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"La nave de ataque rápido Instancia de Fuego de los Vigías de la Muerte es atacada por una nave de guerra desconocida de diseño arcaico, y obligada a huir ante la vasta superioridad del navío. Guiada por un poder infernal, la nave persigue a los Vigías de la Muerte hasta Midael, alcanza a la Instancia de Fuego y la incapacita en un breve intercambio de disparos. Escapando a la Estación de la Guardia de la superficie de Midael, los quince Hermanos de Batalla supervivientes pronuncian votos de muerte y preparan su última defensa en la torre blindada de la Estación. Resisten durante diecisiete días contra el equivalente a una Compañía de Marines Espaciales del Caos vestidos con armaduras rojas marcadas con los signos de los Dioses Oscuros. Cuando una fuerza de rescate alcanza Midael, es demasiado tarde: encuentran la Estación de la Guardia arrasada pero reparable. Los cuerpos y armaduras de los quince defensores nunca son encontrados."

Notas del Liber Eriochus, 175.M41

La Defensa de Midael fue una batalla entre quince de los Vigías de la Muerte de la Cuenca de Jericho y una partida de guerra desconocida de Marines Espaciales del Caos que se libró en el 175.M41 en la Estación de la Guardia del mundo muerto de Midael.

Historia[]

La llegada del Caos[]

Siglos antes de que la Cruzada de Achilus descendiera sobre la Cuenca de Jericho, trayendo la guerra a una escala apocalíptica, los servidores de los Poderes Ruinosos ya habían transformado el núcleo del antiguo Sector Jericho en un pozo de sangre y condenación. En su suprema insensatez, los señores del sector trajeron la condenación sobre sus propias cabezas y las de innumerables de sus súbditos, y al hacerlo hicieron que surgiera la Anomalía de Hadex, o tal vez fuese convocada a esta región desde algún otro lugar. Su origen sigue siendo desconocido, para todos excepto quizás para aquellos en los más altos niveles de poder dentro de los Vigías de la Muerte y el Ordo Xenos tanto si lo predijeron y se prepararon la llegada de la anomalía y con ella la de los siervos de los Dioses del Caos. Ciertamente, la Larga Vigilia en la Cuenca de Jericho resiste contra una amenaza de proporciones inimaginables. Si esta amenaza no es el Caos, entonces debe ser algo indudablemente terrible.

Fue durante una misión de reconocimiento en las regiones cercanas a la Anomalía Hadex cuando los Vigías de la Muerte encontraron un enemigo que rara vez se había asomado por la Cuenca de Jericho hasta ese momento, y ciertamente no con unas fuerzas tan grandes. Ese enemigo era una fuerza de Marines Espaciales del Caos, los hermanos caídos del Adeptus Astartes y por lo tanto sus más odiados enemigos. Antes de este encuentro, los siervos de los Poderes Ruinosos se habían limitado a ejércitos de mortales o de mutantes. Más tarde se pondría de manifiesto que estos traidores eran alguna forma de avanzadilla, buscando un medio para entrar en la Cuenca de Jericho y promulgar sus oscuros designios sobre los mundos sin ley en su interior. Después, con el descubrimiento de la Puerta Disforme Jericho-Fauce y la llegada de los ejércitos del Imperio a la Cuenca de Jericho, las tropas de los marines traidores aumentaron su frecuencia. Sin embargo, en el 175.M41, tenían una presencia testimonial.

El incidente comenzó en el vacío tocado por la Disformidad que rodea a la Anomalía de Hadex. El Crucero de Asalto Instancia de Fuego de los Vigías de la Muerte seguía en su misión de tomar lecturas del flujo y reflujo de las energías de la Anomalía durante varios días, para lo cual su tripulación fue reforzada por un número de sabios arcanos y observadores de la Disformidad, cuyas dinastías habían servido a los Vigías de la Muerte desde tiempos inmemoriales. Una hora antes de que la misión concluyera, todos y cada uno de los sabios y videntes observadores gritaron por un dolor y angustia súbitos mientras sus instrumentos se sobrecargaban y las sirenas de alarma resonaban por toda la nave. Varios de los observadores sufrieron convulsiones fatales en la cubierta de observación, sangrando por todos los orificios, mientras que otros gritaron advertencias incoherentes a sus amos de los Vigías de la Muerte mientras los últimos fragmentos de su cordura huían en desbandada. Varios de los que sobrevivieron a los primeros minutos del incidente fueron perdonados de aún más miseria por los disparos misericordiosos de pistolas colocadas en sus sienes y sólo un puñado sobrevivió para dar fragmentos de información sobre el evento que habían presenciado. A pesar de que el vacío hervía con energías inclasificables, los últimos supervivientes se presentaron ante el capitán de la nave, el Guardián del Vacío Cuiris, y le informaron lo que habían visto.

La Anomalía de Hadex, dijeron los videntes, había hablado. La grieta imposible en el espacio y en el tiempo había pronunciado una palabra; una palabra llena de poder; una palabra que ningún mortal podía oír y sobrevivir. Los videntes vivieron, pero sólo el tiempo suficiente para advertir a sus amos de la venida de la tormenta, para después suicidarse antes de que cualquiera pudiera intervenir.

Como si esperasen la muerte de esos últimos testigos, las energías que rodeaban la Anomalía de Hadex explotaron en una ola estelar que vomitó oleadas de no-materia a través del vacío. Este mar etéreo golpeó la Instancia de Fuego aun cuando el Guardián del Vacío Cuiris ya había ordenado una maniobra de emergencia para minimizar su efecto. Aunque el crucero fue golpeado salvajemente, la orden de su capitán la salvó de sufrir daños incapacitadores. La Instancia de Fuego tuvo mucha suerte de que permaneciese relativamente intacto después de ser bañado en materia que no es materia, pues tras su estela llegó una nave de guerra de patrimonio verdaderamente antigua y con una configuración temible.

Huida desesperada[]

El capitán de la Instancia de Fuego vio de inmediato que su nave era superada y mucho en potencia de fuego, cosa que confirmó cuando el vacío ardió cuando la nave enemiga abrió fuego. Siendo un marine experimentado, Cuiris sabía que debía ordenar la retirada a menos que quisiera perder la nave y el Equipo de Eliminación. Como todos los Marines Espaciales, el Guardián del Vacío no tenía miedo a la muerte, pero desperdiciar su vida y la de sus compañeros sería un pecado mucho mayor. Sin embargo, el honor exigía que el capitán hiciera al menos un ataque simbólico, y por ello Cuiris ordenó una feroz andanada contra la nave enemiga antes de saltar a la Disformidad.

Lo que siguió fue una persecución como pocas de las registradas en la historia de la Cuenca de Jericho. La Instancia de Fuego se hundió en la Disformidad y, como anticipó el Guardián del Vacío, el enemigo le siguió. El Navegante del crucero de asalto era un individuo de increíble experiencia, como todos los que sirven a los Vigías de la Muerte, y utilizó cada iota de su habilidad para atravesar las furiosas corrientes de la Disformidad en un esfuerzo por destrabarse de la nave de guerra enemiga.

Sin embargo, nada de eso importó, pues la nave les persiguió sin descanso por la disformidad. Pronto quedó claro que una gran y blasfema brujería estaba enfureciendo al Immaterium allí por donde pasaba la Instancia de Fuego y calmándolo cuando el enemigo se acercó. Después de varios días, durante los cuales el enemigo siguió cerrando la brecha, el Guardián del Vacío Cuiris ordenó una maniobra que el capitán enemigo apenas podía anticipar. Ordenó que la Instancia de Fuego desactivara sus motores de disformidad y lo hiciera en el corazón de un sistema pasajero. Ese sistema, sabía el capitán, era el Sistema Midael, donde se erigía una Estación de la Guardia de los Vigías de la Muerte y la única oportunidad de los Hermanos de Batalla de prevalecer frente a este enemigo, desconocido e implacable.

La arriesgada maniobra le costó caro a la Instancia de Fuego, pues su estructura fue expuesta a tensiones imposibles nacidas del repentino y drástico cambio de pasar de la disformidad a enfrentarse al universo físico. El crucero de asalto quedó casi desgarrada cuando cayó en el abrazo gravitacional del mundo muerto que alojaba la Estación de la Guardia Midael. Sabiendo que tenía escasas horas antes de que la Instancia de Fuego fuese propulsada como una piedra tirada por una honda hacia el vacío, Cuiris ordenó a los Hermanos de Batalla de los Vigías de la Muerte bajo su mando que desembarcaran en el mundo bajo ellos. Incluso mientras las Cápsulas de Desembarco caían a la superficie, la Instancia de Fuego se precipitó alrededor del mundo muerto para después ser impulsada lejos de este, cuyo capitán registró una trayectoria tal que un día pudiera ser recuperada. La última visión que tuvo Cuiris de su nave fue que estaba siendo atacada por las andanadas del costado de un engendro temible, mientras sus motores escupían plasma a medida que se alejaba.

Aunque sabía que había ganado un tiempo precioso, Cuiris también supo que no sería suficiente. Incluso mientras conducía a sus hermanos de batalla a través de los desiertos de polvo gris metalizado que rodeaban la Estación de la Guardia, el Guardián del Vacío formuló un plan para defender el imponente bastión el tiempo suficiente como para que llegase ayuda desde la Fortaleza de la Guardia Erioch o cualquier otra más cercana. Horas más tarde, él y sus Equipos de Eliminación estaban instalados en la torre de la Estación de la Guardia Midael, transmitiendo sin para su señal de socorro en cuanto las primeras naves de desembarco enemigas rasgaron el cielo negro sobre ellos.

Sólo cuando los atacantes estuvieron cerca de la Estación de la Guardia Midael, Cuiris y sus hermanos de batalla descubrieron algo de sus identidades, aunque el Guardián del Vacío ya tenía sus sospechas. El enemigo estaba equipado con servoarmaduras de color sangre, pero no había campeones del Adeptus Astartes. Más bien, a medida que los formidables conjuntos de visores de la estación se enfocaron en las llanuras de polvo metálico, la verdad se hizo evidente. Allí donde los Adeptus Astartes llevan sus colores y heráldica con orgullo y nobleza, estos guerreros lo habían desfigurado con una miríada de fromas indescriptibles. Las servoarmaduras estaban pintadas con los signos inconfundibles del Gran Enemigo, amén de los cráneos llenos de runas y otros fetiches que colgaban de cadenas oxidadas. Cada uno llevaba armas de una antigüedad imposible, bólters y cadenas que databan del amanecer de la Era del Imperio e incluso antes cuando pudieron observarlas con detalle.

Asedio de Midael[]

El asedio de la Estación de la Guardia Midael fue capturado en la red de cámaras espía del bastión, a menudo con detalles vivos y sangrientos. Los hechos realizados por el pequeño grupo de guerreros que sería conocido desde entonces como los "Quince de Midael" resuenan por todas las edades, y sirven de ejemplo a todos aquellos que los conoces. Numerosos sermones han descrito al Hermano Mercur de los Fantasmas Estelares manteniendo la puerta principal del bastión contra un asalto de seis horas y de cómo mató a dos docenas de Marines Espaciales del Caos con sus manos y dientes mucho después de haber gastado el último cargador. El Apotecario Borro es conocido por haberlo dado todo para salvaguardar las glándulas progenoides de sus hermanos de batalla caídos. Una célebre captura pictográfica le muestra arrodillado sobre la forma de un hermano de batalla, con su reductor empalado en la cavidad torácica de su camarada caído por un agujero humeante en su pectoral, mientras se defiende de varios Marines Espaciales del Caos. Nazartheth quedó registrado como el líder de doce salidas fuera de la Estación de la Guardia con el fin de conservar la iniciativa; dado que estas le llevaron a él y a sus parientes más allá de la cobertura de las cámaras, sus hechos siguen siendo desconocidos. Con la pérdida de la Instancia de Fuego, Cuiris era un Guardián despojado de su cargo, pero renovó sus juramentos al proclamar que la Estación de la Guardia Midael no caería mientras respirase. Al final, cuando se hizo evidente que la pequeña unidad de guerreros sólo podía esperar la muerte, los quince compartieron el voto del Guardián, grabando su juramento de muerte y se prepararon para vender muy caras sus vidas.

Los Quince de Midael no tuvieron que esperar mucho antes de que la muerte viniera a reclamar sus almas, y vino con la forma de una horrible abominación convocada por las viles hechicerías de la fuerza sitiadora. Una masa de carne y garras dentadas y sangrientas de otro universo, algo sólo podría haber salido de las profundidades del Immaterium. Incluso aquellos que versados en la sabiduría prohibida no podían determinar si era alguna forma de Daemon o una criatura cuyas mutaciones iban más allá de lo posible. O puede que fuese ambas cosas, pues las criaturas de la Dsformidad desafían toda categorización racional. La cratura se lanzó contra la puerta principal, y allí donde sus miembros arrancaban el adamantium la fortaleza se quebraba. Mercur cayó en el mismo lugar que había guardado durante tanto tiempo y dos más cuando atravesó las puertas interiores. Cuiris ordenó a sus guerreros que retrocedieran hacia la base de la torre central, aunque tres hermanos fueron aislados de camino y cayeron antes de que el resto pudiera organizar un contraataque. Los ocho hermanos de batalla restantes se agolparon en la base de la torre, y fue entonces cuando la inspiración golpeó a Cuiris. Un momento después ya había explicado su plan a sus hermanos, iniciando la etapa final de la defensa de la Estación de la Guardia Midael.

Sabiendo de que el engendro era capaz de desgarrar toda la estación por sí mismo, Cuiris sabía que debía ser detenida, sin importar si él y sus hermanos sobrevivían. Como guardián, Cuiris estaba al tanto de ciertas tradiciones que no compartía con la mayoría de sus hermanos, y en esa tradición encontró un medio para combatir a la criatura. Decidido a que su último acto salvaría la Estación de la Guardia, los supervivientes se dividieron en dos fuerzas. Uno se reunió para mantener a raya al enemigo en los restos de la entrada principal, mientras que Cuiris lideraría al resto a lo más profundo al bastión, atrayendo a la criatura hacia lo que descansaba en su corazón.

Fue en el sancta santorum, bajo la torre central, donde Cuiris y Borro se plantaron y promulgaron la etapa final del plan. Al activar antiguas salvaguardas, como las utilizadas por los más altos mandos de la Inquisición, así como de los Vigías de la Muerte y los Caballeros Grises, sellaron al engendro daemónico en una tumba de la cual él y Borro nunca podrían escapar. La imagen se apaga en el instante en que se levantaron los escudos arcanos, incapaces de penetrarlos. Que los hermanos Cuiris y Borro hubiesen fabricado un relato heroico de sí mismos está fuera de toda duda, pero incluso unos guerreros tan poderosos como ellos no podrían haber sobrevivido mucho tiempo contra esa criatura.

Del resto de los Quince de Midael, Nazartheth lideró a los últimos siete Hermanos de Batalla en una audaz y estoica defensa que se cobró a varias docenas más de Marines Espaciales del Caos. Finalmente, los atacantes se dieron cuenta de que su invocación había fracasado y cayeron en masa contra el portal destruido, disparando todas sus armas para obliterar a esa escoria que servía al Dios Cadáver. Ese último asalto reclamó la vida del último de los quince, Nazartheth del Capítulo de los Centinelas del Cielo, sabiendo en sus momentos postreros que la Estación de la Guardia Midael estaba a salvo y los juramentos de los quince honrados.

Para cuando llegaron los refuerzos, los Vigías de la Muerte no encontraron nada de los Quince excepto las armas que habían usado contra los traidores. De sus cuerpos o las servoarmaduras, ni rastro.

Miembros conocidos de los Quince de Midael[]

  • Cuiris - Guardián del Vacío de la Instancia de Fuego, y líder de los Quince.

Fuentes[]

  • Deathwatch: The Empero's Chosen (Juego de Rol).