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Eldar oscuro arconte

Arconte

"¿Crees que puedes desafiarme, escoria humana? ¿A mí, la perdición de los imperios, el padre del dolor? Bien, déjame que te enseñe... Después de todo, necesito una nueva mascota..."

K'shaic, Arconte de la Kábala del Filo del Loto

Los Arcontes son los dirigentes de las Kábalas de Drukhari y por lo tanto conforman la casta dirigente de Commorragh. Los Drukhari luchan por la autoridad y el poder, y aquellos que son más depravados y suficientemente despiadados alcanzan rápidamente una posición predominante. Los Arcontes conducen a la batalla a sus sirvientes, en busca de esclavos y almas, dejando mundos arrasados y montañas de cadáveres allí por donde pasan.

Descripción[]

Los Arcontes de las Kábalas de Commorragh son los verdaderos monarcas de la Ciudad Siniestra. Se sientan en el ápice de la pirámide, en el pináculo de la jerarquía que controla ese reino de sombras. Cada uno de ellos disfruta de la suficiente influencia como para provocar el colapso de una vasta extensión del espacio real, frenar en seco una Cruzada Imperial, o hacer prisionera a la población de planetas enteros. Aunque el señor supremo de una Kábala siempre es un enemigo temible en la batalla, hay que tener en cuenta que no ha alcanzado su estatus simplemente gracias a su pericia en el arte de la guerra o en la supresión de los débiles por la fuerza bruta, sino a base de salir victorioso una y otra vez en el más complejo de los desafíos a los que puede hacer frente un Drukhari: el juego de las intrigas que se desarrolla en el corazón de la Ciudad Siniestra.

Cada Arconte es igual de venenoso que una serpiente, tanto de palabra como de acto. Su mente es tan laberíntica como los más oscuros rincones de la Telaraña. Ocupar el punto más elevado del poder equivale a convertirse en un blanco preferente, y aunque cada Arconte es un megalómano engreído, tiene claro que solo logrará mantener su estatus mientras pueda frustrar los intentos de golpe y asesinatos de sus rivales. Cuando uno se encuentra en los escalones superiores de la Ciudad Siniestra, un único paso en falso puede bastar para sufrir una caída fatal. Debido a esto, los Arcontes han desarrollado una habilidad innata para predecir las conspiraciones ajenas, y experimentan escalofríos de placer desbaratando las trampas que se les han puesto y volviéndolas en contra de sus perpetradores.

Pese a la compleja red de alianzas que se entrelazan en Commorragh, los señores supremos de las Kábalas siempre intentan mantener aislados a aquellos que tienen intención de derrotarlos en su mortífero juego. La ambición sin límites de sus inferiores mantiene siempre al máximo la paranoia de los Arcontes, que se acaban convirtiendo en maestros insuperables de la traición y la puñalada por la espalda. Sus estrategias y complots pueden llegar a extenderse durante milenios, desplegándose lentamente hasta alcanzar los objetivos deseados. De hecho se rumorea que algunos de los Señores del Crepúsculo, que gobiernan desde las más altas torres de Commorragh, ya ocupaban los más elevados puestos de poder antes de la Caída. Estos ancianos señores de los Drukhari contemplan al resto de su raza como un grupo de niños riñendo entre sí; y no se puede decir que tengan mucha paciencia para tolerar a los idiotas: una sola sílaba fuera de lugar puede bastar para que un Arconte desate toda su ira con resultados letales. Y en cuestiones de jerarquía, los Arcontes siempre se decantarán por aplicar las soluciones que más perjudiquen a cualquier otro grupo de poder diferente al suyo, por simple desprecio.

No obstante, regocijarse en las profundidades del abismo siempre tiene un coste. Los Arcontes, a lo largo de los años, se han convertido en seres cada vez más alienígenas para el resto de su raza. Han pasado tanto tiempo alimentándose del dolor ajeno, que han acabado por desarrollar una alta tolerancia al respecto, y ya solo se sienten revigorizados ante las mayores atrocidades. Es por esto por lo que, de manera regular, dirigen incursiones en el espacio real a escala planetaria: porque participar de dichas masacres a gran escala es ya su única manera de rejuvenecerse y alimentarse adecuadamente. Miles de esclavos son sacrificados cada noche ante los Arcontes, y aun así pueden no ser suficientes para garantizarles mantener su juventud y vigor. Por tanto, algunos Arcontes se ven obligados a ocultar con máscaras sus caras, surcadas de venas negruzcas; algunas de dichas máscaras son bellas y estilizadas, mientras que otras han sido diseñadas a partir de las caras despellejadas de sus rivales, cuyas intrigas no eran después de todo tan infalibles como ellos pensaban.

Antes de ir a la batalla, un Arconte visitará su museo armamentístico, saboreando el proceso de selección mientras elige entre las más arcanas y letales de todas las tecnologías de Commorragh. Algunos Arcontes escogen un surtido distinto de armamento para cada combate, disfrutando de la gran variedad a su disposición. Otros han empleado las mismas herramientas de muerte durante años, décadas o incluso siglos, y continuamente encuentran nuevos modos de producir sufrimiento con sus instrumentos favoritos. Una de tales armas, el marchitador, es una de las preferidas de muchos Arcontes, evapora los fluidos internos de aquellos a los que rebana, provocando que su carne se seque hasta convertirse en polvo de la más espectacular de las maneras. Otras, más esotéricas son también portadas por los Arcontes, como las sobrenaturales trampas de almas, los agonizadores con forma de látigo y los campos de fuerza que rodean a su portador entre zarcillos de oscuridad.

Así provisto, el Arconte camina con arrogancia hacia el campo de batalla, mirando a sus enemigos con un desprecio absoluto. Sus más afamados siervos y mascotas, cada uno especializado en otorgar el don de la muerte a su propia manera, acompañan al Arconte, masacrando a aquellos que se dirigen directamente contra su señor. Incluso el menor de los Arcontes de una Kábala puede moverse como el viento, pareciendo desaparecer de la vista para volver a aparecer solo cuando su espada ha hecho su sangriento trabajo. Pocos guerreros mortales han puesto sus ojos en un Arconte y los mantienen en sus propias cuencas.

Las cortes de los Arcontes[]

"¿Muerte? ¿Quieres la muerte? No, me temo que eso sería demasiado aburrido."

Lord Sarnak, Arconte inferior de la Kábala del Corazón Negro

El Arconte de una Kábala suele rodearse con una camarilla de sirvientes predilectos y guardaespaldas de élite. Dependiendo de la personalidad del Arconte, los integrantes de dicha camarilla pueden ser tan variados como las herramientas de su sala de tortura, aunque en términos generales suele tratarse de Medusas, Lhamaeanas, Ur-crófagos, Ssliz, Íncubos y otras mortíferas criaturas alienígenas, como los sangrientos Hematovoros y los grandes Avesombras, cuyos roncos graznidos enloquecen a quienes los oyen.

Armamento[]

Un Arconte suele ir a la batalla armado con armadura de la Kábala; espada de energía y pistola cristalina. Puede cambiar la espada de energía por un agonizador; una espada venenosa o un marchitador. Puede cambiar la pistola cristalina por una pistola bláster.

Asimismo, puede escoger desplazarse en un Ponzoña junto con su corte

Etimología[]

En la antigua Grecia, los arcontes eran los magistrados que ocupaban los puestos más importantes del gobierno de la ciudad. Su importancia varió a lo largo de los casi cinco siglos que perduró la institución, desde el 753 a. C. —cuando el arcontado perpetuo de los reyes de Atenas dio lugar a mandatos de diez años— hasta bien entrado el siglo III a. C., pero constituyeron la base de los gobiernos aristocráticos y monárquicos de la mayoría de las ciudades griegas. Esta magistratura representa la sustitución del poder de los antiguos reyes por el de las familias nobles, y debió crearse entre los siglos X y VII a. C.

Miniaturas[]

Galería[]

Fuentes[]

  • Codex: Eldars Oscuros (Ediciones 3ª, 5ª, 7ª y 8ª).
  • Codex: Drukhari (9ª Edición) pg 90.
  • Kill Team - Commanders. Powerful Heros in Skirmish Combat.
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