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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Los Incursores del Desierto de Tallarn son guerrilleros muy móviles, escurridizos y oportunistas. Son especialmente famosos por sus potentes escuadrones y por ser unos maestros en la guerra de guerrillas. Los tallarnianos son grandes jinetes que suelen utilizar monturas para ir de una batalla a otra y que desmontan cuando llegan cerca del enemigo y no desean ser detectados. Una vez tienen al enemigo a la vista, los tallarnianos lo acechan, fiándose de su entrenada puntería y de sus rápidos cuchillos curvos para conseguir la victoria.

Mundo Natal[]

El mundo de Tallarn fue antaño un planeta fértil bañado por la anaranjada y suave luz de sus soles gemelos. Los océanos, las llanuras y las verdeantes junglas cubrían su superficie y sus habitantes prosperaban. Pero todo aquello terminó con la Herejía de Horus, cuando la Legión Traidora de los Guerreros de Hierro lanzó un ataque de bombas víricas sobre el planeta. El planeta quedó reducido a un inmenso desierto con apenas vida y los que sobrevivieron se tuvieron que refugiar en bunkers subterráneos. Tras el bombardeo, los Guerreros de Hierro lanzaron una invasión al planeta, pero sus defensores realizaron una contraofensiva. Como en el planeta todavía quedaban restos del virus, solo se pudieron usar tanques. La Batalla de Tallarn fue el conflicto bélico acorazado más grande en la historia del Imperio. Durante los meses siguientes más de diez millones de unidades blindadas se batieron en duelo en la superficie de un mundo muerto. En estas batallas los Incursores del Desierto desarrollaron su estilo de combate, los ataques relámpago.

A lo largo de los años siguientes, el planeta quedó totalmente desértico, solo agua en la atmósfera y sin plantas y animales en la superficie terrestre. Los tallarnianos se desplazaron a vivir en ciudades subterráneas, y se construyeron métodos para recolectar agua y comunicar las ciudades entre sí.

Una de las cualidades donde más destacan los tallarnianos es en su maestría como jinetes. También son buenos artesanos y elaborando armas.

Historia[]

Primera Batalla de Tallarn[]

Guerreros de Hierro Invasión de Tallarn Dreadnoughts Contemptor Ejército Imperial Devorador de Vida

Los Dreadnoughts de los Guerreros de Hierro atacan a los tanques del Ejército Imperial en medio del bombardeo vírico.

En un devastador ataque por sorpresa, los Marines Espaciales del Caos de los Guerreros de Hierro arrasaron el planeta. Miles de bombas víricas cayeron sobre Tallarn y sus habitantes corrieron a esconderse en los refugios ambientales bajo la superficie. Tras esconderse y ponerse a salvo de la mortífera bioplaga, las mortíferas espirales de ADN mutaron del modo en que estaban programadas. Animales, plantas e incluso insectos perecieron bajo los efectos del virus, destruyendo el ecosistema del planeta y dejando en su lugar una cáscara vacía de vida.

Tras siete semanas de aislamiento, el virus ya había cumplido su trabajo y los habitantes que quedaban en Tallarn volvieron a la superficie. Se encontraron con un planeta recubierto con el líquido acre y viscoso de plantas y cadáveres no del todo descompuestos, ya que el mundo se había quedado totalmente estéril y ni siquiera quedaban bacterias para ayudar a descomponer los muertos.

Los Guerreros de Hierro mandaron a su destacamento especial para ocupar el mundo en el nombre de los Dioses del Caos y las fuerzas de Tallarn emergieron de sus búnkeres subterráneos para combatir a los invasores. En poco tiempo llegaron los refuerzos de ambos bandos y las flotas espaciales rivales presentaron ejércitos descomunales para luchar por los restos sin valor de aquel planeta inerte.

La Batalla de Tallarn duró muchos meses y representó el conflicto acorazado más grande de la Herejía de Horus. Los brotes de infección vírica de los residuos de ADN defectuoso hacían que fuera casi imposible que la infantería pudiera operar fuera de sus refugios protectores. La batalla acabó por decidirse con ejércitos de tanques. Cuando se terminaron los combates, los desiertos vacíos y pútridos de Tallarn quedaron repletos de los restos de más de un millón de vehículos en ruinas.

Una falsa victoria[]

El Caos fue expulsado de Tallarn tras pagar un precio muy alto, aunque por los millones de personas que murieron allí la victoria no pareció aportar nada. El planeta fue arrasado y dejó de tener las condiciones necesarias para ser habitado a gran escala y para sostener industrias o agricultura. Los ejércitos del Imperio podrían perfectamente haber abandonado Tallarn a su suerte en caso de haberse percatado de su estado de devastación, pero una vez los ejércitos se pusieron en movimiento ya no hubo marcha atrás.

Por aquel entonces el ataque del Caos no pareció tener ningún sentido. Era de locos que incluso los veleidosos Dioses del Caos decidieran dedicar tantas energías a luchar por un mundo devastado sin ninguna importancia estratégica. Pero tras la Herejía de Horus no quedaba mucha gente dispuesta siquiera a considerar tales asuntos. Entre los males de aquella época no fue más que otro ejemplo de la destrucción indiscriminada del Caos.

Tallarn sobrevive[]

GI tropas desierto talarn capitan suhara 17 regimiento

Capitán Suhara, 17º regimiento de Tallarn

Mil años después de la Herejía de Horus, Tallarn se había convertido en un mundo muy diferente al próspero planeta de otros tiempos. Los desiertos de arena sulfurosa se extendían de polo a polo y todo el agua había desaparecido a excepción de un pequeño residuo en la atmósfera. En la superficie no quedaba ningún rastro de vegetación expuesto a las arenas abrasadoras y azotadas por el viento. Todo lo que allí crecía eran las cosechas cuidadosamente controladas de los propios tallarnianos, protegidas dentro de sus cúpulas hortícolas.

Los tallarnianos supervivientes vivían ahora en pueblos en el interior de cúpulas o en cavernas naturales excavadas en la roca del planeta. Los duros vientos obligaban a los tallarnianos a volver a sus refugios, ya que las tormentas de sulfuro corrosivo hacían arriesgados todos los viajes, y al final se construyó un sistema de túneles para facilitar el viaje por debajo de la superficie.

Por encima de sus asentamientos, los tallarnianos construyeron trampas de vapor para conseguir agua de la fina atmósfera. Aquellas altas torres siguen irguiéndose hoy en día por encima de las cúpulas y todo el agua que se usa en el planeta se recoge con estos inteligentes aparatos y luego se canaliza hacia cisternas subterráneas.

Segunda Batalla de Tallarn[]

Tallarn 11

Francotirador de Tallarn

Durante la construcción de un túnel principal, los mineros tallarnianos se toparon con una veta de dura roca negra. No consiguieron atravesar aquella extraña sustancia que era bastante diferente a la de ninguna otra con la que se hubieran encontrado antes. Al cabo de varios días decidieron cambiar la dirección del túnel para rodear aquella roca. Al hacerlo, descubrieron una cosa muy extraña. En un principio el muro negro parecía ser una formación rocosa natural, pero pronto se dieron cuenta de que habían descubierto una construcción artificial.

Las primeras excavaciones revelaron un enorme muro de una extraña roca negra que tenía misteriosas figuras entrelazadas grabadas por toda la superficie. Aquellas figuras eran de tamaño humano aunque no del todo humanas, y eran tan bellas y delicadas que la urdimbre que formaban las hacía parecer todavía más perversas. Se utilizaron excavadoras gigantes para cavar en la arena sulfurosa en la que estaba enterrada el muro, y poco a poco y con mucho esfuerzo se fue dejando a la luz.

Los tallarnianos pronto advirtieron que el muro no era recto sino curvo y que, de hecho, formaba parte de un enorme círculo. Sus técnicos más preparados trabajaron con mucho cuidado para revelar todo el tamaño de la estructura, que resultó ser un descomunal anillo de casi ochocientos metros de diámetro.

Cuando todo el círculo quedó desenterrado sucedió el desastre. Tras una explosión de energía, el círculo empezó a chirriar y rechinar y toda su estructura se convirtió de súbito en carne viva y gimoteante. Donde antes había habido grabados, ahora había las mismas criaturas Eldars, aunque retorcidas por un mal sobrenatural, entrelazadas por algún tipo de conexión mágica para formar un enfermizo abrazo de pervertida pasión.

En el interior del mismo círculo bullía la oscuridad y las estrellas giraban sobre sí mismas, estrellas que pertenecían a una parte totalmente distinta de la galaxia.

El ataque de los Eldars[]

Tallarn 10

Incursor del Desierto

En la Biblioteca Negra de los Eldar, un custodio se estremeció al sentir una emisión de energía fuera de lo normal. Su mente, separada del tiempo y del espacio, escudriñó las infinitas vetas de la probabilidad y encontró el hilo que conducía a Tallarn. Después de tantísimo tiempo, el Cursus de Alganar había sido encontrado, la viva leyenda del mal anterior a la Caída, el vórtice de inimaginable poder, uno de los tres míticos portales de los dioses.

Su mente entró en contacto con los videntes de su raza y rastreó los senderos que conducían su mente hacia los mundos astronave de los Eldar. Cuando aquel conocimiento llegara a manos de los videntes, los avatares de Khaine se alzarían y Khaine reconocería la obra de su viejo destructor, Slaanesh, el Mal de los Eldars y príncipe de los dioses del Caos.

Los Eldar empezaron el ataque aéreo sin ningún tipo de previo aviso ni explicación. Para los tallarnianos aquello fue un acto de agresión injustificada. Nunca podrían haberse imaginado que el destino final de la raza eldar dependía de aquel extraño descubrimiento. Para los Eldar no había tiempo para explicaciones ni para discusiones. No podían saber si los tallarnianos estaban aliados con el Caos o si los habitantes del árido desierto eran meros títeres en manos de los dioses oscuros. Por lo que a ellos respectaba, su única alternativa era atacar y destruir el Cursus si podían antes de que fuera demasiado tarde.

Los tallarnianos contraatacaron con su típica ferocidad. Los años de vivir en los desiertos sulfurosos los habían convertido en guerreros muy resistentes. Para los Eldar, los desiertos eran algo desconocido. Incluso los fuertes guerreros especialistas perecieron bajo el calor del sol, mientras que los guardianes eldars caían presas de los ataques relámpago de los combatientes humanos. Pero los Eldar no se rindieron. No podían permitirse cancelar su ofensiva porque la supervivencia de la galaxia dependía de ello.

Los Dioses Oscuros despiertan[]

Pero ya era demasiado tarde. El portal que formaba el Cursus aumentaba de poder a cada minuto. Sus gritos y gemidos llenaban el desierto a la vez que la luz oscura brillaba y fluía en su interior. Luces y estrellas giraban a toda velocidad y se estrellaban entre sí formando fuentes de torbellinos incandescentes en el cielo nocturno. La risa de los dioses retronaba por las dunas de sulfuro y tanto los Eldars como los humanos se estremecieron de terror.

A través del Cursus aparecieron los secuaces del Caos. Había cosas indescriptibles para los humanos. Cosas que despertaban terrores primitivos en los corazones de los Eldar, horrores de materia viscosa y llamas que se carcajeaban y luego se lanzaban a la batalla, cuerpos transparentes de pura energía que se dividían y se reunían en una cascada de colores, cosas carnosas y malignas que palpitaban con una energía interior y que aspiraban el aire con labios venenosos. Abominaciones de largas patas que transportaban criaturas esbeltas y elegantes a sus lomos, de gran belleza pero que aun así provocaban náuseas con solo mirarlas. Era como si todos los demonios del infierno hubieran caído sobre Tallarn.

La Batalla por el Cursus[]

Al'rahem

Capitán Al'rahem

El comandante de los humanos estableció una tregua y fue corriendo hacia las líneas eldar, donde esperaban los videntes. El conocimiento les había abierto por fin los ojos. Las piedras rúnicas yacían lanzadas sobre la arena del desierto. Habían predicho la esperanza en la unión. La división les conduciría a la perdición, a la oscuridad y a la muerte. Al tener el destino tan claramente marcado, los Eldar y los tallarnianos se aliaron.

Las dos razas se retiraron antes del ataque masivo del Caos. Las fuerzas del Caos atraparon y destruyeron a muchos de ellos en la confusión del primer momento, pero el avance del Caos fue ralentizado por los implacables ataques relámpago de los incursores del desierto. Los humanos condujeron al ataque a los Eldars montados en motocicletas, y los tallarnianos y los Eldars consiguieron reagruparse muy pronto.

A medida que las hordas demoníacas se alejaban del Cursus su potencia decrecía, como si su energía dependiera de la distancia que los separaba del misterioso portal. Y así era, dado que los tentáculos del Caos (a pesar de ser largos) son muy tenues, y solo el derramamiento de sangre y la victoria pueden mantener la conexión entre los dioses oscuros y sus esbirros.

La derrota del Caos[]

Tallarnentrinchera

Soldado Tallarn combatiendo en las trincheras.

Los tallarnianos consiguieron rechazar las líneas de batalla del Caos a base de astucia y destreza. Eligiendo sus blancos cuidadosamente, los tallarnianos lanzaron un ataque tras otro, retirándose siempre antes de que las hordas del Caos llegaran a poder devolverles los disparos. Era una táctica pensada para debilitar el poder de la horda y funcionó mucho mejor de lo que los astutos hijos del desierto sulfuroso podrían haberse imaginado nunca.

Los videntes eldar vieron cómo las runas cambiaban, vieron la oportunidad desarrollarse. Los demonios estaban desvaneciéndose rápidamente, sus brillantes cuerpos se iban haciendo cada vez más transparentes y sus gritos cada vez más débiles. Había llegado el momento de efectuar el ataque definitivo.

En una carga de tremenda furia, los Eldar y los tallarnianos usaron todas las fuerzas que les quedaban contra la horda gimoteante. Fue un último esfuerzo que resultaría en la absoluta victoria o en la derrota completa. Las hordas del Caos se estremecieron y los cuerpos de los demonios parecieron desvanecerse y perder su brillantez. El crepitar de la energía se apagó y la chispa de la vida se vaporizó en el aire aceitoso.

Había muchísimos muertos, humanos y Eldars, destripados por garras monstruosas, aplastados por la caricia sensual de una lengua envenenada o destrozados por dientes afilados como cuchillas. Se recuperaron muchas piedras del alma eldars del campo y muchos tallarnianos fueron llevados de vuelta a las cúpulas para reciclar el agua de sus cuerpos en las hidrocisternas. Pero, a pesar de todo, habían obtenido la victoria.

Secuelas[]

Una vez los Eldar se hubieron marchado en paz y la gente de ambas razas hubo intercambiado promesas de amistad, los tallarnianos volvieron a examinar el Cursus. Se encontraron con que de nuevo estaba formado de piedra fría e inerte, igual que al descubrirlo. No obstante, ahora sabían que la piedra no estaba muerta, sino tan solo aletargada, esperando de nuevo que llegara su hora, esperando la llamada de sus malignos amos.

Los tallarnianos volvieron a enterrar el Cursus bajo las arenas sulfurosas y situaron en el centro del círculo los misteriosos aparatos que los Eldars les habían dado para dicho fin. Luego sellaron la superficie con plasticemento y se olvidaron para siempre de él.

Batalla de la Espada Ancha[]

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Incursores del Desierto de Tallarn sorprenden una posición enemiga en Caemos

Una de las victorias más famosas de los tallarnianos en un conflicto a gran escala fue durante la Rebelión de Caemos a finales del M37. Uno de los señores de Caemos, el Duque Mormant, había suplantado al comandante oficial del Imperio. Como Tallarn se encontraba a tan solo diez años luz de Caemos, no fue de extrañar que gran parte del ejército de castigo imperial destinado a sofocar la rebelión del Duque Mormant procediera de dicho planeta. Seis regimientos enteros de Tallarn fueron enviados a erradicar las fuerzas del duque usurpador, combinado con los tres regimientos de la guardia real caemosiana que seguían siendo leales al comandante imperial exiliado.

El Duque Mormant quería demostrar su dominación total de Caemos y por ello reunió sus ejércitos, unos 30,000 hombres, en las llanuras al oeste de la capital de Caemos. Entre ellos se encontraban varias docenas de grandes cañones de artillería que superaban con mucho cualquier cosa que pudieran aportar los tallarnianos. Sin embargo, los tallarnianos sí contaban con una fuerza bastante grande de rough riders, lo que les proporcionaba una gran ventaja contra la infantería a la que iban a enfrentarse. El campo de batalla que eligió Mormant era el terreno existente entre la confluencia de dos ríos, conocido en el lugar como la Espada Ancha por su forma larga y puntiaguda. Los dos ejércitos marcharon durante un día entero hasta alcanzar la posición y acamparon a un máximo de dos kilómetros de distancia entre sí y dentro del alcance visual del enemigo. Esa noche, las hogueras ardieron por toda aquella franja de tierra seca y los piquetes centinelas pudieron escuchar las voces de sus oponentes.

El Duque Mormant comenzó su ofensiva justo antes del mediodía y durante las siguientes cuatro horas su ejército avanzó contra las posiciones tallarnianas, que sufrieron un bombardeo constante por parte de los grandes cañones caemosianos. Tras breves escaramuzas, los tallarnianos se retiraron ante el ataque enemigo. Tal y como había planeado el General Akkir de Tallarn, la persecución de los rebeldes los dejó cada vez más aislados y apartados de sus formaciones de cobertura. Un par de horas antes del ocaso, Akkir lanzó su contraataque. Formó más de la mitad de sus compañías en una división imparable que aplastó cada una de las formaciones con suma facilidad. A la vez, sus 3,000 rough riders rodearon el flanco izquierdo de los caemosianos y se abalanzaron contra la artillería abatiendo a las dotaciones de los cañones y aplastándolos por completo. Después, la caballería se lanzó contra la parte trasera de las compañías caemosianas que quedaban, que fueron alcanzadas entre las espadas sierra y las pezuñas de los rough riders y las descargas de disparos de los rifles láser tallarnianos. El tiroteo llegó a hacerse tan feroz que la hierba prendió y el campo de batalla quedó envuelto en un humo espeso y negro que asfixió a los soldados de ambos bandos. Cuando la infantería y los tanques de Akkir siguieron adelante, la retirada de los renegados se convirtió en una desbandada total. En cuestión de días, los pocos restos del ejército rebelde de Mormant fueron totalmente aniquilados por sus perseguidores tallarnianos.

Los Cavatumbas de Lurenz[]

240px-Tallarn Desert Raiders attack

Al igual que la infantería, la artillería y las compañías acorazadas, no es raro ver regimientos de Tallarn con una o más compañías de patrulla (a las que a veces se denomina compañías de reconocimiento o de larga distancia). La primera de estas fue una formación creada para fines específicos por el Capitán Lurenz del 16vo de Tallarn mientras combatía contra los Eldar en Holon Prime en 762-765.M35. Las rígidas compañías de Tallarn estaban teniendo grandes problemas ante la velocidad y flexibilidad de los alienígenas a los que se enfrentaban y, para cuando reunían sus fuerzas para responder a un ataque, ya era demasiado tarde. Lurenz fue el que separó las escuadras de infantería mecanizada de cuatro compañías y pidió a los tecnosacerdotes que les sacaran el blindaje de los Chimeras. Así, los incursores de Lurenz consiguieron un transporte que los podía llevar rápido por las dunas (ya que los demás vehículos solían quedarse embarrados en los bancos de arena), pero que aun así portaba un armamento poderoso. Muchos de los demás oficiales se rieron del plan de Lurenz y nombraron a aquella formación los "cavatumbas" por el aspecto esquelético de sus vehículos. Pero a Lurenz no le importaban sus comentarios en absoluto y decía que iban a ser tumbas eldar lo que iban a cavar muy pronto.

La idea de Lurenz se puso a prueba por primera vez en una incursión contra un emplazamiento eldar a muchos kilómetros de distancia de las "cajas" defensivas de los tallarnianos (el desierto ofrecía poca cobertura, de modo que el 16vo había creado unas "cajas" protectoras con alambre de espino, trincheras y búnkeres). Lurenz y sus hombres partieron justo después del anochecer y siguieron una ruta tortuosa hasta su objetivo: un valle rocoso en el que los augures orbitales habían detectado auras de calor de varios vehículos eldar. A medida que se iban acercando a su objetivo, los cavatumbas usaron métodos improvisados para silenciar los motores de los Chimeras lo máximo posible. Situado en la cima de la cordillera oriental, Lurenz se alegró de ver las siluetas de una docena de tanques gravitatorios eldars, de los cuales dos de ellos eran formidables Escorpiones superpesados. Con Lurenz a la cabeza de su camión semioruga, los cavatumbas descendieron por la ladera. Cuando sonó la alarma se encontraban a apenas doscientos metros de los centinelas eldars. Lurenz dio la orden de lanzarse al ataque a toda velocidad y los motores de los Chimeras rugieron cobrando vida, tras lo cual se lanzaron rapidísimamente por la llanura debido a su leve peso. El aire se llenó de los disparos de multiláser y de bólter pesado y tres de los vehículos eldars quedaron envueltos en llamas y humo antes de que los cavatumbas los alcanzaran. Los tallarnianos saltaron de sus Chimeras y empezaron a poner bombas de fusión para destruir los tanques que quedaban, pero, al situarse entre los vehículos flotantes, el Escorpión que quedaba cobró vida y se elevó del suelo.

El enorme púlsar montado sobre el tanque superpesado abrió fuego contra los tallarnianos y sus devastadoras explosiones de energía láser crearon cráteres en el denso terreno desértico. Al ver que solo tenían una posibilidad, Lurenz volvió a su carro militar y ordenó al piloto pasar por debajo del Escorpión. Cuando pasaron por debajo de la inmensa máquina de guerra, todo lo que se pudo observar fue el continuo destello del bólter pesado del afuste del vehículo. Con una lentitud extraña, el Escorpión empezó a ladearse al tener los motores antigravitatorios desactivados por un lado. Cuando se estrelló contra la arena, Lurenz y su piloto aparecieron atravesando las nubes de humo y polvo. Habiendo completado su misión, los cavatumbas se subieron a sus Chimeras y salieron corriendo, dejando atrás solo a cuatro muertos de los suyos.

Los ataques continuados de Lurenz desestabilizaron gravemente el ejército eldar y lo obligaron a mantener unidades en reserva para combatir sus patrullas destructoras. Así les impidieron usar tropas que necesitaban desesperadamente para las batallas principales y al final la superioridad numérica de los tallarnianos resultó ser decisiva. Desde Holon Prime, la Primera Compañía Patrulla del 16vo de Tallarn siempre se ha llamado los cavatumbas.

Galería[]

Fuentes[]

  • Codex: Guardia Imperial (2ª, 3ª y 5ª Edición).
  • Imperial Armour I y III.
  • Medusa V World Wide Campaign.
  • Only War: Core Rulebook (Juego de Rol).
  • Only War: Final Testament (Juego de Rol).
  • Only War: Hammer of the Emperor (Juego de Rol).
  • White Dwarf 185, 195 y 227 (Edición Inglesa).
  • White Dwarf Monthly Nº 241 (Enero de 2000). Página 95.
  • Blood and Thunder, por Dan Abnett (Novela Gráfica).
  • Desert Raiders, por Lucien Soulban.
  • La Mano del Traidor, por Sandy Mitchell.
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