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La Basílica Negra es el gigantesco templo que ejerce como centro de la Heriesarquía en el mundo de Lostmarch, la cual es también el palacio de su líder, la Emperatriz Negra.
Descripción[]
La Basílica Negra es una dantesca obra en cuya construcción participaron millones de esclavos y que fue completada en el 1669 DDF (091.M40), si bien posteriormente siguió creciendo.
En realidad no se trata de un único edificio, sino de todo un complejo en el que destaca una inmensa construcción central que hace las veces de residencia de la Emperatriz Negra, alrededor de la cual se levanta una estructura más o menos circular plagada de pináculos, catedrales, claustros y escalinatas que abarcan varios kilómetros cuadrados, dando un aspecto atemorizador y siniestro a todo el conjunto, el cual cuenta con otras construcciones más alejadas aunque comunicadas con el centro neurálgico.
Existe una ciudad que crece alrededor de la Basílica Negra, un lugar que emula las Colmenas del Imperio de la Humanidad albergado en su interior a varios millones de retorcidos creyentes y cuya superficie aproximada es de unos 300 km2.
El complejo central no sólo contiene lugares para el culto de la Summum Verba, sino que también posee una gran archivo en el fondo de sus entrañas donde innumerables escribas oscuros realizan la incansable labor administrativa del Regula Custodis, escribiendo además infinitas páginas de maldiciones, letanías sacrílegas, ritos de corrupción y textos heréticos que conforman la espina dorsal de su credo dedicado al Caos Absoluto.
Del mismo modo existen en sus alrededores cámaras y fraguas de las que emergen horrendos artilugios de guerra aunque no de forma masiva, las cuales por ejemplo han dado así origen a los temibles Deformados o armamento de distinta manufactura.
La Basílica Negra es así el epicentro del poder de la Heresiarquía, un horrible lugar donde se hacen miles de sacrificios de sangre mediante las ejecuciones más truculentas de víctimas enviadas desde todas las Diásporas y lugares asaltados por sus Turbas, pues su dolor y el de sus fieles alimenta el poder de la Emperatriz, quien presencia durante días las torturas y la agonía de los condenados, impasible e inamovible.