La lluvia caía a raudales repiqueteando en su dorada armadura, un rayo seguido por otros muchos hizo que su armadura resplandeciera, él respiro profundamente, esperando... esperando el momento, otros rayos cayeron iluminando aquel olvidado anfiteatro y los rayos iluminaron a su adversario.
Él observaba aquel olvidado recinto y no podía dejar de ver al ser que alguna vez había llamado hermano, gris no oro, una cruel parodia de si mismo, grotesco y sumamente triste, ahora ya no importa, él le devuelve la mirada.
Oro no gris, patético, vulnerable y triste, el otro lo mira con tristeza, con pesar, la lluvia sigue cayendo con fuerza y hace que su cuerpo se moje, la lluvia repiquetea con inusitada fuerza en su armadura y los rayos vuelven a caer iluminando una vez más el lugar de la última danza, el último lance, el último hálito.
La lluvia no para, rayos y más rayos caen como si el cielo mismo se peleara por ver este último duelo, esta última representación, este ultimo reto entre valientes. Y el último rayo cae con fuerza bestial.
Inicia el último duelo.
Un golpe, otro golpe y otro golpe caen sobre el de armadura dorada, la lluvia los envuelve a ambos en una mística neblina, él le devuelve los golpes con intereses, se tambalea, está abierto y se lanza al ataque pero el de armadura gris responde, lo golpea, lo hace retroceder. Grita, echa fuera toda duda, el de armadura dorada se levanta y lo golpea con tal fuerza que lo hace caer al suelo una vez más.
La lluvia cae como un sudario.
Ocho latidos han pasado.
Los rayos caen con más fuerza cada vez más cerca, el de armadura de oro balancea la espada mientras avanza con juramentos de lealtad en los labios, él le responde con un rugido y carga en su dirección, un golpe, otro golpe, un barrido, una finta, esquiva y lo golpea con el pomo de la espada, salta la sangre, el de armadura gris se tambalea, está a punto de caer pero se levanta y grita un desafío, el de armadura dorada responde.
Cae otra tronada.
Han pasado treinta y dos latidos.
Como si la naturaleza misma presintiera que algo va a pasar la tormenta aminora, ahora los dos contendientes están de pie, llenos de heridas, llenos de orgullo, llenos de pesar, el de armadura dorada pregunta- ¿Porque hermano, porque lo hiciste? El de armadura gris no responde, solo murmura, toman aire y colocan sus espadas en ristre, preparados para la última carga, un rayo cae entre ellos.
Cargan.
Las espadas se besan en las últimas estocadas, el metal retiñe quejándose, los hierros brillan con fuerza, la armadura gris cede, se abre una brecha y entra el hierro. Gruñe, se enfurece y abre un tajo de lado a lado en la armadura dorada, los rayos caen alrededor de los contendientes, la lluvia vuelve a caer con furia dejandoles rodeados por la lluvia la cual forma una misteriosa neblina, los metales se besan una vez más, el mundo aguanta la respiración para observar el último duelo, el último reto, de la armadura dorada sale sangre, el dorado se tambalea pero no cae. La armadura gris ha sido hendida, se arrodilla pero se niega a rendirse, se levanta una vez más dispuesto a vencer, la armadura dorada cruje, ha sido atravesada.
Sus corazones laten deprisa.
Los rayos caen con furia.
Han pasado sesenta latidos.
El de armadura gris responde al fin- ¿porque no lo hiciste tú? El de armadura dorada queda pasmado y esto le vale otro tajo en la pierna, se tambalea y cae, el de armadura gris lanza una estocada matadora pero falla, el de armadura dorada lo patea y lo hace caer. Se levantan. Una vez más el metal choca y vuelve a chocar, sus armaduras están rotas, resquebrajadas, abiertas, los contendientes no están mejor pero aún así se lanzan a la contienda una vez más, la danza de los aceros hace las delicias una vez más, la lluvia los envuelve, los rayos caen con furia alrededor de ellos más no tocan a los contendientes como si temiesen alterar el resultado del heroico duelo, los rayos y la lluvia son su telón de fondo y su público a la vez en un mundo carente de vida.
La lluvia se arremolina en torno a ellos.
Han pasado noventa y cinco latidos.
Sus capas ondean al viento y realizan una última coreografía, las espadas danzan con gracia, con elegancia, con celeridad.
El de armadura dorada es atravesado.
Entre golpe y golpe sus defensas ya no importan, solo importa la victoria a toda costa; respiran una vez más, se colocan en posición de ataque y se enzarzan en una vorágine de espadas, lluvia y rayos, un mundo entero como mudo testigo de este duelo de titanes, finalmente el de armadura dorada atraviesa a su rival de lado a lado, atraviesa su pecho, el de armadura gris escupe sangre y levanta la vista.
Están llorando.
¿Hermano, porque lo hiciste? Repite el de armadura dorada y el de armadura gris responde- Por miedo hermano, por temor.
El último rayo cae dando fin al duelo, dando fin a sus vidas.
La lluvia cesa guardando silencio ante la caída de tan magnos contendientes .