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Legión de la Cruz de Hierro
El contenido de este artículo pertenece a la saga No Oficial de Balhaus, que ha recibido el Sello de Calidad Wikihammer.

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Alois Krautzmitt - II

Imagen de un joven Alois Krautzmitt en el museo de las ciencias de Balhaus

Alois Krautzmitt (Terra, 022 ADF (711.M36) — Helheim, 028 DDF (809.M36)) era un científico especializado en biotecnología e ingeniería genética, responsable de la fundación de la ciudad de Balhaus en Helheim, así como impulsor de toda la civilización que tomó el mismo nombre.

Historia[]

Procedente de una familia de alta cuna en Terra, Alois demostró desde niño una inmensa afición por las ciencias, la historia y otras disciplinas, pero pese a sus amplias habilidades y ventajas ofrecidas por el linaje al que pertenecía nunca quiso unirse al Adeptus Mechanicus o cualquier otra institución Imperial, donde con toda seguridad podría haber tenido una fulgurante carrera llegando hasta las más elevadas cotas de su jerarquía.

En vez de esto desde muy joven se mostró independiente y proclive a alejarse del resto de personas dedicándose al estudio particular en la amplia biblioteca de su familia, sitio en el cual podía pasar semanas enteras enfrascado en complejos cálculos y teorías referentes a sus campos preferidos y donde también fue educado por los más sabios preceptores que sus padres pudieron encontrar cuando finalmente se vieron obligados a aceptar que el testarudo chico nunca seguiría los cauces impuestos por ellos o por los cánones habituales de la sociedad en la que había nacido.

Con dieciséis años Alois ya estaba bien versado en distintas materias, era un ingenioso inventor y un avezado estudioso de los hechos más relevantes de la historia de la Humanidad desde sus remotos orígenes —al menos con respecto a la información de la que se podía disponer—, aunque especialmente interesado en temas tecnológicos. Gracias a sus amplias capacidades pronto llamó la atención no sólo de sus profesores, sino también de individuos afines a la familia que ocupaban cargos dentro del entramado Imperial, lo cual hizo que se le permitiera colaborar en algunas investigaciones —todas inocuas y alejadas de toda posibilidad herética— desarrolladas en distintas áreas, lo cual facilitó que el joven conociera de primera mano las prácticas y organización imperial, los Adeptus, la burocracia y también tener una visión de los muchos mundos que componían sus fronteras, así como sus guerras y principales enemigos del momento.

Durante años estuvo inmerso en todo aquello que le permitiera aplacar su inagotable sed de saber, si bien las constantes prohibiciones que la autoridad del Imperio imponía sobre ciertos conocimientos, principalmente tecnología y sabiduría considerada arcana, fueron forjando en él un gran desprecio por aquellos que los censuraban como eran la Eclesiarquía y los burócratas del Adeptus Administratum, a los cuales consideraba fanáticos de una fe hacia un líder ausente (el Emperador) que Alois no podía comprender.

Su desdén por el Culto Imperial, la ceguera de sus exaltados fieles y la beligerancia de los líderes hizo que finalmente renegara en su interior de la sociedad humana y de lo que representaba, aunque sabía que hacer públicas sus opiniones en un lugar como Terra sin duda sería su sentencia de muerte por herejía.

Alois se sentía asfixiado y limitado por los prejuicios de sus congéneres, y esto es lo que ya siendo adulto le empujó a concebir un plan que le alejara de todo aquello, un sueño difícil y casi utópico que, si era capaz de conseguirlo, le permitiría llevar una existencia libre deshaciéndose de las cadenas del entorno en el que se encontraba sumergido.

Para llevar a cabo esto, no obstante, necesitaba encontrar un lugar alejado de la influencia imperial que no estuviera afectado por su gélida sombra, un lugar donde los vástagos de la barbarie humana no pudieran —o quisieran— poner sus garras, lo cual era una tarea compleja, porque los únicos sitios donde existiría esa posibilidad se encontraban forzosamente fuera de las fronteras establecidas.

Esta idea, la cual podría considerarse una locura a todas luces, martilleaba la mente de Alois a diario hasta un límite casi obsesivo, de modo que planificó con detalle y se dedicó a hacer todo lo que estuvo en su mano para materializarlo, aunque en su mente también existía una gran duda sobre las posibilidades reales de hacer algo siquiera similar a lo que imaginaba.

A pesar de todo aquello y de los inmensos obstáculos en el camino de su sueño, un golpe de suerte abrió ante él un camino que inflamó su esperanza, pues mientras se encontraba realizando una aburrida colaboración rutinaria con algunos escribas del Administratum en el Librarium Terra llegó a sus manos por error un documento que listaba una serie de mundos cuya información había sido supuestamente eliminada de los registros por diferentes motivos.

Todos los datos y los nombres referentes a los planetas que se mencionaban en aquella lista habían sido eliminados de los amplios bancos de memoria de los cogitadores, pero no así de todos los papeles almacenados en el Librarium, el cual albergaba incontables toneladas de documentos físicos dispersos y obsoletos que llevaría siglos clasificar o destruir, un proceso al que se dedicaban legiones enteras de escribas a diario pero que resultaba una labor interminable, lenta y en muchos casos incompleta.

Entre informes de producción procedentes de miles de millones de planetas acumulados en los intrincados pasillos, anticuados reportes situacionales de siglos antes y montañas de expedientes burocráticos sin utilidad era sencillo que información designada para su eliminación por las autoridades pasara desapercibida, sobre todo cuando se trataba de documentos inconexos almacenados en los profundos corredores llenos de estantes y nichos olvidados en las entrañas del Librarium.

Alois interpretó ese papel que llegó a sus manos como una señal del destino, de modo que a pesar de saber que aquello sería considerado como una clara herejía en caso de descubrirse pasó meses recorriendo el laberinto de corredores para reunir información, siempre ocultándose de la mirada de los escribas y evitando usar los cogitadores mientras fingía trabajar en sus estériles investigaciones.

De todos los mundos mencionados en la lista prácticamente todos habían sido borrados con eficacia de la historia eliminándose todo rastro y alusiones a los mismos como si nunca hubieran existido, pero en el caso de tres de ellos sí que existían algunas referencias que aún permanecían en documentos físicos. De estos tres Alois escogió uno que parecía cumplir las condiciones que buscaba —los otros dos eran mundos dentro de las fronteras del Imperio del momento—, si bien se trataba de ua apuesta arriesgada, pues sus coordenadas lo situaban más allá del Segmentum Ultima a casi 400 años luz de la Franja Este y al Suroeste del sector de las Estrellas Necrófago. Aquel lugar, si es que aún existía, sólo contaba con algunos informes de rendimiento, mediciones orográficas, población y otros temas superfluos que lo describían como un antiguo mundo colmena denominado Altar 967, purgado por orden de la Eclesiarquía en el 514.M36.

Alois se llevó todo lo que pudo encontrar con respecto a este sitio y lo guardó en secreto, elaborando poco a poco un plan que lo tomaba como cimiento básico del sueño que deseaba llevar allí a cabo. Tiempo después de su casamiento con Ada Grohlmänn decidió junto a ella iniciar el viaje hasta aquel remoto lugar donde pretendían permanecer alejados de todo lo conocido, preparando su marcha de forma metódica a sabiendas de que serían como colonos en una isla desierta que no constaba en ningún mapa.

La pareja utilizó la excusa del trabajo de Alois para completar un supuesto estudio biológico en profundidad en un planeta cercano a Espandor, para lo cual solicitaron el permiso de travesía del Administratum que les franqueara el viaje a través de los dominios del hombre. Dada su intachable reputación no encontraron trabas para obtenerlo, ni tampoco le extrañó a nadie que hicieran acopio de una gran variedad de semillas, embriones de animales domésticos y distintos tipos de equipamiento técnico, pues todo ello parecía formar parte de la investigación que teóricamente iban a llevar a cabo, aunque la intención era completamente distinta.

De este modo Alois y Ada emprendieron el viaje junto con su familia para no regresar jamás a Terra.

Fundación de Balhaus[]

Alois Krautzmitt II

Alois Krautzmitt en sus últimos años

En el 751.M36 y tras un peligroso periplo, Alois y Ada Krautzmitt pusieron finalmente el pie en lo que quedaba de la antigua y devastada colonia Imperial de Altar 967, en la cual encontraron también para su sorpresa a un puñado de asustados descendientes de aquellos que sobrevivieron a la purga realizada por la Eclesiarquía siglos antes de mano de los Espectros de la Muerte y la Guardia Imperial.

Aquella escasa gente, adaptada a sobrevivir en un medio hostil, tóxico y apenas sin recursos, enseguida se unió a los recien llegados para crear una pequeña comunidad que poco a poco creció siguiendo una serie de reglas completamente diferentes a las establecidas en el ámbito imperial, una diminuta sociedad donde primaba la libertad del individuo, no existía ningún tipo de deidad controladora y el conocimiento no era censurado arbitrariamente. Su modelo de conducta, basado en antiquísimos ideales dados en Terra durante los primeros milenios de la existencia humana, fueron las reglas que crearon el gérmen de la civilización de Balhaus.

Establecidos en los niveles inferiores que aún quedaban en pie de la antigua colmena, sus pobladores siguieron ocupando zonas cada vez más amplias para albergar cultivos e infraestructuras básicas hasta que décadas más tarde ya se pudo hablar de una auténtica urbe soterrada que albergaba algunos miles de individuos y cuyo objetivo no sería permanecer escondida, sino expandirse por la superficie una vez fueran capaces de recuperarla gracias al ingenio de su fundador y el tenaz esfuerzo de sus colaboradores.

Con objeto de mejorar —y en último término distinguir— la creciente civilización respecto a la humana común, a partir de la tercera generación de pobladores de Balhaus se comenzaron a implantar modificaciones genéticas en todos los nuevos nacidos siguiendo un patrón específico de genotipos, lo cual se normalizó y mejoró con el paso de los siglos dando origen a un nuevo tipo de ser, el Homo Balhaus, que se fue diferenciando de los humanos originales en varias vertientes.

Fallecimiento[]

Alois Krautzmitt murió en Balhaus en el 028 DDF (809.M36) a la edad de 98 años de Terra tras haber declinado la implantación de órganos biónicos para alargar su vida artificialmente, viendo su existencia limitada como un elemento que había ayudado a crear algo distinto y hermoso que, con suerte, perduraría a lo largo de los siglos.

Su muerte según el ciclo biológico natural era para él algo importante, pues desdeñaba cualquier artificio externo que le permitiera esquivar el fin tal y como plasmó concienzudamente en su propio testamento.

"Jamás habría querido perpetuarme como un líder cuyo destino estuviese ligado al funcionamiento de una máquina y la servidumbre de parásitos, atareados eternamente en asegurar mi supervivencia. El poder prolongado y excesivo convierte a los hombres en monstruos, los retuerce y los corrompe como la gangrena. Si en una sola vida eso ya puede manifestarse, ¿qué no puede suceder en diez, cien o mil vidas? Ya existe un ser en el Universo siguiendo ese camino, quizá vivo pero ausente y con muchos que ejercen el poder en su nombre. Acepto mi muerte y me enfrento a ella con honor. Que el legado que dejo y mis descendientes sean los que hablen por mí"

Extracto del testamento de Alois Krautzmitt, sellado y firmado en Balhaus en el 028 DDF.
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