quemaduras o tejido cauterizado descarta el uso de armas de energía. Asimismo la ausencia de abrasiones post mortem también descarta la retirada de los proyectiles por otras personas. No puedo encontrar ninguna explicación concluyente para ello.
Mi conclusión final es que el sujeto Alfa murió instantáneamente por una combinación de muerte cerebral y fallo cardíaco debido a los severos daños causados en ambos órganos.
La Muerte del Gran Maestro de los Asesinos[]
Pocos meses después de la muerte del Señor Vandire y el final de la Guerra de la Apostasía, el Palacio Imperial se vio conmocionado una vez más por la violencia de una guerra total. Esta vez estaba implicado un elemento mucho más siniestro: el Oficio Asesinorum. De algún modo, las entradas y salidas del Palacio Imperial habían sido selladas, a pesar de que los Altos Señores no habían dado tal orden. Atrapados en su interior, muchos se habían atrincherado en sus dependencias, mientras el palacio se veía sacudido por la potencia de las devastadoras explosiones y en su interior resonaba el sonido de los disparos. Este periodo de violencia culminó con la muerte del propio Gran Maestro de los Asesinos.
Me informaron que el mismo día en que tenía lugar este odioso acto, llegó un paquete a la Inquisición. En su interior había una sortija con un sello, y un informe anónimo de origen desconocido.
La sortija tenía el sello del Oficio Asesinorum, y era una réplica exacta del anillo que todos los Grandes Maestros de los asesinos llevan como símbolo de su cargo. El informe que venía con el anillo afirmaba que éste era el auténtico, mientras que el que se hallaba en la mano del recientemente fallecido Gran Maestro era en realidad una falsificación.
Inmediatamente se colocó un Sello Inquisitorial sobre el mausoleo que contenía el cuerpo del Gran Maestro, y partimos para iniciar nuestra propia investigación al respecto. Si el informe anónimo estaba en lo cierto, el anillo que había en el dedo del Gran Maestro contendría un infocristal reticular en vez de un rubí. Así era, y sembró la duda acerca de la identidad del cuerpo que se hallaba en el mausoleo. Si no era el Gran Maestro, ¿quién era en realidad? ¿Quién había mandado el paquete que había permitido descubrirlo, y dónde estaba el verdadero Gran Maestro?
La información almacenada en el infocristal reticular era el código de una cripta del Adeptus Administratum. El Adeptus Administratum posee criptas gigantescas en Terra, cientos de cámaras que guardan algunos de los secretos más oscuros del Imperio. Localizar cualquiera de estas criptas puede requerir años o décadas de búsqueda. La clave para encontrar una cripta es utilizar uno de los Servidores-Archivo especiales. Estos Servidores están conectados a una esclavo-memoria especial que contiene la localización de la mayoría de las criptas. Hay que destacar que por motivos de seguridad, los bancos de información sólo poseen la localización de las criptas, pero ningún detalle sobre su contenido. Requisamos tres Servidores-Archivo y colocamos una baliza localizadora en cada uno de ellos antes de introducir el código de la cripta. Dos de los Servidores no funcionaron correctamente. El primero de ellos siguió un camino a través de una pasarela que ya no existía, y sufrió una caída de dos kilómetros, sufriendo daños irreparables. El segundo simplemente desapareció. Después de un periodo de dos semanas sólo uno de ellos había conseguido encontrar la cripta. Su baliza localizadora indicaba que había descendido unos cincuenta kilómetros hacia las profundidades de la Colmena Terra. La entrada a la cripta estaba bloqueada por los escombros de un pasillo derrumbado, y fue necesario un equipo de excavación para atravesarlo.
Por si acaso se trataba de una trampa, se envió inmediatamente otro Servidor para investigar la cripta. Lo que encontró fue otro cadáver. El cuerpo del Gran Maestro estaba preservado en un campo de estasis. Sin embargo, después de algunas comprobaciones genéticas, se descubrió que ¡tampoco era el cuerpo del auténtico Gran Maestro!
Junto al cuerpo había un documento que creo fue escrito por el auténtico Gran Maestro. Ante unas evidencias tan abrumadoras, no encuentro motivo alguno para dudar de la veracidad del documento (reproducido en las páginas siguientes), en el que se pone de manifiesto la extensa corrupción del Oficio Asesinorum.
Mi conclusión final es que el Oficio Asesinorum necesita urgentemente una reorganización, y como muchos de los departamentos del Adeptus Administratum, necesita una supervisión más rigurosa. Esto forma parte de la jurisdicción de la Inquisición, por lo que hemos creado un nuevo departamento para llevar a cabo esta función. Este departamento se denomina Ordo Sicarius. Recomiendo que, para evitar mayores problemas, no se haga referencia alguna a estos hechos, y que en los registros Imperiales conste tan sólo que: "Durante las anárquicas Guerras de la Reivindicación el propio Gran Maestro cayó por el cuchillo de un Asesino. Desde entonces, los Altos Señores tuvieron especial cuidado en controlar el Oficio Asesinorum, de forma que, en teoría, actualmente sólo tienen que temerlos los traidores y herejes".
Respetuosamente, os envío este informe y dejo a vuestra discreción cuanta información queráis comunicar a las más altas instancias.
Por Orden de la Inquisición.
Inquisidor Jaegar.
Informe del Gran Maestro[]
Durante ochenta años he dirigido el Oficio Asesinorum, y si este documento llega a manos de la Inquisición, entonces habré conseguido poner al descubierto tanto el intento de asesinato del que fui víctima como la corrupción existente sobre el Oficio Asesinorum. Sólo puedo esperar que la persona que lea esto tome las medidas oportunas para impedir que la corrupción se extienda aún más.
Oficio Asesinorum
Durante el mandato del Señor Vandire siempre me resistí a que ese malvado tuviera influencia alguna en el Oficio Asesinorum. Pero a medida que su control sobre el Imperio aumentaba, se hizo evidente que el Señor Vandire había conseguido de alguna forma la ayuda del Oficio Asesinorum. Numerosos informes de oficiales y dignatarios desaparecidos o muertos indicaban la intervención del Oficio Asesinorum. Por supuesto, todos los asesinatos referidos fueron llevados a cabo con total perfección, y no existía evidencia alguna de la implicación del Oficio Asesinorum. Pero, debido a mi familiaridad con el modus operandi de todos los templos del Oficio Asesinorum, había suficientes indicios en los informes como para detectar una pauta común. Además, todas las muertes parecían ser más que convenientes para los propósitos del Señor Vandire.
La cuestión que quedaba por resolver era ¿quién era la persona infiltrada por Vandire en el Oficio Asesinorum? Cotejando los informes acerca de personas desaparecidas y muertes misteriosas, no parecía que ningún templo fuera el responsable. Sospechaba que algunas de las muertes las había llegado a cabo mi propio Templo Vindicare, mientras que otras habían sido horriblemente mutiladas por los asesinos del Templo Eversor, y muchos de los envenenamientos podían ser fácilmente obra del Templo Venenum. La lista seguía, implicando a muchos templos, y era imposible señalar un único responsable. Esto me hizo sacar dos conclusiones. La primera era que el Oficio Asesinorum había sido corrompido muy profundamente por Vandire y sus sobornos y chantajes. Esto, sin embargo, era poco probable, debido al secreto del propio Oficio Asesinorum, que implicaba que incluso el Señor Vandire tan sólo podía conocer a unos cuantos individuos del Oficio Asesinorum.
La única posibilidad que quedaba era el Templo Callidus. Gracias a la Metamorfina, la droga alteradora de la forma, sus miembros pueden asumir identidades diferentes, por lo que el Templo Callidus es famoso por la habilidad de sus asesinos para infiltrarse en otros departamentos del Imperio. Muchos Gobernadores Planetarios han muerto a manos de un Asesino Callidus disfrazado de bella cortesana o de humilde sirviente. Con tales habilidades y experiencia a su disposición, el Templo Callidus podía infiltrarse fácilmente en el propio Oficio Asesinorum.
La evidencia definitiva era la presencia de un hombre llamado Tziz Jarek. Como Director Primus del Templo Callidus, era un hombre importante dentro del Oficio Asesinorum, y mi archienemigo. Jarek era el favorito para ser elegido como Gran Maestro, pero cuando el puesto quedó vacante, una cruel serie de circunstancias le impidieron asumir el puesto. En ese momento, Jarek estaba llevando a cabo una misión, infiltrándose en una poderosa hueste de Drukhari. La extraña y retorcida psique de estos seres implicaba que sólo los Asesinos Callidus más hábiles podían intentar esta peligrosa misión, por lo que Jarek dirigió personalmente la operación. No se supo nada de Jarek y de su grupo de elite durante más de un año, por lo que se pensó que habían fracasado, probablemente con consecuencias fatales. Esta fue la suposición de los Altos Señores de Terra cuando el Gran Maestro murió y fui elegido para ocupar su lugar.
Cuando Jarek regresó victorioso de su misión, quedó muy desilusionado al encontrarse con que el puesto estaba ocupado por mí. Ambos habíamos sido iniciados en el Oficio Asesinorum aproximadamente al mismo tiempo, por lo que sabía tan bien como yo que ahora ya nunca llegaría a Gran Maestro. Cuando yo muriera él sería demasiado viejo o ya habría muerto. A menos que yo sufriera un accidente fatal mientras tanto...
Pero también el Señor Vandire conocía esta rivalidad, ya que había sido uno de los Altos Señores de Terra responsables de mi elección como Gran Maestro. Puesto que no había logrado la ayuda del Oficio Asesinorum por mi causa, su siguiente paso obvio era utilizar el odio de Jarek para conseguir manipular el Oficio Asesinorum.
Creo que Jarek logró infiltrarse en muchos templos del Oficio Asesinorum utilizando las habilidades y recursos del Templo Callidus. Parece ser que Jarek ordenó el asesinato de un alto cargo de cada templo, reemplazándolo por un Asesino Callidus. De este modo, la corrupción de Vandire infectó al Oficio Asesinorum, y se extendió como un tumor maligno.
Después de la muerte del Señor Vandire se ordenó a muchos departamentos del Adeptus Administratum que purgaran sus filas de aquellos individuos sospechosos de ser partidarios del caído Eclesiarca. Jarek sabía que el Oficio Asesinorum es una organización que no perdona y que no tolera errores o fallos de cualquier tipo. Una purga en el interior del Oficio Asesinorum sería implacable. Cualquiera que se hubiera visto implicado, aunque hubiera sido de forma involuntaria, en las maquinaciones del Señor Vandire, moriría. Fue en este momento cuando me di cuenta de que mi propia vida podría estar en peligro. Si yo fuese Jarek, mi siguiente paso sería asesinar al Gran Maestro y adoptar su identidad mediante la Metamorfina. Puse en marcha mis propios planes de contingencia. Para evitar el destino que sin duda Jarek me tenía reservado, hice que se construyera el falso anillo con el sello y que un Asesino Callidus leal asumiera mi identidad.
El siguiente paso de Jarek fue exactamente el que me esperaba. Una noche, él y dos asesinos más entraron en mis aposentos y asesinaron a mi doble. En ese momento, decidí desaparecer. En respuesta a aquellos que se pregunten por qué lo hice, sabía cuán débil era el Oficio Asesinorum como organización. Si podía ser víctima de la corrupción de unos cuantos individuos, toda la organización debía ser reconstruida. Para ello, primero tendría que ser completamente aplastada.
Estaba decidido a poner de rodillas al Oficio Asesinorum. Sólo entonces tendría alguna posibilidad de sobrevivir. Junto a un grupo de asesinos leales declaré una guerra total. Puede que Jarek estuviera sentado en el despacho del Gran Maestro, con mi sello en su dedo, pero yo todavía era el Gran Maestro y un Alto Señor de Terra. Sólo yo conocía todos los secretos del Oficio Asesinorum. Sólo yo sabía los códigos que liberaban a los asesinos Eversor. Sólo yo conocía la identidad secreta de todos y cada uno de los asesinos. Sólo yo tenía acceso a los arsenales secretos del Oficio Asesinorum, que contenían algunas de las armas más devastadoras del Imperio...
Día y noche, los asesinos que me eran leales combatieron contra los renegados. Los asesinos Eversor acechaban en los corredores, con las identidades codificadas de los asesinos renegados programadas en su subconsciente. Mis propios asesinos Vindicare se situaban en los conductos de ventilación y se escondían en las partes más altas de las bóvedas del Palacio Imperial, abatiendo a los traidores con total impunidad. Sus escondrijos fueron localizados y destruidos con mortíferas cargas de demolición, algunas tan potentes que secciones enteras del Palacio Imperial se vinieron abajo, matando a mucha gente inocente. Muchos asesinos leales se arriesgaron utilizando armas del arsenal secreto del Oficio Asesinorum. Algunas eran inestables, o sólo disponían de una cantidad limitada de munición, pero cuando se lucha contra adversarios tan peligrosos como otro asesino, si una de estas armas lograba eliminar al menos a uno de nuestros enemigos, esto inclinaría la balanza a nuestro favor.
Uno a uno, los asesinos que habían apoyado a Vandire o a Jarek fueron cayendo, hasta que finalmente sólo quedó Jarek. Me enfrenté a él en las dependencias del Gran Maestro.
Me había preparado para este momento desde el primer momento: había instalado una carga de disrupción en la propia estructura de la mesa de mi despacho que detonaría mediante un sensor de voz cuando dijera la palabra clave. Mis armas Exitus todavía colgaban ceremonialmente en la pared, pero una de ellas no era un simple modelo: la pistola estaba cargada y montada. Jarek también estaba preparado, esperándome con el equipo del Templo Callidus preparado. Sonrió con ferocidad, sabiendo que incluso un maestro en el arte del combate cuerpo a cuerpo como yo tenía pocas posibilidades de vencer frente al mayor alcance de su Espada Fásica C'Tan y los temibles efectos debilitadores del cerebro de un Desestabilizador Neural.
Pronuncié la palabra clave, y la granada de disrupción explotó, emitiendo una onda electromagnética que afectó toda la habitación. Jarek comprobó horrorizado cómo la energía de sus armas desaparecía, dejándolas inútiles. Aproveché el momento de indecisión de Jarek para coger la Pistola Exitus y disparar dos veces. Para entonces Jarek ya se había recuperado de la sorpresa causada por la pérdida de sus armas, pero sus intentos de esquivar los proyectiles fueron en vano, ya que las diminutas computadoras de rastreo de las balas estaban programadas para detectar el patrón calorífico de Jarek, y seguirlo donde quiera que se escondiese. El primer proyectil impactó en su cabeza y el segundo en el pecho. La munición especial biodegradable impedía que se pudiera identificar al arma que había matado a Jarek. Retiré el cargador de la Pistola Exitus y lo reemplacé por uno de munición normal, y la coloqué de nuevo en su sitio.
Con este último acto había acabado con la corrupción en el interior del Oficio Asesinorum. Sin embargo, como en una infección gangrenosa, había tenido que amputar por completo el miembro infectado. Ahora, el Oficio Asesinorum está destruido y dejo su reconstrucción en manos de la Inquisición. Por mi participación en todo lo sucedido no puedo ser considerado totalmente inocente. Fui lo bastante estúpido como para pensar que el Oficio Asesinorum podía permanecer libre de los métodos corruptos de alguien como el Señor Vandire. Debería haber estado más atento y vigilante. Como un francotirador esperando silenciosamente a su objetivo, debería haber estado atento a las semillas de la corrupción y haberlas aplastado antes de que tuvieran tiempo de enraizar.
Por estas razones no puedo seguir ocupando el puesto de Gran Maestro, tanto por el bien del Imperio como por el de la reconstrucción del Oficio Asesinorum. Puesto que formo parte de esa vieja organización corrupta, es imposible que yo forme parte del nuevo Oficio Asesinorum. Sólo espero haber quedado absuelto a los ojos del Emperador. Sólo El puede ser mi juez, y decidir si soy merecedor de su paz eterna.
"Exitus Acta Probat: El Fin justifica los Medios."
El Gran Maestro de los Asesinos.
02345208/M36-0132288/M36
Fuentes[]
Codex: Asesinos (II Edición).