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Al ser destruido, un Necrón no vé su vitalidad mermada, ni se queda inerte su cuerpo. Al contrario, los circuitos que estos llevan incorporados hacen que se teletransporten inmediatamente al cementerio de reparación más cercano (aunque esté a un sistema de distancia). En estos vertederos de Necrones destruidos residen unos seres microscópicos, semejantes a las Arañas Canópticas, que se agrupan en los restos de los Necrones, y los reparan hasta dejarlos como estaban antes de ser destruidos. Cabe destacar que esto solo ocurre si el Necrón no es capaz de autorrepararse por sí mismo.
Esos lugares se asemejan a las tumbas Necronas en construcción, pero si se penetran varios kilómetros por sus túneles se acaba llegando a una sala inmensa, donde fácilmente cabría un Titán Reaver sin tocar el techo, y donde están tirados por el suelo los miles de Necrones que han sido destruidos recientemente.
El Imperio desconoce la existencia de estos lugares, y aunque alguna vez algún explorador ha penetrado en ellos, siempre acaban silenciados por la ingente cantidad de Necrones ya reparados y listos para partir. Se podría decir que estas son las estancias más importantes de la raza Necrona, ya que son las que marcan la diferencia del ejercito Necrón con otros ejércitos distintos: aunque hay una cantidad limitada de Necrones en el universo, ninguno de ellos será destruido jamás, incluso los que se convierten en un charco de metal licuado se acaban reparando. Esto supone que tienen toda la eternidad para cosechar a todas las otras razas, pues el concepto de "baja" no existe en la raza Necrona.
Fuente[]
- Codex: Necrones (3ª Edición).
- Pag. 56