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Se denomina Venganza de Gurukamol al ataque sufrido por Balhaus a cargo de las fuerzas de Kargum-Gok, el Azote de Mundoz, en el 2668 DDF (091.M42), como contrapartida a los hechos acaecidos durante la Campaña de Gurukamol tiempo antes.
Antecedentes[]
Kargum-Gok, el siervo de Khorne, junto con todas sus huestes, habían sido derrotados ampliamente en el 2569 DDF (891.M41) durante la llamada Campaña de Gurukamol, en la que Balhaus en combinación con los Tau se enfrentaron a millones de Orkos imbuidos por el poder del dios de la sangre en el planeta Lurdian.
Lo que quedó de su inmenso ejército fue eliminado por los propios Tau sistema tras sistema, hasta que llegó un momento en el que el líder del Imperio del Sol Muriente tuvo que regresar a sus dominios tras perder todos los territorios que había conseguido conquistar, refugiándose en Feskapus, vencido, humillado y con sus huestes completamente diezmadas.
El propio Khorne, decepcionado por la derrota, se vengó de Kargum-Gok torturando su cuerpo y su mente de forma terriblemente cruel, tras lo cual abandonó a su antiguo campeón al borde de la muerte y enloquecido en su frío planeta para que muriese junto con el resto de su tribu, olvidándose de él y negándole sus dones.
Sin embargo, pese a que aquel tormento habría acabado con cualquier criatura, no fue el caso del poderoso eztrambótiko, quien se arrastró hasta su cubil junto con los escasos seguidores que le quedaban, y allí, moribundo pero henchido de rabia y odio, comenzó a recuperarse y esperó.
Pasaron los ciclos, muchos, y Kargum-Gok permanecía en el mismo sitio, envenenando su mente con las orribles corrientes de la Disformidad mientras mascaba lentamente su venganza, pues no podía olvidar la humillación sufrida a manos de los Tau y de sus aliados, los balhausitas, quienes le habían arrebatado sus sueños de sangre y victoria.
El poder del señor del Imperio del Sol Muriente fue restituyéndose gota a gota, así como sus servidores, mientras focalizaba sus extraños poderes visionarios en sus enemigos, conociendo sus progresos y lo que ocurría en sus territorios con el paso del tiempo. Fue así como Kargum-Gok asistió a la desgracia de Balhaus cuando en el 2661 DDF (075.M42) la Flota Enjambre Tödringen comenzó a asolar sus mundos, lo cual le causó un grato y retorcido placer, si bien no parecía que los Tau sufrieran el mismo percance.
Había pasado un cenclo desde su derrota, y aunque el Imperio del Sol Muriente no era ni la sombra de lo que había llegado a ser, Kargum-Gok vio la oportunidad de tomar su venganza sobre, por lo menos, uno de sus enemigos, el cual se encontraba ahora debilitado por la influencia de los Tiránidos. Debido a ello, organizó de nuevo sus huestes como pudo armando un ejército de medio millón de criaturas, algo que seguramente no resultaría suficiente como para llevar a cabo lo que deseaba hacer, pero aún así se dispuso a planificar la manera de alcanzar las ahora lejanas y menguadas fronteras de Balhaus.
No obstante, aquello era físicamente imposible para los Orkos de Gurukamol, que no poseían manera de llegar hasta los remotos límites balhausitas -reducidos tras los combates sucedidos a lo largo de El Fin de los Tiempos-, pues no contaban con naves para hacerlo, aunque eso no frenó al fanático y enloquecido líder.
En una horrible comunión psíquica y sabiendo que Khorne no atendería sus súplicas, Kargum-Gok se volvió hacia Nurgle, el cual, divertido, le permitió hablar. Tras escuchar las palabras del vengativo Orko que le prometía brutales sacrificios y la expansión de su plaga, Nurgle no quiso perder la oportunidad de acoger a un campeón de un dios rival, aunque hubiera caído en desgracia, de modo que el Señor de las Moscas escuchó sus ruegos y aceptó graciosamente su pleitesía, resolviendo su problema al concederle de nuevo el poder para usar el temible Portal de Gurukamol.
Lógicamente, sus dones también exigían una alto precio, y Nurgle no estaba interesado en promesas de sacrificios de sangre como podría estarlo Khorne. El Amo de la Pestilencia impuso al líder del Imperio del Sol Muriente la corrupción de su cuerpo así como el de todos sus Orkos a cambio de darle instrumentos para consumar la venganza, pero el infinito odio de Kargum-Gok no vio en aquello un impedimento, e inmediatamente accedió.
De esta manera, los Orkos de Gurukamol fueron de nuevo un juguete en manos de los poderes ruinosos, siendo infectados dolorosamente con las enfermedades más espantosas, mutando y corrompiéndose para transformarse en horrendos seres dotados de grandes poderes, cuyo objetivo no sería más que destruir y extender la plaga sobre todo aquello que estuviera a su alcance de ahora en adelante.
El Portal de la Muerte[]
En el 2668 DDF (091.M42), una enorme hueste de aberrantes criaturas que en un tiempo fueron simples Orkos se abrieron paso a través del Portal de Gurukamol internándose en la Disformidad, tras lo cual el ingnio abrió un camino hacia otro mundo, el cual resultó ser el quinto planeta del Sistema Naströnd, el recientemente colonizado Vidar.
Más de dos mil millones de habitantes de aquella nueva colonia balhausita vieron con horror cómo en un abrir y cerrar de ojos una marea verdosa se concentraba en las cercanías, mientras se enviaba una comunicación de urgencia informando de la repentina situación.
Dado que no se trataba de una flota, sino de un canal abierto directamente a través del Inmaterium hasta la propia superficie del planeta, ni las balizas disformes ni ningún otro medio de detección de Balhaus fue capaz de detectar al contingente enemigo, el cual estaba liderado por el propio Kargum-Gok, ahora un ser de pesadilla con aspecto enfermizo e increíble poder derramado sobre él por Nurgle.
El ataque no se hace esperar, y los Orkos se lanzan contra las defensas de la colonia logrando masacrar a miles de soldados del Wehrgruppe en la primera embestida, los cuales poco pueden hacer contra las armas infecciosas usadas por los asaltantes, las cuales hacen cundir las enfermedades entre las filas mientras densos enjambres de moscas negras se abaten sobre los cadáveres e inundan la colonia.
A costa de muchos sacrificios e innumerables bajas, los soldados de Balhaus logran establecer una débil línea de defensa tras la cual se arremolinan cientos de millones de colonos, pero Kargum-Gok no tiene prisa, está disfrutando del espectáculo que se está orquestando, y además tiene una carta que aún no ha jugado pero que no tarda en emplear para decantar la balanza aún más a su favor.
Los nuevos poderes del líder del Imperio del Sol Muriente son muchos, y aparte de sus capacidades psíquicas que le permiten masacrar a docenas de enemigos tan solo con su aliento, también cuenta con el dominio de la carne corrupta, con lo cual enseguida empieza a levantar un ejército de muertos vivientes que se conforma con los cadáveres de los propios balhausitas incrementando aún más sus fuerzas.
Las criaturas, hambrientas, avanzan contra la línea defensiva mientras Kargum-Gok ríe enloquecido y disfrutando de cada gota de sangre derramada y cada jirón de carne arrancado, permitiendo que la plaga zombie sea la que hostigue las defensas mientras se reserva para dar el golpe final en cuanto los soldados balhausitas flaqueen.
Cada baja en el bando de Balhaus supone un guerrero más en el de los Orkos, con lo que en cuestión de escasas horas una multitud de cadáveres andantes se arremolinan frente a los frágiles muros de la colonia de Vidar, mientras los defensores se ven superados pese a sus fútiles esfuerzos por contenerlos. Finalmente la línea se desmorona y los zombies penetran en el perímetro, seguidos de cerca por los sanguinarios guerreros de Kargum-Gok y por él mismo, iniciando así una carnicería de gran magnitud mientras los colonos balhausitas tratan de huir de los ya inútiles muros de su colonia.
Los brillantes páramos del planeta se convierten en el escenario de un éxodo masivo por parte de los supervivientes, los cuales tratan de escapar de las garras de los siervos de Nurgle que los persiguen por doquier, matando tras acabar con los treinta millones de soldados del Wehrgruppe a casi quinientos millones más de colonos, obligando al resto a concentrarse allí donde pueden encontrar refugio con escasa fortuna en su mayor parte.
Equilibrio[]
No han pasado más que cuatro días desde la llegada de los Orkos a Vidar y las cifras de bajas ya son escalofriantes. El Weisering, aún impactado por la sorpresa de encontrarse un contingente enemigo completamente conformado dentro de sus propias fronteras y viendo inútiles todos sus planes defensivos motivados por los ataques Tiránidos previos -más enfocados a la defensa antes de que el enemigo llegara al planeta, y no directamente sobre su superficie-, trata de organizar una fuerza que pueda desplazarse hasta Vidar urgentemente.
Para esto cuenta con efectivos de la División V Stachel, de la División VI Flugger y unos trescientos mil soldados del Wehrgruppe que pueden ser inmediatamente movilizados y transportados hasta Vidar por el Ala de Combate 1, mientras en paralelo se preparan fuerzas más contundentes que puedan ser enviadas con posterioridad.
Los efectivos de Balhaus se despliegan en Vidar poco después y forman un frente sólido en la retaguardia de los Orkos, quienes ante su llegada dejan que la plaga zombie siga hostigando a los supervivientes y dan la vuelta para enfrentarse al contingente balhausita.
Esta vez el combate es mucho más crudo para el Imperio del Sol Muriente, pues los enemigos ya no son soldados sorprendidos que, aunque numerosos, no pueden compararse con las fuerzas de Nurgle como en el primer ataque, sino veteranos curtidos con armamento poderoso, tanques Grimmkrieg, veloces KG109 y bombarderos KG87 que lanzan con precisión sus explosivos contra ellos.
La batalla se estanca en un frente de unos trece kilómetros a lo largo de una línea en las grandes explanadas de Vidar, pero los zombies siguen acosando a los colonos más allá, de modo que pronto una buena parte de los aparatos voladores de Balhaus se dedican a machacar la plaga zombie que, formada en grupos amplios y compactos, avanzan despacio y sin forma de defenderse de la amenaza proveniente de los cielos.
Kargum-Gok sin embargo no es estúpido y sabe que, aunque Balhaus esté destruyendo a grandes cantidades de muertos vivientes, éstos suponen un arma prescindible que divide las fuerzas de sus enemigos mientras el núcleo de su ejército puede centrarse en combatir al contingente principal. Sus Orkos mutados utilizan grandes contagios de largo alcance, cientos de Cascos de Plaga que avanzan contra los balhausitas y temibles dreadnoughts corruptos que, además de sus habituales capacidades, poseen cañones que diseminan esporas venenosas, además de Drones de Plaga que no se enfrentan a las naves enemigas, sino que son empleados a escasa altura para hostigar con su armamento a los enemigos de manera muy eficaz.
El cañoneo es constante y las líneas se sostienen, pero el líder del Imperio del Sol Muriente sabe que es sólo cuestión de tiempo que Balhaus reciba refuerzos en cantidad, lo cual supondrá el exterminio de sus huestes tarde o temprano, si bien la estrategia que tiene en mente no tiene nada que ver con ofrecer una resistencia fanática en un mundo donde tendrá una desventaja numérica significativa en el corto plazo.
Retirada y nuevo golpe[]
Durante la octava noche de estancia de los Orkos en Vidar y tras causar grandes daños y muertes, se produce un movimiento silencioso y premeditado en las filas de Kargum-Gok. Los temibles Orkos de Nurgle, mucho más obedientes y astutos que anteriormente, cuando disfrutaban de los dones de Khorne, empiezan a deslizarse en grupos hacia un punto concreto, congregándose frente al portal que Kargum-Gok ha abierto para ellos.
Al amanecer Balhaus se encuentra con que la mayor parte de los enemigos han desaparecido, dejando tras de sí tan solo una resistencia testimonial que es destruida rápidamente, sin haber rastro del resto de las fuerzas que se encontraban en la zona tan solo unas horas antes. Los transportes de tropas con los refuerzos ya llegan y comienzan las maniobras de aproximación, pero no hay enemigos a los que encarar -exceptuando los muertos vivientes que persiguen a los colonos más allá y están siendo diezmados por la fuerza aérea-, lo cual deja al Weisering otra vez fuera de juego y sin saber qué ocurre.
Los expertos de la Casa Wassengeist ya se encontraban realizando pesquisas sobre el modo en el que los Orkos habían llegado a Vidar, reconociendo por las características del hecho que habían usado el Portal de Gurukamol, tal y como hicieron un cenclo antes durante la batalla de Lurdian, en la que sorprendieron al ejército conformado por los Tau y Balhaus apareciendo en ubicaciones de retaguardia donde no se los esperaba. No obstante, esta vez parecía que habían accedido a aquel mundo desde un punto infinitamente más lejano, utilizando de nuevo el ingenio para desaparecer secretamente cuando el equilibrio de fuerzas comenzaba a tornarse en su contra.
Si esto era así, las huestes de Kargum-Gok podían aparecer de nuevo en cualquier sitio, lo cual situaba a todos los mundos de la Esfera Interior como objetivos potenciales, incluido el propio Helheim, si bien la concentración defensiva allí era más nutrida que en la mayor parte de otros lugares.
Como temían los Vargeist de la Wassengeist, el movimiento de los Orkos no se hizo esperar, y de nuevo saltaron todas las alarmas cuando Hugin comunicó la presencia de fuerzas hostiles en su territorio, las cuales comenzaban a destruir las infraestructuras mineras y a matar colonos, los cuales sumaban dos mil quinientos millones.
De nuevo, al igual que en Vidar, las fuerzas del Wehrgruppe ubicadas en aquel mundo presentaron batalla a los atacantes, pero pese a contar con millones de efectivos, los Orkos de Nurgle eran una atroz horda de enorme poder que pronto empezó a infectar el área diseminando enfermedades y generando nuevos guerreros en forma de muertos vivientes, repitiendo el mismo patrón que el utilizado en el anterior mundo.
El nuevo golpe hizo que el Weisering ordenara a las fuerzas de Vidar un repliegue inmediato hacia Hugin además de poner en alerta a todas las fuerzas de los distintos territorios, pues la táctica de Kargum-Gok era del todo impredecible y muy posiblemente se limitara a repetirla en un lugar y otro propagando la plaga para huir a continuación.
En efecto, cuando el grueso de las fuerzas llegaron a Hugin, donde los Orkos habían hecho todo el daño posible, enseguida retrocedieron usando el portal y dejando tras de sí varios cientos de miles de muertos vivientes, si bien no habían conseguido llegar hasta la propia colonia, donde sus aterrados habitantes se esperaban lo peor. Las fuerzas de Balhaus tendrían que emplearse a fondo para erradicar no sólo a los zombies de Vidar y Hugin, sino también para eliminar las fétidas enfermedades y acumulaciones de sabandijas que los Orkos de Nurgle portaban o creaban en sus asaltos, lo cual requeriría de tiempo.
Ante semejante situación de desconcierto y la incertidumbre de dónde se produciría la próxima intervención de Kargum-Gok, el Weisering y el Kriegskunst conferenciaron para establecer un plan de batalla que les permitiera defenderse con eficacia, algo que parecía difícil dadas las circunstancias.
Distracciones y sospechas[]
Kargum-Gok tenía una idea muy clara en su cabeza, pues tras la atenta observación de sus enemigos a lo largo del tiempo sabía perfectamente sus debilidades, y no pretendía actuar como una horda desorganizada que golpeaba y se retiraba indefinidamente, sino que su plan era mucho más ambicioso.
Los ataques a Vidar y Hugin se habían orientado, como bien había conseguido, a desorientar a los balhausitas, tras lo cual se acercaba el momento de realizar la maniobra definitiva, una que debía resultar en un golpe mortífero que descabezara a sus rivales y los desangrara lentamente hasta su muerte.
Para ello la horda de Gurukamol se había dedicado antes de iniciar los ataques a la Esfera Interior a asolar otros mundos fuera de la influencia de Balhaus, lugares donde el siniestro líder perseguía el único fin de acumular más efectivos gracias a la plaga de Nurgle, de modo que ahora Kargum-Gok contaba con una inmensa marea de muertos vivientes y guerreros infectados que servirían a sus propósitos.
Mientras los balhausitas aún estaban ocupados en liberar Hugin y Vidar de la infección propagada, el Portal de Gurukamol volvió a abrirse una vez más, esta vez en las inmediaciones de la lejana colonia de Arlais, donde existía una gran comunidad científica, si bien en aquel momento el proceso fue premeditadamente lento, lo cual permitió que los psíquicos de Balhaus detectaran con tiempo la fuerte perturbación en las corrientes disformes que precedían a un gran evento innatural.
La alteración disforme, como bien calculó Kargum-Gok, fue localizada por los miembros de la Casa Wassengeist de Arlais, quienes de inmediato avisaron de la inminencia de un hecho que, como antes había ocurrido, presagiaba la apertura del maligno portal en aquel mundo. La intensidad de las fuerzas psíquicas indicaban algo grandioso, un túnel de enormes proporciones que abriría el paso sin duda a un contingente muy nutrido, de modo que se tomaron las medidas pertinentes y se recomendó el desvío de una cantidad de efectivos notable hacia Arlais desde otros mundos para repeler la amenaza.
La perturbación se mantuvo durante cuatro días, tiempo suficiente para una reacción considerable por parte de Balhaus, tras los cuales el portal finalmente se abrió y comenzó a vomitar miles de seres aberrantes, guerreros armados que en el pasado fueron Xenos, muertos vivientes, grandes máquinas amorfas y letales y toda clase de criaturas que comenzaron a concentrarse en gran número durante muchas horas, hasta completar un grupo de casi cinco millones de efectivos de toda índole.
No obstante, Balhaus se había preparado durante aquel tiempo y había hecho llegar hasta Arlais todo lo que pudo reunir en tan breve período, en especial medio millón de soldados de la Legión de la Cruz de Hierro de diferentes divisiones, casi dos millones de soldados del Wehrgruppe que se unieron a los otros tres millones que ya se encontraban en el planeta y gran cantidad de maquinaria y artillería móvil. Del mismo modo, se ordenó el transporte de más efectivos al cargo de las Alas Rápidas 10 y 60, las cuales alcanzarían el objetivo en no más de 72 horas.
Pero aparte de aquello, que era exactamente lo que el líder del Imperio del Sol Muriente planificaba, los analistas de Balhaus sospechaban que algo más estaban tramando. La gran horda desplegada en Arlais estaba dirigida por varios líderes Orkos, en especial Eztrambótikoz que dirigían grandes grupos de criaturas, pero entre sus filas se encontraban muy pocos guerreros Orkos, muchos menos que en anteriores acciones, y tampoco había rastro del propio Kargum-Gok. Aparte de esto ¿por qué había tardo tanto tiempo el portal en configurarse?
Todo aquello hizo pensar que el ataque a la remota colonia, una de las más alejadas dentro de la Esfera Interior, pretendía ser un cebo para desviar la atención de otro objetivo, lo cual sería una estrategia astuta y muy eficaz en caso de que tuviera éxito, de modo que enseguida se comenzaron a identificar objetivos potenciales para los Orkos en función de las variables que se conocían, para lo cual el Volksicht, como de costumbre, resultó tremendamente útil.
En efecto, Kargum-Gok no pretendía arrasar Arlais, sino que perseguía un objetivo mucho más ambicioso, que era el ataque a la propia urbe de Balhaus, en Helheim, donde el Weisering, el Kriegskunst y otros importantes organismos que dirigían su civilización estaban acantonados. Acabar con el núcleo de poder balhausita en su propio terreno provocaría un colapso organizativo en todo su territorio, lo cual favorecería en gran medida la destrucción de todo el conjunto pedazo a pedazo, hasta reducirlo todo a sangre y cenizas.
Para lograr esto, el tenaz líder Orko espoleado por el poder de Nurgle reservaba medio millón de sus mejores guerreros, además de una amplia marea de criaturas como las que había liberado en Arlais como entretenimiento. Kargum-Gok sabía que si bien Balhaus contaba con una gran población en Helheim, la mayor parte de ella eran civiles, familias, trabajadores y científicos, lo cual no supondría obstáculo para sus salvajes efectivos y para la terrible plaga que pretendía liberar allí. Su única preocupación era la cantidad de soldados que sus enemigos podrían movilizar para repelerlos, especialmente los de la Balhaus Messer, pero la sorpresa y el tiempo estaban de su lado, y la maniobra de distracción en Arlais seguramente alejaría a muchos del núcleo de su civilización.
Para cuando quisieran regresar, la plaga ya estaría extendiéndose en Helheim, y aunque lograsen detenerla, siempre podría escapar a través del Portal y planificar acciones subsiguientes.
El doble frente[]
Combate en Arlais[]
Primer encuentro[]
Los campos de Arlais, amplias explanadas donde se elevaban altas formaciones rocosas como grandes columnas que sujetaran el cielo, conformaban un vasto territorio sin coberturas naturales, un terreno ideal para que las máquinas pudieran operar, lo cual suponía una buena ventaja para los escuadrones blindados que Balhaus había desplegado para defender la colonia.
Escuadrones de Grimmkriegs y Grimmstahl, así como densas líneas de artillería y varios batallones de tanques Ständig que patrullaban incansables rodeaban el perímetro, aparte de un buen número de soldados que habían levantado parapetos y habían establecido tiradores en las cimas de las columnas rocosas.
El período de tiempo que pasó entre los primeros vestigios de aparición del Portal, su conformación, el paso del contingente enemigo y su agrupamiento, dio un tiempo providencial a los defensores para establecer una línea de defensa muy sólida, apoyada además por numerosos escuadrones de la Weltwaffe que ya había preparado sus KG17 para descargar la muerte sobre las líneas enemigas.
La aparente inactividad enemiga era muy extraña, pues estaba claro que los mandatarios de la horda tenían problemas para controlar a los densos rebaños de muertos vivientes que conformaban su línea frontal, diseminados a lo largo de un frente varios kilómetros, de modo que todo apuntaba a algún tipo de estrategia que, sin duda, estaba destinada a un fin muy peligroso.
Entonces, como si estuvieran controlados por una sola voz, de repente las filas enemigas iniciaron el avance, una procesión lenta pero que, debido a su gran número, parecía una inmensa ola que se desplazaba metro a metro.
El comandante de la Weltwaffe dio la orden a sus aparatos para que comenzaran el bombardeo, si bien parecía que los asaltantes contaban con un buen número de Drones de Plaga, los cuales enseguida se elevaron como un enjambre de furiosas avispas para enfrentarse a la amenaza aérea que se les venía encima. El combate en el cielo se sucedió durante largo tiempo, en el cual tan solo unos pocos bombarderos pudieron alcanzar la formación enemiga, causando grandes bajas pero insignificantes respecto al inmenso número de criaturas.
Cuando los enemigos estuvieron a distancia de tiro de la artillería, una densa lluvia de proyectiles comenzaron a explotar entre sus filas con gran furia destruyendo a miles de ellos, sobre todo muertos vivientes, mientras el resto de criaturas, más astutas, se dispersaron en el avance para no ofrecer un blanco tan claro. Tanques, tiradores y cañones se sumaron a la cortina de fuego a medida a que la horda espoleada por los líderes Orkos se aproximaba, hasta que llegó un momento en el que pudieron devolver el fuego con sus armas de plaga.
Los terribles ingenios de Nurgle, abriéndose paso entre los millares de cadáveres de su bando, escupieron sus proyectiles tóxicos y diseminaron esporas corrosivas, extendiéndose una densa pestilencia enfermiza que asfixiaba a los balhausitas, sin conseguir no obstante que cedieran un solo palmo de terreno.
Rugientes bestias de aspecto pútrido se abalanzaban sobre los defensores y explotaban en una detonación vírica cuando eran abatidas, liberando miles de sabandijas y moscas que hostigaban a los soldados, mientras algunos eran víctimas de la propia niebla que consumía la carne y los llenaba de horribles pústulas negruzcas. La línea enemiga se abatió por fin sobre el perímetro, librándose muchos combates cuerpo a cuerpo en el que los soldados del Wehrgruppe tuvieron que poner a prueba sus capacidades de lucha cuando las armas de fuego ya no resultaban útiles, pero aún así aguantaron la embestida, y durante horas ambas facciones se emplearon a fondo para masacrar al contrario.
Entonces, sorprendentemente, muchas de las criaturas de Nurgle empezaron a retroceder de forma paulatina, dejando a los muertos vivientes y otras aberraciones para soportar el peso del combate a medida que se retiraban, hasta que los balhausitas se hicieron con la situación y acabaron con el frente no mucho más tarde.
La horda enemiga había perdido a más de tres millones de sus efectivos, los cuales permanecían apilados como macabras montañas putrefactas en el lugar donde la cortina de fuego o las armas de mano de Balhaus los habían detenido, pero también se contaban muchos muertos entre los defensores, alrededor de un millón de soldados que habían caído ante la pestilencia o a manos de los aberrantes seres del Señor de las Moscas. La infección se propagaba, y la huida de los asaltantes no parecía un hecho aleatorio: o bien esperaban que las enfermedades hicieran mella entre sus enemigos o bien se habían retirado para ganar tiempo. En ambos casos el alto mando de Balhaus tenía la sensación de que estaban jugando con ellos.
La decisión[]
El Kriegskunst, decidido a romper el dominio enemigo sobre la situación, optó por abandonar su defensa estática y realizar un ataque contra los aún numerosos miembros de la horda Orka, llamados así en realidad porque eran comandados por Orkos, pero siendo éstos tan solo un puñado en comparación al total del contingente.
Para ello se determinó que los blindados abandonarían sus posiciones junto con una parte de la infantería para avanzar hacia las nuevas posiciones de los siervos de Nurgle, los cuales habían retrocedido mucho hasta encontrarse fuera del alcance de la artillería. Pese a que se habían formado escuadras con lanzallamas que incendiaban las piras de cadáveres, el avance resultaba lento porque muchos de los cuerpos se reanimaban repentinamente infectados por la plaga, de modo que se perdía tiempo encarando los repentinos focos enemigos, muy numerosos dado que el terreno estaba alfombrado por los muertos de ambos bandos en un gran radio.
El núcleo enemigo, situado varios kilómetros más allá y casi en el mismo punto donde aparecieron gracias al Portal, no parecía que fueran a moverse para repeler el avance balhausita, sino que tomaban posiciones mientras la horda recuperaba efectivos con la reanimación de más cadáveres. Aquello era precisamente lo que diferenciaba a aquella horda de los contingentes Orkos comunes, quienes jamás se quedaban estáticos esperando a ser atacados, sino que solían lanzarse al combate independientemente de las condiciones.
La maniobra elegida por Balhaus situaba un grupo principal de ataque para un enfrentamiento directo, situando las líneas de tanques en primera línea cubriendo a la infantería, mientras algunos escuadrones de tanques Ständig operados por la IA de campo se dirigían rápidamente hacia los flancos, donde establecerían una disciplina de fuego sostenido para apoyar el avance. Del mismo modo, algunos batallones de la Weltwaffe se encargarían de que los Drones de Plaga no pudieran entrar en combate directo, para lo cual los veloces KG109 hostigarían desde el cielo atrayéndolos lejos de la batalla principal.
Cuando se produjo el contacto, los balhausitas se encontraron sin embargo con una sorpresa que no esperaban. Si bien Arlais mostraba un terreno mayoritariamente plano y rocoso, el lugar donde se habían arremolinado los enemigos no tenía el mismo aspecto que el resto de los yermos parajes del planeta. Frente a ellos pudieron ver que extrañas protuberancias a modo de parapetos habían surgido del suelo, extraños muros de alguna sustancia pútrida que cubría las posiciones de los siervos de Nurgle, así como gran cantidad de trincheras excavadas en largos pasillos informes que rodeaban un extraño bastión de unos veinte metros de altura erigido en medio de aquellas extrañas disposiciones. Del mismo modo, cañones de plaga y extraños aparatos que sin duda estaban destinados a servir como antiaéreos permanecían en posiciones erizadas para proteger el cúmulo.
Los Orkos de Nurgle, acudiendo a sus poderes disformes, se habían encargado de proteger a la horda con un laberinto protector que sin duda realizaría su labor de forma eficaz, pues como pronto comprobaron los balhausitas, la composición de aquellos muros resistía con firmeza el bombardeo, y las trincheras anulaban las capacidades de los mejores tiradores. Llegar hasta el centro de aquel lugar, donde radicaba seguramente el mando de la horda, llevaría mucho tiempo y costaría muchas vidas.
El bastión pestilente[]
Para horror de los balhausitas, los esbirros de Nurgle revelaron asimismo que su bastión, aquella especie de túmulo que parecía erigido con restos, poseía también grandes cañones capaces de batir un amplio perímetro, los cuales comenzaron a vomitar sus peligrosos proyectiles en cuanto encontraban algún objetivo a su alcance.
Los ataques de Balhaus se estrellaban contra los muros o resultaban ineficaces contra las trincheras, dando pie a la formación de un frente estancado que los atacantes no podían forzar, mientras desde las defensas surgían grupos de muertos vivientes y guerreros de Nurgle que, si bien no resultaban un peligro inmediato, sí que requerían que tanques e infantería se emplearan a fondo para eliminarlos.
Durante varios días la situación permaneció inamovible para desesperación del alto mando balhausita, quien veía cómo sus fuerzas iban agotando sus recursos estrellándose contra el bastión enemigo, hasta que finalmente se decidieron por realizar un ataque orbital a manos de las Alas Rápidas que permanecían en las cercanías de Arlais. Los aparatos se situaron en posición y los asaltantes se retiraron lo suficiente como para no verse afectados por el bombardeo, el cual se inició en forma de proyectiles de gran calibre y mortíferas descargas de rayos apuntadas con precisión contra las líneas de Nurgle.
Sin embargo, tal y como sucedió en alguno de los envites sucedidos durante la Campaña de Gurukamol, los poderosos Eztrambótikoz Orkos desplegaron sobre el bastión una barrera disforme que absorbió gran parte del ataque, pese a que algunas zonas de la línea quedaron completamente pulverizadas por la potencia de las lanzas navales balhausitas.
Con un pasillo abierto, las fuerzas de tierra iniciaron el avance pese a ser batidas por los cañones del bastión, y tan solo treinta horas más tarde, la superioridad de Balhaus tuvo efecto y la extraña fortaleza de Nurgle cayó bajo los bombardeos y los fuegos químicos lanzados contra ella, formando una gigantesca pira que ardió con altísimas columnas de llamas purificadoras.
La horda había sido vencida, pero había requerido mucha dedicación, esfuerzo y recursos para ello. Pronto se confirmó que, en efecto, las maniobras enemigas no estaban destinadas a destruir Arlais, sino a entretener y consumir las capacidades de Balhaus, quien sin embargo, previendo algo parecido, guardaba una sorpresa para el Imperio del Sol Muriente.
Combate en Helheim[]
Inicio del ataque[]
Mientras en Arlais se iniciaban los combates, tan solo un par de días después Kargum-Gok recurrió de nuevo a su poder y abrió el Portal de Gurukamol dirigiéndolo hacia el propio Helheim, haciendo que sus guerreros más mortíferos aparecieran en las cercanías de la grandiosa urbe, ocultos por la propia espesura del Regenwald y conformando en cuestión de horas una gran marea de muertos vivientes y criaturas repugnantes que empezaron a moverse en dirección a la ciudad capital.
Sin embargo, pese a que la fuerza Orka imbuida con el poder de Nurgle contaba con la dirección del propio Kargum-Gok, Balhaus no había permanecido ociosa, y sospechando el movimiento del astuto Kaudillo, las fuerzas que cubrían el perímetro de la urbe ya estaban aleccionadas de la amenaza que se avecinaba.
En efecto, el Volksicht había calculado los escenarios posibles teniendo en cuenta los movimientos de los Orkos, determinando que, con mucha probabilidad, el ataque principal podría producirse contra la propia capital de la civilización de Balhaus. Otros objetivos eran en menos obvios, ya que la ventaja que se pudiera obtener con su conquista no era tan grande, de modo que arriesgándose y dejando varios mundos sin protección, el Weisering ordenó que Helheim mantuviera sus contingentes, y que éstos además se vieran reforzados con efectivos extra traídos de otros planetas del Sistema Naströnd, realizando aquella operación de forma secreto y simulando que parte de la flota -incluyendo el Ala de Combate 1- se movía hacia Arlais.
Toda la IV División en pleno, aún casi doscientos cincuenta mil efectivos después de los combates sucedidos a lo largo del período durante el cual los Tiránidos asolaron sus territorios, junto con un gran número de soldados del Wehrgruppe y la ayuda de los Dardevitas, quienes habían gestado miles de miembros de su Cepa Guerrera, esperaban un ataque Orko preparados en sus posiciones y dispuestos a enfrentarse al horrible contingente enemigo. Pelagianos y Vesk en menor número completaban la defensa, tomándose las disposiciones necesarias de urgencia para preparar el escenario.
El Regenwald, que por una parte suponía un terreno difícil para un enfrentamiento abierto y cubría el avance de los Orkos y sus criaturas, era sin embargo el entorno idóneo para los Dardevitas, cuyos guerreros pronto se situaron para emboscar a la cabeza de la horda permaneciendo estáticos e invisibles como si fueran parte de la densa fronda, capacidad natural que todos ellos poseían al ser una parte viva de la propia floresta.
Cuando las primeras líneas del ejército de Kargum-Gok habían pasado al lado de los Dardevitas sin reparar en su presencia, las criaturas vegetales se movieron al unísono y comenzaron un ataque desde la retaguardia encabezada por Aplastadores y Espinadores, los cuales causaron un terrible revuelo entre los enemigos, incapaces de ver con claridad quién los estaba atacando gracias al camuflaje natural de sus oponentes. Cuando los veloces Segadores salieron a escena, los muertos vivientes y guerreros mutados empezaron a caer a miles bajo sus fugaces cuchillas, pues su torpeza y lentitud en un entorno boscoso como el Regenwald los convertía en rivales muy pobres que pronto fueron diezmados.
No obstante, la segunda línea Orka que se abría paso arrasando con sus grandes máquinas el propio bosque, pronto llegó a la zona y se encontró con la gran masacre realizada sobre la punta de lanza de la horda, con miles de sus criaturas decapitadas, atravesadas por proyectiles o reventadas bajo los contundentes mazos de los Aplastadores. Kargum-Gok, contrariado por aquello, ordenó que el avance de sus huestes se complementara con incendios en todo el entorno así como con la liberación de la enfermiza plaga de Nurgle, destinada a propagar la putrefacción y la enfermedad en la floresta.
Las poderosas máquinas del Imperio del Sol Muriente que arrancaban y derribaban los árboles como si fueran palillos eran una amenaza demasiado colosal para los Dardevitas, quienes se retiraron ordenadamente para atacar en otro momento, cuando la horda estuviera ocupada en otro frente y no tuvieran que soportar el peso de la batalla de forma directa.
Aquello facilitó el avance de los Orkos, quienes dejaban tras de sí un reguero de destrucción en forma de incendios venenosos que consumían miles de hectáreas del Regenwald, dirigiéndose directamente hacia la ciudad sin oposición alguna.
El cazador cazado[]
Fue entonces, a escasos kilómetros del perímetro de la urbe, cuando el grupo principal balhausita entró en acción, oponiendo a las máquinas orkas y a sus guerreros de plaga una fuerte defensa en forma de soldados bien atrincherados en líneas paralelas, blindajes Vernichter superpesados tan poderosos como un dreadnought, cañones rápidos en posiciones elevadas, campos de minas inteligentes y la ayuda de los poderosos psíquicos Pelagianos, quienes establecían pantallas contra las que los enfermizos proyectiles enemigos rebotaban inútilmente.
La calurosa bienvenida pronto detuvo a la horda, quien se encontró en un nutrido fuego cruzado que impedía su avance, mientras Kargum-Gok, sorprendido por la potente defensa, comprendió que su estratagema en Arlais -donde en aquel momento se seguían librando los combates- no había dado el resultado que esperaba, pues los malditos balhausitas no parecían haberse tragado el anzuelo.
Pese al peligroso poder de los orkos de Nurgle, quienes derramaban sobre los enemigos los efectos de sus armas de plaga, la tecnología de Balhaus se hacía valer, y pronto vieron cómo los proyectiles inteligentes así como sus metavenenos (especialmente el OS-A91, ya usado anteriormente en la campaña de Gurukamol) hacían mella en los guerreros. Aunque las toxinas empleadas contra ellos no producían bajas, ya que los dones de Nurgle los inmunizaba, sí que ralentizaba sus sentidos, lo cual era suficiente como para que otras armas terminaran el trabajo.
Para empeorar la situación, la retaguardia de la horda empezó a sufrir de nuevo el ataque de los Dardevitas, reagrupados y atacando de forma contundente desde la floresta, de manera que Kargum-Gok pronto se vio rodeado de enemigos que eliminaban poco a poco a sus efectivos, lo cual sin duda derivaría en una masacre completa en un corto período de tiempo.
El hecho de que fuera la primera vez que Helheim se enfrentaba a un enemigo que pisaba su superficie espoleaba a los soldados de Balhaus, quienes descargaban toda su ira contra el amasijo de criaturas luchando como dementes, haciendo que el amplio contingente Orko fuera encogiéndose paulatinamente en un círculo que no ofrecía seguridad ninguna a sus desorganizados miembros.
Derrota[]
Cuando Kargum-Gok comprendió que todo estaba perdido inició el proceso para abrir el Portal de Gurukamol, para lo cual contaba con un gran número de Eztrambótikoz que realizarían el rápido ritual mientras el resto de las fuerzas los cubría. Ya habría tiempo -pensó- para reorganizarse y lanzar un nuevo ataque allá donde Balhaus fuera vulnerable, aunque aquello le llevara otros cien años, de modo que se inició el proceso y dio por fallido su ambicioso plan.
Sin embargo, algo salió mal. El ritual se completaba, pero Kargum-Gok no podía sentir, como siempre sucedía, la apertura del túnel a través de la Disformidad que lo trasladaría a Gurukamol. Algo estaba impidiendo que las potentes corrientes psíquicas necesarias confluyeran para llevarlo a cabo, como si existiera un vacío que evitara su acumulación, algo que estaba impidiendo que su necesaria vía de escape pudiera constituirse.
Efectivamente, con rabia infinita, el kaudillo del Imperio del Sol Muriente pudo detectar una intensa fuerza que desviaba las corrientes disformes haciendo que se dispersaran, impidiendo así que su ritual alcanzase el punto requerido de energías para desencadenar el proceso de apertura del Portal.
Los Vargeist de la Casa Wassengeist, prevenidos y sabiendo el gran poder del líder Orko así como el de sus esbirros dedicados a la apertura del Portal, eran conscientes de que aquellos seres eran inmensamente poderosos, de modo que un ataque psíquico directo contra ellos probablemente no daría ningún resultado, exceptuando, eso sí, la muerte de quienes lo intentaran, pero desviar las enormes energías necesarias para su ritual sí era algo que podían realizar, evitando así que no se alcanzara el grado de concentración necesario para que se desencadenara el efecto deseado.
El vacío psíquico generado por los Vargeist, apoyados por algunos pelagianos, era suficiente como para que las corrientes disformes no llegaran a converger, de modo que pese a la gran tensión por la intensidad de las oleadas energéticas, el ritual de Kargum-Gok no tuvo efecto.
El bestial kaudillo del Imperio del Sol Muriente, al verse perdido, miró a su alrededor sin saber qué hacer, mientras las filas de su horda eran cada vez más finas y comenzaban a mostrar ya grandes brechas que los balhausitas aprovechaban para atacar por los laterales e incluso internándose en el débil perímetro.
En un momento dado Kargum-Gok trató de huir e internarse en el Regenwald, pero los Dardevitas situados entre la fronda aniquilaron a su guardia y a muchos de los Eztrambótikoz que lo acompañaban, de modo que no le quedó otro remedio más que luchar. Liberando grandes oleadas de energía psíquica, el poderoso orko acabó con la vida de muchos enemigos, pero la desventaja de sus huestes ya era manifiesta y pronto los combates dieron paso a una masacre, hasta que finalmente, Kargum-Gok y alguno de sus esbirros quedaron como únicos supervivientes.
El destino de Kargum-Gok[]
El gran kaudillo del Imperio del Sol Muriente fue capturado, cargado de cadenas con sellos psíquicos y rodeado constantemente por un grupo de Vargeist que aseguraban que sus poderes quedaran inertes. El desfigurado orko, antaño una criatura poderosa, ahora no era más que un prisionero que vio cómo hasta el último de los miembros de su horda fue muerto.
No habría juicio para Kargum-Gok ni otro destino más que su condena a muerte, pero conociendo sus tratos con Nurgle, era obvio que una ejecución sumaria podría no resultar suficiente. Debido a ello, se puso al reo en manos de los Henkergeist, quienes efectuaron el protocolo de muerte psíquica sobre él, tras lo cual su cuerpo, vacío ya de toda voluntad o conocimiento, fue ejecutado y vaporizado.