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Bray'arth Mantoceniza Cassian Dracos Resucitado Dragón Hierro Dreadnought Salamandras

Cassian Dracos, el Dreadnought creado a partir del Lord Comandante Cassian Vaughn y la maestría del Primarca Vulkan.

Cassian Vaughn, también conocido como Cassian Dracos o El Señor Caído, fue el primer Lord Comandante de la XVIII Legión antes del descubrimiento del Primarca Vulkan. Cassian fue herido de muerte en combate contra los Orkos, pero tal era el aprecio que Vulkan sentía hacia este guerrero que decidió fabricar para él un sarcófago Dreadnought único, conocido como el Dracos Resucitado o Dragón de Hierro. Fue forjado a partir de una aleación casi impenetrable y desconocida que se dice que procedía de las profundidades de la Vieja Tierra y que nadie salvo Vulkan era capaz de dominarla y moldearla a voluntad. Durante la Masacre del Desembarco en Istvaan V, Cassian luchó con una furia sin igual, primero encabezando el ataque contra el enemigo, y después de que la segunda oleada mostrase su auténtica lealtad, manteniéndose firme aunque todos a su alrededor fuesen masacrados. Su destino final es desconocido.

Historia[]

En la explosión inicial de Flotas Expedicionarias que partían de Terra durante los primeros años de la Gran Cruzada, la XVIII Legión se quedó atrás para reconstruir sus fuerzas, ya que ya había librado la primera gran batalla por la que fue públicamente identificada: el Asalto a las Galerías de la Tempestad, en los últimos días de las Guerras de Unificación. En ella, la Legión consiguió por sí sola una victoria contra toda esperanza y sobrevivió, aunque solo por los pelos, ya que sufrió terribles pérdidas que redujeron a la recién creada Legión de unos 20000 a poco más de 1000 Astartes, pero al hacerlo se aseguraron un puesto de gloria y honor entre las fuerzas del Imperio. La XVIII Legión solía ser desplegada en grupos separados, a medida que se reclutaban nuevos Capítulos y las demandas de apoyo Astartes crecían. Esto hizo que, durante las primeras décadas de la Gran Cruzada, los Legionarios de la XVIII fuesen asignados a un considerable número de grupos de refuerzo y unidades especializadas diferentes.

En particular, fueron empleados para aportar fuerzas Astartes a fuerzas de intervención de emergencia enviadas para enfrentarse a amenazas repentinas surgidas "tras las líneas" de la Cruzada, como letales pecios espaciales apareciendo sin previo aviso del Empíreo, o en respuesta a incursiones de Corsarios xenos y amenazas latentes perturbadas por la colonización humana de un Sistema. En muchos de estos casos, los guerreros de la Legión eran los únicos Marines Espaciales presentes en el conflicto, obligándoles a cooperar de cerca con otros ejércitos humanos (a menudo dirigiéndolos y encabezándolos) y empujándoles inevitablemente hacia las luchas y escenarios de combate más duros y peligrosos.

Salamandras Piroclasta

En esa época, la XVIII luchó muy pocas veces en un campo de batalla de su propia elección, y aunque las acciones de Sumisión de la Legión fueron escasas y distantes unas de otras, su lista de honores de batalla era extensa, al igual que la diversidad de sus enemigos y las victorias que aseguraron. Para la XVIII esto supuso una reputación paradójica: eran salvadores, pero también heraldos de hazañas sangrientas, esperanzas perdidas y defensas desesperadas. Fue en una de esas campañas cuando el recién descubierto Primarca Vulkan acudió a su Legión en su momento de mayor necesidad. La XVIII, dirigida por su Lord Comandante Cassian Vaughn, se había quedado atascada en la defensa de la retaguardia de un cúmulo de colonias cerca de la División de Taras contra una oleada de merodeadores Orkos.

Con el grueso de las Legiones Astartes luchando junto a las Flotas Expedicionarias en el avance hacia la Franja Este o manteniéndose como reserva contra los horrores de la Incursión de Rangda desde las Estrellas del Halo al norte galáctico, la XVIII fue la única Legión capaz de responder a la crisis. Luchando contra una superioridad numérica aplastante, el destacamento principal de la Legión (unos 19000 Marines Espaciales) había organizado a los defensores locales y resistido durante casi un año estándar en una serie de batallas sin cuartel contra más de un millón de Orkos dispersos por cientos de naves destartaladas, Piedroz y docenas de Pezioz. Las acciones de la Legión habían permitido evacuar a la población de tres planetas enteros a la teórica seguridad del Sistema Taras, pero a un coste terrible.

Al final, su comandante fue gravemente herido y los restos de la XVIII se quedaron atrapados en el Mundo Muerto de Antaem, lo que atrajo hacia ellos a los belicosos Orkos. Taras estaba lejos de la frontera de la Gran Cruzada, y el apoyo de otras Legiones habría sido difícil de obtener, pero de todas formas la XVIII no solicitó ninguna ayuda, determinada como estaba a ganar por sí misma o a morir en el intento, sabiendo que al desangrar a la flota Orka se salvarían incontables vidas humanas. Su Primarca, sin embargo, al enterarse de su situación se negó a quedarse de brazos cruzados.

Salamandras Sicarian

Cuando Vulkan llegó no lo hizo solo, ya que trajo consigo a 3000 nuevos Iniciados (los primeros reclutados en Nocturne) junto con una hueste de nuevas naves, máquinas de guerra y armas, todas fabricadas según las precisas especificaciones del Primarca. Cayeron sobre los pielesverdes como un relámpago, y destrozaron los pecios más grandes de la órbita de Antaem: Vulkan dirigió a sus guerreros al interior, purgando las vastas aglomeraciones de chatarra y rocas con fuego y plantando cargas sísmicas en su corazón para destruirlas. Animados por esta ayuda inesperada, los demás Legionarios de la XVIII se arrojaron con furia renovada contra los Orkos que los asediaban, masacrándolos y dispersándolos a su paso sin preocuparse de su gastada munición y de sus reducidos números, ni reservando nada por si fracasaban. Atrapada entre este martillo y yunque de salvajismo que superaba al suyo propio, la horda Orka fue rota y puesta en fuga, y los supervivientes fueron perseguidos sin descanso y consumidos por el fuego.

Tras la batalla, las dos mitades de la XVIII Legión se encontraron y se unieron sobre las llanuras de coral muerto de Antaem. Cuando sus salvadores se quitaron los cascos y los Legionarios terranos contemplaron los rostros de sus hermanos y del que era su padre genético, no pudieron evitar saber que todos eran hermanos y que su Primarca había venido a buscarles. Se dice que los supervivientes de la terrana XVIII se arrodillaron de inmediato ante su Primarca, pero que Vulkan les pidió que se alzaran, diciendo que todos sus hijos eran iguales y que él no era ningún reyezuelo que necesitase muestras de obediencia. En vez de eso, fue él quien se arrodilló en honor de las vidas que habían salvado y del precio que habían pagado. Entonces, buscó al moribundo Lord Comandante Vaughn y confirmó el traspaso del mando de la Legión entregándole la Garra de Kombate rota del Kaudillo que le había derribado para sellar el pacto entre él y su Legión: ellos lucharían por él, pero a cambio él lucharía por ellos.

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Vulkan

Tal fue la estima que Vulkan sentía hacia este guerrero, que había dirigido a sus hijos con inquebrantable honor y autosacrificio, que emprendió la fabricación del Dracos Resucitado para él, un sarcófago Dreadnought único de inigualada sofisticación y resistencia. Una de las diversas maravillas creadas por Vulkan, estaba forjado con una aleación desconocida y casi impenetrable, una reliquia que se decía que procedía de las profundidades de la Vieja Tierra y que nadie salvo Vulkan podía dominar y moldear a voluntad. Pero a medida que pasaban los años, aunque la voluntad de luchar del recién creado Dreadnought (ahora apodado Cassian Dracos) no disminuía, su mente se enturbiaba cada vez más y se distanciaba del campo de batalla, así que se decidió dejarle permanecer dormido durante periodos más largos y despertarle solo en las necesidades más graves para luchar en los conflictos más importantes.

Durante la Masacre del Desembarco en Istvaan V, Cassian luchó con una furia sin igual, primero encabezando el ataque contra el enemigo, y después de que la segunda oleada mostrase su auténtica lealtad, manteniéndose firme aunque todos a su alrededor fuesen masacrados. Al final, su blindaje fue perforado y rasgado en una docena de puntos por una ventisca de disparos pesados, pero siguió luchando, chocando contra los enemigos que rodeaban a sus hermanos y dejando tras de sí una estela de devastación.

En la masacre del Desembarco, Dracos arrasó las líneas enemigas, reviviendo su primera muerte de nuevo cuando la XVIII volvía a enfrentarse a la extinción, dejando un rastro de muerte tras él. Dracos solo fue detenido por el impacto de una lanza orbital que vitrificó el campo de batalla al completo. Horus y sus generales dejaron Istvaan seguros de que la vida del viejo guerrero había acabado junto a la de su primarca y la de su legión.

Salamandras fuerza de rescate

Aun así, cuando Xiaphas Jurr y la tripulación del Dragón de Ébano un año después, encontraron la destrozada carcasa del Dragón Renacido, lejos de estar intacto pero aún no dispuesto a rendirse a su inevitable muerte. Cassian Dracos volvería a los campos de batalla del Imperium a reclamar su venganza, pero no volvería a ser el mismo. El tiempo bajo las negras y asfixiantes arenas de Istvaan le había cambiado, era misterioso, de temperamento impredecible y capaz de ejercer un perturbador control sobre las creaciones del Dios Máquina y aquellos vinculados a él.

Dracos es encontrado por los Salamandras que parten de Nocturne a la búsqueda de Vulkan. El Capellán Xiaphas Jurr y sus guerreros protagonizan una odisea semejante a la de Ulises o Jasón hasta conseguir llegar a Istvaan V, abordo del Dragón de Ébano recogen los restos de los naúfragos de la traición, los huerfanos de Sanguinus e incluso combaten a los Xenos.

Pero una vez llegan a las llanuras cenicientas de la depresión Urgall no es a Vulkan a quien encuentran enterrado sino a un hombre que ha vuelto dos veces de entre los muertos, Dracos, su primer señor. Allí, cubierto bajo cientos de cadáveres, sepultado en la oscuridad y moribundo comienza a tener proféticas visiones de su señor.

Cuando los errantes  del Dragón de Ébano lo desentierran no sólo descubren un superviviente, descubren un profeta al que seguir y rápidamente entorno al Dreadnought surge un culto religioso, los discípulos de las llamas. Las misteriosas órdenes del místico no serán continuar la búsqueda de Vulkan, sino poner rumbo a Mezoa, donde se enfrentarán en combate mortal a Autilon Skorr y Narik Dreygur por el control de un mundo forja clave.

Batalla de Mezoa[]

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Autilon Skorr, caído en desgracia pero en busca de la gloria a ojos de Horus y su Primarca, fue enviado a tomar el mundo forja de Mezoa al mando de 9000 Astartes, tres Thagmatas al completo y 20.000 tropas auxiliares. Las tropas asaltantes estaban compuestas por la Legión Alfa (al mando), los Guerreros de Hierro y la Guardia de la Muerte.

Llegados de las cenizas de Istvaan V y habiendo atracado en Baal, los argonautas del Dragón de Ébano llegaron a Mezoa guiados por las proféticas visiones de su líder, Cassian Dracos. A bordo del buque no sólo viajaban los Discípulos de las Llamas y Xiaphas Jurr, enviados a buscar a Vulkan, sino miembros de la Guardia del Cuervo, los Manos de Hierro y los Ángeles Sangrientos.

Los miembros de las Legiones Quebradas se unieron a un pequeño contingente de Puños Imperiales naufragados en el mundo forja y juntos se prepararon para resistir un ataque que sólo tenía un final posible.

Sin embargo, pese a la aplastante superioridad numérica de las fuerzas bajo el mando de Skorr, la victoria no iba a ser fácil. Las tres Legiones atacantes no compartían su información y a menudo los Guerreros de Hierro, al mando de Dreygur, fueron enviados al combate como carne de cañón y distracción mientras la Legión Alfa atacaba los puntos más débiles del despliegue enemigo.

La primera oleada que se estrelló contra las defensas fueron las tropas auxiliares del Ejército Imperial, lanzadas como corderos al matadero para revelar las defensas de Mezoa y desgastar su munición. La segunda oleada, los Guerreros de Hierro, marcharon a morir a lo peor del combate tratando de establecer una fortificación que sirviera como cabeza de puente en la invasión. Dreygur acabó con Valtus Moran, Campeón de los Puños Imperiales, durante la batalla.

Mientras los Tecnosacerdotes reconstruían a Dracos en el interior de las forjas, Jurr encabezaba a los defensores. El Capellán de los Salamandras contemplaba como las escasas fuerzas del mundo forja se desangraban frente a la incontenible marea de Traidores. Pero el Cónsul-Delegatus de la Legión Alfa no estaba dispuesto a esperar, y decidido a acabar cuanto antes el asedio lanzó un ataque total sobre los muros de Mezoa.

Los maltrechos restos de los Guerreros de Hierro fueron lanzados contra sus murallas, donde todos los defensores se habían concentrado. Una segunda oleada de atacantes, la Legión Alfa, debía de haber reforzado a la primera, pero esa segunda oleada nunca llegó. Mientras los Guerreros de Hierro sufrían la ira de los defensores los equipos de ejecutores de la Legión Alfa se infiltraron en las forjas para acabar con los tres sumos sacerdotes del Mechanicum que tenían control total sobre el planeta.

Rev

Los asesinos de Skorr consiguieron acabar con el primero de los Tecnosacerdotes, pero de las profundidades del mundo despertó lo único que quedaba para defenderles. Dracos, el renacido, se levantó con el Dreadnought por fin reparado, pero en vez de dirigirse a donde estaba Skorr se lanzó al campo de batalla. Los Manípulos de autómatas bajaron las armas a su paso y llegó hasta Dreygur sin que ningún hombre o máquina le atacara. Qué le dijo aún es desconocido, pero Dreygur y los Guerreros de Hierro volvieron sus armas contra la Legión Alfa.

Los defensores y los inesperados aliados acosaron a Skorr por dos frentes, cambiando las tornas de una batalla ya ganada. Skorr, atrapado, consiguió abrirse paso hasta la órbita gravemente herido. Sus fuerzas fueron masacradas por las Legiones Quebradas y los Guerreros de Hierro. Aun así, el mundo forja quedó gravemente dañado, uno de sus imprescindibles regentes había muerto, y no volvió a suponer una amenaza para Horus. Sin embargo, su posición entre las conquistas de Horus se convirtió en un refugio desde el que los Leales lanzaron incursiones en el futuro.

Dreygur y los Guerreros de Hierro se unieron al Dragón de Hierro, Dracos, y en futuras batallas fueron vistos combatiendo a su lado y al de los Discípulos de las Llamas.

[]

Tras la herejía, el Capítulo de los Salamandras ha seguido enterrando Hermanos de Batalla caídos en el interior de este antiguo sarcófago a lo largo de los milenios. Solo las almas más individualistas, fuertes de voluntad y belicosas poseen la más remota oportunidad de sobrevivir al proceso de activación del Dreadnought. La fuerza de voluntad de estos guerreros, combinada con el oscuro Espíritu Máquina del Dreadnought en el que estarán enterrados por toda la eternidad, genera un combatiente muy poderoso en el campo de batalla. El actual ocupante del Dracos Resucitado, conocido hoy día como el Dragón de Hierro, es Sokhar Bray'arth, apodado Bray'arth Mantoceniza por sus hermanos, un antiguo Capitán de la 4ª Compañía de los Salamandras.

Armamento[]

Vulkan, el Primarca de los Salamandras, era un maestro sin igual en la forja. Grabó personalmente intrincados detalles y símbolos del Culto de Prometeo de Nocturne en las ornamentadas y segmentadas placas de blindaje del Dreadnought Dracos Revenant. El chasis, asimismo, está equipado con varios proyectores de llamas secundarios además de su armamento principal, lo que permite al antiguo Dreadnought cubrirse completamente de fuego e incinerar cualquier cosa que se le acerque demasiado. El Dracos Resucitado, o Dragón de Hierro, posee también lo siguiente:

  • Lanzallamas Pesados Dreadfire - Vulkan diseñó dos armas acopladas para este Dreadnought, compuestas por Armas de Combate Cuerpo a Cuerpo Dreadfire y un Lanzallamas Pesado Dreadfire incorporado en cada una.
  • Blindaje adicional.
  • Descargadores de humo.
  • Reflector.
  • Nuncio-vox.

Fuentes[]

  • The Horus Heresy II. Páginas 117-118 y 252.
  • The Horus Heresy VI. Páginas 37-44, 49, 252.
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