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"Durante siglos sin número, el Santuario de San Aret ha guardado su secreto: un repositorio de antiguas reliquias ocultas por una mano desconocida para impedir que caigan en manos de los enemigos de la Humanidad. Con el avance de la Flota Enjambre Dagon, ese repositorio es amenazado y la Inquisición coordina una misión de los Vigías de la Muerte para garantizar su seguridad."
- —Notas del Liber Eriochus, 814.M41
La Caída de Herisor fue un enfrentamiento de los Vigías de la Muerte y los Alcaides de la Tormenta con los Tiránidos de la Flota Enjambre Dagon en el planeta Herisor, en el año 814.M41.
Historia[]
Las legiones devoradoras de la Flota Enjambre Dagon son la amenaza más reciente que haya descendido sobre los ensangrentados mundos de la Cuenca de Jericho; y según muchos, la más terrible. En un corto lapso de años, mundo tras mundo ha sido despojado de biomasa y recursos naturales para alimentar a la voraz flota enjambre, dejando a su estela nada más que una cadena de cáscaras sin vida. La defensa de un mundo contra un ataque de tal calibre requiere de reservas bélicas asombrosas y un esfuerzo hercúleo por parte de los ejércitos de la Cruzada de Achilus, pero a menudo la única esperanza es una intervención rápida en la fase más temprana del proceso de consumo planetario de los Tiránidos. Una intervención así ocurrió cuando el planeta Herisor se encontró directamente en el camino de un tentáculo de la flota enjambre. Tal vez Herisor hubiese sido abandonado a su destino si no fuera por el hecho de que el planeta era el hogar de una pequeña colonia, en cuyo centro estaba la capilla de San Aret. Este pequeño templo albergaba una serie de reliquias de increíble poder, destinadas a descansar allí en un pasado oscuro y distante. Era imperativo que su descanso permaneciese intacto, por lo que se hizo un gran esfuerzo para repeler a los Tiránidos.
La operación para evitar la caída de Herisor comenzó cuando los organismos de vanguardia tiránidos aparecieron en los páramos sin vida del mundo, causando masacres entre colonos mal equipados y los mineros del promethium. Herisor era el hogar de un pequeño coro Astropático, por lo que se envío una desesperada llamada de socorro al gélido vacío. El anciano Astrópata Primaris nunca sabría si el mensaje pudo penetrar el velo de oscuridad que envolvía al planeta mientras la flota enjambre rodeaba su presa.
De hecho, el mensaje fue recibido tanto por un contingente de la flota de los Alcaides de la Tormenta y el coro astropático del Crucero de asalto Bellaron, de los Vigías de la Muerte. Esta nave de guerra se hallaba en ese momento transportando a un Equipo de Eliminación desde la Fortaleza de la Guardia Erioch hacia Arkhas, acompañados por un inquisidor llamado Ghent, así como numerosos miembros de su séquito. Como miembro del Ordo Xenos, el Inquisidor Gante ordenó que la misión fuera replanteada en el instante en que la llamada de socorro de Herisor fue transcrita y, pocos días más tarde, Bellaron entró en órbita sobre el planeta sediado.
Ghent ordenó la intervención en Herisor no porque creyera que el planeta fuese valioso en sí, aunque sus depósitos de promethium lo eran para la Cruzada de Achilus. Más bien sabía de la existencia de la Capilla de San Aret y tenía algún indicio de que la capilla albergaba cierto número de reliquias. Él no podía permitir que se perdieran tales artefactos y por ello se lanzó la misión de salvar a la capilla de su destino. El rastro de humo y fuego de una cápsula de desembarco atravesó el cielo junto a las de los Alcaides de la Tormentas mientras el equipo de eliminación tomó su cabeza de playa varios cientos de kilómetros en lo profundo de las líneas enemigas, alejados de sus compañeros del Adeptus Astartes. El terror de los habitantes de la colonia cercana se convirtió en alegría ante la perspectiva de la liberación por estos ángeles de la muerte. Si el equipo no hubiera llegado exactamente cuando lo hizo, la colonia hubiese sido abrumada en cuestión de minutos. Sin embargo, los colonos y los mineros descartaron pronto la idea de su rescate cuando Ghent ordenó a la Bellaron bombardear un asentamiento alejado e invadido por una horda de criaturas tiránidas. El ataque aniquiló a la horda, pero con ella se perdieron el asentamiento y los tres mil colonos refugiados en su interior. El primer colono que levantó una objeción a esta acción fue ejecutado por el inquisidor.
Operaciones conjuntas[]
Tras establecer su cabeza de puente, los Alcaides de la Tormenta lanzaron una serie de asaltos que causaron un daño considerable a las hordas tiránidas. Mientras tanto, el equipo de eliminación realizó ataques quirúrgicos contra las criaturas sinápticas y las chimeneas de esporas, causando un caos inigualable en todo el enjambre. Durante esta fase de la operación, Ghent se volvió cada vez más insistente en que la capilla de San Aret, a cierta distancia dentro del territorio invadido por el enemigo, valía la pena y transmitió una serie de peticiones de ayuda a cualquier unidad imperial disponible. Respecto a los Alcaides de la Tormenta, pocos activos respondieron a la orden pues Dagon estaba avanzando en numerosos frentes y las fuerzas imperiales se batían en retirada. Así pues, los hermanos de batalla de los Vigías de la Muerte permanecieron en Herisor bajo órdenes del inquisidor Ghent en una operación que se alargó a semanas y luego en meses.
Las primeras acciones de la operación fueron muy eficaces en derrotar a los tiránidos, ya que incluso un solo equipo de equipo de eliminación, apoyado por un crucero de asalto en órbita, es una fuerza temible. Sin embargo, los tiránidos conservaron su dominio sobre la Capilla de San Aret y la ciudad que la acogía, hecho que frustraba al inquisidor cada vez más. Este llegó a creer que los tiránidos se aferraban deliberadamente a la ciudad en ruinas por alguna razón que no podía discernir, pero que seguramente estaría conectada con la presencia de la capilla y su relicario.
A medida que la intervención en Herisor se alargó, el mundo se transformó en una visión del apocalipsis. Los tiránidos devastaron la estéril superficie en un esfuerzo por convertir su limitada biomasa y reservas de agua y oxígeno en recursos que las bio-naves pudieran utilizar en la creación de aún más criaturas. Las estructuras alienígenas cortaban el cielo y los tentáculos aspiraron los nutrientes del suelo. Los Vigías de la Muerte lanzaron asalto tras asalto contra este enemigo implacable, destruyendo nidos de crías nada más aparecían para impedir la acumulación de una masa crítica que les permitiera lanzar un asalto decisivo. La ciudad en ruinas se convirtió en una masa hirviente de corrupción tiránida, en la cual toda estructura que no era la capilla de San Aret fue reducida a ruinas por los constantes bombardeos de la Bellaron y cubierta con la deleznable contaminación biológica de la Mente Enjambre. Y mientras tanto, Ghent se preocupaba por el contenido de aquella capilla. Eventualmente, el inquisidor determinó que debía realizarse un ataque decisivo y recuperar cualquier reliquia que estuviera alojada dentro de la capilla, evitando su destrucción.
Ghent sabía que la misión sería ardua, incluso para una fuerza tan potente y experimentada como la suya. Era una tarea que sólo podía confiar a los guerreros más fuertes y leales, y entonces la fortuna sonrió al Inquisidor pues el equipo de eliminación que había estado a bordo del crucero de asalto y había golpeado una y otra vez a la fuerza de invasión era el Lux Veritatis, una reunión de guerreros que habían mantenido tres servicios completos a la Larga Vigilia juntos y que sabía que darían sus vidas en lugar de aceptar la derrota. Sin embargo, parece que Gante no estaba dispuesto a confiar todos los aspectos de la misión, ya que ordenó a uno de sus propios acólitos, un hombre con el nombre de Darius Phine, que acompañara a los marines en su misión.
En solitario[]
Los detalles de la intervención en Herisor se vuelven difíciles de obtener más allá de este punto, especialmente aquellos relacionados con la misión de examinar la Capilla de San Aret. Es evidente que Ghent ha adjuntado un sello de seguridad de alto nivel al informe completo del incidente, pero ciertos hechos son conocidos. Lux Veritatis partió para la capilla en una Stormraven, bajo la dirección del hermano Decatru. A medida que la cañonera viajaba hacia el norte, sobre los páramos, los hermanos de batalla pudieron ver la escala de destrucción y corrupción que poblaban el paisaje. Ahora eran el hogar de las bioformas que acompañan a cualquier invasión tiránida, los retorcidos zarcillos que se alimentan de los nutrientes cosechados en las vaporosas piscinas de digestión. Las ruinas de las chimeneas de esporas atacadas por los Vigías de la Muerte se hicieron cada vez más numerosas conforme la nave se acercaba a la colonia. Pronto, los hermanos de batalla dieron testimonio de la visión de un asentamiento antes próspero, ahora completamente destruido por los esfuerzos de los tiránidos y el Imperio.
Normalmente, la temperatura en un planeta sometido a la depredación de los tiránidos se eleva hacia cotas anormales. Sin embargo, en Herisor, ese proceso había sido interferido tan drásticamente por las acciones del equipo de eliminación que la temperatura se estaba desplomando rápidamente. Cuanto más al norte viajaba la cañonera peor era el efecto, de modo que cuando apareció la capilla de San Aret por encima de la colonia la nieve llenaba los cielos y la tierra.
Decatru sabía que Lux Veritatis no tendría mucho tiempo para cumplir su misión, pues la capilla estaba situada en el corazón mismo de lo que era el nido-colmena de todo un ejército. Mientras la cañonera se colocaba para su aproximación final, las ruinas nevadas se agitaron en respuesta a la mente enjambre, reuniendo a su progenie para el acecho. Cuando la cañonera aterrizó en la esmerilada plaza del mercado, el sonido de bestias alienígenas chirriantes compitió con el estridente grito del viento. Una vez despegó la nave, con los guerreros de Lux Veritatis desplegándose hacia la capilla, las ruinas a su alrededor vomitaron hordas de tiránidos.
Veteranos de innumerables batallas, los miembros del equipo de eliminación asumieron posiciones defensivas alrededor de la capilla y pronto el aire se llenó con el rugido de bólters de disparo rápido y el golpeteo constante del armamento pesado. Decatru comenzó su exploración, ayudado por el Hermano-Tecnomarine Nodens, pero fue el acólito del inquisidor Ghent, Darius Phine, quien hizo el fatídico descubrimiento. En el corazón de la capilla, en la base de antiguas escalinatas de piedra que conducían a una cripta polvorienta, el acólito y los astartes llegaron a una colección de artefactos como nadie pudiera imaginar que existieran en esa parte del Saliente Orpheus. Incluso mientras Phine pasaba por ataúd tras ataúd de reliquias, Decatru y Nodens intercambiaron palabras quedas. Ambos habían captado enseguida que estos objetos no eran reliquias del Credo Imperial. Fuesen producto de ciencia prohibida o de xenos, ni un solo artículo parecía ser de origen imperial, o humano. Decatru sabía que algo iba muy mal, pero antes de que pudiera informar de sus preocupaciones al acólito de Ghent la batalla en la capilla sobre ellos creció repentinamente en intensidad.
Tras dejar a Phine para continuar su exploración de la cripta, Decatru y Nodens regresaron a la capilla, sólo para encontrarla rodeada por todos los flancos por un número imposible de monstruosidades tiránidas. Nada a lo que se habían enfrentado antes en Herisor podría haberles preparado para la magnitud de la horda a la que se enfrentaban. De las bocas de las alcantarillas y los conductos de servicio aparecieron centenares de tiránidos, incluyendo xenoformas que no habían visto en casi seis meses de operaciones. Siendo veteranos de mil misiones desesperadas, los hermanos de batalla de Lux Veritatis conocían bien los límites de sus capacidades sobrehumanas. No había forma de que pudieran resistirse a tal enjambre, por lo que la naturaleza de la misión cambió en un abrir y cerrar de ojos.
Incluso mientras abría fuego sobre la vanguardia tiránida en rápida aproximación a las murallas de la capilla, Decatru habló a Phine, informándole que la misión era abortada y la cañonera estaba en camino para extraerlos a todos. Al no recibir ninguna respuesta de Phine, Decatru envió a Nodens para asegurar que el mensaje fue recibido. Al descender los peldaños de piedra hacia la oscuridad de la cripta Nodens se enfrentó a un extraño espectáculo. Phine estaba postrado sobre el suelo de piedra como si realizara una abyecta veneración hacia un objeto que flotaba ante él, a un metro de altura. Ese objeto era una esfera metálica de unos treinta centímetros de diámetro, y cuando Nodens se detuvo, el acólito se volvió para mirar al astarte con los brillantes ojos de la inconfundible luz de la pura locura.
Nadie puede decir qué pudo haber sucedido después si la horda tiránida no se hubiera estrellado contra las paredes exteriores de la capilla. Respondiendo a la llamada de batalla, Nodens regresó con sus hermanos no sin disgusto, recitando un informe esencial a Decatru sobre lo que había presenciado. Decatru dio su informe de situación al inquisidor, enrutado a través de los sistemas de la Bellaron, directamente sobre sus cabezas. Fue entonces cuando Nodens detectó una señal secundaria utilizando el mismo flujo de datos e identificó rápidamente su fuente. Phine se comunicaba con alguien a bordo de la Bellaron y ese sólo podía ser su amo, Ghent.
Antes de que Decatru pudiera interrumpir, la voz del inquisidor brotó por el canal vox. La Bellaron había recibido órdenes de lanzar un bombardeo orbital sobre la horda tiránida y los hermanos de batalla de Lux Veritatis debían ponerse a cubierto en la cripta de la capilla. El piloto de la Stormraven que circundaba su posición le interrumpió, prometiendo que podría extraer al equipo de eliminación si el crucero podía limpiar la zona de aterrizaje de criaturas pero el canal murió sin mayor razón. Maldiciendo al inquisidor, Decatru gritó su última orden, instruyendo a sus hermanos a iniciar una retirada táctica hacia el corazón de la capilla, incluso cuando los cielos se iluminaron con los primeros disparos del bombardeo orbital y los muros exteriores de la capilla fueron destrozados por la avanzadilla de la horda tiránida.
Los hechos realizados durante esa retirada bien merecen contarse entre los más heroicos de cualquier batalla jamás combatida en el Saliente Orpheus, pero pasaron sin jamás ser registrados, como lo fue el destino final de Lux Veritatis. Si llegaron a la puerta blindada de la cripta ciertamente la encontraron cerrada, bloqueada desde dentro, pues ningún hermano de batalla alcanzó la seguridad del más allá.
Poco después de este trágico incidente, el Ghent ordenó a los Vigías de la Muerte que se retiraran de Herisor, abandonando el mundo a su destino. De Lux Veritatis o Phine, nada se sabe; al menos oficialmente.
Fuentes[]
- Deathwatch: The Emperor's Chosen (Juego de Rol).