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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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La Conquista de Galaspar fue la primera gran campaña independiente de la Legión Astartes de la Guardia de la Muerte tras la toma del mando del Primarca Mortarion sobre los Incursores del Crepúsculo. Tuvo lugar en el mundo colmena de Galaspar, y fue una de las victorias más remarcables y brutales del paso de la Gran Cruzada por los límites cercanos del Segmentum Pacificus. También fue uno de los dos mayores triunfos de la etapa Leal de esta Legión, y representó un epítome de su arte de la guerra.

Historia[]

Situado en el corazón de un pequeño imperio consistente en once estrellas primarias agrupadas en un cúmulo (sus límites estaban impuestos por su carencia de Navegantes a la hora de viajar por la Disformidad), Galaspar era un mundo colmena de quizás treinta mil millones de habitantes cuyos orígenes se encontraban en la expansión inicial de la Humanidad. Su superficie estaba cubierta por una extensión cancerosa de colosales arcologías urbanas selladas que rivalizaban en tamaño con cualquiera de las que podían encontrarse en el Núcleo Solar. Fuera de las colmenas fortificadas, los milenios de expansión demográfica y contaminación industrial sin control habían destrozado la ecología planetaria y reducido a Galaspar a un desierto radiactivo árido y azotado por el viento, en el que la vida humana sin protección se medía en minutos. Galaspar y sus mundos-satrapía habían servido durante siglos a una tiranía burocrática conocida simplemente como “el Orden”, que reducía a su pueblo a “unidades de trabajo” sin nombre que eran eutanizadas de inmediato en cuanto dejaban de tener valor para su sistema, y que gobernaba mediante una mezcla de opresión aplastante y dependencia obligada a sustancias químicas.

Las primeras naves Exploradoras imperiales que entraron en el Cúmulo de Galaspar fueron atacadas de inmediato por naves lentas pero pesadamente armadas que patrullaban por el Cúmulo, y todos los intentos posteriores de entablar comunicación fueron respondidos con violencia. Las misiones de reconocimiento e infiltración revelaron que allí vivía una población humana fecunda pero horriblemente oprimida, lo que la convertía en un objetivo primario para la Gran Cruzada, pero la estimación de los recursos militares necesarios para tomar el cúmulo era extremadamente alta. Las fuerzas asignadas al Segmentum no estaban disponibles en ese momento, ya que las Flotas Expedicionarias 11ª y 22ª estaban ocupadas derribando el imperio Orko de Vulga Kar y el Grupo de Batalla Gorgona V y la Legión de los Cicatrices Blancas estaban ocupados persiguiendo al derrotado Sistro Fra'al en su retirada de las Fosas de Ophidia. Dada la posición estratégica de la región, los Lords Militantes habían decidido bloquear el Cúmulo de Galaspar hasta que se pudieran concentrar fuerzas suficientes para invadirlo, en lo que sería una campaña de conquista devastadora y sangrienta. Esta decisión fue contradicha rápidamente por orden del Emperador, cuya intercesión fue obtenida por petición directa de Mortarion, su hijo más recientemente encontrado.

Para Mortarion los pecados del Orden no podían ser tolerados durante otra generación, año o día, ni siquiera una hora más: debían ser castigados de inmediato. Así fue como sin previo aviso la flota de la XIV Legión atravesó las defensas exteriores del sistema Galaspar como un cometa negro cayendo de los cielos, y como se decía de tales astros en la antigüedad, anunció la perdición. Lanzando por delante una oleada de asteroides motorizados y naves suicidas para absorber los contraataques enemigos, el núcleo de Barcazas de Batalla y naves capitanas de Mortarion simplemente se estrelló a través de las defensas exteriores con un rumbo directo hacia su planeta objetivo. Ignorando los mundos exteriores y los anillos de estaciones de disparo, y atravesando la terrible tormenta de fuego desatada por las lentas naves de patrulla, la flota de los Marines Espaciales siguió avanzando sin responder, dejando que el enemigo se esforzase inútilmente por perseguir a la Guardia de la Muerte.

A Mortarion no le importaban en absoluto los objetivos secundarios o el frío progreso de las batallas navales: para él, la lucha estaba en la superficie de Galaspar. Un tumulto de misiles y macrodisparos emergió del planeta y destrozó los últimos restos de la punta de lanza protectora de asteroides y pecios llenos de explosivos, cuyas incendiarias muertes hicieron llover escombros ardientes sobre el desierto de la superficie, cegando temporalmente a las baterías de tierra a lo que había más allá. Las naves capitanas de la Guardia de la Muerte se acercaron para disparar casi a bocajarro su propio huracán de fuego de apoyo mientras la nave de mando personal de Mortarion para el ataque, la barcaza de asalto especialmente configurada llamada Cuarto Jinete, descendía en medio de la tormenta de fuego y ceniza. Las baterías defensivas vieron demasiado tarde cómo la nave de asalto de tres kilómetros de longitud bajaba a través de los torturados cielos e intentaron recalibrar sus armas, diseñadas para enfrentarse a objetivos situados más allá de la atmósfera, con escaso resultado. Con sus gargantuescos motores repulsores encendiéndose en el último momento, el Cuarto Jinete se estrelló en la estructura superior de la principal colmena-fortaleza de Galaspar como una flecha disparada por el arco de un dios vengativo. El terremoto resultante derribó torres y deshizo en escombros las barbacanas defensivas, matando a millares sin número en cuestión de minutos mientras el Cuarto Jinete se asentaba en lo profundo de la estructura de la colmena semi-derrumbada, dejando una gran herida abierta a su paso por la que cayó una oscura lluvia de acero formada por las Cápsulas de Desembarco y Cañoneras Storm Eagle que seguían la llameante estela de la barcaza. Muy por encima, el resto de la maltratada flota de la Guardia de la Muerte se retiró a toda velocidad lejos de la furia del mundo herido con su misión cumplida. Su veneno había sido inyectado en el corazón de Galaspar: 11.000 Marines Espaciales revestidos de gris con la espectral figura de Mortarion a su cabeza. La muerte había llegado.

La colmena principal de Galaspar cayó en una noche y un día mientras la Guardia de la Muerte se desplegaba con un paso implacable y firme, matando a cualquier hombre o mujer que se alzase en armas contra ellos, destrozando las compuertas blindadas y tomando los baluartes uno tras otro, pisoteando a los defensores en el polvo sangriento bajo sus botas. Las tropas del Orden, acostumbradas desde hacía mucho a la obediencia y el miedo de aquellos a quienes oprimían, se encontraron retrocediendo con terror ante el avance de un enemigo cuyo poder e implacabilidad apenas podían comprender, ni mucho menos contrarrestar. Los generales del Orden continuaron enviando ciegamente a batallón tras batallón de sus soldados-esclavos drogados contra los gigantes blindados que había dentro de sus muros, esperando mantenerlos a raya con el puro peso numérico como poco. El resultado fue una matanza de una escala inimaginable, ya que la Guardia de la Muerte defendió los cuellos de botella y los fuertes que habían capturado volviéndolos contra sus antiguos propietarios. Se enfrentaban a reductos fuertemente defendidos sin preocuparse de los constantes disparos, y desgarraban las oleadas de hombres con sus cuchillos y sus guanteletes mientras las balas y los disparos láser rebotaban inútilmente en su armadura. El patrón de ataque se repitió una y otra vez: la Guardia de la Muerte ocupaba territorio, destruía el contraataque que venía a continuación, y avanzaba a continuación. Inundaron las cámaras de acceso con fósfex ardiente y cortaron las líneas de suministro energético, arrojando niveles enteros de la colmena a una oscuridad absoluta que desgarraron con aullante fuego de bólter. Parecía que Mortarion estaba en todas partes, y debía parecer una visión de la misma Muerte para las mentes nubladas por sustancias químicas de los soldados esclavizados cuando su gran guadaña segaba provocando una carnicería. Roto y hecho retroceder ante la Guardia de la Muerte, el Orden y sus tropas no tenían a dónde ir excepto al desesperado santuario de los niveles inferiores de la colmena, donde se guardaba su colosal infraestructura infernal de generadores y mecanismos, o a los desiertos radiactivos exteriores, llevando consigo cualquier protección que pudieron encontrar, pero incluso a tales sitios les siguió la inmisericorde Guardia de la Muerte. Así, las masas oprimidas quedaron a merced de las figuras grisáceas cubiertas de armaduras quemadas y empapadas en sangre, encogidas de terror en sus dormitorios, pero de Mortarion y su Guardia de la Muerte no tenían nada que temer.

Con la capital de Galaspar convertida en el dominio de la Guardia de la Muerte, sus Tecnomarines tomaron también el mando de los controles principales de las principales defensas orbitales, que fueron rápidamente desactivadas. Entonces quedó abierto el camino para el regreso de la flota de la Guardia de la Muerte, y los cielos quedaron oscurecidos por toda la fuerza del desembarco de la Legión. No obstante, aún quedaban las demás ciudades-fortaleza, y el Orden aún no había sido derrotado. Como nidos molestados de insectos guerreros, las colmenas secundarias vomitaron decenas de millones de soldados y miles de tanques, desatándolos en los desiertos para repeler a los invasores. Pero pronto los galasparanos se dieron cuenta de que aventurarse más allá de los muros fortificados era un suicidio, pues la Guardia de la Muerte se movía a través de los ponzoñosos páramos con facilidad, aprovechando el salvaje ambiente y las tormentas para aventajarles. Con la flota de la Guardia de la Muerte controlando los cielos, el destino de cualquier ejército que intentase salir a campo abierto en masa era una destrucción segura, mientras que en números escasos eran erradicados por los guerreros blindados que acechaban en los eriales. Pronto cada colmena se convirtió en poco más que una trampa mortal para sus defensores, pues una por una fueron metódicamente asediadas, penetradas y sometidas por la Guardia de la Muerte, que ignoraba todas las ofertas de rendición. La simple victoria no era suficiente para Mortarion, sin importar lo inaudita que fuese. Se enviaron escuadras en pos de los pocos miembros del Orden que habían sobrevivido. No habría piedad ni descanso en el castigo de la Guardia de la Muerte, tanto si el enemigo tenía que ser cazado en las envenenadas y apestosas profundidades de las colmenas o en los destrozados desiertos radiactivos.

Cuando la flota de apoyo imperial llegó para procesar a los vencidos y hacer inventario de este nuevo trofeo obtenido para el Imperio, sus integrantes quedaron horrorizados por el resultado de la matanza provocada por la Guardia de la Muerte y el dócil y cabizbajo terror que había sido inspirado en los miles de millones de supervivientes "liberados" por ella. El pueblo de Galaspar, los oprimidos súbditos del Orden, ahora estaban casi infantilmente ansiosos por aceptar a los sirvientes del Emperador y adoptar sus costumbres, pero por mucho que lo intentaron, los notarios del Administratum no pudieron disuadir a los galasparanos de cumplir hasta el último detalle el último trabajo que Mortarion les había impuesto antes de partir con su Legión: contar a los muertos.

Tras la conquista de Galaspar, el cúmulo de mundos que antaño había dominado capitularon aterrorizados con gran rapidez, todos ellos deseosos de someterse al Imperio bajo cualquier condición con tal de que no cayese sobre ellos la guadaña del Segador. Así, más de cien mil millones de vidas humanas entraron en la gracia del Imperio.

Fuentes[]

  • The Horus Heresy I.
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